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2 Samuel

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Capítulo 1

1 Y ACONTECIÓ después de la muerte de Saúl, cuando David hubo regresado del destrozo de los Amalecitas, y cuando había estado David dos días en Siclag; 2 al día tercero acaeció que, he aquí, un hombre vino del campamento de los de Saúl, rasgados sus vestidos y con tierra sobre su cabeza. Y fué así que al llegarse a David, postróse en tierra e hizo reverencia. 3 Y David le dijo: ¿De dónde vienes? Y él respondió: Del campamento de Israel me he escapado. 4 Y le preguntó David: ¿Qué ha habido? ruégote me lo declares. A lo que él respondió: Huyó el pueblo del campo de batalla, y también muchos del pueblo han caído y son muertos; y también Saúl y Jonatán su hijo murieron. 5 Dijo entonces David al mancebo que le daba los informes: ¿Cómo has sabido que han muerto Saúl y Jonatán su hijo? 6 Y respondió el mancebo que le traía las nuevas: Por una casualidad me hallé en el monte de Gilboa; y he aquí a Saúl recostado sobre su lanza, y, he aquí, los carros y la gente de a caballo le iban alcanzando. 7 Entonces mirando él hacia atrás, me vió, y me llamó. Y respondíle: Heme aquí. 8 Y me preguntó: ¿Quién eres tú? Y le dije: Amalecita soy. 9 Luego me dijo: Ruégote te pongas sobre mí y me mates; porque se ha apoderado de mí mortal angustia, por cuanto mi vida está aún toda en mí. 10 Púseme pues sobre él y le maté; porque conocía que no podía vivir, después de caído. Y tomé la diadema que tenía sobre su cabeza, y el brazalete que tenía en su brazo, y los he traído acá a mi señor. 11 Entonces asiendo David de sus vestidos, los rasgó; e hicieron lo mismo todos los hombres que con él estaban. 12 Y plañeron y lloraron, y ayunaron hasta la tarde, por Saúl, y por Jonatán su hijo, y por el pueblo de Jehová, y por la casa de Israel; porque habían caído a cuchillo.

13 David preguntó de nuevo a aquel mancebo que le había traído la noticia: ¿De dónde eres? Y él respondió: Soy hijo de un extranjero, amalecita. 14 Y díjole David: ¿Cómo no tuviste temor de extender tu mano para destruir al ungido de Jehová? 15 Llamó entonces David a uno de los mancebos, y le dijo: ¡Llégate, arremete contra él! (y él le hirió de suerte que murió), 16 diciéndole David: Tu sangre recaiga sobre tu propia cabeza; porque tu misma boca ha dado testimonio contra ti, diciendo: ¡Yo maté al ungido de Jehová!

17 Entonces David lamentó con esta endecha la muerte de Saúl y de Jonatán su hijo; 18 y llamóla: Del Arco; cántico para enseñar a los hijos de Judá: he aquí está escrito en el Libro de Jaser: 19 ¡Ay de la gloria de Israel, traspasada, oh Gilboa, sobre tus alturas! ¡Cómo han caído los poderosos! 20 No lo anunciéis en Gat, ni deis la nueva por las calles de Ascalón; no sea que se alegren las hijas de los Filisteos, no sea que se regocijen las hijas de los incircuncisos. 21 ¡Montañas de Gilboa, nunca haya rocío, ni nunca lluvia sobre vosotras, ni campos de ofrendas! porque allí fué vilmente desechado el escudo de los héroes, el escudo de Saúl, cual si no fuera ungido con aceite. 22 De la sangre de los traspasados, de la gordura de los poderosos, el arco de Jonatán nunca volvió atrás, ni la espada de Saúl jamás tornó en balde. 23 ¡Saúl y Jonatán, oh cuán amables y cuán hermosos eran en su vida, y en su muerte no fueron divididos! ¡Más ligeros eran que águilas, más fuertes que leones! 24 Hijas de Israel, llorad a Saúl, el cual os vestía de escarlata, con lujo; el cual engalanaba con adornos de oro vuestro ropaje. 25 ¡Cómo han caído los poderosos en medio de la batalla! ¡Ay de Jonatán, traspasado, oh Gilboa, sobre tus alturas! 26 ¡Angustiado estoy por ti, oh hermano mío, Jonatán! muy dulce has sido para conmigo; maravilloso fué tu amor hacia mí, sobrepujando al amor de las mujeres. 27 ¡Cómo han caído los poderosos, y perecido las armas de guerra!

Capítulo 2

1 Y ACONTECIÓ después de esto que consultó David a Jehová, diciendo: ¿Subiré a alguna de las ciudades de Judá? Y respondióle Jehová: Sube. Y preguntó David: ¿A dónde subiré? Y él le dijo: A Hebrón. 2 De manera que David subió allí, y también sus dos mujeres, Ahinoam la jezreelita, y Abigail, mujer de Nabal carmelita. 3 Asimismo a los hombres que tenía los hizo subir David, cada uno con su familia; y habitaron en las ciudades de Hebrón. 4 Entonces vinieron los hombres de Judá, y ungieron allí a David por rey sobre la casa de Judá.

Y dieron aviso a David, diciendo: Los hombres de Jabés-galaad son los que dieron sepultura a Saúl. 5 Por lo cual envió David mensajeros a los hombres de Jabés-galaad, y les dijo: ¡Benditos seáis vosotros de Jehová! por cuanto habéis hecho esta obra piadosa para con Saúl, señor vuestro, dándole sepultura. 6 Ahora pues, ¡use Jehová para con vosotros de misericordia y de fidelidad! y yo también os recompensaré esta buena acción, por cuanto habéis hecho esto. 7 Y ahora sean esforzadas vuestras manos, y sed hombres valientes; pues que ha muerto ya Saúl vuestro señor, y también la casa de Judá me ha ungido a mí por rey sobre ellos.

8 Pero Abner, hijo de Ner, jefe del ejército que tuvo Saúl, tomó a Is-boset hijo de Saúl, y le hizo pasar a Mahanaim; 9 y allí le hizo rey sobre Galaad, y sobre los Asureos, y sobre Jezreel, y sobre Efraim, y sobre Benjamín, en fin, sobre todo Israel: 10 (era Is-boset hijo de Saúl de cuarenta años cuando comenzó a reinar sobre Israel; y dos años reinó pacíficamente): empero la casa de Judá siguió a David. 11 Y el tiempo que reinó David en Hebrón sobre la casa de Judá, fué siete años y seis meses.

12 Y Abner hijo de Ner, con los siervos de Is-boset hijo de Saúl, salió de Mahanaim para Gabaón. 13 Salieron también Joab, hijo de Sarvia, y los siervos de David; y los dos partidos se encontraron junto al estanque de Gabaón; y se sentaron allí, éstos de un lado del estanque, y aquéllos del otro lado. 14 Dijo entonces Abner a Joab: Levántense, si te place, los jóvenes, y jueguen las armas delante de nosotros. A lo que repuso Joab: Que se levanten. 15 Levantáronse pues y pasaron en igual número, doce que eran benjamitas de la parte de Is-boset hijo de Saúl, y doce de los siervos de David. 16 Y echaron mano cada uno de la cabeza de su contrario, y metieron cada cual su espada por el costado de su contrario; de manera que cayeron todos juntos: de donde fué llamado aquel sitio Helcat-hazurim; el cual está en Gabaón. 17 Y hubo una batalla muy reñida en aquel día; y fueron batidos Abner y los hombres de Israel delante de los siervos de David.

18 Y estaban allí los tres hijos de Sarvia, Joab y Abisai y Asael; el cual Asael era ligero de pies como una gacela del campo. 19 Y siguió Asael tras Abner; no se desviaba ni a diestra ni a siniestra, siguiendo tras Abner. 20 Volvió entonces Abner la cara hacia atrás, y dijo: ¿Eres tú Asael? Y él respondió: , soy. 21 Y le dijo Abner: Desvíate hacia la diestra o hacia la siniestra, y echa mano de alguno de los mancebos, y toma para ti sus despojos. Pero no quiso Asael volverse de en pos de él. 22 Abner pues volvió a decirle a Asael otra vez: Apártate de en pos de mí; ¿por qué he de derribarte en tierra? ¿cómo podría yo entonces alzar mi rostro delante de Joab tu hermano? 23 Mas él rehusó desviarse; por lo cual le hirió Abner con el regatón de la lanza, en el vientre; y le salió la lanza por la espalda, y él cayó allí, y allí mismo murió. Y sucedió que todos los que llegaban al sitio donde Asael había caído y muerto, se detuvieron. 24 Mas Joab y Abisai siguieron al alcance de Abner; y púsoseles el sol cuando llegaron al collado de Amá, que está delante de Gíah, en el camino del desierto de Gabaón. 25 Y se reunieron los hijos de Benjamín en pos de Abner, y se formaron en una sola tropa; e hicieron alto en la cima de cierto collado. 26 Entonces Abner dió voces a Joab, y le dijo: ¿Ha de devorar la espada para siempre? ¿no sabes tú que habrá amargura a la postre? ¿Hasta cuándo, pues, tardarás en decir al pueblo que se vuelva de perseguir a sus hermanos? 27 A lo cual repuso Joab: ¡Vive Dios! que si tú mismo no lo hubieras propuesto, desde esta mañana hubiérase ido el pueblo, y no hubiera perseguido cada cual a su hermano. 28 Luego Joab tocó la trompeta, y se detuvo todo el pueblo, y no persiguió más a Israel, ni pelearon más, por entonces. 29 En seguida Abner y sus hombres anduvieron por el Arabá toda aquella noche, y pasando el Jordán, caminaron por todo el Bitrón, y así llegaron a Mahanaim. 30 Joab también volvió del perseguimiento de Abner; y cuando se hubo reunido toda su gente, echaron menos de los siervos de David diez y nueve personas además de Asael. 31 Pero los siervos de David habían herido a muchos de los de Benjamín y de entre los hombres de Abner; trescientos sesenta hombres murieron. 32 Y llevando a Asael, le enterraron en el sepulcro de su padre, que estaba en Bet-lehem. Luego caminaron Joab y sus hombres toda aquella noche; y amanecióles en Hebrón.

Capítulo 3

1 MAS se hizo larga la guerra entre la casa de Saúl y la casa de David; David empero se hacía más y más fuerte, y la casa de Saúl se hacía más y más débil.

2 Y le nacieron a David hijos en Hebrón. Y era su primogénito Amnón, de Ahinoam jezreelita; 3 y su segundo, Quileab, de Abigail, mujer de Nabal carmelita; y el tercero, Absalom hijo de Maaca, hija de Talmai rey de Gesur; 4 y el cuarto, Adonías hijo de Haguit; y el quinto, Sefatías hijo de Abital; 5 y el sexto, Itream, de Egla, mujer de David. Éstos nacieron a David en Hebrón.

6 Y fué así que mientras duraba la guerra entre la casa de Saúl y la casa de David, Abner se esforzaba por la casa de Saúl. 7 Pero Saúl había tenido una concubina que se llamaba Rizpa, hija de Aya: y dijo Is-boset a Abner: ¿Por qué te has llegado a la concubina de mi padre? 8 Y encendióse mucho la ira de Abner, con motivo de las palabras de Is-boset; y le dijo: ¿Soy yo acaso un vil perro del partido de Judá? Hasta el día de hoy sigo haciendo favor a la casa de Saúl tu padre, a sus hermanos, y a sus amigos, de manera que no te he entregado en mano de David; ¿y con todo esto me echas en cara hoy una culpa relativa a mujeres? 9 ¡Así haga Dios con Abner, y más aún, si conforme a lo que tiene jurado Jehová a David, yo no haga para con él; 10 haciendo traspasar el reino de la casa de Saúl, y estableciendo el trono de David sobre Israel y sobre Judá, desde Dan hasta Beer-seba! 11 Y él no pudo responder a Abner, por el temor que le tenía.

12 Abner pues, de su parte, envió mensajeros a David, diciendo: ¿De quién es la tierra? Decía también: Celebra conmigo tu pacto, y he aquí que mi mano estará contigo para hacer que se vuelva a ti todo Israel. 13 Y él respondió: Bueno, yo celebraré pacto contigo. Esto no obstante, una cosa te exijo, y es, que no verás mi rostro, sin que traigas primero a Micol hija de Saúl, cuando vinieres a ver mi rostro.

14 Entonces David envió mensajeros a Is-boset hijo de Saúl, diciendo: Restitúyeme mi mujer Micol, a quien desposé conmigo por cien prepucios de Filisteos. 15 Por la cual envió Is-boset y quitósela a su marido, Paltiel hijo de Laís. 16 Y fué con ella su marido, andando y llorando en pos de ella, hasta Bahurim. Entonces le dijo Abner: ¡Anda, vuélvete! Y él se volvió.

17 Y tuvo Abner comunicación con los ancianos de Israel, diciendo: Hace ya tiempo que vosotros deseabais tener a David por rey sobre vosotros. 18 Ahora pues, hacedlo así; porque Jehová ha hablado acerca de David, diciendo: Por mano de mi siervo David salvaré a mi pueblo Israel de mano de los Filisteos, y de mano de todos sus enemigos. 19 Y habló también Abner en oídos de Benjamín; y también fué Abner a hablar en oídos de David, en Hebrón, todo lo que era bueno al parecer de Israel y al parecer de toda la casa de Benjamín. 20 Vino pues Abner a David, en Hebrón, y con él veinte hombres; y David hizo un banquete a Abner y a los hombres que le acompañaban. 21 Y dijo Abner a David: Me levantaré e iré, y reuniré a mi señor el rey a todo Israel, para que hagan pacto contigo, y puedas reinar sobre cuanto desee tu alma. Luego David despidió a Abner, y él se fué en paz.

22 En esto, he aquí a los siervos de David y a Joab, que llegaban de una correría, trayendo consigo grandes despojos. Pero Abner no estaba con David en Hebrón, porque éste le había ya despedido, y él se había ido en paz. 23 Y cuando entraron Joab y toda la tropa que con él estaba, le dieron aviso, diciendo: Vino Abner hijo de Ner al rey, y él le ha despedido, de modo que se ha ido en paz. 24 Entonces entró Joab a donde estaba el rey, y dijo: ¿Qué has hecho? He aquí que Abner vino a ti: ¿por qué le enviaste, de modo que se ha ido en salvo? 25 ¿No conoces tú todavía a Abner hijo de Ner, ni sabes que para engañarte vino, y para conocer tu salida y tu entrada, y para informarse de cuanto haces? 26 Luego salió Joab de la presencia de David, y envió mensajeros tras Abner; los cuales le hicieron volver desde el pozo de Sira: mas David nada sabía de ello. 27 Volvió pues Abner a Hebrón; y Joab le llamó aparte en medio de la puerta para hablar con él privadamente: e hirióle allí en el vientre, de modo que murió, por la sangre de Asael su hermano.

28 Y después, cuando lo supo David, dijo: ¡Yo y mi reino para siempre somos inocentes, delante de Jehová, de la sangre de Abner hijo de Ner! 29 ¡Caiga cual torbellino sobre la cabeza de Joab, y sobre toda la casa de su padre! ¡y nunca deje de haber en la casa de Joab quien padezca flujo, ni leproso, ni quien se sostenga sobre muleta, ni quien caiga por espada, ni a quien le falte pan! 30 Así Joab y Abisai su hermano mataron a Abner, por haber éste muerto a Asael su hermano en Gabaón, en la batalla.

31 Entonces dijo David a Joab y a todo el pueblo que había con él: ¡Rasgaos los vestidos, y ceñíos de saco, y haced duelo delante de Abner! Y el rey David iba en pos de las andas. 32 De esta suerte enterraron a Abner en Hebrón; y el rey levantó la voz, y lloró junto al sepulcro de Abner; lloró asimismo todo el pueblo. 33 Y endechó el rey a Abner, diciendo: ¿Había de morir Abner cual muere un insensato? 34 Tus manos no estaban atadas, ni tus pies estaban apresados en grillos. Antes, como quien cae delante de los hijos de iniquidad, así caíste tú. En seguida todo el pueblo volvió a llorar sobre él. 35 Entonces vino todo el pueblo para hacer que David comiese pan, siendo aún de día; mas juró David, diciendo: ¡Así haga Dios conmigo, y más aún, si antes de ponerse el sol probare yo pan, u otra cosa alguna! 36 Y todo el pueblo reparó en ello, y le agradó; como en verdad todo cuanto hacía el rey daba gusto a todo el pueblo. 37 De donde conoció todo el pueblo y todo Israel en aquel día, que no fué del rey el hacer morir a Abner hijo de Ner. 38 Y dijo el rey a sus siervos: ¿No sabéis que un príncipe y un gran hombre ha caído hoy en Israel? 39 Y yo el día de hoy soy débil, aunque ungido rey; y estos hombres, los hijos de Sarvia, son demasiado duros para mí. ¡Recompense Jehová al que hace mal, conforme a su maldad!

Capítulo 4

1 Y CUANDO el hijo de Saúl oyó decir que había sido muerto Abner en Hebrón, se debilitaron sus manos, y todo Israel quedó turbado. 2 Y había dos hombres, capitanes de tropa guerrillera, de la parte del hijo de Saúl, de los cuales el primero se llamaba Baana, y el segundo, Recab, hijos de Rimón beerotita, de los hijos de Benjamín: porque Beerot también era contada como ciudad de Benjamín: 3 pues que los beerotitas habían huído a Gitaim, y se han quedado allí como forasteros hasta el día de hoy.

4 Y Jonatán hijo de Saúl tenía un hijo lisiado de los pies. De cinco años era cuando vino de Jezreel la infausta noticia de Saúl y de Jonatán; y su ama le alzó en brazos, y echó a huir; mas sucedió que como ella huía con sobresalto, él cayó, y quedó cojo. Y era su nombre Mefiboset.

5 Fueron pues aquellos hijos de Rimón beerotita, Recab y Baana, y en lo más caluroso del día entraron en casa de Is-boset, durmiendo éste la siesta sobre su cama, al medio día. 6 Allí pues entraron ellos, hasta la mitad de la casa, como que llevaban trigos; y le hirieron en el vientre; mas Recab y Baana su hermano se escaparon 7 Porque entraron en la casa, y él estaba tendido sobre su cama, en su cámara de dormir, y le hirieron, y le mataron, y le quitaron la cabeza; luego tomaron su cabeza y anduvieron, camino del Arabá, toda aquella noche. 8 Y trajeron la cabeza de Is-boset a David, en Hebrón, y dijeron al rey: ¡He aquí la cabeza de Is-boset hijo de Saúl tu enemigo, que buscaba tu vida! Ya ha dado Jehová a mi señor el rey venganzas el día de hoy contra Saúl y contra su linaje. 9 David empero respondió a Recab y a Baana su hermano, hijos de Rimón beerotita, y les dijo: ¡Vive Jehová! que ha redimido mi alma de toda adversidad, 10 que cuando uno me avisó, diciendo: ¡He aquí, ha muerto Saúl! (y él era en su propio concepto como portador de buenas nuevas), eché mano de él y le maté en Siclag; el cual esperaba que yo le había de dar el premio de buenas nuevas. 11 ¡Cuanto más, cuando unos hombres malvados han muerto a un hombre justo en su misma casa, sobre su cama! Ahora pues, ¿no he de demandar su sangre de vuestras manos, y quitaros de la tierra? 12 Entonces David dió orden a sus mancebos, los cuales los mataron; y cortándoles las manos y los pies, los colgaron junto al estanque en Hebrón; mas la cabeza de Is-boset la tomaron y la enterraron en el sepulcro de Abner en Hebrón.

Capítulo 5

1 ENTONCES vinieron todas las tribus de Israel a David en Hebrón, y le hablaron, diciendo: ¡He aquí que hueso tuyo y carne tuya somos nosotros! 2 También en tiempo pasado, cuando Saúl era rey sobre nosotros, fuiste tú el que sacabas a campaña, y volviste a traer a Israel. Además te ha dicho Jehová: Tú pastorearás a mi pueblo Israel, y tú serás el caudillo de Israel. 3 Vinieron pues todos los ancianos de Israel al rey en Hebrón, y el rey David celebró pacto con ellos en Hebrón, delante de Jehová; y ellos ungieron a David por rey sobre Israel. 4 De edad de treinta años era David cuando comenzó a reinar, y cuarenta años reinó. 5 En Hebrón reinó sobre Judá siete años y seis meses; y en Jerusalem reinó treinta y tres años sobre todo Israel y Judá.

6 Entonces marchó el rey con sus hombres a Jerusalem, contra los Jebuseos, que habitaban en aquella tierra; los cuales hablaron a David, diciendo: ¡Tú no entrarás acá sino cuando quitares a los ciegos y los cojos! (a quienes pusieron en contra suya): queriendo decir: ¡David no podrá entrar acá! 7 Esto no obstante, apoderóse David de la fortaleza de Sión, que es la ciudad de David. 8 Porque dijo David en aquel día: Premiado será cualquiera que hiriere al Jebuseo, y penetrando dentro de la zanja, quitare a los cojos y ciegos, aborrecidos del alma de David; por cuanto los mismos cojos y ciegos seguían diciendo: ¡Él no podrá entrar acá dentro! 9 Y habitó David en la fortaleza, y llamóla ciudad de David; y edificóla David al rededor, desde la fortaleza de Millo, ciudad adentro. 10 Así siguió David haciéndose más y más grande; porque Jehová el Dios de los Ejércitos era con él.

11 Entonces Hiram rey de Tiro envió embajadores a David, con madera de cedro y carpinteros y albañiles; los cuales edificaron una casa para David. 12 De esta suerte conoció David que Jehová le había confirmado por rey sobre Israel, y que había elevado su reino, por amor de su pueblo Israel. 13 Y tomóse David más concubinas y mujeres que eran de Jerusalem, después que vino de Hebrón; y le nacieron a David más hijos e hijas. 14 Estos pues son los nombres de los que le nacieron en Jerusalem: Samúa, y Sobab, y Natán, y Salomón, 15 E Ibhar, y Elisúa, y Nefeg, y Jafía, 16 y Elisama, y Eliada, y Elifelet.

17 Mas cuando oyeron los Filisteos que habían ungido a David por rey sobre Israel, todos los Filisteos subieron en busca de David. Y cuando lo supo David, descendió al lugar fuerte. 18 Entonces vinieron los Filisteos y desplegaron en el Valle de Refaim. 19 Y consultó David a Jehová, diciendo: ¿Subiré contra los Filisteos? ¿los entregarás tú en mi mano? Y Jehová respondió a David: Sube, que de seguro entregaré a los Filisteos en tu mano. 20 David pues fué a Baal-perazim; y los hirió allí David, en grado tal que decía: ¡Ha estallado Jehová contra mis enemigos, delante de mí, como una irrupción de aguas! Por lo cual fué llamado aquel lugar Baal-perazim. 21 Y los Filisteos dejaron allí sus ídolos; y David y sus hombres los quitaron de allí.

22 Y tornaron otra vez los Filisteos a subir contra David, y desplegaron en el Valle de Refaim. 23 Y consultó David a Jehová; el cual respondió: No subas; antes darás la vuelta por detrás de ellos, y los acometerás enfrente de los morales. 24 Y sucederá que cuando oyeres el sonido como de marcha por las copas de los morales, te darás prisa, porque entonces mismo sale Jehová delante de ti para herir el ejército de los Filisteos. 25 David pues lo hizo así, conforme se lo había mandado Jehová; e hirió a los Filisteos desde Geba hasta llegar a Gezer.

Capítulo 6

1 Y VOLVIÓ David a congregar a todos los escogidos de Israel, treinta mil. 2 Entonces levantándose David, se puso en marcha, y todo el pueblo que consigo tenía, desde Baale-judá, para hacer subir de allí el Arca de Dios, la cual es llamada del NOMBRE, nombre de Jehová de los Ejércitos, que habita entre los querubines. 3 Y colocaron el Arca de Dios sobre un carro nuevo, y la llevaron de casa de Abinadab, que estaba en el collado; y Uza y Ahío, hijos de Abinadab, dirigían el carro nuevo. 4 Tomaron pues el carro de la casa de Abinadab, que estaba en el collado, junto con el Arca de Dios; y Ahío iba delante del Arca. 5 Y David y toda la casa de Israel hacían alegrías delante de Jehová, con toda suerte de instrumentos de música, de madera de abeto, es a saber, con arpas, y con salterios, y con panderos, y con sistros, y con címbalos. 6 Mas cuando llegaron a la era de Nacón, extendió Uza la mano al Arca de Dios y asió de ella; porque se desmandaron los bueyes. 7 Y encendióse la ira de Jehová contra Uza, y le hirió allí Dios por su temeridad, de modo que murió allí junto al Arca de Dios. 8 Y David tuvo desagrado, por cuanto Jehová había estallado en ira contra Uza; y llamó aquel sitio Pérez-uza; nombre que lleva hasta el día de hoy. 9 Y David tuvo temor de Jehová en aquel día, y dijo: ¿Cómo podrá venir a mí el Arca de Dios? 10 Y no quiso David hacer traer a sí el Arca de Jehová, a la ciudad de David; sino que desviándose del camino, la llevó David a casa de Obed-edom geteo. 11 Y el Arca de Jehová se quedó en casa de Obed-edom geteo tres meses; y Jehová bendijo a Obed-edom y a toda su casa.

12 Y fué dado aviso al rey David, diciendo: Ha bendecido Jehová a la casa de Obed-edom y a todo cuanto tiene, a causa del Arca de Dios. Entonces fué David, y subió el Arca de Dios desde la casa de Obed-edom a la ciudad de David con regocijo. 13 Y fué así que cuando los portadores del Arca de Jehová hubieron andado seis pasos, David sacrificó novillos y carneros engordados. 14 Y David danzaba con todas sus fuerzas delante de Jehová: y estaba David ceñido de un efod de lino fino blanco. 15 De esta suerte David y toda la casa de Israel condujeron el Arca de Jehová con aclamaciones y con sonido de trompeta. 16 Mas sucedió que cuando el Arca de Dios iba entrando en la ciudad de David, Micol hija de Saúl tendió la vista desde una ventana, y vió al rey David que daba brincos y danzaba delante de Jehová; y desprecióle en su corazón.

17 Metieron pues el Arca de Jehová, y la colocaron en su lugar, en medio del Tabernáculo que le había tendido David. Luego ofreció David holocaustos delante de Jehová, y sacrificios pacíficos. 18 Y cuando David hubo acabado de ofrecer los holocaustos y los sacrificios pacíficos, bendijo al pueblo en el nombre de Jehová de los Ejércitos. 19 En seguida repartió entre todo el pueblo, a cada uno de la muchedumbre de Israel, a los hombres y a las mujeres, a cada cual una torta de pan, y un pedazo de carne, y un pan de pasas: con esto se fué todo el pueblo, cada cual a su casa. 20 David también volvió para bendecir a su casa.

Entonces salió Micol hija de Saúl al encuentro de David, y le dijo: ¡Cuán glorioso ha sido hoy el rey de Israel, el cual se desnudó hoy a vista de las siervas de sus siervos, al modo que se desnuda desvergonzadamente cualquier majadero! 21 Mas David respondió a Micol: Fué delante de Jehová, el cual me escogió a mí en preferencia de tu padre y de toda su casa, para constituirme caudillo del pueblo de Jehová, de su pueblo Israel. Por lo cual yo haré alegrías delante de Jehová. 22 Y me haré todavía más vil que esto; y seré despreciable a mis propios ojos: mas de las siervas que has dicho, de ellas seré tenido en honra. 23 Y Micol hija de Saúl no tuvo hijo hasta el día de su muerte.

Capítulo 7

1 Y ACONTECIÓ un día cuando el rey moraba ya en su casa, y Jehová le había dado descanso de todos sus enemigos en derredor, 2 que dijo el rey a Natán profeta: Mira, te ruego, que yo habito en casa de cedro, mientras que el Arca de Dios queda aún entre cortinas. 3 Entonces Natán respondió al rey: Anda, haz todo cuanto está en tu corazón; porque Jehová es contigo. 4 Mas aconteció que aquella misma noche tuvo Natán revelación de Jehová, que decía: 5 Anda, y di a mi siervo David: Así dice Jehová: ¿Tú quieres edificarme una Casa en que yo habite; 6 bien que no he habitado en Casa alguna desde el día que hice subir a los hijos de Israel de Egipto hasta el día de hoy, sino que continúo andando de acá para allá en Tabernáculo y en Habitación portátil? 7 En todos los lugares donde he andado en medio de todos los hijos de Israel, ¿hablé una palabra siquiera a cualquier hombre de las tribus de Israel, de los que he mandado pastorear a mi pueblo de Israel, diciendo ¿Por qué no me habéis edificado una Casa de cedro? 8 Ahora pues, de esta manera hablarás a mi siervo David: Así dice Jehová de los Ejércitos: Yo te quité del aprisco, de seguir en pos de las ovejas, para que seas caudillo de mi pueblo Israel; 9 y he sido contigo dondequiera que has andado, y he cortado a todos tus enemigos de delante de ti; y voy a hacerte un gran nombre, como nombre de los grandes que ha habido en la tierra. 10 Y señalaré un lugar para mi pueblo Israel, y le plantaré, y él habitará en su propio asiento, y no será inquietado más, ni volverán más los hijos de iniquidad a oprimirle, como fué al principio, 11 y desde el día en que constituí jueces sobre mi pueblo Israel; y a ti te daré descanso de todos tus enemigos. Además, te hace saber Jehová que él va a hacerte a ti una casa. 12 Cuando se te cumplieren los días, y tú yacieres con tus padres, levantaré tu linaje en pos de ti, el cual ha de salir de tus entrañas, y haré estable su reino. 13 Él edificará Casa para mi nombre; y yo estableceré el trono de su reino para siempre. 14 Yo seré su Padre y él será mi hijo; al que, cuando cometiere iniquidad, le reprenderé con vara de hombres, y con azotes de hijos de Adam; 15 empero no se apartará mi favor de él como lo aparté a Saúl, a quien quité de delante de ti. 16 Y tu casa y tu reino serán eternamente estables delante de ti: tu trono será inmoble para siempre. 17 Según el tenor de todas estas palabras, y conforme a toda esta visión, así habló Natán a David.

18 Entonces el rey David fué y se sentó delante de Jehová, y dijo: ¿Quién soy yo, oh Señor, Jehová, y cuál es mi casa, para que me hayas elevado hasta tal punto? 19 Y aun esto fué poco a tus ojos, Jehová Señor; pues que has hablado de la casa de tu siervo hasta en tiempos muy remotos; y ¿es ésta la usanza del hombre, oh Señor Jehová? 20 ¿Y qué más podrá decirte David? pues tú conoces a tu siervo, Jehová Señor. 21 Por causa de tu promesa, y conforme a tu mismo corazón, has obrado toda esta grandeza, haciéndola conocer a tu siervo. 22 Por tanto, tú eres grande, oh Jehová Dios; porque ninguno hay semejante a ti, ni hay Dios alguno fuera de ti; conforme a todo lo que hemos oído con nuestros oídos. 23 ¿Y quién hay semejante a tu pueblo Israel, única nación en la tierra a quien fué la Divinidad a redimir, para serle pueblo suyo propio, y para ganarse renombre, y para hacer grandezas a favor vuestro, oh Israelitas, y obras espantosas, oh Jehová, por tu tierra; por amor a tu pueblo a quien redimiste de Egipto para ti mismo, a pesar de las naciones y sus dioses? 24 Y constituiste a tu pueblo Israel pueblo tuyo para siempre; y tú, oh Jehová, te hiciste el Dios de ellos. 25 Ahora pues, oh Jehová Dios, haz que sea para siempre firme la promesa que has hecho respecto de tu siervo, y respecto de su casa; y haz según has prometido. 26 Y sea engrandecido tu nombre para siempre, al decirse: ¡Jehová de los Ejércitos es el Dios de Israel, y la casa de tu siervo David sea estable delante de tu rostro! 27 Porque tú, oh Jehová de los Ejércitos, el Dios de Israel, has revelado esto a tu siervo, diciendo: Voy a edificar una casa para ti; por tanto tu siervo ha hallado en su corazón osadía para ofrecerte esta oración. 28 Y ahora, oh Jehová Señor, tú solo eres Dios, y tus palabras serán firmes; y tú has prometido a tu siervo este bien. 29 Ahora pues sea de tu agrado bendecir la casa de tu siervo, para que permanezca siempre delante de ti; porque tú, oh Jehová Dios, lo has prometido; y con tu bendición será bendecida la casa de tu siervo para siempre.

Capítulo 8

1 Y ACONTECIÓ después de esto, que hirió David a los Filisteos y los sujetó; y David tomó a Mete-gha-amma de mano de los Filisteos. 2 Hirió también a los Moabitas; y los midió con cordel, haciéndolos acostarse por tierra; y midió dos cordeles para hacerlos morir, y un cordel entero para darles vida. Así los Moabitas vinieron a ser siervos de David, y trajeron presentes. 3 David hirió también a Hadadezer hijo de Rehob, rey de Soba, al ir éste para recobrar su dominio junto al río Eufrates. 4 Y David le tomó prisioneros mil y setecientas gentes de a caballo, y veinte mil hombres de a pie; y desjarretó David todos los tiros de carro, mas reservó de ellos para cien carros.

5 Entonces los Siros de Damasco acudieron en ayuda de Hadadezer rey de Soba; e hirió David de los Siros veinte y dos mil hombres. 6 Y puso David guarniciones en Siria de Damasco; y los Siros vinieron a ser siervos de David, y trajeron presentes. Y Jehová hizo triunfar a David dondequiera que iba. 7 Y tomó David los escudos de oro que traían los siervos de Hadadezer, y los llevó a Jerusalem. 8 También de Beta y de Berotai, ciudades de Hadadezer, tomó el rey David muchísima cantidad de bronce.

9 Y cuando Toi rey de Hamat oyó decir que David había destrozado todo el ejército de Hadadezer, 10 Toi envió a Joram su hijo al rey David, para saludarle y para bendecirle, con motivo de haber peleado contra Hadadezer y destrozádole; porque mucha guerra había tenido Toi con Hadadezer: y Joram trajo consigo vasos de plata y vasos de oro y vasos de bronce. 11 Éstos también consagró el rey David a Jehová, además de la plata y el oro que había consagrado de todas las naciones que había subyugado; 12 de la Siria, y de Moab, y de los hijos de Ammón, y de los Filisteos, y de Amalec, y de los despojos de Hadadezer hijo de Rehob, rey de Soba. 13 Y David ganó para sí nombradía cuando volvió del destrozo que hizo de los Siros en el Valle de la Sal, de diez y ocho mil hombres. 14 Y puso guarniciones en Edom; por todo el Edom puso guarniciones; y todos los Idumeos vinieron a ser siervos de David. Así Jehová daba victoria a David dondequiera que iba.

15 De esta suerte reinó David sobre todo Israel: y era David ejecutor de justicia y de juicio para todo su pueblo. 16 Y Joab hijo de Sarvia estaba sobre el ejército; y Josafat hijo de Ahilud era cronista; 17 y Sadoc hijo de Ahitob y Ahimelec hijo de Abiatar, eran sumos sacerdotes; y Seraya era secretario; 18 y Benaya hijo de Joiada mandaba a los Kereteos y los Peleteos, y los hijos de David eran ministros principales.

Capítulo 9

1 Y DIJO David: ¿Habrá quedado todavía alguno de la casa de Saúl, a quien yo pueda hacer merced por amor de Jonatán? 2 Y había un siervo de la casa de Saúl que se llamaba Siba, a quién llamaron ante David. Y le dijo el rey: ¿Eres tú Siba? A lo que respondió: Ese soy yo, siervo tuyo. 3 Dijo pues el rey: ¿Queda todavía persona de la casa de Saúl, para que yo le haga grande merced? Y Siba respondió al rey: Todavía queda un hijo de Jonatán, lisiado de los pies. 4 Y preguntóle el rey: ¿En dónde está? Y dijo Siba al rey: He aquí que está en casa de Maquir hijo de Amiel, de Lo-debar.

5 Envió pues el rey David y le trajo de casa de Maquir hijo de Amiel, de Lo-debar. 6 Vino entonces Mefiboset hijo de Jonatán, hijo de Saúl, a David, y cayó sobre su faz, y le hizo reverencia. Y dijo David: ¡Mefiboset! Y él respondió: He aquí a tu siervo. 7 Y le dijo David: No temas; porque ciertamente te he de hacer merced, por amor de Jonatán tu padre; también te restituiré todas las tierras de Saúl tu padre; y comerás pan siempre a mi mesa. 8 Entonces él se postró y dijo: ¿Qué es tu siervo, para que vuelvas tu rostro hacia un perro muerto cual soy yo? 9 En seguida, llamando el rey a Siba, siervo de Saúl, le dijo: Todo cuanto era de Saúl y de toda su casa lo he dado al hijo de tu señor. 10 Y labrarás para él los terrenos, tú y tus hijos y tus siervos; y traerás los frutos, para que el hijo de tu señor tenga pan que comer; esto no obstante, Mefiboset hijo de tu señor, comerá pan siempre a mi mesa. Y tenía Siba quince hijos y veinte siervos. 11 Y respondió Siba al rey: Conforme a todo lo que mi señor el rey ha mandado a tu siervo, así hará tu siervo. En cuanto a Mefiboset, repitió David, él comerá a mi mesa, como uno de los hijos del rey. 12 Y tenía Mefiboset un hijo jovencito, que se llamaba Mica: y todos los que moraban en la casa de Siba eran siervos de Mefiboset. 13 De esta suerte Mefiboset permaneció habitando en Jerusalem, porque comía siempre a la mesa del rey; y era cojo de ambos pies.

Capítulo 10

1 Y DESPUÉS de estas cosas aconteció que murió el rey de los hijos de Ammón, y Hanún su hijo reinó en su lugar. 2 Entonces dijo David: Usaré de benevolencia con Hanún hijo de Nahás, según su padre uso de benevolencia conmigo. Envió pues David por mano de sus siervos a consolarle de la muerte de su padre; y llegaron los siervos de David a tierra de los hijos de Ammón. 3 Entonces dijeron los príncipes de los hijos de Ammón a Hanún su señor: ¿Te parece que David quiere honrar a tu padre, por cuanto te ha enviado consoladores? ¿No es más bien para examinar la ciudad y para explorarla, a fin de derribarla para lo que ha enviado David sus siervos a ti? 4 Por lo cual, tomando Hanún a los siervos de David, rapóles la mitad de la barba, y cortóles los vestidos por en medio, hasta las nalgas, y los despachó así. 5 Y habiendo sido esto avisado a David, envió a encontrarlos; porque los hombres estaban sumamente avergonzados. Les dijo pues el rey: Deteneos en Jericó hasta que os crezca la barba, y después volveréis.

6 Vieron pues los hijos de Ammón que se habían hecho odiosos a David; por lo cual enviaron los hijos de Ammón y tomaron a sueldo de los Siros de Bet-rehob y de los Siros de Soba, veinte mil hombres de a pie; y del rey de Maaca mil hombres, y de los hombres de Tob, doce mil. 7 Y cuando lo supo David, envió a Joab con todo el ejército de los hombres valientes. 8 Entonces salieron los hijos de Ammón y ordenaron batalla a la entrada de la puerta: y los Siros de Soba y de Rehob, y los hombres de Tob y de Maaca estaban aparte en el campo. 9 Mas como viese Joab que se le presentaba la batalla de frente y por las espaldas, escogió de entre todos los escogidos de Israel los más valientes, y los puso en orden de batalla contra los Siros; 10 y entregó el resto del pueblo en mano de Abisai su hermano, el cual los puso en orden contra los hijos de Ammón. 11 Y dijo Joab: Si pudieren los Siros más que yo, tú me ayudarás; y si los hijos de Ammón pudieren más que tú, yo acudiré y te ayudaré a ti. 12 ¡Ten fortaleza, y esforcémonos por nuestro pueblo y por las ciudades de nuestro Dios; y haga Jehová lo que bien le pareciere! 13 Pero al acercarse Joab y la gente que con él estaba a la batalla contra los Siros, éstos huyeron delante de él. 14 Y cuando vieron los hijos de Ammón que habían huído los Siros, huyeron ellos también delante de Abisai, y entraron en la ciudad. Volvió pues Joab de en contra de los hijos de Ammón y vino a Jerusalem.

15 Mas viendo los Siros que habían sido batidos delante de los hijos de Israel, volvieron a reunirse. 16 Y envió Hadadezer y trajo los Siros de más allá del río Eufrates, los cuales vinieron a Elam, con Sobac, jefe de las tropas de Hadadezer, al frente de ellos. 17 De lo cual avisado David, reunió a todo Israel y, pasando el Jordán, fué a Elam; donde los Siros ordenaron batalla contra David y pelearon con él. 18 Y huyeron los Siros delante de Israel; y David mató de los Siros la gente de setecientos carros de guerra, y cuarenta mil hombres de a caballo; también a Sobac, jefe del ejército, le hirió de modo que murió allí. 19 Y cuando vieron aquellos reyes, vasallos de Hadadezer, que habían sido batidos delante de Israel, hicieron paz con Israel y le sirvieron; y temieron los Siros ayudar más a los hijos de Ammón.

Capítulo 11

1 Y ACONTECIÓ en la primavera del año, al tiempo que los reyes suelen salir a la guerra, que David envió a Joab y con él a sus siervos y a todo Israel, los cuales devastaron el país de los hijos de Ammón, y sitiaron a Rabbá; mas David se quedó en Jerusalem. 2 Y aconteció un día, a la hora de la tarde, que David se levantó de su cama, y se paseaba sobre el terrado de la casa del rey. Y desde encima del terrado vió a una mujer que se estaba bañando; y la mujer era sumamente hermosa. 3 Y enviando David a informarse de la mujer, uno le dijo: ¿No es ésta Bat-seba hija de Eliam, mujer de Urías heteo? 4 Entonces David envió mensajeros y la tomó; y ella vino a él, y él se acostó con ella, (la cual se estaba purificando de su inmundicia); luego ella volvióse a su casa. 5 Y concibió la mujer; y envió la mujer y avisó a David, diciendo: ¡He concebido! 6 David entonces envió a Joab, diciendo: Envíame a Urías heteo; y Joab le envió a David. 7 Y cuando Urías vino a él, preguntóle David por la salud de Joab y por la salud de la. gente, y cómo prosperaba la guerra. 8 En seguida David dijo a Urías: Baja a tu casa y lava tus pies. Y salió Urías de la casa del rey; y salió tras él una porción de la comida del rey. 9 Pero Urías se acostó a la entrada de la casa del rey con todos los siervos de su señor, y no bajó a su casa. 10 De lo cual avisaron a David, diciendo: No ha descendido Urías a su casa. David entonces dijo a Urías: ¿No acabas de llegar de viaje? ¿por qué pues no descendiste a tu casa? 11 Y Urías respondió a David: El Arca, e Israel y Judá están debajo de enramadas; y mi señor Joab, con los siervos de mi señor, están acampados al raso; ¿y por ventura había yo de irme a mi casa, para comer, y beber, y acostarme con mi mujer? ¡Por tu vida, y por la vida de tu alma, que no haré tal cosa!

12 Dijo entonces David a Urías: Quédate aquí hoy también, y mañana te despacharé. Urías pues se quedó en Jerusalem aquel día y el día siguiente: 13 y le convidó David a comer y beber con él; y le hizo emborrachar; mas a la noche él salió para acostarse en su cama con los siervos de su señor; y no descendió a su casa. 14 Y fué así que a la mañana David escribió una carta a Joab, y enviósela por mano de Urías. 15 Y escribió en aquella carta, diciendo: Poned a Urías al frente, en lo más recio del combate, y retiraos de en pos de él, para que sea herido y muera. 16 De esta suerte sucedió que mientras Joab sitiaba la ciudad, puso a Urías en el lugar donde sabía que estaban los hombres más valientes. 17 Y los hombres de la ciudad hicieron una salida, y pelearon contra Joab; y cayeron del pueblo algunos de los siervos de David, y murió también Urías heteo.

18 Luego envió Joab e informó a David de todos los detalles del combate. 19 Y mandó al mensajero, diciendo: Cuando acabares de referir al rey todos los detalles del combate, 20 ha de ser que si subiere en punto la ira del rey, y te dijere: ¿Por qué os acercasteis tanto a la ciudad para combatirla? ¿No supisteis que os tirarían desde encima del muro? 21 ¿Quién mató a Abimelec hijo de Jerobaal? ¿No fué una mujer que arrojó sobre él una piedra superior de molino desde encima del muro, de modo que murió en Tebez? ¿Por qué os acercasteis tanto al muro? tú entonces le dirás: También tu siervo Urías heteo es muerto. 22 Fué pues el mensajero, y llegado que hubo, avisó a David de todo aquello a que le envió Joab: 23 y dijo el mensajero a David: Aquellos hombres prevalecieron sobre nosotros, saliendo al campo contra nosotros; mas los arrollamos hasta la entrada de la puerta. 24 Pero tiraron los flecheros desde encima del muro, y murieron algunos de los siervos del rey; y también tu siervo Urías heteo murió. 25 Entonces David dijo al mensajero: Así dirás a Joab: No te desalientes por este suceso; porque a este y a esotro devore la espada. Haz más fuerte tu combate contra la ciudad hasta derribarla: y tú mismo, le dijo al mensajero, le has de alentar.

26 Y al oír la mujer de Urías que era muerto Urías su marido prorrumpió en lamentos sobre su señor. 27 Mas cuando hubo pasado el luto, envió David y la recogió en su casa; y ella fué su mujer, y parióle un hijo. Empero esto que había hecho David fué malo a los ojos de Jehová.

Capítulo 12

1 JEHOVÁ pues envió a Natán a David; el cual se llegó a él y le dijo: Había dos hombres en una ciudad, el uno rico y el otro pobre. 2 El rico tenía ovejas y ganado vacuno en grande abundancia; 3 y el pobre nada tenía sino una corderita pequeña, que él había comprado y había criado, y la cual había crecido con él y con sus hijos, todos juntos: de su bocado de pan comía, y de su copa bebía, y en su seno dormía; y le era como una hija suya. 4 Mas vino un caminante al hombre rico; y él no quiso tomar cosa alguna de sus rebaños o sus vacadas y aderezarla para el viandante que le había venido; sino que tomó la corderita de aquel hombre pobre, y la hizo aderezar para el hombre que había venido a él. 5 Entonces se encendió la ira de David contra aquel hombre en gran manera, y dijo a Natán: ¡Vive Jehová, que es digno de muerte el hombre que ha hecho esto! 6 y volverá a pagar la cordera con los cuatro tantos; por cuanto ha hecho esto, y porque no tuvo piedad.

7 ¡Dijo entonces Natán a David: ¡Tú eres aquel hombre! Así dice Jehová, el Dios de Israel: Yo te ungí por rey sobre Israel, y te libré de la mano de Saúl, 8 y te dí la casa de tu señor, y las mujeres de tu señor las he dado en tu seno; además te dí la casa de Israel y de Judá; y si esto te pareciera poco, te hubiera dado de añadidura tales y tales cosas. 9 ¿Por qué pues has despreciado el mandamiento de Jehová, haciendo lo que es malo a sus ojos? ¡A Urías heteo has muerto a cuchillo, y a su mujer has tomado por mujer tuya, matándole a él con la espada de los hijos de Ammón! 10 Ahora pues, la espada nunca se apartará de tu casa; por lo mismo que tú me has despreciado, y has tomado la mujer de Urías heteo para que sea tu mujer. 11 Así dice Jehová: He aquí que yo levantaré el mal contra ti de en medio de tu misma familia: y tomaré tus mujeres ante tu misma vista, y las daré a tu prójimo, el cual se acostará con tus mujeres a vista de este sol. 12 Porque tú lo has hecho en secreto, mas yo voy a hacer esta cosa delante de todo Israel, y delante del sol.

13 Dijo entonces David a Natán: ¡He pecado contra Jehová! Y Natán respondió a David: También Jehová ha dejado pasar tu pecado; no morirás. 14 Sin embargo, puesto que con este hecho has dado a los enemigos de Jehová sobrada ocasión de blasfemar, te digo también que el niño que te ha nacido morirá irremisiblemente.

15 Natán en seguida se fué a su casa; y Jehová hirió al niño que la mujer de Urías había parido a David, de modo que enfermó de muerte. 16 Entonces David se puso a rogar a Dios por el niño; y observó riguroso ayuno, y entraba y pasaba las noches acostado en tierra. 17 Y los ancianos de su casa se pusieron en derredor de él, para alzarle de la tierra; mas él no quiso, ni comió pan con ellos. 18 Y aconteció que al séptimo día murió el niño: y los siervos de David temieron avisarle que había muerto el niño, porque decían: He aquí que le hablábamos estando el niño todavía vivo, y no escuchó nuestra voz; ¿cómo pues le hemos de decir que ha muerto el niño? puede ser que le cause algún daño. 19 Pero David advirtió que sus siervos se estaban hablando al oído, de donde entendió David que era muerto el niño. Con lo cual David dijo a sus siervos: ¿Ha muerto el niño? Y ellos respondieron: Ha muerto. 20 Entonces David se levantó de tierra y lavóse, y se ungió, y mudó sus vestidos, y fué a la Casa de Jehová, y adoró. En seguida volvió a su casa, y cuando pidió, le sirvieron la comida, y comió. 21 Por lo cual le decían sus siervos: ¿Qué es esto que has hecho? ¡Por causa del niño, estando aún vivo, ayunabas y llorabas; mas luego que murió el niño te levantaste y comiste pan! 22 A lo que él respondió: Por el niño, mientras vivía, yo ayunaba y lloraba, pues decía: ¿Quién sabe si Jehová no tendrá piedad de mí, de modo que viva el niño? 23 Mas ahora que ha muerto, ¿para qué he de ayunar? ¿Podré acaso hacerle volver otra vez? Yo iré a él, mas él no volverá a mí.

24 Y consoló David a Bat-seba su mujer, y llegóse a ella, y acostóse con ella; y ella le parió un hijo; y él le puso el nombre de Salomón; y Jehová le amó. 25 Y envió por conducto del profeta Natán y le puso el nombre de Jedidía, por causa de Jehová. 26 Entretanto Joab había peleado contra Rabbá de los hijos de Ammón, y había tomado la ciudad real. 27 Entonces Joab envió mensajeros á David, diciendo: He peleado contra Rabbá, y he tomado la ciudad de las aguas. 28 Ahora pues junta el resto del pueblo, y asienta campamento contra la ciudad, y tómala; no sea que yo tome la ciudad, y sea llamada de mi nombre. 29 Por lo cual David juntó todo el pueblo y fué a Rabbá, y peleó contra ella, y la tomó. 30 Y quitó la corona de Malcam de sobre su cabeza, siendo su peso un talento de oro, y tenía una piedra de gran valor: la cual fué puesta en la cabeza de David. Y sacó David de la ciudad muy grandes despojos 31 Sacó también el pueblo que halló en ella, y los hizo poner a las sierras y a los trillos, y a las hachas de hierro; los hizo pasar también por los hornos de ladrillos; y así lo fué haciendo con todas las ciudades de los hijos de Ammón. En seguida volvió David con toda la gente de guerra a Jerusalem.

Capítulo 13

1 Y ACONTECIÓ después de estas cosas que, teniendo Absalom hijo de David una hermana hermosa, llamada Tamar, enamoróse de ella Amnón hijo de David. 2 Y se vió Amnón en apuros, hasta ponerse enfermo, a causa de su hermana Tamar; porque como era virgen, le parecía a Amnón que sería árdua empresa hacerle cosa alguna. 3 Mas tenía Amnón un amigo que se llamaba Jonadab hijo de Simea, hermano de David; y era Jonadab un hombre muy astuto. 4 Éste pues le dijo: ¿Por qué tú, siendo hijo del rey, vas macilento de día en día? ¿no quieres decírmelo? Y Amnón le respondió: Estoy enamorado de Tamar, hermana de mi hermano Absalom. 5 Le dijo entonces Jonadab: Acuéstate en tu cama y finge que estás enfermo; y cuando viniere tu padre a verte, le dirás: Ruégote que venga mi hermana Tamar y me haga comer pan, aderezando la comida ante mi vista, a fin de que yo la vea y coma de su misma mano.

6 Con lo cual acostóse Amnón, y se fingió enfermo; y cuando vino su padre a verle, Amnón dijo al rey: Ruégote que venga mi hermana Tamar, y me haga dos hojuelas, para que las pueda comer de mano de ella. 7 David entonces envió a casa, a decir a Tamar: Ruégote que vayas a casa de tu hermano Amnón y le adereces algo de comer. 8 Por lo cual Tamar fué a casa de su hermano Amnón, el cual estaba acostado; y tomando ella la pasta, amasóla, e hizo hojuelas delante de su vista, y coció las hojuelas. 9 En seguida tomó la sartén y vaciólas en su presencia; mas él rehusó comer. Entonces Amnón dijo: ¡Echad de mi presencia a todos! y salieron todos de su presencia. 10 Luego dijo Amnón a Tamar: Trae la comida a la alcoba, para que yo la coma de tu mano. Tomó entonces Tamar las hojuelas que había hecho, y las trajo a su hermano Amnón dentro de la alcoba, 11 y se las presentó para que comiese. Pero él echó mano de ella, y le dijo: ¡Ven, acuéstate conmigo, hermana mía! 12 Mas ella le dijo: ¡No, hermano mío; no me humilles! porque no se debe hacer así en Israel. No cometas esta villanía; 13 pues yo, ¿a dónde llevaré yo mi deshonra? mientras que tú serás como uno de los insensatos en Israel. Ahora pues yo te ruego que hables al rey; que el no me negará a ti. 14 Mas él no quiso escuchar su voz, sino que, pudiendo más que ella, le hizo violencia, y acostóse con ella. 15 Aborrecióla entonces Amnón de muy grande aborrecimiento, tal que el odio con que la odiaba excedía al amor con que la había amado. Le dijo pues Amnón: ¡Levántate, véte! 16 Mas ella le respondió: No hay por qué; mayor es este mal de echarme fuera, que el otro que me has hecho. Pero él no quiso escucharla, 17 sino que llamando a un mozo que le servía, le dijo: ¡Échame a ésta afuera de mi presencia, y atranca la puerta tras ella! 18 Y Tamar traía sobre sí una ropa talar de diversos colores; que tales mantos vestían las hijas vírgenes del rey. En efecto, el sirviente de Amnón la echó fuera, y atrancó la puerta tras ella. 19 Entonces Tamar puso ceniza sobre su cabeza, y rasgó la ropa talar de diversos colores que traía sobre , y puesta la mano sobre su cabeza, se fué, andando y gritando. 20 Y su hermano Absalom le dijo: ¿Tu hermano Amnón ha estado contigo? Pues por ahora calla, hermana mía; que tu hermano es; no hagas caso de esto. Y Tamar se quedó desolada en casa de su hermano Absalom. 21 Y cuando el rey David oyó todas estas cosas, fué sumamente indignado. 22 Absalom empero no hablaba palabra con Amnón, ni mala ni buena; porque Absalom aborrecía a Amnón, porque había humillado a su hermana Tamar.

23 Y aconteció que a los dos años cumplidos, Absalom hacía el esquileo de sus ovejas en Baal-hazor, que está junto a Efraim; y Absalom convidó a todos los hijos del rey. 24 Vino también Absalom al rey, y le dijo: He aquí que tu siervo hace el esquileo de sus ovejas; ruégote que el rey y sus siervos vayan con tu siervo. 25 Y respondió el rey a Absalom: No, hijo mío, no vayamos todos, por no serte una carga pesada. Y porfió con él; mas él no quiso ir; pero le bendijo. 26 Dijo entonces Absalom: Pues si no, ruégote que vaya con nosotros mi hermano Amnón. A lo cual le respondió el rey: ¿Para qué ha de ir él contigo? 27 Instóle empero Absalom, de modo que envió a Amnón con él, y también a todos los hijos del rey. 28 Y Absalom dió orden a sus mozos, diciendo: Ruégoos advirtáis cuando el corazón de Amnón esté alegre con el vino; y al deciros yo: ¡Herid a Amnón! entonces matadle; no temáis; ¿no soy yo quién os lo ha mandado? ¡Tened fortaleza y sed hombres valientes! 29 En efecto, los siervos de Absalom hicieron a Amnón, conforme se lo había mandado Absalom: con lo cual se levantaron todos los hijos del rey, y subiendo cada cual en su mulo, huyeron. 30 Y aconteció que estando ellos en el camino, llegó a David un rumor que decía: ¡Absalom ha muerto a todos los hijos del rey, y no ha quedado de ellos ni siquiera uno! 31 Entonces el rey se levantó, y rasgó sus vestidos, y acostóse en tierra: y todos sus siervos se pusieron en derredor, rasgados sus vestidos. 32 Tomó entonces la palabra Jonadab hijo de Simea, hermano de David, y dijo: No diga mi señor que todos los jóvenes, los hijos del rey, son muertos; pues que Amnón solo es muerto; porque por orden de Absalom ha sido determinado esto desde el día que forzó a su hermana Tamar. 33 Ahora pues no haga caso mi señor el rey de esta noticia, que dice que todos los hijos del rey son muertos; puesto que Amnón solo es muerto.

34 Entretanto se fugó Absalom. Alzando entonces los ojos el mancebo que estaba de atalaya, miró, y he aquí mucha gente que venía por un camino a sus espaldas, en la falda de la montaña. 35 Entonces Jonadab dijo al rey: ¡He aquí que los hijos del rey han llegado; como dijo tu siervo, así ha resultado! 36 Y aconteció que como él acabase de hablar, he aquí a los hijos del rey, que acababan de llegar. Y alzando la voz, lloraron; y el rey también y todos sus siervos lloraron con llanto muy grande.

37 Absalom empero huyó y se fué a Talmai hijo de Amihud, rey de Gesur. Y David se lamentaba por su hijo todos los días. 38 De manera que Absalom huyó, y fué a Gesur, y estuvo allá tres años: 39 y el alma del rey David anhelaba salir a reunirse con Absalom; pues ya se había consolado respecto de Amnón, visto que era muerto.

Capítulo 14

1 Y SUPO Joab hijo de Sarvia que el corazón del rey estaba inclinado hacia Absalom. 2 Envió pues Joab a Tecoa, y trajo de allí una mujer sabia, y le dijo: Ruégote que finjas estar de duelo y que vistas traje de luto, y no te unjas de aceite, sino que aparentes ser una mujer que ya ha mucho que está de duelo por un difunto. 3 En seguida irás al rey, y le hablarás de esta manera. Y Joab puso las palabras en su boca. 4 Y cuando aquella mujer de Tecoa habló al rey, cayó en tierra sobre su rostro, haciendo reverencia, y dijo ¡Socorro, oh rey!

5 Y le dijo el rey: ¿Qué tienes? Y ella respondió: A la verdad que soy una mujer viuda, pues que se me ha muerto mi marido. 6 Y tenía tu sierva dos hijos, los cuales riñeron en el campo, y no habiendo quien los despartiese, el uno hirió al otro y le mató. 7 Y he aquí que toda la parentela se ha levantado contra tu sierva, diciendo: ¡Da acá al que hirió a su hermano, para que le matemos por la vida de su hermano a quien mató; y destruiremos también al heredero! Así van a apagar mi ascua que me ha quedado, sin dejar a mi marido nombre ni reliquia sobre la faz de la tierra.

8 Y el rey respondió a la mujer: Véte a tu casa, que yo daré orden acerca de ti. 9 Entonces la mujer de Tecoa respondió al rey: ¡Sobre mí, señor mío, oh rey, sea la iniquidad, y sobre la casa de mi padre; mas el rey y su trono sean sin culpa! 10 Y le dijo el rey: A cualquiera que te dijere cosa alguna, tráele a mí, y no volverá más a tocarte. 11 A lo que dijo ella: Ruégote se acuerde el rey de Jehová su Dios, para estorbar que haga más estrago el vengador de la sangre; no sea que se destruya a mi hijo. Dijo entonces el rey: ¡Vive Jehová, que ni un cabello de tu hijo caerá a tierra! 12 Con lo cual dijo la mujer: Sea permitido que hable tu sierva a mi señor el rey siquiera una palabra. Y dijo el rey: Habla. 13 Dijo pues la mujer: ¿Y por qué has imaginado tal cosa contra el pueblo de Dios? pues que hablando el rey de esta manera, se hace como culpable, por cuanto el rey no hace volver a su propio desterrado. 14 Que irremisiblemente hemos de morir, y somos como agua derramada sobre la tierra, la cual no puede ser recogida; y Dios no quiere quitar la vida, sino antes busca arbitrios para que el desterrado no permanezca alejado de él. 15 Y ahora que he venido a hablar al rey mi señor esta palabra, es que el pueblo me ha atemorizado; de manera que dijo tu sierva: Hablaré pues al rey; quizás hará el rey conforme a la palabra de su sierva, 16 ya que oye el rey para librar a su sierva de mano del hombre que está para raerme a mí y a mi hijo juntamente de la herencia de Dios. 17 Dijo entonces tu sierva: Ruégote que la respuesta de mi señor el rey sea tranquilizadora; puesto que como un ángel de Dios, así es mi señor el rey para entenderse en lo bueno y lo malo. ¡Y Jehová tu Dios sea contigo!

18 Entonces respondió el rey, y dijo a la mujer: Ruégote que no me encubras una cosa que voy a preguntarte. A lo que dijo la mujer: Ruégote que hable mi señor el rey. 19 Dijo pues el rey: ¿Está contigo la mano de Joab en todo esto? Y respondiendo la mujer, le dijo: ¡Vive tu alma! oh rey, señor mío, que ninguno puede apartarse a la derecha ni a la izquierda de todo cuanto ha dicho mi señor el rey; porque tu siervo Joab, él mismo me dió orden, y él mismo puso en boca de tu sierva todas estas palabras. 20 Para trocar la apariencia de la cosa hizo tu siervo Joab esto; y mi señor es sabio, conforme a la sabiduría de un ángel de Dios, para entender todo lo que se hace en la tierra.

21 Entonces dijo el rey a Joab: He aquí pues, ya que he hecho esto, anda y haz volver al joven Absalom. 22 Con lo cual cayó Joab en tierra sobre su rostro, e hizo reverencia, y bendijo al rey; y dijo Joab: ¡Hoy sabe tu siervo que ha hallado gracia en tus ojos, oh rey, señor mío; por lo mismo que ha otorgado el rey la petición de su siervo! 23 Levantándose entonces Joab, fué a Gesur, y trajo a Absalom a Jerusalem. 24 Mas dijo el rey: ¡Vuelva él y vaya a su casa; pues no ha de ver mi rostro! De manera que se volvió Absalom, y fué a su casa, sin ver la cara del rey.

25 Mas en todo Israel no había otro como Absalom, hombre hermoso y muy de alabar; desde la planta de su pie hasta la coronilla de su cabeza no había en él defecto alguno. 26 Y cuando se cortaba el cabello, (pues era así que al cabo de cada año lo cortaba, porque le era muy pesado, y por eso lo cortaba), solía pesar el cabello de su cabeza, que alcanzaba a doscientos siclos del peso real. 27 Y le nacieron a Absalom tres hijos y una hija, la cual se llamaba Tamar; y era mujer de hermoso parecer.

28 Y Absalom habitó en Jerusalem dos años enteros sin ver la cara del rey. 29 Entonces Absalom mandó llamar a Joab para enviarle al rey; mas no quiso ir a él. Y mandóle llamar aún la segunda vez; mas no quiso ir. 30 Dijo por tanto a sus siervos: Ved, el campo de Joab está junto al mío, y tiene allí cebadas. Andad y pegadle fuego. En efecto, los siervos de Absalom pegaron fuego al campo. 31 Joab entonces se levantó y fué a Absalom en su casa, y le dijo: ¿Por qué han pegado fuego tus siervos a mi campo? 32 Y respondió Absalom a Joab: He aquí que envié a ti, diciendo: Ven acá, para que te envíe al rey, con el fin de decirle: ¿A qué propósito he venido de Gesur? bueno me fuera estar todavía allí. Ahora pues, vea yo la cara del rey; y si hay en mí iniquidad, ¡quíteme él la vida! 33 De manera que Joab fué al rey, y se lo dijo. Entonces David llamó a Absalom, el cual vino al rey, y postróse a tierra sobre su rostro delante de él; y el rey besó a Absalom.

Capítulo 15

1 Y SUCEDIÓ después de esto, que Absalom se proveyó de una carroza y caballos, y de cincuenta hombres que corriesen delante de él. 2 También se levantaba Absalom de madrugada, y se colocaba a un lado del camino de la puerta; y era así que cuando alguno que tenía un pleito venía al rey para pedir justicia, Absalom le llamaba a sí, y le decía: ¿De qué ciudad eres tú? y contestando él: De una de las tribus de Israel es tu siervo; 3 le respondía Absalom: Mira que tu causa es buena y justa; pero no hay quien te oiga de parte del rey. 4 Decía además Absalom: ¡Ojalá fuera yo juez en la tierra, para que ante mí compareciese todo hombre que tuviere algún pleito, u otra causa; que yo le haría justicia! 5 Sucedía también que cuando se acercaba alguno para hacerle reverencia, alargaba él la mano, y asiéndole, le besaba. 6 Y de este modo hacía Absalom con todo Israel que venía a pedir justicia al rey: con lo cual Absalom robó el corazón de los hombres de Israel.

7 Así fué que al fin de cuarenta años, Absalom dijo al rey: Me iré, con permiso tuyo, y pagaré en Hebrón mi voto que tengo hecho a Jehová. 8 Porque tu siervo hizo un voto, mientras yo estaba en Gesur, en Siria, diciendo: Si en verdad Jehová me hiciere volver a Jerusalem, entonces serviré a Jehová. 9 Y le dijo el rey: Véte en paz. Levantóse pues, y fué a Hebrón. 10 Absalom empero había enviado correos por todas las tribus de Israel, diciendo: Luego que oyeseis el sonido de la trompeta, decid: ¡Reina Absalom en Hebrón! 11 Y con Absalom fueron de Jerusalem doscientos hombres, que habían sido convidados; mas iban con sencillez, sin saber nada. 12 Asimismo Absalom envió y llamó a Ahitofel gilonita, consejero de David, desde su ciudad de Gilo, en tanto que él ofrecía los sacrificios. Y era fuerte la conspiración, porque iba creciendo por instantes el pueblo que seguía a Absalom.

13 Entonces vino a David un mensajero que le dijo: ¡El corazón de los hombres de Israel se va en pos de Absalom! 14 Y dijo David a todos sus siervos que estaban con él en Jerusalem: ¡Levantaos y huyamos! que de otra suerte no podremos escapar de Absalom. ¡Partid al instante, no sea que apresurándose, nos alcance, y traiga el mal sobre nosotros, y hiera la ciudad a filo de espada! 15 A lo cual los siervos del rey le respondieron: He aquí a tus siervos listos para hacer todo cuanto dispusiere mi señor el rey. 16 Salió pues el rey, y toda su casa en pos de él: mas el rey dejó diez concubinas para guardar la casa. 17 Así pues salió el rey, y toda la gente en pos de él; e hicieron alto en un sitio llamado la Casa Remota. 18 Y todos sus siervos iban pasando a su lado; y todos los Kereteos, y todos los Peleteos, y todos los Geteos, (seiscientos hombres que a sus órdenes vinieron de Gat), iban delante del rey. 19 Entonces dijo el rey a Itai geteo: ¿Por qué vas tú también con nosotros? Vuelve, y quédate con el nuevo rey; porque extranjero eres, y desterrado también de tu lugar. 20 Ayer llegaste, ¿y hoy por ventura he de hacerte ir vagando con nosotros, yo que voy a dondequiera que pueda? Vuelve pues, y haz volver a tus hermanos: ¡contigo permanezcan la misericordia y la verdad! 21 Mas Itai respondió al rey, diciendo: ¡Vive Jehová, y vive mi señor el rey, que dondequiera que estuviere mi señor el rey, ora para muerte, ora para vida, allí también estará tu siervo! 22 Dijo entonces David a Itai: Anda pues, y pasa adelante. E Itai geteo pasó adelante con todos sus hombres, y toda la familia que le acompañaba. 23 Y todo el país lloraba a grandes voces en tanto que toda la gente pasaba. Y mientras tanto que el rey iba pasando el torrente Cedrón, y toda la gente pasaba adelante por el camino del desierto, 24 he aquí a Sadoc también, y a todos los levitas con él, que traían el Arca del Pacto de Dios. Y asentaron el Arca de Dios (Abiatar también subía con ellos) hasta que toda la gente acabó de salir de la ciudad. 25 Entonces el rey dijo a Sadoc: Vuelve a llevar el Arca de Dios a la ciudad; si yo hallare gracia en los ojos de Jehová, él me hará volver, y me permitirá verla a ella y su Habitación. 26 Mas si así dijere: No hallo agrado en ti; ¡heme aquí, haga él de mí como bien le pareciere!

27 Dijo además el rey a Sadoc sacerdote: ¿No eres tú vidente? Vuelve pues a la ciudad en paz, y vuestros dos hijos con vosotros, Ahimaaz tu hijo, y Jonatán hijo de Abiatar. 28 Mira que yo me detendré en los llanos del desierto, hasta tanto que venga alguna razón de vuestra parte que me avise. 29 Sadoc pues y Abiatar volvieron a llevar a Jerusalem el Arca de Dios; y se quedaron allí.

30 Entretanto David subía la cuesta del Monte de los Olivos, y subía llorando, cubierta la cabeza y andando descalzo. Asimismo toda la gente que iba con él, se cubría cada cual la cabeza; ellos también subían, y subían llorando.

31 Y alguno avisó a David, diciendo: ¡Ahitofel se cuenta entre los conspiradores que están con Absalom! A lo que dijo David: ¡Ruégote, oh Jehová, que vuelvas en insensatez el consejo de Ahitofel! 32 Y aconteció que estando David para llegar a la cumbre del monte, donde solía adorar a Dios, he aquí a Cusai arquita que venía a su encuentro, rasgados los vestidos y con tierra sobre su cabeza. 33 Y le dijo David: Si tú pasares adelante conmigo, me serás una carga; 34 mas si volvieres a la ciudad y dijeres a Absalom: ¡Siervo tuyo, oh rey, voy a ser yo! ¡siervo de tu padre he sido en tiempo pasado, mas ahora seré tu siervo! entonces me podrás frustrar el consejo de Ahitofel. 35 ¿No tienes allí contigo a los sacerdotes Sadoc y Abiatar? Por tanto ha de ser que todo lo que puedas oír, procedente de la casa del rey, se lo comunicarás a los sacerdotes Sadoc y Abiatar. 36 He aquí que ellos tienen allí a sus dos hijos, Ahimaaz hijo de Sadoc, y Jonatán hijo de Abiatar, por conducto de quienes me enviaréis todo lo que pudiereis saber. 37 Y así Cusai, amigo de David, vino a la ciudad al tiempo mismo que Absalom llegaba a Jerusalem.

Capítulo 16

1 Y CUANDO David hubo pasado un poco más allá de la cumbre del monte, he aquí a Siba, siervo de Mefiboset, que venía a su encuentro con un par de asnos aparejados, y sobre ellos doscientos panes, y cien hilos de pasas, y cien panes de higos secos y un cuero de vino. 2 Y el rey dijo a Siba: ¿Qué quieres con estas cosas? Y respondió Siba: Los asnos son para que monte la familia del rey, y el pan y los higos secos para que coman los mancebos, y el vino para que beban los que se cansaren en el desierto. 3 Entonces preguntó el rey: ¿Y dónde está el hijo de tu señor? Y Siba respondió al rey: He aquí él se ha quedado en Jerusalem; porque ha dicho: ¡Hoy mismo me va a devolver la casa de Israel el reino de mi padre! 4 Dijo pues el rey a Siba: ¡He aquí que tuyo es todo lo que pertenece a Mefiboset! Y respondió Siba: ¡Me inclino ante ti! ¡halle yo gracia en tus ojos, señor mío, oh rey!

5 Y como el rey iba llegando a Ba-hurim, he aquí que de allí venía saliendo un hombre de la parentela de Saúl, cuyo nombre era Simei, hijo de Gera; salía, y en tanto que salía, echaba maldiciones. 6 Y tiraba piedras contra David, y contra todos los siervos del rey David, mientras toda la gente, con todos los hombres valerosos, iban marchando en filas a su mano derecha y a su izquierda. 7 Y de esta manera decía Simei en sus maldiciones: ¡Afuera! ¡afuera! ¡oh hombre sanguinario y hombre de Belial! 8 Jehová ha hecho tomar sobre ti toda la derramada sangre de la casa de Saúl, en cuyo lugar has reinado; y ha dado Jehová el reino en mano de Absalom tu hijo; y ¡héte aquí prendido en tus maldades; porque hombre sanguinario eres!

9 Entonces Abisai hijo de Sarvia dijo al rey: ¿Por qué ha de seguir este perro muerto maldiciendo a mi señor el rey? ¡Pasaré, con tu venia, y le quitaré la cabeza! 10 Mas el rey respondió: ¿Qué tengo yo que ver con vosotros, hijos de Servia? que siga él maldiciendo, ya que Jehová le ha dicho: ¡Maldice a David! ¿quién pues le dirá: por qué haces esto? 11 Y dijo David a Abisai y a todos sus siervos: He aquí que mi mismo hijo, que salió de mis entrañas, va buscando mi vida; ¿pues qué mucho que lo haga así ahora este benjamita? Déjale que siga maldiciendo; porque se lo ha dicho Jehová. 12 Puede ser que mire Jehová el agravio que se me hace, y que me devuelva Jehová el bien en lugar de sus maldiciones de hoy. 13 De manera que David y sus hombres siguieron por su camino; y Simei continuó andando por la falda del monte que hacía frente al rey; y al andar, maldecía, y tiraba piedras hacia él, y esparcía polvo. 14 Por fin, el rey y toda la gente que le acompañaba llegaron a Bahurim fatigados, y descansaron allí.

15 Entretanto Absalom y toda su gente, los hombres de Israel, habían llegado a Jerusalem, y Ahitofel con él. 16 Y fué así que cuando Cusai arquita, amigo de David, llegó a Absalom, dijo Cusai a Absalom: ¡Viva el rey! ¡viva el rey! 17 Mas Absalom respondió a Cusai: ¿Es este tu cariño para con tu amigo? ¿Por qué no acompañaste a tu amigo? 18 Cusai entonces dijo a Absalom: No, sino que a quien haya escogido Jehová, y esta gente, y todos los hombres de Israel, de él seré, y con él me quedaré. 19 Y tornó a decir: ¿A quién he de servir? ¿no ha de ser en presencia del hijo? Pues bien, a la manera que he servido en presencia del padre, así serviré en tu presencia.

20 Dijo entonces Absalom a Ahitofel: Dad vuestro consejo sobre lo que debemos hacer. 21 Y Ahitofel respondió a Absalom: Llégate a las concubinas de tu padre, las cuales él ha dejado para cuidar de la casa; y oirá todo Israel que eres odioso a tu padre; con lo cual se harán fuertes las manos de todos los tuyos. 22 En efecto, extendieron para Absalom un pabellón sobre el terrado; y Absalom se llegó a las concubinas de su padre, a la vista de todo Israel. 23 Es de saber que el consejo de Ahitofel que él daba en aquellos días, era estimado como si un hombre consultase el oráculo de Dios: así era, tanto con David como con Absalom, todo lo que aconsejaba Ahitofel.

Capítulo 17

1 ENTONCES dijo Ahitofel a Absalom: Permite que escoja doce mil hombres, y me levantaré y seguiré tras David esta misma noche; 2 y vendré sobre él mientras esté cansado y débil de manos; y le infundiré miedo; de modo que huirá toda la gente que le acompaña; y heriré al rey solo. 3 Así volveré a traer a ti todo el pueblo. Cuando volvieren todos, menos aquel hombre que tú estás buscando, todo el pueblo estará en paz. 4 Y era acertado este consejo al parecer de Absalom, y al parecer de todos los ancianos de Israel.

5 Esto no obstante, Absalom dijo: Quiero que se llame asimismo a Cusai arquita, para que oigamos lo que dice el también. 6 Y cuando vino Cusai a Absalom, le habló Absalom, diciendo: De esta manera ha hablado Ahitofel; ¿seguiremos su consejo? si no, habla tú. 7 Entonces Cusai respondió a Absalom: No es bueno el consejo que ha dado Ahitofel esta vez. 8 Dijo también Cusai: Tú conoces a tu padre y a sus hombres, y sabes que son valerosos; y están amargos en espíritu, como una osa en el campo a quien le han robado sus cachorros. También tu padre es hombre aguerrido, y no pasará la noche entre el pueblo. 9 He aquí que ahora mismo estará escondido en algún hoyo, o en algún otro lugar; y va a suceder que al caer algunos de entre ellos, al principio de la refriega, quienquiera que lo oyere dirá: ¡Se hace estrago entre la gente que sigue a Absalom! 10 Entonces aun aquel que es valiente, y cuyo espíritu es como corazón de león, va a desmayar completamente; porque sabedor es todo Israel de que tu padre es hombre esforzado, y que son valientes los que con él están. 11 Por lo cual yo aconsejo que se reúna en derredor de ti todo Israel, desde Dan hasta Beer-seba, como las arenas que están a la ribera del mar en multitud; y que tú en persona vayas al combate. 12 De esta suerte vendremos sobre él en algún lugar, dondequiera que fuere hallado, y nos dejaremos caer sobre él a la manera que cae el rocío sobre el suelo; y no dejaremos que quede de él, ni de todos los hombres que con él estuvieren, ni uno. 13 Y si se hubiere recogido dentro de alguna ciudad, todo Israel traerá sogas a aquella ciudad, y la arrastraremos al torrente vecino, hasta que no se halle allí ni siquiera una piedrezuela.

14 A lo cual dijeron Absalom y todos los hombres de Israel: Mejor es el consejo de Cusai arquita que el consejo de Ahitofel: (porque Jehová había determinado frustrar el acertado consejo de Ahitofel, a fin de traer Jehová el mal sobre Absalom).

15 Dijo entonces Cusai a los sacerdotes Sadoc y Abiatar: Así y así ha aconsejado Ahitofel a Absalom y a los ancianos de Israel; y así y así les he aconsejado yo. 16 Ahora pues enviad presto y avisad a David, diciendo: No te detengas esta noche en los llanos del desierto, sino que debes sin falta pasar el Jordán; no suceda que sea destruído el rey, con toda la gente que le acompaña. 17 Es de saber que Jonatán y Ahimaaz se quedaban junto a En-rógel; porque no podían dejarse ver entrar en la ciudad; por lo cual una criada fué y se lo dijo; y ellos se iban ya para dar aviso a David. 18 Con todo, los vió un muchacho, el cual dió parte de ello a Absalom. Los dos empero caminaron aprisa, y entraron en casa de cierto hombre en Bahurim, el cual tenía un pozo en su patio, adonde ellos descendieron. 19 Luego tomó la mujer la cubierta y la tendió sobre la boca del pozo; y extendió encima de ella trigo machacado; de modo que no fué conocida la cosa. 20 En esto llegaron los siervos de Absalom a donde estaba la mujer, dentro de la casa, y dijeron: ¿En dónde están Ahimaaz y Jonatán? Y la mujer les respondió: Han pasado el arroyo de las aguas. Ellos pues los buscaron; mas no hallándolos, se volvieron a Jerusalem.

21 Y sucedió que idos éstos, los otros subieron del pozo, y fueron y avisaron al rey David; y dijeron a David: ¡Levantaos, y a toda prisa pasad las aguas; porque así y así ha dado consejo contra vosotros Ahitofel! 22 Levantóse pues David, y toda la gente que le acompañaba, y pasaron el Jordán: al aclararse el día no quedó ni uno que no hubiese pasado el Jordán.

23 Mas Ahitofel, visto que no se había seguido su consejo, aparejó su asno, y subiendo en él, se fué a su casa, a su ciudad; y dispuso su casa, y se ahorcó, y murió, y fué enterrado en el sepulcro de su padre.

24 Entretanto David había venido a Mahanaim; Absalom también pasó el Jordán, él y todos los hombres de Israel con él. 25 Y Absalom puso a Amasa sobre el ejército en lugar de Joab; el cual Amasa era hijo de un hombre llamado ltra, israelita, que se llegó a Abigail hija de Nahás, hermana de Sarvia, madre de Joab. 26 Y acamparon Israel y Absalom en la tierra de Galaad.

27 Y había acontecido que al llegar David a Mahanaim, Sobi hijo de Nahás, de Rabbá de los hijos de Ammón, y Maquir hijo de Amiel, de Lo-debar, y Barzillai galaadita, de Rogelim, 28 trajeron camas, y tazones, y vasijas de barro, y trigo, y cebada, y flor de harina, y grano tostado, y habas, y lentejas, y garbanzos tostados; 29 y miel, y requesones, y ovejas, y quesos de vacas; y los presentaron a David y a la gente que con él estaba, para que comiesen; porque decían: La gente estará hambrienta, y cansada, y sedienta en el desierto.

Capítulo 18

1 ENTONCES David pasó revista a la gente que tenía consigo; y puso sobre ella jefes de miles y jefes de cientos. 2 Luego envió David las tropas a la guerra, un tercio bajo la mano de Joab, y otro tercio bajo la mano de Abisai hijo de Sarvia, hermano de Joab, y otro tercio bajo la mano de Itai geteo. Y dijo el rey a las tropas: Seguramente que yo también saldré con vosotros. 3 Mas la gente le respondió: No saldrás; porque aun cuando nosotros huyéramos vergonzosamente, no harán caso de nosotros; y si muriere la mitad de nosotros, no harán caso de nosotros: porque tú eres ahora igual a diez mil de nosotros. Ahora pues más vale que tú te quedes aquí, para socorrernos desde la ciudad. 4 Y respondió el rey: Yo haré lo que sea bueno en vuestro parecer. Entonces se puso el rey a un lado de la puerta, en tanto que toda la gente iba saliendo por cientos y por miles. 5 Y mandó el rey a Joab y a Abisai y a Itai, diciendo: ¡Tratad con indulgencia, por mi causa, al joven Absalom! Y todo el pueblo oyó cuando el rey mandó a todos los jefes acerca de Absalom. 6 De esta suerte salió la gente al campo contra Israel; y libróse la batalla en el bosque de Efraim. 7 Y allí fué herida la gente de Israel delante de los siervos de David; y se hizo allí una muy grande mortandad en aquel día, de veinte mil hombres. 8 Porque la batalla se extendió allí sobre la superficie de todo el país; y el bosque mató más gente en aquel día que la que devoró la espada. 9 Por fin encontróse Absalom con los siervos de David. Y Absalom iba montado en un mulo; y pasando el mulo por debajo del ramaje de un gran roble, se le prendió fuertemente la cabeza en el roble; y él quedó suspendido entre el cielo y la tierra; y el mulo que tenía debajo de sí, pasó adelante. 10 Y le vió cierto hombre, el cual dió parte de ello a Joab, diciendo: ¡He aquí que acabo de ver a Absalom colgado en un roble! 11 Entonces dijo Joab al hombre que le dió la noticia: Y bien, ya que le viste, ¿por qué no le heriste allí mismo, echándole a tierra? y de mi obligación hubiera sido darte diez siclos de plata y un tahalí. 12 Mas aquel hombre contestó a Joab: Aunque se pesaran en mi mano mil siclos de plata, no extendería mi mano contra el hijo del rey; porque, oyéndolo nosotros, os mandó el rey a ti y a Abisai y a Itai, diciendo: ¡Guardaos, quienquiera que sea, respecto del joven Absalom! 13 De otra suerte yo hubiera hecho traición contra mi vida; porque ninguna cosa se le puede esconder al rey; y tú mismo te me hubieras puesto en contra. 14 A lo cual respondió Joab: No puedo detenerme aquí contigo. De manera que, tomando tres dardos en su mano, los clavó en el corazón de Absalom, estando éste aún vivo en medio del roble. 15 Entonces se le pusieron en derredor los diez jóvenes, escuderos de Joab, e hirieron a Absalom y le acabaron de matar. 16 En seguida Joab tocó la trompeta, y volvió la gente del perseguimiento de Israel; pues que Joab detuvo al pueblo. 17 Luego tomando a Absalom, le echaron dentro de un gran hoyo en el bosque, y levantaron sobre él un grandísimo montón de piedras: mientras tanto, todo Israel huyó cada cual a su estancia.

18 Y había Absalom durante su vida tomado en mano y erigido para sí la columna que está en el Valle del Rey; porque decía: No tengo hijo que conserve la memoria de mi nombre. Por eso llamó la columna de su mismo nombre; la cual se llama Monumento de Absalom hasta el día de hoy.

19 Entonces Ahimaaz hijo de Sadoc dijo a Joab: Correré, con tu venia, y llevaré al rey las buenas nuevas de cómo le ha hecho justicia Jehová, librándole de mano de sus enemigos. 20 Pero Joab le contestó: Tú no podrás ser portador de buenas nuevas hoy, bien que llevarás buenas nuevas otro día; mas hoy no podrás llevar noticias buenas, por cuanto es muerto el hijo del rey. 21 En seguida dijo Joab al Cusita: Anda, avisa al rey de lo que has visto. Por lo cual inclinóse el Cusita a Joab, y corrió. 22 Entonces Ahimaaz hijo de Sadoc tornó a decir a Joab: Como quiera que sea, correré yo también, con tu venia, tras el Cusita. A lo que le dijo Joab: ¿Para qué has de correr tú, hijo mío? pues no vas a recibir premio de buenas nuevas. 23 Como quiera que sea, respondió, correré. Entonces Joab le dijo: Corre. Corrió pues Ahimaaz, camino del Valle del Jordán, y adelantóse al Cusita.

24 Y David estaba sentado entre las dos puertas; y el atalaya fué al techo de la puerta, sobre el muro, y alzando los ojos, miró, y he aquí un hombre que venía corriendo solo. 25 Entonces clamó el atalaya y se lo avisó al rey. A lo cual el rey respondió: Si está solo, habrá noticias en su boca. Mientras tanto él seguía caminando y acercándose. 26 En esto divisó el atalaya otro hombre que venía corriendo; y clamó el atalaya al portero, diciendo: ¡He aquí que viene otro hombre corriendo solo! Y dijo el rey: Éste también es portador de noticias. 27 Dijo de nuevo el atalaya: Estoy observando que el correr del primero semeja el correr de Ahimaaz hijo de Sadoc. Y respondió el rey: Hombre bueno es, y con buenas nuevas debe venir. 28 Entonces clamó Ahimaaz de lejos, y dijo al rey: ¡Bien está! En seguida postróse en tierra ante el rey, sobre su rostro, diciendo: ¡Bendito sea Jehová tu Dios, que ha entregado a los hombres que alzaron su mano contra mi señor el rey! 29 Y preguntó el rey: ¿Le va bien al joven Absalom? A esto repuso Ahimaaz: Yo ví un gran tropel de gente cuando envió Joab al siervo del rey y a , siervo tuyo; mas no supe qué era. 30 Dijo pues el rey: Ponte a un lado y estáte en pie aquí. Y él se puso a un lado, y se quedó allí en pie. 31 Entretanto, he aquí al Cusita que acababa de llegar; y dijo el Cusita: ¡Buenas nuevas, oh rey, señor mío! porque Jehová te ha hecho justicia hoy, librándote de mano de todos los que se habían levantado contra ti. 32 Dijo entonces el rey al Cusita: ¿Le va bien al joven Absalom? A lo cual contestó el Cusita: ¡Sean como aquel joven los enemigos de mi señor el rey, con todos los que se levantan contra ti para hacerte mal! 33 Entonces el rey fué profundamente conmovido, y se subió a la cámara que estaba sobre la puerta, y allí lloraba; y decía así en tanto que se iba: ¡Hijo mío, Absalom! ¡hijo mío, hijo mío, Absalom ¡quién me diera que hubiera yo muerto en lugar de ti, oh Absalom, hijo mío, hijo mío!

Capítulo 19

1 Y AVISARON a Joab, diciendo: ¡He aquí que el rey está llorando y lamentándose a causa de Absalom! 2 Y fué el caso que la victoria en aquel día se trocó en duelo para con todo el pueblo; porque el pueblo oyó decir en aquel día: ¡Acongojado está el rey por su hijo! 3 Por lo cual el pueblo se entró en la ciudad a hurtadillas en aquel día; lo mismo que suele entrar a hurtadillas la gente avergonzada cuando huye en la batalla. 4 Mientras tanto el rey se cubría la cara, y clamaba el rey a grandes voces: ¡Hijo mío, Absalom! ¡oh Absalom, hijo mío, hijo mío!

5 Entonces Joab llegóse al rey, dentro de la casa, y le dijo: ¡Has hecho avergonzar el rostro de todos tus siervos, los cuales hoy han salvado tu vida, y la vida de tus hijos y de tus hijas, y la vida dé tus mujeres y la vida de tus concubinas, 6 amando a los que te aborrecen, y aborreciendo a los que te aman! Porque has puesto de manifiesto hoy que nada te son a ti ni príncipes, ni siervos; pues que ya yo sé que si Absalom viviera, y nosotros todos estuviéramos muertos hoy ¡entonces eso te agradara bien! 7 Ahora pues, levántate y sal fuera, y habla cariñosamente a tus siervos; ¡porque juro por Jehová que si no salieres, no quedará hombre contigo esta noche! y esto te sería peor que todo el mal que te ha sobrevenido desde tu mocedad hasta ahora. 8 Con esto se levantó el rey, y se sentó a la puerta; y avisaron a todo el pueblo, diciendo: He aquí que el rey está sentado a la puerta. Y vino todo el pueblo delante del rey.

Israel empero había huído cada cual a su estancia. 9 Y todo el pueblo estaba en contienda por entre todas las tribus de Israel, diciendo: El rey nos libró de mano de nuestros enemigos, y él nos salvó de mano de los Filisteos; mas ahora se ha huído del país con motivo de Absalom. 10 Y Absalom a quien ungimos por rey sobre nosotros, ha muerto en la batalla. Ahora pues, ¿por qué estáis callados respecto de hacer volver al rey?

11 Por tanto el rey David envió a Sadoc y a Abiatar, los sumos sacerdotes, diciendo: Hablad con los ancianos de Judá, diciendo: ¿Por qué sois vosotros los postreros en hacer volver al rey a su casa? pues que la palabra de todo Israel viene llegando al rey, para hacerle volver a su casa. 12 Mis hermanos sois vosotros; mi hueso y mi carne sois: ¿por qué pues sois los postreros en hacer volver al rey? 13 También decid a Amasa: ¿No eres tú mi hueso y mi carne? ¡Así haga conmigo Dios, y más aún, si no has de ser jefe del ejército en mi presencia perpetuamente, en lugar de Joab! 14 E inclinó hacia sí el corazón de todos los hombres de Judá, como de un solo hombre: y enviaron al rey, diciendo: Vuelve tú y todos tus siervos. 15 Por manera que volvió el rey, y vino al Jordán; y Judá fué hasta Gilgal para ir a recibir al rey, a fin de hacer pasar al rey el Jordán.

16 Entonces Simei hijo de Gera, benjamita, que era de Bahurim, se dió prisa, y descendió con los hombres de Judá al encuentro del rey David; 17 y trajo consigo mil hombres de Benjamín. Siba también, siervo de la casa de Saúl, vino y trajo consigo sus quince hijos y sus veinte siervos; y pasaron el Jordán en presencia del rey. 18 Cruzó también una barca para pasar la familia del rey, y hacer lo que a éste le pareciera bien. Entonces Simei hijo de Gera cayó delante del rey, luego que atravesó el Jordán, 19 y dijo al rey: ¡No me impute mi señor iniquidad, y no se acuerde de lo que hice perversamente en el día que mi señor el rey salió de Jerusalem, para que el rey haga caso de ello! 20 Porque sabe tu siervo que yo he pecado; por eso, he aquí que he venido hoy, el primero de toda la casa de José, para descender a recibir a mi señor el rey. 21 Pero Abisai hijo de Sarvia le respondió, diciendo: ¿No ha de ser muerto Simei, por cuanto ha maldecido al ungido de Jehová? 22 Entonces contestó David: ¿Qué tengo yo que ver con vosotros, hijos de Sarvia, para que os pongáis hoy por adversarios míos? ¿Acaso ha de morir hombre alguno hoy en Israel? ¿pues no acabo de saber que hoy mismo soy hecho rey sobre Israel? 23 Y dijo el rey a Simei: ¡No morirás! y se lo juró el rey.

24 También Mefiboset hijo de Saúl descendió a recibir al rey; y no se había curado los pies, ni compuesto la barba, ni se había hecho lavar sus ropas, desde el día que salió el rey hasta el día que volvió en paz. 25 Y aconteció que cuando vino con los de Jerusalem para recibir al rey, éste le dijo: ¿Por qué no fuiste conmigo, Mefiboset? 26 Y él respondió: ¡Oh rey, señor mío! mi siervo me engañó; porque dijo tu siervo: Me aparejaré el asno, y subiré en él, para que vaya con el rey: por cuanto tu siervo es cojo. 27 Además, ha calumniado a tu siervo delante de mi señor el rey: mas mi señor el rey es como un ángel de Dios: haz pues lo que sea bueno a tus ojos. 28 Porque aun cuando todos los de la casa de mi padre no éramos sino dignos de muerte para con mi señor el rey, sin embargo pusiste a tu siervo entre los que comen a tu mesa: ¿qué derecho pues me queda todavía para reclamar más de parte del rey? 29 A lo cual le contestó el rey: ¿Por qué hablas más de tus asuntos? he dicho ya que tú y Siba dividáis las tierras. 30 Entonces dijo Mefiboset al rey: Y aun tómeselas él todas, ya que ha vuelto mi señor el rey en paz a su casa

31 También Barzillai galaadita descendió desde Rogelim, y pasó el Jordán con el rey, para acompañarle más allá del Jordán. 32 Y era Barzillai muy anciano, de edad de ochenta años; y había proveído al rey de sustento el tiempo que pasó en Mahanaim; porque era hombre muy rico. 33 Entonces dijo el rey a Barzillai: Pasa adelante conmigo, y te sustentaré conmigo en Jerusalem. 34 Pero Barzillai respondió al rey: ¿Cuántos serán ya los días de los años de mi vida, para que yo suba con el rey a Jerusalem? 35 De edad de ochenta años soy el día de hoy: ¿podré acaso distinguir más entre lo bueno y lo malo? ¿o podrá tu siervo gustar ya lo que come y lo que bebe? ¿o puedo más oír la voz de cantores y de cantoras? ¿Para qué pues ha de ser tu siervo una carga a mi señor el rey? 36 Un corto trecho más allá del Jordán pasará tu siervo con el rey; ¿y por qué quiere el rey recompensarme con un galardón tan grande? 37 Ruégote permitas que se vuelva tu siervo, para que muera en mi propia ciudad, junto al sepulcro de mi padre y de mi madre. Empero he ahí a tu siervo Camaam; pase él con mi señor el rey, y haz con él lo que bien te parezca. 38 A lo que respondió el rey: Camaam pasará adelante conmigo, y yo haré con él lo que bien te pareciere a ti; y todo lo que quisieres encargarme yo lo haré por ti. 39 Por manera que todo el pueblo pasó el Jordán; el rey también pasó: entonces besó el rey a Barzillai y le bendijo; y éste volvió a su lugar.

40 Entonces el rey pasó adelante a Gilgal, y Camaam pasó adelante con él; y todo el pueblo de Judá acompañaba al rey, y también la mitad del pueblo de Israel. 41 En esto, he aquí a todos los hombres de Israel que venían al rey; y dijeron al rey: ¿Por qué tan a hurtadillas te han tomado nuestros hermanos, los hombres de Judá, para hacer pasar el Jordán al rey y a su casa, y a todos los hombres de David con él? 42 Entonces respondieron todos los hombres de Judá a los hombres de Israel: Por lo mismo que el rey es pariente cercano nuestro; ¿por qué pues habéis de irritaros por eso? ¿Por ventura nosotros hemos comido algo a costa del rey? ¿o nos ha hecho él algún regalo? 43 Y respondieron los hombres de Israel a los hombres de Judá; diciendo: ¡Diez partes tenemos nosotros en el rey, y también más derecho tenemos nosotros en David que vosotros! ¿Por qué pues nos habéis despreciado? y en efecto, ¿no fué nuestra palabra la primera para hacer volver a nuestro rey? Y era más duro el hablar de los hombres de Judá que el hablar de los hombres de Israel.

Capítulo 20

1 Y POR casualidad se encontraba allí un hombre de Belial, que se llamaba Seba, hijo de Bicri, benjamita; el cual tocó trompeta, y dijo: ¡No tenemos parte en David, ni hay herencia para nosotros en el hijo de Isaí! ¡Cada hombre a su estancia, oh Israel! 2 En efecto, todos los hombres de Israel subieron de en pos de David, siguiendo a Seba hijo de Bicri. Pero los hombres de Judá se adhirieron a su rey, desde el Jordán hasta Jerusalem.

3 Y cuando llegó David a su casa en Jerusalem, tomó el rey a las diez concubinas que había dejado para cuidar de la casa, y las puso en reclusión, y las sustentó; pero no se llegó más a ellas; y permanecieron encerradas hasta el día de su muerte, en viudez perpetua.

4 Entonces dijo el rey a Amasa: Convócame a los hombres de Judá dentro de tres días; tú también estarás presente aquí 5 Fuése pues Amasa para convocar a Judá; pero se tardó más del plazo que se le había fijado. 6 Por lo cual dijo David a Abisai: Ahora Seba hijo de Bicri va a hacernos más mal que Absalom. Toma tú los siervos de tu señor, y sigue tras él, no sea que halle para sí ciudades fortificadas, y se nos escape. 7 Y salieron en pos de él los hombres de Joab, y los Kereteos y los Peleteos, con todos los hombres valientes, saliendo de Jerusalem para ir en persecución de Seba hijo de Bicri. 8 Ellos estaban junto a la piedra grande que había en Gabaón, cuando se les presentó Amasa, que venía al encuentro de ellos. Y Joab tenía ceñida su ropa, su vestido de ordinario, y sobre ella el cinto de una espada que traía ajustada a sus lomos, en su vaina; y mientras él avanzaba, ella se le cayó. 9 Entonces dijo Joab a Amasa: ¿Te va bien, hermano mío? Y Joab con la mano derecha asió de la barba de Amasa, para besarle. 10 Y Amasa no se guardó de la espada que se hallaba en la mano izquierda de Joab; por manera que éste le hirió con ella en el vientre, derramando sus entrañas en tierra; y no le repitió el golpe; y él murió. Mas Joab y Abisai su hermano siguieron tras de Seba hijo de Bicri. 11 Y uno de los mancebos de Joab se puso junto al herido, y decía: ¡Quienquiera que favorezca a Joab, y quienquiera que sea por David, siga tras de Joab! 12 Mientras tanto Amasa se estaba revolcando en su sangre, en la mitad de la calzada. Mas como viese aquel hombre que se paraba todo el pueblo, trasladó a Amasa de la calzada al campo, y echó sobre él una ropa, luego que advirtió cómo cada uno que llegaba junto a él se detenía. 13 Mas cuando fué apartado de la calzada, toda la gente pasó adelante en pos de Joab, siguiendo en persecución de Seba hijo de Bicri.

14 Y Joab recorrió todas las tribus de Israel hasta Abel-bet-maaca, y el territorio de todos los Beritas; los cuales se reunieron, y fueron también ellos en pos de él. 15 Luego pues que llegaron, sitiaron a Seba en Abel-bet-maaca, y levantaron terraplenes contra la ciudad; de manera que quedó puesta en cerco; y toda la gente que había con Joab estaba batiendo el muro para derribarlo. 16 Entonces clamó una mujer sabia desde la ciudad: ¡Oíd! ¡oíd! ¡Ruégoos digáis a Joab que venga acá, para que yo hable con él! 17 Y habiéndosele acercado éste, le preguntó la mujer: ¿Eres tú Joab? Y él contestó: , soy. Entonces ella le dijo: Oye las razones de tu sierva. A lo que dijo él: Escuchando estoy. 18 Luego habló ella, diciendo: Ciertamente desde un principio debiera haberse dicho: A lo menos se ha de preguntar a los de Abel; y así se hubiera acabado ya el asunto. 19 Yo soy de las pacíficas y fieles en Israel; y tú procuras destruir una ciudad y una madre en Israel: ¿por qué quieres devorar la herencia de Jehová? 20 Y contestó Joab: ¡Lejos, muy lejos sea esto de mí, que yo devore o que yo destruya! 21 El caso no es así; sino que un hombre de la serranía de Efraim (Seba hijo de Bicri es su nombre), ha levantado la mano contra el rey, contra David. Entregadme a éste solamente, y yo me retiraré de la ciudad. Y dijo la mujer a Joab: He aquí que su cabeza te será echada desde el muro. 22 La mujer pues en su sabiduría fué a todo el pueblo; y ellos cortaron la cabeza a Seba hijo de Bicri, y se la echaron a Joab; el cual tocó la trompeta; y las tropas se dispersaron de en contra de la ciudad, yéndose cada hombre a su estancia; mas Joab volvióse a Jerusalem, al rey. 23 Y Joab estaba sobre todo el ejército de Israel; y Benaya hijo de Joiada, sobre los Kereteos y los Peleteos; 24 y Adoram sobre los tributos; y Josafat hijo de Ahilud era cronista; 25 y Seba, secretario; y Sadoc y Abiatar, sumos sacerdotes; 26 y también Ira jaireo era ministro principal de David.

Capítulo 21

1 Y HUBO en los días de David hambre durante tres años seguidos; por lo cual David buscó la faz de Jehová. Y dijo Jehová: Es por causa de Saúl y su casa sanguinaria; por cuanto él mató a los Gabaonitas. 2 Entonces el rey llamó a los Gabaonitas, y les dijo; (es de saber que los Gabaonitas no eran de los hijos de Israel, sino un resto de los Amorreos; pero los hijos de Israel les habían jurado la paz; y con todo, procuró Saúl matarlos en su celo por los hijos de Israel y Judá): 3 dijo pues David a los Gabaonitas: ¿Qué he de haceros, y con qué debo hacer reparación, para que bendigáis la herencia de Jehová? 4 Y los Gabaonitas le contestaron: No tenemos cuestión de plata y oro con Saúl y su casa; ni tenemos cuestión con otro hombre alguno en Israel, para hacerle morir. Y él les dijo: Cuanto me dijereis yo lo haré por vosotros. 5 Ellos dijeron entonces al rey: De aquel hombre que acababa con nosotros, y que maquinaba contra nosotros, para que fuésemos destruídos, de manera que no quedásemos en todos los términos de Israel, 6 dénsenos siete hombres de sus hijos, para que los colguemos ante Jehová en Gabaa de Saúl, el electo de Jehová. Y dijo el rey: Yo los daré. 7 Y el rey tuvo compasión de Mefiboset hijo de Jonatán, hijo de Saúl, en atención al juramento de Jehová que había entre ellos, es decir, entre David y Jonatán hijo de Saúl. 8 Mas el rey tomó a los dos hijos de Rizpa, hija de Aya, que ella parió a Saúl, a saber, Armoni y Mefiboset, y los cinco hijos de Micol, hija de Saúl, que ella parió a Adriel, hijo de Barzillai meholatita; 9 y los entregó en mano de los Gabaonitas, los cuales los ahorcaron en el monte delante de Jehová; y cayeron los siete juntos; y fueron muertos en los primeros días de la siega, al comenzarse la siega de las cebadas. 10 Entonces Rizpa hija de Aya tomó un vestido de cilicio, y lo tendió para sí sobre el peñasco, desde el principio de la siega hasta que las aguas se derramaron sobre ellos desde los cielos; y no permitió que ave del cielo posase sobre ellos de día, ni fiera del campo de noche. 11 Y fué dado aviso a David de lo que había hecho Rizpa hija de Aya, concubina de Saúl. 12 Entonces fué David y tomó los huesos de Saúl, y los huesos de Jonatán su hijo, de los vecinos de Jabés-galaad, que los habían quitado furtivamente de la plaza de Bet-sán, donde los habían colgado los Filisteos, en el día que los Filisteos mataron a Saúl en Gilboa: 13 y llevó de allí los huesos de Saúl, y los huesos de Jonatán su hijo; y recogiendo los huesos de los ahorcados, 14 los enterraron con los huesos de Saúl y de Jonatán su hijo, en la tierra de Benjamín, en Zelá, en el sepulcro de Cis su padre; e hicieron todo lo que había mandado el rey. Y Dios fué propicio a la tierra después de esto. 15 Y los Filisteos tuvieron guerra otra vez contra Israel; y descendió David, y sus siervos con él, y pelearon contra los Filisteos; y se cansó David. 16 En esto, Isbi-benob, que era de los hijos del gigante Rafá, el peso de cuya lanza fué trescientos siclos de bronce, y que se había ceñido una espada nueva, se propuso matar a David. 17 Empero le ayudó Abisai hijo de Sarvia, de manera que hirió al filisteo y le mató. Entonces los hombres de David le juraron, diciendo: ¡No saldrás más con nosotros a la guerra, no sea que apagues la antorcha de Israel!

18 Y aconteció después de esto, que hubo en Gob otra batalla contra los Filisteos. Entonces Sibecai husatita hirió a Saf, que era de los hijos del gigante Rafá.

19 Y hubo además otra batalla en Gob contra los Filisteos; y Elhanán hijo de Jaaré-oregim, bet-lehemita, hirió a Goliat geteo; el asta de cuya lanza era como un enjullo de tejedor.

20 Y hubo aún una batalla en Gat, donde había un hombre de tamaño colosal, que tenía en cada mano seis dedos, y en cada pie seis dedos; entre todos veinte y cuatro en número: él asimismo era hijo del gigante Rafá. 21 Éste también denostó a Israel; pero le hirió Jonatán hijo de Simea, hermano de David. 22 Éstos cuatro habían nacido al gigante Rafá en Gat, y cayeron por mano de David y sus siervos.

Capítulo 22

1 Y HABLO David a Jehová las palabras de este cántico, el día en que le hubo librado Jehová de mano de todos sus enemigos, y de la mano de Saúl. 2 Y dijo: ¡Jehová es mi Roca, y mi fortaleza, y mi libertador; mío es! 3 Dios es mi Roca, en él confiaré; mi escudo y el cuerno de mi salvación, mi torre alta y mi refugio. ¡Salvador mío, de la violencia tú me salvarás! 4 A Jehová, digno de toda alabanza, clamaré, y así seré salvado de mis enemigos. 5 Porque me cercaron ondas de muerte, torrentes de iniquidad me atemorizaron; 6 ligaduras del sepulcro me rodearon, se me pusieron delante lazos de muerte. 7 Viéndomeen grande estrecho, seguí clamando a Jehová, sí, seguí clamando a mi Dios; y él oyó desde su templo mi voz, y mi clamor penetró en sus oídos. 8 Entonces sacudióse la tierra y temblaba; los cimientos de los cielos se iban conmoviendo y se sacudieron, porque él se indignó. 9 Subió humo en su ira, y fuego procedente de su boca devoraba: ascuas se encendieron de él. 10 E inclinó los cielos y descendió, y había tinieblas espesas debajo de sus pies. 11 Montó también sobre un querubín, y voló, y fué visto sobre las alas del viento. 12 Y puso tinieblas por pabellones en torno de sí; colección de aguas, densas nubes del cielo. 13 Por el resplandor de su presencia se encendieron ascuas de fuego. 14 Tronó desde los cielos Jehová, y el Altísimo hizo resonar su voz; 15 disparó también sus saetas contra mis enemigos, y desbaratólos; echó relámpagos, y los puso en consternación. 16 Entonces aparecieron las canales del mar, fueron hechos patentes los cimientos del mundo, por la reprensión de Jehová, por el soplo del resuello de su ira. 17 Envía desde lo alto, tómame, sácame de grandes aguas; 18 me libra de mi enemigo poderoso, de los que me aborrecen; porque más fuertes son que yo. 19 Ellos me acometen en el día de mi calamidad; pero Jehová es mi sostén. 20 Me sacó también a campo ancho, me sigue librando, por cuanto se complace en mí. 21 Jehová me premiará conforme a mi justicia, conforme a la limpieza de mis manos me recompensará; 22 porque he guardado los caminos de Jehová, y no me he separado impíamente de mi Dios. 23 Pues que todos sus preceptos los tengo puestos delante de mí, y en cuanto a sus estatutos, no me he apartado de ellos: 24 antes he sido recto para con él, y me he guardado de mi iniquidad. 25 Por lo cual me ha recompensado Jehová conforme a mi justicia, conforme a mi limpieza delante de su vista. 26 Con el misericordioso te mostrarás misericordioso, con el hombre recto te mostrarás recto; 27 con el puro te mostrarás puro, mas con el perverso te mostrarás desabrido. 28 Y salvarás al pueblo humilde; pero tus ojos están puestos sobre los altivos para abatirlos. 29 Porque tú eres mi antorcha, oh Jehová, y Jehová alumbrará mis tinieblas. 30 Porque contigo embestiré ejércitos, y en mi Dios asaltaré muros. 31 En cuanto a Dios, perfecto es su camino, y acrisolada la palabra de Jehová: escudo es a todos los que confían en él. 32 Porque ¿quién es Dios sino solo Jehová? ¿ni quién es una Roca sino solo nuestro Dios? 33 el Dios que es mi fortaleza inexpugnable, y despeja perfectamente mi camino; 34 que pone mis pies como los de gacelas, y me hace estar firme sobre mis alturas; 35 que adiestra mis manos para la guerra, de manera que se dobla el arco de bronce con mis brazos. 36 Tú también me has dado el escudo de tu salvación, y tu diestra me ha sustentado, y tu mansedumbre me ha engrandecido. 37 Ensanchas mis pasos debajo de mí, para que no resbalen mis pies. 38 Perseguiré a mis enemigos y los destruiré, y no volveré atrás hasta acabarlos. 39 Sí, acabaré con ellos, y los estrellaré, de modo que no se levanten; antes bien, ya han caído debajo de mis pies. 40 Pues que tú me has ceñido de fortaleza para la pelea; sigues humillando a mis contrarios debajo de mí; 41 y has hecho que mis enemigos me vuelvan las espaldas, para que yo tale a los que me aborrecen. 42 Miraban en derredor, mas no hubo quién los salvase; a Jehová, pero no les respondió. 43 Yo pues los molía como polvo de la tierra; cual barro de las calles los hollaba y los aplastaba. 44 Me has librado también de las contiendas de mi pueblo; me continúas preservando, para hacerme cabeza de las naciones: pueblos que nunca conocí me servirán. 45 Los hombres extraños me dirán lisonjas serviles; al oír de mí, me obedecerán. 46 Los hombres extraños se secarán de temor, y saldrán temblando de sus encerramientos. 47 ¡Jehová vive, y bendita sea mi Roca, y ensalzado sea Dios, la Roca de mi salvación! 48 el Dios que venga mis agravios, y sujeta pueblos debajo de mí; 49 el que también me saca de entre mis enemigos; pues tú me ensalzas sobre los que se levantan contra mí: ¡del hombre violento me has librado! 50 Por tanto yo te daré gracias, oh Jehová, entre las naciones, y cantaré alabanzas a tu nombre; 51 ¡al nombre de aquel que salva maravillosamente a su rey, y usa de misericordia para con su ungido, para con David y su simiente para siempre!

Capítulo 23

1 ESTAS son las postreras palabras de David: Dice David hijo de Isaí, y dice el varón levantado en alto, el ungido del Dios de Jacob, el dulce salmista de Israel: 2 El Espíritu de Jehová habló por mí, y su palabra estuvo en mi lengua. 3 Dijo el Dios de Israel, me habló la Roca de Israel, diciendo: El que gobierna entre los hombres debe ser justo, gobernando en el temor de Dios. 4 Así será como la luz de la mañana cuando se levanta el sol; de una mañana sin nubes, cuando por el brillo tras la lluvia, crece la hierba de la tierra. 5 Es verdad que no así ha cumplido mi casa para con Dios: él empero ha hecho conmigo un pacto eterno, bien arreglado en todo y seguro; el cual es toda mi salvación y todo mi placer: ¿pues no lo hará florecer? 6 Pero en cuanto a los impíos, todos ellos serán desechados como espinos, los cuales no podrán tomarse con la mano; 7 y aquel que quisiere tocarlos, ármese de hierro, y de un asta de lanza; ¡y a fuego serán del todo consumidos en su mismo lugar! 8 Estos son los nombres de los héroes que tenía David: Yosev-basévet tahquemonita, el principal de los capitanes; el mismo era Edino eznita: se arrojó sobre ochocientos hombres que mató de una vez.

9 Y después de éste fué Eleazar hijo de Dodo, hijo de Ahohi, uno de los tres grandes héroes que había con David cuando desafiaron a los Filisteos, que estaban reunidos allí para batalla, y se habían alejado los hombres de Israel. 10 Él entonces se puso en pie, e hirió a los Filisteos hasta que se le cansó la mano, y quedó su mano pegada con la espada: y obró Jehová gran salvación aquel día; y el pueblo volvió en pos de él tan sólo para tomar los despojos.

11 Después de éste fué Samma hijo de Agé, ararita. Pues se habían reunido los Filisteos en un solo cuerpo, y había allí un pedazo de terreno lleno de lentejas; y el pueblo huyó delante de los Filisteos. 12 Entonces él se plantó en mitad de aquel campo, y lo defendió, e hirió a los Filisteos; y obró Jehová gran salvación.

13 Y descendieron tres de los treinta capitanes, y vinieron a David en tiempo de la siega, a la cueva de Adullam; y la tropa de los Filisteos estaba acampada en el Valle de Refaim. 14 Y David estaba a la sazón en el lugar fuerte, y una guarnición de los Filisteos ocupaba entonces a Bet-lehem. 15 Y suspiró David y dijo: ¡Quién me diera a beber de las aguas del pozo de Bet-lehem, que está junto a la puerta! 16 Con lo cual aquellos tres héroes se abrieron paso por en medio del ejército de los Filisteos, y sacando agua del pozo de Bet-lehem, que estaba junto a la puerta, trajéronla a David. Mas él no quiso beberla, sino que la derramó por libación a Jehová, 17 diciendo: ¡Lejos sea de mí, oh Jehová, que yo tal haga! ¿No es ésta la sangre misma de los hombres que fueron por ella a riesgo de su vida? Por tanto no quiso beberla. Tales cosas hicieron estos tres héroes.

18 Y Abisai hermano de Joab, hijo de Sarvia, era jefe de los tres; y él blandió su lanza contra trescientos que mató; y tuvo nombre entre los tres. 19 De los tres ¿no era él el más distinguido? por lo cual fué hecho su jefe; mas a los tres no alcanzó en proezas.

20 Y Benaya hijo de Joiada, (varón insigne), grande en hazañas, de Cabzel: él mató a dos campeones de Moab, fieros como leones; descendió también y mató un león en medio de un hoyo en un día de nieve. 21 Además hirió a un egipcio, varón de fuerza admirable: y tenía el egipcio en su mano una lanza; mas bajó contra él el otro con un báculo, y arrancando la lanza de mano del egipcio, le mató con su misma lanza. 22 Estas cosas hizo Benaya hijo de Joiada, y tuvo nombre entre los tres héroes. 23 Más distinguido era que los treinta, pero a los tres no alcanzó: y le puso David sobre su consejo privado.

24 Asael hermano de Joab era de los treinta; Elhanán hijo de Dodo, de Bet-lehem; 25 Samma harodita; Elica harodita; 26 Helez paletita; Ira hijo de Iques, tecoíta; 27 Abiezer anatotita; Mebunai husatita; 28 Zalmón ahohita; Maharai netofatita, 29 Heleb hijo de Baana, netofatita; Itai hijo de Ribai, de Gabaa, de los hijos de Benjamín; 30 Benaya piratonita; Hidai, de los Valles de Gaás; 31 Abí-albón arbatita; Azmávet barhumita; 32 Eliahba saalbonita, Bené-jasén, Jonatán; 33 Samma ararita; Ahiam hijo de Sarar, ararita; 34 Elifalet hijo de Ahasbai, hijo del Maacateo; Eliam hijo de Ahitofel, gilonita; 35 Hezrai carmelita; Paarai arbita; 36 Igal hijo de Natán, de Soba; Bani gadita; 37 Selec ammonita, y Naharai beerotita, pajes de armas de Joab hijo de Sarvia; 38 Ira itrita; Jareb itrita; 39 Urías heteo: todos ellos eran treinta y siete.

Capítulo 24

1 Y OTRA vez se encendió la ira de Jehová contra Israel. Porque había incitado a David contra ellos, con decirle: ¡Anda, toma la cuenta de Israel y de Judá! 2 Por lo cual dijo el rey a Joab, jefe del ejército que tenía: Quiero que recorras todas las tribus de Israel, desde Dan hasta Beer-seba, y hagas alistamiento del pueblo, para que yo sepa el número de la gente de guerra. 3 Entonces dijo Joab al rey: Pues añada Jehová tu Dios al pueblo cien tantos de lo que son, y los ojos de mi señor el rey lo vean; mas ¿por qué se complace mi señor el rey en esta cosa? 4 Sin embargo la palabra del rey prevaleció contra Joab y los príncipes del ejército; por manera que salieron Joab y los príncipes del ejército de la presencia del rey, para alistar el pueblo de Israel. 5 Pasaron pues el Jordán, y acamparon en Aroer, a la derecha de la ciudad que está en medio del Valle de Gad, y llegaron hasta Jazer. 6 Luego fueron a Galaad y a Tahtimhodsi, y llegaron a Dan-yaán, y a los alrededores de Sidón. 7 Vinieron en seguida a la plaza fuerte de Tiro, con todas las ciudades de los Heveos y los Cananeos; y salieron al Mediodía de Judá, en Beer-seba. 8 De suerte que recorrieron todo el país y volvieron, al fin de nueve meses y veinte días, a Jerusalem. 9 Y Joab dió al rey la suma del censo del pueblo: y fueron los de Israel ochocientos mil hombres valientes que sacaban espada, y los de Judá, quinientos mil hombres.

10 Mas el corazón de David le remordió después que hubo contado el pueblo. Y dijo David a Jehová: ¡He pecado gravemente en lo que acabo de hacer! ahora pues, oh Jehová, yo te ruego perdones la iniquidad de tu siervo; porque he obrado muy insensatamente. 11 Y cuando se levantó David por la mañana, Gad profeta, vidente de David, tuvo revelación de Jehová, que decía: 12 Vé y di a David: Así dice Jehová: Tres cosas voy a proponerte; escoge para ti una de ellas, para que yo te la otorgue. 13 Entonces vino Gad a David, y se lo propuso, diciendo: ¿Quieres que vengan sobre ti siete años de hambre en tu tierra? ¿o sea que por tres meses huyas delante de tus adversarios, en tanto que ellos te persigan? ¿o sea que haya tres días de peste en tu tierra? Ahora bien, considera y ve qué respuesta he de llevar al que me envió. 14 David entonces respondió a Gad: Me veo en muy grande estrecho. ¡Ruégote caigamos en manos de Jehová; porque grandes son sus compasiones; mas no caiga yo en mano de los hombres!

15 Por lo cual Jehová envió la peste en medio de Israel, desde aquella mañana hasta el tiempo señalado; y murieron del pueblo, desde Dan hasta Beer-seba, setenta mil hombres. 16 Luego extendió el ángel su mano hacia Jerusalem para destruirla; pero Jehová se dolió del mal, y dijo al ángel que destruía al pueblo: ¡Basta; detén ahora tu mano! Y el ángel de Jehová estaba junto a la era de Arauna jebuseo. 17 Y David, cuando vió al ángel que hería al pueblo, habló a Jehová, y dijo: ¡He aquí que yo he pecado, y yo he obrado perversamente! mas estas ovejas, ¿qué han hecho? ¡Yo te ruego que sea tu mano contra mí y contra la casa de mi padre!

18 Y Gad vino a David aquel día, y le dijo: Sube, levanta un altar a Jehová en la era de Arauna jebuseo. 19 Subió pues David, conforme al dicho de Gad, según había mandado Jehová. 20 Entonces tendiendo Arauna la vista, vió al rey y a sus siervos que venían hacia él; con lo cual salió Arauna, y postróse delante del rey, rostro a tierra. 21 Y dijo Arauna: ¿Por qué viene el rey mi señor a su siervo? Y David respondió: Para comprar de ti la era, a fin de edificar allí un altar a Jehová, y hacer que se detenga la plaga que asuela al pueblo. 22 Dijo entonces Arauna al rey: Tome el rey mi señor, y ofrezca lo que sea bueno en su vista. Mira, aquí hay bueyes para el holocausto, y los trillos y demás aparejos de los bueyes para leña. 23 Todo esto, oh rey, Arauna lo da al rey. Arauna dijo además al rey: ¡Jehová tu Dios te sea propicio! 24 Pero el rey respondió a Arauna: No, sino que ciertamente por precio te lo he de comprar; pues que no ofreceré a Jehová mi Dios holocaustos sin costo. Por manera que David compró la era y los bueyes en cincuenta siclos de plata. 25 Entonces David edificó allí un altar a Jehová, y ofreció holocaustos y ofrendas pacíficas; con lo cual Jehová fué propicio a la tierra; y fué detenida la mortandad entre Israel.

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