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Capítulo 1

1 Y ACONTECIÓ después de la muerte de Josué, que los hijos de Israel preguntaron a Jehová, diciendo: ¿Quién de nosotros subirá el primero contra el Cananeo, para hacerle guerra? 2 Y respondió Jehová: Judá subirá; he aquí que yo he entregado la tierra en su mano. 3 Entonces dijo Judá a Simeón su hermano: Sube conmigo a la tierra de mi herencia, para que peleemos contra el Cananeo, y yo también iré contigo a la tierra de tu herencia. Y fué con él Simeón. 4 Subió pues Judá, y Jehová entregó al Cananeo y al Perezeo en mano de ellos; e hirieron de ellos en Bezec diez mil hombres. 5 Y encontraron en Bezec a Adoni-bezec, y pelearon contra él; e hirieron al Cananeo y al Perezeo. 6 Mas huyó Adoni-bezec; y siguiendo en su alcance le prendieron; y le cortaron los dedos pulgares de las manos y de los pies. 7 Entonces dijo Adoni-bezec: Setenta reyes, que tenían cortados los dedos pulgares de las manos y de los pies, han recogido las migajas debajo de mi mesa: según yo he hecho asimismo me ha recompensado Dios. Y le llevaron a Jerusalem, donde murió. 8 Pues habían ya peleado los hijos de Judá contra Jerusalem y la habían tomado: y la hirieron a filo de espada, y pusieron fuego a la ciudad.

9 Después de esto, los hijos de Judá descendieron de allí a pelear contra el Cananeo que habitaba en la Serranía, y en el Mediodía, y en la Sefela. 10 Judá marchó también contra el Cananeo que habitaba en Hebrón, (el nombre de Hebrón antes había sido Kiryat-arba), e hirió a Sesai, y a Ahimán, y a Talmai. 11 De allí marchó contra los habitantes de Debir; (mas el nombre de Debir antes había sido Kiryat-sefer.) 12 Entonces dijo Caleb: Al que hiriere a Kiryat-sefer y la tomare, le daré a Acsa mi hija por mujer. 13 Y la tomó Otniel hijo de Cenez, hermano menor de Caleb; y éste le dió a Acsa su hija por mujer. 14 Y aconteció que como ya se iba con él, ella le incitó a que pidiese a su padre un campo; y ella misma se apeó de su asno. Y le dijo Caleb: ¿Qué tienes? 15 Y le respondió: Dame una bendición; ya que me has dado tierra de sequedal, dame también manantiales de aguas. Y Caleb le dió los manantiales de arriba y los manantiales de abajo.

16 Entonces los hijos del Cineo, suegro de Moisés, subieron juntamente con los hijos de Judá, desde la Ciudad de las Palmas al desierto de Judá, que está al sur de Arad; y así fueron y habitaron con el pueblo de Israel.

17 Judá también fué con Simeón su hermano, e hirieron al Cananeo que habitaba en Sefat, a la que destruyeron completamente; y fué llamada aquella ciudad Horma. 18 Judá tomó también a Gaza con su territorio, y a Ascalón con su territorio, y a Ecrón con su territorio. 19 Y era Jehová con Judá, de modo que se posesionó de la serranía: mas no tuvo ánimo para desposeer a los habitantes de los valles, porque tenían carros de hierro.

20 Y le dieron a Caleb la ciudad de Hebrón, como le había prometido Moisés; y él expulsó de allí a los tres hijos de Anac.

21 Mas a los Jebuseos que habitaban en Jerusalem no los desposeyeron los hijos de Benjamín, sino que habitan los Jebuseos con los hijos de Benjamín en Jerusalem hasta el día de hoy.

22 Y en cuanto a los de la casa de José, ellos también subieron contra Bet-el, y era Jehová con ellos. 23 Y envió la casa de José hombres para reconocer a Bet-el; (pero el nombre de la ciudad antes había sido Luz.) 24 Y los sitiadores vieron a un hombre que salía de la ciudad, y le dijeron: Muéstranos, te rogamos, por donde entrar en la ciudad, y usaremos de misericordia contigo. 25 Con lo cual él les mostró por donde entrar en la ciudad: e hirieron la ciudad a filo de espada; mas a aquel hombre con toda su familia le dejaron ir. 26 Y el hombre fué a tierra de los Heteos, donde edificó una ciudad, y llamóla Luz; el cual es su nombre hasta el día de hoy.

27 Asimismo Manasés no desposeyó a los habitantes de Bet-sean y sus aldeas, ni a los de Taanac y sus aldeas, ni a los habitantes de Dor y sus aldeas, ni a los habitantes de Ibleam y sus aldeas, ni a los habitantes de Meguido y sus aldeas; sino que el Cananeo convino en habitar con ellos en aquella tierra. 28 Pero sucedió que cuando Israel se hizo fuerte, puso al Cananeo bajo tributo servil; mas no le desposeyó del todo. 29 Ni Efraim tampoco desposeyó al Cananeo que habitaba en Gezer, sino que habitó el Cananeo en medio de ellos en Gezer. 30 Zabulón no desposeyó a los habitantes de Kitrón, ni a los habitantes de Nahalol; sino que el Cananeo habitó en medio de ellos, y vino a ser tributario. 31 Aser no desposeyó a los habitantes de Acco, ni a los habitantes de Sidón, ni de Ahlab, ni de Aczib, ni de Helba, ni de Afec, ni de Rehob; 32 sino que habitaron los hijos de Aser en medio de los Cananeos, habitantes de aquella tierra; porque no los desposeyeron. 33 Neftalí no desposeyó a los habitantes de Bet-semes, ni a los habitantes de Bet-anat; sino que habitó en medio de los Cananeos, habitantes de aquella tierra: pero los habitantes de Bet-semes y de Bet-anat vinieron a ser tributarios de él. 34 Y los Amorreos estrecharon a los hijos de Dan entre las montañas, pues que no les permitían bajar a los valles. 35 Mas convino el Amorreo en habitar con ellos en el monte de Heres, en Ayalón, y en Saalbim, y cuando cobró fuerza la mano de la casa de José, los Amorreos vinieron a ser tributarios. 36 Y el territorio del Amorreo se extendía desde la subida de Acrabim, desde Petra, para arriba.

Capítulo 2

1 EL Ángel de Jehová subió entonces de Gilgal a Boquim, y dijo: Yo os hice subir de Egipto, y os traje a la tierra que tenía jurada a vuestros padres y dije: No quebrantaré mi pacto con vosotros. 2 Mas vosotros, de vuestra parte, no habéis de celebrar pacto con los habitantes de esta tierra; antes derribaréis sus altares. Pero no habéis obedecido a mi voz. ¿Por qué habéis hecho esto? 3 Por tanto yo también he dicho: No los echaré más de delante de vosotros, sino que os serán adversarios, y sus dioses serán causa de vuestra ruina. 4 Y sucedió que como el Ángel de Jehová acabase de decir estas cosas a todos los hijos de Israel, todo el pueblo alzó la voz y lloró. 5 Y llamaron aquel lugar Boquim: y ofrecieron sacrificios allí a Jehová.

6 Y cuando Josué hubo despedido al pueblo, los hijos de Israel se fueron cada cual a su herencia para tomar posesión de la tierra. 7 Y el pueblo sirvió a Jehová todos los días de Josué, y todos los días de los ancianos que sobrevivieron a Josué, los cuales habían visto todas las obras grandiosas que Jehová había hecho por Israel. 8 Murió pues Josué hijo de Nun, siervo de Jehová, de edad de ciento y diez años; 9 y le enterraron en el recinto de su propia herencia, en Timnat-heres, en la serranía de Efraim, al norte del monte Gaás. 10 Y toda aquella generación también fué agregada a sus padres: mas levantóse otra generación después de ellos que no conocía a Jehová, ni las obras que él había hecho por Israel.

11 Entonces los hijos de Israel hicieron lo que era malo a los ojos de Jehová, y sirvieron a los Baales: 12 así dejaron a Jehová, el Dios de sus padres, que los había sacado de la tierra de Egipto, y anduvieron en pos de otros dioses, de los dioses de los pueblos que estaban en sus alrededores, y se postraron ante ellos; y provocaron a ira a Jehová. 13 Dejaron pues a Jehová, y sirvieron a Baal y a Astarot. 14 Por eso se encendió la ira de Jehová contra Israel; y los entregó en mano de robadores que los saquearon, y los vendió en mano de sus enemigos de al derredor; de manera que no pudieron ya parar delante de sus enemigos. 15 Por dondequiera que salían, la mano de Jehová estaba contra ellos para mal; conforme les había dicho Jehová, y conforme se lo había jurado Jehová: de modo que se vieron en muy grande estrecho.

16 Entonces Jehová levantaba jueces que los salvaban de mano de los que los saqueaban. 17 Mas ni aun a sus jueces escuchaban, sino que idolatraban en pos de otros dioses, y se postraban ante ellos; se apartaron muy en breve del camino en que anduvieron sus padres, los cuales obedecían los mandamientos de Jehová; ellos empero no lo hicieron así. 18 Pues cuando Jehová les levantaba jueces, era Jehová con el juez, y los salvaba de mano de sus enemigos, todos los días de aquel juez; porque Jehová se compadecía de sus gemidos a causa de los que los oprimían y hostigaban. 19 Pero sucedía que al morir el juez, se volvían atrás y se corrompían más que sus padres, andando en pos de otros dioses para servirles y para postrarse delante de ellos: no se apartaban de estas sus malas obras, ni de este su perverso camino. 20 Por lo cual se encendió la ira de Jehová contra Israel, y dijo: Por cuanto esta nación traspasa mi pacto que prescribí a sus padres, y no escuchan mi voz, 21 yo también no volveré más a desposeer de delante de ellos a hombre alguno de aquellas naciones que dejó Josué cuando murió, 22 a fin de probar por medio de ellas a Israel, y saber si guardarán o no el camino de Jehová, para andar en él, como lo guardaban sus padres. 23 Por lo mismo Jehová dejó a aquellas naciones, sin desposeerlas de una vez; ni tampoco las entregó en mano de Josué.

Capítulo 3

1 ESTAS son pues las naciones que Jehová dejó para probar por medio de ellas a Israel, es decir, a cuantos de él no habían conocido todas las guerras de Canaán; 2 al menos para que las generaciones venideras de los hijos de Israel tuviesen experiencia de ella, para que se les enseñara la guerra; siquiera a aquellos que antes no tenían experiencia de ella: 3 los cinco príncipes de los Filisteos, y todos los Cananeos y los Sidonios y los Heveos que habitan en la serranía del Líbano, desde el monte Baal-hermón hasta la entrada de Hamat. 4 Y servían éstos para probar a Israel por medio de ellos, a fin de saber si obedecería los mandamientos de Jehová que él había prescrito a sus padres por conducto de Moisés. 5 Así los hijos de Israel habitaban en medio de los Cananeos, los Heteos, y los Amorreos, y los Perezeos, y los Heveos, y los Jebuseos; 6 y tomaron las hijas de ellos por mujeres suyas, y dieron sus hijas a los hijos de ellos, y sirvieron a sus dioses.

7 Y los hijos de Israel hicieron lo que era malo a los ojos de Jehová, y, olvidados de Jehová su Dios, sirvieron a los Baales y a las Asheras. 8 Por tanto se encendió la ira de Jehová contra Israel; y los vendió en mano de Cusán-risataim, rey de Mesopotamia; y sirvieron los hijos de Israel a Cusán-risataim ocho años. 9 Entonces los hijos de Israel clamaron a Jehová, y Jehová levantó un salvador para los hijos de Israel que los salvó, a saber, Otniel hijo de Cenez, hermano menor de Caleb. 10 Pues estuvo sobre él el Espíritu de Jehová, y juzgó a Israel: y salió a la guerra; y Jehová entregó en su mano a Cusán-risataim, rey de Siria, y prevaleció su mano contra Cusán-risataim. 11 Y tuvo la tierra descanso cuarenta años. Y murió Otniel hijo de Cenez.

12 Entonces volvieron los hijos de Israel a hacer lo que era malo a los ojos de Jehová; y Jehová fortaleció a Eglón rey de Moab contra Israel, por cuanto hacían lo que era malo a los ojos de Jehová. 13 Y juntando consigo a los hijos de Amón y a Amalec, Eglón se puso en marcha, e hirió a Israel, y apoderóse de la Ciudad de las Palmas. 14 Y los hijos de Israel sirvieron a Eglón, rey de Moab, diez y ocho años. 15 Mas cuando los hijos de Israel clamaron a Jehová, él les levantó por salvador a Aod, hijo de Gera, benjamita, hombre zurdo; por mano de quien enviaron los hijos de Israel un presente a Eglón rey de Moab. 16 E hizo Aod para sí una daga que tenía dos filos, de un codo de largo, y ciñósela debajo de su ropa, sobre el muslo derecho. 17 Trajo pues el presente a Eglón, rey de Moab: y Eglón era un hombre muy grueso. 18 Y aconteció, como acabase de ofrecer el presente, que despidió la gente que había traído el presente; 19 mas él se volvió desde Pesilim, que estaba junto a Gilgal; y dijo: Tengo un mensaje secreto para ti, oh rey. Y éste dijo: ¡Guarda silencio! Y salieron de su presencia todos los que con él estaban. 20 Entonces Aod llegóse a él; y estaba sentado en la cámara alta de verano que tenía para sí solo. Y le dijo Aod: Tengo un mensaje de Dios para ti. Levantóse pues Eglón de la silla. 21 En esto alargó Aod la mano izquierda, y tomó la daga de sobre su muslo derecho, y se la clavó en el vientre: 22 y entró también la empuñadura, tras la hoja, y cerróse la grosura sobre la hoja, de modo que no pudo sacarse la daga de su vientre; y salió la punta por la horcajadura. 23 En seguida, salió Aod por la galería, cerrando las puertas de la cámara alta tras sí, y las aseguró con el cerrojo. 24 Y salido él, vinieron los siervos del rey; mas viendo que, he aquí, las puertas de la cámara alta estaban cerradas con cerrojo, dijeron: Seguramente él se cubre los pies en la cámara de verano. 25 Esperaron pues hasta avergonzarse; mas, he aquí, él no abrió las puertas de la cámara alta; por lo cual tomaron una llave y abrieron; ¡y he aquí a su señor caído en el suelo, muerto! 26 Aod empero huyó mientras ellos tardaban, y pasó más allá de Pesilim, y escapóse a Seirata. 27 Y sucedió que a su llegada, tocó la trompeta en la serranía de Efraim; y los hijos de Israel descendieron con él de la serranía: y él iba al frente de ellos. 28 Y les dijo: ¡Seguidme, que Jehová ha entregado a vuestros enemigos, los Moabitas, en vuestra mano! En efecto, descendieron en pos de él, y tomaron los vados del Jordán delante de Moab, y no permitieron que hombre alguno pasase. 29 De esta suerte hirieron de Moab en aquel tiempo como diez mil hombres, todos robustos, y todos hombres esforzados: no escapó hombre. 30 Así fué humillado Moab en aquel día bajo la mano de Israel: y la tierra tuvo descanso ochenta años. 31 Y después de él fué Samgar, hijo de Anat; el cual hirió de los Filisteos seiscientos hombres con un aguijón de bueyes; y él también salvó a Israel.

Capítulo 4

1 MAS los hijos de Israel tornaron a hacer lo que era malo a los ojos de Jehová, después de la muerte de Aod; 2 y los vendió Jehová en mano de Jabín, rey de Canaán, que reinaba en Hazor, siendo el jefe de su ejército Sísara, el cual habitaba en Haroset de las Naciones. 3 Y clamaron los hijos de Israel a Jehová; porque tenía Jabín novecientos carros de hierro, y había oprimido a los hijos de Israel con violencia durante veinte años.

4 Y Débora, profetisa, mujer de Lapidot, juzgaba a Israel en aquel tiempo. 5 Y daba sus audiencias bajo el palmar de Débora, entre Ramá y Bet-el, en la serranía de Efraim; y los hijos de Israel acudían a ella a juicio. 6 Y ella envió a llamar a Barac hijo de Abinoam, desde Cades-neftalí, y le dijo: ¿No ha mandado Jehová, el Dios de Israel, diciendo: Anda y avanza hacia el monte Tabor, tomando contigo diez mil hombres de los hijos de Neftalí y de los hijos de Zabulón? 7 Yo también atraeré hacia ti, al torrente de Cisón, a Sísara, jefe del ejército de Jabín, con sus carros y con su multitud, y le entregaré en tu mano. 8 Mas Barac le contestó: Si tú fueres conmigo, iré; pero si no fueres conmigo, no iré. 9 A lo que ella dijo: De seguro iré yo contigo; mas no será tuya la gloria de la jornada que vas a emprender; porque en mano de una mujer venderá Jehová a Sísara. Levantóse pues Débora y fué con Barac a Cades de Galilea.

10 Entonces Barac convocó a Zabulón y a Neftalí en Cades; y subieron en pos de diez mil hombres; subió también con él Débora. 11 Es de saber que Heber cineo se había separado de los demás cineos, es decir, de los hijos de Hobab, cuñado de Moisés, y había plantado sus tiendas hasta llegar al encinal de Zaanaim, que está junto a Cades. 12 Y avisaron a Sísara que Barac hijo de Abinoam había subido al monte Tabor. 13 Por lo cual Sísara juntó todos sus carros, novecientos carros de hierro, con toda la gente que tenía, desde Haroset de las Naciones al torrente de Cisón. 14 Entonces dijo Débora a Barac: ¡Levántate, que este es el día en que Jehová ha entregado a Sísara en tu mano! ¿No ha salido ya Jehová delante de ti? Barac pues bajó del monte Tabor, y diez mil hombres en pos de él. 15 Y Jehová desbarató a Sísara delante de Barac, con todos sus carros y todo su ejército, a filo de espada; y Sísara, bajándose de su carro, huyó a pie. 16 Mas Barac siguió el alcance de los carros y del ejército hasta Haroset de las Naciones; y cayó todo el ejército de Sísara a filo de espada, hasta no quedar ni uno.

17 Sísara empero huyó a pie a la tienda de Jael, mujer de Heber cineo: porque había paz entre Jabín rey de Hazor y la casa de Heber cineo. 18 Entonces salió Jael al encuentro de Sísara, y le dijo: ¡Entra, señor mío, entra aquí; no tengas temor! Volvióse pues a donde ella estaba, dentro de la tienda; y ella le tapó con una colcha. 19 Y él le dijo: Ruégote me des de beber un poco de agua, que tengo sed. Ella pues, abriendo un cuero de leche, le dió de beber, y le volvió a tapar. 20 Entonces él le dijo: Ponte a la puerta de la tienda; y será que si alguno viniere y te preguntare, diciendo: ¿Hay aquí alguien? le responderás: Nadie. 21 Entonces Jael, mujer de Heber, cogió un clavo de la tienda, y tomando en su mano un martillo, llegóse a él calladamente, y se lo clavó por las sienes, y lo hincó en tierra; porque él había caído en un profundo sueño, pues estaba fatigado; y así murió. 22 En esto, he aquí a Barac que venía en seguimiento de Sisara; salió entonces Jael a recibirle, y le dijo: Ven, y te mostraré al hombre que estás buscando; entró pues a donde ella estaba, ¡y he aquí a Sísara tendido muerto, con el clavo atravesado por las sienes!

23 Así Dios en aquel día humilló a Jabín, rey de Canaán, ante los hijos de Israel, 24 Y la mano de los hijos de Israel se hizo más y más dura contra Jabín rey de Canaán, hasta que acabaron de destruir a Jabín rey de Canaán.

Capítulo 5

1 EN aquel día cantó Débora, con Barac hijo de Abinoam, diciendo: 2 ¡Por haber tomado el mando los caudillos en Israel, por haberse ofrecido voluntariamente el pueblo, bendecid a Jehová! 3 ¡Oíd, reyes; prestad atención, oh príncipes; que yo a Jehová, , yo le cantaré; cantaré alabanzas a Jehová, el Dios de Israel! 4 Jehová, cuando tú saliste de Seir, cuando marchaste del campo de Edom, la tierra se estremeció, también los cielos gotearon, también las nubes gotearon aguas. 5 ¡Temblaron las montañas a la presencia de Jehová, aquel Sinaí mismo, a la presencia de Jehová, el Dios de Israel! 6 En los días de Samgar hijo de Anat, en los días de Jael, estuvieron desiertos los caminos; los viandantes por veredas torcidas caminaron. 7 Estuvieron desiertos los distritos rurales en Israel, estuvieron desiertos, hasta que yo, Débora, me levanté, hasta que me levanté por madre en Israel. 8 Escogían obstinadamente nuevos dioses; entonces hubo guerra hasta las puertas de las ciudades. ¿Veíase por ventura escudo o lanza entre cuarenta mil de Israel? 9 Mi corazón está por los jefes de Israel, y por los que se ofrecieron voluntariamente del pueblo: ¡bendecid a Jehová! 10 Los que cabalgáis en asnas blancas, los que os sentáis sobre alfombras, y los que andáis seguros por el camino, ¡cantad! 11 Lejos del estruendo de los arqueros, en medio de las pilas de aguas, allí recuenten los beneficios de Jehová, los beneficios hechos a los distritos rurales en Israel: ¡ahora baja libremente a las puertas el pueblo de Jehová! 12 ¡Despierta, despierta, Débora! ¡despierta, despierta, entona el cántico! ¡Levántate, Barac, llévate tus cautivos, oh hijo de Abinoam! 13 ¡Ahora desciende, oh resto del pueblo, contra los ilustres! ¡Jehová, desciende tú conmigo contra los poderosos! 14 De Efraim vienen los radicados en la serranía de Amalec: tras de ti, Efraim, viene Benjamín entre tus tropas. De Maquir bajan jefes, y de Zabulón los que manejan vara de magistrado. 15 Caudillos también en Isacar bajan con Débora, sí, Isacar viene en apoyo de Barac: al valle se arrojan en seguimiento de él. Junto a los arroyos de Rubén hubo grandes determinaciones de corazón. 16 ¿Por qué pues te sentaste entre los rediles, para escuchar los balidos de los rebaños? Junto a los arroyos de Rubén hubo grandes deliberaciones de corazón. 17 Mientras tanto Galaad permanecía de la otra parte del Jordán; y Dan ¿por qué quería demorarse en los navíos? Aser se sentaba a la ribera del mar y en sus puertos se quedaba tranquilo. 18 ¡Zabulón es gente que despreció su vida hasta la muerte, y también Neftalí, sobre las alturas del campo! 19 Vinieron reyes, pelearon; pelearon entonces los reyes de Canaán en Taanac, junto a las aguas de Meguido; mas no se llevaron ganancia de plata. 20 ¡Desde los cielos, pelearon! ¡los astros, desde sus órbitas, pelearon contra Sísara! 21 ¡El torrente de Cisón se los llevó, ese torrente antiguo, el torrente de Cisón! ¡Huella, oh alma mía, a los poderosos! 22 ¡Entonces daban martillazos las uñas de los caballos, a causa de la impetuosa huída, huída de sus valientes! 23 ¡Maldecid a Meroz, dice el Ángel de Jehová, maldecid amargamente a los habitantes de ella; porque no acudieron en ayuda de Jehová, en ayuda de Jehová contra los poderosos! 24 ¡Bendita sobre todas las mujeres sea Jael mujer de Heber cineo, sobre las mujeres, moradoras en tiendas, sea ella bendita! 25 Agua pide él, leche le da ella; en plato regio le presenta requesones. 26 Tiende la mano izquierda al clavo, y su mano derecha al martillo de obreros, y amartilla a Sísara, le golpea la cabeza; ¡májasela, y atraviésale las sienes! 27 A los pies de ella se encorva, cae, yace tendido; encórvase a los pies de ella, cae: donde se encorva, allí mismo cae muerto. 28 Desde la ventana tiende una mujer la vista, y clama; clama la madre de Sísara desde las celosías: ¿Por qué se tarda su carro en venir? ¿por qué se atrasan las pisadas de sus caballos? 29 Las más sabias de sus damas le contestan, mas bien, ella vuelve a dar a sí misma la respuesta: 30 ¿No van hallando despojos? ¿no los van repartiendo? una moza, dos mozas a cada hombre; despojo de diversos colores para Sísara, despojo de diversos colores recamado; de diversos colores, dos veces recamado; ¡digno despojo para mi cuello! 31 ¡Así perezcan todos tus enemigos, oh Jehová! ¡Mas los que te aman sean como el sol cuando sale en su fuerza!

Y la tierra descansó cuarenta años.

Capítulo 6

1 ENTONCES los hijos de Israel hicieron lo que era malo a los ojos de Jehová, y entrególos Jehová en mano de Madián por siete años. 2 Y prevaleció la mano de Madián contra Israel, de suerte que por causa de los Madianitas los hijos de Israel prepararon para sí las guaridas que se hallan entre las montañas, y las cuevas, y los lugares fuertes. 3 Pues sucedía que cuando los hijos de Israel habían hecho la siembra, subían los Madianitas y los Amalecitas y los hijos de Oriente; sí, subían contra ellos, 4 y plantando sus campamentos en medio de ellos, destruían los productos de la tierra hasta llegar a Gaza: y no le dejaban a Israel cosa alguna, ni oveja, ni buey, ni asno. 5 Porque subían con sus ganados y sus tiendas, entrando en el país como langostas en multitud; pues que de ellos y de sus camellos no había número: y entraban en la tierra para destruirla. 6 Israel pues fué muy debilitado e causa de Madián; y clamaron los hijos de Israel a Jehová.

7 Y aconteció cuando los hijos de Israel clamaron a Jehová a causa de Madián, 8 que Jehová envió un profeta a los hijos de Israel, que les dijo: Así dice Jehová, el Dios de Israel: Yo os hice subir de Egipto, sacándoos de la casa de servidumbre; 9 y os libré de mano de los Egipcios; y de mano de todos los que os afligieron, y los expulsé de delante de vosotros; y os dí la tierra de ellos; 10 y os decía: Yo soy Jehová vuestro Dios; no temáis a los dioses de los Amorreos en cuya tierra habitáis: pero no habéis obedecido a mi voz.

11 Vino también el Ángel de Jehová y sentóse debajo de un roble que había en Ofra, que era de Joás abiezerita: y Gedeón su hijo estaba desgranando el trigo en el lagar, para esconderlo de los Madianitas. 12 Y el Ángel de Jehová se le apareció, y le dijo: ¡Jehová es contigo, varón esforzado y valeroso! 13 Pero Gedeón contestó: ¡Ah, señor mío! si Jehová es con nosotros, entonces ¿cómo es que nos ha sobrevenido todo esto? ¿y en dónde están todas sus maravillas que nos han contado nuestros padres, diciendo: ¿No nos hizo subir Jehová de Egipto? Mas ahora Jehová nos ha desechado, y nos ha entregado en mano de Madián. 14 Entonces Jehová volviéndose hacia él, dijo: Anda con esta tu fuerza, y tú salvarás a Israel de mano de Madián: ¿no te he enviado yo? 15 Mas él le contestó: ¡Ah, Señor! ¿con qué he de salvar yo a Israel? He aquí que mi parentela es la más pobre en Manasés, y yo soy el menor de la casa de mi padre. 16 Y díjole Jehová: Ciertamente yo seré contigo; por tanto tú herirás a Madián como a un solo hombre. 17 Entonces él le dijo: Ruégote, si he hallado gracia en tus ojos, que me des una señal de que eres tú mismo quien hablas conmigo. 18 No te vayas de aquí, te ruego, hasta que yo vuelva a ti y saque mi ofrenda, y la ponga delante de ti. A lo cual respondió: Yo me sentaré aquí hasta que tú vuelvas. 19 Gedeón pues se fué y aderezó un cabrito de las cabras, y de un efa de flor de harina coció ázimos; luego puso la carne en un canasto, y puso el caldo en una olla, y sacándolo, se lo presentó debajo del roble. 20 Entonces el Ángel de Dios le dijo: Toma la carne y los ázimos, y ponlos sobre esta peña, y derrama el caldo sobre ellos. Y él lo hizo así. 21 En seguida el Ángel de Jehová extendió la punta del báculo que tenía en la mano, y tocó la carne y los ázimos; y subió fuego de la roca, que consumió la carne y los ázimos: y el Ángel de Jehová desapareció de su vista. 22 Así vió Gedeón que era el Ángel de Jehová; y dijo Gedeón: ¡Ay de mí, Señor Jehová, porque he visto el Ángel de Jehová cara a cara! 23 Mas Jehová le dijo: ¡Paz sea contigo! no tengas temor; no morirás.

24 Y Gedeón edificó allí un altar a Jehová, y llamólo Jehová-salom; el cual permanece hasta el día de hoy en Ofra de los Abiezeritas. 25 Pues aconteció en aquella misma noche que le dijo Jehová: Toma un toro del ganado que tiene tu padre, es decir, el toro segundo de siete años y derribarás el altar de Baal que tiene tu padre, y cortarás la Ashera que está junto a él; 26 y edificarás en debida forma otro altar a Jehová tu Dios sobre la cumbre de este peñasco; luego tomarás aquel segundo toro, y le ofrecerás en holocausto con la madera de la Ashera que habrás cortado. 27 Tomó pues Gedeón diez hombres de sus siervos, e hizo lo que le había dicho Jehová. Mas fué así que como tuviese demasiado temor a la casa de su padre y a los hombres de la ciudad para hacerlo de día, lo hizo de noche. 28 Y por la mañana cuando madrugaron los hombres de la ciudad, he aquí que el altar de Baal estaba derribado, y la Ashera que había junto a él estaba cortada, y el segundo toro había sido ofrecido en holocausto sobre el nuevo altar que se había edificado. 29 Entonces se decían unos a otros: ¿Quién ha cometido esta acción? Y preguntando e inquiriendo, se les dijo: Gedeón hijo de Joás ha cometido esta acción. 30 Por lo cual los hombres de la ciudad dijeron a Joás: Saca a tu hijo, para que muera; porque ha derribado el altar de Baal, y porque ha cortado la Ashera que estaba junto a él. 31 Mas Joás respondió a todos los que se juntaban al rededor de él: ¿Queréis vosotros contender por Baal, o queréis ayudarle? Aquel que quisiere contender por él, que muera, mientras es de mañana todavía. Si es un dios contienda él por sí mismo; por cuanto alguno ha derribado su altar. 32 Por esto Gedeón fué apellidado en aquel día Jerobaal, por decir: Contienda con él Baal, por cuanto ha derribado su altar.

33 Entretanto todo Madián y Amalec, con los hijos de Oriente, se habían juntado en uno, y pasando adelante acamparon en el Valle de Jezreel. 34 Entonces el Espíritu de Jehová revistió a Gedeón, el cual tocó la trompeta, y se juntaron los Abiezeritas en pos de él. 35 Y envió mensajeros por todo Manasés; y ellos también se juntaron en pos de él. Asimismo envió mensajeros por Aser y Zabulón y Neftalí; los cuales también subieron a encontrarlos.

36 Entonces dijo Gedeón a Dios: Si has de salvar por mi mano a Israel, conforme has dicho, 37 he aquí que voy a poner este vellocino de lana en la era de trillar: si pues el rocío estuviere sobre el vellocino solo, y todo el suelo permaneciere seco, entonces sabré que salvarás por mi mano a Israel, conforme has dicho. 38 Y fué así; pues cuando se levantó al otro día, apretó el vellocino, y exprimió del vellocino el rocío, un tazón lleno de agua. 39 Dijo Gedeón otra vez a Dios: No se encienda tu ira contra mí, y hablaré solamente una ves más. Ruégote me permitas hacer la prueba solamente esta vez, por medio del vellocino. Ruégote quede seco el vellocino, en tanto que en todo el suelo haya rocío. 40 Y lo hizo Dios así aquella noche; porque permaneció seco el vellocino solo, mientras que en toda la tierra hubo rocío.

Capítulo 7

1 ENTONCES madrugando Jerobaal (el cual es Gedeón) y toda la gente que había con él, asentaron campamento junto a la fuente de Harod; y tenía el campamento de Madián hacia el norte, más allá del collado de Moré, en el valle.

2 Dijo empero Jehová a Gedeón: La gente que tienes contigo es demasiado numerosa para que yo entregue a Madián en mano de ellos, no sea que Israel se gloríe contra mí, diciendo: ¡Mi misma mano me ha salvado! 3 Pregona pues en oídos del pueblo, diciendo: ¡Quienquiera que sea miedoso y tembloroso, vuélvase, y torne atrás desde el monte de Galaad! Y se volvieron de la gente veinte y dos mil; y le quedaron diez mil. 4 Entonces dijo Jehová a Gedeón: Aún es mucha la gente; hazlos bajar al agua y te los probaré allí; y será que de quien yo te dijere: Vaya éste contigo, él irá contigo; mas todo aquel de quien te dijere: Éste no ha de ir, el tal no irá. 5 Hizo pues que la gente bajase al agua; y Jehová dijo a Gedeón: Cualquiera que lamiere el agua con la lengua, como lame el perro, le pondrás aparte; asimismo a todo aquel que se postrare sobre las rodillas para beber. 6 Y el número de los que lamieron, llevando el agua con la mano a la boca, fué de trescientos hombres; mas todo el resto del pueblo postróse sobre las rodillas para beber agua. 7 Y dijo Jehová a Gedeón: Por medio de los trescientos hombres que lamieron el agua, yo os salvaré, entregando a Madián en tu mano: vuelva pues toda la demás gente cada cual a su lugar. 8 Tomó entonces aquella gente la vitualla en su mano con sus trompetas: y a todos los demás hombres de Israel enviólos Gedeón cada uno a su estancia; pero a aquellos trescientos hombres los retuvo consigo: y el campamento de Madián estaba debajo de él, en el valle.

9 Y aconteció en aquella noche que le dijo Jehová: ¡Levántate, desciende contra ese campamento, porque lo he entregado en tu mano! 10 Mas si temes descender, baja tú y tu mozo Pura al campamento, 11 para que oigas lo que dicen; y después de esto serán fortalecidas tus manos para descender contra el campamento. Bajaron pues él y su mozo Pura, al extremo de la gente armada que había en el campamento. 12 Y Madián y Amalec, con todos los hijos de Oriente, estaban tendidos por el valle, siendo como langostas en muchedumbre; y de sus camellos no había número, pues eran como las arenas que están a la ribera del mar en multitud. 13 Y cuando llegó Gedeón, he aquí que cierto hombre estaba contando a su compañero un sueño, y decía: He aquí que acabo de soñar un sueño; a saber, que veía una torta de pan de cebada que venía rodando por el campamento de Madián, y llegaba a las tiendas, y las hería, de manera que caían; y las volcaba de arriba abajo; y así cayeron las tiendas. 14 Y contestó su compañero, diciendo: No es ésta otra cosa sino la espada de Gedeón hijo de Joás, hombre israelita, en cuya mano Dios ha entregado a Madián, con todo el campamento.

15 Y aconteció que como oyese Gedeón el relato del sueño con su interpretación, adoró a Jehová, y volvió al campamento de Israel, diciendo: ¡Levantaos, que Jehová ha entregado en vuestra mano el campamento de Madián! 16 Y repartió los trescientos hombres en tres compañías, poniendo trompetas en manos de todos ellos, y cántaros vacíos, con teas encendidas dentro de los cántaros: 17 y les dijo: Aprended de mí, y así haced vosotros. He aquí pues, cuando yo llegue al extremo del campamento, suceda entonces que según yo hiciere, así haréis vosotros. 18 Cuando tocare la trompeta, yo y todos los que están conmigo, entonces vosotros también tocaréis las trompetas, puestos al rededor de todo el campamento, y gritaréis: ¡Por Jehová y por Gedeón!

19 Vino pues Gedeón, y los cien hombres que consigo tenía, al extremo del campamento, al principio de la vela de la media noche, apenas hubieron renovado las centinelas; y tocaron las trompetas, y rompieron los cántaros que traían en la mano. 20 Entonces las tres compañías tocaron las trompetas, y rompieron los cántaros: luego con la mano izquierda asieron las teas encendidas, y con la derecha las trompetas que tocaban, y gritaron: ¡La espada de Jehová y de Gedeón! 21 Y se quedaron en pie, cada uno en su puesto a la redonda del campamento: entonces todo el ejército echó a correr, gritando y huyendo. 22 Pues cuando tocaron las trescientas trompetas, Jehová puso la espada de cada cual contra su compañero, y esto por todo el campamento. Y huyó el ejército hasta Bet-sita de Cerera y hasta el borde de Abel-mehola, cerca de Tabata.

23 Y fueron convocados los hombres de Israel, de Neftalí y de Aser y de todo Manasés, y persiguieron a Madián. 24 Gedeón envió mensajeros también por toda la serranía de Efraim, diciendo: ¡Bajad al encuentro de los Madianitas, y tomad delante de ellos los vados de las aguas, hasta Bet-bara, y el Jordán! Juntáronse pues todos los hombres de Efraim, y tomaron las aguas hasta Bet-bara, y el Jordán. 25 Y prendieron a los dos príncipes de Madián, Oreb y Zeeb: y mataron a Oreb sobre la peña de Oreb, y a Zeeb le mataron en el lagar de Zeeb; y siguieron en perseguimiento de Madián; mas las cabezas de Oreb y Zeeb trajéronlas a Gedeón de la otra parte del Jordán.

Capítulo 8

1 ENTONCES los hombres de Efraim le dijeron a Gedeón: ¿Qué es esto que has hecho con nosotros, de no llamarnos cuando fuiste a campaña contra Madián? Y le regañaron con aspereza. 2 Mas él les dijo: ¿Pues qué he hecho yo en comparación de vosotros? ¿Acaso no son mejores las rebuscas de Efraim que la vendimia de Abiezer? 3 En mano de vosotros Dios ha entregado a los príncipes de Madián, Oreb y Zeeb; ¿qué pues he podido hacer yo en comparación de vosotros? Entonces templóse su ira contra él, cuando dijo esto.

4 Entretanto Gedeón había llegado al Jordán, y lo había pasado, él y los trescientos hombres que tenía consigo; cansados, pero siguiendo el alcance de los fugitivos. 5 Y dijo a los hombres de Sucot: Dadme, os ruego, panes para la gente que me sigue, porque están cansados, y estoy persiguiendo a Zeba y Zalmuna, reyes de Madián. 6 Pero los principales de Sucot le contestaron: ¿Acaso los puños de Zeba y Zalmuna están ya en tu mano, para que demos pan a tu tropa? 7 A lo que repuso Gedeón: Por tanto cuando entregare Jehová a Zeba y a Zalmuna en mi mano, trillaré vuestras carnes con espinos y abrojos del desierto. 8 Subió pues de allí a Penuel, y a los de ella habló de la misma manera: mas los hombres de Penuel le respondieron del mismo modo que los hombres de Sucot. 9 Por lo cual habló a los hombres de Penuel también, diciendo: Cuando yo volviere en paz, derribaré esta torre.

10 Mas Zeba y Zalmuna estaban en Carcor, y su ejército con ellos, como quince mil hombres, todos los que quedaron de todo aquel ejército de los hijos de Oriente; porque cayeron ciento veinte mil hombres que sacaban espada. 11 Subió pues Gedeón por la vía de los que habitan en tiendas, al oriente de Noba y Jogbea, e hirió al campamento; porque el campamento estaba sin recelo. 12 Y huyeron Zeba y Zalmuna: mas él, siguiendo en su alcance, prendió a los dos reyes de Madián, Zeba y Zalmuna; pues había aterrado a todo el campamento.

13 En seguida Gedeón hijo de Joás volvió de aquella batalla, antes de levantarse el sol. 14 Y prendió a un mozo de los hombres de Sucot, y le pidió informes; el cual le dió por escrito los nombres de los principales de Sucot, y los ancianos de ella, setenta y siete personas. 15 Llegando pues Gedeón a los hombres de Sucot, les dijo: ¡He ahí a Zeba y Zalmuna! de quienes me zaheristeis, diciendo: ¿Acaso los puños de Zeba y Zalmuna están ya en tu mano, para que demos pan a tus hombres cansados? 16 Tomó entonces a los ancianos de la ciudad, y espinos y abrojos del desierto, y con éstos enseñó a los hombres de Sucot: 17 derribó también la torre de Penuel, y mató a los hombres de la ciudad.

18 Dijo entonces Gedeón a Zeba y a Zalmuna: ¿Qué manera de hombres eran aquellos que matasteis en Tabor? Y contestaron: Como tú, así eran ellos; cada uno semejaba los hijos de un rey. 19 Y él respondió: ¡Mis hermanos eran, los hijos de mi misma madre! ¡Vive Jehová, que si les hubierais guardado la vida, no os matara yo! 20 Luego dijo a Jeter su primogénito: ¡Levántate, mátalos! Pero el muchacho no sacó la espada; pues tuvo temor, porque era aún muchacho. 21 Entonces dijeron Zeba y Zalmuna: Levántate tú, y arrójate sobre nosotros; porque como es el hombre, así es su fuerza. Levantóse pues Gedeón, y mató a Zeba y a Zalmuna; y tomó las media-lunas que traían al cuello de sus camellos.

22 Entonces los hombres de Israel dijeron a Gedeón: Reina sobre nosotros, así tú, como tu hijo, y el hijo de tu hijo; porque nos has salvado de mano de Madián. 23 Pero Gedeón les respondió: No reinaré yo sobre vosotros, ni reinará mi hijo sobre vosotros: Jehová reinará sobre vosotros. 24 Les dijo empero Gedeón: Voy a haceros una petición, y es que me deis cada cual un zarcillo de su despojo; (pues los vencidos traían zarcillos de oro por ser Ismaelitas.) 25 Y ellos contestaron: De muy buena gana te lo daremos. Tendieron pues un manto, y echaron allí cada cual un zarcillo de su despojo. 26 Y fué el peso de los zarcillos de oro que él había pedido, mil setecientos siclos de oro; sin contar las media-lunas, y los pendientes, y los vestidos de púrpura que había sobre los reyes de Madián: y sin contar los collares que tenían al cuello de sus camellos. 27 Y de ello hizo Gedeón un efod, y lo puso en su ciudad, en Ofra: y todo Israel idolatraba, acudiendo allí, tras de ese efod: lo cual vino a ser causa de ruina a Gedeón y a su casa. 28 Así fué humillado Madián delante de los hijos de Israel, y no volvió más a levantar cabeza. Y tuvo la tierra descanso cuarenta años en los días de Gedeón.

29 Y Jerobaal hijo de Joás fué y habitó en su propia casa. 30 Y tuvo Gedeón setenta hijos, salidos de sus lomos; porque tenía muchas mujeres. 31 Y también su concubina, que estaba en Siquem, le parió un hijo, y él le puso por nombre Abimelec. 32 Y murió Gedeón hijo de Joás en buena vejez, y fué enterrado en la sepultura de Joás su padre, en Ofra de los Abiezeritas.

33 Mas aconteció, luego que hubo muerto Gedeón, que tornaron los hijos de Israel y fornicaron tras los Baales; pues pusieron a Baal-berit por dios suyo; 34 y no se acordaron los hijos de Israel de Jehová su Dios, el cual los había librado de mano de todos sus enemigos de al rededor; 35 ni tampoco usaron de agradecimiento para con la casa de Jerobaal, es decir, de Gedeón, conforme a todos los beneficios que él había hecho a Israel.

Capítulo 9

1 PORQUE Abimelec hijo de Jerobaal fué a Siquem, a los hermanos de su madre, y conferenció con ellos, y con toda la parentela de la casa del padre de su madre, diciendo: 2 Ruégoos digáis en oídos de todos los vecinos de Siquem: ¿Qué os conviene más, el que reinen sobre vosotros setenta hombres, hijos todos ellos de Jerobaal, o que reine sobre vosotros un solo hombre? acordaos también de que yo soy vuestro hueso y vuestra carne. 3 Refirieron pues los hermanos de su madre todas estas palabras acerca de él en oídos de todos los vecinos de Siquem: y se inclinó el corazón de ellos a seguir a Abimelec; porque decían: Nuestro hermano es. 4 Y de la casa de Baal-berit le dieron setenta siclos de plata, con los cuales Abimelec tomó a sueldo hombres ociosos y disolutos; los cuales le siguieron. 5 Luego fué a casa de su padre, en Ofra, y mató a sus hermanos, los hijos de Jerobaal, setenta personas, sobre una misma piedra: mas quedó Joatam, el hijo menor de Jerobaal, porque se escondió.

6 Entonces se reunieron todos los vecinos de Siquem, y todos los de la Casa-fuerte, y fueron e hicieron rey a Abimelec, junto a la encina del pilar que había en Siquem. 7 Y habiéndoselo dicho a Joatam, éste se fué y púsose sobre la cumbre del monte Gerizim; y alzando la voz, clamó, y les dijo: Oídme, señores de Siquem, para que os oiga Dios. 8 Una vez los árboles fueron a ungir rey sobre sí; y dijeron al olivo: Reina tú sobre nosotros. 9 Mas el olivo les contestó: ¿Tengo acaso de dejar mi grosura, con la cual en mí se honra a Dios y a los hombres, por ir a ondular sobre los árboles? 10 Entonces dijeron los árboles a la higuera: Ven tú, reina sobre nosotros. 11 Mas la higuera les respondió: ¿Tengo acaso de dejar mi dulzura y mi buen producto, por ir a ondular sobre los árboles? 12 Dijeron luego los árboles a la vid: Ven tú, reina sobre nosotros. 13 Mas la vid les respondió: ¿Acaso tengo de dejar mi vino que alegra a Dios y a los hombres, por ir a ondular sobre los árboles? 14 Entonces dijeron todos los árboles a la cambronera: Ven tú, reina sobre nosotros. 15 Mas la cambronera respondió así a los árboles: Si de buena fe vosotros vais a ungirme a mí por rey sobre vosotros, venid, refugiaos bajo mi sombra; y si no, salga de la cambronera fuego que devore los cedros del Líbano. 16 Ahora pues, si de buena fe y con integridad habéis obrado en hacer rey a Abimelec; y si habéis hecho lo bueno para con Jerobaal, y para con su casa; y si conforme al merecimiento de sus manos os habéis portado con él; 17 (porque peleó mi padre por vosotros, y expuso su vida a los mayores peligros, y os libró de mano de Madián; 18 y vosotros os habéis levantado hoy contra la casa de mi padre, y habéis muerto a sus hijos, setenta personas, sobre una misma piedra, y habéis puesto a Abimelec, el hijo de una esclava suya, por rey sobre los vecinos de Siquem, por cuanto es vuestro hermano); 19 si pues de buena fe y con integridad habéis obrado para con Jerobaal y para con su casa en este día, entonces alegraos en Abimelec, y alégrese también él en vosotros. 20 Pero si no, salga de Abimelec fuego que devore a los vecinos de Siquem y de la Casa-fuerte; y salga fuego de los vecinos de Siquem y de la Casa-fuerte, que devore a Abimelec. 21 Luego huyó Joatam, y fugándose, se fué a Beer, y habitó allí, por temor de Abimelec su hermano.

22 Abimelec pues fué príncipe sobre Israel por tres años. 23 Entonces envió Dios un espíritu maligno entre Abimelec y los vecinos de Siquem, de modo que los vecinos de Siquem se portaron pérfidamente con Abimelec; 24 para que la violencia hecha a los setenta hijos de Jerobaal viniese, y para que su sangre cayese sobre Abimelec su hermano, que los mató; y también sobre los vecinos de Siquem, los cuales fortalecieron sus manos para matar a sus hermanos. 25 Por lo cual los vecinos de Siquem le pusieron emboscadas sobre las cimas de las montañas, que robaban a cuantos pasaban por aquel camino junto a ellos; de lo cual fué dado aviso a Abimelec.

26 Entonces vino Gaal hijo de Ebed, con sus hermanos, pasando por Siquem; y los vecinos de Siquem pusieron su confianza en él, 27 y salieron a los campos, y vendimiaron sus viñas, y pisaron las uvas, e hicieron fiestas; y entraron en casa de su dios, comiendo, y bebiendo, y maldiciendo a Abimelec. 28 Y dijo Gaal hijo de Ebed: ¿Quién es Abimelec, y quiénes los siquemitas, para que nosotros le obedezcamos a él? ¿No es hijo de Jerobaal, y no es Zebul su comisionado? Servid antes a hombres descendientes de Hamor, el padre de Siquem: ¿por qué pues le hemos de servir nosotros a él? 29 Y ojalá este pueblo estuviera bajo mi mano, que entonces yo removiera a Abimelec. Y envió a decir a Abimelec: ¡Aumenta tu ejército y sal! 30 Y cuando Zebul, comandante de la ciudad, oyó las palabras de Gaal hijo de Ebed, encendióse su ira. 31 Por lo cual envió mensajeros a Abimelec encubiertamente, diciendo: He aquí que Gaal hijo de Ebed y sus hermanos han venido a Siquem, y helos aquí incitando la ciudad contra ti. 32 Ahora pues, levántate de noche, tú y la gente que contigo tienes, y pon emboscadas en el campo; 33 y será que por la mañana, como al tiempo de levantarse el sol, madrugarás, y desplegarás tus tropas contra la ciudad: y he aquí que él y la gente que está con él saldrán a ti; y entonces podrás hacer con él según la facultad de tu mano.

34 Abimelec pues, con toda la gente que le acompañaba, levantóse de noche, y puso emboscadas contra Siquem, en cuatro compañías. 35 Entonces salió Gaal hijo de Ebed, y colocóse a la entrada de la puerta de la ciudad; Abimelec también levantóse de la emboscada y la gente que consigo tenía. 36 Entonces viendo Gaal la gente, dijo a Zebul: ¡He aquí gente que baja de las cumbres de las montañas! Pero Zebul le contestó: Tú ves la sombra de los montes, la cual te parece hombres. 37 Pero Gaal volvió a hablar, diciendo: ¡Mira la gente que viene bajando desde lo más alto de la tierra! y una compañía sigue por la vía del encinar de Meonenim. 38 Entonces le dijo Zebul: ¿Dónde pues está tu boca, con que dijiste: Quién es Abimelec, para que nosotros le sirvamos? ¿No es ésta la gente que despreciaste? Ruégote que salgas ahora y pelees contra ella. 39 Salió pues Gaal, a vista de los vecinos de Siquem, y peleó contra Abimelec. 40 Y persiguióle Abimelec, (porque huyó delante de él); y cayeron muchos traspasados hasta la entrada de la puerta. 41 Mas se quedó Abimelec en Aruma; y Zebul expulsó a Gaal y a sus hermanos para que no morasen en Siquem.

42 Y aconteció al otro día que salió la gente al campo; y avisaron de ello a Abimelec. 43 Mas él había tomado su gente, y los había dividido en tres compañías, y había puesto emboscadas en el campo. Y cuando vió que, he aquí, la gente salía de la ciudad, se levantó contra ellos, y los hirió. 44 En seguida Abimelec y los de la compañía que con él estaba se lanzaron con ímpetu, e hicieron parada a la entrada de la puerta de la ciudad, en tanto que las otras dos compañías se arrojaron sobre todos los que estaban en el campo, y los mataron. 45 Y Abimelec peleó contra la ciudad todo aquel día, y tomó la ciudad, y mató la gente que había en ella; luego derribó la ciudad, y sembróla de sal.

46 Mas cuando todos los hombres de la torre de Siquem lo supieron, entraron en la fortaleza de la casa del dios Berit. 47 Y fué dado aviso a Abimelec cómo se habían reunido allí todos los hombres de la torre de Siquem. 48 Por lo cual subió Abimelec al monte Salmón, él y toda la gente que con él había; y tomando Abimelec un hacha en su mano, cortó una rama de los árboles, y alzándola, se la echó al hombro; y dijo a la gente que le acompañaba: Lo que me habéis visto hacer, apresuraos a hacerlo como yo. 49 En efecto, cortó también toda la gente sendas ramas, y siguiendo tras Abimelec, las colocaron junto a la Casa-alta, y con ellas pegaron fuego a la Casa-alta; por manera que murió también toda la gente de la torre de Siquem; como mil hombres y mujeres.

50 Entonces marchó Abimelec a Tebes, y acampó contra Tebes, y la tomó. 51 Mas había una torre fuerte en medio de la ciudad, adonde se refugiaron todos los hombres y las mujeres, es decir, todos los vecinos de la ciudad; y cerrándola sobre sí, se subieron al terrado de la torre. 52 Vino pues Abimelec contra la torre y la embistió, y llegóse hasta la puerta de la torre para pegarle fuego 53 En esto, cierta mujer arrojó una piedra superior de molino, sobre la cabeza de Abimelec, y quebróle los cascos. 54 Entonces él llamó apresuradamente al mancebo su paje de armas, y le dijo: Saca tu espada y mátame, porque no digan de mí: Una mujer le mató. Traspasóle pues el mancebo, de modo que murió. 55 Y como viesen los hombres de Israel que era muerto Abimelec, se fueron cada cual a su lugar. 56 De este modo hizo Dios la retribución de la maldad que Abimelec había hecho a su padre, en matar a sus setenta hermanos; 57 también toda la maldad de los hombres de Siquem la hizo Dios volver sobre su misma cabeza; de manera que vino sobre ellos la maldición de Joatam hijo de Jerobaal

Capítulo 10

1 LEVANTÓSE después de Abimelec, para salvar a Israel, Tola, hijo de Púa, hijo de Dodo, varón de Isacar; el cual habitó en Samir, en la serranía de Efraim. 2 Y juzgó a Israel veinte y tres años. Y murió, y fué enterrado en Samir.

3 Y levantóse después de él, Jaír galaadita; el cual juzgó a Israel veinte y dos años. 4 Y tenía treinta hijos, que cabalgaban en treinta pollinos; y tenían treinta ciudades, que se llaman Villas de Jaír hasta el día de hoy; las cuales están en la tierra de Galaad. 5 Y murió Jaír, y fué enterrado en Camón. 6 Entonces tornaron los hijos de Israel a hacer lo que era malo a los ojos de Jehová; y sirvieron a los Baales y a Astarot, y a los dioses de los Siros, y a los dioses de los Sidonios, y a los dioses de Moab, y a los dioses de los hijos de Ammón, y a los dioses de los Filisteos; y dejaron a Jehová y no le sirvieron. 7 Encendióse pues la ira de Jehová contra Israel, y él los vendió en mano de los Filisteos y en mano de los hijos de Ammón; 8 los cuales quebrantaron y oprimieron a los hijos de Israel aquel año. Diez y ocho años habían oprimido a los hijos de Israel que estaban de la otra parte del Jordán, en la tierra del Amorreo, que está en Galaad: 9 pero entonces los hijos de Ammón pasaron el Jordán para pelear también contra Judá, y contra Benjamín, y contra la casa de Efraim: e Israel se vió en muy grande estrecho.

10 Clamaron pues los hijos de Israel a Jehová, diciendo: ¡Hemos pecado contra ti, porque hemos dejado a nuestro Dios, y también porque hemos servido a los Baales! 11 Mas Jehová respondió a los hijos de Israel: ¿No os libré yo de los Egipcios, y de los Amorreos, y de los hijos de Ammón, y de los Filisteos? 12 Y cuando los Sidonios, y los Amalecitas, y los Maonitas os oprimieron, y clamasteis a mi, yo os salvé de sus manos. 13 Con todo esto vosotros me habéis dejado y habéis servido a otros dioses; por tanto no os volveré más a salvar. 14 ¡Andad y clamad a los dioses que os habéis escogido! ¡que os salven ellos en el tiempo de vuestra angustia! 15 Mas los hijos de Israel respondieron a Jehová: ¡Hemos pecado! ¡haz con nosotros según todo lo que fuere bueno a tus ojos, con tal que nos libres, te rogamos, en este día! 16 Y apartaron los dioses extraños de en medio de sí, y sirvieron a Jehová: y su alma fué afligida a causa de la desdicha de Israel.

17 Entretanto fueron convocados los hijos de Ammón y acamparon en Galaad; juntáronse también los hijos de Israel y acamparon en Mizpa de Galaad. 18 Y decía el pueblo, es decir, los príncipes de Galaad, unos a otros: ¿Quién es el hombre que comenzará a pelear contra los hijos de Ammón? el mismo será caudillo de todos los moradores de Galaad.

Capítulo 11

1 Y JEFTÉ galaadita había llegado a ser un guerrero esforzado, mas era hijo de una ramera; y Galaad había engendrado a Jefté. 2 La mujer de Galaad también le había dado hijos; pero cuando crecieron los hijos de su mujer, expulsaron a Jefté, diciéndole: Tú no tendrás herencia en casa de nuestro padre, porque eres hijo de otra mujer. 3 Huyó pues Jefté de la presencia de sus hermanos y habitó en la tierra de Tob; donde se allegaron a Jefté hombres ociosos, que salían con él en sus correrías.

4 Mas, andando el tiempo, aconteció que los hijos de Ammón hicieron guerra contra Israel. 5 Y sucedió luego que los hijos de Ammón hicieron guerra contra Israel, que los ancianos de Galaad fueron a traer a Jefté de la tierra de Tob. 6 Y decían a Jefté: Ven y hazte jefe nuestro, para que peleemos contra los hijos de Ammón. 7 Jefté empero contestó a los ancianos de Galaad: ¿No me habéis odiado vosotros, y me expulsasteis de la casa de mi padre? ¿por qué pues venís a mí cuando os veis en apuro? 8 Entonces los ancianos de Galaad dijeron a Jefté: Por lo mismo tornamos a ti ahora, para que vayas con nosotros y pelees contra los hijos de Ammón: y serás nuestro caudillo, es decir, de todos los moradores de Galaad. 9 Dijo pues Jefté a los ancianos de Galaad: Si me hacéis volver para pelear contra los hijos de Ammón, y Jehová me los entregare, ¿he de ser yo vuestro caudillo? 10 Y los ancianos respondieron a Jefté: Sea Jehová el Oidor entre nosotros; pues juramos que conforme a tu dicho, así mismo ha de ser. 11 Por manera que fué Jefté con los ancianos de Galaad; y púsole el pueblo por su caudillo y jefe. Y profirió Jefté todas sus promesas delante de Jehová en Mizpa.

12 Luego envió Jefté mensajeros al rey de los hijos de Ammón, diciendo: ¿Qué tienes tú que ver conmigo, para que hayas venido a pelear contra mí en mi tierra? 13 Y replicó el rey de los hijos de Ammón a los mensajeros de Jefté: Por cuanto Israel se apoderó de mi tierra cuando subió de Egipto, desde el Arnón hasta el Jabboc y hasta el Jordán. Ahora pues devuelve esas tierras pacíficamente. 14 Entonces Jefté volvió aún a enviar mensajeros al rey de los hijos de Ammón, 15 y le dijo: Así dice Jefté: Nunca se apoderó Israel de la tierra de Moab, ni de la tierra de los hijos de Ammón. 16 Porque cuando subió de Egipto, anduvo Israel por el desierto hasta el Mar Rojo, y llegó al fin a Cades. 17 Entonces envió Israel mensajeros al rey de Edom, diciendo: Ruégote me permitas pasar por tu tierra: mas no consintió el rey de Edom. De la misma suerte también envió al rey de Moab; mas él no quiso: de modo que se quedó Israel en Cades. 18 Después anduvo por el desierto, y dió la vuelta a la tierra de Edom y a la tierra de Moab, y vino por el lado oriental de la tierra de Moab, y asentó campamento al otro lado del Arnón: mas no entró en los confines de Moab; porque el Arnón era el término de Moab. 19 Entonces Israel envió mensajeros a Sehón, rey amorreo, que reinaba en Hesbón; y le dijo Israel: Ruégote me permitas pasar por tu tierra hasta mi lugar. 20 Pero Sehón no se fió de Israel para dejarle pasar por su territorio; antes reunió Sehón todo su pueblo, y acampó en Jahaz, y peleó contra Israel. 21 Y Jehová, el Dios de Israel, entregó a Sehón y a todo su pueblo en mano de Israel, quien los hirió; y posesionóse Israel de toda la tierra de los Amorreos que habitaban en aquel país. 22 De esta suerte se posesionaron de todo el territorio de los Amorreos desde el Arnón hasta el Jabboc, y desde el desierto hasta el Jordán. 23 Ahora pues, Jehová el Dios de Israel desposeyó a los Amorreos de su tierra delante de su pueblo Israel, ¿y tú por ventura la has de poseer? 24 ¿No es cierto que lo que te hiciere poseer Cemos tu dios, lo seguirás poseyendo? Así pues, todo aquello de que Jehová nuestro Dios haya desposeído a nuestros adversarios, delante de nosotros, nosotros continuaremos poseyendo. 25 Y ahora ¿tienes tú acaso más derecho que Balac hijo de Zipor, rey de Moab? ¿Contendió él jamás con Israel, o peleó alguna vez contra él? 26 Mientras tanto ha habitado Israel en Hesbón y sus aldeas, y en Aroer y sus aldeas, y en todas las ciudades que hay a las riberas del Arnón, por espacio de trescientos años; ¿y por qué no las habéis recobrado en ese tiempo? 27 Yo pues no he pecado contra ti, mas tú me haces a mí agravio, peleando contra mí. ¡Jehová, el Juez, juzgue hoy entre los hijos de Israel y los hijos de Ammón! 28 Mas no escuchó el rey de los hijos de Ammón las razones de Jefté, que éste le había enviado a decir. 29 Y estuvo sobre Jefté el Espíritu de Jehová; pasó pues por Galaad, y por Manasés; pasó también a Mizpa de Galaad, y desde Mizpa de Galaad pasó adelante contra los hijos de Ammón. 30 Y profirió Jefté un voto a Jehová, y dijo: Si tú de seguro entregares a los hijos de Ammón en mi mano, 31 entonces será que lo que primero saliere por las puertas de mi casa, a encontrarme cuando volviere en paz de los hijos de Ammón, será para Jehová, y lo ofreceré en holocausto.

32 Jefté pues pasó adelante hasta los hijos de Ammón, para pelear contra ellos; y entrególos Jehová en su mano. 33 Y los hirió desde Aroer hasta llegar a Minit, inclusas veinte ciudades, y hasta Abel-queramin, con muy gran destrozo: de esta manera fueron humillados los hijos de Ammón delante de los hijos de Israel.

34 Entonces vino Jefté a Mizpa, a su casa: ¡y he aquí a su hija, que salía a recibirle con panderos y con danzas! y ella era la sola, única hija suya; además de ella no tenía ni hijo ni hija. 35 Y fué así que como él la viese, rasgó sus vestidos, y le dijo: ¡Ay de mí, hija mía! me has abatido por completo; y tú has venido a ser del número de los que me tienen turbado; porque he abierto mi boca a Jehová, y no podré volver atrás. 36 A lo cual le respondió su hija: Padre mío, puesto que has abierto tu boca a Jehová, haz conmigo conforme a lo que profirió tu boca; ya que Jehová te ha vengado de tus enemigos, los hijos de Ammón. 37 Dijo además a su padre: Hágase conmigo esto: Déjame por dos meses, para que yo vaya y me humille sobre las montañas, y llore mi virginidad, yo y mis compañeras. 38 Y él dijo: Vé. La despidió pues por dos meses; y ella fué con sus compañeras, y lloró su virginidad sobre las montañas. 39 Y sucedió que al fin de los dos meses, ella volvió a su padre, el cual cumplió con ella el voto que había hecho: y ella nunca conoció varón. Y se hizo costumbre en Israel 40 que de año en año iban las hijas de Israel a celebrar a la hija de Jefté galaadita, cuatro días en el año.

Capítulo 12

1 ENTRE tanto habían sido convocados los hombres de Efraim, y pasando hacia el norte, dijeron a Jefté: ¿Por qué pasaste adelante a hacer la guerra contra los hijos de Ammón, sin llamamos a nosotros para ir contigo? ¡a tu casa quemaremos sobre ti con fuego! 2 Mas Jefté les respondió: Estábamos en ardua contienda, yo y mi pueblo, con los hijos de Ammón; y clamé a vosotros, mas no me librasteis de su mano. 3 Como viese pues que no ibais a ayudarme, tomé mi vida en mi mano, y pasé adelante contra los hijos de Ammón, y Jehová los entregó en mi mano. ¿Por qué pues habéis subido vosotros contra mí el día de hoy para pelear conmigo? 4 Entonces Jefté reunió a todos los hombres de Galaad, y peleó contra Efraim. Y los hombres de Galaad hirieron a Efraim, por cuanto éstos decían: Fugitivos de Efraim sois, vosotros los Galaaditas, entre Efraim y Manasés. 5 Y los Galaaditas se apoderaron de los pasos del Jordán delante de Efraim; y fué así que cuando decían los fugitivos de Efraim: Quiero pasar; le preguntaban los hombres de Galaad: ¿Eres tú efrateo? y respondiendo él: No; 6 le decían entonces: Di pues: Shibólet; y él decía: Sibólet; porque no acertaba a pronunciarlo correctamente. Entonces echaban mano de él y le degollaban junto a los pasos del Jordán: y cayeron de Efraim en aquel tiempo cuarenta y dos mil hombres. 7 Y Jefté juzgó a Israel seis años. Entonces murió Jefté galaadita y fué enterrado entre las ciudades de Galaad. 8 Y después de él, juzgó a Israel Ibzán de Bet-lehem; 9 el cual tuvo treinta hijos; a treinta hijas también envió a casar fuera; en tanto que a treinta hijas trajo de fuera para sus hijos: y él juzgó a Israel siete años. 10 Y murió Ibzán, y fué enterrado en Bet-lehem. 11 Y después de él juzgó a Israel Elón zabulonita; el cual juzgó a Israel diez años. 12 Y murió Elón zabulonita, y fué enterrado en Ayalón, en la tierra de Zabulón.

13 Y después de él, juzgó a Israel Abdón, hijo de Hillel piratonita; 14 el cual tuvo cuarenta hijos y treinta nietos, que cabalgaban en setenta pollinos: y juzgó a Israel ocho años. 15 Y murió Abdón, hijo de Hillel piratonita, y fué enterrado en Piratón, en la tierra de Efraim, en la serranía de los Amalecitas.

Capítulo 13

1 MAS los hijos de Israel volvieron a hacer lo que era malo a los ojos de Jehová, el cual los entregó en mano de los Filisteos cuarenta años.

2 Había entonces un hombre de Zora, de la familia de los Danitas, llamado Manoa; y su mujer era estéril, que nunca había tenido hijo. 3 Y apareció el Ángel de Jehová a la mujer, y le dijo: He aquí que eres estéril y nunca has tenido hijo; mas concebirás y darás a luz un hijo. 4 Y ahora ruégote que te guardes de beber vino y licor fermentado, y de comer cosa inmunda; 5 pues he aquí que concebirás y darás a luz un hijo; y navaja no ha de pasar nunca por su cabeza; porque el niño ha de ser nazareo, separado para Dios, desde su nacimiento: y él comenzará a librar a Israel de mano de los Filisteos.

6 Y fué la mujer y habló a su marido, diciendo: Un varón de Dios vino a mí; y era su aspecto como aspecto de Ángel de Dios, asombroso en gran manera: mas no le pregunté de dónde era, ni él me dijo su nombre. 7 Me dijo empero: He aquí que concebirás y darás a luz un hijo. Ahora pues, no bebas vino, ni licor fermentado, ni comas de ninguna cosa inmunda; porque el niño será nazareo, separado para Dios, desde su nacimiento hasta el día de su muerte.

8 Y Manoa rogó a Jehová, diciendo: Óyeme, Señor: yo te ruego que el varón de Dios que enviaste venga otra vez más a nosotros, y nos enseñe lo que hemos de hacer con el niño que ha de nacer. 9 Y escuchó Dios la voz de Manoa, y vino el Ángel de Dios otra vez a la mujer, estando ella sentada en el campo; pero Manoa su marido no estaba con ella. 10 Apresuróse pues la mujer, y corrió y avisó a su marido, diciéndole: ¡He aquí, se me ha aparecido el varón que vino a mí el otro día! 11 Entonces Manoa se levantó, y fué tras su mujer, y vino al varón, y le dijo: ¿Eres tú el hombre que hablaste con esta mujer? Y contestó: Yo soy. 12 Y dijo Manoa: Y bien, cuando se verifiquen tus palabras, ¿cuál ha de ser el régimen del muchacho y lo que se le ha de hacer? 13 Y contestó el Ángel de Jehová a Manoa: De todo lo que dije a la mujer, guárdese ella. 14 De todo lo que produce la vinosa vid, no debe ella comer, ni tampoco ha de beber vino ni licor fermentado; y ninguna cosa inmunda ha de comer: todo cuanto yo le mandé, debe ella guardarlo. 15 Entonces Manoa dijo al Ángel: Ruégote nos permitas detenerte, para que aderecemos y pongamos delante de ti un cabrito de las cabras. 16 Mas el Ángel de Jehová dijo a Manoa: Aun cuando me detengas, no comeré de tu alimento; y si es que quieres aparejar holocausto, a Jehová lo has de ofrecer: pues no sabía Manoa que era Ángel de Jehová. 17 Luego dijo Manoa al Ángel de Jehová: ¿Cuál es tu nombre, para que en cumpliéndose tus palabras te honremos? 18 Mas el Ángel de Jehová le contestó: ¿Por qué preguntas por mi nombre, siendo como es maravilloso? 19 Tomó pues Manoa un cabrito de las cabras, con la ofrenda vegetal correspondiente, y ofreciólo a Jehová sobre la peña. Y el Ángel obró maravillosamente, en tanto que Manoa y su mujer le miraban. 20 Porque sucedió que como iba subiendo la llama de sobre el altar hacia el cielo, subió también el Ángel de Jehová con la llama del altar: y como lo viesen Manoa y su mujer, cayeron a tierra sobre sus rostros. 21 Y no volvió más el Ángel de Jehová a mostrarse a Manoa o a su mujer. Entonces conoció Manoa que era el Ángel de Jehová. 22 Por lo cual Manoa dijo a su mujer: De seguro que moriremos, porque hemos visto a Dios. 23 Pero su mujer le respondió: Si se complaciera Jehová en matarnos, no hubiera aceptado de nuestras manos holocausto y ofrenda vegetal; y no nos hubiera mostrado todas estas cosas; ni en este tiempo nos hubiera anunciado cosas semejantes. 24 Y dió a luz la mujer un hijo, y le llamó Samsón. Y se hizo hombre el niño, y le bendijo Jehová. 25 Y comenzó el Espíritu de Jehová a impulsarle en Mahané-dan, entre Zora y Estaol.

Capítulo 14

1 ENTONCES descendió Samsón a Timna: y en Timna vió una mujer de las hijas de los Filisteos; 2 y subió y se lo declaró a su padre y a su madre, diciendo: A una mujer he visto en Timna, de las hijas de los Filisteos; ahora pues tomádmela por mujer. 3 Entonces le dijo su padre con su madre: ¿No hay por ventura una mujer entre las hijas de tus hermanos, ni entre todo mi pueblo, para que tú vayas a tomar mujer de los incircuncisos Filisteos? Y respondió Samsón a su padre: Tómame a esta misma, porque ella es perfecta en mis ojos. 4 Pero su padre y su madre no entendían que de Jehová procedía esto, por cuanto buscaba ocasión contra los Filisteos; pues por aquel tiempo los Filisteos señoreaban sobre Israel.

5 Samsón pues descendió con su padre y su madre a Timna; y como hubiesen llegado cerca de las viñas de Timna, he aquí un leoncillo que veenía rugiendo a su encuentro. 6 Entonces le arrebató el Espíritu de Jehová, de modo que desgarró al león como hubiera desgarrado un cabrito; y nada tenía en su mano: pero no dijo a su padre ni a su madre lo que había hecho. 7 Descendió pues, y habló con la mujer; y era ella perfecta en los ojos de Samsón.

8 Y volviendo después de algún tiempo para tomarla, se apartó del camino para ver el cuerpo del león: y he aquí una colmena de abejas dentro del cuerpo del león, y miel. 9 Y apoderándose de ella, la tomó en sus manos, y siguió andando y comiendo hasta que alcanzó a su padre y su madre, a quienes dió de ella; y ellos comieron: pero no les dijo que del cuerpo del león él había arrancado aquella miel. 10 Descendió pues su padre a donde estaba la mujer, y Samsón hizo allí un banquete; porque así lo solían hacer los jóvenes. 11 Y aconteció que cuando le hubieron visto, trajeron treinta compañeros para que estuviesen con él: 12 a los cuales les dijo Samsón: Voy a proponeros un enigma; si de manera alguna me lo declarareis dentro de los siete días del banquete, descubriendo el sentido, entonces yo os daré treinta camisas y treinta mudas de vestidos. 13 Mas si no pudiereis declarármelo, entonces vosotros me daréis a mí las treinta camisas y las treinta mudas de vestidos. A lo que ellos respondieron: Propón tu enigma, para que lo oigamos. 14 Les dijo pues así: Del devorador salió comida, y del fiero salió dulzura. Y no pudieron declararle el enigma en tres días. 15 Así sucedió que al séptimo día dijeron a la mujer de Samsón: Engaña a tu marido, para que nos declare el enigma; de otra manera te quemaremos a ti y a la casa de tu padre a fuego. ¿Para robarnos nos habéis convidado? ¿No es así? 16 Por otra parte, la mujer de Samsón lloraba delante de él, y le decía: Solamente me odias, y no me amas; has propuesto un enigma a los hijos de mi pueblo, y no me lo has declarado a mí. A lo que él le contestó: He aquí que a mi padre y a mi madre no se lo he declarado, ¿y acaso he de declarártelo a ti? 17 De esta suerte ella lloraba delante de él los siete días que duró su banquete. Mas aconteció que al séptimo día él se lo declaró, porque le acosaba; y ella declaró el enigma a los hijos de su pueblo. 18 Por lo cual los hombres de la ciudad le dijeron al séptimo día, antes de ponerse él sol: ¿Qué cosa más dulce que la miel? ¿ni quién más fiero que el león? Pero les respondió: Si no hubierais arado con mi novilla, no habríais descubierto mi enigma. 19 Entonces le arrebató el Espíritu de Jehová, de manera que descendió a Ascalón, e hirió de ellos treinta hombres, y quitándoles los despojos, dió las mudas de ropa a los que habían declarado el enigma: luego, encendido en cólera, subió a casa de su padre. 20 Pero la mujer de Samsón fué dada al compañero de éste, a quien había tratado como su amigo.

Capítulo 15

1 Y PASADO algún tiempo, aconteció que en los días de la siega de los trigos, Samsón visitó a su mujer, llevando consigo un cabrito de las cabras; y dijo: Entraré a donde está mi mujer, dentro del aposento; mas el padre de ella no le permitió entrar. 2 Y dijo su padre: Yo pensaba con plena seguridad que tú la habías del todo aborrecido; por tanto se la dí a tu compañero. ¿Acaso su hermana menor no es más hermosa que ella? Sea ella pues tuya, en lugar de la otra. 3 Entonces les dijo Samsón: Seré yo en esta vez más inocente que los Filisteos, aun cuando les haga un agravio. 4 Fué pues Samsón, y cogió trescientos chacales, y tomando teas, los juntó cola con cola, y puso una tea entre cada dos colas; 5 luego, pegando fuego a las teas, soltó los chacales por entre las mieses de los Filisteos; y así consumió las hacinas y las mieses por segar, juntamente con las viñas y los olivares. 6 Entonces dijeron los Filisteos: ¿Quién ha hecho esto? y se les contestó: Samsón, yerno del Timnateo; por cuanto éste ha tomado su mujer y la ha dado a su compañero. Subieron pues los Filisteos, y quemaron a fuego tanto a ella como a su padre. 7 Por lo cual les dijo Samsón: Ya que habéis hecho un crimen como éste, juro que tomaré venganza de vosotros; hecho lo cual, desistiré. 8 Hiriólos pues, dejándolos tendidos pierna sobre muslo, con destrozo grande; luego descendió y habitó en una hendidura del peñón de Etam.

9 Entonces subieron los Filisteos y acamparon en Judá, y desplegaron en Lehí. 10 Y les dijeron los hombres de Judá: ¿Por qué habéis subido contra nosotros? A lo que respondieron: Para atar a Samsón hemos subido, a fin de hacer con él según él ha hecho con nosotros. 11 Por lo cual descendieron tres mil hombres de Judá a la hendidura del peñón de Etam, y dijeron a Samsón: ¿Acaso tú no sabes que los Filisteos señorean sobre nosotros? ¿qué pues es esto que has hecho? Y él les contestó: Según ellos hicieron conmigo, así he hecho yo con ellos. 12 Y le dijeron: Hemos descendido para amarrarte, a fin de entregarte en mano de los Filisteos. Entonces les dijo Samsón: Juradme que no me acometeréis vosotros mismos. 13 Y ellos le hablaron, diciendo: No hay que temer; pues tan sólo te ataremos y te entregaremos en mano de ellos, pero de ninguna manera te mataremos nosotros. Le ataron pues con dos sogas nuevas, y le hicieron subir del peñón. 14 Él iba llegando a Lehí, cuando los Filisteos alzaron el grito, corriendo a su encuentro. Y arrebatóle el Espíritu de Jehová, de modo que las sogas que estaban sobre sus brazos vinieron a ser como el lino que ha sido quemado del fuego; así se deshicieron las ligaduras de sobre sus manos. 15 Y hallando una quijada de asno fresca aún, alargó la mano y la cogió, e hirió con ella a mil hombres. 16 Entonces cantó Samsón: ¡Con la quijada de un asno, montones sobre montones; con la quijada de un asno he matado mil hombres! 17 Y aconteció que como acabase de cantar estas palabras, arrojó la quijada de su mano; y llamó aquel sitio Colina de Lehí. 18 Mas tuvo una grandísima sed, y clamó a Jehová, diciendo: Tú has dado por mano de tu siervo esta tan grande salvación, ¿y ahora acaso tengo que morir de sed, o caer en mano de estos incircuncisos? 19 Entonces abrió Dios una cuenca que hay en Lehí, y salieron de allí aguas: y cuando hubo bebido, le volvió su espíritu, y Samsón revivió. Por tanto fué llamada aquella fuente, Fuente del Clamante; la cual permanece en Lehí hasta este día. 20 Y Samsón juzgó a Israel en los días de los Filisteos veinte años.

Capítulo 16

1 ENTONCES Samsón fué a Gaza, y vió allí a una mujer ramera, y llegóse a ella. 2 Y avisaron a los de Gaza, diciendo: Samsón ha venido acá. Con lo cual ellos cercaron la casa, y le pusieron a Samsón celada toda aquella noche, a la puerta de la ciudad; y se estuvieron callados toda la noche, diciendo: Esperemos hasta la luz del alba., entonces le mataremos. 3 Samsón empero permaneció acostado hasta la media noche; luego se levantó a media noche, y agarrando las hojas de la puerta de la ciudad y sus dos postes, los arrancó juntamente con la barra, y echándoselos a cuestas, los subió a la cumbre de un monte que está al frente de Hebrón.

4 Sucedió también, después de esto, que amó a cierta mujer en el Valle de Sorec, la cual se llamaba Delila. 5 Subieron pues a donde estaba ella los príncipes de los Filisteos, y le dijeron: Engáñale, para que veas en que consiste su gran fuerza, y de qué manera podremos prevalecer contra él, a fin de amarrarle, para poderle sujetar; y nosotros te daremos cada uno mil y cien siclos de plata. 6 Por lo cual Delila dijo a Samsón: Ruégote me declares en qué consiste tu fuerza tan grande; y de qué manera podrás ser amarrado, para poderte sujetar. 7 Y le respondió Samsón: Si me ataren con siete cuerdas de arco frescas, que aún no se hayan secado, seré débil y vendré a ser como cualquiera de los hombres. 8 Entonces los príncipes de los Filisteos le trajeron siete cuerdas de arco frescas, que nunca se habían secado, y ella le amarró con ellas. 9 Y tenía de emboscada gente sentada en la alcoba. Le dijo pues: ¡Samsón, los Filisteos te acometen! Y él rompió las cuerdas, como quien rompe un hilo de estopa cuando siente el fuego: de manera que no fué descubierto el secreto de su poder.

10 Entonces Delila dijo a Samsón: He aquí que me has engañado y me has dicho mentiras: ahora bien, ruégote me declares con qué podrás ser atado. 11 A lo cual le contestó: Si me ataren fuertemente con sogas nuevas, con las que nunca se haya hecho uso alguno, entonces seré débil y vendré a ser como cualquiera de los hombres. 12 Tomó pues Delila sogas nuevas, y le ató con ellas; y le dijo: ¡Samsón, los Filisteos te acometen! En efecto, los de la emboscada estaban sentados en la alcoba. Mas éldestrozó las sogas de sobre sus brazos como un hilo.

13 Por lo cual Delila dijo a Samsón: Hasta aquí me has engañado y me has dicho mentiras; declárame con qué podrás ser atado. Y él le dijo: Si me tejieres las siete trenzas de mi cabeza con la trama de la tela. 14 Ella pues las aseguró con la estaca, y le dijo: ¡Samsón, los Filisteos te acometen! Y él, despertando de su sueño, arrancó la estaca del telar juntamente con la trama de la tela.

15 Ella entonces le dijo: ¿Cómo sigues diciendo: Yo te amo, cuando tu corazón no está conmigo? estas tres veces te has burlado de mí, y no me has declarado en qué consiste tu fuerza tan grande. 16 Y aconteció que como ella le acosaba con sus palabras todos los días y le apremiaba, por fin se impacientó su alma hasta desear morir; 17 por lo cual le descubrió todo su corazón; y le dijo: Navaja no ha pasado nunca por mi cabeza; pues Nazareo de Dios he sido desde mi nacimiento. Si yo fuere rapado, entonces se apartará de mí mi fuerza y me debilitaré, y vendré a ser como todos los hombres. 18 Y cuando Delila vió que le había descubierto todo su corazón, envió y llamó a los príncipes de los Filisteos, diciendo: Subid esta sola vez, porque me ha descubierto todo su corazón. Subieron pues los príncipes de los Filisteos a donde ella estaba, llevando el dinero en su mano. 19 Por lo cual ella le hizo dormir sobre sus rodillas; luego llamó hombres, que tenía listos, y rapó las siete trenzas de su cabeza; y ella misma comenzó a sujetarle; y su fuerza se apartó de él. 20 Ella entonces le dijo: ¡Samsón, los Filisteos te acometen! Y él, despertando de su sueño, dijo: Saldré como las demás veces, y sacudiré mis vínculos: mas no sabía que Jehová se había apartado de él. 21 Le prendieron pues los Filisteos, y le sacaron los ojos, y le hicieron descender a Gaza, donde le sujetaron con grillos de bronce; y tuvo que moler en la casa de los encarcelados. 22 Sin embargo comenzó el cabello de su cabeza a crecer después que fué rapado.

23 Y los príncipes de los Filisteos se reunieron para ofrecer un gran sacrificio a Dagón, su dios, y para hacer alegrías; pues decían: ¡Nuestro dios ha entregado en nuestras manos a Samsón, nuestro enemigo! 24 Y cuando le vió el pueblo, alabó a su dios; porque decían: ¡Nuestro dios ha entregado en nuestras manos a nuestro enemigo, el asolador de nuestro país, que mató a muchos de nosotros! 25 Y aconteció que cuando tuvieron alegre el corazón, dijeron: Llamad a Samsón, para que él nos divierta. Llamaron pues de la cárcel a Samsón, el cual jugó delante de ellos; y le colocaron en medio de las columnas. 26 Entonces dijo Samsón al muchacho que le tenía de la mano: Déjame descansar, y permíteme palpar las columnas sobre las cuales se sustenta la casa, para que me recueste sobre ellas. 27 Y la casa estaba llena de hombres y mujeres; hallábanse allí también todos los príncipes de los Filisteos; y sobre las azoteas había como tres mil hombres y mujeres, que miraban en tanto que Samsón los divertía. 28 Clamó entonces Samsón a Jehová, y dijo: ¡Jehová, Señor, acuérdate de mí, yo te ruego, y dame esfuerzo, ruégote, solamente esta vez, oh Dios, para que de una vez me vengue de los Filisteos por mis dos ojos! 29 En seguida Samsón se abrazó de las dos columnas de en medio, sobre las cuales se sustentaba la casa, apoyándose sobre ellas, de la una con su mano derecha, y de la otra con la izquierda. 30 Entonces dijo Samsón: ¡Muera yo con los Filisteos! e inclinándose con fuerza, cayó la casa sobre los príncipes de los Filisteos, y sobre todo el pueblo que estaba dentro: de modo que fueron más los que mató muriendo, que los que había muerto en su vida. 31 Y descendieron sus hermanos con toda la casa de su padre, y alzándole, le subieron y enterraron entre Zora y Estaol, en la sepultura de Manoa su padre. Y había él juzgado a Israel veinte años.

Capítulo 17

1 HUBO también por aquellos tiempos un hombre de la serranía de Efraim que se llamaba Micaya; 2 el cual dijo a su madre: Los mil y cien siclos de plata que te fueron quitados, y por los que tú pronunciaste imprecación, y de que hablaste también en mis oídos, he aquí que aquel dinero está en mi poder; yo lo tomé. Y le dijo su madre: ¡Bendito de Jehová sea mi hijo! 3 Él pues devolvió los mil y cien siclos de plata a su madre. Y dijo su madre: Yo de mi parte he solemnemente consagrado este dinero a Jehová, por mi hijo, para hacer una imagen de escultura y otra de fundición: ahora pues te lo devuelvo a ti. 4 Sin embargo él devolvió el dinero a su madre. Tomando entonces su madre doscientos siclos de plata, los dió al fundidor; el cual hizo de ellos una imagen de escultura y otra de fundición; las cuales estaban en casa de Micaya. 5 Por manera que este hombre Mica tuvo una casa de dioses; pues hizo un efod e ídolos domésticos, y consagró a uno de sus hijos para que fuese su sacerdote. 6 En aquellos días no había rey en Israel; cada cual hacía lo que era recto a sus propios ojos.

7 Hubo también un joven de Bet-lehem de Judá, de la familia de Judá, mas él era levita, y habitaba como forastero allí. 8 Y este hombre partió de aquella ciudad, de Bet-lehem de Judá, para morar dondequiera que hallase lugar; y prosiguiendo su viaje, llegó a la serranía de Efraim, a casa de Mica. 9 Y Mica le dijo: ¿De dónde vienes? Y él le contestó: Levita soy, de Bet-lehem de Judá, y voy de camino a fin de morar dondequiera que hallare lugar. 10 Díjole pues Mica: Quédate conmigo, y séme padre y sacerdote, y yo te daré diez siclos de plata al año, y el ordinario de vestidos, y tu vitualla. Con lo cual el levita entró. 11 Y convino el levita en habitar con aquel hombre: y el joven le era como uno de sus hijos. 12 Y Mica consagró al levita; de manera que el joven vino a ser su sacerdote, y permaneció en casa de Mica. 13 Entonces dijo Mica: Ahora yo sé que Jehová me bendecirá, ya que tengo un levita por sacerdote.

Capítulo 18

1 EN aquellos días no había rey en Israel: y por aquel tiempo la tribu de los Danitas buscaba para sí posesión donde habitar; porque no le había caído hasta aquel día, entre los demás hijos de Israel, una posesión suficiente. 2 Enviaron pues los hijos de Dan cinco hombres de su familia, de la totalidad de ellos, hombres valerosos, de Zora y Estaol, para explorar la tierra y para reconocerla, diciéndoles: Andad, reconoced la tierra. Llegaron pues a la serranía de Efraim, a casa de Mica, y posaron allí. 3 Ellos estaban cerca de la casa de Mica, y conocieron la voz del joven levita: por lo cual desviándose hacia allá, le dijeron: ¿Quién te trajo acá? ¿y qué haces en este lugar? ¿y qué tienes aquí? 4 Y él les contestó: De esta y de esotra manera hace Mica conmigo, y me tiene a sueldo para que sea su sacerdote. 5 Le dijeron pues: Rogámoste inquieras de Dios, para que sepamos si ha de ser próspero el camino en que andamos. 6 Y el sacerdote les respondió: Id en paz; delante de Jehová está el camino por donde andáis.

7 Anduvieron pues aquellos cinco hombres, y llegaron a Laís, y vieron la gente que había en medio de ella, como habitaban sin recelo, a manera de los Sidonios, descansados y confiados; porque no había en aquella tierra quien tuviese autoridad para hacerlos avergonzar por cualquiera cosa; y estaban lejos de los Sidonios, y no tenían trato con nadie. 8 Regresaron pues a sus hermanos en Zora y Estaol. Y les preguntaron sus hermanos: ¿Qué hay? 9 A lo que respondieron: Levantaos, y subamos contra ellos; pues hemos visto la tierra, y he aquí que es muy buena; ¿y vosotros estáis desidiosos? No seáis perezosos para poneros en camino, a fin de entrar y tomar posesión de aquella tierra. 10 A vuestra ida, llegaréis a una gente segura; y la tierra es de amplias dimensiones; levantaos, porque Dios la ha entregado en vuestras manos; lugar donde no falta cosa alguna que haya en la tierra.

11 Partieron pues de allí seiscientos hombres de la familia de los Danitas, desde Zora y Estaol, ceñidos de armas de guerra. 12 Y subieron y asentaron campamento en Kiryat-jearim, en Judá: por lo cual se ha llamado aquel lugar Mahané-dan, hasta el día de hoy: he aquí que está a espaldas de Kiryat-jearim. 13 Y de allí pasaron adelante a la serranía de Efraim, y llegaron a casa de Mica. 14 Entonces tomaron la palabra aquellos cinco hombres que habían ido a explorar la tierra de Laís, y dijeron a sus hermanos: ¿Sabéis acaso que hay en aquellas casas un efod, e ídolos domésticos, y una imagen de escultura y otra de fundición? Ahora pues, considerad lo que debáis hacer. 15 Por lo cual se desviaron hacia allá, y llegaron a la vivienda del joven levita, en casa de Mica, y le preguntaron por su salud. 16 Entre tanto los seiscientos hombres que había de los hijos de Dan, ceñidos de sus armas de guerra, se colocaron a la entrada de la puerta. 17 Entonces subieron los cinco hombres que habían ido a explorar la tierra, y entrando allá dentro, tomaron la imagen de escultura y el efod, con los ídolos domésticos y la imagen de fundición, mientras el sacerdote estaba a la entrada de la puerta con los seiscientos hombres ceñidos de las armas de guerra. 18 Aquellos hombres pues entraron en la casa de Mica, y tomaron la imagen de escultura, el efod, y los ídolos domésticos, y la imagen de fundición. Entonces les dijo el sacerdote: ¿Qué vais a hacer? 19 Mas ellos le dijeron: ¡Calla! pon la mano sobre tu boca, y vente con nosotros, y sénos a nosotros padre y sacerdote. ¿Cuál te es mejor, ser sacerdote para la casa de un solo hombre, o ser sacerdote para una tribu y una parentela en Israel? 20 Entonces alegróse el corazón del sacerdote, y él mismo tomó el efod y los ídolos domésticos y la imagen de escultura, y entró en medio de la gente armada. 21 Luego ellos volvieron el rostro y se fueron; poniendo las familias y el ganado y el bagaje en frente de ellos.

22 Ya se habían alejado de la casa de Mica, cuando los hombres que estaban en las casas vecinas a la casa de Mica fueron convocados, y siguieron tras los hijos de Dan; 23 y dieron voces a los hijos de Dan. Pero éstos, volviendo el rostro, dijeron a Mica: ¿Qué tienes, que has juntado gente? 24 Y él contestó: Habéis tomado mis dioses, que yo me hice, y al sacerdote, y os habéis marchado, y ¿qué más me queda ya? ¿A qué propósito, pues, me decís: qué tienes? 25 Mas los hijos de Dan le respondieron: No dejes oír tu voz entre nosotros, no sea que os acometan hombres airados, y pierdas tu vida y la vida de los de tu familia. 26 Con lo cual los hijos de Dan prosiguieron su camino; pues vió Mica que eran más fuertes que él; por manera que volvió el rostro, y regresó a su casa.

27 Ellos pues tomaron lo que había hecho Mica, juntamente con el sacerdote que tenía, y se fueron contra Laís; contra un pueblo descansado y seguro; y los hirieron a filo de espada, y pusieron a fuego la ciudad. 28 Y no había quien la librase, porque estaba lejos de Sidón, y no tenían trato con nadie: y ella estaba situada en el valle que se extiende hacia Bet-rehob. Y reedificaron la ciudad, y habitaron en ella. 29 Y llamaron la ciudad Dan, del nombre de Dan, el padre de ellos, que nació a Israel: pero Laís era el nombre de la ciudad anteriormente. 30 Y los hijos de Dan levantaron para sí la imagen de escultura: y Jonatán, hijo de Gersom, hijo de Moisés, él y sus hijos fueron sacerdotes para la tribu de los Danitas hasta el día del cautiverio del país. 31 De esta suerte levantaron para sí la imagen de Mica, que él había hecho, todo el tiempo que estuvo la Casa de Dios en Silo.

Capítulo 19

1 ACONTECIÓ también en los días que no había rey en Israel, que hubo cierto levita que habitaba como forastero en lo más adentro de la serranía de Efraim, el cual había tomado para sí una concubina de Bet-lehem de Judá. 2 Pero cometió adulterio contra él su concubina, y dejándole se fué a casa de su padre, en Bet-lehem de Judá, y se estuvo allí el espacio de cuatro meses. 3 Entonces su marido se levantó y fué en pos de ella, a hablarle cariñosamente, con el fin de hacerla volver; y tenía consigo un mozo suyo, y un par de asnos: y ella acogiéndole, le hizo entrar en casa de su padre. Y cuando le vió el padre de la joven, le recibió gozoso. 4 E instóle su suegro, el padre de la joven, de manera que se quedó con él tres días: y comieron y bebieron y se alojaron allí.

5 Y sucedió que al cuarto día, madrugaron muy de mañana; y levantóse el levita para marchar. Pero el padre de la joven dijo a su yerno: Sustenta tu corazón con un bocado de pan, y después partiréis. 6 Se sentaron pues, y comieron los dos juntos, y bebieron. Entonces dijo el padre de la joven al hombre: Ruégote consientas en pasar aquí la noche, y dejes que se alegre tu corazón. 7 Con todo el hombre se levantó para caminar; mas porfió con él su suegro, de modo que volvió a pasar allí la noche. 8 Empero cuando se levantó muy de mañana al día quinto para ponerse en camino, le dijo el padre de la joven: Sustenta, te lo ruego, tu corazón, y espera hasta que se entre más el día: y comieron los dos. 9 Por fin, el hombre se puso en pie para irse, él con su concubina y su mozo. Entonces le dijo su suegro, el padre de la joven: Mira, te ruego, que se va haciendo tarde; ruégoos que paséis la noche; he aquí, ya se acaba el día; pasa aquí la noche, y alégrese tu corazón; y mañana emprenderéis muy temprano vuestro viaje, para que vuelvas a tu casa. 10 Pero no quiso el hombre pasar más allí la noche; por manera que se levantó, y poniéndose en camino, llegó hasta en frente de Jebus (la cual es Jerusalem), teniendo consigo un par de asnos aparejados; también iba con él su concubina. 11 Ellos estaban ya junto a Jebus, cuando se les iba acabando el día; por lo cual el mozo dijo a su amo: Ven, te ruego, y desviémonos hacia aquella ciudad de los Jebuseos, para alojarnos en ella. 12 Pero su amo le contestó: No nos desviaremos a una ciudad de gente extraña, que no es de los hijos de Israel, sino que pasaremos adelante a Gabaa. 13 Dijo pues a su mozo: Ven, lleguémonos a uno de aquellos lugares, y pasaremos la noche en Gabaa, o en Ramá. 14 Pasaron pues, y caminaron adelante; y se les puso el sol junto a Gabaa, que era de Benjamín. 15 Por lo cual se desviaron hacia allá, para pasar la noche en Gabaa: y entrando, se sentaron en la plaza de la ciudad; porque no hubo persona que los acogiese en su casa para pasar la noche. 16 Mas he aquí un anciano que volvía de su trabajo del campo, al anochecer; el cual hombre era natural de la serranía de Efraim, y moraba como forastero en Gabaa; pero los hombres del lugar eran benjamitas. 17 Y levantando los ojos, vió al viandante en la plaza de la ciudad; y le dijo el anciano: ¿A dónde vas, y de dónde vienes? 18 A lo que respondió: De paso estamos de Bet-lehem de Judá a lo más adentro de la serranía de Efraim, de donde soy: y me fuí a Bet-lehem de Judá; mas ahora voy a la Casa de Jehová; y no hay hombre que me acoja en su casa. 19 Sin embargo hay paja y forraje para nuestros asnos, así como pan y vino para mí y para tu sierva, y para el mozo que va con tus siervos; no nos hace falta ninguna cosa. 20 Dijo entonces el anciano: ¡Paz sea contigo! como quiera que sea, deja de mi cuenta todas tus necesidades; tan sólo que no pases la noche en la calle. 21 Le trajo pues a su casa, y mezcló el pienso para los asnos; luego ellos se lavaron los pies, y comieron y bebieron.

22 Ellos iban ya alegrando sus corazones, cuando, he aquí, unos hombres de la ciudad, hijos de Belial, rodearon la casa, golpeando a la puerta; y hablaron al anciano, dueño de la casa, diciendo: ¡Saca fuera al hombre que vino a tu casa, y le conoceremos! 23 Salió pues a ellos el dueño de la casa, y les dijo: No, hermanos míos, no hagáis esta maldad, os lo ruego; ya que vino este hombre a mi casa, no hagáis esta cosa nefanda. 24 He aquí a mi hija, virgen, y la concubina de él; a éstas os sacaré, si os place, y humilladlas, haciendo con ellas como bien os pareciere; mas no hagáis a este hombre cosa tan nefanda. 25 Pero no quisieron los hombres escucharle; con lo cual asiendo aquel hombre a su concubina, la hizo salir a ellos; los cuales la conocieron, y se saciaron en ella toda aquella noche hasta la mañana; y la soltaron al romper el alba. 26 Entonces vino la mujer, al rayar la mañana, y dejóse caer a la puerta de la casa del hombre en donde estaba su señor, hasta que aclaró el día.

27 Y por la mañana se levantó su señor, y abrió las puertas de la casa, y salía para seguir su viaje, cuando he aquí a la mujer, su concubina, caída a la puerta de la casa, con las manos sobre el umbral. 28 Y él le dijo: ¡Levántate, y vámonos! Mas no hubo quien respondiese. Entonces la cargó sobre el asno, y levantándose el hombre, se fué a su lugar. 29 Y al entrar en su casa, cogió un cuchillo, y echando mano de su concubina, la dividió, según sus huesos, en doce trozos, y la envió por todo el territorio de Israel. 30 Y aconteció que cuantos lo vieron decían: ¡Nunca se ha hecho, ni jamás se ha visto cosa semejante, desde el día en que los hijos de Israel subieron de Egipto, hasta el día de hoy! ¡Consideradlo bien, tomad consejo, y hablad!

Capítulo 20

1 ENTONCES salieron todos los hijos de Israel, y la Congregación fué reunida como un solo hombre, desde Dan hasta Beer-seba, juntamente con la tierra de Galaad, a Jehová en Mizpa de Benjamín. 2 De manera que se presentaron los jefes de todo el pueblo, de todas las tribus de Israel, en la Asamblea del pueblo de Dios, que constaba de cuatrocientos mil hombres de a pie, que sacaban espada. 3 Y los hijos de Benjamín oyeron decir que habían subido los hijos de Israel a Mizpa.

Dijeron pues los hijos de Israel: ¿Decid cómo fué hecha esta maldad? 4 Respondió entonces el levita, marido de la mujer que había sido muerta, y dijo: A Gabaa; que es de Benjamín, llegué yo con mi concubina, para pasar la noche. 5 Mas levantándose contra mí los vecinos de Gabaa, cercaron la casa contra mí de noche: a mí intentaron matarme, y a mi concubina la humillaron, de modo que murió. 6 Por tanto eché mano de mi concubina, y la corté en trozos, y la envié por todo el país de la herencia de Israel; por cuanto se había cometido lascivia execrable y villanía en Israel. 7 He aquí que todos vosotros sois hijos de Israel; dad aquí vuestro parecer y consejo.

8 Levantóse pues todo el pueblo como un solo hombre, diciendo: No volverá ninguno de nosotros a su morada, ni tornará nadie a su casa. 9 Al contrario, esto es ahora lo que vamos a hacer a Gabaa: Contra ella subiremos por sorteo; 10 y tomaremos diez hombres de ciento, de entre todas las tribus de Israel, y ciento de mil, y mil de diez mil, para traer víveres al pueblo, para que en viniendo contra Gabaa de Benjamín, se les haga conforme a toda la villanía que se ha cometido en Israel. 11 De esta suerte estaban reunidos todos los hombres de Israel, contra la ciudad, vinculados como un solo hombre.

12 Entonces las tribus de Israel enviaron hombres por todas las parentelas de Benjamín, diciendo: ¿Qué maldad es esta que se ha cometido entre vosotros? 13 Ahora pues, entregad a aquellos hombres, aquellos hijos de Belial, que están en Gabaa, para que los hagamos morir; y para que se extirpe la maldad de en medio de Israel. Mas no quisieron los hijos de Benjamín escuchar la voz de sus hermanos, los hijos de Israel; 14 antes bien los hijos de Benjamín de las demás ciudades se reunieron en Gabaa, para salir en guerra contra los hijos de Israel. 15 Y pasaron revista a los hijos de Benjamín en aquel día, de las demás ciudades, y eran veinte y seis mil hombres que sacaban espada, sin contar los habitantes de Gabaa; de los cuales pasaron revista setecientos hombres escogidos. 16 Entre toda esta gente había setecientos hombres escogidos, zurdos; todos éstos tiraban piedras con la honda a un cabello sin errar el tiro. 17 Pasaron revista también a los hijos de Israel, fuera de Benjamín, y ascendieron a cuatrocientos mil hombres que sacaban espada: todos éstos eran hombres aguerridos.

18 Entonces se levantaron y subieron a Bet-el, para consultar a Dios. Y dijeron los hijos de Israel: ¿Quién de nosotros subirá el primero para pelear contra los hijos de Benjamín? Y respondió Jehová: Judá subirá el primero. 19 Levantáronse pues los hijos de Israel por la mañana y acamparon contra Gabaa. 20 Así salieron los hombres de Israel en guerra contra Benjamín; y se pusieron los hombres de Israel contra ellos en orden de batalla junto a Gabaa. 21 Mas los hombres de Benjamín salieron de la ciudad, y destruyeron de los Israelitas en aquel día veinte y dos mil hombres, derribándolos por tierra. 22 Reanimóse empero la gente de los hombres de Israel, y volviéronse a poner en orden de batalla en el mismo sitio donde se habían ordenado el primer día. 23 Porque habían subido los hijos de Israel, y llorado delante de Jehová hasta la tarde; y consultaron a Jehová, diciendo: ¿Debo volver a acercarme en batalla contra los hijos de Benjamín mi hermano? Y respondió Jehová: Subid contra él. 24 Por lo cual se acercaron los hijos de Israel contra los hijos de Benjamín el día segundo. 25 Y salió Benjamín al encuentro de ellos desde Gabaa, en aquel segundo día; y destruyeron otra vez de los hijos de Israel diez y ocho mil, derribándolos por tierra: todos éstos sacaban espada.

26 Entonces subieron todos los hijos de Israel, es decir toda la gente de guerra, y vinieron a Bet-el, y lloraron, y se sentaron allí delante de Jehová; y ayunaron en aquel día hasta la tarde; y ofrecieron holocaustos, y ofrendas pacíficas delante de Jehová. 27 Y consultaron los hijos de Israel a Jehová, (pues estaba allí el Arca del pacto de Dios en aquellos días, 28 y Finees hijo de Eleazar, hijo de Aarón, ministraba delante de él en aquellos días), diciendo: ¿Tornaré otra vez a salir en batalla contra los hijos de Benjamín mi hermano, o desistiré? Y respondió Jehová: Sube, que mañana le entregaré en tu mano. 29 Pusieron pues los Israelitas emboscadas contra Gabaa, al rededor de ella. 30 Y subieron los hijos de Israel contra los hijos de Benjamín el día tercero, y se pusieron en orden contra Gabaa, como las otras veces. 31 Entonces salieron los hijos de Benjamín contra el pueblo, y, alejados ya de la ciudad, comenzaron a herir algunos del pueblo, matándolos, como las veces pasadas, en las calzadas, (de las cuales la una sube a Bet-el, y la otra a Gabaa-del-campo), como treinta hombres de los Israelitas; 32 pues decían los hijos de Benjamín; ¡Son batidos delante de nosotros como la vez primera! en tanto que decían los hijos de Israel: ¡Huyamos, y arranquémoslos de la ciudad a las calzadas! 33 Entonces todos los hombres de Israel se levantaron de su puesto, y se pusieron en orden en Baal-tamar. También los Israelitas de la emboscada se lanzaron desde su lugar, es a saber, desde la cueva de Gabaa. 34 Y vinieron contra Gabaa diez mil hombres escogidos de todo Israel, y la batalla arreciaba: mas ellos no sabían que ya les alcanzaba el mal. 35 Y Jehová hirió a Benjamín delante de Israel, de modo que los hijos de Israel destruyeron de Benjamín en aquel día veinte y cinco mil, y cien hombres: todos éstos sacaban espada.

36 Se vieron pues los hijos de Benjamín batidos; porque los hijos de Israel habían cedido el campo a Benjamín, por lo mismo que se fiaban de la emboscada que habían puesto contra Gabaa. 37 Entonces la emboscada dióse prisa para arrojarse sobre Gabaa; avanzóse pues la emboscada e hirió toda la ciudad a filo de espada. 38 Y había un convenio entre los hijos de Israel y la emboscada, que ésta hiciese subir una gran humareda desde la ciudad. 39 Cuando pues los hombres de Israel tornaron las espaldas en la batalla, y Benjamín hubo comenzado a herirlos, matando de los hombres de Israel como treinta hombres, (pues decían: Seguramente son batidos por completo delante de nosotros, como en la primera batalla), 40 entonces mismo comenzó a elevarse desde la ciudad la columna de humo; de manera que cuando los Benjamitas miraron hacia atrás, ¡he aquí que toda la ciudad subía en humo al cielo! 41 También los hombres de Israel volvieron sobre sus pasos; de modo que se llenaron de consternación los hombres de Benjamín, porque vieron que ya les había alcanzado el mal. 42 Entonces volvieron las espaldas delante de los hombres de Israel, huyendo hacia el camino del desierto: mas la batalla los sobrecogió: asimismo a los que salían de las ciudades los destruyeron cogidos en medio de los dos. 43 De esta suerte cercaron en derredor a los Benjamitas, y los persiguieron, y con facilidad los hollaron hasta en frente de Gabaa, de la parte donde nace el sol. 44 Así cayeron de Benjamín diez ocho mil hombres: todos ellos hombres valerosos. 45 Y los demás volvieron el rostro, y huyeron hacia el desierto, al peñón de Rimón. Mas sus adversarios rebuscaron de ellos por las calzadas otros cinco mil hombres; y siguieron ardorosos en alcance de ellos hasta Guidom; e hirieron de ellos todavía dos mil hombres más. 46 Por manera que ascendieron los caídos de Benjamín a veinte y cinco mil hombres que sacaban espada, en aquel día: todos ellos hombres valerosos. 47 Sin embargo cuando volvieron el rostro, lograron escaparse al desierto, al peñón de Rimón, seiscientos hombres: y habitaron en el peñón de Rimón cuatro meses. 48 En seguida los hombres de Israel tornaron sobre los hijos de Benjamín, y los hirieron a filo de espada, así la gente de cada ciudad, como las bestias, y todo lo que encontraron: también a todas las ciudades que encontraron les pegaron fuego.

Capítulo 21

1 PERO los hombres de Israel habían jurado en Mizpa, diciendo: Ninguno de nosotros dará su hija a benjamita por mujer. 2 Vino pues el pueblo a Bet-el, y sentóse allí hasta la tarde delante de Dios; y alzaron la voz, y lloraron con grande lamentación; 3 y decían: ¿Por qué, oh Jehová, Dios de Israel, ha acontecido esto en Israel, que se eche menos hoy una tribu en Israel? 4 Y aconteció que al día siguiente levantándose el pueblo, edificaron allí un altar, y ofrecieron holocaustos y ofrendas pacíficas.

5 Entonces dijeron los hijos de Israel: ¿Quién hay de entre todas las tribus de Israel, que no haya subido en la Asamblea a Jehová? porque habíase hecho un gran juramento contra aquel que no subiere a Jehová en Mizpa, diciendo: ¡Que muera irremisiblemente! 6 Y se dolieron los hijos de Israel por Benjamín su hermano, diciendo: ¡Es cortada hoy una tribu de Israel! 7 ¿Qué hemos de hacer a fin de conseguir mujeres para los que han quedado, puesto que nosotros hemos jurado por Jehová no darles de nuestras hijas por mujeres? 8 Decían pues: ¿Quién hay de entre todas las tribus de Israel que no haya subido a Jehová en Mizpa? Y he aquí que no había venido al campamento, a la Asamblea, hombre alguno de parte de Jabés-galaad. 9 Porque pasaron revista a la gente, y he aquí que no hubo allí hombre alguno de los habitantes de Jabés-galaad. 10 Por lo cual la Congregación envió allá doce mil hombres de los más valientes, y les mandó, diciendo: Andad y herid a los habitantes de Jabés-galaad a filo de espada, con las mujeres y los niños. 11 Esto pues es lo que habéis de hacer: Destruiréis completamente a todo varón, y también a toda mujer que haya tenido conocimiento carnal de varón. 12 Y hallaron de los habitantes de Jabés-galaad cuatrocientas jóvenes, vírgenes que no tenían conocimiento carnal de varón; y las trajeron al campamento en Silo, que está en la tierra de Canaán.

13 Entonces toda la Congregación envió comisionados que tratasen con los hijos de Benjamín que estaban en el peñón de Rimón, y les proclamasen la paz. 14 Volvieron pues los Benjamitas en aquel tiempo, y se les dieron las mujeres a quienes habían perdonado la vida de entre las mujeres de Jabés-galaad; mas no hallaron así suficientes para ellos. 15 Y el pueblo estaba pesaroso a causa de Benjamín, por cuanto había abierto Jehová una brecha en las tribus de Israel.

16 Decían pues los ancianos de la Congregación: ¿Qué haremos a fin de conseguir mujeres para los que restan? porque las mujeres han sido extirpadas de la tribu de Benjamín. 17 Y dijeron: Ha de haber herencia para los que han escapado de Benjamín, para que no sea borrada una tribu de en medio de Israel. 18 Nosotros empero no podemos darles mujeres de nuestras hijas: por cuanto habían jurado los hijos de Israel, diciendo: ¡Maldito aquel que diere mujer a benjamita! 19 Entonces se les dijo: He aquí, viene la fiesta de Jehová en Silo, que se hace de año en año, en un sitio que cae al norte de Bet-el, por la parte oriental de la calzada que sube de Bet-el a Siquem, y al sur de Lebona. 20 Por lo cual mandaron a los hijos de Benjamín, diciendo: Andad y poneos de emboscada en las viñas; 21 y estad alerta; y he aquí que cuando salieren las hijas de Silo a bailar en coros, entonces salid de las viñas, y coged cada cual su mujer de las hijas de Silo, y llevadlas a tierra de Benjamín. 22 Y será que cuando vinieren a nosotros los padres de ellas, o sus hermanos, para demandárnoslas en juicio, les diremos: Hacednos la merced de concederlas a nosotros; pues que no tomamos para cada cual su mujer en la guerra: pues no se las disteis vosotros, para que ahora tuvieseis pecado. 23 Y lo hicieron así los hijos de Benjamín, llevándose mujeres, según el número de ellos, de entre las danzantes que arrebataron. Luego se fueron, y volvieron a su propia herencia, y reedificaron las ciudades, y habitaron en ellas. 24 Fuéronse también de allí los hijos de Israel en aquel tiempo, cada uno a su tribu y a su parentela, partiendo de allí cada uno a su herencia. 25 En aquellos días no había rey en Israel; cada cual hacía lo que era recto a sus propios ojos.

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