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Apocalipsis

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Capítulo 1

1 REVELACIÓN de Jesucristo, que Dios le dió, para manifestar a sus siervos las cosas que deben suceder pronto; y él envió y la significó, por medio de su ángel, a su siervo Juan; 2 el cual ha testificado de la palabra de Dios y del testimonio de Jesucristo, es decir, de todo cuanto vió. 3 Bienaventurado el que lee y los que oyen las palabras de la profecía, y guardan las cosas que en ella están escritas; porque el tiempo está cerca.

4 Juan a las siete iglesias que están en la provincia de Asia: Gracia a vosotros y paz de aquel que es, y era, y que ha de venir; y de los siete Espíritus que están delante de su trono; 5 y de Jesucristo, que es el fiel testigo, el primogénito de entre los muertos, y el soberano de los reyes de la tierra. A Aquel que nos ama, y nos ha lavado de nuestros pecados en su misma sangre, 6 y nos ha constituído reyes y sacerdotes para el Dios y Padre suyo, a él sea la gloria y el dominio por los siglos de los siglos. Amén. 7 He aquí que viene con las nubes, y todo ojo le verá; y también aquellos que le traspasaron; y todas las tribus de la tierra plañirán a causa de él. Así sea. Amén.

8 Yo soy el Alpha y la Omega, el Principio y el Fin, dice el Señor Dios, el que es, y que era, y que ha de venir, el Todopoderoso.

9 Yo Juan, vuestro hermano, y participante con vosotros en la tribulación, y en el reino y la paciencia de Jesucristo, estaba en la isla llamada Patmos, a causa de la palabra de Dios y del testimonio de Jesús. 10 Yo estaba en el Espíritu, un día del Señor, y oí detrás de mí una voz, como si fuese de trompeta, 11 que decía: Lo que tú ves, escríbelo en un libro, y envíalo a las siete iglesias: a Efeso, y a Esmirna, y a Pérgamo y a Tiatira, y a Sardis, y a Filadelfia y a Laodicea. 12 Y volvíme para ver la voz que hablaba conmigo. Y habiéndome vuelto, ví siete candelabros; 13 y en medio de los candelabros, a uno parecido al Hijo del hombre, vestido de ropa talar, y ceñido por el pecho con un ceñidor de oro. 14 Y su cabeza y sus cabellos eran blancos como la lana blanca, tan blancos como la nieve; y sus ojos eran como llama de fuego; 15 sus pies, semejantes a bronce bruñido, refulgente como si ardiese en un horno; y su voz, como el estruendo de muchas aguas. 16 Y tenía en su mano derecha siete estrellas; y de su boca salía una espada de dos filos; y su rostro era como el sol cuando brilla en su fuerza. 17 Y cuando le ví, caí ante sus pies como muerto; y él puso su diestra sobre mí, diciendo: No temas; yo soy el Primero y el Postrero: 18 Yo soy el Viviente; y yo estuve muerto, y he aquí que vivo por los siglos de los siglos; y tengo las llaves de la muerte y del sepulcro. 19 Escribe pues las cosas que has visto, y las que son, y las que han de suceder después de éstas; 20 el misterio de las siete estrellas que has visto en mi diestra, y los siete candelabros de oro. Las siete estrellas son los ángeles de las siete iglesias; y los siete candelabros son las siete iglesias.

Capítulo 2

1 AL ángel de la iglesia que está en Efeso, escribe: Estas cosas dice el que tiene las siete estrellas en su diestra, y que anda en medio de los siete candelabros de oro: 2 Yo conozco tus obras, y tu arduo trabajo, y tu paciencia; y que no puedes sufrir a los malos, y que has probado a los que a sí mismos se llaman apóstoles, y no lo son, y los has hallado mentirosos; 3 Y tienes paciencia, y has padecido afrenta por amor de mi nombre, y no te has cansado. 4 Esto empero tengo contra ti, que has dejado tu primer amor. 5 Recuerda, por tanto, de donde has caído, y arrepiéntete, y haz de nuevo tus primeras obras; de otra suerte, yo iré a ti, y quitaré tu candelabro de su lugar, a menos que te arrepientas. 6 Empero tú tienes esto, que aborreces las obras de los nicolaítas, que yo también aborrezco. 7 Quien tiene oído, oiga lo que el Espíritu dice a las iglesias. Al que venciere, le daré a comer del árbol de la vida, que está en medio del Paraíso de Dios.

8 Y al ángel de la iglesia que está en Esmirna, escribe: Estas cosas dice el Primero y el Postrero, el que estuvo muerto, y ha vuelto a vivir: 9 Yo conozco tus obras, y tu tribulación, y tu pobreza (mas tú eres rico), y la blasfemia de los que dicen que ellos son judíos, y no lo son, sino antes son una sinagoga de Satanás. 10 No temas las cosas que vas a sufrir. He aquí, el diablo va a echar a algunos de vosotros en la cárcel, para que seáis probados; y tendréis una tribulación de diez días. Sé fiel hasta la muerte, y yo te daré la corona de la vida. 11 Quien tiene oído, oiga lo que el Espíritu dice a las iglesias. El que venciere no será dañado de la muerte segunda

12 Y al ángel de la iglesia que está en Pérgamo, escribe: Estas cosas dice el que tiene la espada aguda de dos filos: 13 Yo conozco tus obras, y donde tú habitas, es a saber, donde está el trono de Satanás: y sin embargo tú mantienes mi nombre, y no has negado mi fe, ni aun en los días en que Antipas, mi fiel testigo, fué muerto entre vosotros, donde Satanás habita. 14 Esto no obstante, yo tengo algunas pocas cosas contra ti, por cuanto tienes allí a los que sostienen la enseñanza de Balaam, el cual enseñó a Balac a poner tropiezo delante de los hijos de Israel, incitándolos a comer de lo que se ofrece en sacrificio a los ídolos, y a cometer fornicación. 15 Así tienes tú también algunos que sostienen, de la misma manera, la enseñanza de los nicolaítas, ¡cosa que yo aborrezco! 16 Arrepiéntete pues; que si no, yo iré a ti presto, y haré guerra contra los tales, con la espada de mi boca. 17 Quien tiene oído, oiga lo que el Espíritu dice a las iglesias. Al que venciere, le daré a comer del maná escondido; y le daré una piedrecita blanca. y esculpido en la piedrecita un nombre nuevo, que ninguno sabe sino aquel que lo recibe.

18 Y al ángel de la iglesia que está en Tiatira, escribe: Estas cosas dice el Hijo de Dios, el cual tiene los ojos como llama de fuego, y los pies semejantes a bronce bruñido: 19 Yo conozco tus obras, y tu amor, y tu fe y tu servicio, y tu paciencia; y que tus obras postreras son más que las primeras. 20 Esto empero tengo contra ti, el que toleras a esa mujer Jezabel, que dice que es profetisa; y enseña a mi pueblo (y los seduce) a cometer fornicación, y a comer de lo que se ofrece a los ídolos. 21 Y hele dado tiempo para que se arrepienta; y ella no quiere arrepentirse de sus fornicaciones. 22 He aquí, la voy a echar en una cama, y a los que cometen adulterio con ella, en grande tribulación, a menos que se arrepientan de sus obras. 23 Y mataré a sus hijos de peste; y conocerán todas las iglesias que yo soy Aquel que escudriña los íntimos pensamientos y los corazones; y daré a cada uno de vosotros conforme a vuestras obras. 24 A vosotros empero os digo, a los demás que están en Tiatira, a cuantos no aceptan esta enseñanza, y que no han conocido las cosas profundas de Satanás (como dicen ellos): No echaré sobre vosotros otra carga. 25 Sin embargo lo que tenéis, retenedlo seguro, hasta que yo venga. 26 Y al que venciere y guardare mis obras hasta el fin, le daré autoridad sobre las naciones; 27 (y las regirá con vara de hierro; como vasos de alfarero serán desmenuzados;) así como yo también la he recibido de mi Padre; 28 y le daré el lucero de la mañana. 29 Quien tiene oído, oiga lo que el Espíritu dice a las iglesias.

Capítulo 3

1 Y AL ángel de la iglesia que está en Sardis, escribe: Estas cosas dice el que tiene los siete espíritus de Dios, y las siete estrellas: Yo conozco tus obras, que tienes nombre de que vives, y estás muerto. 2 Sé vigilante, y corrobora las cosas que aun quedan, las cuales están a punto de morir; porque no he hallado tus obras perfectas delante de mi Dios. 3 Recuerda pues lo que has recibido y has oído; y guárdalo, y arrepiéntete. Si por tanto no vigilares, yo vendré como ladrón, y tú no sabrás a que hora vendré sobre ti. 4 Tienes empero algunos pocos nombres en Sardis que no han ensuciado sus ropas; y éstos andarán conmigo en vestiduras blancas; porque son dignos. 5 El que venciere será así revestido de ropas blancas; y no borraré su nombre del libro de la vida, sino confesaré su nombre delante de mi Padre, y delante de sus santos ángeles. 6 Quien tiene oído, oiga lo que el Espíritu dice a las iglesias.

7 Y al ángel de la iglesia que está en Filadelfia, escribe: Estas cosas dice el que es santo, el que es veraz, el que tiene la llave de David, el que abre, y ninguno cierra, y cierra, y ninguno abre: 8 Yo conozco tus obras: he aquí, he puesto delante de ti una puerta abierta, la cual nadie podrá cerrar; porque tienes un poco de poder, y has guardado mi palabra, y no has negado mi nombre. 9 He aquí, yo haré a los de la sinagoga de Satanás, a los que dicen que ellos son judíos, y no lo son, sino que mienten: he aquí, los haré que vengan y se postren ante tus pies, y sepan que yo te he amado. 10 Por cuanto has guardado mi precepto de paciencia, yo también te guardaré de la hora de prueba que ha de venir sobre todo el mundo habitado, para probar a los que habitan sobre la tierra. 11 Yo vengo presto: retén firme lo que tienes, para que nadie tome tu corona. 12 Al que venciere, le haré que sea una columna en el templo de mi Dios, y no saldrá más de allí; y escribiré sobre él el nombre de mi Dios, y el nombre de la ciudad de mi Dios, la Nueva Jerusalem, la cual está para descender del cielo, de parte de mi Dios; y escribiré en él mi mismo nombre nuevo. 13 Quien tiene oído, oiga lo que el Espíritu dice a las iglesias.

14 Y al ángel de la iglesia que está en Laodicea, escribe: Estas cosas dice el Amén, el testigo fiel y verdadero, el principio de la creación de Dios: 15 Yo conozco tus obras, que no eres ni frío ni caliente. Quisiera yo que fueras o frío o caliente. 16 Así que, por lo mismo que eres tibio, y ni caliente ni frío, estoy a punto de escupirte de mi boca. 17 Por cuanto tú dices: ¡Rico soy y me he enriquecido, y no tengo necesidad de nada! y no sabes que tú eres un desdichado, y miserable, y pobre, y ciego y desnudo; 18 te aconsejo que compres de mí oro acrisolado en el fuego, para que seas rico; y ropas blancas, para que te vistas, y no se descubra la vergüenza de tu desnudez; y colirio también, a fin de ungirte los ojos, para que veas. 19 Yo a cuantos amo los reprendo y castigo; sé celoso pues y arrepiéntete. 20 He aquí, yo estoy de pie a la puerta, y llamo; si alguno oyere mi voz y abriere la puerta, entraré a él, y cenaré con él, y él conmigo. 21 Al que venciere, le concederé sentarse conmigo en mi trono, así como yo también vencí, y me senté con mi Padre en su trono. 22 Quien tiene oído, oiga lo que el Espíritu dice a las iglesias.

Capítulo 4

1 DESPUÉS de esto miré, y he aquí una puerta abierta en el cielo, y la primera voz que oí, voz como de trompeta, fué de uno que hablaba conmigo, diciendo: Sube acá; y te mostraré las cosas que han de suceder después de éstas.

2 Al punto estuve en el Espíritu: y he aquí un trono estaba colocado en el cielo, y sobre el trono había uno sentado. 3 Y el que estaba allí sentado, era semejante a la apariencia de una piedra de jaspe, y un sardio; y había un arco iris alrededor del trono, semejante a la apariencia de una esmeralda. 4 Y en torno del trono había veinticuatro tronos, y sobre los tronos sentados veinticuatro ancianos, revestidos de ropas blancas; y sobre sus cabezas había coronas de oro. 5 Y del trono salían relámpagos, y voces, y truenos; y había siete lámparas de fuego ardiendo delante del trono, las cuales son los siete espíritus de Dios. 6 Y delante del trono había un mar de vidrio, parecido al cristal; y en medio, delante del trono, y alrededor del trono, había cuatro seres vivientes, llenos de ojos, delante y detrás. 7 Y el primer ser viviente era parecido a un león; y el segundo ser viviente era parecido a un becerro; y el tercer ser viviente tenía la cara como de un hombre; y el cuarto ser viviente era parecido a un águila volando. 8 Y los cuatro seres vivientes, teniendo cada uno de ellos seis alas, están llenos de ojos alrededor y por dentro; y no cesan día ni noche de decir: ¡Santo, santo, santo es el Señor Dios, el Todopoderoso, el cual era, y el cual es, y el cual ha de ser!

9 Y cuando los seres vivientes dan gloria y honra y acciones de gracias al que está sentado sobre el trono, es decir, al que vive por los siglos de los siglos, 10 los veinticuatro ancianos caen delante de aquel que está sentado sobre el trono, y adoran a Aquel que vive por los siglos de los siglos, y echan sus coronas ante el trono, diciendo: 11 ¡Digno eres tú, Señor nuestro y Dios nuestro, de recibir la gloria y la honra y el poder; porque tú creaste todas las cosas, y por tu voluntad ellas existen, y fueron creadas!

Capítulo 5

1 Y VÍ en la diestra de aquel que estaba sentado sobre el trono, el rollo de un libro, escrito por dentro y por fuera, y cerrado apretadamente con siete sellos. 2 Y ví a un ángel poderoso, que pregonaba a gran voz: ¿Quién es digno de abrir el libro, y de soltar sus sellos? 3 Y ninguno en el cielo, ni sobre la tierra, ni debajo de la tierra, podía abrir el libro, ni siquiera mirarlo. 4 Y yo lloraba mucho, porque no fué hallado ninguno que fuese digno de abrir el libro, ni de mirarlo. 5 Y díjome uno de los ancianos: ¡No llores! he aquí que el León de la tribu de Judá, la Raíz de David, ha prevalecido para abrir el libro, y para soltar sus siete sellos.

6 Y ví, de pie en medio de ellos, entre el trono y los cuatro seres vivientes de una parte, y los ancianos de otra, a un cordero, que parecía como si hubiese sido inmolado; el cual tenía siete cuernos, y siete ojos, que son los siete Espíritus de Dios, enviados por toda la tierra; 7 el cual llegóse, y tomó el libro de la mano derecha de aquel que estaba sentado sobre el trono.

8 Y cuando hubo tomado el libro, los cuatro seres vivientes y los veinticuatro ancianos cayeron sobre sus rostros, delante del Cordero, teniendo cada cual un arpa, y tazones de oro llenos de incienso, que son las oraciones de los santos. 9 Y cantaban un cántico nuevo, diciendo: ¡Digno eres tú de tomar el libro, y de abrir sus sellos; porque fuiste inmolado, y has adquirido para Dios con tu misma sangre, hombres de toda tribu, y lengua, y pueblo, y nación; 10 y los has hecho para nuestro Dios reyes y sacerdotes; y reinarán sobre la tierra! 11 Y mirando yo, oí la voz de muchos ángeles que estaban alrededor del trono y de los seres vivientes y de los ancianos; y era el número de ellos millones de millones, y millares de minares; 12 los cuales decían a gran voz: ¡Digno es el Cordero que ha sido inmolado, de recibir el poder, y la riqueza, y la sabiduría, y la fortaleza, y la honra, y la gloria, y la bendición! 13 Y a toda cosa creada que está en el cielo, y sobre la tierra, y debajo de la tierra, y sobre el mar, y a todas las cosas que hay en ellos, las oí decir: ¡Bendición, y honra y gloria y dominio al que está sentado sobre el trono, y al Cordero, por los siglos de los siglos! ¡Amén! 14 Y los cuatro seres vivientes decían: ¡Amén! Y los ancianos cayeron sobre sus rostros, y adoraron.

Capítulo 6

1 Y VÍ cuando el Cordero abrió el primero de los siete sellos; y oí al primero de los cuatro seres vivientes, que decía, como con voz de trueno: ¡Ven! 2 Y miré, y he aquí un caballo blanco; y aquel que estaba sentado sobre él tenía un arco, y le fué dada una corona; y salió venciendo, y para vencer.

3 Y cuando abrió el segundo sello, oí al segundo ser viviente, que decía: ¡Ven! 4 Y salió otro caballo, rojo: y al que estaba sentado sobre éste, le fué dado quitar de la tierra la paz, y hacer que los hombres se matasen unos a otros; y le fué dada una grande espada.

5 Y cuando abrió el tercer sello, oí al tercer ser viviente, que decía: ¡Ven! Y miré, y he aquí un caballo negro; y aquel que estaba sentado sobre él tenía una balanza en su mano. 6 Y oí una voz en medio de los cuatro seres vivientes, que decía: Dos libras de trigo por un denario, y seis libras de cebada por un denario; y: No dañes el aceite ni el vino.

7 Y cuando abrió el cuarto sello, oí la voz del cuarto ser viviente, que decía: ¡Ven! 8 Y miré, y he aquí un caballo pálido, y aquel que estaba sentado sobre él se llamaba la Muerte; y el mundo de los muertos seguía en pos de él. Y a éstos les fué dada autoridad sobre la cuarta parte de la tierra, para matar a espada, y con hambre, y con peste, y por medio de las fieras de la tierra.

9 Y cuando abrió el quinto sello, ví debajo del altar las almas de los que habían sido muertos a causa de la palabra de Dios, y a causa del testimonio que mantenían: 10 y clamaban a gran voz: ¿Hasta cuándo, oh Soberano nuestro, el fiel y el verdadero no juzgas y tomas venganza de nuestra sangre, en los que habitan sobre la tierra? 11 Y les fué dada, a cada uno de ellos, una ropa blanca; y se les dijo que descansasen todavía un poco de tiempo, hasta tanto que se cumpliese el numero de sus consiervos también, y de sus hermanos, que hubiesen de ser muertos, así como ellos.

12 Y ví cuando abrió el sexto sello; y sucedió un gran terremoto, y el sol se puso negro como un saco de cilicio, y la luna se volvió toda roja como sangre, 13 y las estrellas del cielo cayeron a la tierra, de la manera que una higuera echa sus higos, no maduros aún, cuando es sacudida de un gran viento. 14 Y el cielo fué removido como el rollo de un libro cuando es arrollado; y cada monte e isla fueron traspasados de sus lugares. 15 Y los reyes de la tierra, y los príncipes, y los tribunos, y los ricos, y los poderosos, y todo esclavo y todo libre, escondiéronse en las cuevas, y entre las peñas de las montañas; 16 y dijeron a las montañas y a las peñas: Caed sobre nosotros, y encubridnos de la vista de Aquel que está sentado sobre el trono, y de la ira del Cordero; 17 porque ha venido ya el día grande de su ira, y ¿quién podrá estar en pie?

Capítulo 7

1 DESPUÉS de esto, ví cuatro ángeles de pie sobre los cuatro ángulos de la tierra, deteniendo los cuatro vientos de la tierra, para que no soplase viento alguno sobre la tierra, ni sobre el mar, ni sobre árbol alguno.

2 Y ví a otro ángel que subía del nacimiento del sol, teniendo el sello del Dios vivo; y clamó a gran voz a los cuatro ángeles, a quienes se les había dado potestad de dañar la tierra y el mar, 3 diciendo: No dañéis la tierra, ni el mar, ni los árboles, hasta tanto que hayamos sellado a los siervos de nuestro Dios en sus frentes. 4 Y oí el número de los sellados, que era ciento cuarenta y cuatro mil, sellados de entre todas las tribus de los hijos de Israel. 5 De la tribu de Judá fueron sellados doce mil; de la tribu de Rubén, doce mil; de la tribu de Gad, doce mil; 6 de la tribu de Aser, doce mil; de la tribu de Neftalí, doce mil; de la tribu de Manasés, doce mil; 7 de la tribu de Simeón, doce mil; de la tribu de Leví, doce mil; de la tribu de Isacar, doce mil; 8 de la tribu de Zabulón, doce mil; de la tribu de José, doce mil; de la tribu de Benjamín fueron sellados doce mil.

9 Después de esto, miré, y he aquí una grande muchedumbre, que nadie podía contar, de entre todas las naciones, y las tribus, y los pueblos, y las lenguas, que estaban de pie ante el trono y delante del Cordero, revestidos de ropas blancas, y teniendo palmas en sus manos; 10 y clamaban a gran voz, diciendo ¡Atribúyase la salvación a nuestro Dios, que está sentado sobre el trono, y al Cordero! 11 Y todos los ángeles estaban de pie en torno del trono, y en torno de los ancianos y de los cuatro seres vivientes; y cayeron sobre sus rostros delante del trono, y adoraron a Dios, 12 diciendo: ¡Amén! ¡Bendición, y gloria, y sabiduría, y acciones de gracias, y honra, y poder y fortaleza a nuestro Dios para siempre jamás! ¡Amén l

13 Y respondió uno de los ancianos, diciéndome: Éstos que están revestidos de ropas blancas, ¿quiénes son, y de dónde han venido? 14 Y yo le dije: Señor, tú lo sabes. Y él me dijo: Éstos son los que salen de la grande tribulación, y lavaron sus ropas, y las emblanquecieron en la sangre del Cordero. 15 Por esto están delante del trono de Dios, y le sirven día y noche en su templo: y el que está sentado sobre el trono extenderá su tabernáculo sobre ellos. 16 Ya no tendrán más hambre, ni tendrán ya más sed; ni los herirá el sol, ni calor alguno: 17 porque el Cordero, que está en medio, delante del trono, los pastoreará, y los guiará a fuentes de agua de vida; y limpiará Dios de los ojos de ellos toda lágrima.

Capítulo 8

1 Y CUANDO abrió el séptimo sello, sucedió silencio en el cielo por espacio como de media hora. 2 Y ví a los siete ángeles que están en pie delante de Dios; y les fueron dadas siete trompetas. 3 Y otro ángel vino y se puso junto al altar, teniendo en su mano un incensario de oro; y le fué dado mucho incienso, para que lo añadiese a las oraciones de todos los santos, encima del altar de oro que estaba delante del trono. 4 Y el humo del incienso, añadido a las oraciones de los santos, subió de la mano del ángel, en la presencia de Dios. 5 Luego el ángel tomó el incensario, y llenándolo del fuego del altar, lo arrojó a la tierra: y sucedieron truenos, y voces, y relámpagos y un terremoto.

6 Y los siete ángeles, que tenían las siete trompetas, se dispusieron para tocarlas.

7 Y el primer ángel tocó la trompeta: y hubo granizo y fuego mezclados con sangre; lo cual fué arrojado a la tierra: y la tercera parte de la tierra fué quemada, y la tercera parte de los árboles fué quemada, y toda la hierba verde fué quemada.

8 Y el segundo ángel tocó la trompeta: y una como grande montaña, ardiendo en fuego, fué arrojada en el mar; y la tercera parte del mar se convirtió en sangre; 9 y murió la tercera parte de las criaturas que había en el mar, cuantas tenían vida; y la tercera parte de las naves fué destruída.

10 Y el tercer ángel tocó la trompeta: y cayó del cielo una grande estrella, ardiendo como una tea; la cual cayó sobre la tercera parte de los ríos, y sobre las fuentes de las aguas: 11 y el nombre de la estrella era Ajenjo: y convirtióse la tercera parte de las aguas en ajenjo; y muchos de los hombres murieron a causa de las aguas, porque se tornaron amargas.

12 Y el cuarto ángel tocó la trompeta: y fué herida la tercera parte del sol, y la tercera parte de la luna, y la tercera parte de las estrellas; para que fuese entenebrecida la tercera parte de ellos, y para que el día no resplandeciese en su tercera parte, y de la misma manera, la noche.

13 Y ví y oí un águila volando en medio del cielo, que decía a gran voz: ¡Ay, ay, ay de los que habitan sobre la tierra, a causa de las otras voces de trompeta, de los tres ángeles que han de tocar sus trompetas todavía!

Capítulo 9

1 Y EL quinto ángel tocó la trompeta: y ví una estrella que había caído del cielo a la tierra; y le fué dada la llave del pozo del abismo. 2 Y abrió el pozo del abismo; y subió humo del pozo, como el humo de un gran horno; y fueron entenebrecidos el sol y el aire, a causa del humo del pozo. 3 Y del humo salieron langostas sobre la tierra; y les fué dado poder, como tienen poder los escorpiones de la tierra. 4 Y se les dijo que no dañasen la hierba de la tierra, ni ninguna cosa verde, ni árbol alguno, sino solamente a aquellos hombres que no tenían el sello de Dios en sus frentes. 5 Y les fué permitido, no que los matasen, sino que fuesen los hombres atormentados por ellos, cinco meses; y su tormento era como el tormento que causa el escorpión cuando hiere a un hombre. 6 Y en aquellos días los hombres buscarán la muerte, y no la podrán hallar; y desearán morir, y la muerte huirá de ellos. 7 Y las formas de las langostas eran parecidas a caballos aparejados para la batalla; y sobre sus cabezas tenían unas como coronas, al parecer de oro; y sus caras eran como caras de hombres. 8 Y tenían cabello como cabello de mujeres; y eran sus dientes como dientes de leones. 9 Y tenían corazas, como si fuesen corazas de hierro; y el estruendo de sus alas era como el estruendo de carros y de muchos caballos, que se lanzan al combate. 10 Y tenían colas parecidas a las de los escorpiones, y aguijones; y en sus colas consistía su poder para hacer daño a los hombres cinco meses. 11 Y tenían sobre sí, como rey, al ángel del pozo del abismo: su nombre en hebreo es Abaddón, y en griego tiene nombre de Apolión.

12 El primer ay pasó ya; he aquí que siguen dos ayes todavía.

13 Y el sexto ángel tocó la trompeta: y oí una voz procedente de los cuernos del altar de oro, que está delante de Dios, 14 que decía al sexto ángel que tenía la trompeta: Suelta los cuatro ángeles que están en prisiones, junto al gran río Éufrates. 15 Y fueron soltados los cuatro ángeles, los cuales habían sido preparados para la hora, y día, y mes, y año, para matar la tercera parte de los hombres. 16 Y la cuenta de los ejércitos de los de a caballo fué de doscientos millones: yo oí el número de ellos. 17 Y así ví los caballos en la visión, y a los que estaban sentados sobre ellos, los cuales tenían corazas como de fuego, y de color de jacinto, y de azufre; y las cabezas de los caballos eran como cabezas de leones; y de sus bocas salían fuego y humo y azufre. 18 Por medio de estas tres plagas fué muerta la tercera parte de los hombres; es decir, por el fuego y el humo y el azufre que salían de las bocas de ellos. 19 Pues que el poder de los caballos en su boca está, y en sus colas; porque sus colas son parecidas a serpientes, y tienen cabezas; y con éstas hacen daño. 20 Y el residuo de los hombres, los que no fueron muertos con estas plagas, no se arrepintieron de las obras de sus manos, para dejar el culto de los demonios, con los ídolos de oro, y de plata, y de bronce, y de piedra, y de palo; los cuales no pueden ni ver, ni oír, ni andar; 21 ni tampoco se arrepintieron de sus homicidios, ni de sus hechicerías, ni de su fornicación, ni de sus hurtos.

Capítulo 10

1 Y VÍ a otro ángel poderoso que descendía del cielo, revestido de una nube; y había un arco iris sobre su cabeza; y su rostro era como el sol, y sus pies como columnas de fuego: 2 y tenía en su mano el rollo de un librito abierto: y puso su pie derecho sobre el mar, y su izquierdo sobre la tierra; 3 y clamó con grande voz, como un león cuando ruge; y cuando hubo clamado, hablaron sus voces los siete truenos. 4 Y cuando hubieron hablado los siete truenos, yo iba a escribir, cuando oí una voz procedente del cielo, que decía: Sella las cosas que hablaron los siete truenos, y no las escribas. 5 Y el ángel que ví estar sobre el mar y sobre la tierra, levantó su mano diestra hacia el cielo, 6 y juró por aquel que vive para siempre jamás, el cual creó el cielo y cuanto hay en él, y la tierra y cuanto hay en ella, y el mar y cuanto hay en él, que no hubiese de haber más dilación; 7 sino que en los días de la voz del séptimo ángel, cuando éste comenzare a tocar la trompeta, entonces mismo sería consumado el misterio de Dios; conforme a las buenas nuevas que él ha declarado a sus siervos los profetas.

8 Y la voz que yo había oído procedente del cielo, me habló otra vez, diciendo: Anda, toma el rollo que está abierto en la mano del ángel que está sobre la mar y sobre la tierra. 9 Y yo fuí al ángel, diciéndole que me diese el librito. Y él me dijo: ¡Tóma, y cómelo! y hará amargas tus entrañas, mas en tu boca será dulce como la miel. 10 Y tomé el librito de la mano del ángel, y lo comí; y era en mi boca dulce como la miel; mas cuando lo hube comido, mis entrañas quedaron amargas. 11 Y me fué dicho: Es menester que tú, otra vez, profetices, como constituído sobre muchos pueblos, y naciones, y lenguas, y reyes.

Capítulo 11

1 Y FUÉME dada una caña, semejante a una vara de medir, diciéndoseme: Levántate, y mide el templo de Dios, y el altar, y los que adoran allí; 2 Mas el atrio exterior déjalo fuera, y no lo midas; porque ha sido dado a los gentiles, y ellos hollarán la Santa Ciudad cuarenta y dos meses. 3 Y daré autoridad a mis dos testigos, los cuales profetizarán mil doscientos sesenta días, vestidos de sacos.

4 Éstos son los dos olivos y los dos candelabros, que están delante de la presencia del Señor de toda la tierra. 5 Y si alguno procura dañarlos, fuego procede de sus bocas, y devora a sus enemigos; y si alguno procurare dañarlos, es menester que de esta manera sea muerto. 6 Éstos tienen la potestad de cerrar el cielo, para que no llueva durante los días que ellos profeticen; y tienen potestad sobre las aguas, para tornarlas en sangre, y para herir la tierra con toda suerte de plaga, todas las veces que ellos quieran.

7 V cuando hayan acabado de dar su testimonio, la bestia que sube del abismo hará guerra contra ellos, y prevalecerá contra ellos, y los matará. 8 Y sus cuerpos muertos yacerán en la plaza de la gran ciudad, que se llama simbólicamente Sodoma y Egipto, en donde también el Señor de ellos fué crucificado. 9 Y los de los pueblos y tribus y lenguas y naciones contemplan sus cadáveres tres días y medio, y no permiten que sus cadáveres sean sepultados. 10 Y los que habitan sobre la tierra se regocijan sobre ellos, y hacen fiesta, y se envían regalos los unos a los otros; porque estos dos profetas atormentaron a los que habitan sobre la tierra. 11 Y después de los tres días y medio, el espíritu de vida, venido de Dios, entró en ellos, y se levantaron sobre sus pies: y cayó gran temor sobre los que lo vieron. 12 Y oyeron ellos una gran voz procedente del cielo, que les decía: ¡Subid acá! Y subieron al cielo en una nube, viéndolos sus enemigos. 13 Y en aquella hora sucedió un gran terremoto, y cayó la décima parte de la ciudad, y fueron muertas en el terremoto siete mil personas; y los demás fueron atemorizados, y dieron gloria al Dios del cielo.

14 El segundo ay pasó ya; he aquí, el tercer ay viene presto.

15 Y el séptimo ángel tocó la trompeta: y hubo grandes voces en el cielo, que decían: ¡El reino del mundo ha venido a ser el reino dé nuestro Señor y de su Cristo; y él reinará para siempre jamás! 16 Y los veinticuatro ancianos que están sentados sobre sus tronos en la presencia de Dios, cayeron sobre sus rostros, y adoraron a Dios, 17 diciendo: Te damos gracias, oh Señor Dios Todopoderoso, que eres y que eras, por cuanto has tomado tu gran poder y has reinado. 18 Y airáronse las naciones, y ha venido ya tu ira, y el tiempo de los muertos para ser juzgados, y el tiempo de dar su galardón a tus siervos los profetas, y a los santos, y a los que temen tu nombre, a los pequeños y a los grandes, y de destruir a los que destruyen la tierra.

19 Y fué abierto el templo de Dios en el cielo, y fué vista en su templo el arca de su pacto: y hubo relámpagos, y voces, y truenos, y un terremoto, y grande pedrisco.

Capítulo 12

1 Y UN gran prodigio fué visto en el cielo: Una mujer revestida del sol, y teniendo la luna debajo de sus pies, y sobre su cabeza una corona de doce estrellas; 2 y ella, estando encinta, gritó con dolores de parto, y angustiada para dar a luz. 3 Y fué visto otro prodigio en el cielo; y he aquí un grande dragón rojo, que tenía siete cabezas y diez cuernos, y sobre sus cabezas siete diademas. 4 Y su cola arrastraba la tercera parte de las estrellas del cielo, y arrojólas sobre la tierra: y el dragón se puso delante de la mujer que estaba para dar a luz, a fin de devorar a su hijo, luego que ella lo hubiese dado a luz. 5 Y dió a luz un hijo varón, que ha de regir todas las naciones con vara de hierro; y su hijo fué arrebatado hasta Dios, y hasta su trono. 6 Y la mujer huyó al desierto, donde tenía un lugar preparado por Dios, para que allí la sustentasen mil doscientos y sesenta días.

7 Y hubo guerra en el cielo: Miguel y sus ángeles pelearon contra el dragón; y el dragón y sus ángeles pelearon; 8 pero no prevalecieron, ni fué hallado más su lugar en el cielo. 9 Y fué arrojado el grande dragón, aquella serpiente antigua que es llamada el Diablo y Satanás, el cual engaña a todo el mundo; arrojado fué a la tierra, y sus ángeles fueron arrojados juntamente con él.

10 Y oí una gran voz en el cielo, que decía: ¡Ahora han venido la salvación y el poder y el reino de nuestro Dios, y la soberanía de su Cristo; porque ha sido derribado el acusador de nuestros hermanos, que los acusaba delante de nuestro Dios día y noche! 11 Y ellos le vencieron por medio de la sangre del Cordero, y por medio de la palabra de su testimonio, y no amaron sus vidas, exponiéndolas hasta la muerte. 12 Por tanto ¡regocijaos, oh cielos, y los que habitáis en ellos! iMas ay de la tierra y del mar; porque el diablo ha descendido a vosotros, teniendo grande ira, sabiendo que tiene ya muy poco tiempo!

13 Y cuando vió el dragón que había sido arrojado a la tierra, persiguió a la mujer que había dado a luz el niño varón. 14 Y a la mujer le fueron dadas dos alas, como de un águila grande, para que volase al desierto, a su lugar, donde ella es sustentada por un tiempo y dos tiempos y la mitad de un tiempo, para resguardarla de la furia de la serpiente.

15 Y la serpiente arrojó de su boca, tras la mujer, agua como un río, para hacer que la arrebatase la corriente. 16 Y la tierra socorrió a la mujer, pues abrió la tierra su boca y tragóse el río que había arrojado de su boca el dragón. 17 Y airóse el dragón contra la mujer, y se fué para hacer guerra contra el residuo de su simiente, los que guardan los mandamientos de Dios, y tienen el testimonio de Jesús:

Capítulo 13

1 Y ESTABA de pie sobre la arena, a la orilla del mar.

Y ví una bestia que subía del mar, la cual tenía diez cuernos y siete cabezas, y sobre sus cuernos, diez coronas, y sobre sus cabezas, nombres de blasfemia. 2 Y la bestia que ví era parecida a un leopardo, y sus pies eran como pies de oso, y su boca como boca de león: y dióle el dragón su poder y su trono, y grande autoridad. 3 Y ví una de sus cabezas como si hubiese sido herida de muerte; y su herida mortal fué sanada; y toda la tierra maravillóse, yendo en pos de la bestia; 4 y adoraron al dragón que había dado autoridad a la bestia; y adoraron a la bestia, diciendo: ¿Quién hay como la bestia? ¿y quién puede lidiar contra ella? 5 Y le fué dada una boca que hablaba cosas grandes, y blasfemias; y le fué dada autoridad para hacer sus obras cuarenta y dos meses. 6 Y abrió su boca para decir blasfemias contra Dios, para blasfemar su nombre, y su tabernáculo, y a los que habitan en el cielo. 7 Y le fué permitido hacer guerra contra los santos, y vencerlos: y le fué dada autoridad sobre toda tribu, y pueblo, y lengua, y nación. 8 Y todos los que habitan sobre la tierra la adorarán, es decir, aquellos cuyos nombres no están escritos en el libro de la vida del Cordero que fué inmolado desde la fundación del mundo. 9 Si alguno tiene oído, oiga. 10 Si alguno lleva en cautiverio, al cautiverio irá; si alguno mata con espada, es preciso que él sea muerto a espada. En esto está la paciencia y la fe de los santos.

11 Y ví otra bestia subiendo de la tierra; y tenía dos cuernos semejantes a los de un cordero, y hablaba como dragón. 12 Y ejerce toda la autoridad de la primera bestia en su presencia. Y hace que la tierra y los que en ella habitan, adoren a la bestia primera, cuya herida mortal fué sanada. 13 Y obra grandes prodigios, de tal modo que hace descender fuego del cielo a la tierra, a la vista de los hombres. 14 Y engaña a los que habitan sobre la tierra, por medio de las señales que se le ha dado poder de hacer en presencia de la bestia; diciendo a los que habitan sobre la tierra, que hagan una imagen de la bestia que recibió el golpe de espada, y sin embargo vivió. 15 Y le fué concedido poder de dar vida a la imagen de la bestia, de modo que la imagen de la bestia no sólo hablase, sino que hiciese que cuantos no adoraran a la imagen de la bestia, fuesen muertos. 16 Y hace que todos, pequeños y grandes, así ricos como pobres, así libres como esclavos, tengan una marca sobre su mano derecha, o sobre su frente; 17 y que nadie pueda comprar o vender, sino aquel que tenga la marca, es decir, el nombre de la bestia o el número de su nombre. 18 En esto hay sabiduría. El que tenga inteligencia, calcule el número de la bestia, porque es número de un hombre; y su número es seiscientos sesenta y seis.

Capítulo 14

1 Y MIRÉ, y he aquí el Cordero estaba sobre el monte de Sión, y con él había ciento cuarenta y cuatro mil personas, que tenían su nombre y el nombre del Padre de él, escrito en sus frentes.

2 Y oí una voz procedente del cielo, como el estruendo de muchas aguas, y como el estruendo de un gran trueno; y la voz que oí era como de arpistas que tañían sus arpas; 3 y cantaban como si fuese un cántico nuevo delante del trono, y delante de los cuatro seres vivientes y de los ancianos: y nadie podía aprender aquel cántico, sino aquellos ciento cuarenta y cuatro mil, que fueron rescatados de sobre la tierra. 4 Éstos son los que no fueron amancillados con mujeres; porque son vírgenes. Éstos son los que siguen al Cordero por doquiera que vaya. Éstos fueron rescatados de entre los hombres, como primicias para Dios y para el Cordero. 5 Y en su boca no fué hallada mentira; están sin mancha.

6 Y ví a otro ángel volando en medio del cielo, teniendo un evangelio eterno que anunciar a los que habitan sobre la tierra, y a cada nación, y tribu, y lengua, y pueblo; 7 y dice a gran voz: ¡Temed a Dios y dadle gloria; porque ha llegado la hora de su juicio; y adorad al que hizo el cielo y la tierra, y el mar y las fuentes de agua!

8 Y otro ángel, el segundo, le siguió, diciendo: ¡Caída, caída es la gran Babilonia, la cual ha hecho que todas las naciones beban del vino de la ira de su fornicación!

9 Y otro ángel, el tercero, les siguió, diciendo a gran voz: ¡Si alguno adora a la bestia y a su imagen, y recibe su marca en su frente, o en su mano, 10 él también beberá del vino de la ira de Dios, que está preparado sin mezcla alguna en el cáliz de su ira; y será atormentado con fuego y azufre, en la presencia de los santos ángeles, y en la presencia del Cordero: 11 y el humo de su tormento asciende para siempre jamás; y no tienen descanso día ni noche los que adoran a la bestia y a su imagen, y cualquiera que recibe la marca de su nombre! 12 En esto está la paciencia de los santos, los que guardan los mandamientos de Dios, y la fe de Jesús.

13 Y oí una voz procedente del cielo, que decía: ¡Bienaventurados los muertos que mueren en el Señor, de aquí en adelante! ¡así sea! dice el Espíritu; para que descansen de sus trabajos; y sus obras los van siguiendo.

14 Y miré, y he aquí una nube blanca, y sobre la nube estaba sentado Uno semejante a hijo de hombre, que tenía sobre su cabeza una corona de oro, y en su mano una hoz aguda. 15 Y otro ángel salió del templo, clamando a gran voz a aquel que estaba sentado sobre la nube: ¡Echa tu hoz, y siega; porque ha llegado la hora de segar; porque la mies de la tierra está ya resecada! 16 Y el que estaba sentado sobre la nube metió su hoz sobre la tierra; y la tierra fué segada.

17 Y otro ángel salió del templo que está en el cielo, teniendo él también una hoz aguda. 18 Y otro ángel salió de junto al altar, el cual tenía poder sobre el fuego; y clamó a gran voz a aquel que tenía la hoz aguda, diciendo: ¡Echa tu hoz aguda, y vendimia los racimos de la viña de la tierra, porque sus uvas están maduras! 19 Y el ángel metió su hoz en la tierra, y vendimió la viña de la tierra; y echó la uva en el lagar, el lagar grande, de la ira de Dios. 20 Y fué pisado el lagar fuera de la ciudad; y del lagar salió sangre, que llegaba hasta los frenos de los caballos, por espacio de mil seiscientos estadios.

Capítulo 15

1 Y VÍ otro prodigio grande y maravilloso: siete ángeles que tenían las siete postreras plagas; porque en ellas es consumada la ira de Dios.

2 Y ví como si fuese un mar de vidrio revuelto con fuego; y los que habían salido victoriosos de la prueba de la bestia, y de su imagen, y del número de su nombre, estaban sobre aquel mar de vidrio, teniendo arpas de Dios. 3 Y cantan el cántico de Moisés, siervo de Dios, y el cántico del Cordero, diciendo: ¡Grandes y maravillosas son tus obras, oh Señor Dios Todopoderoso; justos y verdaderos son tus caminos, oh Rey de los siglos! 4 ¿Quién no te temerá, oh Señor, y glorificará tu nombre? porque tú solo eres santo: porque todas las naciones vendrán y adorarán delante de ti; porque tus actos de justicia han sido manifestados.

5 Y después de estas cosas miré, y ví que estaba abierto el templo del tabernáculo del testimonio en el cielo: 6 Y del templo salieron los siete ángeles que tenían las siete plagas, revestidos de lino puro y resplandeciente, y ceñidos alrededor del pecho con ceñidores de oro. 7 Y uno de los cuatro seres vivientes dió a los siete ángeles siete tazones de oro, llenos de la ira de Dios, el cual vive por los siglos de los siglos. 8 Y llenóse el templo del humo procedente de la gloria de Dios y de su poder: y nadie pudo entrar en el templo, hasta que se hubiesen cumplido las siete plagas de los siete ángeles.

Capítulo 16

1 Y OÍ una gran voz procedente del templo, que decía a los siete ángeles: ¡Id, y derramad los siete tazones de la ira de Dios sobre la tierra!

2 Y salió el primero, y derramó su tazón sobre la tierra; y convirtióse en úlcera maligna y gravosa en los hombres que tenían la marca de la bestia, y que adoraban su imagen.

3 Y el segundo derramó su tazón en el mar, el cual se convirtió en sangre, como de muerto; y toda alma viviente, de las que había en el mar, murió.

4 Y el tercero derramó su tazón en los ríos y las fuentes de agua, y también se convirtieron en sangre. 5 Y oí al ángel de las aguas decir: ¡Justo eres, oh santo Dios, que eres y has sido, por cuanto has juzgado así; 6 porque ellos han derramado la sangre de santos y de profetas, y tú a ellos les has dado a beber sangre; porque lo merecen! 7 Y a otro oí decir desde el altar: ¡Ciertamente, oh Señor Dios Todopoderoso, verdaderos y justos son tus juicios!

8 Y el cuarto derramó su tazón sobre el sol; y le fué dada, al sol, facultad de quemar a los hombres con fuego. 9 Y ardieron los hombres con grande calor, y blasfemaron el nombre de Dios, el cual tiene el poder sobre estas plagas; y no se arrepintieron para darle gloria.

10 Y el quinto derramó su tazón sobre el trono de la bestia; y quedó su reino entenebrecido; y los hombres roían de dolor sus lenguas, 11 y blasfemaban al Dios del cielo, a causa de los dolores y de las úlceras; y no se arrepintieron de sus obras.

12 Y el sexto derramó su tazón sobre el gran río, el río Eufrates; y secóse su agua, para que fuese preparado el camino de los reyes que vienen del oriente. 13 Y vi salir de la boca del dragón, y de la boca de la bestia, y de la boca del falso profeta, tres espíritus inmundos, como ranas: 14 porque son espíritus de demonios, que obran prodigios; los cuales salen a los reyes de todo el mundo habitado, a juntarlos para la guerra del gran día del Dios Todopoderoso. 15 (He aquí, yo vengo como ladrón. Bienaventurado aquel que vela, y guarda sus vestidos; no sea que ande desnudo, y vean su vergüenza.) 16 Y los juntaron en el lugar que en hebreo se llama Armagedón.

17 Y el séptimo derramó su tazón en el aire; y salió una gran voz del templo, desde el trono, diciendo: ¡Hecho está! 18 Y hubo relámpagos y voces y truenos; y sucedió un gran terremoto, cual nunca lo hubo desde que hubo hombres sobre la tierra, tan grande y fuerte era. 19 Y la gran ciudad fué dividida en tres partes, y las ciudades de las naciones cayeron: y la gran Babilonia vino en memoria delante de Dios, para que se le diese el cáliz del vino de su ira. 20 Y huyó toda isla, y los montes no fueron hallados. 21 Y cayó del cielo sobre los hombres un pedrisco grande; cada piedra como del peso de un talento: y los hombres blasfemaron de Dios, a causa del pedrisco; porque la plaga de él fué sobremanera grande.

Capítulo 17

1 Y VINO uno de los siete ángeles que tenían los siete tazones, y habló conmigo, diciendo: Ven acá; te mostraré el juicio de la gran ramera, que está sentada sobre muchas aguas; 2 con quien han cometido fornicación los reyes de la tierra, y los que habitan en la tierra han sido embriagados con el vino de su fornicación. 3 Y me llevó en el Espíritu a un desierto: y ví a una mujer sentada sobre una bestia de color escarlata, llena de nombres de blasfemia, que tenía siete cabezas y diez cuernos. 4 Y la mujer estaba vestida de púrpura y escarlata, y adornada de oro y piedras preciosas y perlas, teniendo en su mano un cáliz de oro, lleno de abominaciones, es decir, las inmundicias de sus fornicaciones; 5 y en su frente tenía un nombre escrito: MISTERIO: BABILONIA LA GRANDE, MADRE DE LAS RAMERAS Y DE LAS ABOMINACIONES DE LA TIERRA.

6 Y ví a aquella mujer embriagada de la sangre de los santos, y de la sangre de los mártires de Jesús. Y cuando la ví, me maravillé con grande admiración. 7 Y me dijo el ángel: ¿Por qué te maravillas? yo te diré el misterio de la mujer, y de la bestia que la lleva, que tiene las siete cabezas y los diez cuernos. 8 La bestia que viste, ha sido y no es, y está para salir del abismo, e irse a la perdición: Y los que habitan sobre la tierra, cuyos nombres no están escritos en el libro de la vida desde la fundación del mundo, se maravillarán al ver la bestia, como ha sido, y no es, y ha de ser. 9 En esto se ve la mente que tiene sabiduría. Las siete cabezas son siete montes en que la mujer está sentada; 10 y también son siete reyes; cinco de ellos han caído, uno de ellos es, y el otro aun no ha venido; y cuando viniere, es necesario que continúe por un poco de tiempo. 11 Y la bestia que ha sido y no es, ella misma es la octava, y es de las siete, y se va a la perdición. 12 Y los diez cuernos que viste son diez reyes que aun no han recibido reino; mas recibirán autoridad como reyes, con la bestia, por una hora. 13 Éstos tienen un mismo ánimo, y dan su poder y autoridad a la bestia. 14 Éstos harán guerra contra el Cordero; y el Cordero los vencerá, porque él es Señor de los señores, y Rey de los reyes, y los que con él están, son llamados y escogidos y fieles. 15 Y me dijo: Las aguas que viste, endonde la ramera está sentada, son pueblos, y multitudes, y naciones, y lenguas. 16 Y los diez cuernos que viste, y la bestia, éstos aborrecerán a la ramera, y la dejarán desolada y desnuda, y comerán sus carnes, y a ella la quemarán con fuego. 17 Porque Dios ha puesto en sus corazones hacer lo que él se ha propuesto, y que se pongan de acuerdo, y den su reino a la bestia, hasta que se cumplan las palabras de Dios. 18 Y la mujer que tú viste es aquella gran ciudad, la cual tiene el imperio sobre los reyes de la tierra.

Capítulo 18

1 DESPUÉS de estas cosas ví a otro ángel descender del cielo, teniendo grande autoridad; y la tierra fué alumbrada con su gloria. 2 Y clamó con poderosa voz, diciendo: ¡Caída, caída es la gran Babilonia, y ha venido a ser albergue de demonios, y guarida de todo género de espíritu inmundo, y encierro de toda ave inmunda y aborrecible! 3 Porque por el vino de la ira de su fornicación, han caído todas las naciones; y los reyes de la tierra han cometido fornicación con ella, y los comerciantes de la tierra se han enriquecido a causa de la abundancia de su lujo.

4 Y oí otra voz procedente del cielo, que decía: Salid de ella, pueblo mío, para que no participéis en sus pecados, y para que no recibáis de sus plagas; 5 porque sus pecados han alcanzado hasta el cielo, y Dios se ha acordado de sus iniquidades 6 Dadle a ella según ella también os ha dado a vosotros; y pagadle al doble, conforme a sus obras; en el cáliz que ella ha mezclado, mezclad para ella el doble. 7 Cuanto se ha glorificado, y vivido en delicias, tanto dadle de tormento y de llanto; porque ella dice en su corazón: Estoy sentada reina, y no soy viuda, ni nunca veré el duelo.

8 Por tanto, en un mismo día vendrán sus plagas, muerte, y llanto, y hambre; y será abrasada con fuego; porque fuerte es el Señor Dios que la juzga. 9 Y cuando vean el humo de su incendio, llorarán y se plañirán sobre ella los reyes de la tierra, que cometieron fornicación y vivieron en delicias con ella, 10 estando ellos a lo lejos, por temor de su tormento, diciendo: ¡Ay, ay de aquella gran ciudad de Babilonia, de aquella ciudad poderosa; porque en una sola hora ha venido tu juicio! 11 Y los comerciantes de la tierra lloran y se lamentan sobre ella, porque nadie compra ya su mercancía: 12 mercancía de oro y de plata, y de piedras preciosas, y de perlas, y de lino fino blanco, y de púrpura, y de seda, y de escarlata; y toda suerte de madera olorosa, y toda suerte de alhajas de marfil, y toda suerte de alhajas de madera preciosísima, y de bronce, y de hierro, y de mármol: 13 y canela, y especias, e incienso, y ungüento, y olíbano, y vino, y aceite, y flor de harina, y trigo, y bestias de carga, y ovejas; y mercancías de caballos y de carruajes, y de esclavos; y almas de hombres. 14 Y las frutas que codiciaba tu alma se han apartado de ti; y todas las cosas delicadas y espléndidas se han apartado de ti, y no serán halladas más.

15 Los comerciantes de estas cosas, que fueron enriquecidos por medio de ella, estarán allá a lo lejos, por temor de su tormento, llorando y lamentándose, 16 diciendo: ¡Ay, ay de aquella gran ciudad, que iba vestida de lino fino blanco y de púrpura, y de escarlata, y adornada de oro, y de piedras preciosas, y de perlas; 17 porque en una sola hora ha sido reducida a desolación tanta riqueza! Y todo piloto, y todos los que navegan a cualquiera parte, y los marineros, y cuantos ganan la vida en el mar, se pusieron a lo lejos, 18 y daban alaridos, al mirar el humo de su incendio, diciendo: ¿Qué ciudad hubo semejante a aquella gran ciudad? 19 Y arrojaban polvo sobre sus cabezas, y daban alaridos, llorando y lamentándose, diciendo: ¡Ay, ay de aquella gran ciudad, en la cual se enriquecieron todos los que tenían naves en el mar, a causa de sus preciosidades; porque en una sola hora ha sido desolada!

20 ¡Regocíjate sobre ella, oh cielo, y vosotros, los santos y los apóstoles y los profetas; porque Dios ha vengado vuestra causa en ella!

21 Y un ángel poderoso alzó una piedra, como si fuese una gran piedra de molino, y arrojóla en el mar, diciendo: Así con caída espantosa será derribada Babilonia, aquella gran ciudad, y no será hallada más. 22 Y la voz de arpistas, y de músicos, y de tañedores de flautas, y de los que tocan clarines no se oirá más en ti; y ningún maestro de arte alguna se hallará más en ti; y el sonido del molino no se oirá más en ti; 23 y la luz de una lámpara no brillará más en ti; y la voz del esposo y de la novia no se oirá más en ti; porque tus comerciantes eran los príncipes de la tierra; porque con tus hechizos fueron engañadas todas las naciones. 24 Y en ella fué hallada la derramada sangre de profetas, y de santos, y de todos los que han sido degollados en la tierra.

Capítulo 19

1 Y DESPUÉS de esto, oí como si fuese un grande estruendo de una gran multitud en el cielo, que decía: ¡Aleluya! ¡La salvación y la gloria y el poder son de nuestro Dios; 2 porque verdaderos y justos son sus juicios; porque él ha juzgado a la gran ramera, la cual ha corrompido la tierra con su fornicación; y de manos de ella ha tomado venganza de la sangre de sus siervos! 3 Y segunda vez dijeron: ¡Aleluya! Y el humo de ella sube por los siglos de los siglos. 4 Y cayeron los veinticuatro ancianos y los cuatro seres vivientes, y adoraron a Dios, que estaba sentado sobre el trono, diciendo: ¡Amén! ¡Aleluya! 5 Y una voz salió del trono, diciendo: ¡Alabad a nuestro Dios, todos sus siervos, los que le teméis, pequeños y grandes! 6 Y oí como si fuese el estruendo de una gran multitud, y como si fuese el estruendo de muchas aguas, y como si fuese el estruendo de poderosos truenos, que decían: ¡Aleluya; porque reina el Señor Dios Todopoderoso! 7 ¡Regocijémonos, y cantemos con júbilo, y démosle gloria! porque han llegado las bodas del Cordero, y su esposa se ha preparado. 8 Y a ella le fué dado que se vistiese de lino fino blanco, resplandeciente y puro: porque el lino fino blanco es la perfecta justicia de los santos. 9 Y él me dijo: Escribe: iBienaventurados aquellos que han sido llamados a la cena de las bodas del Cordero! Y díjome: Éstas son verdaderas palabras de Dios. 10 Y caí a sus pies para adorarle. Y me dijo: ¡Guárdate de hacerlo! yo soy consiervo tuyo, y de tus hermanos, que mantienen el testimonio de Jesús. ¡Adora a Dios! porque el testimonio de Jesús es el espíritu de profecía.

11 Y ví el cielo abierto; y he aquí un caballo blanco, y aquel que estaba sentado sobre él se llamaba Fiel y Verdadero; y en justicia juzga y hace guerra. 12 Y sus ojos son una llama de fuego, y en su cabeza hay muchas diademas; y tiene un nombre escrito que nadie sabe sino él mismo. 13 Y vestía una ropa rociada de sangre; y su nombre es EL VERBO DE DIOS. 14 Y los ejércitos que están en el cielo le seguían, montados en caballos blancos, y vestidos de lino fino blanco y puro. 15 Y de su boca sale una espada aguda, para herir con ella a las naciones, y las regirá con vara de hierro; y él pisa el lagar de la fiereza de la ira de Dios Todopoderoso. 16 Y en su vestidura y sobre su muslo tiene este nombre escrito: REY DE LOS REYES, Y SEÑOR DE LOS SEÑORES.

17 Y ví a un ángel puesto de pie en el sol, el cual clamó a gran voz, diciendo a todas las aves que vuelan en medio del cielo: ¡Venid, juntaos a la cena del gran Dios; 18 para que comáis carne de reyes, y carne de tribunos, y carne de valientes, y carne de caballos y de los que se sientan sobre ellos, y carne de los de toda clase, así libres como esclavos, así pequeños como grandes!

19 Y ví a la bestia, y a los reyes de la tierra y sus ejércitos, congregados para hacer guerra contra Aquel que estaba sentado sobre el caballo, y contra su ejército. 20 Y fué tomada la bestia, y con ella el falso profeta que había hecho prodigios en su presencia, con los cuales él había engañado a los que recibieron la marca de la bestia, y los que adoraban su imagen. Éstos dos fueron echados vivos en el lago de fuego que arde con azufre. 21 Y los demás fueron muertos con la espada de aquel que estaba sentado sobre el caballo, espada que salía de su boca: y todas las aves se hartaron de las carnes de ellos.

Capítulo 20

1 Y VÍ a un ángel bajar del cielo, teniendo la llave del abismo y una gran cadena en su mano. 2 Y prendió al dragón, aquella serpiente antigua, que es el diablo y Satanás, y le ató por mil años, 3 y le arrojó en el abismo, al cual cerró, sellándolo sobre él, para que no engañase más a las naciones, hasta que fuesen acabados los mil años; después de lo cual es menester que sea soltado por un poco de tiempo.

4 Y ví tronos; y se sentaron sobre ellos; y les fué dada facultad de juicio: y las almas de los que habían sido degollados a causa del testimonio de Jesús, y a causa de la palabra de Dios, y cuantos no habían adorado a la bestia, ni a su imagen, y no habían recibido la marca en sus frentes ni sobre su mano; y vivieron, y reinaron con Cristo mil años. 5 Los demás de los muertos no tornaron a vivir hasta que fuesen acabados los mil años. Ésta es la resurrección primera. 6 ¡Dichoso y santo es el que tiene parte en la resurrección primera! sobre los tales la segunda muerte no tiene poder; sino que serán sacerdotes de Dios y del Cristo, y reinarán con éste mil años.

7 Y cuando fueren acabados los mil años, Satanás será desatado de su prisión, 8 y saldrá para extraviar a las naciones que están en los cuatro ángulos de la tierra, a Gog y Magog, a fin de congregarlos para la guerra; cuyo número es como las arenas del mar. 9 Y subieron sobre la anchura de la tierra, y cercaron el campamento de los santos en derredor, y la ciudad amada: y bajó fuego del cielo, y los devoró. 10 Y el diablo que los había extraviado fué arrojado en el lago de fuego y azufre, endonde están también la bestia y el falso profeta; y serán atormentados día y noche por los siglos de los siglos.

11 Y ví un gran trono blanco, y al que estaba sentado sobre él, de cuya presencia huyó la tierra y el cielo; y no fué hallado lugar para ellos. 12 Y ví a los muertos, pequeños y grandes, estar en pie delante del trono; y abriéronse los libros; abrióse también otro libro, que es el libro de la vida: y los muertos fueron juzgados de acuerdo con las cosas escritas en los libros, según sus obras. 13 Y el mar entregó los muertos que había en él; y la muerte y el sepulcro entregaron los muertos que había en ellos: y fueron juzgados cada uno conforme a sus obras. 14 Y la muerte y el sepulcro fueron arrojados en el lago de fuego. Esta es la muerte segunda. 15 Y cualquiera que no fué hallado escrito en el libro de la vida, fué arrojado en el lago de fuego.

Capítulo 21

1 Y VÍ un cielo nuevo y una tierra nueva; porque el primer cielo y la primera tierra han pasado, y el mar ya no existe. 2 Y ví la santa ciudad, la nueva Jerusalem, descendiendo del cielo, desde Dios, preparada como una novia engalanada para su esposo. 3 Y oí una gran voz procedente del cielo, que decía: ¡He aquí el tabernáculo de Dios está con los hombres, y él habitará con ellos, y ellos serán pueblos suyos, y el mismo Dios con ellos estará, como Dios suyo! 4 Y limpiará toda lágrima de los ojos de ellos; y la muerte no será más; ni habrá más gemido, ni clamor, ni dolor; porque las cosas de antes han pasado ya. 5 Y Aquel que estaba sentado sobre el trono, dijo: ¡He aquí yo hago nuevas todas las cosas! Y dijo: ¡Escríbelo; porque estas palabras son fieles y verdaderas! 6 Y díjome: ¡Hecho está! Yo soy el Alfa y la Omega, el Principio y el Fin. Al que tuviere sed, le daré a beber de la fuente del agua de la vida, de balde. 7 El que venciere heredará todas las cosas; y yo seré su Dios, y el será mi hijo. 8 Mas en cuanto a los cobardes, y los incrédulos, y los abominables, y los homicidas, y los fornicarios, y los hechiceros, y los idólatras, y todos los mentirosos, su parte será en el lago que arde con fuego y azufre: que es la muerte segunda.

9 Y vino uno de los siete ángeles que tenían los siete tazones llenos de las siete postreras plagas; y habló conmigo, diciendo: Ven acá; te mostraré la novia, la esposa del Cordero. 10 Y me llevó en el Espíritu a una montaña grande y alta, y me mostró la santa ciudad de Jerusalem, descendiendo del cielo, desde Dios; 11 la cual tenía la gloria de Dios; y su luz era semejante a una piedra preciosísima, como piedra de jaspe, transparente como el cristal. 12 Tenía un muro grande y alto, y tenía doce puertas, y en las puertas doce ángeles; y había nombres escritos en ellas, que son los nombres de las doce tribus de Israel. 13 De la parte del oriente había tres puertas; de la parte del norte, tres puertas; de la parte del sur, tres puertas; y de la parte del occidente, tres puertas. 14 Y el muro de la ciudad tenía doce cimientos, y en ellos los nombres de los doce apóstoles del Cordero. 15 Y el que hablaba conmigo tenía una vara de oro, para medir la ciudad, y sus puertas, y su muro. 16 Y la ciudad es cuadrada, siendo su longitud igual a su anchura: y midió la ciudad con la vara, doce mil estadios. La longitud y la anchura y la altura son iguales. 17 Y midió el muro de ella, ciento cuarenta y cuatro codos, medida del hombre, es decir, del ángel. 18 Y el material de su muro era de jaspe; y la ciudad era oro puro, semejante a vidrio puro. 19 Los cimientos del muro de la ciudad estaban adornados con toda suerte de piedras preciosas. El primer cimiento era jaspe; el segundo, zafiro; el tercero, calcedonia; el cuarto, esmeralda; 20 el quinto, sardónica; el sexto, sardio; el séptimo, crisólito; el octavo, berilo; el nono, topacio; el décimo, crisoprasa; el undécimo, jacinto; el duodécimo, amatista. 21 Y las doce puertas eran doce perlas; cada puerta distinta era de una sola perla; y la plaza de la ciudad era de oro puro, como el vidrio transparente. 22 Y no ví templo en ella; porque el Señor Dios Todopoderoso, y el Cordero son el templo de ella. 23 Y la ciudad no tiene necesidad del sol ni de la luna, para alumbrar en ella: porque la gloria de Dios la ilumina, y la lumbrera de ella es el Cordero. 24 Y las naciones andarán a la luz de ella; y los reyes de la tierra traen a ella su gloria. 25 Y sus puertas no se cerrarán jamás de día (pues no habrá allí noche); 26 y atraerán a ella la gloria y la honra de las naciones. 27 Y no entrará jamás en ella ninguna cosa inmunda, ni quien haga abominación, o diga mentira; sino solamente aquellos que están escritos en el libro de la vida del Cordero.

Capítulo 22

1 Y ME mostró un río de agua de vida, resplandeciente como el cristal, que salía del trono de Dios y del Cordero, en medio de la plaza de la ciudad. 2 Y de una y de otra parte del río, había el árbol de la vida, que lleva doce géneros de frutos, dando su fruto cada mes; y las hojas del árbol son para la sanidad de las naciones. 3 Y ya no habrá más maldición, sino que el trono de Dios y del Cordero estarán en ella, y sus siervos le servirán. 4 Y verán su rostro, y su nombre estará en sus frentes. 5 Y no habrá ya más noche; y no necesitan luz de lámpara, ni luz del sol; porque el Señor Dios los alumbrará: y reinarán por los siglos de los siglos.

6 Y díjome: Estas palabras son fieles y verdaderas. Y el Señor, el Dios de los espíritus de los profetas, ha enviado su ángel, para mostrar a sus siervos las cosas que pronto han de suceder. 7 He aquí, yo vengo presto. Bienaventurado aquel que guarda las palabras de la profecía de este libro.

8 Y yo Juan soy el que oí y ví estas cosas. Y cuando las hube oído y visto, caí sobre mi rostro, para adorar delante de los pies del ángel que me había mostrado estas cosas. 9 Y él me dijo: ¡Guárdate de hacerlo; yo soy consiervo tuyo, y de tus hermanos los profetas, y de los que guardan las palabras de este libro! ¡Adora a Dios!

10 Y díjome: No selles las palabras de la profecía de este libro; porque el tiempo está cerca. 11 ¡El que es injusto, sea injusto aún; y el que es sucio, sea sucio aún; y el que es justo, sea justo aún; y el que es santo, sea aún santo! 12 He aquí, yo vengo presto, y mi galardón está conmigo, para dar la recompensa a cada uno según sea su obra. 13 Yo soy, el Alpha y la Omega, el Primero y el Último, el Principio y el Fin. 14 Bienaventurados aquellos que lavan sus ropas, para que tengan derecho de llegar al árbol de la vida, y que puedan entrar por las puertas en la ciudad. 15 Excluídos están los perros, y los hechiceros, y los fornicarios, y los homicidas, y los idólatras, y cada uno que ama y obra la mentira.

16 Yo Jesús he enviado mi ángel para dar testimonio de estas cosas a las iglesias. Yo soy la raíz y el vástago de David, la estrella resplandeciente de la mañana.

17 Y el Espíritu y la esposa dicen ¡Ven! y el que oye, diga: ¡Ven! y el que tiene sed, ¡venga! ¡y el que quiera, tome del agua de la vida, de balde!

18 Yo testifico a cada uno que oye las palabras de la profecía de este Libro: ¡Si alguno pusiere adición a ellas, pondrá Dios sobre él las plagas que están escritas en este libro: 19 y si alguno quitare de las palabras de esta profecía, quitará Dios su parte del libro de la vida, y de la ciudad santa, y de las cosas que están escritas en este libro!

20 El que da testimonio de estas cosas dice: Ciertamente yo vengo presto. Amén. ¡Ven, Señor Jesús!

21 La gracia del Señor Jesús sea con todos los santos. Amén.

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