Hechos 4
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El arresto de Pedro y de Juan
Juan 15:20-21; 1 Pedro 3:14-15
1 Mientras hablaban al pueblo, vinieron sobre ellos los sacerdotes, el capitán de la guardia del templo y los saduceos, 2 irritados de que enseñaran al pueblo y anunciaran en nombre de Jesús la resurrección de entre los muertos. 3 Les echaron mano y los pusieron en la prisión hasta el día siguiente, porque era ya tarde. 4 Pero muchos de los que oyeron la palabra, creyeron; y llegó a ser el número de los hombres como 5.000. 5 Al día siguiente se reunieron sus gobernantes, los ancianos y los escribas, en Jerusalén; 6 y estaban el sumo sacerdote Anás, así como Caifás, Juan y Alejandro, y todos los de la familia de los sumos sacerdotes. 7 Poniendo a Pedro y a Juan en medio, les preguntaron: ¿Con qué poder o en nombre de quién hicisteis esto? 8 Entonces Pedro, lleno del Espíritu Santo, les dijo: Gobernantes del pueblo, y ancianos: 9 si nosotros hoy somos interrogados acerca de la buena obra hecha a un hombre enfermo, de qué manera ha sido curado, 10 sea conocido de todos vosotros y de todo el pueblo de Israel que en el nombre de Jesucristo el Nazareno, a quien vosotros habéis crucificado, a quien Dios resucitó de entre los muertos, en su nombre se presenta él ante vosotros sano. 11 Esta es la piedra desechada por vosotros los edificadores, que ha llegado a ser cabeza del ángulo. 12 Y en ningún otro hay salvación; porque no hay otro nombre bajo el cielo, dado entre los hombres, en el que podamos ser salvos. 13 Viendo ellos el denuedo de Pedro y de Juan, y dándose cuenta de que eran hombres sin letras y del vulgo, se maravillaban; y les reconocían que habían estado con Jesús. 14 Y viendo al hombre que había sido sanado de pie en medio de ellos, nada podían decir en contra. 15 Después de que les mandaron salir del Sanedrín, se consultaron, 16 diciendo: ¿Qué haremos con estos hombres? Porque es evidente a todos los que habitan en Jerusalén que un milagro notable ha sido hecho por medio de ellos, y no podemos negarlo. 17 Pero para que no se divulgue más entre el pueblo, amenacémosles para que de aquí en adelante a nadie hablen en este nombre. 18 Y llamándolos, les prohibieron hablar o enseñar en el nombre de Jesús. 19 Pero Pedro y Juan les respondieron: ¡Juzgad vosotros si es justo ante Dios escucharos a vosotros más bien que a Dios! 20 Porque nosotros no podemos dejar de hablar de las cosas que hemos visto y oído. 21 Después de amenazarlos los soltaron, no hallando cómo castigarlos a causa del pueblo; porque todos glorificaban a Dios por lo sucedido; 22 porque tenía más de 40 años el hombre en quien fue hecho este milagro de curación.
La Iglesia bajo el poder del Espíritu Santo
23 Puestos en libertad, volvieron a los suyos y les refirieron todo lo que los jefes de los sacerdotes y los ancianos les habían dicho. 24 Ellos, al oírlo, alzaron unánimes la voz a Dios, diciendo: ¡Soberano! Tú que hiciste el cielo, la tierra, el mar y todo cuanto en ellos hay; 25 que por boca de nuestro padre David, tu siervo, dijiste: «¿Por qué se amotinaron las naciones, y los pueblos meditaron vanos proyectos? 26 Acudieron los reyes de la tierra, y los príncipes unánimes se juntaron contra el Señor° y contra su Cristo;» [Salmo 2:1-2] 27 porque en verdad se juntaron en esta ciudad contra tu santo siervo Jesús, a quien ungiste, Herodes y Poncio Pilato, con los gentiles y el pueblo de Israel, 28 para llevar a cabo cuanto tu mano y tu consejo predestinaron que sucediera. 29 Ahora, Señor, mira sus amenazas; y concede a tus siervos que con todo denuedo anuncien tu palabra, 30 mientras extiendes tu mano para sanar, y para que se realicen señales y prodigios en nombre de tu santo siervo Jesús. 31 Habiendo así suplicado, fue sacudido el lugar donde estaban reunidos, y todos fueron llenos del Espíritu Santo; y hablaron la palabra de Dios con denuedo.
Los creyentes de Jerusalén ponen sus bienes en común
Deuteronomio 23:22-24; 2 Corintios 8:13-15; 1 Juan 3:16-19
32 La multitud de los creyentes era de un corazón y un alma; y ninguno decía ser suyo cosa alguna de lo que poseía; sino que tenían todas las cosas en común. 33 Los apóstoles con gran poder daban testimonio de la resurrección del Señor Jesús; y todos ellos gozaban de una abundante gracia. 34 Porque no había ningún necesitado entre ellos; pues todos los poseedores de campos o de casas los vendían y traían el precio de lo vendido, 35 y lo ponían a los pies de los apóstoles; y se distribuía según la necesidad que tuviera cada uno. 36 Entonces José, por los apóstoles llamado Bernabé (que significa Hijo de consolación), levita, natural de Chipre, 37 quien tenía un campo y lo vendió; y trayendo el dinero, lo puso a los pies de los apóstoles.