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Nuevo Testamento

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Hechos 20

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El Evangelio en Macedonia y en Grecia
Romanos 15:25-27; 1 Corintios 16:1-72 Corintios 7:5

1 Después de que cesó el tumulto, Pablo llamó a los discípulos, y habiéndolos exhortado y abrazado, se puso en camino hacia Macedonia. 2 Habiendo recorrido aquellas regiones, y exhortado a los discípulos efusivamente, llegó a Grecia. 3 Después de pasar tres meses allí, como los judíos habían conspirado contra él para el momento en que se embarcase hacia Siria, tomó la decisión de regresar por Macedonia. 4 Lo acompañaron hasta Asia Sópater de Berea, hijo de Pirro; Aristarco y Segundo, de Tesalónica; Gayo y Timoteo, de Derbe; Tíquico y Trófimo, de Asia. 5 Estos se adelantaron y nos esperaban en Troas.

El Evangelio en Troas

6 Nosotros zarpamos de Filipos después de los días de los ázimos; y pasados cinco días nos reunimos con ellos en Troas, donde permanecimos siete días. 7 El primer día de la semana, como estábamos reunidos para partir el pan, Pablo, que debía marcharse al día siguiente, les predicaba; y alargó su discurso hasta la media noche. 8 Había muchas lámparas en el aposento alto donde estábamos reunidos. 9 Un joven llamado Eutico estaba sentado en la ventana. Rendido por un sueño profundo, pues Pablo disertaba largamente, cayó del tercer piso, vencido por el sueño, y lo recogieron muerto. 10 Entonces Pablo bajó, se inclinó sobre él, lo tomó en sus brazos y dijo: No os aflijáis, porque su vida está en él. 11 Después de subir, partir el pan y comer, habló largamente, hasta el amanecer; y se marchó. 12 Ellos se llevaron al joven vivo y quedaron muy consolados.

El viaje de Troas a Mileto

13 Pero nosotros, adelantándonos con la nave, nos embarcamos para Asón, donde debíamos recoger a Pablo; porque así estaba concertado, ya que él quería ir a pie. 14 Cuando nos encontró en Asón, lo tomamos a bordo y fuimos a Mitilene. 15 Al día siguiente, zarpando desde allí, llegamos frente a Quío; un día después arribamos a Samos; hicimos escala en Trogilio, y al día siguiente llegamos a Mileto.

Pablo y los ancianos de Éfeso
Mateo 7:15-20Tito 1:9-14; 2 Pedro 2:1-3

16 Porque Pablo había decidido navegar sin detenerse en Éfeso, para no perder tiempo en Asia, pues se daba prisa para estar, si le fuese posible, el día de Pentecostés en Jerusalén. 17 Desde Mileto, mandó llamar a los ancianos de la iglesia en Éfeso. 18 Cuando llegaron, les dijo: Bien sabéis cómo me he comportado con vosotros todo el tiempo, desde el primer día que puse los pies en Asia, 19 sirviendo al Señor con toda humildad, lágrimas y pruebas que me sobrevinieron por las intrigas de los judíos; 20 sin ocultar nada de cuanto os fuera provechoso, he predicado y he enseñado públicamente y en cada casa; 21 insistiendo ante judíos y griegos sobre el arrepentimiento para con Dios y la fe en nuestro Señor Jesús. 22 Ahora, atado en mi espíritu, voy a Jerusalén, sin saber las cosas que me han de suceder allí; 23 salvo que el Espíritu Santo testifica en cada ciudad, diciéndome que cadenas y aflicciones me esperan. 24 Pero ningún caso hago de mi vida, ni la tengo por valiosa, con tal de que acabe mi carrera y el servicio que recibí del Señor Jesús: anunciar el evangelio de la gracia de Dios. 25 Ahora sé que ninguno de vosotros todos, entre quienes he pasado predicando el reino de Dios, verá más mi rostro. 26 Por lo cual os testifico, en el día de hoy, que estoy limpio de la sangre de todos; 27 porque sin vacilar os he declarado todo el consejo de Dios. 28 Cuidad por vosotros mismos y por todo el rebaño sobre el que el Espíritu Santo os ha puesto por supervisores, para pastorear la iglesia de Dios, la que adquirió con su propia sangre. 29 Yo sé que después de mi partida entrarán entre vosotros lobos voraces, que no perdonarán el rebaño. 30 Y de entre vosotros mismos se levantarán hombres hablando cosas perversas, con el fin de arrastrar a los discípulos tras de sí. 31 Por tanto, velad, recordando que durante tres años no cesé de amonestar con lágrimas día y noche a cada uno. 32 Ahora os encomiendo a Dios y a la palabra de su gracia, la cual es poderosa para edificaros y daros herencia entre todos los santificados. 33 No he codiciado la plata, ni el oro ni los vestidos de nadie. 34 Vosotros sabéis que mis manos han servido para mis necesidades, y para las de los que conmigo estaban. 35 En todo os mostré que, trabajando así, es necesario socorrer a los débiles, y recordar las palabras del Señor Jesús, que él mismo dijo: Más dichoso es dar que recibir. 36 Habiendo dicho esto, se puso de rodillas y oró con todos ellos. 37 Todos lloraron; y echándose sobre el cuello de Pablo, lo besaban afectuosamente, 38 doloridos sobre todo porque había dicho que no verían más su rostro. Y lo acompañaron hasta el barco.

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