Hechos 17
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El Evangelio en Tesalónica
Filipenses 4:16; 1 Tesalonicenses 1:4 al 2:16; 5:21
1 Después de pasar por Anfípolis y Apolonia, llegaron a Tesalónica, donde había una sinagoga de los judíos; 2 y como era su costumbre, Pablo se juntó a ellos y durante tres sábados discutió con ellos sobre las Escrituras, 3 explicando y demostrando que el Cristo debía sufrir y resucitar de entre los muertos; y que este Jesús, a quien yo os anuncio, es el Cristo. 4 Algunos de ellos fueron convencidos y se unieron a Pablo y a Silas; también una gran multitud de griegos piadosos y no pocas mujeres importantes. 5 Pero los judíos, llenos de envidia, tomaron consigo a unos hombres malvados de los que frecuentaban la plaza, y organizando gran tumulto, alborotaron la ciudad; y asaltando la casa de Jasón, procuraban sacarlos al pueblo. 6 Al no hallarlos, arrastraron a Jasón y a ciertos hermanos a las autoridades de la ciudad, gritando: Estos que han trastornado el mundo habitado, han venido aquí también; 7 y Jasón los ha recibido. ¡Todos ellos en contradicción con los decretos de César dicen que hay otro rey, Jesús! 8 Y alborotaron a la multitud y a las autoridades de la ciudad que oían estas cosas. 9 Obteniendo fianza de Jasón y de los demás, las autoridades los dejaron ir.
El Evangelio en Berea
10 Sin tardanza, de noche, los hermanos enviaron a Pablo y a Silas a Berea; y estos al llegar, entraron en la sinagoga de los judíos. 11 Estos tenían sentimientos más nobles que los de Tesalónica, pues recibieron la palabra muy atentamente, examinando cada día las Escrituras para ver si lo que oían era así. 12 Por lo cual muchos de ellos creyeron; así también honorables mujeres griegas y hombres no pocos. 13 Cuando los judíos de Tesalónica supieron que en Berea también era anunciada la palabra de Dios por Pablo, fueron allí, agitando y perturbando a las multitudes. 14 Inmediatamente los hermanos enviaron a Pablo hacia el mar; pero Silas y Timoteo permanecieron allí.
El Evangelio en Atenas
1 Corintios 1:18-25
15 Los que conducían a Pablo, lo llevaron hasta Atenas; y habiendo recibido instrucciones para Silas y Timoteo, que se reunieran con él lo antes posible, regresaron. 16 Mientras Pablo los esperaba en Atenas, su espíritu se irritaba, al ver la ciudad llena de ídolos. 17 Así que discutía en la sinagoga con los judíos y con los devotos; y en la plaza pública, todos los días, con los que allí se encontraban. 18 También algunos de los filósofos epicúreos y de los estoicos debatían con él. Unos decían: ¿Qué quiere decir este charlatán? Y otros: ¡Parece que es predicador de dioses extraños! (Porque les anunciaba la buena nueva de Jesús y de la resurrección.) 19 Entonces lo condujeron a una reunión al Areópago, diciendo: ¿Podemos saber qué nueva enseñanza es esta de la cual hablas? 20 Porque traes a nuestros oídos cosas extrañas; querríamos saber qué significan estas cosas. 21 (Porque todos los atenienses y los extranjeros residentes, no tenían más ocupación que decir u oír algo nuevo.) 22 Entonces Pablo, puesto en pie en medio del Areópago, dijo: Hombres atenienses, no me cabe duda de que sois muy religiosos. 23 Porque al pasar y observar los objetos de vuestro culto, hallé también un altar en el que estaba inscrito: A un Dios desconocido. ¡Lo que vosotros adoráis, sin conocer, eso os anuncio! 24 El Dios que hizo el mundo y todo cuanto hay en él, siendo Señor del cielo y de la tierra, no habita en templos hechos por mano de hombre; 25 ni es servido por manos humanas, como si necesitara algo, puesto que es él mismo quien da a todos la vida, el aliento y todas las cosas; 26 e hizo de uno todas las naciones de los hombres, para que habitaran sobre toda la faz de la tierra, fijando sus tiempos señalados y los límites de su habitación; 27 para que busquen a Dios, por si pudieran tal vez hallarlo a tientas; aunque no está lejos de cada uno de nosotros; 28 porque en él vivimos, nos movemos y existimos; como algunos de vuestros poetas han dicho: Porque también de él somos linaje. 29 Ya que somos linaje de Dios, no debemos suponer que la divinidad sea semejante al oro, o a la plata, o a la piedra, esculpida por arte e ingenio del hombre. 30 Pues bien, Dios dejó pasar aquellos tiempos de ignorancia, pero ahora ordena a los hombres que todos, en todas partes, se arrepientan; 31 por cuanto fijó un día en el cual juzgará al mundo con justicia, por un Hombre que él ha designado, dando prueba ante todos al resucitarlo de entre los muertos. 32 Pero al oír hablar de resurrección de muertos, unos se reían, y otros decían: Ya nos contarás esto otra vez. 33 Así Pablo salió de su entorno. 34 Pero algunos creyeron y se unieron a él; entre los cuales estaba Dionisio areopagita, así como una mujer llamada Dámaris, y otros con ellos.