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Nuevo Testamento

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Hechos 26

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La defensa de Pablo ante el rey Agripa
Hechos 9:1-30; 22:1-21

1 Agripa dijo a Pablo: Se te permite hablar en tu favor. Entonces Pablo extendió la mano y comenzó su defensa: 2 Me considero feliz, rey Agripa, de poder defenderme ante ti de todas las cosas de que soy acusado por los judíos, 3 ante todo porque conoces todas las costumbres y cuestiones que existen entre los judíos; por lo cual te ruego que me oigas con paciencia. 4 Mi manera de vivir, desde mi juventud, que pasé desde el principio en medio de mi nación, en Jerusalén, la conocen todos los judíos; 5 ellos saben que desde hace tiempo (y pueden dar testimonio) he vivido como fariseo, según la más estricta secta de nuestra religión. 6 Ahora soy juzgado a causa de la esperanza de la promesa dada por Dios a nuestros padres; 7 la cual esperan alcanzar algún día nuestras doce tribus, sirviendo a Dios con celo día y noche; por esta esperanza, oh rey, es por la que me acusan los judíos. 8 ¿Por qué os parece increíble que Dios resucite a los muertos? 9 Yo, en verdad, pensé que debía hacer muchas cosas contra el nombre de Jesús el Nazareno; 10 y lo hice; en Jerusalén; yo mismo encerré en la cárcel a muchos de los santos, habiendo recibido poder de los jefes de los sacerdotes; y cuando los mataban, yo daba mi voto contra ellos. 11 Muchas veces, castigándolos por todas las sinagogas, los forzaba a blasfemar; y lleno de furor contra ellos, los perseguía hasta en las ciudades extranjeras. 12 Para esto mismo iba yo a Damasco, con autoridad y poderes de los jefes de los sacerdotes, 13 cuando al mediodía, ¡oh rey!, yendo por el camino, vi una luz que venía del cielo, más brillante que el sol, su resplandor me rodeó a mí y a los que me acompañaban. 14 Y, después de caer todos al suelo, oí una voz que me decía en lengua hebrea: ¡Saulo, Saulo!, ¿por qué me persigues? ¡Dura cosa te es dar coces contra los aguijones! 15 Yo dije: ¿Quién eres, Señor? Y me contestó: Yo soy Jesús, a quien tú persigues. 16 Pero levántate y quédate de pie; porque para esto te he aparecido, para hacerte ministro mío y testigo de las cosas que has visto, como de aquellas por las que me apareceré a ti, 17 librándote del pueblo y de los gentiles; a quienes yo te envío 18 para abrirles los ojos, para que se conviertan de las tinieblas a la luz, y del poder de Satanás a Dios; para que reciban el perdón de los pecados y herencia entre los que son santificados por la fe en mí. 19 Por lo cual, oh rey Agripa, no fui desobediente a la visión celestial; 20 primero a los habitantes de Damasco y de Jerusalén, y luego a todo el país de Judea y a los gentiles, proclamé que se arrepintiesen y se convirtiesen a Dios, haciendo obras dignas del arrepentimiento. 21 Por esto los judíos me prendieron en el templo y querían matarme. 22 Habiendo recibido la ayuda de Dios, me he mantenido firme hasta hoy, dando testimonio a pequeños y grandes, sin decir otra cosa que lo que los profetas y Moisés dijeron que debía suceder; 23 que Cristo debía padecer, y como el primero en [la] resurrección de entre los muertos, él iba a proclamar luz tanto al pueblo como a los gentiles. 24 Como Pablo decía estas cosas en su defensa, Festo clamó a gran voz: ¡Loco estás, Pablo! Tu mucho saber te ha vuelto loco. 25 Pablo dijo: No estoy loco, excelentísimo Festo; sino que pronuncio palabras de verdad y de cordura. 26 Porque el rey ante quien hablo con franqueza entiende de estas cosas, estoy seguro de que no ignora nada de ello; porque no ha sido hecho a escondidas. 27 Rey Agripa, ¿crees tú a los profetas? Yo sé que crees. 28 [Respondió] Agripa a Pablo: ¡Por poco me persuades a ser cristiano! 29 Pablo [dijo]: Quiera Dios que, por poco o por mucho, no solo tú, sino todos cuantos hoy me oyen, lleguen a ser tales como yo soy, salvo estas cadenas. 30 Se levantó el rey, el gobernador, Berenice y los que con ellos estaban sentados; 31 y cuando se retiraron aparte, hablaban entre sí, diciendo: Este hombre nada ha hecho que sea digno de muerte o de prisión. 32 Agripa dijo a Festo: Este hombre podría haber sido puesto en libertad si no hubiese apelado a César.

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