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Hebreos

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Capítulo 1

1 HABIENDO Dios hablado en el antiguo tiempo a los padres, en diferentes ocasiones, y de diversas maneras, por los profetas, 2 en estos postreros días, nos ha hablado a nosotros por su Hijo; a quien ha constituído heredero de todas las cosas, por medio de quien también hizo el universo. 3 El cual, siendo la refulgencia de su gloria, y la exacta expresión de su sustancia, y sustentando todas las cosas con la palabra de su poder, cuando hubo hecho la purificación de nuestros pecados, sentóse a la diestra de la Majestad en las alturas, 4 habiendo venido a ser tanto mejor que los ángeles, cuanto ha heredado más excelente nombre que ellos. 5 Pues ¿a cuál de los ángeles dijo Dios jamás: Tú eres mi Hijo; yo te he engendrado hoy? y otra vez: ¿Yo seré su Padre, y él será mi Hijo? 6 Y cuando otra vez vuelve a traer el Primogénito al mundo, dice: Y adórenle todos los ángeles de Dios. 7 Y de los ángeles se dice: El que hace a sus mensajeros vientos, y a sus ministros llama de fuego. 8 Del Hijo empero se dice así: ¡Tu trono, oh Dios, es por los siglos de los siglos; y un cetro de rectitud es el cetro de tu reino! 9 Has amado la justicia, y aborrecido la maldad; por tanto, Dios, el Dios tuyo, te ha ungido con unción de alegría sobre tus compañeros. 10 Y también: Tú, Señor, en el principio fundaste la tierra, y los cielos son obra de tus manos: 11 ellos perecerán, mas tú permanecerás; y todos ellos, como una vestidura, se gastarán, 12 y como un manto los envolverás, y serán mudados: tú empero eres el mismo, y tus años nunca se acabarán. 13 Pero ¿a cuál de los ángeles ha dicho él jamás: Siéntate a mi diestra hasta que yo ponga a tus enemigos debajo de tus pies? 14 ¿no son todos ellos espíritus ministradores, enviados para hacer servicio a favor de los que han de heredar la salvación?

Capítulo 2

1 POR lo cual debemos dar más solícita atención a las cosas que hemos oído, no sea que acaso, como vasos rajados, las dejemos escurrir. 2 Porque si la palabra hablada por medio de ángeles quedó firme, y toda transgresión y desobediencia recibió su justa retribución, 3 ¿cómo escaparemos nosotros, si descuidamos una salvación tan grande? la cual, habiendo sido anunciada al principio por el Señor, nos ha sido confirmada por los que le oyeron a él; 4 atestiguando juntamente con ellos Dios, por medio de señales y maravillas, y diversos géneros de milagros, y dones del Espíritu Santo, conforme a su propia voluntad.

5 Porque no ha sujetado él a ángeles el mundo habitado que está por venir, del cual nosotros hablamos. 6 Empero uno en cierto lugar testificó, diciendo: ¿Qué es el mísero hombre, para que tengas memoria de él, y el hijo del hombre, para que le visites? 7 Le hiciste un poco inferior a los ángeles; le coronaste de gloria y honra, y le pusiste sobre las obras de tus manos; 8 todas las cosas has sujetado debajo de sus pies. Porque en sujetar a él todas las cosas, nada dejó que no esté sujeto a él. Ahora empero no vemos todavía todas las cosas sujetas a él: 9 mas vemos a Jesús coronado de gloria y honra, a causa de la pasión de la muerte; es decir, a aquel que por un poco fué hecho inferior a los ángeles, para que por la gracia de Dios gustase la muerte por todos. 10 Pues convenía a aquel para quien son todas las cosas, y por medio de quien son todas las cosas, habiendo de llevar muchos hijos a la gloria, hacer perfecto al autor de su salvación por medio de los padecimientos. 11 Porque tanto el que santifica, como los que son santificados, de una misma naturaleza son; por cuya causa no se avergüenza de llamarlos hermanos; 12 diciendo: Anunciaré tu nombre a mis hermanos, en medio de la iglesia cantaré tu alabanza. 13 Y otra vez dice: Yo pondré mi confianza en él. Y otra vez: Heme aquí a mí, y a los hijos que me ha dado Dios. 14 Así que, por cuanto los hijos participan en común de carne y sangre, él también de la misma manera tomó parte en ellas, para que, por medio de la muerte, destruyese a aquel que tiene el imperio de la muerte, esto es, al diablo, 15 y librase a aquellos que, por temor de la muerte, durante toda su vida están sujetos a servidumbre. 16 Porque ciertamente no echa mano de los ángeles, sino que echa mano de la simiente de Abraham. 17 Por lo cual convenía que en todo fuese semejado a sus hermanos, a fin de que les fuese un sumo sacerdote misericordioso y fiel, en lo perteneciente a Dios, para hacer propiciación por los pecados del pueblo. 18 Pues por lo mismo que él ha padecido, siendo tentado, puede también socorrer a los que son tentados.

Capítulo 3

1 POR lo cual, hermanos santos, participantes de una vocación celestial, considerad al Apóstol y Sumo Sacerdote de nuestra profesión, Jesús; 2 el cual era fiel al que le había constituído, así como lo era Moisés también en toda la casa del Señor. 3 Porque aquél fué reputado digno de tanta mayor gloria que Moisés, cuando tiene mayor honra que la casa el que la edificó: 4 porque toda casa es edificada por algún hombre, mas el que edificó todas las cosas es Dios. 5 Y Moisés en verdad era fiel en toda la casa del Señor, como siervo, para dar testimonio de aquellas cosas que se le habían de anunciar: 6 mas Cristo lo era, como hijo, constituído sobre la casa del Señor; cuya casa somos nosotros, si retenemos firme el denuedo y el regocijo de nuestra esperanza, hasta el fin. 7 Por lo cual, así como dice el Espíritu Santo: Hoy, si oyereis su voz, 8 no endurezcáis vuestros corazones como en la provocación, en el día de la tentación, en el desierto; 9 donde me tentaron vuestros padres, poniéndome a prueba, aunque vieron mis obras cuarenta años. 10 Por lo cual estuve disgustado con aquella generación, y dije: Siempre yerran en su corazón, y no han conocido mis caminos. 11 De manera que juré en mi ira: No entrarán en mi descanso.

12 Mirad pues, hermanos, no sea que acaso haya en alguno de vosotros, un corazón malo de incredulidad, en el apartarse del Dios vivo: 13 sino antes, exhortaos los unos a los otros, día por día, mientras se dice: Hoy; para que no se endurezca ninguno de vosotros por el artificio del pecado; 14 porque hemos venido a ser participantes de Cristo, si retenemos firme el principio de nuestra confianza hasta el fin; 15 en tanto que se dice: Hoy, si oyereis su voz, no endurezcáis vuestros corazones, como en la provocación. 16 Porque ¿quiénes fueron los que, habiendo oído, le provocaron? Antes, ¿no fueron todos los que salieron de Egipto por medio de Moisés? 17 ¿Y con quiénes estuvo disgustado cuarenta años? ¿no fué con los que pecaron, cuyos cadáveres cayeron en el desierto? 18 ¿Y a quiénes juró que no habían de entrar en su descanso, sino a los que rehusaron creer? 19 Vemos pues que no pudieron entrar, a causa de incredulidad.

Capítulo 4

1 TEMAMOS por tanto nosotros, ya que queda aún promesa de entrar en el descanso del Señor, no suceda que cualquiera de vosotros parezca al fin haber sido privado de él. 2 Porque se nos ha predicado a nosotros también la buena nueva, así como a ellos; pero a ellos no les aprovechó la palabra del mensaje, por no ir acompañada de fe en los que la oyeron. 3 Porque nosotros que hemos creído, entramos en el descanso prometido; así como Dios ha dicho: De manera que juré en mi ira: No entrarán en mi descanso; aunque las obras suyas fueron acabadas desde la fundación del mundo. 4 Porque en cierto lugar se dice así, respecto del día séptimo: Y descansó Dios en el séptimo día, de todas sus obras. 5 Y en este lugar dice otra vez: No entrarán en mi descanso. 6 De manera que, por cuanto queda todavía que algunos han de entrar en él, y aquellos a quienes fueron antes predicadas las buenas nuevas no entraron a causa de incredulidad; — 7 otra vez más indica cierto día, hoy, diciendo en David, tanto tiempo después, según queda dicho ya: Hoy, si oyereis su voz, no endurezcáis vuestros corazones; 8 (porque si Josué les hubiera dado el descanso prometido, no estaría hablando, después de esto, de otro día); 9 queda pues aún un descanso para el pueblo de Dios. 10 Porque el que ha entrado en su descanso, ha cesado él mismo también de sus obras, así como Dios cesó de las suyas.

11 Esforcémonos pues para entrar en aquel descanso, no sea que alguno caiga, según el mismo ejemplo de incredulidad. 12 Porque la palabra de Dios es viva, y eficaz, y más aguda que toda espada de dos filos, Y penetra hasta la división entre alma y espíritu, sí, y hasta las coyunturas y los tuétanos, y es hábil en discernir los pensamientos y propósitos del corazón. 13 Y no hay criatura alguna que no esté manifiesta delante de la presencia de él; sino antes, todas las cosas están desnudas y patentes a los ojos de aquel con quien tenemos que ver.

14 Teniendo pues un gran sumo sacerdote, que ha pasado al través de los cielos, Jesús, el Hijo de Dios, retengamos nuestra profesión. 15 Porque no tenemos un sumo sacerdote que sea incapaz de compadecerse de nuestras flaquezas, sino uno que ha sido tentado en todo punto, así como nosotros, mas sin pecado. 16 Lleguémonos pues confiadamente al trono de la gracia, para que alcancemos misericordia y hallemos gracia para ayudarnos en tiempo oportuno.

Capítulo 5

1 PORQUE todo sumo sacerdote, siendo tomado de entre los hombres, es constituído a favor de los hombres, en lo concerniente a Dios, para que ofrezca dones y también sacrificios por el pecado; 2 uno que pueda ser indulgente para con los ignorantes y los errados, puesto que él también está rodeado de flaqueza: 3 y por esta causa, está en la obligación de ofrecer sacrificio por los pecados, no solo a favor del pueblo, sino también a favor de sí mismo. 4 Y nadie toma para sí esta honra, sino cuando haya sido llamado de Dios, así como lo fué Aarón. 5 De manera que ni aun Cristo se glorificó a sí mismo, para hacerse sumo sacerdote, sino antes le glorificó aquel que le dijo: Mi Hijo eres tú, yo te he engendrado hoy. 6 Así como dice también en otro lugar: Tú eres sacerdote para siempre, según el orden de Melquisedec. 7 El cual Jesús, en los días de su carne, ofreció oraciones y también súplicas, con vehemente clamor y lágrimas, a aquel que era poderoso para librarle de la muerte; y fué oído y librado de su temor. 8 Aunque era Hijo, aprendió la obediencia por las cosas que padeció; 9 y habiendo sido hecho perfecto, vino a ser autor de eterna salvación a todos los que le obedecen; 10 habiendo sido nombrado por Dios sumo sacerdote, según el orden de Melquisedec.

11 Respecto de quien tenemos mucho que decir, y difícil de expresarse; por cuanto habéis venido a ser tardos, para oír. 12 Porque debiendo de ser ya maestros de otros, a causa del tiempo que habéis creído, tenéis necesidad que alguien os enseñe otra vez a vosotros cuáles sean los primeros rudimentos de los oráculos de Dios; y habéis venido a ser como los que necesitan de leche, y no de alimento sólido. 13 Pues cada uno que usa de leche, está sin buena experiencia de la palabra de justicia; porque es un niño. 14 Pero el alimento sólido es de los hombres hechos; es decir, de aquéllos que por medio del uso, tienen sus sentidos ejercitados para discernir el bien y el mal.

Capítulo 6

1 POR lo cual, dejando ya los principios elementales de la doctrina de Cristo, pasemos adelante a la perfección de su enseñanza; no echando de nuevo el cimiento de arrepentimiento de obras muertas, y de fe en Dios, 2 de los bautismos, de la enseñanza catequística, y de la imposición de manos, y de la resurrección de los muertos, y del juicio eterno. 3 Y esto haremos, si lo permite Dios. 4 Es preciso avanzar; porque es imposible que los que una vez fueron iluminados, y gustaron del don celestial, y fueron hechos participantes del Espíritu Santo, 5 y gustaron la buena palabra de Dios, y los poderes del siglo venidero, 6 y después han caído en la apostasía, — imposible es renovarlos otra vez para arrepentimiento; habiendo ellos crucificado de nuevo para sí mismos al Hijo de Dios, y habiéndole expuesto a la ignominia pública. 7 Porque un terreno que ha embebido la lluvia que muchas veces viene sobre él, y produce hierbas útiles para aquéllos a causa de quienes es labrado, recibe bendición de Dios: 8 mas si lleva espinos y abrojos, es rechazado, y cerca está de maldición; cuyo fin es el de ser quemado.

9 Empero, amados míos, esperamos con confianza mejores cosas de vuestra parte, y que acompañan a la salvación, aunque hablamos de esta manera: 10 porque no es injusto Dios, para olvidarse de vuestra obra, y del amor que habéis mostrado hacia su nombre, en haber asistido a los santos en sus necesidades, y en asistirlos aún. 11 Y deseamos que cada uno de vosotros manifieste hasta el fin la misma diligencia, para la plena seguridad de vuestra esperanza. 12 que no seáis indolentes, sino imitadores de aquellos que, por medio de la fe y la paciencia, heredan las promesas.

13 Porque cuando Dios hizo promesa a Abraham, puesto que no podía jurar por otro mayor, juró por sí mismo, 14 diciendo: Ciertamente bendiciendo te bendeciré, y multiplicando te multiplicaré. 15 Y así, después de haber esperado Abraham con paciencia, obtuvo la promesa. 16 Porque los hombres juran por el que es mayor que ellos; y el juramento dado para confirmación, es para ellos el término de toda contención. 17 Por lo cual, queriendo Dios mostrar, con mayor abundancia de certidumbre, a los herederos de la promesa la inmutabilidad de su propósito, interpuso sujuramento; 18 para que a causa de dos cosas inmutables, en las que es imposible que Dios mintiese, tengamos un poderoso consuelo los que hemos huído para refugiarnos en él echando mano de la esperanza puesta delante de nosotros; 19 la cual tenemos como ancla del alma, segura y firme, y que penetra hasta a lo que está dentro del velo; 20 adonde, como precursor nuestro, Jesús ha entrado por nosotros, constituído sumo sacerdote para siempre, según el orden de Melquisedec.

Capítulo 7

1 PORQUE este Melquisedec, rey de Salem, sacerdote del Dios Altísimo, el cual encontró a Abraham, al volver éste del destrozo de los reyes, y le bendijo 2 (a quien también Abraham dividió la décima parte de todos los despojos, siendo por interpretación, primero, rey de justicia, y luego también, rey de Salem, que es, rey de paz; 3 sin padre, sin madre, sin genealogía, no teniendo ni principio de días, ni fin de vida, mas hecho semejante al Hijo de Dios), este Melquisedec permanece sacerdote para siempre.

4 Mas considerad cuán grande era éste, a quien el patriarca Abraham dió una décima parte de los despojos. 5 Y en verdad los de los hijos de Leví que han recibido el oficio de sacerdote, tienen mandamiento de tomar diezmos del pueblo, según la ley; esto es, de sus hermanos, aunque éstos también salieron de los lomos de Abraham: 6 pero aquel cuya genealogía no es contada entre ellos, tomó diezmos de Abraham, y bendijo a aquel que tenía las promesas. 7 Mas sin disputa alguna, el menor es bendecido del mayor. 8 Y aquí en verdad reciben diezmos hombres que mueren; mas allí los recibió uno de quien se da testimonio que vive. 9 Y por decirlo así, por medio de Abraham, Leví también, el cual recibe diezmos, los ha pagado; 10 porque estaba todavía en los lomos de su padre, cuando Melquisedec salió a encontrarle.

11 Si pues la perfección de las cosas era por medio del sacerdocio levítico (porque bajo él recibió el pueblo la ley), ¿que más necesidad había de que según el orden de Melquisedec, se levantase otro sacerdote, y uno que no fuese contado según el orden de Aarón? 12 Porque cambiándose el sacerdocio, ha de haber necesariamente cambio de ley. 13 Pues aquel de quien estas cosas se dicen, pertenecía a otra tribu, de la cual ninguno asistía al altar. 14 Porque es evidente que de Judá ha tomado su origen nuestro Señor, tribu de la cual nada dice Moisés respecto de sacerdotes. 15 Y lo que decimos es todavía mucho más evidente, si según el orden de Melquisedec se levanta otro sacerdote, 16 el cual ha sido constituído, no según la ley de un mandamiento carnal, sino conforme al poder de una vida inmortal: 17 pues que de él se da este testimonio: Tú eres sacerdote para siempre según el orden de Melquisedec. 18 Hay por una parte, la abrogación del mandamiento anterior, a causa de su flaqueza e inutilidad 19 (porque la ley no llevaba nada a su perfección), y por otra, hay la introducción de una promesa mejor, por medio de la cual nos acercamos a Dios. 20 Y por cuanto no sin juramento fué hecho sacerdote, 21 (porque aquéllos en verdad han sido constituídos sacerdotes sin juramento, mas éste con juramento, de parte de aquél que dijo de él: Juró el Señor y no se arrepentirá: Tú eres sacerdote para siempre;) 22 por tanto ha sido constituído Jesús fiador de un pacto mejor. 23 Y en verdad, aquéllos han sido muchos sacerdotes, porque a causa de la muerte, no se les ha permitido continuar en el sacerdocio; 24 mas éste, por cuanto continúa para siempre, tiene su sacerdocio intransmisible. 25 Por lo cual también, puede salvar hasta lo sumo a los que se acercan a Dios por medio de él, viviendo siempre para interceder por ellos.

26 Porque tal sumo sacerdote nos convenía: Santo, inocente, inmaculado, apartado de los pecadores, y hecho más excelso que los cielos; 27 el cual no ha menester diariamente, como aquellos sumos sacerdotes, de ofrecer sacrificio, primero por sus propios pecados, y después por los del pueblo; porque esto lo hizo una vez para siempre, cuando se ofreció a sí mismo. 28 Porque la ley constituye sumos sacerdotes a hombres sujetos a enfermedad; pero la palabra del juramento, que es después de la ley, constituye al Hijo, el cual es ya hecho perfecto para siempre.

Capítulo 8

1 LO principal, pues, entre las cosas que decimos es esto: Tenemos un tal sumo sacerdote, que se ha sentado a la diestra del trono de la Majestad en los cielos; 2 ministro del santuario, y del verdadero tabernáculo, que plantó el Señor, y no el hombre. 3 Porque todo sumo sacerdote está constituído para ofrecer dones y también sacrificios; por lo cual es necesario que este Sacerdote también haya tenido algo que ofrecer. 4 Mas si estuviera sobre la tierra, no sería sacerdote en manera alguna, habiendo ya sacerdotes que ofrecen dones según la ley; 5 los cuales sirven lo que es la mera representación y sombra de las cosas celestiales; así como Moisés fué amonestado por Dios cuando iba a construir el Tabernáculo; pues, Mira, le dice, que hagas todas las cosas conforme al diseño que te fué mostrado en el monte. 6 Ahora empero Jesús ha alcanzado un ministerio tanto más excelente, cuanto también es mediador de un pacto mejor, que ha sido establecido sobre la base de mejores promesas.

7 Porque si aquel primer pacto hubiese sido sin imperfección, no se hubiera buscado lugar para otro distinto: 8 lo cual él ha hecho, porque tachando a aquel de imperfección, les dice: He aquí que vienen días, dice el Señor, en que haré con la casa de Israel y con la casa de Judá un pacto nuevo: 9 no según el pacto que hice con sus padres, en el día que los tomé de la mano, para sacarlos de la tierra de Egipto: pues ellos no permanecieron en mi pacto, y yo los traté con desprecio, dice el Señor. 10 Porque este es el pacto que haré con la casa de Israel después de aquellos días, dice el Señor: Pondré mis leyes en su mente, y en su corazón las escribiré; y yo seré su Dios, y ellos serán mi pueblo: 11 y no enseñarán más cada cual a su conciudadano, y cada cual a su hermano, diciendo: Conoce al Señor: porque todos ellos me conocerán, desde el menor hasta el mayor de ellos; 12 porque yo tendré misericordia de sus injusticias, y de sus pecados no me acordaré más. 13 Al decir: Un pacto nuevo, da por anticuado al primero, y lo que se hace anticuado, y va caducando, está próximo a desaparecer.

Capítulo 9

1 Y EN verdad el primer pacto también tenía reglamentos del culto, y su santuario que lo era de este mundo. 2 Porque un tabernáculo fué preparado, el primero, en que estaban el candelabro y la mesa y los panes de la proposición; el cual se llama el Lugar Santo. 3 Y después del segundo velo, el tabernáculo que se llama el Lugar Santísimo: 4 que contenía el incensario de oro y el arca del pacto, cubierta toda en derredor de oro, en la cual estaba el vaso de oro que contenía el maná, y la vara de Aarón que floreció, y las tablas del pacto; 5 Y sobre ella, los querubines de gloria, que hacían sombra al propiciatorio: de las cuales cosas no podemos ahora hablar en particular.

6 Y estando estas cosas dispuestas de esta manera, en el primer tabernáculo entraban los sacerdotes continuamente, en cumplimiento del culto de Dios; 7 mas en el segundo, el sumo sacerdote, él solo, una vez al año; y eso no sin sangre, la cual ofrecía por sí mismo, y por los errores del pueblo: 8 dando a entender el Espíritu Santo, esto: que no se había hecho patente todavía la entrada del verdadero santuario, mientras estuviere aún en pie el primer tabernáculo. 9 Lo cual era una parábola para aquel tiempo entonces presente; conforme a la cual se ofrecían dones y sacrificios que no podían, en lo que toca a la conciencia, perfeccionar al que tributaba el culto, 10 consistiendo solamente (además de viandas, y bebidas y diversos géneros de bautismos) en reglamentos carnales, impuestos hasta el tiempo de reformación.

11 Pero habiendo venido Cristo, sumo sacerdote de los bienes venideros, por medio del mayor y más perfecto tabernáculo, no hecho de manos, es decir, no de esta creación; 12 ni tampoco por medio de la sangre de machos de cabrío y de terneros, sino por la virtud de su propia sangre, entró una vez para siempre en el lugar santo, habiendo ya hallado eterna redención. 13 Porque si la sangre de machos de cabrío y de toros, y la ceniza de la novilla, rociada sobre los que han llegado ser inmundos, los santifica, para purificación de la carne; 14 ¿cuánto más la sangre de Cristo (el cual por medio del Espíritu eterno se ofreció a sí mismo sin mácula a Dios) limpiará vuestra conciencia de las obras muertas, para servir al Dios vivo? 15 Y por esta causa él es el mediador de un pacto nuevo; para que, habiendo habido una muerte, para la redención de las transgresiones que hubo bajo el primer pacto, los que han sido llamados reciban la promesa de la herencia eterna. 16 Porque en donde hay un testamento, ha de intervenir necesariamente la muerte del testador. 17 Pues que el testamento tiene efecto después de muertos los hombres; puesto que no tiene fuerza alguna en tanto que vive el testador. 18 Por lo cual ni aun el primer pacto fué ratificado sin sangre. 19 Porque cuando Moisés hubo proclamado cada mandamiento de la ley, a todo el pueblo, tomando la sangre de los becerros y de los machos de cabrío, con agua y lana escarlata e hisopo, roció al libro mismo así como a todo el pueblo, 20 diciendo: Esta es la sangre del pacto que ha ordenado Dios respecto de vosotros. 21 Asimismo al tabernáculo y a todos los utensilios del culto, los roció de la misma manera con la sangre. 22 Y según la ley, casi todas las cosas son purificadas con sangre; y sin derramamiento de sangre no hay remisión.

23 Fué pues necesario que las representaciones de las cosas celestiales fuesen purificadas con estos sacrificios, pero las mismas cosas celestiales, con mejores sacrificios que éstos. 24 Porque no entró Cristo en un lugar santo hecho de mano, que es una mera representación del verdadero, sino en el cielo mismo, para presentarse ahora delante de Dios por nosotros. 25 Ni tampoco fué necesario que se ofreciera a sí mismo muchas veces, como el sumo sacerdote entra en el Lugar Santo año por año con sangre ajena; 26 de otra suerte le hubiera sido necesario padecer muchas veces desde la fundación del mundo: mas ahora, una sola vez en la consumación de los siglos, él ha sido manifestado para efectuar la destrucción del pecado, por medio del sacrificio de sí mismo. 27 Y por lo mismo que está decretado a los hombres que mueran una sola vez, y después de esto se seguirá el juicio, 28 así también Cristo, habiendo sido ofrecido una sola vez, para llevar los pecados de muchos, la segunda vez, sin pecado, aparecerá para la salvación de los que le esperan.

Capítulo 10

1 PORQUE la ley, teniendo meramente una sombra de los bienes venideros, no la imagen misma de las cosas, por medio de los mismos sacrificios, ofrecidos año por año, nunca puede perfeccionar a los que así se acercan a Dios: 2 pues entonces ¿no hubieran cesado de ofrecerse? puesto que los que tributan el culto, habiendo sido una vez purificados, no hubieran tenido más conciencia del pecado. 3 Pero en aquellos sacrificios hay recordación de los pecados de año en año. 4 Porque es imposible que la sangre de toros y de machos de cabrío quite los pecados. 5 Por lo cual cuando entra en el mundo, dice: Sacrificio y ofrenda, no los quisiste; empero un cuerpo me has preparado: 6 en holocaustos y ofrendas por el pecado no te complaciste: 7 entonces dije: He aquí yo vengo en el rollo del libro está escrito de mí), para hacer, oh Dios, tu voluntad. 8 Al decir más arriba: Sacrificio y ofrendas vegetales, y holocaustos y ofrendas por el pecado, no quisiste ni te complaciste en ellos (cosas que se ofrecen según la ley), 9 luego ha dicho: He aquí yo vengo para hacer, oh Dios, tu voluntad. (quita lo primero, para establecer lo segundo;) 10 en la cual voluntad hemos sido santificados, por medio del ofrecimiento del cuerpo de Jesucristo, hecho una sola vez para siempre.

11 Y todo sacerdote en verdad está ministrando día por día, y ofreciendo muchas veces unos mismos sacrificios, que no pueden nunca quitar los pecados; 12 empero éste, el sacerdote nuestro, cuando hubo ofrecido un solo sacrificio por los pecados para siempre, se sentó a la diestra de Dios, 13 de entonces en adelante esperando, hasta que sus enemigos sean puestos debajo de sus pies: 14 porque con una sola ofrenda ha perfeccionado para siempre a los que son santificados. 15 De lo cual el Espíritu Santo también nos da testimonio; porque después de haber dicho: 16 Éste es el pacto que haré con ellos, después de aquellos días, dice el Señor: Pondré mis leyes en su corazón, y también en su mente las escribiré; 17 luego añade: Y de sus pecados y sus iniquidades no me acordaré más. 18 Y en donde hay remisión de éstos, ya no hay más ofrenda por el pecado.

19 Teniendo pues, hermanos, libertad para entrar en el lugar santísimo, en virtud de la sangre de Jesús, 20 por un camino nuevo y vivo, que él ha abierto para nosotros, a través del velo, es decir, la carne suya, 21 y teniendo un gran sacerdote sobre la familia de Dios, 22 acerquémonos con corazón sincero, en plena certidumbre de fe, teniendo los corazones rociados, para limpiarnos de una mala conciencia, y lavados los cuerpos con agua pura. 23 Mantengamos firme la confesión de nuestra esperanza (porque fiel es el que ha prometido), 24 y considerémonos los unos a los otros, para incitarnos mutuamente al amor y a las buenas obras: 25 no abandonando nuestra congregación, como es la costumbre de algunos, sino exhortándonos mutuamente, y tanto más, cuanto veis que se va acercando el día.

26 Porque si pecamos voluntariamente, después de recibir el conocimiento de la verdad, ya no nos queda sacrificio alguno por los pecados; 27 sino cierta horrenda expectación de juicio, y un ardor de fuego, que devorará a los adversarios. 28 Aquel que ha desechado la ley de Moisés, por el testimonio de dos o tres testigos muere sin misericordia alguna: 29 ¿de cuánto más severo castigo, pensáis, que será tenido por digno aquel que ha hollado bajo sus pies al Hijo de Dios, y ha estimado como inmunda la sangre del pacto con que había sido consagrado al servicio de Dios, y ha hecho ultraje al Espíritu de gracia? 30 Porque sabemos quién es aquel que ha dicho: Mía es la venganza; yo daré la recompensa. Y otra vez dice: Juzgará el Señor a su pueblo. 31 Es cosa espantosa caer en manos del Dios vivo.

32 Mas traed a la memoria los días anteriores, en que, después de haber sido iluminados, soportasteis grande conflicto de padecimientos; 33 de una parte, siendo hechos el hazmerreír de las gentes, a causa de oprobios y también de aflicciones; y en parte, siendo hechos compañeros de aquellos que eran así tratados. 34 Porque no solamente os compadecisteis de los que estaban entre prisiones, sino que aceptasteis gozosamente la rapiña de vuestras posesiones, conociendo que tenéis para vosotros mismos, en el cielo, una posesión más excelente y duradera. 35 No desechéis pues esta vuestra confianza, que tiene una grande remuneración. 36 Porque tenéis necesidad de la paciencia, a fin de que, habiendo hecho la voluntad de Dios, recibáis la promesa. 37 Porque dentro de un brevísimo tiempo, vendrá el que ha de venir, y no tardará. 38 El justo empero vivirá por la fe; y si alguno se retirare, no se complacerá mi alma en él. 39 Nosotros empero no somos de aquellos que se retiran para perdición, sino de los que tienen fe para salvación del alma.

Capítulo 11

1 Y ES la fe la seguridad que se tiene de cosas esperadas, la prueba que hay de cosas que aun no se ven. 2 Lo es, porque en virtud de ella nuestros mayores alcanzaron un buen testimonio. 3 Por fe entendemos que los siglos han sido constituídos por la palabra de Dios, de manera que lo que se ve no fué hecho de cosas que aparecen. 4 Por fe Abel ofreció a Dios más excelente sacrificio que Caín; por medio del cual se le dió testimonio de que era justo, atestiguando Dios respecto de sus dones; y por medio de ella, estando muerto, aún habla.

5 Por fe Enoc fué trasladado para que no viese la muerte; y no fué hallado, porque le había trasladado Dios: porque antes de su traslación, le fué dado testimonio de que agradaba a Dios. 6 Pero sin fe es imposible agradarle; porque es preciso que el que viene a Dios, crea que existe, y que se ha constituído remunerador de los que le buscan.

7 Por fe Noé, habiendo sido amonestado por Dios respecto de cosas que no se veían todavía, movido de reverente temor, preparó un arca para la salvación de su casa; por medio de la cual fe suya, condenó al mundo, y vino ser heredero de la justicia que es conforme a fe.

8 Por fe Abraham, habiendo sido llamado, para que saliera a un lugar que había de recibir como herencia, obedeció; y salió sin saber a dónde iba. 9 Por fe habitó como extranjero en la tierra de la promesa, como en tierra extraña, morando en tiendas con Isaac y Jacob, coherederos de la misma promesa: 10 porque esperaba la ciudad que tiene los cimientos; cuyo arquitecto y hacedor es Dios.

11 Por fe también Sara misma recibió poder de concebir un hijo, cuando ella había ya pasado la edad; puesto que tuvo por fiel a aquel que había hecho la promesa. 12 Por lo cual también nacieron de uno, y ese ya amortecido, descendientes como las estrellas del cielo en multitud, e innumerables como las arenas que están a la orilla de la mar,

13 Conforme a la fe murieron todos éstos, no habiendo recibido aún las promesas; pero las vieron y las saludaron desde lejos, y confesaron que eran extranjeros y transeuntes sobre la tierra. 14 Porque los que tales cosas dicen, manifiestan que están buscando la patria suya. 15 Y en verdad, si se acordaran de aquella de donde salieron, oportunidad tenían para volverse. 16 Ahora empero anhelan otra patria mejor, es decir, la celestial: por le cual Dios no se avergüenza de ellos, para llamarse Dios suyo; porque les tiene preparada una ciudad.

17 Por fe Abraham, cuando fué probado, ofreció en sacrificio a Isaac; es decir, el que había recibido gozosamente las promesas, iba a ofrecer a su hijo unigénito, 18 respecto de quien se le había dicho: En Isaac será llamada tu descendencia; 19 considerando que aun de entre los muertos podía Dios resucitarle: de donde también le volvió a recibir en parábola.

20 Por fe Isaac bendijo a Jacob y a Esaú respecto de cosas venideras.

21 Por fe Jacob, estando para morir, bendijo a cada uno de los hijos de José; y adoró, apoyado sobre la extremidad de su báculo.

22 Por fe José, al morir, hizo mención del éxodo de los hijos de Israel, y dió orden respecto de sus huesos.

23 Por fe Moisés, cuando nació, fué escondido tres meses por sus padres; porque vieron que el niño era hermoso; y no tuvieron temor de la orden del rey.

24 Por fe Moisés, cuando era ya hombre, rehusó ser llamado hijo de la hija de Faraón; 25 escogiendo antes padecer aflicción con el pueblo de Dios, que gozar de las delicias pasajeras del pecado; 26 estimando por mayor riqueza el vituperio de Cristo, que los tesoros de Egipto; porque tenía su mirada puesta en la remuneración. 27 Por fe dejó a Egipto, no temiendo la ira del rey; porque persistía como si viera al que es invisible. 28 Por fe celebró la Pascua, y la aspersión de la sangre, para que el destruidor de los primogénitos no los tocase a ellos. 29 Por fe pasaron por en medio del mar Rojo, como por tierra seca; lo cual probando a hacer los egipcios, fueron anegados.

30 Por fe cayeron los muros de Jericó, después que se hubo dado vuelta alrededor de ellos siete días.

31 Por fe Rahab, la ramera, no pereció con los que rehusaron creer; pues ella acogió a los espías en paz.

32 ¿Y qué más diré? porque me faltará el tiempo para hablar de Gedeón, de Barac, de Samsón, y de Jefté, de David también, y de Samuel, y de los profetas; 33 los cuales por fe sojuzgaron reinos, obraron justicia, obtuvieron promesas, cerraron las bocas de leones, 34 apagaron la violencia del fuego, escaparon del filo de la espada, sacaron fuerzas de flaqueza, se hicieron poderosos en guerra, y pusieron en fuga a ejércitos de gente extranjera. 35 Mujeres hubo que recibieron por resurrección a sus hijos muertos; y otros fueron muertos a palos, no admitiendo la libertad, para alcanzar otra resurrección mejor: 36 y otros tuvieron prueba de escarnios y azotes, y también de prisiones y cárceles: 37 fueron apedreados, fueron aserrados, fueron tentados, fueron muertos a espada; anduvieron de acá para allá, cubiertos de pieles de ovejas y de cabras, destituídos, afligidos, maltratados 38 (de los cuales el mundo no era digno), andando descaminados por los desiertos y por las montañas, y en las cuevas y en las cavernas de la tierra. 39 Y éstos todos, después de habérseles dado buen testimonio a causa de su fe, con todo no recibieron la promesa, 40 habiendo Dios provisto para nosotros alguna cosa mejor; para que ellos no fuesen perfeccionados aparte de nosotros.

Capítulo 12

1 POR lo cual nosotros también, teniendo en derredor nuestro una tan grande nube de testigos, descargándonos de todo peso, y del pecado que estrechamente nos cerca, corramos con paciencia la carrera que ha sido puesta delante de nosotros; 2 mirando a Jesús, autor y consumador de nuestra fe, el cual por el gozo que fué puesto delante de él, soportó la cruz, despreciando la vergüenza, y se ha sentado a la diestra de Dios. 3 Pues considerad a aquel que soportó tal contradicción de los pecadores contra sí mismo, para que no os canséis, desmayando en vuestras almas. 4 No habéis resistido todavía hasta la sangre, combatiendo contra el pecado; 5 y habéis olvidado la exhortación que arguye con vosotros, como con hijos, diciendo: Hijo mío, no tengas en poco la corrección del Señor, ni desfallezcas cuando eres reprendido por él; 6 porque a quien ama el Señor, le castiga y azota a cada uno que recibe por hijo. 7 Si soportáis la corrección, Dios os trata como hijos suyos; pues ¿qué hijo hay a quien su padre no le castigue? 8 Mas si estáis sin la corrección, de la cual han participado todos los hijos suyos, entonces sois bastardos, y no hijos. 9 Además, nosotros hemos tenido nuestros padres naturales, los cuales nos han castigado, y los reverenciábamos: ¿no nos hemos de someter pues con mucha más razón al Padre de los espíritus, y vivir? 10 Porque aquéllos en verdad nos castigaron por unos pocos días, según les parecía; mas éste, para nuestro provecho, para que participemos de su santidad. 11 Ninguna corrección por el presente parece ser motivo de gozo, sino antes, de tristeza; empero más tarde, produce el fruto apacible de justicia para los que son ejercitados por medio de ella.

12 Por lo cual, alzad las manos que están caídas, y fortaleced las rodillas que titubean; 13 y haced sendas derechas para vuestros pies, para que no se descamine lo que es cojo, sino antes, que sea sanado.

14 Seguid la paz para con todos, y la santidad, sin la cual nadie verá al Señor; 15 mirando solícitamente que ninguno quede privado de la gracia de Dios; que no brote ninguna raíz de amargura, y os perturbe; y por medio de ella muchos sean contaminados; 16 que no haya ningún fornicario, u hombre profano, como Esaú, el cual por un solo plato de comida vendió su misma primogenitura: 17 porque sabéis que aun cuando después deseaba heredar la bendición, fué desechado (porque no halló en su padre lugar de arrepentimiento), aunque la buscaba solícitamente, con lágrimas.

18 Porque no os habéis acercado a un monte palpable y que ardía en fuego, y a obscuridad y tinieblas y tempestad, 19 y al sonido de la trompeta, y una voz que hablaba; la cual voz los que la oían, suplicaron que no se les hablara más; 20 (porque no podían sufrir lo que se les mandaba, que: Si aun una bestia tocare al monte, será apedreada; 21 y tan espantoso era aquel expectáculo, que Moisés mismo dijo: ¡Estoy aterrado y temblando!) 22 sino que os habéis acercado al monte de Sión, y a la ciudad del Dios vivo, Jerusalem la celestial, y a las huestes innumerables de ángeles, 23 a la asamblea general e iglesia de los primogénitos que están inscritos en el cielo, y Dios el juez de todos, y a los espíritus de los justos, hechos ya perfectos, 24 y a Jesús, mediador del nuevo pacto, y a la sangre de aspersión, que habla mejores cosas que la de Abel.

25 Mirad que no rehuséis al que habla, porque si no escaparon aquellos, cuando rehusaron al que declaró la voluntad de Dios sobre la tierra, mucho menos nosotros, si apartáremos los oídos de Aquel que nos la declara desde el cielo: 26 la voz del cual entonces sacudió la tierra; mas ahora ha prometido, diciendo: Una sola vez más sacudiré no solamente la tierra, sino el cielo también. 27 Y esta palabra, una sola vez más, declara el propósito de quitar aquellas cosas que son sacudidas, como cosas perecederas, para que permanezcan las que no puedan ser sacudidas. 28 Por lo cual, recibiendo nosotros un reino que no puede ser movido, tengamos gracia, por medio de la cual sirvamos a Dios, de un modo que le sea acepto, con reverencia y temor filial: 29 porque el Dios nuestro es un fuego consumidor.

Capítulo 13

1 PERMANEZCA entre vosotros el amor fraternal. 2 No os olvidéis de la hospitalidad; porque por medio de ella, algunos han hospedado a ángeles, sin saberlo. 3 Acordaos de los presos, como si estuvieseis en prisiones con ellos; y de los que son maltratados por causa de Cristo, como que estáis vosotros también en el cuerpo.

4 Honroso sea el matrimonio entre todos, y sea el lecho conyugal sin mancilla; porque a los fornicarios de una parte, y a los adúlteros de otra, Dios los juzgará. 5 Sea vuestro carácter sin rastro de amor al dinero; estando contentos con lo que tuviereis: porque Él mismo ha dicho: No te dejaré, ni te desampararé. 6 De manera que podemos decir confiadamente: El Señor es mi ayudador; no temeré; ¿qué puede hacerme el hombre?

7 Acordaos de los que en tiempo pasado tenían el gobierno de vosotros, los cuales os hablaron la palabra de Dios: y considerando cuál ha sido el fin de su piadosa manera de vivir, e imitad su fe.

8 Jesucristo es el mismo ayer, y hoy, y para siempre jamás. 9 No seáis llevados pues de acá para allá, con enseñanzas diversas y extrañas; porque bueno es que el corazón sea fortalecido con gracia, no con viandas que nunca aprovecharon a los que se han ocultado en ellas. 10 Nosotros también tenemos un altar, del cual no tienen derecho de comer los que sirven al tabernáculo. 11 Porque los cuerpos de aquellos animales, cuya sangre es presentada por el sumo sacerdote en el santuario, como ofrenda por el pecado, son quemados fuera del campamento. 12 Por lo cual también Jesús, para santificar al pueblo de Dios, con su propia sangre, padeció fuera de la puerta. 13 Salgamos pues a él, fuera del campamento, llevando su vituperio. 14 Porque no tenemos aquí ciudad permanente, pero buscamos con solicitud la que está por venir. 15 Por medio de él, pues, presentemos a Dios de continuo, sacrificio de alabanza, es decir, el fruto de labios que confiesan su nombre. 16 Mas del bien hacer, y de la comunicación de beneficios, no os olvidéis; porque en los tales sacrificios Dios se complace mucho.

17 Obedeced a los que tienen el gobierno de vosotros, y someteos a ellos; porque velan por vuestras almas, como los que han de dar cuenta a Dios; a fin de que lo hagan con gozo, y no con pesadumbre; porque esto os sería desventajoso.

18 Orad por nosotros, porque estamos seguros que tenemos buena conciencia, deseando en todas las cosas vivir honradamente. 19 Pero os ruego con más empeño hacer esto, a fin de que yo os sea restituído más pronto.

20 Y el Dios de paz, el cual, en virtud de la sangre del pacto eterno, volvió a traer de entre los muertos al gran pastor de las ovejas, es decir, a nuestro Señor Jesús, 21 os perfeccione en toda obra buena, para que hagáis su voluntad obrando en vosotros lo que sea acepto delante de él, por medio de Jesucristo a quien sea la gloria por los siglos de los siglos. Amén.

22 Y os exhorto, hermanos, que admitáis la palabra de exhortación; porque os he escrito brevemente. 23 Sabed que nuestro hermano Timoteo ha sido puesto en libertad; con quien, si viniere presto, yo os veré. 24 Saludad a todos los que tienen el gobierno de vosotros, y a todos los santos. Os saludan los de Italia.

25 La gracia sea con todos vosotros. Amén.

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