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Nuevo Testamento

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Juan 5

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El paralítico de Betesda
Juan 7:19-24; 9:1-17

1 Después de esto se celebraba una fiesta de los judíos, y Jesús subió a Jerusalén. 2 Y en Jerusalén, junto a la puerta de las ovejas, hay un estanque, que en hebreo se llama Betesda, el cual tiene cinco pórticos. 3 En estos estaba echada una muchedumbre de enfermos, ciegos, cojos, paralíticos [que esperaban el movimiento del agua. 4 Porque un ángel descendía de vez en cuando al estanque y revolvía el agua; el primero que entraba, después de movida el agua, quedaba sano de cualquier enfermedad que tuviese]*. 5 Había allí cierto hombre que hacía treinta y ocho años que estaba enfermo. 6 Cuando Jesús lo vio tendido y supo que hacía mucho que estaba así, le dijo: ¿Quieres ser sano? 7 El enfermo le respondió: Señor, no tengo quien me meta en el estanque cuando el agua es agitada. Así, mientras yo voy, otro baja antes que yo. 8 Jesús le dijo: Levántate, recoge tu camilla y anda; 9 y al instante quedó sano aquel hombre, y tomando su camilla, echó a andar. Pero era sábado aquel día.

Acusaciones de los judíos y respuestas de Jesús

10 Entonces los judíos dijeron al que había sido sanado: Es sábado y no te es lícito llevar tu camilla. 11 Pero él les respondió: Aquel que me sanó, él mismo me dijo: Recoge tu camilla y anda. 12 Ellos le preguntaron: ¿Quién es ese hombre que te ha dicho: Recoge tu camilla y anda? 13 Pero el que había sido sanado no sabía quién era, pues Jesús se había escabullido porque había mucha gente en aquel lugar. 14 Después Jesús lo halló en el templo y le dijo: He aquí, ya estás sano; no peques más, no sea que te suceda otra cosa peor. 15 El hombre se fue y dijo a los judíos que era Jesús quien le había sanado.

16 Por esta causa los judíos perseguían a Jesús y procuraban matarle, por hacer estas cosas el sábado. 17 Pero Jesús les dijo: Mi Padre trabaja hasta ahora, y yo trabajo. 18 A causa de esto los judíos procuraban con mayor empeño matarle, porque no solamente quebrantaba el sábado, sino que también llamaba a Dios su propio Padre, haciéndose igual a Dios.

La autoridad del Hijo de Dios

19 Jesús, pues, les dijo: En verdad, en verdad os digo: No puede el Hijo hacer nada de sí mismo, sino lo que ve hacer al Padre; porque todo cuanto él hace, lo hace también el Hijo de igual manera. 20 Porque el Padre ama al Hijo y le manifiesta todo lo que él hace, y le manifestará obras mayores que estas, de modo que vosotros os maravilléis. 21 Pues como el Padre levanta a los muertos y les da vida, así también el Hijo da vida a los que quiere. 22 Porque el Padre no juzga a ninguno, pero todo el juicio lo ha encomendado al Hijo; 23 para que todos honren al Hijo de la misma manera que honran al Padre. El que no honra al Hijo, no honra al Padre que le envió. 24 En verdad, en verdad os digo, que quien oye mi palabra, y cree a aquel que me envió, tiene vida eterna, y no entra en condenación, sino que ha pasado ya de muerte a vida.

25 En verdad, en verdad os digo, que viene la hora, y ahora es, en que los muertos oirán la voz del Hijo de Dios, y los que oyen vivirán. 26 Pues como el Padre tiene vida en sí mismo, así también ha dado al Hijo que tenga vida en sí mismo; 27 y le ha dado potestad de ejecutar juicio, por cuanto es el Hijo del hombre. 28 No os maravilléis de esto; porque viene la hora en que todos los que están en los sepulcros oirán su voz, 29 y saldrán; los que hicieron bien, para resurrección de vida, y los que hicieron mal, para resurrección de condenación.

30 De mí mismo no puedo hacer nada; según oigo, juzgo; y mi juicio es justo; porque no procuro mi propia voluntad, sino la voluntad del que me envió. 31 Si yo solo doy testimonio de mí mismo, mi testimonio no es verdadero. 32 Otro es el que da testimonio de mí; y yo sé que el testimonio que él da de mí es verdadero. 33 Vosotros enviasteis a Juan, y él ha dado testimonio a la verdad. 34 Yo no recibo testimonio de hombre alguno; pero digo estas cosas para que vosotros seáis salvos. 35 Él era una antorcha que ardía y resplandecía, y vosotros quisisteis alegraros por algún tiempo en su luz. 36 Pero el testimonio que yo tengo es mayor que el de Juan, porque las obras que el Padre me ha dado para que cumpla, las mismas obras que hago, dan testimonio de mí, que el Padre me ha enviado. 37 El Padre que me envió, él mismo ha dado testimonio de mí. Vosotros nunca habéis oído su voz ni habéis visto su apariencia. 38 Y no tenéis su palabra morando en vosotros, pues no creéis a quien él envió.

39 Vosotros escudriñáis las Escrituras, porque pensáis que en ellas tenéis vida eterna; y ellas son las que dan testimonio de mí; 40 y no queréis venir a mí para que tengáis vida. 41 Gloria por parte de los hombres no recibo. 42 Pero yo os conozco, y sé que no tenéis el amor de Dios en vosotros. 43 Yo he venido en el nombre de mi Padre, y no me recibís; si otro viene en su propio nombre, a este sí recibiréis. 44 ¿Cómo podéis creer, vosotros que recibís gloria los unos de los otros, y no buscáis la gloria que viene solo de Dios? 45 No penséis que yo os acusaré ante el Padre; vuestro acusador es Moisés, aquel en quien tenéis puesta vuestra esperanza. 46 Pues si creyeseis a Moisés, me creeríais a mí; porque de mí escribió él. 47 Pero si no creéis a sus escritos, ¿cómo creeréis mis palabras?

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