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Nuevo Testamento

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Juan

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Capítulo 1

La Palabra, gracia y verdad
(El Verbo)

1 En el principio era el Verbo, y el Verbo estaba con Dios, y el Verbo era Dios. 2 Él estaba en el principio con Dios. 3 Todas las cosas fueron hechas por él, y sin él nada de lo creado fue hecho. 4 En él había vida; y la vida era la luz de los hombres. 5 La luz resplandece en medio de las tinieblas, y las tinieblas no la apagaron.

6 Hubo un hombre enviado de Dios cuyo nombre era Juan. 7 Este vino como testigo para [dar] testimonio de la luz, para que todos creyesen por medio de él. 8 No era él la luz; él vino para dar testimonio de la luz; 9 la verdadera luz es la que, viniendo al mundo, alumbra a todo hombre. 10 En el mundo estaba, y el mundo fue hecho por él y el mundo no lo conoció. 11 Vino a lo suyo y los suyos no lo recibieron. 12 Sin embargo, a todos cuantos lo recibieron [es decir], a los que creen en su nombre, les ha dado potestad de ser hechos hijos de Dios; 13 los cuales no fueron engendrados de sangre, ni de la voluntad de la carne, ni de la voluntad del hombre, sino de Dios.

14 El Verbo se hizo carne y habitó entre nosotros (y vimos su gloria, gloria como del [Hijo] único del Padre), lleno de gracia y de verdad.

15 Juan dio testimonio de él y clamó diciendo: Este es aquel de quien yo decía: El que viene después de mí me ha precedido; porque era antes que yo. 16 Y de su plenitud nosotros todos hemos recibido, y gracia sobre gracia.

17 Porque la ley fue dada por Moisés, pero la gracia y la verdad vinieron por medio de Jesucristo.

18 Nadie ha visto jamás a Dios: el Hijo único, que está en el seno del Padre, él lo ha dado a conocer.

El testimonio de Juan el Bautista
Mateo 3:1-12; Marcos 1:1-8; Lucas 3:15-18; Juan 5:33-36

19 Este es el testimonio de Juan cuando los judíos le enviaron desde Jerusalén sacerdotes y levitas, para preguntarle: ¿Quién eres tú? 20 Él reconoció, no negó, sino reconoció: Yo no soy el Cristo. 21 Le preguntaron: ¿Qué pues? ¿Eres tú Elías? Y dijo: No soy. ¿Eres tú el Profeta? Y respondió: No. 22 Le dijeron entonces: ¿Quién eres? Para que demos una respuesta a los que nos enviaron. ¿Qué dices de ti mismo? 23 Yo soy, dijo él, la voz de uno que clama en el desierto: ¡Enderezad el camino del Señor°!, según dijo el profeta Isaías. 24 Ellos habían sido enviados por parte de los fariseos. 25 Le preguntaron: ¿Por qué bautizas si no eres el Cristo ni Elías ni el Profeta? 26 Juan les respondió: Yo bautizo con agua; pero en medio de vosotros está uno a quien no conocéis, 27 el mismo que viene después de mí, a quien yo no soy digno de desatar la correa de su sandalia. 28 Estas cosas acontecieron en Betania, más allá del Jordán, donde Juan estaba bautizando.

29 Al día siguiente, Juan vio a Jesús que venía hacia él, y dijo: He aquí el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo. 30 Este es aquel de quien yo decía: Después de mí viene un Varón que me precedía porque era antes que yo. 31 Yo no le conocía, pero para que él fuese manifestado a Israel, vine bautizando con agua. 32 Juan dio testimonio, diciendo: Yo vi al Espíritu que descendió como una paloma desde el cielo y permaneció sobre él. 33 Yo no le conocía, pero el que me envió a bautizar con agua, ese me dijo: Aquel sobre quien veas al Espíritu descender y permanecer sobre él, ese es el que bautiza con el Espíritu Santo. 34 Y yo lo he visto y he dado testimonio que este es el Hijo de Dios.

Los primeros discípulos
Mateo 4:18-22

35 Al día siguiente, Juan se encontraba allí con dos de sus discípulos; 36 y mirando a Jesús que pasaba, dijo: He aquí el Cordero de Dios. 37 Los dos discípulos oyeron lo que dijo y siguieron a Jesús. 38 Entonces Jesús se volvió y, viendo que le seguían, les dijo: ¿Qué buscáis? Ellos le dijeron: Rabí (que traducido es Maestro), ¿dónde moras? 39 Él les dijo: Venid y veréis. Fueron, pues, y vieron donde moraba, y se quedaron con él aquel día: era como la hora décima. 40 Andrés, hermano de Simón Pedro, era uno de los que oyeron hablar a Juan y habían seguido a Jesús. 41 Él halló primero a su hermano Simón y le dijo: Hemos hallado al Mesías (que traducido es el Cristo), 42 y lo llevó a Jesús. Jesús le miró, y dijo: Tú eres Simón, hijo de Jonás; te llamarás Cefas (que se traduce por Pedro).

43 Al día siguiente Jesús quiso partir para Galilea, y encontrando a Felipe, le dijo: Sígueme. 44 Felipe era de Betsaida, ciudad de Andrés y de Pedro. 45 Felipe halló a Natanael y le dijo: Hemos hallado a aquel de quien escribió Moisés en la ley y los Profetas, a Jesús de Nazaret, hijo de José. 46 Natanael le dijo: ¿De Nazaret puede salir algo bueno? Felipe le contestó: Ven a ver. 47 Jesús vio a Natanael que venía hacia él, y dijo de él: He aquí un verdadero israelita, en quien no hay engaño. 48 Natanael le dijo: ¿De dónde me conoces? Jesús respondió: Antes que Felipe te llamara, cuando estabas debajo de la higuera, te vi. 49 Natanael le respondió: ¡Rabí, tú eres el Hijo de Dios; tú eres el rey de Israel! 50 Jesús respondió: ¿Porque te dije: Te vi debajo de la higuera, crees tú? Cosas mayores que estas verás. 51 Y le dijo: En verdad, en verdad os digo, que en adelante veréis abierto el cielo y a los ángeles de Dios subiendo y bajando sobre el Hijo del hombre.

Capítulo 2

La boda de Caná

1 Al tercer día se celebró una boda en Caná de Galilea. La madre de Jesús estaba allí, 2 y Jesús también fue convidado con sus discípulos. 3 Y faltando el vino, la madre de Jesús le dijo: No tienen vino. 4 Jesús le contestó: Mujer ¿qué tiene que ver eso conmigo o contigo? No ha llegado todavía mi hora. 5 Su madre dijo a los sirvientes: Todo lo que os diga, hacedlo. 6 Había seis tinajas de piedra puestas allí, conforme al [rito de] las purificaciones de los judíos, en cada una de las cuales cabían entre dos y tres medidas. 7 Jesús dijo a los sirvientes: Llenad las tinajas de agua. Y las llenaron hasta el borde. 8 Entonces les dijo: Sacad ahora, y llevadlo al maestresala. Se lo llevaron. 9 Cuando el maestresala probó el agua convertida en vino, sin saber de dónde era (aunque lo sabían los sirvientes que habían sacado el agua), llamó al esposo 10 y le dijo: Todo hombre sirve al principio el vino bueno, y cuando los convidados han bebido mucho, entonces sirve el que es de menor calidad; pero tú has guardado el buen vino hasta ahora. 11 Este principio de sus milagros hizo Jesús en Caná de Galilea y manifestó su gloria; y los discípulos creyeron en él.

12 Después de esto bajó a Capernaum, él, su madre, sus hermanos y sus discípulos, y se quedaron allí unos días.

Los vendedores expulsados del templo
Mateo 12:38-40; Marcos 11:15-18; Lucas 19:45-46

13 Estaba cerca la Pascua, fiesta de los judíos, y Jesús subió a Jerusalén. 14 Y halló en el templo a los que vendían bueyes, ovejas y palomas, y a los cambistas sentados allí. 15 Haciendo entonces un azote de cuerdas, los echó a todos del templo con sus ovejas y bueyes; y arrojó al suelo el dinero de los cambistas, y volcó sus mesas. 16 A los que vendían palomas les dijo: Quitad estas cosas de aquí; no hagáis de la casa de mi Padre una casa de comercio. 17 Sus discípulos se acordaron de que estaba escrito: «El celo de tu casa me consume.» [Salmo 69:9] 18 Por tanto los judíos respondieron y le dijeron: ¿Qué señal nos muestras, ya que haces estas cosas? 19 Jesús respondió: Destruid este templo, y yo en tres días lo levantaré. 20 Dijeron entonces los judíos: Tardaron cuarenta y seis años en edificar este templo ¿y tú en tres días lo levantarás? 21 Pero él hablaba del templo de su cuerpo. 22 Cuando, pues, hubo resucitado de entre los muertos, sus discípulos se acordaron de que había dicho esto; y creyeron la Escritura y la palabra que Jesús había dicho.

23 Estando Jesús en Jerusalén, durante la fiesta de la Pascua, muchos creyeron en su nombre, viendo los milagros que hacía. 24 Pero él no se fiaba de ellos, porque conocía a todos 25 y no necesitaba que nadie le diera testimonio acerca del hombre; porque él mismo sabía lo que había en el hombre.

Capítulo 3

Nicodemo visita a Jesús
Mateo 18:3; Juan 1:12-13; 1 Pedro 1:3, 23

1 Había entre los fariseos un hombre llamado Nicodemo, principal de los judíos. 2 Este vino a Jesús de noche, y le dijo: Rabí, sabemos que eres un maestro venido de Dios, porque nadie puede hacer los milagros que tú haces, a menos que Dios esté con él. 3 Jesús le contestó: En verdad, en verdad te digo: A menos que el hombre nazca de nuevo no puede ver el reino de Dios. 4 Nicodemo le dijo: ¿Cómo puede un hombre nacer siendo viejo? ¿Podrá acaso entrar por segunda vez en el seno de su madre, y nacer? 5 Jesús respondió: En verdad, en verdad te digo, a menos que el hombre nazca de agua y del Espíritu no puede entrar en el reino de Dios. 6 Lo que es nacido de la carne, carne es, y lo que es nacido del Espíritu, espíritu es. 7 No te maravilles de que te dije: Os es necesario nacer de arriba. 8 El viento sopla de donde quiere y oyes su sonido, pero no sabes de dónde viene, ni a dónde va; así es todo aquel que es nacido del Espíritu.

9 Nicodemo le preguntó: ¿Cómo puede ser esto? 10 Jesús le respondió: ¿Tú eres un maestro de Israel y no entiendes esto? 11 En verdad, en verdad te digo, que hablamos de lo que sabemos, y testificamos de lo que hemos visto, y no recibís nuestro testimonio. 12 Si os he dicho cosas de la tierra y no creéis, ¿cómo creeréis si os digo cosas del cielo? 13 Nadie ha subido al cielo, sino aquel que descendió del cielo; es decir, el Hijo del hombre que está en el cielo. 14 Y como Moisés levantó la serpiente en el desierto, asimismo es necesario que el Hijo del hombre sea levantado; 15 para que todo aquel que cree en él tenga vida eterna.

16 Porque Dios amó tanto al mundo, que dio a su Hijo único para que todo aquel que cree en él, no perezca, sino que tenga vida eterna. 17 Porque Dios no envió a su Hijo al mundo para condenar al mundo, sino para que el mundo sea salvo por él. 18 Quien cree en él no es condenado; pero el que no cree, ya ha sido condenado por no haber creído en el nombre del Hijo único de Dios. 19 Y esta es la condenación, que la luz vino al mundo, y los hombres amaron más las tinieblas que la luz, porque sus obras eran malas. 20 Porque todo aquel que hace el mal, odia la luz, y no viene a la luz, para que sus obras no sean reprendidas. 21 Pero, el que practica la verdad viene a la luz, para que sus obras sean puestas de manifiesto, porque han sido hechas en Dios.

El último testimonio de Juan el Bautista

22 Después de esto Jesús fue con sus discípulos a la tierra de Judea; allí pasó algún tiempo con ellos, y bautizaba. 23 Juan también estaba bautizando en Enón, junto a Salim, porque allí había abundancia de aguas; y venían las gentes y eran bautizadas; 24 porque todavía Juan no había sido puesto en la cárcel. 25 Se entabló entonces una discusión entre los discípulos de Juan y un judío acerca de la purificación; 26 y vinieron a Juan y le dijeron: Rabí, el que estaba contigo más allá del Jordán, de quien tú has dado testimonio, he aquí que él bautiza, y todos van a él. 27 Respondió Juan: No puede el hombre recibir nada si no le es dado del cielo. 28 Vosotros mismos me sois testigos de que dije: No soy yo el Cristo; sino que he sido enviado delante de él. 29 El que tiene la esposa es el esposo, pero el amigo del esposo que lo asiste y lo oye se alegra mucho a la voz del esposo. Mi gozo, pues, es completo. 30 Él debe crecer, y yo debo menguar. 31 El que viene de arriba está por encima de todos; el que procede de la tierra, de la tierra es y de la tierra habla. El que del cielo viene, sobre todos está. 32 Lo que ha visto y oído, de eso da testimonio; y nadie recibe su testimonio. 33 Aquel que ha recibido su testimonio ha puesto su sello a esto, que Dios es veraz. 34 Pues aquel a quien Dios ha enviado, habla las palabras de Dios, porque Dios no le limita el Espíritu. 35 El Padre ama al Hijo y ha puesto todas las cosas en su mano. 36 El que cree en el Hijo tiene vida eterna; pero el que no obedece al Hijo, no verá la vida, sino que la ira de Dios permanece sobre él.

Capítulo 4

La mujer samaritana

1 Cuando, pues, el Señor supo que los fariseos habían oído decir que Jesús iba haciendo y bautizando más discípulos que Juan 2 (aunque Jesús mismo no bautizaba, sino sus discípulos), 3 se marchó de Judea y volvió otra vez a Galilea. 4 Y le era necesario pasar por Samaria.

5 Llegó a una ciudad de Samaria llamada Sicar, cerca del campo que dio Jacob a su hijo José; 6 y el pozo de Jacob estaba allí. Jesús, cansado del camino, se sentó junto al pozo. Era como la hora sexta.

7 Vino una mujer de Samaria a sacar agua, y Jesús le dijo: Dame de beber; 8 (porque sus discípulos se habían ido a la ciudad a comprar de comer). 9 La mujer samaritana le contestó: ¿Cómo es que tú, siendo judío, me pides de beber a mí, que soy mujer samaritana? (Porque los judíos no se tratan con los samaritanos). 10 Jesús le respondió: Si conocieras el don de Dios, y quién es el que te dice: Dame de beber; tú le habrías pedido a él, y él te hubiera dado agua viva. 11 Le dijo la mujer: Señor, no tienes con qué sacarla, y el pozo es hondo, ¿de dónde, pues, tienes esa agua viva? 12 ¿Acaso tú eres mayor que nuestro padre Jacob, que nos dio este pozo del cual bebió él, sus hijos y sus ganados? 13 Respondió Jesús: Todo aquel que bebe de esta agua tendrá sed otra vez; 14 pero el que beba del agua que yo le daré, nunca más tendrá sed; sino que el agua que yo le daré será en él una fuente de agua que brota para vida eterna. 15 La mujer le dijo: Señor, dame a mí esta agua, para que yo no tenga sed ni venga hasta aquí a sacarla. 16 Jesús le dijo: Anda, llama a tu marido, y ven acá.

17 Respondió la mujer: No tengo marido. Jesús le dijo: Bien has dicho: No tengo marido; 18 porque cinco maridos has tenido, y el que ahora tienes no es tu marido; esto has dicho con verdad. 19 Le dijo la mujer: Señor, percibo que eres profeta. 20 Nuestros padres adoraron en este monte, y vosotros decís que en Jerusalén está el lugar en donde se debe adorar. 21 Jesús le dijo: Mujer, créeme que viene la hora cuando ni en este monte ni en Jerusalén adoraréis al Padre. 22 Vosotros adoráis lo que no conocéis; nosotros adoramos lo que conocemos; porque la salvación es de los judíos. 23 Pero la hora viene, y ahora es, cuando los verdaderos adoradores adorarán al Padre en espíritu y en verdad; porque también el Padre busca a los tales para que le adoren a él. 24 Dios es espíritu; y los que le adoran, deben adorarle en espíritu y en verdad. 25 Le dijo la mujer: Yo sé que el Mesías viene (el cual se llama el Cristo); cuando él venga nos lo declarará todo. 26 Jesús le dijo: Ese soy yo, el que hablo contigo. 27 En esto vinieron sus discípulos y quedaron admirados de que estuviese hablando con una mujer, pero nadie le preguntó a ella: ¿Qué buscas?, ni a él: ¿Por qué hablas con ella?

28 Entonces la mujer dejó su cántaro y se fue a la ciudad, y dijo a los hombres: 29 Venid a ver a un hombre que me ha dicho todo cuanto he hecho. ¿Será acaso este el Cristo? 30 Entonces salieron de la ciudad y vinieron a él.

31 Entretanto le rogaban los discípulos, diciendo: Rabí, come. 32 Pero él les dijo: Yo tengo para comer un alimento que vosotros no sabéis. 33 Por tanto, los discípulos decían entre sí: ¿Acaso alguien le ha traído de comer? 34 Jesús les dijo: Mi comida es hacer la voluntad de aquel que me envió, y acabar su obra. 35 ¿No decís vosotros que quedan todavía cuatro meses, y entonces viene la siega? He aquí, os digo: Alzad vuestros ojos y mirad los campos, que ya están blancos para la siega. 36 El que siega recibe jornal y recoge fruto para vida eterna; para que el que siega y el que siembra se regocijen juntos. 37 Porque en esto el refrán es verdadero: Uno es el que siembra y otro el que siega. 38 Yo os he enviado a segar lo que no labrasteis. Otros hicieron la labranza, y vosotros habéis entrado en sus labores.

39 De aquella ciudad muchos de los samaritanos creyeron en él por la palabra de la mujer, la cual daba testimonio, diciendo: Me ha dicho todo cuanto he hecho. 40 Así que cuando los samaritanos vinieron a él, le rogaron que se quedase con ellos; y, en efecto, se quedó allí dos días. 41 Muchos más creyeron a causa de la palabra de él, 42 y decían a la mujer: Ya no creemos solo por tu palabra; porque nosotros mismos le hemos oído y sabemos que este es verdaderamente el Cristo, el Salvador del mundo.

Jesús sana al hijo de un cortesano
Lucas 7:1-10

43 Pasados los dos días partió de allí para Galilea. 44 Porque Jesús mismo dio testimonio que el profeta no tiene honra en su propia patria. 45 Cuando vino a Galilea, los galileos le recibieron, habiendo visto todo lo que hizo en Jerusalén durante la fiesta; porque ellos también habían ido a la fiesta.

46 Jesús vino otra vez a Caná de Galilea donde había convertido el agua en vino. Allí había cierto cortesano cuyo hijo estaba enfermo en Capernaum. 47 Cuando este oyó decir que Jesús había venido de Judea a Galilea, fue a él y le rogó que bajara a Capernaum y sanara a su hijo, porque se estaba muriendo. 48 Jesús entonces le dijo: Si no veis señales y maravillas, no creéis. 49 Le dijo el cortesano: Señor, baja antes que mi hijo muera 50 Jesús le dijo: Vete; tu hijo vive. El hombre creyó la palabra que Jesús le dijo, y se fue. 51 Y mientras iba bajando, sus siervos le encontraron y le avisaron diciendo: ¡Tu hijo vive! 52 Les preguntó entonces la hora en que tuvo mejoría, y le dijeron: Ayer, a la séptima hora, le dejó la fiebre. 53 Y se acordó el padre que fue en la hora misma que le dijo Jesús: Tu hijo vive; y creyó él y toda su casa. 54 Este fue el segundo milagro que Jesús hizo cuando salió otra vez de Judea para Galilea.

Capítulo 5

El paralítico de Betesda
Juan 7:19-24; 9:1-17

1 Después de esto se celebraba una fiesta de los judíos, y Jesús subió a Jerusalén. 2 Y en Jerusalén, junto a la puerta de las ovejas, hay un estanque, que en hebreo se llama Betesda, el cual tiene cinco pórticos. 3 En estos estaba echada una muchedumbre de enfermos, ciegos, cojos, paralíticos [que esperaban el movimiento del agua. 4 Porque un ángel descendía de vez en cuando al estanque y revolvía el agua; el primero que entraba, después de movida el agua, quedaba sano de cualquier enfermedad que tuviese]. 5 Había allí cierto hombre que hacía treinta y ocho años que estaba enfermo. 6 Cuando Jesús lo vio tendido y supo que hacía mucho que estaba así, le dijo: ¿Quieres ser sano? 7 El enfermo le respondió: Señor, no tengo quien me meta en el estanque cuando el agua es agitada. Así, mientras yo voy, otro baja antes que yo. 8 Jesús le dijo: Levántate, recoge tu camilla y anda; 9 y al instante quedó sano aquel hombre, y tomando su camilla, echó a andar. Pero era sábado aquel día.

Acusaciones de los judíos y respuestas de Jesús

10 Entonces los judíos dijeron al que había sido sanado: Es sábado y no te es lícito llevar tu camilla. 11 Pero él les respondió: Aquel que me sanó, él mismo me dijo: Recoge tu camilla y anda. 12 Ellos le preguntaron: ¿Quién es ese hombre que te ha dicho: Recoge tu camilla y anda? 13 Pero el que había sido sanado no sabía quién era, pues Jesús se había escabullido porque había mucha gente en aquel lugar. 14 Después Jesús lo halló en el templo y le dijo: He aquí, ya estás sano; no peques más, no sea que te suceda otra cosa peor. 15 El hombre se fue y dijo a los judíos que era Jesús quien le había sanado.

16 Por esta causa los judíos perseguían a Jesús [y procuraban matarle], por hacer estas cosas el sábado. 17 Pero Jesús les dijo: Mi Padre trabaja hasta ahora, y yo trabajo. 18 A causa de esto los judíos procuraban con mayor empeño matarle, porque no solamente quebrantaba el sábado, sino que también llamaba a Dios su propio Padre, haciéndose igual a Dios.

La autoridad del Hijo de Dios

19 Jesús, pues, les dijo: En verdad, en verdad os digo: No puede el Hijo hacer nada de sí mismo, sino lo que ve hacer al Padre; porque todo cuanto él hace, lo hace también el Hijo de igual manera. 20 Porque el Padre ama al Hijo y le manifiesta todo lo que él hace, y le manifestará obras mayores que estas, de modo que vosotros os maravilléis. 21 Pues como el Padre levanta a los muertos y les da vida, así también el Hijo da vida a los que quiere. 22 Porque el Padre no juzga a ninguno, pero todo el juicio lo ha encomendado al Hijo; 23 para que todos honren al Hijo de la misma manera que honran al Padre. El que no honra al Hijo, no honra al Padre que le envió. 24 En verdad, en verdad os digo, que quien oye mi palabra, y cree a aquel que me envió, tiene vida eterna, y no entra en condenación, sino que ha pasado ya de muerte a vida.

25 En verdad, en verdad os digo, que viene la hora, y ahora es, en que los muertos oirán la voz del Hijo de Dios, y los que oyen vivirán. 26 Pues como el Padre tiene vida en sí mismo, así también ha dado al Hijo que tenga vida en sí mismo; 27 y le ha dado potestad de ejecutar juicio, por cuanto es el Hijo del hombre. 28 No os maravilléis de esto; porque viene la hora en que todos los que están en los sepulcros oirán su voz, 29 y saldrán; los que hicieron bien, para resurrección de vida, y los que hicieron mal, para resurrección de condenación.

30 De mí mismo no puedo hacer nada; según oigo, juzgo; y mi juicio es justo; porque no procuro mi propia voluntad, sino la voluntad del que me envió. 31 Si yo solo doy testimonio de mí mismo, mi testimonio no es verdadero. 32 Otro es el que da testimonio de mí; y yo sé que el testimonio que él da de mí es verdadero. 33 Vosotros enviasteis a Juan, y él ha dado testimonio a la verdad. 34 Yo no recibo testimonio de hombre alguno; pero digo estas cosas para que vosotros seáis salvos. 35 Él era una antorcha que ardía y resplandecía, y vosotros quisisteis alegraros por algún tiempo en su luz. 36 Pero el testimonio que yo tengo es mayor que el de Juan, porque las obras que el Padre me ha dado para que cumpla, las mismas obras que hago, dan testimonio de mí, que el Padre me ha enviado. 37 El Padre que me envió, él mismo ha dado testimonio de mí. Vosotros nunca habéis oído su voz ni habéis visto su apariencia. 38 Y no tenéis su palabra morando en vosotros, pues no creéis a quien él envió.

39 Vosotros escudriñáis las Escrituras, porque pensáis que en ellas tenéis vida eterna; y ellas son las que dan testimonio de mí; 40 y no queréis venir a mí para que tengáis vida. 41 Gloria por parte de los hombres no recibo. 42 Pero yo os conozco, [y sé] que no tenéis el amor de Dios en vosotros. 43 Yo he venido en el nombre de mi Padre, y no me recibís; si otro viene en su propio nombre, a este sí recibiréis. 44 ¿Cómo podéis creer, vosotros que recibís gloria los unos de los otros, y no buscáis la gloria que [viene] solo de Dios? 45 No penséis que yo os acusaré ante el Padre; vuestro acusador es Moisés, aquel en quien tenéis puesta vuestra esperanza. 46 Pues si creyeseis a Moisés, me creeríais a mí; porque de mí escribió él. 47 Pero si no creéis a sus escritos, ¿cómo creeréis mis palabras?

Capítulo 6

Cinco panes y dos peces
Mateo 14:13-21; Marcos 6:30-44; Lucas 9:10-17

1 Después de estas cosas Jesús se fue a la otra orilla del mar de Galilea, [que es el mar] de Tiberias. 2 Y le siguió una gran multitud, porque veían los milagros que hacía en los enfermos. 3 Pero Jesús subió a la montaña, y allí se sentó con sus discípulos. 4 Y la Pascua, la fiesta de los judíos, se acercaba.

5 Alzando Jesús los ojos, y viendo que una gran multitud venía hacia él, dijo a Felipe: ¿De dónde compraremos pan para que estos coman? 6 Esto lo decía para probarle; pues él mismo sabía lo que iba a hacer. 7 Felipe le respondió: 200 denarios de pan no bastarían para que cada uno tome un poco. 8 Uno de sus discípulos, Andrés, hermano de Simón Pedro, le dijo: 9 Aquí hay un muchacho que tiene cinco panes de cebada y dos peces; pero ¿qué son estos para tantos? 10 Jesús dijo: Haced que los hombres se recuesten. Había mucha hierba en aquel sitio. Se recostaron, pues, los hombres en número de unos 5.000. 11 Tomó entonces Jesús los panes, y habiendo dado gracias, los repartió a los que estaban recostados; y asimismo les dio de los peces, cuanto querían. 12 Cuando estuvieron satisfechos, dijo a sus discípulos: Recoged los pedazos que sobran, para que no se pierda nada. 13 Los recogieron, pues, y llenaron doce cestos de los pedazos de los cinco panes de cebada, que sobraron a los que habían comido. 14 Entonces aquellos hombres, cuando vieron el milagro que Jesús había hecho, decían: Este es verdaderamente el Profeta que había de venir al mundo. 15 Jesús, pues, percibiendo que estaban a punto de venir y tomarle por la fuerza, para hacerle rey, se retiró otra vez a la montaña, él solo.

Jesús anda sobre el mar
Mateo 14:22-34; Marcos 6:45-53

16 Al anochecer, sus discípulos bajaron al mar, 17 entraron en una barca e iban atravesando el mar hacia Capernaum. Había ya oscurecido, y Jesús no había aún venido a su encuentro. 18 Además, el mar se encrespaba a causa de un gran viento que soplaba. 19 Cuando habían remado unos cinco o seis kilómetros, vieron a Jesús andando sobre el mar y acercándose a la barca; y se asustaron. 20 Pero él les dijo: Yo soy, no tengáis miedo. 21 Querían, pues, recibirlo en la barca y enseguida llegó la barca a la tierra a la que iban.

Jesús, el pan de vida
Juan 3:14-16; 1 Corintios 11:23-26; 1 Juan 5:10-13

22 Al día siguiente, la gente que estaba en la otra ribera del mar vio que no había allí más que una sola barca, y sabían que Jesús no había entrado en la barca con sus discípulos, sino que sus discípulos se habían ido solos. 23 Sin embargo, otras barcas de Tiberias se habían aproximado al lugar donde comieron el pan, después de haber dado gracias el Señor. 24 Cuando, pues, la gente vio que Jesús no estaba allí, ni tampoco sus discípulos, entraron en las barcas y fueron a Capernaum en busca de Jesús. 25 Y, hallándole al otro lado del mar, le dijeron: Rabí, ¿cuándo viniste acá?

26 Jesús les respondió: En verdad, en verdad os digo: Me buscáis, no porque visteis los milagros, sino porque comisteis de los panes, y os saciasteis. 27 Trabajad, no por el alimento que perece, sino por el alimento que dura para vida eterna, el que os dará el Hijo del hombre; pues sobre este el Padre, Dios, ha puesto su sello. 28 Ellos entonces le dijeron: ¿Qué hemos de hacer, para realizar las obras de Dios? 29 Jesús respondió: Esta es la obra de Dios, que creáis en aquel a quien él envió. 30 Le dijeron pues: ¿Qué señal haces tú para que veamos y creamos? ¿Qué obra haces? 31 Nuestros padres comieron el maná en el desierto, según está escrito: «Pan del cielo les dio a comer.» [Salmo 78:24 (véase Éxodo 16:4, 14, 15)] 32 Les dijo entonces Jesús: En verdad, en verdad os digo: No fue Moisés quien os dio el pan del cielo, mi Padre os da el verdadero pan del cielo. 33 Porque el pan de Dios es aquel que descendió del cielo y da vida al mundo. 34 Ellos le dijeron: Señor, danos siempre este pan. 35 Jesús les dijo: Yo soy el pan de la vida; el que viene a mí no tendrá hambre y el que cree en mí jamás tendrá sed. 36 Pero os he dicho ya que vosotros me habéis visto y no creéis. 37 Todo lo que me da el Padre, a mí vendrá; y al que viene a mí, de ninguna manera lo echaré fuera. 38 Porque descendí del cielo no para hacer mi propia voluntad, sino la voluntad de aquel que me envió. 39 Y esta es la voluntad de aquel que me envió, que de todo lo que me ha dado, yo no pierda nada, sino que lo resucite en el día postrero. 40 Porque esta es la voluntad de mi Padre, que todo aquel que ve al Hijo y cree en él, tenga vida eterna; y yo lo resucitaré en el día postrero.

41 Entonces los judíos murmuraban de él, porque dijo: Yo soy el pan que descendió del cielo. 42 Y decían: ¿No es este Jesús, hijo de José, cuyo padre y madre nosotros conocemos? ¿Cómo es que ahora dice: Yo he descendido del cielo? 43 Jesús les respondió: No murmuréis entre vosotros. 44 Nadie puede venir a mí si el Padre que me envió no le trae, y yo lo resucitaré en el día postrero. 45 Escrito está en los Profetas: «Y todos ellos serán enseñados por Dios.» [Isaías 54:13] Todo aquel que ha oído al Padre, y ha aprendido de él, viene a mí. 46 No es que alguien haya visto al Padre, con excepción de aquel que es de Dios; este ha visto al Padre. 47 En verdad, en verdad os digo: El que cree en mí, tiene vida eterna. 48 Yo soy el pan de la vida. 49 Vuestros padres comieron el maná en el desierto, y murieron; 50 este es el pan que desciende del cielo, para que uno pueda comer de él y no morir. 51 Yo soy el pan vivo que descendió del cielo; si alguno come de este pan, vivirá eternamente; y el pan que yo daré es mi carne que doy por la vida del mundo.

52 Por tanto, los judíos disputaron entre sí, diciendo: ¿Cómo puede este hombre darnos a comer su carne? 53 Jesús, pues, les dijo: En verdad, en verdad os digo: A menos que comáis la carne del Hijo del hombre, y bebáis su sangre, no tendréis vida en vosotros. 54 El que come mi carne y bebe mi sangre, tiene vida eterna; y yo lo resucitaré en el día postrero. 55 Porque mi carne es verdadero alimento, y mi sangre es verdadera bebida. 56 El que come mi carne y bebe mi sangre, mora en mí, y yo en él. 57 Como el Padre viviente me envió, y yo vivo por medio del Padre, así el que me come, este también vivirá por medio de mí. 58 Este es el pan que descendió del cielo; el que come este pan vivirá eternamente; no como vuestros padres que comieron el maná y murieron.

59 Estas cosas dijo en la sinagoga, enseñando en Capernaum. 60 Por tanto, muchos de sus discípulos, al oír esto, dijeron: Dura palabra es esta. ¿Quién la puede escuchar? 61 Pero Jesús, conociendo en sí mismo que sus discípulos murmuraban de esto, les dijo: ¿Esto os escandaliza? 62 ¿Qué, pues, si veis al Hijo del hombre subir adonde estaba antes? 63 El Espíritu es el que da vida, la carne para nada aprovecha; las palabras que yo os he hablado son espíritu y vida. 64 Pero hay algunos de vosotros que no creen. Pues desde el principio Jesús sabía quiénes eran los que no creían y quién era aquel que le había de entregar. 65 Y dijo: Por esto os he dicho que nadie puede venir a mí si no le ha sido dado del Padre.

66 Por esto muchos de sus discípulos se volvieron atrás y ya no andaban más con él. 67 Por tanto, Jesús dijo a los doce: ¿No queréis iros vosotros también? 68 Le respondió Simón Pedro: Señor ¿a quién iremos? Tú tienes las palabras de vida eterna; 69 y nosotros hemos creído y sabemos que tú eres el Cristo, el Hijo del Dios vivo. 70 Les respondió Jesús: ¿No os escogí yo a vosotros, los doce, y uno de vosotros es diablo? 71 Lo decía del hijo de Simón, Judas Iscariote, porque era este, siendo uno de los doce, quien le iba a entregar.

Capítulo 7

La incredulidad de los hermanos de Jesús
Mateo 10:16; Juan 5:44; 15:18-19

1 Después de estas cosas Jesús recorrió Galilea; pues no quería andar en Judea, porque los judíos procuraban matarle. 2 Y estaba cerca la fiesta de los judíos, llamada de los Tabernáculos. 3 Sus hermanos, pues, le dijeron: Sal de aquí, y vete a Judea, para que tus discípulos también vean las obras que haces; 4 porque ninguno actúa en secreto, cuando él mismo procura ser conocido en público; si haces estas cosas, manifiéstate al mundo. 5 Porque ni aun sus hermanos creían en él. 6 Jesús, por tanto, les dijo: Mi tiempo no ha llegado todavía; pero vuestro tiempo siempre está listo. 7 El mundo no puede odiaros a vosotros, pero a mí sí que me odia, porque yo testifico de él, que sus obras son malas. 8 Subid vosotros a la fiesta; yo no subo todavía a esta fiesta, porque mi hora no está aún cumplida. 9 Habiendo dicho estas cosas, permaneció todavía en Galilea.

Jesús en Jerusalén durante la fiesta de los Tabernáculos

10 Pero cuando sus hermanos habían subido a la fiesta, entonces él también subió, no manifiestamente, sino como en secreto. 11 Los judíos por tanto lo buscaron en la fiesta, y decían: ¿Dónde está aquel? 12 Y había mucha murmuración entre las multitudes respecto a él; algunos decían: ¡Es hombre bueno! Otros decían: ¡No, sino que engaña al pueblo! 13 Pero nadie hablaba francamente de él por temor a los judíos.

14 Pero siendo ya la mitad de la fiesta, subió Jesús al templo, y enseñaba. 15 Y se maravillaban los judíos, diciendo: ¿Cómo sabe este de letras, sin haber aprendido? 16 Les respondió Jesús, y dijo: Mi enseñanza no es mía, sino de aquel que me envió. 17 Si alguno quiere hacer su voluntad, conocerá de mi enseñanza, si es de Dios, o si hablo de parte de mí mismo. 18 El que habla por su propia cuenta, busca su propia gloria; pero el que busca la gloria de aquel que le envió, este es veraz, y no hay injusticia en él.

19 ¿No os dio Moisés la ley? Y ninguno de vosotros guarda la ley. ¿Por qué procuráis matarme? 20 La multitud respondió: Demonio tienes. ¿Quién procura matarte? 21 Respondió Jesús y les dijo: Una obra he hecho, y todos os maravilláis a causa de esto. 22 Moisés os ha dado la circuncisión (aunque no sea de Moisés, sino de los padres), y vosotros aun circuncidáis al hombre el sábado. 23 Si un hombre recibe la circuncisión el sábado, para que la ley de Moisés no sea quebrantada, ¿por qué os enojáis contra mí porque sané totalmente a un hombre el sábado? 24 No juzguéis según la apariencia, pero juzgad con criterio justo.

25 Decían, pues, algunos de los de Jerusalén: ¿No es este el mismo a quien buscan para matarle? 26 He aquí que habla con libertad, y no le dicen nada. ¿Será acaso que los gobernantes han sabido verdaderamente que este es el Cristo? 27 Pero nosotros conocemos a este, [y sabemos] de dónde es; pero cuando venga el Cristo, nadie sabrá de dónde es. 28 Jesús entonces clamó en el templo, mientras enseñaba, diciendo: A mí me conocéis, y sabéis también de dónde soy; y yo no he venido de mí mismo; pero el que me envió es verdadero, a quien vosotros no conocéis; 29 pero yo lo conozco; porque de él soy, y él me envió.

30 Por esto procuraban prenderlo; pero nadie le echó mano, porque su hora no había aún llegado. 31 Y de entre el pueblo muchos creyeron en él, y decían: Cuando venga el Cristo, ¿hará más milagros que los que ha hecho este hombre? 32 Los fariseos oyeron al pueblo murmurar así de él y los jefes de los sacerdotes y los fariseos enviaron alguaciles para prenderle. 33 Jesús por tanto dijo: Todavía un corto tiempo estaré con vosotros, y después voy a aquel que me envió. 34 Me buscaréis y no me hallaréis, y donde yo estoy, vosotros no podéis venir. 35 Entonces los judíos decían entre sí: ¿A dónde irá este hombre, para que no le podamos hallar? ¿Irá por ventura a la dispersión de los gentiles, y enseñará a los gentiles? 36 ¿Qué palabra es esta que ha dicho: Me buscaréis y no me hallaréis, y donde yo estoy vosotros no podéis venir?

37 En el último día, el gran día de la fiesta, Jesús se puso en pie y clamó, diciendo: Si alguno tiene sed, venga a mí y beba. 38 El que cree en mí, como dice la Escritura, de adentro de él fluirán ríos de agua viva. 39 Pero esto lo dijo respecto del Espíritu, que los que creían en él recibirían; pues el Espíritu Santo no había sido dado todavía por cuanto Jesús no había sido aún glorificado. 40 Muchos del pueblo, al oír estas palabras, decían: Este verdaderamente es el Profeta. 41 Otros decían: Este es el Mesías. Pero algunos dijeron: ¿Viene acaso el Mesías de Galilea? 42 ¿No dice la Escritura que el Mesías viene del linaje de David, y de Belén, la aldea de donde era David? 43 Hubo, pues, una división entre el pueblo a causa de él. 44 Algunos de ellos querían prenderle; pero nadie le echó mano.

45 Vinieron, pues, los alguaciles a los jefes de los sacerdotes y a los fariseos, y estos les dijeron: ¿Por qué no le habéis traído? 46 Los alguaciles respondieron: ¡Jamás hombre alguno habló como este hombre habla! 47 Los fariseos les respondieron: ¿Vosotros también habéis sido descaminados? 48 ¿Acaso alguno de los gobernantes, o de los fariseos, ha creído en él? 49 ¡Pero esta gente que no sabe la ley, es maldita! 50 Nicodemo (aquel que vino a Jesús de noche siendo uno de ellos) les dijo: 51 ¿Acaso nuestra ley juzga a alguien sin primero oírle y saber qué hace? 52 Ellos respondieron y le dijeron: ¿Tú también eres de Galilea? Averigua, y verás que nunca surgió profeta alguno de Galilea.

53 [Y ellos se fueron cada uno a su casa.]

Capítulo 8

La mujer adúltera

1 [Pero Jesús se fue al monte de los Olivos. 2 Y muy de mañana vino otra vez al templo, y todo el pueblo se acercó a él; y habiéndose sentado, los enseñaba. 3 Entonces los escribas y los fariseos le trajeron una mujer sorprendida en adulterio; 4 y habiéndola puesto en medio, le dijeron: Maestro, esta mujer ha sido sorprendida en adulterio, en el acto. 5 En la ley Moisés nos mandó apedrear a tales mujeres. ¿Tú, pues, qué dices? 6 Esto lo dijeron tentándole, para tener de qué acusarlo. Pero Jesús se inclinó hacia abajo, y con su dedo escribía en tierra. 7 Mas como insistían preguntándole, se enderezó y les dijo: El que entre vosotros esté sin pecado, arroje primero la piedra contra ella. 8 Otra vez, inclinándose hacia abajo, escribía en tierra. 9 Y ellos, cuando oyeron esto, salieron uno por uno, comenzando por los más viejos. Y dejaron a Jesús solo con la mujer, que estaba en medio. 10 Enderezándose Jesús, y no viendo a nadie sino a la mujer, le dijo: Mujer, ¿dónde están tus acusadores? ¿Ninguno te condenó? 11 Ella dijo: Ninguno, Señor. Jesús le dijo: Yo tampoco te condeno; vete; y en adelante no peques más.]

Jesús, la luz del mundo

12 Otra vez Jesús les habló diciendo: Yo soy la luz del mundo. El que me sigue no andará en tinieblas, sino que tendrá la luz de la vida. 13 Le dijeron, entonces, los fariseos: Tú das testimonio de ti mismo; tu testimonio no es verdadero. 14 Jesús respondió y les dijo: Aunque doy testimonio de mí mismo, mi testimonio es digno de fe; porque sé de dónde vine y a dónde voy; pero vosotros no sabéis de dónde vine ni a dónde voy. 15 Vosotros juzgáis según la carne; yo no juzgo a nadie; 16 y aunque juzgue, mi juicio es verdadero; porque no estoy solo, sino con el Padre que me envió. 17 También en vuestra ley está escrito que el testimonio de dos hombres es verdadero. 18 Yo soy quien doy testimonio de mí mismo, y el Padre que me envió da testimonio de mí. 19 Ellos, pues, le dijeron: ¿Dónde está tu Padre? Jesús respondió: Ni a mí me conocéis, ni tampoco a mi Padre; si me conocierais a mí, conoceríais a mi Padre también. 20 Estas palabras dijo Jesús en el lugar de las ofrendas, enseñando en el templo; y nadie lo prendió; porque todavía no había llegado su hora.

21 Otra vez Jesús les dijo: Yo me voy, y vosotros me buscaréis, y en vuestros pecados moriréis; adonde yo voy, vosotros no podéis venir. 22 Dijeron entonces los judíos: ¿Acaso va a matarse, por cuanto dice: Adonde yo voy vosotros no podéis venir? 23 Él les dijo: Vosotros sois de abajo; yo soy de arriba; vosotros sois de este mundo, yo no soy de este mundo. 24 Por tanto, os dije que moriréis en vuestros pecados porque a menos que creáis que yo soy, moriréis en vuestros pecados. 25 Ellos, pues, le dijeron: Tú ¿quién eres? Jesús les dijo: Ese mismo que os he dicho desde el principio. 26 Muchas cosas tengo que decir y que juzgar de vosotros; pero el que me envió es veraz, y las cosas que yo he oído de él, estas hablo en el mundo. 27 Ellos no comprendieron que les hablaba del Padre. 28 Jesús, entonces, les dijo: Cuando hayáis levantado al Hijo del hombre, entonces conoceréis que yo soy, y que no hago nada de mí mismo, pero digo estas cosas según me enseñó el Padre. 29 Y el que me envió está conmigo; el Padre no me ha dejado solo, porque hago siempre las cosas que le agradan. 30 En tanto que decía estas cosas, muchos creyeron en él.

La verdad os hará libres

31 Dijo, pues, Jesús a aquellos judíos que le habían creído: Si permanecéis en mi palabra, seréis verdaderamente mis discípulos; 32 y conoceréis la verdad, y la verdad os hará libres. 33 Le respondieron: Linaje de Abraham somos, y jamás hemos sido siervos de nadie; ¿cómo dices tú: Seréis hechos libres? 34 Jesús les respondió: En verdad, en verdad os digo, que todo aquel que comete pecado, esclavo es del pecado. 35 Y el esclavo no permanece en la casa para siempre; el hijo sí permanece para siempre. 36 Si, pues, el Hijo os hace libres, seréis verdaderamente libres. 37 Yo sé que sois linaje de Abraham, pero procuráis matarme a mí, porque mi palabra no tiene cabida en vosotros. 38 Yo os hablo de lo que he visto estando con mi Padre, y vosotros hacéis lo que habéis visto en vuestro padre.

39 Ellos respondieron y le dijeron: Nuestro padre es Abraham. Les dijo Jesús: Si fuerais hijos de Abraham, las obras de Abraham haríais. 40 Pero ahora procuráis matarme a mí, hombre que os ha dicho la verdad, la cual he oído de parte de Dios; no hizo esto Abraham. 41 Vosotros hacéis las obras de vuestro padre. Le dijeron: Nosotros no nacimos de fornicación; tenemos un solo padre, es decir, Dios. 42 Les dijo Jesús: Si Dios fuera vuestro padre, me amaríais a mí, porque yo procedo y he venido de Dios; porque no vine de mí mismo, sino que él me envió. 43 ¿Por qué no entendéis mi lenguaje? Porque no podéis escuchar mi palabra. 44 Vosotros sois de vuestro padre el diablo, y los deseos de vuestro padre queréis cumplir. Él fue homicida desde el principio, y no permaneció en la verdad, por cuanto no hay verdad en él. Cuando dice una mentira, de lo suyo habla, porque es mentiroso y padre de mentiras. 45 Pero, por cuanto digo la verdad, vosotros no me creéis. 46 ¿Quién de vosotros me convence de pecado? Y si digo la verdad, ¿por qué no me creéis? 47 El que es de Dios oye las palabras de Dios; por esto vosotros no las oís, por cuanto no sois de Dios.

48 Respondiendo entonces los judíos le dijeron: ¿No decimos con razón que tú eres samaritano y tienes demonio? 49 Respondió Jesús: No tengo demonio; pero honro a mi Padre, y vosotros me deshonráis. 50 Yo no busco mi gloria; hay quien la busca y juzga. 51 En verdad, en verdad os digo: Si alguno guarda mi palabra, no verá jamás la muerte. 52 Los judíos, pues, le dijeron: Ahora sabemos que tienes demonio. Abraham murió, y los profetas, y tú dices: Si alguno guarda mi palabra no probará jamás la muerte. 53 ¿Eres tú mayor que nuestro padre Abraham, el cual murió? Y los profetas murieron; tú, ¿quién te haces? 54 Jesús respondió: Si yo me glorifico a mí mismo, mi gloria es nada. Mi Padre es el que me glorifica; el mismo que decís que es vuestro Dios. 55 Y vosotros no le conocéis, pero yo le conozco; y si digo que no le conozco, sería un mentiroso como vosotros; pero yo le conozco y guardo su palabra. 56 Vuestro padre Abraham se regocijó por ver mi día; y lo vio y se gozó. 57 Dijeron por tanto los judíos: Tú todavía no tienes cincuenta años, ¿y has visto a Abraham? 58 Jesús les dijo: En verdad, en verdad os digo: Antes que Abraham llegase a ser, yo soy. 59 Tomaron entonces piedras para arrojárselas; pero Jesús se ocultó y salió del templo, yendo por en medio de ellos, y así pasó adelante.

Capítulo 9

Jesús sana a un ciego de nacimiento
Marcos 8:22-25; 10:46-52

1 Al pasar, vio a un hombre que era ciego de nacimiento. 2 Y le preguntaron sus discípulos: Rabí, ¿quién pecó, este o sus padres, para que haya nacido ciego? 3 Jesús les respondió: Ni pecó este ni sus padres; sino para que las obras de Dios fuesen manifestadas en él. 4 Tengo que hacer las obras de aquel que me envió mientras es de día; la noche viene cuando nadie puede trabajar. 5 Mientras estoy en el mundo, soy la luz del mundo.

6 Habiendo dicho esto, escupió en tierra e hizo lodo de la saliva, y con el lodo untó los ojos del ciego, 7 y le dijo: Ve, lávate en el estanque de Siloé (que interpretado es: Enviado). Se fue, pues, y se lavó y volvió viendo. 8 Entonces los vecinos y los que antes le habían visto que era ciego, dijeron: ¿No es este aquel que se sentaba y mendigaba? 9 Unos dijeron: Este es; otros dijeron: No, sino que se le parece. Pero él dijo: Yo soy. 10 Le dijeron entonces: ¿Cómo, pues, fueron abiertos tus ojos? 11 Respondió él y dijo: Aquel hombre llamado Jesús hizo lodo y lo untó sobre mis ojos y me dijo: Anda al estanque de Siloé, y lávate; y fui, y me lavé, y recibí la vista. 12 Ellos entonces le dijeron: ¿Dónde está él? Él les dijo: No sé.

13 Trajeron a los fariseos al que antes había sido ciego. 14 Era sábado cuando Jesús hizo el lodo y le abrió los ojos. 15 Otra vez, pues, los fariseos le preguntaron cómo había recibido la vista. Él les dijo: Puso lodo sobre mis ojos, y me lavé y veo. 16 Pero entonces algunos de los fariseos dijeron: Este hombre no es de Dios, porque no guarda el sábado. Pero otros dijeron: ¿Cómo puede un hombre pecador hacer tales milagros? Y había disensión entre ellos. 17 Dijeron otra vez al ciego: ¿Tú qué dices de él, ya que te abrió los ojos? Y dijo: Que es profeta. 18 Pero los judíos no creyeron que él hubiera sido ciego y que había recibido la vista, hasta que llamaron a los padres del que había recibido la vista, 19 y les preguntaron: ¿Es este vuestro hijo de quien decís que nació ciego? ¿Cómo, pues, ve ahora? 20 Sus padres respondieron y dijeron: Sabemos que este es nuestro hijo y que nació ciego; 21 pero cómo ve ahora, no lo sabemos; o quién le abrió los ojos, no lo sabemos; preguntadle a él; edad tiene; él podrá responder por sí mismo. 22 Esto dijeron sus padres porque temían a los judíos; porque los judíos ya habían convenido que, si alguno confesaba que él era el Cristo, fuese echado de la sinagoga. 23 Por esto dijeron sus padres: Edad tiene; preguntadle a él.

24 Llamaron, pues, por segunda vez al hombre que había sido ciego y le dijeron: Da gloria a Dios; nosotros sabemos que este hombre es pecador. 25 Él entonces respondió: Si es pecador, no lo sé; una cosa sé, que habiendo yo sido ciego, ahora veo. 26 Le dijeron otra vez: ¿Qué te hizo? ¿Cómo te abrió los ojos? 27 Les respondió: Os lo dije ya y no escuchasteis; ¿por qué queréis oírlo otra vez? ¿Queréis vosotros también haceros sus discípulos? 28 Entonces le injuriaron y dijeron: Tú eres su discípulo; pero nosotros somos discípulos de Moisés. 29 Sabemos que Dios habló a Moisés; pero en cuanto a este, no sabemos de dónde es. 30 Respondió el hombre y les dijo: Pues esto es lo maravilloso, que no sabéis de dónde es; y él me ha abierto los ojos. 31 Sabemos que Dios no oye a los pecadores, pero si alguno teme a Dios y hace su voluntad, a este oye. 32 Desde el principio del mundo no se oyó jamás que alguien abriera los ojos a uno que nació ciego. 33 Si este no fuera de Dios, no podría hacer nada. 34 Ellos respondieron y le dijeron: Tú naciste enteramente en pecados ¿y nos enseñas a nosotros? Y lo expulsaron.

La ceguera espiritual

35 Jesús oyó decir que lo habían expulsado y, hallándolo, le dijo: ¿Crees tú en el Hijo de Dios? 36 Él respondió, diciendo: ¿Quién es, Señor, para que yo crea en él? 37 Jesús le dijo: Tú le has visto, y el que habla contigo, él mismo es. 38 Y él dijo: ¡Creo, Señor! Y lo adoró. 39 Y dijo Jesús: Para juicio vine a este mundo, a fin de que los que no ven, vean, y los que ven, queden ciegos. 40 Aquellos de los fariseos que estaban con él oyeron esto y le dijeron: ¿Acaso nosotros también somos ciegos? 41 Jesús les dijo: Si fuerais ciegos no tendríais pecado; pero ahora decís: Nosotros vemos; por tanto, vuestro pecado permanece.

Capítulo 10

Jesús, el buen pastor

1 En verdad, en verdad os digo: El que no entra por la puerta en el redil de las ovejas, sino que sube por otra parte, ese es ladrón y salteador. 2 Pero el que entra por la puerta es el pastor de las ovejas. 3 A este le abre el portero; y las ovejas oyen su voz, y él llama a sus propias ovejas por nombre y las saca fuera. 4 Y cuando conduce fuera a sus propias ovejas, él mismo va delante de ellas, y las ovejas lo siguen, porque conocen su voz; 5 pero al extraño no seguirán, sino antes huirán de él; porque no conocen la voz de los extraños. 6 Esta parábola les contó Jesús, pero ellos no entendieron qué era lo que les decía.

7 Jesús, por tanto, les dijo otra vez: En verdad, en verdad os digo: Yo soy la puerta de las ovejas. 8 Todos cuantos vinieron antes que yo, eran ladrones y salteadores, pero no los escucharon las ovejas. 9 Yo soy la puerta; si alguno entra por mí, será salvo; y entrará y saldrá y hallará pastos. 10 El ladrón no viene sino para hurtar, matar y destruir; yo he venido para que tengan vida, y para que la tengan en abundancia. 11 Yo soy el buen pastor; el buen pastor da su vida por las ovejas. 12 Pero el asalariado, que no es el pastor, a quien no pertenecen las ovejas, ve venir al lobo y deja las ovejas, y huye; y el lobo arrebata y dispersa las ovejas. 13 Huye porque es asalariado y no le importan las ovejas. 14 Yo soy el buen pastor, y conozco mis ovejas, y mis ovejas me conocen. 15 Como el Padre me conoce a mí, así también yo conozco al Padre, y pongo mi vida por las ovejas. 16 Otras ovejas tengo que no son de este redil; a estas también tengo que traer, y oirán mi voz, y habrá un solo rebaño y un solo pastor. 17 Por esto el Padre me ama, por cuanto yo doy mi vida para volverla a tomar. 18 Nadie me la quita, sino que la pongo de mí mismo. Tengo poder para darla y tengo poder para volverla a tomar. Este mandamiento recibí de mi Padre.

19 Hubo de nuevo disensión entre los judíos a causa de estas palabras. 20 Muchos de ellos dijeron: ¡Demonio tiene y está loco! ¿Por qué le escucháis? 21 Otros dijeron: Estos no son dichos de un endemoniado. ¿Puede acaso el demonio abrir los ojos de los ciegos?

Jesús declara ser Hijo de Dios

22 Era la fiesta de la Dedicación en Jerusalén. Era invierno; 23 y Jesús se paseaba en el templo, en el pórtico de Salomón. 24 Los judíos se juntaron alrededor de él y le dijeron: ¿Hasta cuándo nos tienes en vilo? Si eres el Cristo, dínoslo claramente. 25 Jesús les respondió: Ya os lo he dicho y no creísteis; las obras que hago en el nombre de mi Padre, estas dan testimonio de mí. 26 Pero vosotros no creéis, porque no sois de mis ovejas, como os dije. 27 Mis ovejas oyen mi voz, y yo las conozco, y ellas me siguen; 28 yo les doy vida eterna y no perecerán jamás, ni nadie las arrebatará de mi mano. 29 Mi Padre que me las dio es mayor que todos; y nadie es poderoso para arrebatarlas de la mano de mi Padre. 30 Yo y el Padre somos uno.

31 Los judíos cogieron piedras otra vez para apedrearle. 32 Jesús les respondió: Muchas buenas obras os he mostrado de parte de mi Padre; ¿por cuál de estas obras queréis apedrearme? 33 Los judíos le respondieron: Por obra buena no te apedreamos, sino por blasfemia; y porque tú, siendo hombre, te haces Dios. 34 Jesús les respondió: ¿No está escrito en vuestra ley: «Yo dije: dioses sois?» [Salmo 82:6] 35 Si llama dioses a aquellos a quienes llegó la palabra de Dios (y la Escritura no puede ser aniquilada), 36 ¿decís vosotros de Aquel a quien el Padre santificó y envió al mundo: ¡Tú blasfemas!, porque dije: soy Hijo de Dios? 37 Si no hago las obras de mi Padre, no me creáis; 38 pero si las hago, aun cuando no me creáis a mí, creed en las obras; para que conozcáis y creáis que el Padre está en mí, y yo en el Padre.

39 Por tanto, procuraban otra vez prenderlo; pero se escapó de sus manos; 40 y fue otra vez más allá del Jordán, al lugar donde Juan al principio bautizaba, y se quedó allí. 41 Y muchos vinieron a él; y decían: Juan en verdad no hizo milagro, pero todo lo que Juan decía de este era verdad. 42 Y muchos creyeron en él allí.

Capítulo 11

La enfermedad y la muerte de Lázaro

1 Estaba enfermo cierto hombre llamado Lázaro, de Betania, la aldea de María y de su hermana Marta. 2 (María, cuyo hermano Lázaro estaba enfermo, fue la que ungió al Señor con perfume y le enjugó los pies con sus cabellos). 3 Las hermanas, pues, le enviaron un recado, diciendo: Señor, el que amas está enfermo. 4 Pero Jesús, al oír esto, dijo: Esta enfermedad no es para muerte, sino para la gloria de Dios, para que el Hijo de Dios sea glorificado por medio de ella. 5 Y Jesús amaba a Marta, a su hermana y a Lázaro.

6 Cuando oyó, pues, que estaba enfermo, se quedó dos días todavía en el mismo lugar donde estaba. 7 Y después de esto dijo a sus discípulos: Vamos otra vez a Judea. 8 Le dijeron los discípulos: Rabí, hace poco que los judíos intentaron apedrearte ¿y vas allá otra vez? 9 Jesús respondió: ¿No hay doce horas en el día? Si alguno anda de día, no tropieza, porque ve la luz de este mundo. 10 Pero si alguno anda de noche, tropieza, porque la luz no está en él.

11 Estas cosas dijo él; y después de esto les dijo: Nuestro amigo Lázaro duerme; pero voy para despertarle del sueño. 12 Dijeron entonces los discípulos: Señor, si duerme, sanará. 13 Jesús hablaba de su muerte; pero ellos pensaban que hablaba del descanso del sueño. 14 Entonces Jesús les dijo claramente: Lázaro ha muerto. 15 Y me alegro por vosotros de no haber estado allí, para que creáis; pero vamos a él. 16 Entonces Tomás, el que se llamaba Dídimo, dijo a sus condiscípulos: Vamos también nosotros para que muramos juntamente con él.

17 Así que cuando Jesús vino, halló que hacía cuatro días que Lázaro estaba en el sepulcro. 18 Betania estaba cerca de Jerusalén, distante apenas quince estadios; 19 y muchos de los judíos habían venido a Marta y a María para consolarlas por la muerte de su hermano. 20 Entonces Marta, cuando oyó que Jesús venía, fue a su encuentro, pero María permanecía sentada en casa. 21 Marta entonces dijo a Jesús: Señor, si hubieras estado aquí, no habría muerto mi hermano. 22 Pero yo sé que aun ahora, todo cuanto pidas a Dios, Dios te lo dará. 23 Le dijo Jesús: Tu hermano resucitará. 24 Marta le dijo: Yo sé que resucitará en la resurrección, en el día postrero. 25 Jesús le dijo: Yo soy la resurrección y la vida; el que cree en mí, aunque haya muerto, vivirá; 26 y todo aquel que vive y cree en mí, jamás morirá. ¿Crees tú esto? 27 Ella le dijo: Sí, Señor; yo he creído que tú eres el Cristo, el Hijo de Dios, el que viene al mundo.

Jesús llora ante la tumba

28 Cuando hubo dicho esto, se fue y llamó secretamente a María, su hermana, diciendo: El Maestro está aquí y te llama. 29 Ella, cuando lo oyó decir, se levantó de prisa y fue a él. 30 (Pero Jesús no había llegado aún a la aldea, sino que estaba en aquel lugar donde Marta había salido a su encuentro.) 31 Entonces los judíos que estaban con ella en la casa y la consolaban, al ver que María se levantaba y salía de prisa, la siguieron, diciendo: Va al sepulcro para llorar allí. 32 Así, pues, María, cuando llegó a donde Jesús estaba, al verle, cayó a sus pies, diciéndole: ¡Señor, si hubieras estado aquí, no habría muerto mi hermano! 33 Entonces Jesús, cuando la vio llorar, y también a los judíos que habían venido con ella, se conmovió en su espíritu y se turbó; 34 y dijo: ¿Dónde lo habéis puesto? Le dijeron: Señor, ven y ve. 35 Jesús lloró. 36 Dijeron, pues, los judíos: Mirad cómo lo amaba. 37 Y algunos de ellos dijeron: ¿No podía este hombre, que abrió los ojos de aquel que era ciego, haber hecho que este no muriese?

Jesús resucita a Lázaro

38 Jesús, conmovido otra vez en sí mismo, llegó al sepulcro. Era una cueva, y una piedra estaba puesta sobre ella. 39 Jesús dijo: Quitad la piedra. Marta, hermana del muerto, le dijo: Señor, ya hiede; porque hace cuatro días que está sepultado. 40 Le dijo Jesús: ¿No te dije que si crees verás la gloria de Dios? 41 Quitaron entonces la piedra del lugar donde yacía el muerto. Y Jesús, alzando los ojos hacia arriba, dijo: Padre, te doy gracias porque me has oído. 42 Yo sabía que siempre me oyes, pero lo dije a causa de la multitud que está alrededor, para que ellos crean que tú me has enviado. 43 Habiendo dicho esto, clamó a gran voz: ¡Lázaro, ven fuera! 44 Y aquel que había estado muerto salió, atadas las manos y los pies con vendas, y envuelto el rostro en un sudario. Les dijo Jesús: Desatadlo y dejadlo ir.

Los judíos deciden matar a Jesús

45 Muchos de los judíos que habían venido a María y vieron lo que Jesús hizo, creyeron en él. 46 Pero algunos de ellos fueron a los fariseos y les dijeron lo que Jesús había hecho. 47 Entonces los [jefes de los] sacerdotes y los fariseos reunieron el Sanedrín, y dijeron: ¿Qué haremos?, pues este hombre hace muchos milagros. 48 Si le dejamos así, todos creerán en él; y vendrán los romanos y destruirán nuestro templo y nuestra nación. 49 Pero uno de ellos, Caifás, que era [sumo] sacerdote aquel año, les dijo: Vosotros no sabéis nada, 50 ni consideráis que nos conviene que un solo hombre muera por el pueblo, y no que toda la nación perezca. 51 Esto lo dijo no de sí mismo; pero siendo [sumo] sacerdote aquel año, profetizó que Jesús iba a morir por la nación; 52 y no solo por la nación, sino para reunir en uno a los hijos de Dios que estaban dispersos. 53 Desde aquel día, pues, concertaron matarle. 54 Jesús, por tanto, ya no andaba abiertamente entre los judíos, sino que fue de allí a una región cerca del desierto, a una ciudad llamada Efraín; y moraba allí con sus discípulos.

55 Estaba cerca la Pascua de los judíos; y muchos subieron desde el campo a Jerusalén para purificarse antes de la Pascua. 56 Buscaban, pues, a Jesús, y decían entre sí, estando en el templo: ¿Qué os parece? ¿No vendrá a la fiesta? 57 Los jefes de los sacerdotes y los fariseos habían dado orden que si alguien sabía dónde estaba, lo notificara, para prenderlo.

Capítulo 12

María unge a Jesús en Betania
Mateo 26:6-13; Marcos 14:3-9

1 Jesús entonces, seis días antes de la Pascua, vino a Betania, donde estaba Lázaro, a quien él había resucitado de entre los muertos. 2 Le hicieron allí una cena. Marta servía, y Lázaro era uno de aquellos que estaban a la mesa con él. 3 Entonces María, tomando como medio litro de perfume de nardo puro, de mucho valor, ungió los pies de Jesús, y los enjugó con sus cabellos; y la casa se llenó del olor del perfume. 4 Dijo entonces uno de sus discípulos, Judas Iscariote [hijo] de Simón, el que le iba a entregar: 5 ¿Por qué no fue vendido este perfume por trescientos denarios, para darlos a los pobres? 6 Esto lo dijo, no porque le importaran los pobres, sino porque era ladrón, y teniendo la bolsa, se llevaba lo que se echaba en ella. 7 Jesús entonces le dijo: Dejadla; para el día de mi sepultura ella ha guardado esto. 8 Porque a los pobres los tenéis siempre con vosotros; pero a mí no siempre me tenéis. 9 Una gran multitud de los judíos oyó decir que él estaba allí; y vinieron, no solamente a causa de Jesús, sino para ver a Lázaro también, a quien él había resucitado de entre los muertos. 10 Pero los jefes de los sacerdotes decidieron matar también a Lázaro; 11 porque a causa de él muchos de los judíos se apartaban de ellos, y creían en Jesús.

La entrada triunfal de Jesús en Jerusalén
Mateo 21:1-11; Marcos 11:1-10; Lucas 19:29-44

12 Al día siguiente una gran multitud que había venido a la fiesta, al oír que Jesús venía a Jerusalén, 13 tomaron ramas de palmeras, y salieron a su encuentro, aclamando: ¡Hosanna! ¡Bendito el que viene en el nombre del Señor°, el rey de Israel! 14 Y Jesús, habiendo hallado un pollino, se sentó en él, según está escrito: 15 «No temas, hija de Sion; he aquí que viene tu rey, sentado sobre una cría de asna.» [Zacarías 9:9] 16 Estas cosas no las entendieron sus discípulos al principio, pero cuando Jesús fue glorificado, entonces se acordaron de que estas cosas estaban escritas de él, y que se las hicieron a él. 17 Los que estaban con él cuando llamó a Lázaro del sepulcro y lo resucitó de entre los muertos, daban testimonio de ello. 18 Por esto también la multitud salió a recibirle; porque oyeron decir que él había hecho este milagro. 19 Pero los fariseos dijeron entre sí: Veis que nada ganáis. ¡Mirad, el mundo se va tras él!

Unos griegos quieren ver a Jesús

20 Pero había ciertos griegos de entre los que subieron a adorar en la fiesta; 21 estos se acercaron a Felipe, que era de Betsaida de Galilea, y le rogaron, diciendo: Señor, queremos ver a Jesús. 22 Felipe fue y se lo dijo a Andrés, en seguida Andrés y Felipe fueron a decirlo a Jesús. 23 Jesús les respondió, diciendo: Ha llegado la hora para que sea glorificado el Hijo del hombre. 24 En verdad, en verdad os digo: Si el grano de trigo cayendo en tierra no muere, queda solo, pero si muere, lleva mucho fruto. 25 El que ama su vida, la pierde, y el que odia su vida en este mundo, la guarda para vida eterna. 26 Si alguno me sirve, que me siga; y en donde yo estoy, allí también estará mi siervo. Si alguno me sirve, a este le honrará mi Padre.

Jesús anuncia su muerte

27 ¡Ahora está turbada mi alma! ¿Y qué diré? ¡Padre, sálvame de esta hora! Pero para esto vine a esta hora. 28 ¡Padre, glorifica tu nombre! Entonces vino una voz del cielo, que decía: Ya lo he glorificado, y otra vez lo glorificaré. 29 La multitud que estaba allí y oyó decía que había sido un trueno; otros decían: Un ángel le ha hablado. 30 Respondió Jesús y dijo: Esta voz no se ha oído por mi causa, sino por la vuestra. 31 Ahora es el juicio de este mundo; ahora será echado fuera el príncipe de este mundo. 32 Y yo, si soy elevado de la tierra, a todos atraeré a mí mismo. 33 Pero decía esto dando a entender de qué muerte iba a morir. 34 La multitud le respondió: Hemos oído que según la ley el Cristo permanece eternamente; y, ¿cómo dices tú?: Es necesario que el Hijo del hombre sea levantado. ¿Quién es este Hijo del hombre? 35 Jesús entonces les dijo: Aún un poco de tiempo la luz está entre vosotros; caminad mientras tenéis la luz, para que no os sorprendan las tinieblas; porque el que camina en tinieblas no sabe a dónde va. 36 Mientras tenéis la luz, creed en la luz, para que seáis hechos hijos de la luz. Jesús dijo estas cosas, y luego se fue y se escondió de ellos.

La incredulidad de las multitudes

37 Pero a pesar de haber hecho tantos milagros delante de ellos, no creían en él, 38 para que se cumpliera la palabra del profeta Isaías: «Señor°, ¿quién ha creído nuestro mensaje? ¿Y a quién ha sido revelado el brazo del Señor°?» [Isaías 53:1] 39 Por esto ellos no podían creer; porque también dijo Isaías: 40 «Él ha cegado los ojos de ellos y endurecido su corazón, para que no vean con los ojos y no entiendan con su corazón, y se conviertan, y yo los sane.» [Isaías 6:9, 10] 41 Estas cosas dijo Isaías porque vio su gloria y habló de él. 42 Sin embargo, incluso entre los hombres principales, muchos creyeron en él; pero a causa de los fariseos no lo confesaban, para no ser expulsados de la sinagoga; 43 porque amaban más la gloria de los hombres que la gloria de Dios.

44 Pero Jesús clamó y dijo: Quien en mí cree, no cree en mí, sino en aquel que me envió. 45 Y el que me ve, ve al que me envió. 46 Yo como luz he venido al mundo para que todo aquel que cree en mí, no more en tinieblas. 47 Si alguno escucha mis palabras y no las guarda, yo no lo juzgo; porque no vine al mundo para juzgar al mundo, sino para salvar al mundo. 48 El que me rechaza y no recibe mis palabras, tiene quien le juzgue; la palabra que yo he hablado, ella misma le juzgará en el día postrero. 49 Porque no hablé de mí mismo, sino que el Padre que me envió, él me ha dado mandamiento de lo que debo decir y lo que debo hablar. 50 Yo sé que su mandamiento es vida eterna; todo lo que digo, pues, lo digo según me ha dicho el Padre.

Capítulo 13

Jesús lava los pies de sus discípulos
Mateo 26:19-20; Marcos 10:35-45; Lucas 22:14-18, 24-27

1 Antes de la fiesta de la Pascua, sabiendo Jesús que había llegado su hora para pasar de este mundo al Padre, habiendo amado a los suyos que estaban en el mundo, los amó hasta el fin. 2 Durante la cena, como el diablo ya había puesto en el corazón de Judas Iscariote, [hijo] de Simón, el propósito de entregarle, 3 sabiendo [Jesús] que el Padre había puesto todas las cosas en sus manos y que de Dios había salido y a Dios iba, 4 se levantó de la cena, se quitó el manto, y tomando una toalla, se la ciñó. 5 Después echó agua en un lebrillo y empezó a lavar los pies de los discípulos y los secó con la toalla de que estaba ceñido. 6 Cuando vino a Simón Pedro, este le dijo: Señor, ¿tú me lavas a mí los pies? 7 Jesús le respondió: Lo que hago, tú no lo sabes ahora; pero lo entenderás después. 8 Pedro le dijo: Jamás me lavarás los pies. Jesús le respondió: Si no te lavo, no tienes parte conmigo. 9 Simón Pedro le dijo: Señor, no solo mis pies, sino también mis manos y mi cabeza. 10 Jesús le dijo: El que está bañado no tiene necesidad de lavarse más que los pies, ya que está todo limpio; y vosotros estáis limpios, pero no todos. 11 Porque sabía quién lo había de entregar; por esto dijo: No todos estáis limpios.

12 Después de lavarles los pies, tomó su manto, se volvió a sentar a la mesa y les dijo: ¿Sabéis lo que he hecho con vosotros? 13 Vosotros me llamáis Maestro, y Señor; y decís bien, porque lo soy. 14 Pues si yo, que soy el Señor y el Maestro, os he lavado los pies, vosotros también debéis lavaros los pies los unos a los otros. 15 Porque os he dado ejemplo, para que vosotros también hagáis como yo he hecho con vosotros. 16 En verdad, en verdad os digo: El siervo no es mayor que su señor, ni el enviado mayor que aquel que le envió. 17 Si sabéis estas cosas, dichosos sois si las hacéis. 18 No hablo acerca de todos vosotros; yo sé a quiénes he escogido; pero para que se cumpla la Escritura: «El que come mi pan, alzó contra mí su talón.» [Salmo 41:9] 19 Desde ahora os lo digo antes de que suceda, para que cuando suceda, creáis que yo soy. 20 En verdad, en verdad os digo: El que recibe a quien yo envío, a mí me recibe; y el que me recibe, recibe al que me envió.

Jesús anuncia la traición de Judas y la negación de Pedro
Mateo 26:31-35; Marcos 14:27-31; Lucas 22:31-34

21 Después de decir esto, Jesús se turbó en su espíritu y testificó, diciendo: En verdad, en verdad os digo, que uno de vosotros me va a entregar. 22 Los discípulos se miraban unos a otros, [sin saber] de quién hablaba. 23 Estaba recostado sobre el pecho de Jesús uno de sus discípulos, a quien Jesús amaba. 24 Simón Pedro le hizo señas para que preguntase de quién hablaba. 25 Él entonces, recostándose sobre el pecho de Jesús, le dijo: Señor, ¿quién es? 26 Jesús le respondió: Es aquel para quien yo moje el bocado y se lo dé. Y habiendo mojado el bocado, se lo dio a Judas Iscariote, [hijo] de Simón. 27 En el mismo momento, tras el bocado, Satanás entró en él. Jesús, pues, le dijo: Lo que haces, hazlo cuanto antes. 28 Y ninguno de los que estaban a la mesa entendió por qué le dijo esto. 29 Pues algunos pensaban que, por tener Judas la bolsa, Jesús le había dicho: Compra lo que necesitamos para la fiesta; o que diera algo a los pobres. 30 Él, habiendo tomado el bocado, salió al instante; y era ya de noche.

31 Cuando salió, Jesús dijo: Ahora es glorificado el Hijo del hombre, y Dios es glorificado en él. 32 Si Dios es glorificado en él, también Dios lo glorificará en sí mismo, y enseguida lo glorificará. 33 Hijitos, todavía un poco de tiempo estoy con vosotros. Me buscaréis; y según dije a los judíos: A donde yo voy, vosotros no podéis venir, así ahora os lo digo a vosotros. 34 Un nuevo mandamiento os doy, que os améis unos a otros; como yo os he amado, que vosotros también os améis unos a otros. 35 En esto sabrán todos que sois mis discípulos, si os amáis entre vosotros. 36 Simón Pedro le dijo: Señor, ¿a dónde vas? Jesús le respondió: A donde yo voy, tú no puedes seguirme ahora; pero me seguirás más tarde. 37 Pedro le dijo: Señor, ¿por qué no puedo seguirte ahora? Mi vida pondré por ti. 38 Jesús respondió: ¿Tu vida pondrás por mí? En verdad, en verdad te digo: No cantará el gallo sin que me hayas negado tres veces.

Capítulo 14

Jesús promete volver

1 No se turbe vuestro corazón; ¡creéis en Dios, creed también en mí! 2 En la casa de mi Padre hay muchas moradas; si no fuera así, yo os lo habría dicho; porque voy a prepararos un lugar. 3 Si voy y os preparo un lugar, vendré otra vez, y os tomaré conmigo; para que donde yo estoy, vosotros también estéis.

Jesús, el camino, la verdad y la vida

4 Y sabéis a dónde voy, y sabéis el camino. 5 Le dijo Tomás: Señor, no sabemos a dónde vas; ¿cómo podemos saber el camino? 6 Jesús le dijo: Yo soy el camino, y la verdad, y la vida; nadie viene al Padre, sino por mí. 7 Si me hubieseis conocido a mí, hubierais conocido a mi Padre también; y desde ahora le conocéis, y le habéis visto. 8 Le dijo Felipe: Señor, muéstranos al Padre, y esto nos basta. 9 Jesús le dijo: Tanto tiempo hace que estoy con vosotros, ¿y no me conoces, Felipe? El que me ha visto, ha visto al Padre; ¿cómo, pues, dices tú: Muéstranos al Padre? 10 ¿No creéis que yo estoy en el Padre, y el Padre está en mí? Las palabras que os hablo, no las hablo por mi propia cuenta; pero el Padre que mora en mí, él hace sus obras. 11 Creedme que yo estoy en el Padre y el Padre en mí; y si no, creed a causa de las obras mismas. 12 En verdad, en verdad os digo: El que cree en mí, hará también las obras que yo hago; y mayores que estas hará, porque yo voy al Padre. 13 Todo lo que pidáis en mi nombre, eso haré, para que el Padre sea glorificado en el Hijo. 14 Si algo pedís en mi nombre, yo lo haré.

La promesa del Espíritu Santo
Juan 16:5-15, 33; 1 Juan 5:3; 2:3-5

15 Si me amáis, guardad mis mandamientos; 16 y yo rogaré al Padre, y él os dará otro Consolador, para que esté con vosotros para siempre; 17 es decir, el Espíritu de verdad, al que el mundo no puede recibir; porque no lo ve, ni lo conoce; pero vosotros lo conocéis; porque mora con vosotros y estará en vosotros. 18 No os dejaré huérfanos; yo vengo a vosotros. 19 Todavía un poco, y el mundo no me verá más; pero vosotros me veréis; porque yo vivo, vosotros también viviréis. 20 En aquel día conoceréis que yo estoy en mi Padre, y vosotros en mí, y yo en vosotros. 21 El que tiene mis mandamientos y los guarda, ese es el que me ama; y el que me ama será amado por mi Padre y yo le amaré y me manifestaré a él.

22 Le dijo Judas (no el Iscariote): Señor, ¿cómo es que te manifestarás a nosotros y no al mundo? 23 Respondió Jesús y le dijo: Si alguno me ama, guardará mi palabra. Y mi Padre lo amará, y vendremos a él, y haremos morada con él. 24 El que no me ama, no guarda mis palabras; y la palabra que habéis oído no es mía, sino del Padre que me envió. 25 Estas cosas os he dicho estando aún con vosotros. 26 Pero el Consolador, el Espíritu Santo que el Padre enviará en mi nombre, él os enseñará todas las cosas, y os recordará todo lo que os he dicho.

27 La paz os dejo; mi paz os doy; no os la doy como el mundo la da; no se turbe vuestro corazón, ni tenga miedo. 28 Oísteis que yo os dije: Me voy, y vuelvo otra vez a vosotros. Si me amarais, os alegraríais de que me voy al Padre; porque el Padre mayor es que yo. 29 Ahora os lo he dicho antes de que suceda, para que cuando suceda, creáis. 30 Ya no hablaré mucho con vosotros; porque viene el príncipe de este mundo, y él nada tiene en mí; 31 pero para que el mundo sepa que yo amo al Padre, y como me mandó el Padre, así hago. Levantaos, vámonos de aquí.

Capítulo 15

La vid y los sarmientos

1 Yo soy la vid verdadera, y mi Padre es el viñador. 2 Todo sarmiento que en mí no lleva fruto, lo quita; pero todo aquel que lleva fruto, lo poda para que lleve más fruto. 3 Vosotros ya estáis limpios por medio de la palabra que os he dicho. 4 Permaneced en mí, y yo en vosotros. Como no puede el sarmiento llevar fruto por sí mismo si no permanece en la vid, así [tampoco podéis[ vosotros, si no permanecéis en mí. 5 Yo soy la vid, vosotros los sarmientos. El que permanece en mí, y yo en él, este lleva mucho fruto; porque separados de mí nada podéis hacer. 6 Si alguno no permanece en mí, es echado fuera como un sarmiento, y se seca; estos se recogen, se echan en el fuego, y arden. 7 Si permanecéis en mí, y mis palabras permanecen en vosotros, pediréis cuanto queráis, y os será concedido. 8 En esto es glorificado mi Padre, en que llevéis mucho fruto; y así seréis mis discípulos.

9 Como el Padre me ha amado, así también yo os he amado; permaneced en mi amor. 10 Si guardáis mis mandamientos, permaneceréis en mi amor; así como yo he guardado los mandamientos de mi Padre, y permanezco en su amor. 11 Estas cosas os he dicho para que mi gozo permanezca en vosotros, y vuestro gozo sea completo. 12 Este es mi mandamiento: que os améis los unos a los otros, como yo os he amado. 13 Nadie tiene mayor amor que este: que da su vida por sus amigos. 14 Vosotros sois mis amigos si hacéis lo que os mando. 15 Ya no os llamo siervos, porque el siervo no sabe lo que hace su señor; pero os he llamado amigos, porque todo lo que he oído de parte de mi Padre, os lo he dado a conocer. 16 Vosotros no me elegisteis, sino que yo os elegí, y os he designado para que vayáis y llevéis mucho fruto, y permanezca vuestro fruto; para que todo lo que pidáis al Padre en mi nombre, os lo dé. 17 Esto os mando, que os améis unos a otros.

El odio del mundo contra Jesús y sus discípulos

18 Si el mundo os odia, sabed que me odió a mí antes que a vosotros. 19 Si fueseis del mundo, el mundo os amaría como a cosa suya; pero como no sois del mundo, sino que yo os he escogido del mundo, por esto os odia el mundo. 20 Recordad la palabra que os dije: El siervo no es mayor que su señor. Si me han perseguido a mí, también os perseguirán; si han guardado mi palabra, guardarán también la vuestra. 21 Pero todo esto os harán por causa de mi nombre, porque no conocen al que me envió. 22 Si yo no hubiera venido y les hubiera hablado, no tendrían pecado; pero ahora no tienen excusa por su pecado. 23 El que me odia, también odia a mi Padre. 24 Si no hubiera hecho entre ellos obras que ningún otro hizo, no tendrían pecado; pero ahora las han visto y me han odiado tanto a mí como a mi Padre. 25 Pero esto sucede para que se cumpla lo que está escrito en su ley: «Me odiaron sin motivo.» [Salmo 35:19] 26 Cuando venga el Consolador, a quien yo os enviaré de parte del Padre, es decir, el Espíritu de verdad que procede del Padre, él testificará de mí; 27 y vosotros también testificaréis, porque habéis estado conmigo desde el principio.

Capítulo 16

La obra del Espíritu Santo

1 Estas cosas os he dicho para que no os escandalicéis. 2 Os expulsarán de las sinagogas, y hasta llegará la hora en que cualquiera que os mate creerá presentar una ofrenda a Dios. 3 Harán esto porque no conocen al Padre, ni a mí. 4 Pero os he dicho estas cosas para que cuando llegue la hora recordéis que ya os había hablado de ellas. No os dije estas cosas desde el principio, porque yo estaba con vosotros. 5 Pero ahora me voy a Aquel que me envió; y ninguno de vosotros me pregunta: ¿A dónde vas? 6 Pero, porque os he dicho estas cosas, el dolor ha llenado vuestro corazón. 7 Os digo la verdad: Os conviene que yo me vaya. Porque si no me voy, el Consolador no vendrá a vosotros; pero si me voy, os lo enviaré. 8 Cuando él venga, convencerá al mundo de pecado, de justicia y de juicio. 9 De pecado, porque no creen en mí; 10 de justicia, porque me voy al Padre, y ya no me veréis; 11 de juicio, porque el príncipe de este mundo ha sido juzgado.

12 Tengo todavía muchas cosas que deciros, pero ahora no las podéis sobrellevar. 13 Pero cuando venga el Espíritu de verdad, él os guiará al conocimiento de toda la verdad; porque no hablará de sí mismo, sino de todo lo que oiga; y os anunciará las cosas venideras. 14 Él me glorificará; porque tomará de lo mío, y os lo anunciará. 15 Todo lo que tiene el Padre es mío; por eso os dije que tomará de lo mío y os lo anunciará.

Vuestra tristeza se tornará en gozo

16 Aún un poco, y no me veréis; y otra vez un poco, y me veréis [porque me voy al Padre]. 17 Dijeron, pues, algunos de sus discípulos entre sí: ¿Qué es esto que nos dice?: Todavía un poco y no me veréis; y otra vez un poco, y me veréis; y: Por cuanto me voy al Padre. 18 Dijeron, pues: ¿Qué es esto que dice: Un poco? No sabemos de qué habla. 19 Jesús se dio cuenta de que deseaban preguntarle y les dijo: ¿Os preguntáis entre vosotros de esto que dije?: Un poco, y no me veréis; y otra vez un poco, y me veréis. 20 En verdad, en verdad os digo, que vosotros lloraréis y os lamentaréis, pero el mundo se alegrará; vosotros estaréis tristes, pero vuestra tristeza se convertirá en gozo. 21 La mujer cuando está de parto tiene dolor, porque ha llegado su hora; pero cuando ha dado a luz a la criatura, no se acuerda más de su angustia, por el gozo de que un ser humano nació en el mundo. 22 Vosotros, pues, ahora estáis tristes; pero os veré otra vez, y se alegrará vuestro corazón, y ninguno os quitará vuestro gozo.

23 En aquel día no me preguntaréis nada. En verdad, en verdad os digo: Todo lo que pidáis al Padre en mi nombre, él os lo dará. 24 Hasta ahora no habéis pedido nada en mi nombre; pedid, y recibiréis, para que vuestro gozo sea completo. 25 Estas cosas os he hablado en parábolas; pero la hora viene en que no os hablaré en parábolas, sino que os comunicaré claramente las cosas de mi Padre. 26 En aquel día pediréis en mi nombre; y no os digo que yo rogaré al Padre por vosotros; 27 ya que el Padre mismo os ama, porque me habéis amado a mí y habéis creído que yo salí de Dios. 28 Salí del Padre, y he venido al mundo; otra vez dejo el mundo, y voy al Padre.

29 Le dijeron sus discípulos: Ahora sí que hablas con claridad y no dices parábola alguna. 30 Ahora entendemos que sabes todas las cosas y no necesitas que alguien te pregunte; por esto creemos que saliste de Dios. 31 Les respondió Jesús: ¿Ahora creéis? 32 He aquí que viene la hora, y ha llegado, en que seréis dispersados e iréis cada uno por su lado, y me dejaréis solo, pero no estoy solo, porque el Padre está conmigo. 33 Os he dicho estas cosas para que en mí tengáis paz. En el mundo tendréis tribulación; pero tened ánimo, yo he vencido al mundo.

Capítulo 17

Jesús ora por sus discípulos
Hebreos 7:24-28; 4:14-16

1 Jesús dijo estas cosas; y alzando los ojos al cielo, dijo: Padre, la hora ha llegado; glorifica a tu Hijo, para que tu Hijo también te glorifique a ti; 2 así como le has dado poder sobre toda carne, para que dé vida eterna a todos aquellos que le has dado. 3 Esta es la vida eterna, que te conozcan a ti, único Dios verdadero, y a Jesucristo a quien tú enviaste. 4 Yo te glorifiqué en la tierra, acabando la obra que me diste que hiciera. 5 Ahora glorifícame tú, Padre, al lado tuyo, con la gloria que tenía junto a ti antes que el mundo fuese.

6 Manifesté tu nombre a los hombres que me diste del mundo. Tuyos eran, y me los diste, y tu palabra han guardado. 7 Ahora ellos han sabido que todo cuanto me has dado viene de ti; 8 porque las palabras que tú me diste, yo se las he dado, y ellos las han recibido; y han conocido verdaderamente que yo salí de ti, y han creído que tú me enviaste. 9 Yo ruego por ellos; no ruego por el mundo, sino por los que tú me has dado; porque tuyos son; 10 y todo lo mío es tuyo, y lo tuyo es mío; y yo soy glorificado en ellos.

11 Ya no estoy en el mundo, pero ellos están en el mundo, y yo voy a ti. Padre Santo, a los que me has dado, guárdalos en tu nombre para que sean uno, como nosotros lo somos. 12 Mientras yo estaba con ellos, los guardaba en tu nombre; a los que me diste, los guardé y ninguno de ellos se perdió, excepto el hijo de perdición; para que la Escritura se cumpliese.

13 Pero ahora voy a ti; y estas cosas digo en el mundo, para que ellos tengan mi gozo cumplido en sí mismos. 14 Yo les he dado tu palabra, y el mundo los ha odiado, porque no son del mundo, como yo no soy del mundo. 15 No ruego que los quites del mundo, sino que los guardes del maligno. 16 Ellos no son del mundo, como yo no soy del mundo. 17 Santifícalos en la verdad; tu palabra es [la] verdad. 18 Como me enviaste al mundo, también yo los envié al mundo. 19 Y por ellos me santifico a mí mismo, para que ellos también sean santificados en la verdad.

20 No ruego solamente por estos, sino también por los que crean en mí por medio de la palabra de ellos; 21 para que todos sean uno, como tú, Padre, en mí, y yo en ti; que ellos también estén en nosotros, para que el mundo crea que tú me enviaste. 22 La gloria que me has dado, yo les he dado; para que sean uno, como nosotros somos uno; 23 yo en ellos, y tú en mí, para que sean perfectos en unidad; para que el mundo sepa que tú me enviaste, y que los has amado, como a mí me has amado. 24 Padre, deseo que donde yo estoy, también estén conmigo aquellos que me has dado, para que vean mi gloria que me has dado, porque me amaste desde antes de la fundación del mundo. 25 ¡Padre justo! El mundo no te conoció, pero yo te conocí, y estos conocieron que tú me enviaste. 26 Y les di a conocer tu nombre, y se lo daré a conocer; para que el amor con que me amaste esté en ellos, y yo en ellos.

Capítulo 18

El arresto de Jesús
Mateo 26:36-54; Marcos 14:32-50; Lucas 22:39-51

1 Cuando Jesús hubo dicho estas palabras, salió con sus discípulos al otro lado del torrente de Cedrón donde había un huerto, en el cual entró con sus discípulos. 2 También Judas, el que le entregaba, conocía el lugar, porque Jesús muchas veces se reunió allí con sus discípulos. 3 Judas entonces, a la cabeza de una compañía [de soldados y] de alguaciles de los [sumos] sacerdotes y de los fariseos, fue allí con linternas, antorchas y armas. 4 Pero Jesús, conociendo todas las cosas que sobre él venían, salió y les dijo: ¿A quién buscáis? 5 Le respondieron: ¡A Jesús el Nazareno! Jesús les dijo: Yo soy. Y Judas también, el que le entregaba, estaba con ellos. 6 Cuando les dijo: Yo soy, retrocedieron y cayeron a tierra. 7 Entonces les volvió a preguntar: ¿A quién buscáis? Y le contestaron: ¡A Jesús el Nazareno! 8 Jesús respondió: Ya os dije que yo soy; si me buscáis a mí, dejad que estos se vayan; 9 (para que se cumpliese lo que había dicho: De aquellos que me diste, no he perdido ninguno). 10 Entonces Simón Pedro, que tenía una espada, la sacó, hirió al siervo del [sumo] sacerdote y le cortó la oreja derecha (el nombre del siervo era Malco). 11 Jesús entonces dijo a Pedro: Mete tu espada en la vaina; la copa que me ha dado mi Padre, ¿acaso no la he de beber?

Jesús ante Anás y Caifás
Mateo 26:57-75; Marcos 14:53-72; Lucas 22:54-65

12 Entonces la compañía [de soldados], el tribuno y los alguaciles de los judíos prendieron a Jesús y lo ataron; 13 y lo condujeron primero a Anás; porque era suegro de Caifás, que era [sumo] sacerdote aquel año. 14 Era Caifás el que había aconsejado a los judíos que convenía que un solo hombre muriese por el pueblo. 15 Simón Pedro y otro discípulo seguían a Jesús. Este discípulo era conocido del [sumo] sacerdote y entró con Jesús en el patio del palacio del [sumo] sacerdote. 16 Pero Pedro se quedó fuera, junto a la puerta. Salió, pues, el otro discípulo que era conocido del [sumo] sacerdote, y habló a la portera, e hizo entrar a Pedro. 17 Entonces la criada portera dijo a Pedro: ¿No eres tú uno de los discípulos de este hombre? Él dijo: No soy. 18 Los siervos y los alguaciles estaban alrededor de un fuego que habían encendido porque hacía frío; y se estaban calentando; Pedro también estaba con ellos, calentándose.

19 El [sumo] sacerdote preguntó a Jesús acerca de sus discípulos y acerca de su enseñanza. 20 Jesús le respondió: Yo he hablado abiertamente al mundo; enseñaba siempre en la sinagoga y en el templo, donde todos los judíos se reúnen; nada he hablado en secreto. 21 ¿Por qué me preguntas a mí? Pregunta a los que me han oído, qué les hablé; he aquí, ellos saben lo que yo dije. 22 Cuando Jesús dijo esto, uno de los alguaciles que estaba presente le dio una bofetada, diciendo: ¿Así respondes al [sumo] sacerdote? 23 Le respondió Jesús: Si he hablado mal, da testimonio del mal; pero si bien, ¿por qué me golpeas? 24 Pues Anás lo había enviado atado a Caifás, [sumo] sacerdote.

La negación de Pedro

25 Pedro estaba de pie calentándose. Le dijeron, pues: ¿No eres tú uno de sus discípulos? Él lo negó y dijo: ¡No soy! 26 Dijo uno de los siervos del [sumo] sacerdote, pariente de aquel a quien Pedro había cortado la oreja: ¿No te vi yo en el huerto con él? 27 Pedro negó otra vez; y al instante cantó un gallo.

Jesús ante Pilato
Mateo 27:1-2, 11-30; Marcos 15:1-9; Lucas 23:1-25

28 Condujeron a Jesús de casa de Caifás al pretorio; era de madrugada; ellos no entraron en el pretorio para no contaminarse y poder comer la Pascua. 29 Así, pues, Pilato salió a ellos y dijo: ¿De qué acusáis a este hombre? 30 Le respondieron diciendo: Si este hombre no fuera malhechor, no te lo hubiéramos entregado. 31 Les dijo, pues, Pilato: Tomadlo vosotros, y juzgadlo conforme a vuestra ley. Le dijeron los judíos: No nos es lícito a nosotros dar muerte a nadie; 32 para que se cumpliera lo que Jesús había dicho, dando a entender de qué clase de muerte iba a morir.

33 Pilato entró otra vez en el pretorio y llamando a Jesús, le dijo: ¿Eres tú el Rey de los judíos? 34 Jesús respondió: ¿Dices esto de ti mismo, o te lo han dicho otros de mí? 35 Respondió Pilato: ¿Acaso soy yo judío? Tu misma nación y los [jefes de los] sacerdotes te entregaron a mí. ¿Qué hiciste? 36 Jesús respondió: Mi reino no es de este mundo; si lo fuera, entonces mis siervos pelearían para que yo no fuese entregado a los judíos; pero ahora mi reino no es de aquí. 37 Pilato entonces le dijo: ¿Así que tú eres rey? Respondió Jesús: Tú dices que soy rey. Yo para esto nací, y para esto vine al mundo, para dar testimonio de la verdad. Todo aquel que es de la verdad oye mi voz. 38 Le dijo Pilato: ¿Qué es la verdad? Y diciendo esto, salió otra vez a los judíos, y les dijo: Yo no hallo en él ningún delito. 39 Pero tenéis la costumbre de que os suelte algún preso en la Pascua; ¿queréis, pues, que os libere al Rey de los judíos? 40 Entonces todos gritaron otra vez, diciendo: ¡No a este, sino a Barrabás! Y Barrabás era un malhechor.

Capítulo 19

Pilato permite la muerte de Jesús

1 Pilato tomó entonces a Jesús y mandó que lo azotasen. 2 Los soldados entretejieron una corona de espinas y se la pusieron en la cabeza, y lo vistieron con un manto de púrpura; 3 y acercándose a él, le decían: ¡Salve, Rey de los judíos! Y le daban bofetadas. 4 Pilato salió otra vez y les dijo: He aquí, os lo traigo para que sepáis que ningún crimen hallo en él. 5 Salió Jesús llevando la corona de espinas y el manto de púrpura; Pilato les dijo: ¡He aquí el hombre! 6 Cuando lo vieron los [jefes de los] sacerdotes y los alguaciles, gritaron, diciendo: ¡Crucifícalo! ¡Crucifícalo! Pilato les dijo: Tomadlo vosotros, y crucificadlo; porque yo no hallo en él ningún crimen. 7 Los judíos le respondieron: Nosotros tenemos una ley, y conforme a nuestra ley él debe morir, porque se ha hecho Hijo de Dios.

8 Cuando Pilato oyó esta palabra, tuvo más miedo; 9 y entrando otra vez en el pretorio, dijo a Jesús: ¿De dónde eres tú? Pero Jesús no le dio ninguna respuesta. 10 Le dijo, pues, Pilato: ¿No me contestas? ¿No sabes que tengo autoridad para liberarte y tengo autoridad para crucificarte? 11 Jesús le respondió: No tendrías ninguna autoridad sobre mí, si no te hubiera sido dada de arriba; por eso el que me entregó a ti tiene mayor pecado.

12 Desde entonces Pilato procuraba liberarlo; pero los judíos gritaron, diciendo: ¡Si tú liberas a este, no eres amigo de César! ¡Todo aquel que se hace rey, está contra César! 13 Cuando Pilato oyó estas palabras, sacó fuera a Jesús, y se sentó en el tribunal, en el sitio llamado el Enlosado, y en hebreo, Gabata. 14 Era la preparación de la Pascua, y cerca de la hora sexta. Y dijo a los judíos: ¡He aquí a vuestro rey! 15 Pero ellos gritaron: ¡Quítalo, quítalo! ¡Crucifícalo! Pilato les dijo: ¿A vuestro rey crucificaré? Respondieron los jefes de los sacerdotes: No tenemos más rey que César. 16 Entonces lo entregó a ellos, para que fuese crucificado. Ellos, pues, tomaron a Jesús y se lo llevaron.

La crucifixión de Jesús
Mateo 27:32-52; Marcos 15:21-37; Lucas 23:26-46

17 Él, llevando la cruz, salió al [lugar] llamado de la Calavera, y en hebreo, Gólgota; 18 donde lo crucificaron, y con él a otros dos, uno a cada lado, y Jesús en medio. 19 Escribió Pilato un rótulo y lo puso sobre la cruz, el cual decía: Jesús el nazareno, rey de los judíos. 20 Este rótulo lo leyeron muchos de los judíos; porque el lugar donde Jesús fue crucificado estaba cerca de la ciudad; y estaba escrito en hebreo, en latín y en griego. 21 Dijeron a Pilato los [jefes de los] sacerdotes de los judíos: No escribas: El rey de los judíos; sino que él dijo: Soy rey de los judíos. 22 Pilato respondió: Lo que he escrito, he escrito. 23 Entonces los soldados, cuando crucificaron a Jesús, tomaron sus vestidos e hicieron cuatro partes, una para cada soldado; y también la túnica; pero la túnica era sin costura, tejida de una pieza de arriba [abajo]. 24 Dijeron, pues, entre sí: No la rasguemos sino echemos suertes sobre ella, a ver de quién será; para que se cumpliera la Escritura que dice: «Repartieron entre sí mis vestidos, y sobre mi túnica echaron suertes.» [Salmo 22:18] Estas cosas, pues, hicieron los soldados.

25 Estaban junto a la cruz de Jesús su madre, la hermana de su madre, María [mujer] de Cleofás y María Magdalena. 26 Cuando Jesús vio a su madre y al discípulo a quien él amaba, que estaba presente, dijo a su madre: Mujer, he ahí tu hijo. 27 Después dijo al discípulo: He ahí tu madre. Y desde aquella hora el discípulo la recibió en su casa.

28 Después de esto, sabiendo Jesús que todas las cosas habían sido cumplidas (para que se cumpliese la Escritura), dijo: Tengo sed. 29 Había allí una vasija llena de vinagre; y ellos empaparon una esponja en el vinagre y, poniéndola sobre un hisopo, se la acercaron a la boca. 30 Cuando Jesús probó el vinagre, dijo: ¡Cumplido está! E inclinando la cabeza, entregó el espíritu.

31 Los judíos entonces, como era la Preparación, a fin de que los cuerpos no quedasen en la cruz el sábado (porque aquel sábado, era día de gran solemnidad), pidieron a Pilato que se les quebrasen las piernas y los quitasen de allí. 32 Fueron entonces los soldados y quebraron las piernas del primero y del otro que estaba crucificado con él, 33 pero cuando llegaron a Jesús, como vieron que ya estaba muerto, no le quebraron las piernas; 34 pero uno de los soldados traspasó su costado con una lanza, y en el acto salió sangre y agua. 35 El que lo vio ha dado testimonio, y su testimonio es verdadero. Él sabe que dice la verdad, para que vosotros creáis. 36 Porque estas cosas sucedieron para que se cumpliese la Escritura: «Ninguno de sus huesos será quebrado.» [Éxodo 12:46] 37 También otra Escritura dice: «Mirarán al que traspasaron.» [Zacarías 12:10]

El cuerpo de Jesús puesto en la tumba
Mateo 27:57-61; Marcos 15:42-47; Lucas 23:50-56

38 Después de esto José de Arimatea, que era discípulo de Jesús (aunque en secreto por temor de los judíos), pidió a Pilato permiso para llevarse el cuerpo de Jesús; y Pilato se lo permitió. Vino entonces y se llevó el cuerpo de Jesús. 39 Vino también Nicodemo, aquel que al principio fue a Jesús de noche, trayendo una mezcla de mirra y de áloes, como cien libras. 40 Tomaron, pues, el cuerpo de Jesús y lo envolvieron en lienzos, con las especias, como es costumbre de los judíos sepultar. 41 En el lugar donde fue crucificado había un huerto, y en el huerto un sepulcro nuevo, en el cual nadie hasta entonces había sido sepultado. 42 Allí, pues, pusieron a Jesús, a causa del día de la Preparación de los judíos, porque el sepulcro estaba cerca.

Capítulo 20

La resurrección de Jesús
Mateo 28:1-10; Marcos 16:1-11; Lucas 24:1-12

1 De madrugada, el primer día de la semana, siendo aún oscuro, fue María Magdalena al sepulcro y vio la piedra quitada del sepulcro. 2 Entonces corrió hacia Simón Pedro y el otro discípulo, a quien Jesús amaba, y les dijo: ¡Han quitado del sepulcro al Señor, y no sabemos dónde lo han puesto! 3 Salieron, pues, Pedro y el otro discípulo, y fueron al sepulcro. 4 Corrían los dos juntos; pero el otro discípulo corrió más aprisa que Pedro, y llegó primero al sepulcro; 5 e inclinándose a mirar, vio los lienzos echados, pero no entró. 6 Llegó entonces Simón Pedro, que lo seguía; entró en el sepulcro y vio los lienzos puestos allí; 7 y el sudario, que estaba sobre su cabeza, no puesto con los lienzos, sino doblado en un lugar aparte. 8 Entonces entró el otro discípulo también, el que llegó primero al sepulcro, y vio y creyó. 9 Porque hasta entonces no entendían la Escritura, que era necesario que él resucitara de entre los muertos. 10 Entonces volvieron los discípulos otra vez a sus casas.

11 Pero María estaba de pie fuera, junto al sepulcro, llorando. Mientras lloraba, se inclinó para mirar dentro del sepulcro; 12 y vio dos ángeles vestidos de blanco sentados, uno a la cabecera y otro a los pies, donde había yacido el cuerpo de Jesús. 13 Ellos le dijeron: Mujer, ¿por qué lloras? Ella les dijo: Porque se han llevado a mi Señor, y no sé dónde lo han puesto. 14 Cuando hubo dicho esto, se volvió hacia atrás, y vio a Jesús de pie, y no sabía que era Jesús. 15 Jesús le dijo: Mujer, ¿por qué lloras? ¿A quién buscas? Ella, suponiendo que era el hortelano, le dijo: ¡Señor, si tú lo has llevado, dime dónde lo has puesto, y yo me lo llevaré! 16 Le dijo Jesús: ¡María! Volviéndose ella, le dijo en hebreo: ¡Raboní!, que quiere decir: Maestro. 17 Jesús le dijo: No me toques, porque todavía no he subido al Padre; pero vete a mis hermanos, y diles: Subo a mi Padre y vuestro Padre, y a mi Dios y vuestro Dios. 18 María Magdalena se fue y dijo a los discípulos: ¡He visto al Señor! Y les manifestó que él le había dicho estas cosas.

Jesús aparece a sus discípulos
Marcos 16:14-18; Lucas 24:33-45

19 Al atardecer de aquel día, el primero de la semana, estando cerradas las puertas [del lugar] donde se hallaban juntos los discípulos, por temor de los judíos, vino Jesús y se puso en medio de ellos, y les dijo: Paz a vosotros. 20 Cuando hubo dicho esto, les mostró sus manos y su costado. Entonces se alegraron los discípulos, viendo al Señor. 21 Jesús, pues, les dijo otra vez: Paz a vosotros. Así como el Padre me envió a mí, yo también os envío. 22 Habiendo dicho esto, sopló sobre ellos, y les dijo: Recibid el Espíritu Santo; 23 a los que perdonéis los pecados, les son perdonados; y a los que se los retengáis, les son retenidos.

La incredulidad de Tomás

24 Pero Tomás, uno de los doce, llamado Dídimo, no estaba con ellos cuando Jesús vino. 25 Los otros discípulos le dijeron: ¡Hemos visto al Señor! Pero él les dijo: ¡Si yo no veo en sus manos la señal de los clavos, y si no meto mi dedo en la señal de los clavos, y meto mi mano en su costado, no creeré! 26 Ocho días después sus discípulos estaban otra vez dentro, y Tomás con ellos. Vino Jesús, estando cerradas las puertas, y se puso en medio de ellos, y dijo: Paz a vosotros. 27 Dijo entonces a Tomás: Trae aquí tu dedo, y ve mis manos, y trae tu mano, y métela en mi costado; y no seas incrédulo, sino creyente. 28 Respondió Tomás, y le dijo: ¡Señor mío, y Dios mío! 29 Le dijo Jesús: Porque me has visto, has creído. ¡Bienaventurados aquellos que no han visto, y han creído!

30 Además, Jesús hizo muchas otras señales en presencia de sus discípulos, que no están escritas en este libro. 31 Pero estas han sido escritas para que creáis que Jesús es el Cristo, el Hijo de Dios; y para que, creyendo, tengáis vida en su nombre.

Capítulo 21

La aparición de Jesús junto al mar de Tiberias
Mateo 28:16; Lucas 5:1-11

1 Después de esto se manifestó Jesús otra vez a sus discípulos, junto al mar de Tiberias; y se manifestó de la siguiente manera: 2 Estaban juntos Simón Pedro y Tomás, llamado Dídimo, y Natanael de Caná de Galilea, los [hijos] de Zebedeo y otros dos de sus discípulos. 3 Les dijo Simón Pedro: Yo voy a pescar. Le dijeron: Vamos nosotros también contigo. Salieron, pues, y embarcaron; y aquella noche no pescaron nada.

4 Cuando ya iba amaneciendo, Jesús se presentó en la playa; pero los discípulos no sabían que era Jesús. 5 Les dijo entonces Jesús: ¿Muchachos, tenéis algo de comer? Le respondieron: No. 6 Él les dijo: Echad la red a la derecha de la barca, y hallaréis. Entonces la echaron, y ya no la podían sacar a causa de la gran cantidad de peces. 7 Aquel discípulo a quien amaba Jesús dijo entonces a Pedro: ¡Es el Señor! Y Pedro, al oír que era el Señor, se ciñó su túnica (porque estaba desnudo), y se echó al mar. 8 Pero los otros discípulos vinieron en la barca, porque no estaban lejos de tierra, sino como a unos doscientos codos, arrastrando la red llena de pescados. 9 Cuando desembarcaron a tierra, vieron allí unas brasas puestas con un pescado sobre ellas, y pan. 10 Les dijo Jesús: Traed de los pescados que habéis cogido ahora. 11 Subió Simón Pedro, y sacó a tierra la red, llena de grandes peces, ciento cincuenta y tres; y aunque había tantos, sin embargo, no se rompió la red. 12 Les dijo Jesús: Venid a desayunar, y ninguno de los discípulos se atrevía a preguntarle: ¿Quién eres tú?, sabiendo que era el Señor. 13 Vino entonces Jesús y tomó el pan y les dio, y asimismo del pescado. 14 Esta es la tercera vez que Jesús apareció a los discípulos después de haber resucitado de entre los muertos.

El encargo pastoral de Pedro

15 Cuando, pues, hubieron desayunado, dijo Jesús a Simón Pedro: ¿Simón, [hijo] de Jonás, me amas más que estos? Le dijo: ¡Sí, Señor, tú sabes que te quiero! Le dijo: Apacienta mis corderos. 16 Le dijo de nuevo, por segunda vez: ¿Simón, [hijo] de Jonás, me amas? Pedro le dijo: ¡Sí, Señor, tú sabes que te quiero! Le dijo: Pastorea mis ovejas. 17 Le dijo por tercera vez: ¿Simón, [hijo] de Jonás, me quieres? Pedro se contristó de que le dijera por tercera vez: ¿Me quieres?, y le dijo: ¡Señor, tú lo sabes todo; tú sabes que te quiero! Le dijo Jesús: Apacienta mis ovejas. 18 En verdad, en verdad te digo: Cuando eras joven, tú mismo te ceñías, y andabas por donde querías; pero cuando seas viejo, extenderás tus manos, y otro te ceñirá, y te llevará a donde tú no quieres. 19 Esto dijo dando a entender con qué clase de muerte glorificaría a Dios. Y cuando hubo dicho esto, le dijo: ¡Sígueme!

El discípulo amado y el testimonio que permanece

20 Volviéndose Pedro, vio al discípulo a quien Jesús amaba que venía detrás; el mismo que también en la cena se recostó sobre el pecho, y le dijo: Señor, ¿quién es aquel que te entrega? 21 Viendo, pues, Pedro a este, preguntó a Jesús: Señor, ¿y qué de este? 22 Jesús le dijo: Si quiero que él permanezca hasta que yo vuelva, ¿qué a ti? ¡Sígueme tú! 23 Corrió este dicho entre los hermanos, que aquel discípulo no moriría; pero Jesús no le dijo que no moriría; sino: Si quiero que él permanezca hasta que yo vuelva, ¿qué a ti?

24 Este es el discípulo que da testimonio de estas cosas y escribió estas cosas, y sabemos que su testimonio es verídico. 25 Hay también otras muchas cosas que hizo Jesús, las cuales, si fuesen escritas una por una, pienso que ni el mundo entero podría contener los libros que se escribirían.

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