Biblia paralela

# Moderna 1929 actualizada 2020 close Reina-Valera revisada 1909 close
1 Tras reunir a los doce, les dio poder y autoridad sobre todos los demonios, y para curar enfermedades. Y JUNTANDO á sus doce discípulos, les dió virtud y potestad sobre todos los demonios, y que sanasen enfermedades.
2 Los envió a predicar el reino de Dios y a sanar a los enfermos. Y los envió á que predicasen el reino de Dios, y que sanasen á los enfermos.
3 Y les dijo: No llevéis nada para el camino, ni bastón, ni bolsa, ni pan, ni dinero, ni dos túnicas. Y les dice: No toméis nada para el camino, ni báculo, ni alforja, ni pan, ni dinero; ni tengáis dos vestidos cada uno.
4 En la casa en que entréis, permaneced allí, y de allí partid. Y en cualquiera casa en que entrareis, quedad allí, y de allí salid.
5 Donde no os reciban, al salir de aquella ciudad sacudid el polvo de vuestros pies, en testimonio contra ellos. Y todos los que no os recibieren, saliéndoos de aquella ciudad, aun el polvo sacudid de vuestros pies en testimonio contra ellos.
6 Ellos partieron y recorrieron las aldeas, predicando el evangelio y sanando por todas partes. Y saliendo, rodeaban por todas las aldeas, anunciando el evangelio, y sanando por todas partes.
7 Herodes el tetrarca oyó todo lo que iba sucediendo; y estaba muy perplejo, porque algunos decían que Juan había resucitado de entre los muertos; Y oyó Herodes el tetrarca todas las cosas que hacía; y estaba en duda, porque decían algunos: Juan ha resucitado de los muertos;
8 otros decían que Elías había aparecido; y otros, que alguno de los antiguos profetas había resucitado. Y otros: Elías ha aparecido; y otros: Algún profeta de los antiguos ha resucitado.
9 Dijo Herodes: A Juan yo lo decapité. ¿Quién, pues, es este de quien oigo tales cosas? Y deseaba verlo. Y dijo Herodes: Á Juan yo degollé: ¿quién pues será éste, de quien yo oigo tales cosas? Y procuraba verle.
10 Cuando los apóstoles regresaron, contaron a Jesús todo lo que habían hecho. Y tomándolos con él, se retiró aparte a una ciudad llamada Betsaida. Y vueltos los apóstoles, le contaron todas las cosas que habían hecho. Y tomándolos, se retiró aparte á un lugar desierto de la ciudad que se llama Bethsaida.
11 Pero al saberlo la multitud, lo siguió; él la recibió, le hablaba del reino de Dios y sanaba a los que tenían necesidad de curación. Y como lo entendieron las gentes, le siguieron; y él las recibió, y les hablaba del reino de Dios, y sanaba á los que tenían necesidad de cura.
12 El día comenzó a declinar, y acercándose los doce, le dijeron: Despide a la multitud para que se vaya a las aldeas y a los campos de alrededor, para que encuentren comida y alojamiento; porque aquí estamos en un lugar desierto. Y el día había comenzado á declinar; y llegándose los doce, le dijeron: Despide á las gentes, para que yendo á las aldeas y heredades de alrededor, procedan á alojarse y hallen viandas; porque aquí estamos en lugar desierto.
13 Él les dijo: Dadles vosotros de comer. Ellos dijeron: No tenemos más que cinco panes y dos peces; a no ser que vayamos a comprar alimentos para toda esta multitud. Y les dice: Dadles vosotros de comer. Y dijeron ellos: No tenemos más que cinco panes y dos pescados, si no vamos nosotros á comprar viandas para toda esta compañía.
14 Porque eran unos cinco mil hombres. Y él dijo a sus discípulos: Haced que se sienten en grupos como de cincuenta. Y eran como cinco mil hombres. Entonces dijo á sus discípulos: Hacedlos sentar en ranchos, de cincuenta en cincuenta.
15 Lo hicieron así, pidiendo a todos que se recostaran. Y así lo hicieron, haciéndolos sentar á todos.
16 Entonces tomó los cinco panes y los dos peces, miró al cielo y los bendijo, los partió y los dio a los discípulos para que los presentasen ante la multitud. Y tomando los cinco panes y los dos pescados, mirando al cielo los bendijo, y partió, y dió á sus discípulos para que pusiesen delante de las gentes.
17 Todos comieron y se saciaron; y de los pedazos que sobraron recogieron doce cestos. Y comieron todos, y se hartaron; y alzaron lo que les sobró, doce cestos de pedazos.
18 Aconteció, al estar él orando aparte, que los discípulos estaban con él; y les preguntó: ¿Quién dice la gente que soy yo? Y aconteció que estando él solo orando, estaban con él los discípulos; y les preguntó diciendo: ¿Quién dicen las gentes que soy?
19 Ellos le respondieron: Unos, Juan el Bautista; otros, Elías; y otros, alguno de los antiguos profetas que ha resucitado. Y ellos respondieron, y dijeron: Juan el Bautista; y otros, Elías; y otros, que algún profeta de los antiguos ha resucitado.
20 Les dijo entonces: Pero vosotros, ¿quién decís que soy yo? Pedro le respondió: El Cristo de Dios. Y les dijo: ¿Y vosotros, quién decís que soy? Entonces respondiendo Simón Pedro, dijo: El Cristo de Dios.
21 Pero él les mandó encarecidamente que a nadie dijeran esto, Mas él, conminándolos, mandó que á nadie dijesen esto;
22 diciendo: Es necesario que el Hijo del hombre padezca muchas cosas; que sea rechazado por los ancianos, [los jefes de] los sacerdotes y los escribas; que lo maten y que resucite al tercer día. Diciendo: Es necesario que el Hijo del hombre padezca muchas cosas, y sea desechado de los ancianos, y de los príncipes de los sacerdotes, y de los escribas, y que sea muerto, y resucite al tercer día.
23 Les decía a todos: Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz cada día y sígame. Y decía á todos: Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese á sí mismo, y tome su cruz cada día, y sígame.
24 Porque el que quiera salvar su vida, la perderá; pero el que pierda su vida por causa de mí, la salvará. Porque cualquiera que quisiere salvar su vida, la perderá; y cualquiera que perdiere su vida por causa de mí, éste la salvará.
25 Porque ¿qué provecho saca un hombre ganando todo el mundo, si se pierde o se destruye a sí mismo? Porque ¿qué aprovecha al hombre, si granjeare todo el mundo, y sé pierda él á sí mismo, ó corra peligro de sí?
26 Porque todo el que se avergüence de mí y de mis palabras, de este el Hijo del hombre se avergonzará cuando venga en su gloria, y en la del Padre y de los santos ángeles. Porque el que se avergonzare de mí y de mis palabras, de este tal el Hijo del hombre se avergonzará cuando viniere en su gloria, y del Padre, y de los santos ángeles.
27 Pero os digo en verdad, que hay algunos de los que aquí están que no probarán la muerte, hasta que vean el reino de Dios. Y os digo en verdad, que hay algunos de los que están aquí, que no gustarán la muerte, hasta que vean el reino de Dios.
28 Sucedió, unos ocho días después de estas palabras que, tomando a Pedro, a Juan y a Jacobo, subió al monte para orar. Y aconteció como ocho días después de estas palabras, que tomó á Pedro y á Juan y á Jacobo, y subió al monte á orar.
29 Mientras oraba, el aspecto de su rostro cambió; y su vestido se hizo blanco resplandeciente. Y entre tanto que oraba, la apariencia de su rostro se hizo otra, y su vestido blanco y resplandeciente.
30 Y he aquí que dos varones hablaban con él, los cuales eran Moisés y Elías, Y he aquí dos varones que hablaban con él, los cuales eran Moisés y Elías;
31 quienes apareciendo en gloria, hablaban de su muerte, que iba a cumplirse en Jerusalén. Que aparecieron en majestad, y hablaban de su salida, la cual había de cumplir en Jerusalem.
32 Pero Pedro y sus compañeros estaban cargados de sueño; y al despertarse, vieron su gloria y a los dos varones que estaban con él. Y Pedro y los que estaban con él, estaban cargados de sueño: y como despertaron, vieron su majestad, y á aquellos dos varones que estaban con él.
33 Cuando ellos lo dejaban, Pedro dijo a Jesús: ¡Maestro, bueno es que estemos aquí! Hagamos tres tiendas, una para ti, otra para Moisés, y otra para Elías; sin saber lo que decía. Y aconteció, que apartándose ellos de él, Pedro dice á Jesús: Maestro, bien es que nos quedemos aquí: y hagamos tres pabellones, uno para ti, y uno para Moisés, y uno para Elías; no sabiendo lo que se decía.
34 Mientras él hablaba, vino una nube que los cubrió; y ellos tuvieron miedo al entrar en la nube. Y estando él hablando esto, vino una nube que los cubrió; y tuvieron temor entrando ellos en la nube.
35 Y hubo una voz de la nube, que decía: ¡Este es mi Hijo, el elegido, oídle a él! Y vino una voz de la nube, que decía: Éste es mi Hijo amado; á él oíd.
36 Tras oírse la voz, Jesús fue hallado solo. Y ellos callaron, y en aquellos días nada dijeron a nadie de lo que habían visto. Y pasada aquella voz, Jesús fué hallado solo: y ellos callaron; y por aquellos días no dijeron nada á nadie de lo que habían visto.
37 Al día siguiente, cuando bajaban del monte, una gran multitud vino a su encuentro. Y aconteció al día siguiente, que apartándose ellos del monte, gran compañía les salió al encuentro.
38 De repente un hombre de entre la multitud levantó la voz: ¡Maestro, te ruego que atiendas a mi hijo, porque es el único que tengo! Y he aquí, un hombre de la compañía clamó, diciendo: Maestro, ruégote que veas á mi hijo; que es el único que tengo:
39 Un espíritu se apodera de él y de repente da voces y sufre convulsiones, echando espumarajos; y destrozándolo, a duras penas se va de él. Y he aquí un espíritu le toma, y de repente da voces; y le despedaza y hace echar espuma, y apenas se aparta de él quebrantándole.
40 Rogué a tus discípulos que lo expulsaran, pero no han podido. Y rogué á tus discípulos que le echasen fuera, y no pudieron.
41 Jesús respondió: Oh generación incrédula y perversa, ¿hasta cuándo estaré con vosotros y os soportaré? ¡Trae aquí a tu hijo! Y respondiendo Jesús, dice: ¡Oh generación infiel y perversa! ¿hasta cuándo tengo de estar con vosotros, y os sufriré? Trae tu hijo acá.
42 Cuando el muchacho se acercaba, el demonio lo derribó y le produjo convulsiones. Y Jesús reprendió al espíritu inmundo, sanó al muchacho y se lo devolvió a su padre. Y como aun se acercaba, el demonio le derribó y despedazó: mas Jesús increpó al espíritu inmundo, y sanó al muchacho, y se lo volvió á su padre.
43 Todos estaban atónitos ante la grandeza de Dios.
Y mientras todos se maravillaban de todas las cosas que hacía, Jesús dijo a sus discípulos:
Y todos estaban atónitos de la grandeza de Dios. Y maravillándose todos de todas las cosas que hacía, dijo á sus discípulos:
44 Que estas palabras penetren en vuestros oídos; porque el Hijo del hombre va a ser entregado en manos de los hombres. Poned vosotros en vuestros oídos estas palabras; porque ha de acontecer que el Hijo del hombre será entregado en manos de hombres.
45 Pero ellos no entendían estas palabras, porque les estaban encubiertas para que no las percibieran; y temían preguntarle acerca de ellas. Mas ellos no entendían esta palabra, y les era encubierta para que no la entendiesen; y temían preguntarle de esta palabra.
46 Surgió entre ellos una discusión sobre cuál de ellos sería el mayor. Entonces entraron en disputa, cuál de ellos sería el mayor.
47 Sabiendo Jesús lo que pensaban en su corazón, tomó a un niño y lo puso junto a él, Mas Jesús, viendo los pensamientos del corazón de ellos, tomó un niño, y púsole junto á sí,
48 y les dijo: Quien reciba a este niño en mi nombre, me recibe a mí; y el que me reciba a mí, recibe al que me envió. Porque el que es más pequeño entre todos vosotros, ese es grande. Y les dice: Cualquiera que recibiere este niño en mí nombre, á mí recibe; y cualquiera que me recibiere á mí, recibe al que me envió; porque el que fuere el menor entre todos vosotros, éste será el grande.
49 Tomando Juan la palabra dijo: Maestro, vimos a uno que expulsaba demonios en tu nombre, y se lo prohibimos, porque no te sigue con nosotros. Entonces respondiendo Juan, dijo: Maestro, hemos visto á uno que echaba fuera demonios en tu nombre; y se lo prohibimos, porque no sigue con nosotros.
50 Jesús les dijo: No se lo prohibáis; porque el que no está contra vosotros, por vosotros está. Jesús le dijo: No se lo prohibáis; porque el que no es contra nosotros, por nosotros es.
51 Como el tiempo de su ascensión al cielo se acercaba, afirmó su rostro para ir a Jerusalén. Y aconteció que, como se cumplió el tiempo en que había de ser recibido arriba, él afirmó su rostro para ir á Jerusalem.
52 Y envió mensajeros delante de él, los cuales entraron en una aldea de los samaritanos para hacerle preparativos. Y envió mensajeros delante de sí, los cuales fueron y entraron en una ciudad de los Samaritanos, para prevenirle.
53 Pero estos no lo recibieron, porque su decisión era ir a Jerusalén. Mas no le recibieron, porque era su traza de ir á Jerusalem.
54 Al ver esto los discípulos Jacobo y Juan, dijeron: Señor, ¿quieres que pidamos que descienda fuego del cielo y los consuma, como hizo Elías? Y viendo esto sus discípulos Jacobo y Juan, dijeron: Señor, ¿quieres que mandemos que descienda fuego del cielo, y los consuma, como hizo Elías?
55 Pero volviéndose él, los reprendió. [Y les dijo: ¿No sabéis de qué espíritu sois? Entonces volviéndose él, los reprendió, diciendo: Vosotros no sabéis de qué espíritu sois;
56 Porque el Hijo del hombre no vino para perder las vidas de los hombres, sino para salvarlas.]* Y se fueron a otra aldea. Porque el Hijo del hombre no ha venido para perder las almas de los hombres, sino para salvarlas. Y se fueron á otra aldea.
57 Andando ellos por el camino, un hombre le dijo: Te seguiré adondequiera que vayas. Y aconteció que yendo ellos, uno le dijo en el camino: Señor, te seguiré donde quiera que fueres.
58 Jesús le dijo: Las zorras tienen madrigueras, y las aves del cielo nidos, pero el Hijo del hombre no tiene donde recostar la cabeza. Y le dijo Jesús: Las zorras tienen cuevas, y las aves de los cielos nidos; mas el Hijo del hombre no tiene donde recline la cabeza.
59 Y dijo a otro: ¡Sígueme! Él respondió: Permíteme que vaya primero a enterrar a mi padre. Y dijo á otro: Sígueme. Y él dijo: Señor, déjame que primero vaya y entierre á mi padre.
60 Jesús le dijo: Deja que los muertos entierren a sus muertos; pero tú, ve y anuncia el reino de Dios. Y Jesús le dijo: Deja los muertos que entierren á sus muertos; y tú, ve, y anuncia el reino de Dios.
61 Otro también le dijo: Te seguiré, Señor; pero permíteme primero que me despida de los de mi casa. Entonces también dijo otro: Te seguiré, Señor; mas déjame que me despida primero de los que están en mi casa.
62 Pero Jesús le dijo: Ninguno que ha puesto la mano en el arado y mira atrás es apto para el reino de Dios. Y Jesús le dijo: Ninguno que poniendo su mano al arado mira atrás, es apto para el reino de Dios.
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