3 - La creación y la caída del hombre


person Autor: Frank Binford HOLE 115

library_books Serie: Fundamentos de la fe

flag Tema: La creación


El primer capítulo del Génesis ofrece el relato divino del origen de todas las cosas visibles creadas y, por tanto, toca temas sobre los que la llamada ciencia querría tener el monopolio. Por ello, este capítulo ha sido durante mucho tiempo atacado con desprecio por la incredulidad.

Esto no debe inquietar ni un momento a los verdaderos creyentes. Los ataques de la incredulidad son en realidad un tributo a la verdad atacada; todos ellos tienen su base en la extraña mezcla de unos pocos hechos y un montón de suposiciones, deducciones y especulaciones, que actúan como “ciencia” cuando se trata de la Biblia. Si tamizamos esta mezcla hasta que solo queden unos pocos hechos reales –hechos innegables, como que el sol existe en los cielos– no hay ninguno que sea inconsistente con la maravillosa verdad comunicada divinamente por Moisés en Génesis 1.

Anotemos algunos de los rasgos sobresalientes de este hermoso capítulo.

El primer versículo expone el gran acto creativo original por el que Dios creó los cielos y la tierra. El versículo 2 resume la historia. A partir de este punto Dios vuelve a la obra y vemos no solo que Dios crea (Gén. 1:21, 27), sino que hace (1:7, 16, 25), y que forma al hombre (2:7). Los dos últimos términos se emplean cuando no se trata de producir algo de la nada, sino de dar nuevas formas a la materia ya existente.

El capítulo comienza con «Dios». La palabra utilizada en hebreo es Elohim, en plural, una palabra notable. Esto es aún más sorprendente si se tiene en cuenta que el hebreo tiene, para los nombres, la forma singular, una forma para designar dos cosas, y la forma plural, que es, por tanto, para tres o más cosas. Sin embargo, el verbo «crear» está en singular. ¿Por qué esta aparente violación de la gramática? Para que al principio de nuestro conocimiento de Dios tengamos un indicio de la verdad de la Trinidad –tres personas, pero un solo Dios–, que será revelada claramente más adelante. En el versículo 2, descubrimos la mención del Espíritu de Dios y en el Nuevo Testamento, aprendemos que, en la creación, el acto de crear siempre se atribuye al Hijo, el Señor Jesús. «[El] Hijo… por medio de quien también hizo el universo» (Hebr. 1:2). El primer versículo de la Biblia contiene, pues, la negación del unitarismo [1].

[1] El unitarismo es una corriente teológica de un sector del cristianismo protestante que cree en un Dios unipersonal y sostiene que Jesucristo no es, él mismo, Dios. El Unitarismo es estrictamente monoteísta y cree que existe solo un único Dios, Dios Padre o Yahveh, conformado por una sola entidad.

También contiene la negación del panteísmo –una vieja idea prevaleciente en el mundo pagano. Esta idea ha reaparecido en el cristianismo como uno de los pilares de la “Nueva teología”. El dios del panteísta es el espíritu o la esencia de la naturaleza; se expresa en la naturaleza y no se conoce ni se concibe fuera de ella; es inmanente a la naturaleza, pero no trascendente sobre ella. El Dios del versículo 1 es claramente Uno, fuera de la naturaleza e infinitamente por encima de ella, puesto que él la hizo y, por tanto, existía antes que ella. Todo lo que llamamos naturaleza procede de él.

Un filósofo del siglo 19 sostenía que al menos 5 cosas deben ser asumidas para dar una explicación inteligible del universo: tiempo, espacio, materia, fuerza y movimiento. No lo decía por respeto a la Biblia, pero estas cinco cosas se mencionan en los versículos 1 y 2:

  1. «En el principio» – tiempo,
  2. «el cielo» – el espacio,
  3. «la tierra» – la materia,
  4. «el Espíritu de Dios» – fuerza,
  5. «se movía» – movimiento.

El versículo 2 abre la presentación de los 6 días de trabajo. A menudo se dice que se trata de los 6 días de la creación. Esto es erróneo, pues dice: «En seis días hizo el Señor los cielos y la tierra» (Éx. 20:11). El trabajo principal de estos días fue redefinir la tierra y el sistema solar para proporcionar un hogar adecuado al hombre que Dios iba a crear. Empezando por la luz, aparecen las diversas categorías de cosas visibles hasta llegar al hombre, al que se le da dominio y poder. El orden del relato –vegetación, luego árboles, luego peces, aves, ganado, reptiles, etc.– es tal que nada queda fuera.

El cuarto día presenta dificultades para muchos, debido a ideas científicas erróneas, por una parte, al considerarse imposible que la luz (v. 3) llegara antes que el sol (v. 16), y porque los hombres no han leído cuidadosamente lo que dicen los versículos 14 al 18, por otra. Estos versículos no dicen que el sol y la luna fueran creados de la manera indicada en el versículo 1; fueron hechos como «dos grandes lumbreras» en el cuarto día. Además, fueron colocados en relación con la tierra, o la tierra en relación con ellos, de modo que gobiernan el día y la noche, separando la luz de las tinieblas.

En cuanto a la creación en general, hay 2 puntos que no deben olvidarse.

En primer lugar, todo lo que Dios creó era bueno. Esto se dice cinco veces (v. 10, 12, 18, 21 y 25) sobre la materia, animada o no. Estas afirmaciones son importantes porque la creación bien ordenada pronto iba a ser invadida por el mal. Esto demuestra que la invasión del mal vino de fuera y no de dentro. Todo lo que salió de la mano de Dios era perfecto, sin mancha. También son importantes para establecer que la “Ciencia cristiana”, ese terrible engaño de Satanás que afirma que la materia es mala en sí misma y el espíritu es bueno, es una mentira. En verdad, la materia y el espíritu eran originalmente buenos, pero cuando el pecado entró, tuvo lugar primero en el espíritu –el espíritu de Adán. Entonces, a través del espíritu, la materia se corrompió. Es «la mente de la carne –la que es «enemistad contra Dios» (Rom. 8:7).

En segundo lugar, tan pronto como se habla de la vida –la vida que implica la reproducción de las especies, ya sean hierbas, peces, aves, animales que se arrastran o ganado–, la ley inmutable que rige estas reproducciones se resume en tres palabras: «según su especie». Nos llama aquí la atención un hecho que se comprueba continuamente de 1.000 maneras. La cría y la selección pueden modificar una especie dentro de unos límites, pero nada puede modificar las especies.

La frase «según su especie» aparece no menos de 10 veces en Génesis 1. Repetimos que establece un gran hecho y niega la teoría de la evolución. Nótese a este respecto que Darwin, en su libro “El Origen de las Especies”, utiliza frecuentemente expresiones como “las leyes… son en su mayor parte desconocidas”, “las causas… son muy oscuras”, “nuestra ignorancia es tan profunda”, “como no tenemos hechos que nos guíen, la especulación… es casi inútil”, “no se puede dar ninguna explicación de estos hechos”. Incluso dijo más de 800 veces: “Bien podemos suponer…”. ¡Qué contraste con el «Así dice Jehová» de la Biblia!

La creación del hombre, varón y hembra, fue la culminación de los 6 días. El hombre fue creado a semejanza de Dios. Tenía una semejanza moral con él; poseía inteligencia, razón, voluntad y estaba libre de pecado porque era inocente. También fue creado a imagen de Dios, es decir, como su representante en esta creación inferior. Por eso se le dio el dominio. El hombre fue hecho para gobernar, pero como administrador de Dios, y por lo tanto dependiente y obediente a él. En este sentido, el hombre está solo, pues los ángeles mismos fueron creados para servir y no para gobernar. «¿No son todos ellos espíritus servidores?» (Hebr. 1:14).

En Génesis 2:7 se menciona de nuevo la creación del hombre, pero con un propósito diferente. Aquí tenemos el secreto de su constitución espiritual, distinta de su cuerpo. El cuerpo fue formado del polvo de la tierra, pero el espíritu fue insuflado por Dios mismo. El hombre es un alma viviente del mismo modo que los demás seres animados, pero el hombre lo es por el soplo divino de la vida, cosa que no ocurre con las bestias; esta es su gloria distintiva.

A continuación, se dice que Dios plantó un jardín y colocó en él a Adán con la feliz tarea de cultivarlo y conservarlo. No debía estar ocioso, ni siquiera en estado de inocencia. Solo tenía una prohibición: la de comer del árbol de la ciencia del bien y del mal. El capítulo 2 termina mostrando cómo fue formada Eva. Ella fue el objeto especial de una obra posterior de Dios; fue tomada de Adán. La raza humana es, pues, esencialmente una.

Al final de Génesis 2, Adán, el representante de Dios, domina la creación terrenal y Eva, su ayudante, está asociada a él. Estaba bajo la ley de un solo mandamiento. Por lo tanto, se presentó ante Dios sobre la base de su propia responsabilidad. Obedeciendo, permanecía en el favor de Dios y mantenía su posición; desobedeciendo, moriría con toda seguridad.

Génesis 3 nos lleva al gran drama. El origen es la serpiente. Pero en la serpiente discernimos al diablo, Satanás, que había entrado en ella para llevar a cabo su diabólico propósito. La mujer, Eva, fue el medio. Acercada por la serpiente, escuchó, luego tomó la iniciativa, que no le correspondía, actuó y desobedeció. Sin embargo, es Adán el transgresor responsable. La Escritura siempre habla del pecado de Adán y 1 Timoteo 2:14 nos da la razón. Adán no fue engañado, sino Eva. Por lo tanto, comer del árbol prohibido fue un puro acto de desafío a Dios. Fue pura iniquidad, y esa es la esencia del pecado.

Examinemos cuidadosamente la forma en que actuó la serpiente, para nuestra instrucción y advertencia, porque sus astucias son siempre las mismas. Su objetivo era minar la confianza de la criatura en su Creador, trabajando primero para que desconfiara de Dios.

Lo consiguió en tres etapas.

El primer paso fue cuestionar la revelación divina: «¿Conque Dios os ha dicho…?» Sabía que, si la Palabra de Dios quedaba desacreditada en la mente de la mujer, se abriría una brecha. Nótese que truncó las palabras, cuestionándolas: «¿Conque Dios os ha dicho: No comáis de todo árbol del jardín?» La mujer corrigió su error de cita, pero exageró la prohibición divina añadiendo no lo «tocaréis» a lo que Dios había dicho. Esto demostró que el veneno de la duda había empezado a actuar en su mente.

La serpiente, que había ganado la partida, continuó diciendo: «No moriréis», haciendo así de Dios un mentiroso al negar la amenaza de la pena de muerte. Presentó el juicio de Dios como una amenaza vacía.

Hasta ahora la serpiente había actuado con afirmaciones negativas, ahora llegó a una afirmación positiva y presentó a la mujer una tentación: «Seréis como Dios». Afirmaba que el hombre obtendría la divinidad mediante esta desobediencia, e insinuaba que Dios sabía que así sería, y por eso, para ocultárselo, por celos, les prohibió comerlo.

El diablo solo obra con mentiras. Y añadió: «Sabiendo el bien y el mal» (v. 5). Esto era muy cierto, pero no dijo que estarían bajo el poder del mal, sin el deseo de hacer el bien. Decir las cosas en parte suele ser eficaz para engañar.

Estos mismos tres puntos son evidentes en los sistemas religiosos actuales. Por muy variados que parezcan ser, un análisis detenido muestra que todos ellos coinciden en:

  1. Cuestionar la Palabra de Dios.
  2. Negar la ruina y la muerte.
  3. Afirmar la divinidad para el hombre.

Estos tres puntos juntos constituyen «la mentira» a la que probablemente se refiere 2 Tesalonicenses 2:11.

La mentira hizo su obra mortal en el alma de Eva. Ella creyó al diablo y desconfió de Dios, de modo que la tentación del fruto prohibido la asaltó con toda su fuerza. Apeló a los deseos de la carne en ella, porque vio que el árbol era «bueno para comer»; a los deseos de los ojos, porque el árbol era «agradable a los ojos»; al orgullo de la vida, porque el árbol era «codiciable para alcanzar la sabiduría». Bajo este triple hechizo, ella «tomó de su fruto, y comió; y dio también a su marido, el cual comió así como ella».

Así abandonaron a Dios por un momento de placer. Se sembró la semilla que produciría tan terrible cosecha, y actuaron en consecuencia.

Las consecuencias aparecieron inmediatamente. La mala conciencia, el temor de Dios, la voluntad de eludir e incluso de culpar a Dios por lo sucedido son evidentes en este capítulo 3. Las consecuencias gubernamentales de la desobediencia de la serpiente, la mujer y el hombre son inmediatas. Cada uno recibe una sentencia apropiada bajo la cual permanecen hasta el día de hoy y que nada puede eliminar. El jardín de las delicias se pierde entonces.

Sin embargo, este capítulo contiene algo que no debemos olvidar: las primeras palabras de esperanza para la venida de la semilla de la mujer que invertiría las consecuencias de aquel día fatal. Apenas caída la noche oscura del drama, la primera estrella de esperanza es encendida por la mano divina en el cielo del hombre. Toda la Escritura, especialmente el Nuevo Testamento, detalla lo que Génesis 3:15 implicaba.

Consideremos ahora algunas cuestiones.

3.1 - Muchos tienen dificultades con el origen del mal y por qué Dios lo permitió. ¿Qué dicen las Escrituras?

Ya hemos visto que hay mucha luz sobre el origen y la entrada del mal en este mundo. Las Escrituras también indican que es el orgullo el origen del pecado del diablo (1 Tim. 3:6). En Ezequiel 28:11-19, el rey de Tiro parece ser una imagen de la gloria original de Satanás y de su caída irremediable. Pero las Escrituras guardan silencio sobre por qué Dios, sabiendo todo lo que ello implicaría, creó de todos modos a Satanás y al hombre, y permitió que el mal invadiera toda su hermosa creación.

De hecho, estas preguntas están fuera del alcance de las mentes finitas. ¿Es posible que Dios nos revele los secretos de sus altos y eternos consejos que están en el plano de lo infinito? Si lo hiciera, ¿seríamos más sabios? No. Conviene detenerse aquí y decir con el salmista: «Tal conocimiento es demasiado maravilloso para mí; alto es, no lo puedo comprender» (Sal. 139:6).

3.2 - Los geólogos hablan de las largas eras en las que se han depositado las diversas capas de la corteza terrestre y los restos fósiles. ¿Por qué la Biblia no dice nada al respecto?

La Biblia no trata de la curiosidad, sino de la conciencia y sus necesidades despiertas. No es un manual preliminar para la ciencia, sino una guía divina para conocer a Dios, la justicia y el cielo. Por tanto, no se puede desperdiciar espacio en cuestiones que no conciernen a su propósito.

Obsérvese que los científicos cristianos entienden que el diluvio es la causa principal del registro fósil y nunca mencionan la evolución.

3.3 - ¿Qué pasa con los restos humanos prehistóricos que se dice que son muy antiguos? ¿Debemos suponer que el hombre existía antes de Adán o que han pasado más de 6.000 años desde su aparición?

Suponer que el hombre existió antes que Adán sería negar las Escrituras. Él es «el primer hombre» (1 Cor. 15:45). En cuanto a los 6.000 años transcurridos desde Adán, se estiman a partir de la cronología de Ussher, pero no hay certeza al respecto. Él hizo cálculos basados en las edades de los patriarcas y otros datos históricos. Otros han hecho estos cálculos y no hay 2 que coincidan. Algunos cuentan un poco menos que Ussher, otros mucho más. Una vez más, la Biblia no dice nada al respecto. Podemos hacer cálculos, pero el hecho es que no lo sabemos.

Sin embargo, si la gente nos dice que hay pruebas de que los huesos humanos son muy antiguos, digámosles educadamente que al decir esto solo están demostrando su gran credulidad. La “Crítica de la Evolución” de T.B. Bishop, publicada por Oliphants en Londres, muestra la confusa mezcla de afirmaciones contradictorias y suposiciones que caracterizan este tema de la prehistoria (este libro, por desgracia, contiene muchas lagunas en su estructura, pero hay mucho que es interesante).

3.4 - ¿Los 6 días del Génesis 1 son días ordinarios de 24 horas o largos períodos?

La palabra «día» se utiliza a menudo en las Escrituras para referirse a largos periodos de tiempo. Por eso no es de extrañar que muchos le atribuyan este significado en Génesis 1. Sin embargo, tal interpretación conduce inmediatamente a serias dificultades.

Por ejemplo:

¿Por qué esta repetición «y fue la tarde y la mañana» (v. 5, 8, 13, 19, 23, 31)? Simplemente porque se trata de un día ordinario –recordemos que el día judío comenzaba a las 6 de la tarde, con el atardecer–. A mayor escala, esta expresión indicaría el comienzo y el final de un período, pero no valdría la pena mencionar esta obviedad, y mucho menos repetirla.

Otro ejemplo: el hombre fue creado en el sexto día, y luego vino el séptimo día, el día de descanso, entre su creación y la caída. ¿Duró este día miles de años? Esto es imposible, ya que Adán solo tenía 130 años cuando nació Set y este vivió 930 años.

Otro ejemplo: Éxodo 20:8-11 presenta el cuarto mandamiento relativo al sábado. En este pasaje se mencionan los 7 días de la semana y los 7 días de la creación sin que se haga ninguna diferencia entre estos días respectivos. Podríamos argumentar que estos 2 conjuntos de días son completamente diferentes si otros pasajes de la Escritura lo dejaran claro, pero no es el caso.

Por lo tanto, aceptamos estos días como días de 24 horas. Esto no es más difícil de aceptar para la fe que ver miles de años.

3.5 - Se han planteado objeciones sobre la prohibición de Dios a Adán, y sobre el hecho de que algo tan benigno como comer fruta tuviera consecuencias tan terribles. ¿Cuál es la respuesta a esto?

Si Dios no hubiera prohibido ni ordenado nada a Adán, no habría nada que nos recordara sus posiciones relativas: que Dios era el Creador al que había que obedecer, y que Adán era una criatura que le debía obediencia. Lo sorprendente no es que Dios le hiciera una prohibición, sino que solo le hiciera una. Había muchos árboles en el jardín; en lugar de guardar 99 y solo darle uno, ¡Dios le dio 99 y guardó solo uno!

En cuanto a los grandes resultados que surgen de una causa aparentemente menor, ¿no sucede a menudo? La Primera Guerra Mundial nació de un disparo fatal efectuado en una pequeña ciudad de los Balcanes. Un tren que cambia de vías no lo hace cuando estas están separadas varios metros, sino que lo hace imperceptiblemente en un cambio de agujas; el hueco es de solo unos milímetros en el que se efectúa el cambio.

Así, Adán se desvió del camino de la obediencia por un acto que parece benigno. Sin embargo, desafió a Dios, y el desafío nunca es más flagrante y deliberado que cuando se trata de una cosa pequeña en la que no hay necesidad de actuar ni excusa para hacerlo.

3.6 - ¿Es bíblica la doctrina del “pecado original”?

Puede que el término “pecado original” no se encuentre en la Biblia, pero la verdad que transmite la frase es bastante exacta. En Génesis 5:3 dice: «Vivió Adán ciento treinta años, y engendró un hijo a su semejanza, conforme a su imagen». Obsérvense las palabras en cursiva. Originalmente fue creado a semejanza de Dios, pero durante su breve periodo de inocencia no se reprodujo. De haber sido así, podría haber existido otro hombre a semejanza de Dios. Primero fue la caída, luego engendró hijos a su semejanza como criatura caída. Se aplicó la ley de Génesis 1 «conforme a su imagen». Así, en Romanos 5:19 leemos que «por la desobediencia de un solo hombre, muchos fueron constituidos pecadores». Todos sus descendientes vinieron al mundo pecadores en su propia constitución. Esto es lo que se entiende por “pecado original”.

La solemne verdad de la naturaleza humana corrupta no es popular. Si los hombres pudieran borrarla de las Escrituras, seguiría brotando de todos los rincones de la tierra habitada. Esto es un hecho. Solo la Biblia explica su origen y presenta un remedio.

3.7 - La sentencia fue: «El día que de él comieres, ciertamente morirás». Sin embargo, ¡Adán vivió 930 años! ¿Cómo podemos conciliar esto?

En primer lugar, comprendiendo que la muerte no es una extinción del ser, pues de lo contrario no podría conciliarse. La muerte es, en primer lugar, una separación de Dios mismo, fuente de toda vida y felicidad; es también la separación del espíritu y el alma, del cuerpo.

El día en que pecó, Adán murió en el primer sentido de la palabra, es decir, se abrió un abismo infinito entre él y Dios, como muestra la historia. Quedó, en el lenguaje del Nuevo Testamento, «muertos en vuestros delitos y pecados» (Efe. 2:1).

930 años más tarde entregó el espíritu y murió, en el segundo sentido. Finalmente, a menos que se arrepintiera y creyera, sería juzgado y arrojado al lago de fuego, que es una separación eterna e irrevocable de con Dios. Esta es la «segunda muerte» cronológicamente, aunque es el aspecto completo de la muerte y, por lo tanto, en términos de su significado, el significado primario.

En segundo lugar, nótese que la muerte cayó en el jardín el mismo día del pecado de Adán –no sobre él personalmente, sino sobre una víctima o víctimas inocentes de cuya piel Dios hizo vestiduras para los culpables. Así, desde el principio, se dio testimonio, por medio de un tipo, del hecho de que la muerte es la paga del pecado y de la eficacia del sacrificio de un sustituto.

3.8 - ¿Por qué impidió Dios a Adán comer del árbol de la vida?

Porque, como dice, habría vivido para siempre. La muerte no podría haber tocado su cuerpo y él habría sido condenado a permanecer para siempre en su estado pecaminoso –corporalmente más allá del alcance de la muerte, y espiritualmente muerto y separado de Dios. Su exclusión del árbol de la vida parecía una condena más, y así fue, pero también contenía en sí misma las semillas de una bendición definitiva, en el sentido de que, en el tiempo de Dios, la muerte se convertiría en la puerta de entrada a la vida eterna. Si el hombre no pudiera morir corporalmente, entonces Cristo no podría haber muerto y, por lo tanto, Adán se habría arruinado sin remedio. Así, el juicio temprano de Dios sirvió a su misericordia y preparó el camino para el apogeo de las edades: la muerte de Cristo.