12 - La segunda venida: el día de la Redención


person Autor: Frank Binford HOLE 119

library_books Serie: Fundamentos de la fe


Tantas referencias se hacen en la Biblia a la segunda venida del Señor Jesús que no trataremos de probarlo, porque en sí es evidente. Solo puede ser negada por tal falsificación de las Escrituras, que ya no podríamos estar seguros de ninguna verdad de nuestra santísima fe.

Nuestro propósito es mostrar el lugar que ocupa, como inauguración del «día de la redención» y cómo completa los grandes fundamentos de la revelación según las Escrituras y da consistencia y estabilidad al conjunto.

La primera venida, y la expiación relacionada con ella, ha sido un hecho consumado desde hace aproximadamente 20 siglos. La redención se hizo entonces por la sangre. Pero, desde entonces, quienes desean ultrajar a Dios y sus caminos pueden hacerlo ampliamente. El amor de Dios resplandeció plenamente en la cruz y quien es santo lo ve. Sin embargo, las potestades de las tinieblas siguen dominando la tierra y el pecado sigue asolándola. De ahí el gemido de la creación; los hijos de Dios siguen estando en la aflicción; persiste el misterio en cuanto a los caminos de Dios en gobernación en la tierra; y los hombres siguen blasfemando su santo nombre.

Todo esto terminará pronto. Los juicios de Dios pronto separarán lo bueno de lo malo, para justificar lo que es bueno y condenar lo que es malo. Entonces «habrá sido consumado el misterio de Dios» (Apoc. 10:7) y «con alegría; y gozo perpetuo» reemplazarán «la tristeza y el gemido» (véase Is. 35:10). La segunda venida traerá la redención en poder.

Los profetas del Antiguo Testamento nos dicen mucho acerca de las glorias de ese Día venidero. Indican no solo su carácter, en términos de juicio y bendición, sino también que depende enteramente de la venida del Mesías. Sin embargo, cuando hablaban, era casi imposible determinar si sus profecías se referían a la primera venida o a la segunda. Estaban a una distancia tan grande que las dos venidas se confundían en su visión. Al igual que muchas estrellas distantes que brillan como un solo punto de luz a simple vista, son como estrellas dobles cuando se ven a través de potentes telescopios.

El Nuevo Testamento es el “poder telescópico” que permite ver claramente que la venida del Mesías es como una estrella doble. Los astrónomos saben que, aunque estas estrellas parecen ser una sola a simple vista, inmensidades las separan, y siguen girando alrededor una de la otra. Del mismo modo, las dos venidas están relacionadas mutuamente, “girando una en torno a la otra”, sabiendo ahora que al menos 2.000 años las separan.

Uno de los pasajes más sorprendentes del Nuevo Testamento sobre este tema es Romanos 8:16-25. Leámoslo con atención.

La primera parte de esta Epístola ha pasado en revista los maravillosos resultados de la obra realizada por el Señor Jesús en su primera venida. La «redención que es en Cristo Jesús» (3:24) está expuesta en todos sus aspectos con respecto al creyente. Lo libera por completo, espiritualmente, de modo que goza del favor de Dios, siendo justificado; tiene la mayor esperanza de gloria; y, además, está liberado del dominio del pecado, aunque el pecado todavía está en él. Tiene el Espíritu de Dios y, por tanto, no solo es hijo de Dios, sino que sabe que lo es. Es consciente de su relación.

Aquí es donde comienza el pasaje de los versículos 16 al 25. Los hijos de Dios guiados por el Espíritu, que también son «herederos de Dios y coherederos con Cristo», siguen sufriendo. Todavía no son corporalmente liberados. Pertenecen al Señor, siendo incluso «miembros de Cristo» y «templos del Espíritu Santo», pues «comprados por precio» (véase 1 Cor. 6:13-20), pero sus cuerpos aún no han sido redimidos.

Los versículos 19 al 22 de este pasaje muestran que toda la creación terrenal está en esclavitud. El usurpador sigue dominando; los estragos del pecado y de la muerte continúan. El lamentable estado de la creación no se debe a ningún defecto o mal inherente a la materia, como algunos enseñan, sino a causa de la voluntad de Adán que no confió en Dios. Adán era la cabeza de la creación, su vínculo inteligente con el Creador. Del mismo modo que la ruptura del primer eslabón de una cadena provoca la caída de los demás eslabones, la caída de Adán provocó la caída de toda la creación. La creación, por muda e inanimada que parezca, ¿gemirá para siempre?

Por supuesto que no. En estos versículos, se describe a la creación como escudriñando el futuro con «constante espera» o “anhelo”, esperando el día en que será liberada de la esclavitud de la corrupción.

¿Cuándo se hará realidad su esperanza? Cuando los hijos de Dios sean manifestados y glorificados, entonces, en la libertad de esa gloria, toda la creación avanzará con ellos. Entonces se publicará «libertad en la tierra para todos sus moradores». Y la tierra esclavizada será redimida. Así, cesará el trabajo de los hombres y comerán «el producto de la tierra» (véase Lev. 25:10-13). Este será el verdadero y último «año de jubileo».

No solo la creación gime, sino también nosotros, que poseemos el Espíritu. Esperamos «la redención de nuestro cuerpo» (Rom. 8:23), que culminará nuestra gloriosa condición de hijos de Dios.

¿Cuándo y cómo tendrá lugar esta redención de nuestros cuerpos? 1 Corintios 15:51-54 nos da la respuesta. Nuestros cuerpos serán redimidos, cuando venga el Señor; «todos seremos cambiados», ya sea por la resurrección de entre los muertos o por la transmutación instantánea de los vivos en una condición incorruptible e inmortal. «En un instante, en un abrir y cerrar de ojo, en la última trompeta» todo se cumplirá. «Los que son de Cristo» resucitarán «a su venida» (v. 23).

Para nosotros, la segunda venida será testigo de la culminación de la obra de la redención. Nuestros propios cuerpos quedarán bajo su poder. Nótese de paso cómo esto desmiente la idea, tan común hoy en día, de que solo un pequeño número de creyentes superiores serán arrebatados cuando venga el Señor. Él viene a redimir los cuerpos de sus santos; la redención no es una cuestión de fidelidad humana, sino de poder y gracia de Dios. Hemos sido sellados por el Espíritu Santo de Dios «para el día de la redención» (Efe. 4:30). Todo verdadero creyente está así sellado para el gran día venidero. Nuestra fidelidad, o infidelidad, afectará grandemente nuestro lugar en el reino venidero, pero la redención descansa en un plano completamente diferente.

Hasta ahora nos hemos centrado en lo que la segunda venida nos trae a nosotros y a la creación. Al leer las entusiastas predicciones de los profetas, podemos preguntarnos qué podría superar la bendición de esta venida. Cuando los santos brillan en la gloria celestial, y la paz y la seguridad llenan el mundo para siempre, cuando la exuberante fertilidad de la tierra liberada sea tal que el profeta pueda decir sin exagerar: «Los montes y los collados levantarán canción delante de vosotros, y todos los árboles del campo darán palmadas de aplauso» (Is. 55:12), bien podríamos pensar que se ha alcanzado el apogeo. Pero no es así. Dios tiene un buen placer que se ha propuesto en sí mismo para la gloria de Cristo, y esto concierne a una esfera aún más amplia que la de los santos redimidos y la tierra milenaria redimida. Cristo es el heredero de todas las cosas. Su gloria es la consideración suprema. Él es preeminente. Solo cuando vemos las cosas bajo esta luz alcanzamos la cúspide.

En Efesios 1:9-14 nos está presentado este aspecto. Como en el capítulo 4, se dice que se nos ha dado el Espíritu como sello hasta la hora de la redención, y también se habla de él como «las arras de nuestra herencia»; la redención se llama la «redención de la posesión adquirida», pues no solo se trata de los cuerpos de los santos, sino también de toda la herencia, en la medida en que ha sido malograda por el pecado.

Dios tiene una “voluntad” de la que el mundo es ignorante e indiferente. Sin embargo, nos ha sido revelado el “misterio” de esta voluntad, según su «beneplácito», que no es duro ni arbitrario, sino absolutamente «bueno» (v. 9).

12.1 - ¿Y en qué consiste este «misterio de su voluntad, según su beneplácito»?

En primer lugar, es tener una dispensación que será la «plenitud de los tiempos», la culminación y el cumplimiento de las edades, estará marcada por la perfección administrativa, y se verá que todos los siglos precedentes fueron una preparación para ella.

En segundo lugar, que esta era venidera sea administrada por Cristo, el hombre de su complacencia, de quien se dijo proféticamente: «La voluntad de Jehová será en su mano prosperada» (Is. 53:10).

Cuando el Señor Jesús regrese en gloria con todos sus santos, será para tomar su lugar como gobernante sobre todas las cosas. Dios purificará la tierra con juicios y luego reunirá «todas las cosas en Cristo», es decir, gobernará todas las cosas en él. Cristo será como la cima de una pirámide –si podemos usar tal figura. La cúspide o la piedra de la cúspide de una pirámide es en sí misma una pirámide perfecta. Todas las líneas ascendentes y las caras de la pirámide convergen allí. Corona el conjunto.

No solo la tierra será bendecida bajo su dominio, pues este «todo» incluye a los que están en el cielo y a los que están en la tierra (v. 10). El término «todas las cosas» significa, pues, todas las cosas que existen en todas las esferas de bendición, celestiales o terrenales, hasta sus límites extremos. Una esfera queda excluida: la esfera del juicio. Sin embargo, incluso los «seres que están debajo de la tierra» se inclinarán ante el nombre de Jesús (comp. Fil. 2:10). Tendrán que reconocerlo, aunque estén separados de él y bajo la ira de Dios. Todas las cosas que estarán entonces a favor de Dios, encontrarán su Cabeza y gloria suprema en Cristo.

Así es como Dios redimirá su posesión adquirida. Durante mucho tiempo, el pecado ha sido como una pesada carga sobre gran parte de la hermosa herencia, sobre todo lo que ha sido manchado por el mal. Todo era de Dios en el momento de la creación, pero en la primera venida de Cristo, mediante su muerte, se convirtió en una «posesión adquirida»; así, en la parábola (Mat. 13:44), el campo fue comprado, al igual que el tesoro que contenía. En la segunda venida, esta carga del pecado será quitada de la herencia. El Señor Jesús hará valer con poder sus derechos establecidos por la sangre, cuando él vino en humildad y humillación.

Añadamos esto: cuando él tome posesión de la herencia, lo hará en sus santos. Esto se dice en Daniel 7: «Con las nubes del cielo venía uno como un hijo de hombre… Y le fue dado dominio, gloria y reino» (v. 13-14), y luego «llegó el tiempo, y los santos recibieron el reino» (v. 22). Así como un rey puede ocupar un territorio conquistado poniendo a sus tropas y oficiales en posesión del poder, así será en aquel tiempo. Tendremos nuestra herencia cuando Cristo tenga la suya. A esto se refiere el apóstol cuando ruega que sepamos «cuál la riqueza de la gloria de su herencia en los santos» (Efe. 1:18). No es que los santos sean su herencia, sino que él disfruta de su herencia en sus santos, poniendo a sus santos en posesión de la herencia.

El hecho de que tendremos una herencia en el día de gloria es maravilloso. Pero cuánto más maravilloso es pensar que la obtendremos de Dios, como coherederos con Cristo.

12.2 - Ha distinguido usted entre comprar y redimir. ¿Hace la Escritura esa distinción?

Sí. Las Escrituras hablan de los que niegan «al Señor que los compró» trayendo «para sí mismos rápida destrucción» (2 Pe. 2:1). Han sido «comprados» porque, por su muerte y resurrección, el Señor Jesús ha adquirido derechos universales y es Señor de todos. Sin embargo, no todos han sido redimidos.

Nadie puede ser redimido sin ser comprado, pero muchos pueden ser comprados sin ser redimidos.

El capítulo 4 de Rut ilustra este punto. Cuando Booz desafió al pariente más cercano que él a redimir la herencia de Elimelec, el hombre al principio consintió. Lo que tenía en mente, en ese momento, era hacer una compra que pudiera ser rentable. Cuando Booz le recordó que la redención era algo más que una simple compra e implicaba hacerse cargo de todos los derechos y deberes de la herencia, levantar los nombres de los muertos, tener una relación personal con Rut y, a través de ella, con Noemí, se negó.

Esta ilustración deja bien clara la distinción.

12.3 - Leemos en las Escrituras que nuestros cuerpos mortales son vivificados. Algunos dicen que esto ya ha sucedido y por lo tanto ningún cristiano debe sufrir de enfermedad. ¿Es esto cierto?

¡No! El pasaje en cuestión no dice que nuestros cuerpos mortales han sido vivificados. Dice: «Si el Espíritu… habita en vosotros, el que resucitó a Cristo de entre los muertos vivificará también vuestros cuerpos mortales, por medio de su Espíritu, que habita en vosotros» (Rom. 8:11). Este versículo explica cómo se llevará a cabo la «redención de nuestro cuerpo» de la que se habla en el versículo 23. Es Dios quien lo hará. Pero, como muestra Juan 5:28, será por la voz del Señor Jesús y también por la energía del Espíritu que mora en nosotros. Las tres personas de la divinidad estarán activas en nuestra redención final.

Puesto que la suposición es errónea, la conclusión extraída sobre la enfermedad también lo es.

Además, podemos preguntarnos por qué algunas personas se contentan con un razonamiento tan superficial. Si nuestros cuerpos estuvieran vivificados, no habría ningún “no debería estar enfermo”, simplemente no podríamos estar enfermos. Ni siquiera podríamos morir. Al fin y al cabo, la enfermedad no es nada comparada con la muerte. ¿Por qué la gente no sigue adelante con su razonamiento? Porque hacerlo sería mostrar su insensatez a todo el mundo.

12.4 - ¿La obra de redención de la posesión adquirida tendrá lugar en un instante?

No tendrá lugar en un instante, sino en un tiempo relativamente corto.

El Señor redimirá primero los cuerpos de sus santos. Vendrá por ellos, resucitando a los muertos, cambiando a los vivos y llevándolos a todos a su presencia (comp. 1 Tes. 4:15-17). Se casará con su esposa, como Booz tomó apaciblemente a Rut.

Entonces, «Jehová alzará otra vez su mano para recobrar el remanente de su pueblo que aún quede» (Is. 11:11). No será de forma apacible, pues habrá terribles juicios sobre la tierra. Tenemos una descripción de esto en Isaías 63:1-6; el Mesías victorioso dice por boca del profeta: «El día de la venganza está en mi corazón, y el año de mis redimidos ha llegado» (v. 3-6). Israel será redimido por el juicio una vez más, como lo fue de la tierra de Egipto.

Entonces «destruirá en este monte la cubierta con que están cubiertos todos los pueblos, y el velo que envuelve a todas las naciones» (Is. 25:7). Las naciones serán primero juzgadas y luego bendecidas.

Por último, cuando su trono se eleve en Sion, fluirán aguas vivas (véase Ez. 47:1-12) y traerán una fertilidad increíble a la tierra. Este pasaje puede sugerir una bendición espiritual, pero debe tomarse literalmente. La maldición que pesa sobre la creación será levantada.

Esto no tardará en suceder, pues «el Señor ejecutará su palabra en la tierra, acabándola y acortándola» (Rom. 9:28).

12.5 - En Hechos 3:21 se habla de la «restauración de todas las cosas». ¿No significa esto que todos serán finalmente redimidos y bendecidos?

¡No!, este versículo habla del tiempo «de la restauración de todas las cosas». Se trata del Milenio del que Dios ha hablado a través de sus profetas durante mucho tiempo. La profecía de Enoc, por ejemplo, se refiere a ese día, como se recoge en Judas 14, mientras que el versículo 15 describe los juicios que preceden a la inauguración del reino de paz. Esta frase describe exactamente el carácter del Milenio. A lo largo de los siglos, Dios ha mostrado a los hombres muchas cosas de su propósito para este mundo. Creó a Adán como cabeza, y este pecó. Estableció el gobierno en Noé, y se corrompió. Dio su Ley a través de Moisés, y fue quebrantada. Estableció el sacerdocio en Aarón, y fue pervertido. Estableció la autoridad real en David, y se vino abajo.

En la era venidera, estas cosas y todas aquellas de su propósito serán restauradas y establecidas en mayor plenitud y perfección absoluta porque entonces todo estará centrado en Cristo. Dios dirá: «He puesto mi rey sobre Sion, mi santo monte» (Sal. 2:6). Será coronado de gloria y honor como Hijo del hombre –el último Adán– y gobernará sobre las obras de las manos de Jehová (Sal. 8:6).

No se dice nada sobre la restauración de todas las personas. Muchos pasajes refutan claramente esta teoría universalista y querer verla en este pasaje es tergiversar las Escrituras.

12.6 - ¿Cómo podemos conciliar el hecho de que la segunda venida de Cristo marca el día de la redención, con el hecho de que su reinado milenario termina en una gran rebelión?

No hay necesidad de conciliarlos. Si alguien o algo redimido por Cristo en su segunda venida estuviera de alguna manera sujeto de nuevo al poder del mal, tendría, por supuesto, serias dificultades. Pero no hay rastro de esto. Satanás, liberado del abismo, es el instigador de la gran rebelión final (véase Apoc. 20:7-10), no es redimido. Multitudes nacerán durante los 1.000 años. Nunca habrán conocido los efectos devastadores del pecado a través de tristes experiencias, y los que no hayan nacido de nuevo caerán ante las tentaciones de Satanás. Pero estos nunca han sido redimidos.

Su loca rebelión solo acelerará su propia destrucción y su juicio final. Rodearán el campamento de los santos y la ciudad amada, pero ni un cabello de su cabeza ni una piedra de ella serán tocados.

Dios aprovechará esta oportunidad para plegar como un vestido raído el cielo y la tierra actuales y perpetuar la hermosa historia de la redención en un cielo y una tierra nuevos.

12.7 - ¿Cómo resumir la distinción entre el Milenio y el estado eterno?

Uno es como la antesala del otro. Ambos se caracterizan por la justicia; pero en el uno ella reina, pues la cuestión del pecado no ha concluido, aunque está severamente reprimido; en el otro permanece, pues, habiendo pasado el juicio final, se retira del trono judicial a la dulce libertad del amor.

El Milenio será la justificación en esta tierra de todos los caminos justos y santos de Dios en gobierno. En este mundo, donde los hombres han despreciado su autoridad y ultrajado todos sus pensamientos, cuán necesario y justo es que se manifieste la perfección de todos sus pensamientos y disposiciones, durante un ciclo completo de 1.000 años, cuando Cristo los tome en sus manos y los ejecute.

Cumplida esta demostración, se permitirá que se manifieste una vez más el odio implacable de Satanás y la naturaleza irremediablemente corrupta del hombre. Esto conducirá al gran juicio final. Entonces, el pecado, ya sea en el diablo y sus ángeles, o en los hombres malvados, estará para siempre bajo la ira y la condenación en un lugar circunscrito: «el lago de fuego» (Apoc. 20:14-15). El pecado, como principio activo que puede causar daño, ya no existirá.

En el cielo nuevo y la tierra nueva, todo será nuevo (Apoc. 21:5). Todo se basará en una «nueva creación» en la que toda la naturaleza de Dios se expresará sin restricciones; será la realización de su propósito eterno. Gracias a Dios, ahora estamos sobre esta base, «en Cristo» (véase 2 Cor. 5:17).

La nueva creación descansa sobre la muerte de Cristo. Pronto el que está sentado en el trono, nuestro Señor Jesucristo, dirá: «¡He aquí yo hago nuevas todas las cosas!… ¡Hecho está!» (Apoc. 21:5-6). Si puede decir esto, es porque una vez dijo en la cruz: «¡Cumplido está!» (Juan 19:30).