Inédito Nuevo

La palabra y el contacto

El peligro para el creyente de estar ocupado consigo


person Autor: Frank Binford HOLE 128

flag Tema: Malos estados interiores


«Había allí una mujer… enferma desde hacía 18 años; andaba encorvada y no se podía enderezar. Cuando Jesús la vio, la llamó y le dijo: Mujer, quedas curada de tu enfermedad. Puso las manos sobre ella, al instante sella se enderezó, y alababa a Dios» (Lucas 13:11-13).

Quiero tratar lo más brevemente posible una dificultad particular que afecta a muchos cristianos, pero afortunadamente no a todos.

1 - Dos tendencias entre los creyentes

Algunos de nosotros somos naturalmente ligeros y conseguimos seguir nuestro camino sin pensar demasiado en nosotros mismos. Sin embargo, esto puede ser peligroso. Es posible pasar por la vida con ligereza y no conocer los ejercicios que otros tienen, y perder el beneficio que estos ejercicios aportan. Por otro lado, algunos tienden a encerrarse en sí mismos y a examinar constantemente sus propios sentimientos. Están siempre preocupados por sí mismos, lo que no conduce ni a la gloria del Señor Jesucristo ni al propio bien espiritual.

2 - El peligro de estar excesivamente ocupado consigo

Si ustedes, como cristianos sufren por estar ocupados consigo es como un hombre que mira constantemente sus propios pies y tropieza al hacerlo. Su reflexión sobre sí mismo no produce la fuerza que le gustaría tener. Cuanto más la busca en sus experiencias y en su servicio, menos la encuentra.

Esta pobre mujer es un ejemplo claro de las almas que se encuentran en su misma situación. Era evidentemente una creyente, y no una pecadora no convertida, ya que el Señor habla de ella como una hija de Abraham. Hay un significado espiritual en estas palabras, como podemos aprender de Gálatas 3:7: «Los que son de la fe, esos son hijos de Abraham». Esta mujer era una hija de la fe, porque seguía los pasos de la fe de Abraham, que era el padre de los fieles. Son verdaderamente sus hijos los que siguen espiritualmente sus pasos, es decir, los que son creyentes.

Esta mujer era una de ellas, y lo sorprendente es que durante 18 largos años había estado atada por Satanás. Así aprendemos el poder que Satanás puede tener también sobre quien es verdaderamente hijo de Dios. En su caso, se trataba de una discapacidad física. Estaba doblemente encorvada, y tan encorvada que solo podía verse a sí misma.

Quizás tengan ustedes que recorrer un largo camino antes de encontrar a un cristiano tan absorto en sí mismo que sea incapaz de ver nada más. La mayoría de nosotros tenemos momentos de lucidez, en los que parecemos alejarnos de nosotros mismos. Pero entonces ocurre algo y volvemos a caer en la vieja rutina.

Ahora bien, el Señor Jesús era plenamente suficiente para este terrible caso. La aflicción de esta mujer se describe como un espíritu de debilidad, y la aflicción espiritual de la que hablo puede describirse así. Quienes la padecen, parecen vivir siempre en la sombra. Se sienten moralmente abatidos y están ocupados consigo mismos. Se dicen a sí mismos: “Soy una criatura tan débil que no soy capaz de examinar concienzudamente mis motivaciones y mi comportamiento”. Sí, sin duda, y no es bueno que este proceso sea permanente.

Esta mujer entró en la sinagoga. Los hombres solían orar en la habitación principal del edificio y las mujeres se quedaban en una galería, detrás de una especie de reja. Estarán de acuerdo conmigo en que una mujer que «no se podía enderezar» era una persona poco susceptible de ser observada. Pero la inmensa gracia de nuestro Señor Jesucristo es tal que ella fue la única persona a la que distinguió. Su mirada se posó sobre la persona que sufría. Le dijo: «Mujer, quedas curada de tu enfermedad». Entonces el Señor puso las manos sobre ella, y al instante se enderezó y glorificó a Dios.

El mismo Salvador puede liberarle de sus experiencias desafortunadas o de sus supuestas buenas experiencias imaginarias –lo peor de todo.

Hay versículos en los Salmos que describen exactamente este estado. Los Salmos nos ofrecen todo tipo de experiencias. A veces nos vemos arrastrados a las profundidades de la desesperación. Luego nos encontramos en la cima de la montaña, encontrando todos nuestros recursos en Dios. Casi todas las experiencias que se nos ocurren se pueden encontrar en el libro de los Salmos.

3 - Consideraciones sobre el Salmo 77

Pasemos al Salmo 77: «Con mi voz clamé a Dios, a Dios clamé, y él me escuchará» (v. 1). Este es el tema del salmo. Dios prestó atención. «Al Señor busqué en el día de mi angustia; alzaba a él mis manos de noche, sin descanso; mi alma rehusaba consuelo» (v. 2). Es evidente que el salmista atravesaba un período muy oscuro. Luego hace esta extraordinaria declaración: «Me acordaba de Dios, y me conmovía» (v. 3a). Esta no es una experiencia normal para un cristiano.

Normalmente, debería haber dicho: “Me acordé de Dios, y mi corazón se llenó de gozo”.

Aquí dice: «Me quejaba, y desmayaba mi espíritu» (v. 3b). Se sentía abrumado por una carga que no podía soportar. «No me dejabas pegar los ojos; estaba yo quebrantado, y no hablaba» (v. 4). No encontraba palabras para expresar su miseria interior.

Si ustedes se encuentran con un hombre con el rostro triste, le dirán: “Hoy parece estar muy triste. ¿Qué le preocupa?”. Ahora bien, el espíritu tiene un gran efecto sobre el cuerpo. El salmista estaba tan turbado que no podía dormir. No podía orar y apenas podía hablar con sus semejantes.

¿En qué se detenía? Nos dice: «Consideraba los días desde el principio, los años de los siglos» (v. 5). La gente suele hablar de los buenos viejos tiempos y exagerar su belleza. Él dice: «Me acordaba de mis cánticos de noche» (v. 6a). Pero eso no le ayuda. Añade: «Meditaba en mi corazón, y mi espíritu inquiría» (v. 6b). Intentaba encontrar algo a lo que aferrarse como fuente de felicidad.

¿Qué le aporta eso? El versículo siguiente nos lo muestra. «¿Desechará el Señor para siempre, y no volverá más a sernos propicio? ¿Ha cesado para siempre su misericordia? ¿Se ha acabado perpetuamente su promesa?» (v. 7-8). «¿Ha encerrado con ira sus piedades?» (v. 9b).

Me parece que estas preguntas brotan como un torrente, una tras otra. ¿Qué hace este hombre? ¿Empieza a juzgar a Dios por sus propias experiencias miserables? Duda de Dios. ¿Lo rechazará Jehová para siempre? ¿Hay algo similar que indique tal desgracia? Él plantea estas preguntas: «¿Ha cesado para siempre su misericordia? ¿Se ha acabado perpetuamente su promesa?».

Podemos responder a estas 5 preguntas y decir “no” a cada una de ellas. Él duda de Dios al mirar lo que hay en su propio corazón miserable. Es la tendencia que todos tenemos cuando estamos ocupados con nosotros mismos.

Puede ser que hoy ustedes teman haberse desviado del buen camino. El diablo quiere que rumiemos eso. Es justo confesar esta falta, pero Dios quiere que, después de confesarla, ustedes terminen con ella, para restablecer el feliz vínculo de comunión entre sus almas y el Señor.

El enemigo se sirve de estas cosas para “doblarnos por la mitad”, para hacer que miremos enfermizamente dentro de nosotros mismos. En ninguna parte se nos dice que rumiemos nuestros fracasos. Se nos dice que confesemos nuestros pecados. Dios es fiel y justo para perdonarlos, para que podamos seguir viviendo en comunión y en poder.

¿Hay esperanza para un hombre como él? Miren el versículo 9 de nuestro Salmo. Esa pequeña palabra «Selah» marca una pausa. Ahora, deténgasen y reflexionen. Piensen en todo lo que un hombre puede decirse a sí mismo para dudar de Dios y cuestionarlo. Ahora, las escamas caen de los ojos de este hombre, y lo primero que dice cuando vuelve en sí es: «Dije: Enfermedad mía es ésta» (v. 10a).

Es la misma palabra que se utiliza con respecto a la mujer en Lucas 13. Aférrense a eso, y les hará bien. El poder negativo se rompe en cuanto le damos a la cosa su nombre adecuado. La voluntad de Dios es que nos juzguemos a nosotros mismos y nos condenemos en perfecta armonía con la cruz de Cristo, donde todo lo que somos como hombres en la carne ha sido condenado. El deseo de Dios es que nos confesemos, que seamos perdonados y que recuperemos una relación feliz con Él.

En el momento en que el salmista miraba dentro de sí mismo, se acordaba de Dios y se sentía turbado. Ahora dice: «Traeré, pues, a la memoria los años de la diestra del Altísimo» (v. 10b). «Me acordaré», no “de mis miserables fracasos”, sino «Sí, haré yo memoria de tus maravillas antiguas» (v. 11). Piensa en cosas mejores.

4 - Estar ocupado de cosas justas y felices

Así como hay orugas que siempre adquieren el color de la hoja de la que se alimentan, también hay cristianos que siempre se caracterizan por aquello en lo que se detiene su mente. Si habitualmente ustedes se detienen en cosas tristes, tendrán un rostro triste. ¿Quieren ustedes ser felices? Ocúpense de cosas felices. Es una receta sencilla, pero muy buena. ¿Saben ustedes cómo ser infelices? Siempre pensando en lo que es oscuro. Dice: “Hay muchas cosas tristes, ¿y no debemos reconocerlas?”. Por supuesto que debemos hacerlo. Pero después de confesárselas a Dios, detengámonos en las cosas que son buenas, justas y benditas.

Recordemos las obras del Señor. Recordemos sus maravillas de antaño.

Y ahora el salmista alza los ojos al cielo y dice: «Oh Dios, santo es tu camino; ¿Qué dios es grande como nuestro Dios?» (v. 13). Cuesta creer que se trate del mismo hombre. Su corazón y su mente se concentran en Dios, y en lugar de lamentarse por su propia debilidad, se regocija y alaba a Dios. «Tú eres el Dios que hace maravillas; hiciste notorio en los pueblos tu poder» (v. 14).

Pues bien, gracias a Dios, podemos ir mucho más allá que el salmista. Dios se había revelado entonces en su grandeza en la creación y en la justicia, pero nosotros lo conocemos tal y como se reveló en la vida, muerte y resurrección de nuestro Señor Jesucristo. Este es el Dios que conocemos y en quien, por una gracia infinita, podemos regocijarnos.

Ahora, por un momento, volvamos a la mujer de Lucas 13. ¿Cómo produjo el Señor este maravilloso cambio en ella, para que en lugar de mirarse siempre a sí misma, pudiera mantenerse erguida y dar gloria a Dios?

5 - La Palabra y el contacto, 2 símbolos

Por su Palabra y por su contacto. Creo que se trata de símbolos. ¿Qué es lo que libera nuestras almas y nos coloca en una feliz libertad ante Dios?

5.1 - La Palabra de la Cruz

En primer lugar, es la Palabra de la Cruz. El Evangelio nos llega con una palabra de perdón. Nos dice con insistencia que todos los que creen están justificados de todas las cosas. Nadie en el mundo está, por parte de Dios, excluido de esta gran oferta de perdón, pero al mismo tiempo, solo aquellos que vienen con fe y la reciben la poseen realmente. El perdón descansa con su poder eficaz y purificador sobre todos los que creen.

5.2 - Su significado profundo

El mensaje del Evangelio viene a vosotros mostrando la cruz de Cristo, y no dice simplemente: “Miren en la cruz de Cristo el pago de vuestra deuda”, sino “Miren en la cruz la condena de todo lo que hay en ustedes”. No se limita a resolver la cuestión de las cosas culpables que hayan hecho, sino la raíz culpable de donde todas ellas proceden. La cruz es la gran Carta de la libertad del creyente. En ella veo la condena de todo lo que soy en mí mismo. Si me dirigiera a un creyente que aún no ha cruzado el umbral de esta feliz condición, le diría: “Todavía está usted en esa condición penosa. La cruz de Jesús es la liberación de esa cosa aterradora que siempre se aferra: el yo”.

5.3 - El contacto, símbolo del don del Espíritu Santo

Luego vino el contacto. El Señor puso sus manos sobre ella, y la obra quedó hecha. He aquí la unión de las 2 cosas, la Palabra y el contacto. En Romanos 6 encontrá lo que corresponde a la primera. Allí, la cruz de Cristo se ve no solo en relación con sus pecados, sino también en relación con ustedes mismos. Luego, cuando llegue a Romanos 8, tiene al Espíritu que habita en ustedes y que nos da los medios para una ocupación feliz con Dios y con Cristo. Ahora pueden ustedes atravesar este mundo con rectitud y glorificando a Dios. Considero que la Palabra del Señor es similar a la palabra del Evangelio que tenemos en Romanos 6, y que su contacto es el símbolo del don bendito del Espíritu de Dios.

Bueno, que Dios haga que lo que se ha dicho pueda ayudar y bendecir a alguien. Puesto que hemos escapado de la trampa del cazador de pájaros y ya no corremos peligro de ir a la Gehena, el adversario se esfuerza por interesarnos en otras cosas que no son las que normalmente deberían ocuparnos. Si puede apoderarse de un creyente concienzudo y atarlo, si puede obligarlo a mirar siempre hacia dentro, ha obtenido una victoria. Arruina la vida de ese cristiano, en la medida en que su testimonio de Cristo queda mancillado o incluso anulado.

Esa pobre mujer encorvada no era una buena publicidad para los médicos, sino un espantajo para asustar a cualquier paciente potencial. Si ustedes son unos cristianos de este tipo, es posible que sus amigos no creyentes digan: “¡Miren lo que les ha hecho la religión! ¡Miren qué cara tienen!”. Esto no es un atractivo para la gracia de su Salvador. Son ustedes una especie de espantapájaros para asustar a todos los que se inclinan a dirigir su atención en esa dirección.

El Señor quiere que ustedes sean luminosos y felices, que disfruten de su amor, que glorifiquen a Dios. No es una gran muestra de santidad estar en esa condición miserable. Dejen que sus corazones se detengan en las glorias de Cristo, en la plenitud que hay en Él y en las cosas excelentes que revela en su Palabra. Cuanto más se llenen sus almas de estas cosas, más felices, luminosos y bendecidos serán, y sin duda aquellos que les vean glorificarán a Dios.