Inédito Nuevo

Los conflictos del cristiano


person Autor: Frank Binford HOLE 118

flag Tema: Las dos naturalezas, la libertad cristiana


1 - Los conflictos son inevitables, pero no cualquier conflicto

Ha habido tantas controversias y peleas entre los creyentes, conducidas con espíritu poco caballeroso, que para muchos cristianos la sola idea del conflicto se ha vuelto muy criticable, y la natural oscilación del péndulo los ha llevado a una actitud mental que se acerca peligrosamente a la de “paz a cualquier precio”. Todavía hay otros que, aunque no están dispuestos a transigir definitivamente con el mal y, por tanto, no están dispuestos a desprenderse de él como último recurso, no se atreven a resistirse a ese mal de ninguna manera que implique entrar en conflicto y luchar por la causa de la verdad.

Hay, por supuesto, cristianos con espíritu de lucha. Naturalmente combativos, no necesitan ser empujados a luchar, solo necesitan estar empujados a luchar una buena pelea, y asegurarse de que es la lucha de la fe. Los otros, por el contrario, son más propensos a mostrar un espíritu de miedo en lugar de poder, amor y sobrio sentido común, y por lo tanto a avergonzarse del testimonio de nuestro Señor; así que debemos recordar que todos estamos llamados a ser «buen soldado de Cristo Jesús» (2 Tim. 2:3).

No podemos escapar al conflicto mientras estemos en este mundo. La situación es tal que, de un modo u otro, estamos obligados a afrontarlo, aunque tratemos de evitarlo. Aquí tenemos la imagen que el profeta Amós utilizó del día de Jehová, diciendo que es «como el que huye de delante del león, y se encuentra con el oso; o como si entrare en casa y apoyare su mano en la pared, y le muerde una culebra» (Amós 5:19). Cuanto más intentamos escapar de las luchas exteriores, más probable es que seamos víctimas de los conflictos generados por los miedos y temores interiores.

De entrada, hay que hacer una clara distinción: hay muchos conflictos por los que pasan los cristianos que no son en modo alguno conflictos propiamente cristianos. Los conflictos propiamente cristianos se describen en textos como Efesios 6 y 2 Corintios 10, con diversas alusiones a ellos en otras Epístolas de Pablo.

2 - Los conflictos internos del cristiano en Romanos 7 y Gálatas 5

Lo que se describe en Romanos 7 y Gálatas 5 es ciertamente un conflicto, y de un tipo del que ningún cristiano puede escapar, sin embargo, es de naturaleza preparatoria, siendo apto para aliviar al creyente que pasa por él, y enseña las lecciones preliminares necesarias para que uno sea capaz de luchar en las guerras del Señor como un buen soldado de Cristo.

2.1 - El conflicto según Romanos 7

Romanos 7 nos da la primera experiencia que se puede describir como conflicto. Hay un viejo dicho que dice que se necesitan 2 para pelearse, y este capítulo nos detalla una experiencia totalmente desconocida hasta que tengamos una mente renovada. Nacidos de la carne, somos carne y nada más, y por lo tanto el reinado de la carne es absoluto e indiscutible. Solo cuando nacemos de nuevo se hace posible el conflicto. Es cierto que el conflicto descrito en este capítulo es unipersonal. La victoria parece recaer enteramente en la carne, porque el clamor es: «No hago el bien que quiero; sino el mal que no quiero, eso práctico» (7:19) y, por lo tanto, «soy carnal, vendido al poder del pecado» (7:14). Si uno hubiera dicho: “El mal que no quiero, a veces lo hago”, o incluso: “A menudo lo hago”, habría habido lugar para un atisbo de posible victoria. En la situación de Romanos 7, la tristeza de la derrota es irremediable. El «hombre interior» (7:22) está presente, pero en la práctica está vencido por la carne. Los pensamientos son subyugados e impotentes por «la ley del pecado que está en mis miembros» (7:23).

Si preguntamos qué produjo esta angustiosa experiencia, la respuesta es: la Ley. El capítulo 7 comienza con una declaración sobre la Ley y la relación del judío y el cristiano con ella. Luego pasa a detallar los efectos prácticos de la Ley en un pensamiento renovado, y uno de sus aspectos más significativos es la omisión de toda referencia al Espíritu de Dios. No es la intención ni el deseo de Dios que se quede permanentemente en esta angustiosa condición de impotencia y derrota. Por eso sigue Romanos 8, y este capítulo comienza con Cristo y el Espíritu de Dios. La Ley solo se menciona en el versículo 3, para ser dejada de lado como superada por el acto de Dios mismo en y a través de la muerte de Cristo, y el resto de este maravilloso capítulo está simplemente lleno del Espíritu de Dios, las diversas capacidades que él llena, y sus muchas actividades.

Así que los 2 capítulos son muy contrastantes:

  • Romanos 7, la acción de la Ley sobre las mentes renovadas, que nos hace conscientes de su impotencia y derrota;
  • Romanos 8, la acción del Espíritu de Dios, que trae la conciencia de la libertad, la vida, la relación, la gloria futura y el omnipotente amor presente que lleva a los creyentes no solo a ser victoriosos, sino a ser «más que vencedores» (Rom. 8:37).

Sin embargo, aun así, el conflicto descrito es ante todo un conflicto interno, que prepara al creyente para ser capaz y apto para entrar en el conflicto propiamente cristiano. Se trata, por así decirlo, de despejar una situación de guerra civil y conflicto interno. Solo una vez resuelta esta situación podremos participar en las guerras del Señor.

2.2 - El conflicto según Gálatas 5

Gálatas 5 se ocupa del mismo conflicto interno, pero aborda el tema desde un ángulo diferente. Si Romanos 7 opone la carne al hombre interior instruido e iluminado por la Ley, Gálatas 5 opone la carne al Espíritu, y la posición es exactamente la contraria: los pensamientos renovados, dirigidos y operados por la Ley, no son rivales para la carne; pero la carne no es rival para el Espíritu. Sin embargo, la posesión del Espíritu no elimina la personalidad y la responsabilidad individual del creyente. Debe andar por el Espíritu, y entonces, y solo entonces, no satisface los deseos de la carne. Así es como no hace las cosas de manera diferente a como le gustaría.

3 - El conflicto según Efesios 6

Cuando llegamos a Efesios 6, tenemos un conflicto típicamente cristiano. La Epístola a los Efesios expone la vocación cristiana y el lugar de la Iglesia en el esplendor de los pensamientos y propósitos de Dios. Todo se nos da a conocer para que podamos estar en el poder y la fuerza de estas grandes realidades, y así vivir nuestra vida en este mundo y ejercer nuestras diversas relaciones y responsabilidades terrenas de acuerdo con ellas. Cuando el apóstol llega al punto final de su Epístola (Efe. 6:10), parte de la base de que sus lectores están en el pleno poder y disfrute de estas realidades, y les instruye sobre la armadura completa de Dios que deben ponerse y vestir si quieren resistir.

El mayor testimonio posible en este mundo es que los santos están en plena conciencia y pleno disfrute de la vocación y de los propósitos de Dios.

Es por eso por lo que, el diablo y sus agentes siempre hacen los esfuerzos más denodados para desalojar a tal individuo de la condición espiritual que es la única que hace de su posición un testimonio eficaz. Sus esfuerzos se dirigen, por tanto, contra la verdad, la justicia, la paz, la fe, la salvación práctica, la Palabra de Dios y las oraciones, que son los elementos conservadores de la vida cristiana; y mantener estas 7 cosas, y llevarlas como armadura del alma, requiere mucha diligencia y vigilancia.

4 - La lucha por la fe en Judas 3: la diferencia con Efesios 6

Judas nos exhorta en su Epístola a «que luchéis por la fe que una vez fue enseñada a los santos» (v. 3), y termina su breve carta señalando, en los versículos 20 y 21, que nuestra condición espiritual debe ser sana y sólida para que podamos contender seria y sabiamente. Nuestra lucha, sin embargo, y el conflicto al que puede conducir –que es obviamente una rama del conflicto cristiano propiamente dicho– tiene lugar en el mundo de los hombres. El conflicto de Efesios 6 está detrás de todo esto. No tiene lugar en el mundo visible de los hombres, sino en el reino invisible de los espíritus. «Nuestra lucha no es contra sangre y carne, sino contra los principados, contra las potestades, contra los gobernadores del mundo de las tinieblas, contra las [huestes] espirituales de maldad en las regiones celestiales. Por tanto, tomad toda la armadura de Dios…» (Efe. 6:12-13).

Sabemos muy poco acerca de estas grandes fuerzas espirituales del mal que están a disposición de Satanás. Las Escrituras nos permiten vislumbrar ocasionalmente sus actividades, como en Daniel, donde las vemos esforzándose por frustrar los propósitos de Dios para Israel. También es probable –¡ay!– que sepamos aún menos acerca de cualquier conflicto real con ellos, ya que estamos en poca, si acaso, condición espiritual y conocimiento de la posición cristiana para hacer que valga la pena que nos ataquen. Sin embargo, existen, y sin duda están en el origen de muchas de esas duras pero oscuras pruebas que solo pueden afrontarse vistiendo toda la armadura de Dios.

Si algunos de nuestros lectores encuentran la contemplación de tal conflicto bastante aterradora, nos gustaría tranquilizarles y animarlos mencionando una peculiaridad de los textos originales. La palabra griega para «gobernadores… del mundo de las tinieblas» (Efe. 6:12) es kosmokrator, gobernante (dominador) del mundo. Estos seres espirituales malignos gobiernan, pero su poder se limita al kosmos u orden del mundo que ha sido afectado por el pecado. En 2 Corintios 6:18, Dios asegura a todos sus santos, que podrían sufrir a causa de su fidelidad al separarse del mundo, su gracia y protección paternales; luego se presenta a sí mismo como el Todopoderoso, el pantokrator = el Gobernante (Dominador) de todas las cosas. No temblaremos ante los gobernantes (dominadores) del orden mundial si nos damos cuenta de que estamos bajo la protección del Amo (Dominador) de todas las cosas.

5 - Los conflictos de 2 Corintios 10:3-5

En 2 Corintios 10:3-5 se presenta otra fase del conflicto cristiano. El conflicto de Efesios 6 es, como hemos visto, esencialmente defensivo: la única arma ofensiva mencionada es la espada del Espíritu, la Palabra de Dios. Aquí, el conflicto es esencialmente violento, ofensivo, y hay armas: la palabra es plural, porque hay varias. Estas armas son eficaces para «para destruir fortalezas, derribando razonamientos y todo lo que se levanta contra el conocimiento de Dios, y llevando cautivo todo pensamiento a la obediencia a Cristo». Esta es una tarea que implica un verdadero conflicto. Es fácil derribar fortalezas de piedra o de hierro, cuando se compara con desmantelar las fortalezas de la incredulidad y los poderes de las tinieblas, y derribar los vanos razonamientos de las mentes oscurecidas, orgullosas y satisfechas de sí mismas; es poner toda el alma y el espíritu, todo pensamiento, en sujeción a Dios con obediencia gozosa y ansiosa, como la obediencia de Cristo.

6 - Armas equivocadas

¿Es este el objetivo del combate bélico del cristiano? ¿Va el siervo de Cristo por el mundo con la Palabra de Dios con semejante tarea por delante? Instintivamente sentimos que solo un poder sobrehumano y milagroso puede lograrlo. Enfrentar la elocuencia humana, el conocimiento, la habilidad o el intelecto contra tales fortalezas, tratar de persuadir a los hombres al borde de la rebelión y la voluntad propia mediante estos métodos y habilidades que solo apelan a los sentimientos y las emociones, es una locura peor que atacar Gibraltar con un rifle. Solo el poder de Dios puede ser eficaz.

7 - Las buenas armas

Ahora bien, el poder de Dios obra para este propósito por medio de los suyos, y por medio de armas que no son carnales, sino que son poderosas por medio de Dios. ¿Cuáles son estas armas?

¡Mira a los apóstoles en Hechos 6! Están vestidos con la armadura espiritual que les permite repeler el intento de los “dominadores de estas tinieblas” de desviarlos de su verdadero servicio para «servir a las mesas». Declaran cuál es la tarea que se les ha asignado específicamente: «Pero nosotros nos dedicaremos a la oración y al ministerio de la Palabra» (Hec. 6:2, 4). El ministerio de la Palabra o, como dice 1 Corintios 1:18-21: «La doctrina de la cruz», es una gran arma espiritual. La oración es otra.

Cuando se trata de la Palabra como vínculo entre nuestras almas y Dios, el orden es: primero la Palabra de Dios, luego la oración. Él debe hablarnos antes de que nosotros le hablemos a él. Cuando se trata de que la Palabra se derrame como testimonio de nosotros a los hombres, el orden es: primero la oración y luego el ministerio de la Palabra, porque primero debemos reconocer nuestra absoluta dependencia de Dios, y hablar con él antes de hablar por él.

8 - Contraste entre armas carnales y espirituales

Ni la oración ni el ministerio de la Palabra, si se hacen según el modelo apostólico (vean 1 Cor. 2:1-5), pueden ser considerados armas poderosas por un hombre del mundo. Como hombre en la carne, solo apreciará las armas carnales, y si tiene una inclinación religiosa, deseará actuar en la buena causa del mejoramiento de la humanidad, y para ello alistarse en cualquier organización que haya demostrado experiencia en ejercer una influencia sobre las mentes de los hombres. Las armas humanas producen resultados humanos que, sin duda, suelen ir acompañados de cierto número de beneficios humanos.

Solo las armas espirituales producen resultados espirituales. Si usamos las que Dios ha designado, entonces se vuelven «poderosas en Dios» (2 Cor. 10:4) para lograr resultados divinos. Por supuesto, las armas espirituales que hemos mencionado no son las únicas. En Mateo 17:20-21, por ejemplo, el Señor mismo menciona la fe y el ayuno, además de la oración, como armas espirituales.

Por supuesto, es mucho más fácil utilizar un arma carnal, si se tiene, que una espiritual. Si un hombre es brillante por naturaleza y, por lo tanto, capaz de esgrimir «excelencia de palabra o de sabiduría» (1 Cor. 2:1), le resultará mucho más fácil influir en la gente mediante un discurso rebosante de joyas de retórica o conocimiento, que ser un vaso del poder de Dios mediante la fe, la oración y el ayuno; ¡e incluso puede engañarse a sí mismo al considerar como genuinos todos los resultados superficiales de los primeros métodos! Sin embargo, solo queda lo que se logra por el poder de Dios.

Muchos de nuestros lectores pueden estar totalmente de acuerdo con nosotros en que es demasiado fácil tomar armas carnales y usarlas para la obra del Evangelio, ya que se usan tan abundantemente en la cristiandad hoy en día, y aplauden de corazón que llamemos la atención sobre este punto en estas páginas.

Sin embargo, nos gustaría recordar a todos que es igualmente importante usar solo armas espirituales cuando se busca la edificación y la perfección de los creyentes, y cuando se participa en los conflictos necesarios para el mantenimiento de la verdad. Ya hemos visto a cristianos bien educados usar armas muy carnales para tratar de impedir que sus hermanos menos educados usen armas carnales en su trabajo de evangelización. Esto no es bueno.

Hemos sido liberados de la esclavitud del pecado para que podamos ser siervos de Dios. En los conflictos que engendra Su servicio, recordemos que no solo el poder debe ser el de su Espíritu, sino que las armas que usemos deben estar de acuerdo con su Espíritu y tener la aprobación de su Palabra.