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Sinopsis — Apocalipsis


person Autor: John Nelson DARBY 90

library_books Serie: Sinopsis

(Fuente autorizada: graciayverdad.tripod.com)


1 - Introducción

1.1 - Los diferentes ministerios de Pedro, Pablo y Juan

Nosotros tenemos autoridad Escrituraria para considerar a Pedro y Pablo como los apóstoles de la circuncisión y de la incircuncisión, respectivamente. Pedro y los doce permanecieron en Jerusalén cuando los discípulos fueron dispersados, continuando (aunque Dios fue cuidadoso en mantener la unidad) la obra de Cristo en el remanente de Israel, reuniendo en una Iglesia en la tierra las ovejas perdidas de la casa de Israel. Pablo, habiendo recibido el ministerio de la Iglesia, así como el de las buenas nuevas (el Evangelio) «a toda criatura debajo del cielo» (Col. 1, VM), como perito arquitecto, pone el fundamento (1 Cor. 3:10). Pedro nos pone en marcha como peregrinos en nuestra travesía para seguir a Cristo resucitado hacia la herencia en lo alto. Pablo, en el desarrollo pleno de su doctrina (aunque reconociendo esto, como en Fil. 3), nos muestra a los santos sentados en lugares celestiales en Cristo, herederos de todo lo que él es heredero. Todo esto era discrecional, y está lleno de enseñanza. Pero Juan ocupa un lugar diferente. Él no aborda el asunto de la dispensación; tampoco sitúa al santo, ni siquiera al propio Señor, en el cielo, aunque una o dos veces declara el hecho (tal como en Juan 13:1; Juan 14:1-3; Juan 17:24; Juan 20:17). Para él, Jesús es una Persona divina, la Palabra hecha carne manifestando a Dios y al Padre, la vida eterna descendida a la tierra. La 1ª Epístola de Juan trata el hecho de que nosotros somos participantes de esta vida, y de su carácter.

1.1.1 - La continuación de los tratos de Dios con la tierra es enunciada al final del Evangelio de Juan; la vida eterna era la misma en la corrupción discrecional y en el desorden exterior

Pero al final del Evangelio de Juan, después de aseverar el envío del Consolador después de su partida, Cristo revela a los discípulos (aunque de manera misteriosa) la continuación de los tratos de Dios con la tierra, de lo cual Juan es, ministerialmente, el representante, vinculando la manifestación de Cristo en la tierra en su primera venida, con su manifestación en su segunda venida; siendo la persona de Cristo y la vida eterna en él, la seguridad permanente y la simiente viva de Dios cuando todo estuviese corrupto discrecionalmente, y en confusión y en decadencia. Si todo estuviese exteriormente en desorden, la vida eterna seguía siendo la misma.

1.2 - La destrucción de Jerusalén; el cese de la asamblea judía; el comienzo de la apostasía

La destrucción de Jerusalén constituyó una época trascendental en cuanto a estas cosas, porque la asamblea judía, formada como tal en Pentecostés, había cesado (más bien había cesado incluso antes); solo se consumó, en aquel entonces, el acto judicial. Los cristianos habían sido advertidos que dejasen el campamento. La ruptura del cristianismo con el judaísmo estaba consumada. Cristo ya no pudo tomar a la Iglesia, establecida en el remanente de los judíos, como su sede de autoridad terrenal. [*]

[*] Esto fue moralmente cierto a partir de Hechos 3, donde los líderes judíos rechazan el testimonio de un Cristo glorificado que volvería, del mismo modo que habían rechazado a Aquel humilde. Hechos 7, por boca de Esteban, finaliza los tratos de Dios con ellos en testimonio, y comienza la reunión celestial, siendo recibido su espíritu en lo alto. La destrucción de Jerusalén finalizó, judicialmente, la historia judía.

Pero ¡lamentablemente! la Iglesia, tal como Pablo también lo había establecido, había caído ya de su estado primario –no podía, en sentido alguno, asumir la herencia caída de Israel. Todos buscan sus propios intereses, dice Pablo, no los de Cristo Jesús (Fil. 2:21, LBLA). Todos los que estaban en Asia –aun los de Éfeso, la amada escena donde toda Asia había oído la Palabra de Dios– le habían abandonado (2 Tim. 1:15). Los que habían sido llevados especialmente con plena comprensión al lugar de la Iglesia, no pudieron mantener este lugar en el poder de la fe. De hecho, el misterio de iniquidad estaba en acción antes de esto, e iba a continuar y crecer hasta que el obstáculo a la apostasía final fuese quitado (2 Tes. 2:7-12).

1.3 - El ministerio de Juan en la decadencia y ruina universales

En este estado de decadencia y ruina universales, entra aquí el ministerio de Juan. La estabilidad estaba en la persona de Cristo, para vida eterna primeramente, pero también para los modos de obrar de Dios en la tierra. Si la Iglesia era vomitada de su boca, él era el testigo fiel, el principio de la creación de Dios. Sigamos el rastro de los vínculos de esto en su evangelio. En Juan 20, como se observó en detalle en otra parte, tenemos un retrato de los modos de obrar de Dios, desde la resurrección de Cristo hasta que llegamos al remanente de Israel en los días postreros, representado por la mirada de Tomás «al que traspasaron», y al hecho de creer al verle. En Juan 21 tenemos, aparte del remanente, la reunión milenial en pleno. Luego, al final del capítulo, el ministerio especial de Pedro y Juan es señalado, aunque misteriosamente. Las ovejas de Jesús de la circuncisión son confiadas a Pedro, pero este ministerio iba a terminar como el de Cristo. La Iglesia no sería establecida sobre este terreno, así como tampoco lo sería Israel. No se tuvo que esperar aquí hasta que Cristo viniese de nuevo. [*]

[*] A Pablo, obviamente, no se lo menciona en ninguna manera. Para él la Iglesia pertenecía al cielo –era el Cuerpo de Cristo, la Casa de Dios. Él fue un arquitecto.

El ministerio de Pedro, en efecto, había terminado, y la Iglesia de la circuncisión fue dejada sin pastor, antes que la destrucción de Jerusalén pusiera punto final para siempre a toda esa relación. Pedro pregunta después en cuanto a Juan. El Señor responde, declaradamente de manera misteriosa, pero posponiendo el final del ministerio de Juan como algo que no concernía a Pedro el cual había de seguirle a él, prolongando este ministerio en la posibilidad de que perdurase hasta que Cristo viniese. Ahora bien, de hecho, el Esposo tardó; pero el servicio y el ministerio de Juan por la Palabra (que era todo lo que iba a permanecer, y no algún apóstol en cuanto a cuidado personal), continuó hasta el regreso de Cristo.

1.4 - El lugar especial de Juan en relación con la Iglesia

Juan no fue ningún perito arquitecto como Pablo –no se le encomendó ninguna administración. Él estuvo relacionado con la Iglesia en su estructura terrenal al igual que Pedro, no en la estructura de Éfeso, o de la celestial; él no fue ministro de la circuncisión, sino que continuó el sistema terrenal entre los gentiles, reteniendo la persona de Cristo. Su lugar especial fue el de testimonio a la persona de Cristo venido a la tierra con título divino sobre ella –su poder sobre toda carne. Esto no rompió los vínculos con Israel, tal como lo hizo el ministerio de Pablo, sino que elevó el poder que reunió todas las cosas en la persona de Cristo, a una altura que lo hizo permanecer a través de cualquier época oculta, o poder oculto, hasta su establecimiento sobre el mundo al final; ello no excluía a Israel como tal, pero ampliaba la escena del ejercicio del poder de Cristo como para establecerlo sobre el mundo, y no lo establecía en Israel como su fuente, aunque podría establecer al propio Israel en su lugar desde una fuente de poder celestial.

1.5 - La Iglesia exterior en la tierra contemplada como estando en decadencia y su posterior juicio, y la Iglesia verdadera contemplada en gloria y gracia

¿Qué lugar ocupa, entonces, la Iglesia en este ministerio de Juan, tal como se la encuentra en el libro del Apocalipsis? Ninguno en su carácter Paulino, excepto en una frase, que se introduce después que la Revelación (Apoc.) está terminada, donde se indica su verdadero lugar en ausencia de Cristo (Apoc. 22:17). Tenemos a los santos en la época, en su propia relación consciente con Cristo, con referencia, también, al lugar real y sacerdotal para su Dios y Padre, en la que ellos están asociados con él. Pero el testimonio ministerial de Juan, en cuanto a la Iglesia, la ve como la Iglesia exterior en la tierra [*] en su estado de decadencia –Cristo juzgando esto– y ve la Iglesia verdadera, la ciudad capital y sede del gobierno de Dios sobre el mundo al final, pero en gloria y gracia. Se trata de una morada, y donde moran Dios y el Cordero.

[*] Y por tanto, en iglesias particulares, las cuales, obviamente, podían ser juzgadas y eliminadas. Hay aquí otro punto de sabiduría divina. Aunque tenemos, no lo dudo, la historia completa de la Iglesia hasta su final en este mundo, ello se presenta mediante hechos presentes en aquel entonces, para que no se dejara de lado la venida del Señor. Así, en las parábolas, las vírgenes que se duermen son las mismas que se despiertan; los siervos que reciben los talentos son los mismos que se encuentran a la venida del Señor, aunque sabemos que han pasado siglos y ha entrado la muerte.

Todo esto facilita nuestra comprensión de los objetivos y de la relevancia del libro. La Iglesia ha fracasado; los gentiles, injertados por medio de la fe, no han continuado en la bondad de Dios. La iglesia de Éfeso, el vaso inteligente, y la expresión de lo que era la Iglesia de Dios, había dejado su estado primario, y, a menos que se arrepintiese, el candelero iba a ser quitado. La Éfeso de Pablo llegó a ser el testimonio en la tierra de la decadencia y del hecho de ser quitada de la vista de Dios, así como Israel había sido quitado. La paciencia de Dios se mostraría hacia la Iglesia, así como había sido mostrada hacia Israel; pero la Iglesia no mantendría el testimonio de Dios en el mundo, así como Israel tampoco lo había hecho. Juan mantiene este testimonio, juzgando ministerialmente las iglesias por medio de la Palabra de Cristo, [**] y luego juzga al mundo desde el trono, hasta que Cristo viene y toma para sí mismo su gran poder y reina. Durante este trato de transición del trono, los santos celestiales son vistos en lo alto. Cuando Cristo viene, ellos vienen con él.

[**] Tomen nota de este principio inmensamente importante: la Iglesia es juzgada por la Palabra, y no es la Iglesia la que juzga; y el cristiano individual es llamado a prestar atención a este juicio. La Iglesia (yo uso la palabra aquí deliberadamente, tal como es usada para reclamar esta autoridad para juzgar) no puede ser una autoridad cuando el Señor me llama, si es que tengo oídos para oír, para oír y recibir el juicio pronunciado por él sobre ella. Yo juzgo su estado mediante las Palabras del Espíritu, estoy obligado a hacerlo así: ella no puede ser una autoridad, por tanto, estando en ese estado no puede ser una autoridad en nombre del Señor sobre mí. La disciplina no está aquí en duda, sino la Iglesia como ejerciendo autoridad.

1.5.1 - La relación entre los escritos de Juan

Entonces, la primera parte de las Epístolas de Juan es la continuación, por así decirlo, del Evangelio, antes de los dos últimos capítulos discrecionales (Juan 20 y 21); el Apocalipsis es la continuación de estos dos últimos capítulos en los cuales, Cristo habiendo resucitado y no siendo presentada ascensión alguna, los tratos discrecionales de Dios son insinuados, en gran medida, en las circunstancia que ocurren; a la vez que se muestra que él no podía establecer personalmente el reino en aquel entonces. Él debe ascender primeramente. Las dos epístolas cortas (1 y 2 Juan) nos muestran que la verdad (la verdad en cuanto a Su persona) era la prueba del amor verdadero, y debía ser retenida cuando entrara lo que era anticristiano; y la libertad gratuita de administración de la verdad debía ser retenida contra la supuesta autoridad eclesiástica o clerical, como estando en contraste con la Iglesia. El apóstol había escrito a la iglesia en la 3ª de Juan. Diótrefes rechazaba el libre ministerio.

Paso ahora al libro en sí.

2 - CAPÍTULO 1

2.1 - La revelación confiada a Jesucristo y dada a conocer a Juan; su carácter profético

La Revelación (Apocalipsis), es una revelación que pertenece a Jesucristo, que Dios le dio, y él la da a conocer a Juan. Aunque Dios es Dios sobre todas las cosas, bendito por los siglos, Cristo es visto aquí como Hijo del hombre, el Mesías o Cordero rechazado, y por tanto, como Cabeza sobre todas las cosas. Este hecho de que la revelación es una revelación confiada a él, es importante, porque ello hace que ella sea, de inmediato, el testimonio de Jesús y la Palabra de Dios, siendo comunicada por Jesús, y dada a él por Dios. Este testimonio de Jesús y la Palabra de Dios viene como una visión a Juan, el cual ha dado testimonio de todo lo que vio. Todo ello es profético en carácter, no es el Espíritu de Dios, el mensajero de la gracia del Padre y del Hijo a la Iglesia en su propio lugar –no es una comunicación inspirada directa a la Iglesia misma por sí misma como estando en su lugar correcto– sino una revelación profética a Juan acerca de ella como estando en el mundo, y acerca del mundo mismo.

2.2 - El rechazo y la remoción de la Iglesia en la tierra; otro sistema va a ser establecido; siete iglesias contemporáneas representando la historia de la Cristiandad en fases sucesivas

Estando ya la Iglesia en decadencia y por ser removida, independientemente de la tardanza de gracia, el tiempo estaba cerca, y el rechazo de la Iglesia en la tierra debía ser tomado como punto de partida. Otro sistema iba a ser establecido. El apóstol no tenía su rostro vuelto hacia las iglesias, en absoluto, sino su espalda. El pensamiento del Espíritu es hacia Cristo tomando el reino. No obstante, Cristo estaba aún entre ellas, pero como Hijo del hombre, el carácter en el cual él juzga y hereda el mundo. El apóstol se vuelve y lo ve. Aun así correspondía, si estaba relatando el trato venidero con el mundo en juicio, llamar la atención, de paso, acerca de «las [cosas] que son». Presentándolas en siete iglesias contemporáneas, no fue necesario presentar época alguna; ello dejaba el resultado final como estando ante la puerta, porque ellas estaban en los días postreros. No obstante, ello presentaba, si había demora, una oportunidad para un retrato moral completo de toda la historia de la Iglesia. Yo solo veo en esto la sabiduría del Espíritu, y el carácter exacto del ministerio de Juan. «Si quiero que él quede hasta que yo venga…» (Juan 21:22, 23).

Entonces, no puedo dudar ni por un momento que (si bien es manifiestamente de aplicación universal para todos los que tienen oído, y no es un mensaje a la conciencia general de la Iglesia), las siete iglesias representan la historia de la Cristiandad, es decir, la Iglesia bajo la responsabilidad del hombre, el juicio del mundo acaeciendo después de su final (siendo las iglesias «las [cosas] que son» de Apoc. 1:19) y el carácter de los sucesos, comenzando con el abandono del primer amor por parte de la Iglesia, y finalizando con el hecho de retener hasta que él venga, y con el hecho de ser vomitada de la boca de Cristo. La adopción del número siete, que no puede significar integridad al mismo tiempo, debido que los estados son diferentes; la referencia a la venida de Cristo; la referencia a la gran tribulación que vendrá sobre toda la tierra en la carta a Filadelfia; el objetivo claro de advertir a la Iglesia hasta que Cristo viniese, estando el mundo, en aquel entonces, en la escena para el juicio: todo esto no deja nube alguna sobre la conclusión de que las siete iglesias son fases sucesivas de la historia de la iglesia profesa, aunque no son exactamente consecutivas (continuando la cuarta hasta el final; comenzando entonces nuevas fases, y continuando estas, de manera colateral, también hasta el final). [*]

[*] Existen razones morales a partir del contenido. Veremos, más adelante, que la estructura del libro confirma esto plenamente.

Dios mismo aparece como el administrador del mundo; su existencia actual, absoluta, su bondad pasada y futura; Jesucristo el Hombre, su testimonio actual, fiel, su pasada resurrección y futura preeminencia

Pero aunque se habla así de la Iglesia, Dios mismo aparece aquí como el administrador del mundo, aun cuando se dirige a la Iglesia; y Cristo aparece como hombre subordinado a él para este propósito, siendo el Espíritu Santo percibido como el agente directo del poder, en la séptuple perfección en la cual este poder es ejercido. No se trata del Padre y del Hijo, sino de Dios que es, y, sin embargo, el que abarca en su ser el pasado y el futuro, y que jamás es inconsistente consigo mismo, cumpliendo a su tiempo todo aquello en lo que zl se ha anunciado a sí mismo en el pasado. La forma de esto, no obstante, es aquí peculiar. No se trata meramente de la idea abstracta acerca de Jehová, el cual era, y es, y ha de venir. Él es anunciado primeramente mediante su existencia presente absoluta, «del que es», el «Yo soy», Dios mismo; y luego, para relacionarse él mismo con anteriores tratos (no con relaciones actuales), declara que él es Aquel que era (se había revelado a la tierra o a los hombres en épocas anteriores, a hombres como Abraham y Moisés de tiempos antiguos), y, a la vez, era Aquel que venía a cumplir todo lo revelado acerca de él y por él mismo. Jesucristo (el cual ocupa el postrer lugar como el Hombre en relación inmediata con el testimonio que Dios da a la tierra, y con el gobierno de la tierra) es presentado como el testigo fiel de Dios –tal como él fue personalmente en la tierra; es presentado como resucitado de los muertos (pero sin ninguna mención a su ascensión, o al hecho de ser Cabeza de la Iglesia), tomando todo en este carácter, y no según la carne; y, finalmente, en el gobierno no establecido aún, como el Soberano de los reyes de la tierra.

2.2.1 - Los santos expresan ser conscientes de lo que Cristo ha hecho por ellos

Los santos expresan, entonces, su conciencia acerca de lo que él ha hecho por ellos, no obstante, siempre con referencia al reino, y no como al cuerpo o a la esposa, o a sus gozos celestiales, sino de la manera más elevada posible con respecto a la gloria y el lugar dados. Esta es la necesaria consecuencia de la conciencia que tienen de una relación cercana y bienaventurada. Cualquiera sea la gloria de Aquel con quien estamos relacionados, es lo que él es para uno, la cercanía propia individual a él, lo que viene a la mente cuando la gloria es declarada. Si un general estuviese a punto de desfilar triunfante en una ciudad, el sentimiento de un hijo o una esposa sería, «Ese es mi padre», –«Ese es mi marido». Aunque el sentimiento es aquí de este carácter, es más desinteresado. «Al que nos amó, y nos lavó de nuestros pecados con su sangre» (Apoc. 1:5). Es su amor por nosotros lo que se celebra, no obstante, con el sentimiento personal expresado por la palabra «nosotros». Los santos conocen lo que él ha hecho por ellos, y adicionalmente, lo que él ha hecho de ellos. Su amor es perfecto. Rey y Sacerdote son aquí sus caracteres más elevados: más cercanos a Dios en poder, visto de manera descendente, y acercándonos a él, visto de manera ascendente. Él nos ha hecho reyes y sacerdotes para Dios, su Padre: ¡a él sea la gloria! Ese es el pensamiento del santo cuando se habla de él. Él nos amó, nos limpió, y nos ha dado un lugar con él mismo. Esto brota en el momento en que él es nombrado. Es la respuesta de corazón cuando él es anunciado, antes de que alguna comunicación tenga lugar. No se anuncia que él ha hecho esto; es la propia conciencia de los santos. [*]

[*] Encontraremos la misma cosa al final cuando la profecía termina. Aquí tenemos lo que él ha sido para los santos y lo que él ha hecho: allí lo que él es para el futuro. Véase Apocalipsis 22:17.

2.2.2 - Cristo apareciendo al mundo en juicio

En cuanto a los demás, todo debe ser dicho. El punto siguiente, el primero que se anuncia, es su aparición al mundo. No hay ninguna comunicación directa a la Iglesia de por sí –el libro no es eso. La Iglesia tiene eso aquí solo en su propia conciencia, como hemos visto. «He aquí que viene con las nubes»; todo ojo le verá, también los judíos que le traspasaron, «y todas las tribus de la tierra harán lamentación por él» (Apoc. 1:7, LBLA). Su aparición es en juicio.

2.2.3 - Dios y Cristo unidos peculiarmente en la mente del apóstol

Encontramos, a continuación, eso que es tan notable en Juan, a saber, de qué manera Dios y Cristo se entremezclan en lo que se expresa. En el versículo 8 no se puede decir si se trata de Uno o del Otro. Se trata de Cristo; pero de Cristo Jehová, el Todopoderoso, el Señor; que es y que era y que ha de venir; el Principio y el Fin (compárese con Apoc. 22:12-13).

2.2.4 - El círculo completo de la posición desde el día de Juan hasta el fin, esperando en el reino; el nombre genérico aplicado a todo su ministerio

Tenemos así a los santos de estos días; la aparición de Cristo para el juicio; él es Dios, el primero y el último, el Alfa y la Omega; el círculo completo de la posición desde el día de Juan hasta el fin. La posición práctica que Juan asume con todos los santos es «en el reino y en la paciencia de Jesucristo». Él pertenece al reino, pero debe esperar mientras Cristo espera, «esperando hasta que sus enemigos sean puestos por estrado de sus pies». El nombre genérico dado al testimonio se aplica a todo su ministerio, al igual que a la profecía –la Palabra de Dios y el testimonio de Jesús: solamente que uno podría haber pensado que esto último no era profecía, puesto que no estaba dirigida a la Iglesia, acerca de ella misma, desde su Cabeza; pero «el testimonio de Jesús es el espíritu de la profecía» (Apoc. 19:10).

2.2.5 - Los modos de obrar de Dios tras las escenas, pero él está detrás moviendo todas las escenas

Tal es la introducción a este libro. Entramos ahora en su contenido. Juan estaba en el Espíritu en el día del Señor. No obstante, de lo que se habla aquí es de su lugar y privilegio como cristiano, no del período profético en el que él se introducía. En el día de la resurrección –su lugar propio– el día en que los cristianos se reúnen, el apóstol, alejado de la sociedad de cristianos, disfrutaba, aun así, del especial poder elevador del Espíritu Santo aunque estaba solo; y es usado así por Dios, habiéndose permitido su destierro para el propósito, para lo que él no podía haber comunicado a la Iglesia para su edificación de manera normal. El emperador perseguidor pensó poco en lo que nos estaba dando cuando desterró al apóstol; no más de lo que Augusto supo acerca de que, en sus planes políticos en cuanto al censo del imperio, estaba enviando un pobre carpintero a Belén, con su esposa, para que Cristo pudiera nacer allí; o de lo que los judíos y los soldados de Pilato supieron acerca de que estaban enviando al ladrón al cielo, cuando ellos le rompieron las piernas en un despiadado respeto para con sus supersticiones u ordenanzas. Los modos de obrar de Dios están tras las escenas; pero él mueve todas las escenas en las que él está detrás. Nosotros tenemos que aprender esto, y dejarle obrar a él, y no pensar mucho acerca de los movimientos de los hombres: ellos llevarán a cabo la obra de Dios. El resto de todos ellos perecerá y desaparecerá. Nosotros solo tenemos que hacer tranquilamente su voluntad.

2.2.6 - El Hijo del Hombre en medio de los vasos de la luz de Dios en la tierra; el progreso moral de la Iglesia desde su primer deterioro hasta su completo rechazo

La misma voz que llamó después a Juan a subir al cielo (Apoc. 5), él la oye ahora detrás de él en la tierra –la voz del Hijo del hombre. Ella llama su atención con poder; y volviéndose para ver la voz, tal como Moisés hacia la zarza, Juan no ve la imagen de la presencia de Dios en Israel, sino los vasos de la luz de Dios en la tierra, y un resumen completo de todo ello, y, en medio de ellos, ve a Cristo como el Hijo del hombre. Encontramos, así, en el Apocalipsis, que Dios nos presenta la historia completa del mundo, o la historia de lo que es de él en el mundo, desde el primer deterioro de la Iglesia hasta los cielos nuevos y tierra nueva. Pero era imposible para Dios dejar de lado la expectativa actual por la venida de Cristo, o justificar a la Iglesia en su pensamiento descuidado pero pecaminoso, a saber, «Mi Señor tarda en venir». Por eso es que, como siempre, esta historia, y especialmente la de la Iglesia, es presentada de una manera que deja el tiempo completamente afuera. El progreso moral de la Iglesia es presentado en retratos del estado de las iglesias existentes seleccionadas para ese propósito. Comenzando con su primer deterioro, y finalizando con su completo rechazo. Siendo tomadas como iglesias, el principio general de la responsabilidad está en perspectiva, y la Iglesia no es vista como el indefectiblemente bendito Cuerpo de Cristo, sino como pudiendo ser rechazada y desechada en la tierra; puesto que una iglesia local y la Iglesia exterior visible pueden claramente serlo.

2.2.7 - Las siete iglesias vistas como distintivas portadoras de luz en su testimonio en el mundo

Estas iglesias son vistas como distintivas portadoras de luz o candeleros; es decir, en su lugar de servicio, o más bien, en su posición de testimonio en el mundo. Ellas son vistas en su propio carácter adecuado como siendo de Dios; como establecidas por él en el mundo, y estos candeleros son de oro. Él los puede quitar debido a que dan una luz tenue, o ninguna luz verdadera o testimonio para Dios; pero la cosa quitada estaba fundamentada en la justicia divina, y había sido fundada, originalmente, por una mano divina.

2.2.8 - La posición y el carácter de Aquel que estaba entre las portadoras de luz

Pero el Espíritu Santo se ocupa del carácter de Aquel que estaba entre ellas. Tenemos, en primer lugar, su posición real, antes de declarar lo que él era. Él estaba como Hijo del hombre. Nosotros no le tenemos aquí como Cabeza del «un Cuerpo», ni siquiera como Intercesor celestial; tampoco tenemos al Cristo, obviamente (es decir, el carácter judío del Señor). Se encontrará que estos son exactamente los caracteres de Cristo omitidos también en el primer capítulo del Evangelio de Juan. Juan lo ve en el carácter amplio en el cual él es colocado sobre todas las obras de la mano de Dios, y heredero de todas las promesas y de todos los propósitos de Dios para con el hombre, conforme a la justicia divina. Él no es el Hijo del hombre en servicio. Su ropa llega hasta los pies, y un cinto de justicia divina ciñe su pecho. Este es su carácter.

2.2.9 - Las cualidades del Hijo del hombre como juez divino

Tenemos, a continuación, sus cualidades y atributos. En primer lugar, él es el Anciano de días. La misma verdad sale a la luz en el libro de Daniel. El Hijo del hombre viene al Anciano de días (Dan. 7); pero, más adelante en el capítulo, es el Anciano de días el que viene. El Hijo del hombre es Jehová. Esto caracteriza todo el testimonio. El Rey de reyes y Señor de señores lo muestra a él (véase 1 Tim. 6:15); pero, cuando él viene, encontramos que él es Rey de reyes y Señor de señores (véase Apoc. 19:16). Pero en esta gloria él tiene los atributos del juicio –ojos como llama de fuego– eso que penetra todo, y el fuego es siempre indicio de juicio. Este era su carácter penetrante, escudriñador. Sus pies semejantes al bronce bruñido, a saber, la firmeza con que se afrontaba el pecado; ya que el bronce es justicia, vista, no de manera intrínseca como en el caso de alguno que se acerca a él, sino como tratando con el hombre, en su responsabilidad como hombre. En el Tabernáculo en el desierto, el propiciatorio era de oro, el altar del holocausto y la fuente eran de bronce. Pero había allí un altar, es decir, un sacrificio tratando con el pecado del hombre, aunque había fuego allí, pero aquí se trata del horno ardiente del juicio. La voz era la indicación de poder y majestad.

2.3 - La supremacía oficial del Señor

Tenemos, inmediatamente después, la supremacía oficial. Él ostentaba todo lo que era autoridad subordinada en cuanto a luz y orden, mencionados aquí con respecto a la Iglesia, en su diestra, en su poder. Él tenía el poder del juicio por la Palabra, y la autoridad suprema –el sol– en la plenitud de su más elevado carácter. Tenemos su gloria personal como Jehová; sus cualidades como Juez divino; y su suprema posición oficial.

2.3.1 - El Redentor sosteniendo al santo, declarándose a sí mismo como el primero y el último, como Jehová, el libertador

Pero él era, no obstante, el Redentor, aquel que, en su gracia, asegura la bendición de los que eran suyos. Juan (como sucede siempre ante la visión profética de Jehová, ya que no se trata aquí del espíritu de adopción) cae como muerto a sus pies. Así también Daniel (Dan. 10); así también, en espíritu, Isaías (Is. 6); pero su poder sostiene al santo, no le destruye. Él pone su diestra sobre el propio Juan; él declara ser el primero y el último, Jehová mismo, pero además, el mismo que murió en amor y que tiene completo poder sobre la muerte y el Hades; el que libera de la muerte, no el que somete al hombre a ella. Él ha resucitado de la muerte y del Hades, y tiene las llaves –el pleno poder sobre ellos– poder o sustento divino; y Aquel que murió y resucitó, y vive para siempre como Hombre, no hace esto sencillamente en el poder de la vida divina en el hombre, sino en la victoria sobre todo aquello a lo cual el hombre estaba sometido por el pecado y la debilidad.

2.3.2 - Las cosas que Juan había visto y debía escribir: «las que son», el presente del estado de la Iglesia, y «las que han de ser después de estas», cuando la historia de la Iglesia hubiese finalizado

Esta es la posición que él asume aquí con respecto a Juan su siervo y a las iglesias, respectivamente. Nosotros veremos que el estado de las últimas iglesias saca a relucir otros caracteres conocidos solo al ojo abierto de la fe. Estas cosas eran las que Juan había visto, y que él debía escribir. Después, con respecto a los hechos proféticos, él debía escribir las cosas que eran, es decir, el estado de estas varias iglesias como descripción, históricamente hablando, de los diversos estados de la Iglesia –una historia; y las cosas que iban a suceder después de estas (es decir, cuando la historia de la Iglesia ha finalizado en la tierra). La Iglesia completa es así, para el Espíritu, el tiempo actual –«las [cosas] que son». El futuro consistía en lo que venía después de ella, los tratos de Dios con el mundo. Esto, a la vez que dejaba la venida del Señor, o los acontecimientos proféticos preparatorios, en una expectativa inmediata, dejaba, si es que había demora (y la habría) el período sin definir, y dejaba la expectativa, aunque prolongada, siendo aún una expectativa actual.

2.4 - La gloria personal de Cristo; el carácter o lugar relativo que él asume posteriormente

Podemos destacar que tenemos aquí la gloria personal de Cristo, acompañada por la posición en cuanto a las iglesias. Él no es revelado personalmente como Hijo del hombre, es decir, como asumiendo el lugar del Hijo del hombre: solamente Aquel que es el Anciano de días es visto así, como para hacernos comprender que se trataba de Uno que tenía aquel lugar –y ese era el Hijo del hombre. Posteriormente en el Apocalipsis, no se trata de su carácter personal intrínseco, sino de algún carácter o lugar relativo que él asume. solo tenemos algo análogo a esto cuando entra el relato de cosas futuras. Con respecto al mundo, él es visto como el Cordero, uno a quien el mundo ha rechazado, pero que tiene el derecho de redención sobre él. Él es visto allí con siete cuernos y siete ojos (Apoc. 5) –indicando su poder sobre el mundo, tal como es visto aquí, con las siete estrellas como Hijo del hombre. Estas son las cosas que Juan había visto.

2.4.1 - «Las [cosas] que son»; las estrellas en la diestra de Cristo

Pasamos ahora a las cosas «que son». Las estrellas están en la diestra de Cristo; él habla primeramente de ellas; él anda en medio de las iglesias. Estas últimas son portadoras de luz, las iglesias, o Iglesia, como establecida en una posición dada, y vista como tal delante de Dios; no se trata de lo que las personas llegaron a ser, sino de lo que la Iglesia es ante sus ojos; tal como Israel era su pueblo, independientemente de lo que los Israelitas llegaron a ser. Las estrellas son aquello que es considerado por Cristo como dando luz y teniendo autoridad, aquello que él hace responsable para este fin delante de él. Por consiguiente, se trata, en cierto sentido, de todos los que componen la Iglesia, y a menudo se dice así en los mensajes a las iglesias; pero se trata, más especialmente, de los que están en responsabilidad, a través de su relación con él, las estrellas en su mano. Ellas deben resplandecer e influenciar y representarle a él, cada una en su lugar durante la noche. Es muy cierto que el clero asumió gradualmente este lugar, y, en este sentido, son responsables en dicho lugar, pero es asunto de ellos responder por ellos mismos delante del Señor. El Espíritu no lo presenta así aquí. Ellos lo asumen como un honor; pero ellos tienen este lugar como responsabilidad. Si alguna vez ellos fueron llamados «ángeles», fue, evidentemente, solo por esa suposición, y fue tomada de aquel lugar. Nuevamente, no se puede dudar que los líderes, los ancianos u otros, estaban en un lugar especial de responsabilidad, suponiendo que ellos sean justamente eso. En Hechos 20, ellos son tratados así; pero el Espíritu no los reconoce así aquí. Cristo no se dirige a los ancianos, ni tampoco a la noción moderna de un obispo, que, de hecho, no existía en aquel entonces. Tampoco se piensa en una diócesis [*] en estos mensajes. Ustedes verán que en la Escritura no se habla de autoridades (ancianos), de las que había siempre varias; y este pasaje de la Escritura no se puede aplicar a organizaciones humanas tal como existen ahora.

[*] A excepción del Nuevo Mundo (las Américas), los que son llamados obispos son siempre obispos de una ciudad, mostrando que las diócesis son, históricamente, una organización posterior. Los ángeles no eran los oficiales principales de la sinagoga.

2.4.2 - El ángel como el representante místico de uno que, en realidad, no se ve, representando la responsabilidad general y moral de la Iglesia

¿Qué es, entonces, el ángel? No es un símbolo, propiamente hablando. La estrella es el símbolo, y es vista aquí en la mano de Cristo. El ángel es el representante místico de uno que, en realidad, no se ve (ya que la palabra ángel es usada siempre donde se trata, en realidad, de un mensajero celestial o terrenal). Se usa así con respecto a Jehová («el ángel de Jehová»), se usa así con respecto a un niño («Mirad que no menospreciéis a uno de estos pequeños; porque os digo que sus ángeles en los cielos ven siempre el rostro de mi Padre que está en los cielos» Mat. 18:10), se habla así acerca de Pedro («Cuando llamó Pedro a la puerta del patio, salió a escuchar una muchacha llamada Rode, la cual, cuando reconoció la voz de Pedro, de gozo no abrió la puerta, sino que corriendo adentro, dio la nueva de que Pedro estaba a la puerta. Y ellos le dijeron: Estás loca. Pero ella aseguraba que así era. Entonces ellos decían: ¡Es su ángel!» Hec. 12:13-15). Los ancianos pueden haber sido responsables desde su posición; pero el ángel representa a la iglesia, y especialmente a los que, por la cercanía a él y la comunión con él, o por la responsabilidad de ello a través de la operación de su Espíritu en ellos para su servicio, él observa como responsables por el estado de su Iglesia ante sus ojos. Sin duda, toda la Iglesia es responsable, y, por tanto, el candelero es quitado cuando la infidelidad se hace evidente en ella; pero Cristo está en comunicación inmediata con estos con respecto a ello –un pensamiento solemne para todos los que tienen en consideración el bien de la Iglesia.

2.4.3 - La manera en que los ángeles y las iglesias son identificados

La manera en que los ángeles y las iglesias son identificados, y cualquier distinción en el grado o manera de ello, requieren una atención un poco más detallada. Es evidente que, en los mensajes a los ángeles, se habla a las iglesias en su responsabilidad general. Puesto que se dice, «lo que el Espíritu dice a las iglesias». No es una comunicación privada a una autoridad para su enseñanza, como en el caso de Tito o Timoteo, sino que se habla a las iglesias; es decir, el ángel representa la responsabilidad de ellas. De modo que encontramos advertencias para partes distintivas de ellas. «El diablo echará a algunos de vosotros en la cárcel»; «no temas en nada lo que vas a padecer»; «pero tengo unas pocas cosas contra ti: que tienes ahí…»; «mi testigo fiel fue muerto entre vosotros»; «pero a vosotros, a los demás que están en Tiatira… os digo…» (se debe leer así). Aun así, el ángel y la iglesia o candelero, son diferenciados. «Quitaré tu candelero de su lugar». «Toleras a la mujer Jezabel».

Pero esta separación entre el ángel y la iglesia no tiene lugar en las tres últimas iglesias. Al ángel se le habla de principio a fin de los mensajes. También en cuanto a estas tres últimas, solo se dice que Cristo tiene las siete estrellas (Sardis), y no se dice que las tiene en su diestra (véase Apoc. 1:16; Apoc. 1:20; Apoc. 2:1). En Esmirna y en Filadelfia no hay juicio; ellas fueron probadas, se hallaron fieles, y se las animó. En cuanto a los juicios, o más bien amenazas amonestadoras –en el caso de Éfeso que presenta el hecho general del primer deterioro de la Iglesia– la advertencia presentada es que el candelero podía ser quitado a menos que se arrepintieran: la iglesia no se arrepintió, lo sabemos por la Escritura y por la realidad, y por estas iglesias, consideradas como una historia sucesiva. En Pérgamo y Tiatira, los ofensores son aquellos especialmente juzgados; en el caso de Tiatira, juicios terribles sobre Jezabel y sobre aquellos relacionados con ella: ella había tenido tiempo para arrepentirse y no lo había hecho; pero aquí se espera que todo cambie en la venida del Señor. Todo esto muestra que los ángeles son los representantes de las iglesias, pero lo son moralmente; la advertencia de Cristo va a ser dirigida a ellos (tal como nosotros podemos comprender fácilmente que este es el caso en cualquiera que tuviese en consideración el interés de la Iglesia), a los cuales Cristo les confió esto; pero dicha advertencia es para ser identificados, hasta aquí, con las iglesias que incluían a todos los que las componían, mientras los juicios particulares eran promulgados sobre las partes culpables.

3 - CAPÍTULO 2

3.1 - La serie de las siete iglesias; la Iglesia en este mundo sometida a juicio; Dios la juzgará y la desechará si ella se aparta de su energía espiritual;

3.1.1 - Éfeso

Podemos abordar ahora la serie de iglesias particulares; pero lo haremos brevemente, en relación con la estructura completa del libro, en lugar de entrar en los detalles ilustrativos, lo cual he hecho en otra parte, en una serie de conferencias [*]

[*] N. del T.: El autor se refiere a su obra «Siete conferencias acerca de los mensajes proféticos a las siete iglesias», obra que puede ser consultada en su integridad, en idioma español, en la siguiente dirección de Internet: www.graciayverdad.net/7iglesias/

El primer gran hecho es que la Iglesia es sometida a juicio, y que su existencia completa, y su lugar delante de Dios como portadora de luz en el mundo, son desechados; el segundo hecho es que Dios hará esto si ella se aparta de su primera energía espiritual. Este es un principio inmenso. Él ha establecido la Iglesia para que sea un testigo fiel de lo que Él ha manifestado en Jesús; de lo que Él es cuando Jesús se ha ido a lo alto. Si ella no es esto, ella es un testigo falso, y será desechada. Dios puede tener paciencia, y la tiene de manera bienaventurada. Él puede proponerle que regrese al primer amor, y lo hace; pero, si esto no sucede, el candelero es quitado, la Iglesia deja de ser la portadora de luz de Dios en el mundo. El primer estado debe ser mantenido, o, en caso contrario, la gloria de Dios y la verdad son falsificadas; y la criatura debe ser desechada. Pero ninguna simple criatura que no es sostenida hace esto, ninguna como tal. Por eso es que, todo fracasa y es juzgado, excepto cuando está en el Hijo de Dios, el Segundo Hombre, o que esté sostenida por Él. Éfeso había andado bien al mantener la consistencia, pero ese olvido del «yo» y el pensar solo en Cristo, que son las primicias de la gracia, habían desaparecido. Tal como se ha señalado hasta ahora, había obras de trabajo y paciencia, pero la fe, la esperanza y el amor, en su verdadera energía, desaparecieron. Ellos habían rechazado la pretensión de los falsos maestros, y trabajaron y no desmayaron. Todo lo que se puede decir acerca de ellos, es dicho para mostrar el amor de Cristo, y que él no se olvida de ellos, o de lo bueno manifestado en ellos. Aun así, ellos habían dejado (N. del T.: no «perdido», como se suele oír en algunas partes) su primer amor; y, a menos de que se arrepintieran de ello y que hiciesen las obras primeras, esto implicaba la remoción del candelero.

3.1.2 - Cuando la fidelidad se aparta de Dios, Dios remite a los individuos de regreso a Su Palabra a título personal; advertencia de remoción del candelero

Otro principio importante se encuentra aquí, y es que cuando la Iglesia se ha apartado de la fidelidad, cuando, colectivamente, ella ha dejado de ser la expresión del amor en el cual Dios ha visitado el mundo, Dios remite a los individuos de regreso a la Palabra de Dios a título personal: «El que tiene oído, oiga lo que el Espíritu dice a las iglesias». La iglesia es juzgada, y de ese modo, ella no puede ser la seguridad para la fe; el individuo es llamado a oír lo que el Espíritu dice. La advertencia en cuanto a que el candelero será quitado, es aquí especialmente digna de mención, porque había una gran cantidad de cosas que el Señor aprobaba en gran manera, y los animaba mostrándoles que él lo hacía; pero, sin embargo, si se había dejado el primer amor, el candelero podía ser quitado.

3.1.3 - La promesa es dada al vencedor individual

El carácter de Cristo, y las promesas, son generales, ya que la iglesia de Éfeso es característica de todo el principio sobre el cual la Iglesia descansa. Cristo tiene las estrellas en su diestra y anda en medio de los candeleros. No se trata de un carácter especial aplicable a un estado especial, sino del talante completo de su posición en medio de las iglesias. A la iglesia, contemplada como habiendo dejado su primer amor, nunca se le promete nada. Ella no puede dirigir a un creyente cuando ella misma viene a estar bajo reprensión y juicio. La promesa es, entonces, para el vencedor individual: un principio muy importante. La promesa dada al que vence es la promesa general –es el contraste con la ruina de Adán, pero de una manera más elevada y mejor que la de la promesa en la que él disfrutaba del bien que perdió. El vencedor comerá del árbol de la vida. Pero este no es el árbol en el paraíso del hombre en este mundo, sino el paraíso de Dios mismo. Debemos señalar, asimismo, que ahora no es como lo fue con el primer Adán, es decir, mantener individualmente el primer estado, sino vencer. Y lo que está ante nosotros, y hay que vencer, no solo está en el mundo y sus hostilidades (aunque puede ser eso), sino dentro de la esfera de la iglesia misma. Es el llamado a oír lo que el Espíritu dice a las iglesias lo que brinda la ocasión para hablar acerca de vencer. Esta es una verdad importante con respecto a la afirmación de la iglesia en cuanto a que ella debe ser oída. El mensaje es dirigido a la iglesia, no es dirigido por ella a los individuos, y a ella se le advierte acerca de su negligencia, y el santo individual es llamado a vencer.

3.2 - Esmirna

3.2.1 - Tribulación y pobreza es la porción de la iglesia; Dios lo permite en misericordia; la segunda muerte

La palabra a Esmirna es breve. Cualesquiera que sean la malicia y el poder de Satanás, él tiene, a lo sumo y si se le permitía, nada más que el poder de la muerte. Cristo es el primero y el postrero, Aquel que es antes y después de la muerte, Dios mismo; pero más que eso, él la ha afrontado y ha pasado a través de su poder. Los santos en Esmirna no debían temer. Satanás obraría, se le permitiría zarandear, encarcelar. Que los santos solo sean fieles hasta el punto extremo de su poder; todo lo que estaba más allá, estaba más allá de él, pertenecía a Cristo; y el fiel recibiría de Él la corona de vida. Tribulación, pobreza, el desprecio de los que pretendían tener el legítimo derecho hereditario a ser el pueblo de Dios –y que son siempre los perseguidores, sean ellos judíos o cristianos– era aquí la porción de esta iglesia; y Dios lo permitió. Se trataba, realmente, de misericordia para con la iglesia en deterioro. La esperanza de ellos estaba más allá de todo ello cuando Cristo presentó la corona de vida. Esto hizo que la iglesia, que se estaba deslizando en el mundo, o estando a punto de hacerlo de manera insensible por la disminución del primer amor, tomara conciencia de que el mundo estaba en manos de Satanás –que el mundo no era el lugar de descanso de los santos. Pero, si bien el Señor la permitió, él limitó la tribulación. Todo estaba en sus manos. No solo estaba allí la corona para los que padecían, sino que para cualquiera que venciera, esta porción estaba asegurada: la muerte como consecuencia del juicio, la segunda muerte, no le haría daño.

3.3 - Pérgamo

3.3.1 - Cristo revelado en un carácter especial para un estado especial; la fidelidad es perseguida, pero la seducción mediante la mala enseñanza estaba en su interior

Necesitamos ahora un juicio más directo. Cristo aparece como Aquel que tiene la espada aguda de dos filos de la Palabra saliendo de su boca. Se observará que aquí, en Esmirna y en Pérgamo, un carácter especial de Cristo se aplica a un estado especial. No hay resultado general alguno para la iglesia. En Éfeso tenemos la posición de Cristo como Juez en medio de los candeleros, y a la iglesia recibiendo la amenaza de ser quitada de su lugar de testimonio en la tierra. En Tiatira, él toma su lugar como Hijo de Dios, como Hijo sobre su propia Casa, y, como las cosas (en cuanto a la iglesia) empeoraban, es revelado como ejerciendo juicio que penetra todo y que es inmutable, y toda la bendición del nuevo estado es prometida al vencedor. En Pérgamo encontramos fidelidad en su andar previo, el nombre y la fe de Cristo retenidos a pesar de la persecución. Ella se diferencia de Filadelfia en que no se dice que retiene Su Palabra como la Palabra de la paciencia de Cristo (cosa que la iglesia de Pérgamo, en su estado, no hacía), pero retenía la confesión de Cristo en medio de la persecución. Pero otra clase de mal entró –la seducción para caer en las usanzas del mundo mediante la mala enseñanza en su interior. La doctrina de Balaam estaba allí. La idolatría afluyó a su interior. Había también sectas en el interior de esta iglesia, que enseñaban una supuesta santidad, pero una mala práctica. A estos juzgaría el Señor.

3.3.2 - La promesa al vencedor en Pérgamo cuando la corrupción estaba avanzando

La verdad general acerca de la remoción del candelero no tiene aquí lugar, ni como una verdad general, cuando la iglesia podía ser llamada a guardar su primer amor, ni tampoco como un juicio abrasador, debido a que ella se hubiese desviado completamente; pero había corruptores, y los siervos de Cristo eran llevados a la idolatría y al mal. La aprobación personal por parte de Cristo, la comunión con él en una futura bendición (en espíritu en aquel entonces), como Aquel que fue humillado y rechazado (cosa que la iglesia había dejado de ser), un nombre dado por Cristo, y de tal ternura por su parte, un vínculo conocido solo por aquel que lo tenía. En una palabra, la promesa dada al vencedor era la de una asociación individual y una bendición individual de secreto deleite, cuando la corrupción estaba avanzando, no siendo aún dominante, y sin obstáculo, en la iglesia.

3.4 - Tiatira

3.4.1 - La idolatría y Jezabel son permitidas; el juicio aplicado en justicia inmutable; la venida del Señor; el Papado; si bien ella continúa hasta el final, Tiatira no caracteriza el testimonio de Dios hasta el final

En Tiatira la iglesia llega hasta el final. Se encontró allí, en lo que Cristo reconocía en este estado de cosas, una creciente consagración. Pero se toleraba, en la propia iglesia, a Jezabel, y la relación con el mundo, la idolatría, y los hijos engendrados por ella. Todo sería juzgado, gran tribulación caería sobre Jezabel, y sus hijos serían heridos de muerte. Cristo escudriñaba el corazón y la mente (los íntimos pensamientos), y aplicaba el juicio en justicia inmutable. Los fieles de esta época, esos «vosotros» a los cuales se dirige especialmente, no son sino «los demás», un remanente, pero consagrados de manera especial y creciente («Pero a vosotros, a los demás que están en Tiatira… os digo…» [se debe leer así en Apoc. 2:24]). Podemos comentar aquí, que lo que está especialmente en perspectiva es lo que las iglesias son respecto de Cristo. No se menciona lo que Jezabel hizo respecto a los fieles. La venida del Señor es el momento que se tiene en cuenta y toda bendición milenial es prometida al vencedor; tanto el hecho de reinar con Cristo, como el propio Cristo, la estrella de la mañana. La expresión «el que tiene oído» está situada ahora después de la promesa dada al que venciere; es decir, no se dice en relación con la iglesia, sino con relación a los que vencen estando en ella. El estado es el estado caracterizado por esto. Tiatira puede continuar hasta el final, pero no caracteriza el testimonio de Dios hasta el final; otros estados deben ser introducidos para hacer eso. Se trata, no tengo duda alguna, del Papado de la Edad Media hasta la Reforma aproximadamente; el Catolicismo mismo continúa hasta el final. El juicio sobre Jezabel es final. El Señor le había dado tiempo para que se arrepintiera, y ella no se había arrepentido. Será una asociación obligada con aquellos que ella había seducido una vez, para ruina de todos ellos. El carácter completo es aquí el de un juicio penetrante, conforme a la propia naturaleza de Dios y a Sus demandas; una prueba y un juicio especiales, y sin embargo la bendición no es especial, sino que es la porción de los santos en general, en aquello que ellos tienen con Cristo; ya que el alejamiento y el juicio eran completos –hay adulterio, no meramente fracaso en el primer amor.

3.5 - CAPÍTULO 3

3.6 - Sardis

3.6.1 - Una nueva fase colateral de la historia de la iglesia; tiene un nombre de que vive, pero está muerta en la práctica; falta de energía espiritual; el hecho de ser tratada como el mundo; el Protestantismo

Hemos visto, en Tiatira, que el fin se contemplaba ocurriendo a la venida del Señor. Sardis comienza una nueva fase colateral de la historia de la iglesia. Excepto por el hecho de tener las siete estrellas, no se menciona ninguno de los caracteres eclesiásticos de Cristo, ninguno de aquellos observados en Él, cuando se le ve andando en medio de las iglesias. No obstante, la iglesia es mencionada como tal. Se trata aún de la historia de la iglesia. Pero habiendo sido mencionada la venida del Señor, todas las características de Cristo se refieren a lo que él tendrá en el Reino. Sin embargo, él tiene aún las siete estrellas –la autoridad suprema sobre la iglesia. No se trata de nada peculiar a esta iglesia. Él tiene esta autoridad sobre todo y en cuanto a todo. Él tiene que ver con Sardis en este carácter. Él tiene los siete espíritus, la plenitud de la perfección en la cual él gobernará la tierra. Él es así competente para bendecir en la iglesia, aunque no hay una relación eclesiástica regular. Él tiene poder sobre todo, y la plenitud del Espíritu; ambas cosas en perfección. Independientemente de lo que la iglesia es, él es todo esto. Este es un gran consuelo. La iglesia no puede fracasar en su lugar de testimonio, salvo si carece de plenitud de gracia en él. Él tampoco le puede fallar a aquel que tiene oído para oír.

Pero el estado de la iglesia mostraba que ella estaba lejos de valerse de esto. Tenía, efectivamente, un nombre de que vivía; ella era superior, en sus pretensiones, al mal de Tiatira; tampoco había allí una Jezabel y corrupción. Pero había muerte en la práctica. No había integridad en sus obras delante de Dios. Aquí no se trataba del mal, sino de la falta de energía espiritual. Pero esto permitía que los individuos ensuciaran sus vestiduras en el mundo. Ella no fue llamada a recordar sus primeras obras, sino a recordar lo que ella había recibido y oído, la verdad encomendada a ella, el evangelio y la Palabra de Dios; de no ser así, ella sería tratada como el mundo. El Señor vendría como ladrón; porque la venida del Señor está ahora siempre en perspectiva.

No hay amenaza alguna de quitar el candelero: eso ya estaba resuelto. El juicio, desechando la iglesia, estaba ya establecido. Pero este cuerpo sería tratado como el mundo, no de manera eclesiástica como una iglesia corrupta (compárese con 1 Tes. 5). Sin embargo, algunos habían preservado su integridad y serían reconocidos; y ellos andarían con Cristo como aquellos que habían hecho justicia. Esta era también la promesa. Ellos habían confesado Su Nombre de manera práctica delante de los hombres, delante del mundo, y el nombre de ellos sería confesado delante de Dios cuando la iglesia nominal fuese tratada como el mundo. Ellos eran cristianos verdaderos en medio de una profesión mundana, y sus nombres no serían borrados del registro, mal llevado, en aquel entonces, en la tierra, pero rectificado infaliblemente mediante el juicio celestial. Se ha comentado que, simultáneamente con la introducción de la venida del Señor, el «oído para oír» viene después que se hace la distinción de los vencedores. Solo se está pendiente de un remanente semejante. Yo no puedo dudar que tenemos aquí el protestantismo.

3.6.2 - Filadelfia asociada de manera peculiar con Cristo mismo; el carácter personal de Cristo como Santo y Verdadero; su Nombre confesado abiertamente, la Palabra guardada, el Nombre no negado

La iglesia de Filadelfia tiene un carácter peculiarmente interesante. Nada se dice acerca de sus obras, pero se dice que Cristo las conoce. Pero lo que es interesante en ella, es que está asociada de manera peculiar con Cristo. Cristo, en todas estas últimas iglesias, no es visto en Sus caracteres personales en los que él andaba en medio de las iglesias, sino en el carácter que la fe reconoce de manera peculiar cuando la organización eclesiástica ha llegado a ser el foco de la corrupción. Aquí está su carácter personal, lo que él es intrínsecamente, Santo y Verdadero, lo que la Palabra muestra y demanda, y lo que la Palabra de Dios es en sí misma –carácter moral y fidelidad. En efecto, esta última palabra incluye todo: fidelidad a Dios adentro y afuera, conforme a lo que está revelado, y fiel para cumplir con todo lo que él ha declarado.

Cristo es conocido como el Santo. Por consiguiente, las asociaciones o pretensiones eclesiásticas no servirán para nada. Debe existir lo que es adecuado a su naturaleza, y fiel consistencia con esa Palabra que él ciertamente cumplirá. Con esto él tiene la administración; y abre y ninguno cierra, y cierra y ninguno abre. Vean lo que fue su senda en la tierra: en su gracia, un Hombre dependiente en aquel entonces, tal como nosotros somos. Él era Santo y Verdadero, y a la vista de los hombres, tenía poca fuerza, guardaba la Palabra, vivía por medio de cada Palabra que procedía de los labios de Dios, esperaba pacientemente a Jehová (véase Sal. 40), y el portero le abrió la puerta (Juan 10:30). Él vivió en los últimos días de una dispensación, el Santo y Verdadero rechazado, y, para el ojo humano, fracasando en cuanto a tener éxito con los que decían que eran judíos, pero eran sinagoga de Satanás. Del mismo modo es aquí con respecto a los santos: ellos andan en un lugar semejante al suyo; ellos guardan su Palabra, tienen poca fuerza, no se distinguen por tener una energía similar a la de Pablo por el Espíritu, pero no niegan su Nombre. Este es el carácter y el motivo de toda la conducta de ellos. Su Nombre es confesado abiertamente, la Palabra es guardada, el Nombre no es negado. Parece poco; pero en la decadencia universal, en la mucha pretensión y en la mucha reivindicación eclesiástica, y cuando muchos recaen en los razonamientos humanos, el todo consiste en mantener la Palabra de Aquel que es Santo y Verdadero y no negar su Nombre.

3.6.3 - El carácter de la fe perfecta; la puerta abierta; la aprobación del Señor

Y este elemento es mencionado. Cristo, el Santo, el Verdadero, está esperando. Aquí en la tierra, él esperó pacientemente a Jehová (véase Sal. 40). Se trata del carácter de la fe perfecta. La fe tiene un carácter doble –la energía que vence, y la paciencia que espera en Dios y confía en él (véase el primer carácter en Hebreos 11:23-34; y el segundo en Hebreos 11:8-22). El carácter de la fe que se encuentra aquí es el segundo: la palabra de su paciencia es guardada. Pero fueron dadas promesas en relación con las cualidades esenciales del primer carácter de la fe (a saber, guardar la Palabra y no negar el Nombre de Cristo, aunque con poca fuerza), en presencia de la pretensión eclesiástica a una religión sucesoria establecida por Dios. Cristo obligará a estos pretenciosos aspirantes, a venir y reconocer que él había amado a los que guardaron su Palabra. Una puerta abierta fue dada en estos tiempos, y ninguno podía cerrarla; tal como el portero le había abierto a él la puerta, de tal modo que los escribas y los fariseos y los sacerdotes no pudieron impedirlo. En el futuro, ellos mismos tendrían que reconocer, humillados, que los que siguieron la Palabra del Santo y Verdadero, eran aquellos que él había amado. Mientras tanto, su aprobación era suficiente. Esta era la prueba de la fe –estar satisfecho con su aprobación, estar contento con la autoridad de su Palabra.

3.6.4 - Esperando en paciencia

Pero había también una promesa en cuanto los juicios del Señor en la tierra. Cristo está esperando hasta que sus enemigos sean puestos por estrado de sus pies. Nosotros debemos esperar eso para ver el mundo enmendado. Debemos continuar donde el dios de este mundo hace lo que le parece, aunque bajo limitación divina. El pensamiento acerca de que el bien va a tener sus derechos en este mundo, equivale a olvidar la cruz y a Cristo. Nosotros no podemos tener nuestros derechos hasta que él los tenga, porque no tenemos derecho alguno, sino los que son de él. El juicio (desde que Pilato lo consintió, y Cristo fue el Justo delante de él) no había vuelto aún a ser justo («Porque el juicio volverá a ser justo, y todos los rectos de corazón lo seguirán» (Sal. 94:15, LBLA). Hasta entonces, Cristo espera, aunque a la diestra de Dios; y nosotros esperamos. No tenemos aquí persecución y martirio, como en el caso de Esmirna. Se trata, quizás, de una dura tarea, o, en todo caso, de nuestra tarea ahora –paciencia y contentamiento con la aprobación de Cristo, guardando su Palabra no negando su Nombre.

3.6.5 - La hora de la prueba que viene sobre todo el mundo; los que guardaron la Palabra de la paciencia de Cristo son guardados de ella; la venida del Señor es nuestra esperanza

Pero había, además, otros y bienaventurados estímulos. Había una hora de prueba que venía sobre todo el mundo, para probar a los que pertenecían a la tierra, a los que moraban allí como perteneciendo a ella. Algunos podrían ser perdonados, victoriosos en la prueba; pero los que guardaban la Palabra de la paciencia de Cristo serían guardados de ella. Dicha prueba vendría sobre todo el mundo; ¿y dónde estaban ellos? Estaban fuera del mundo. No habían pertenecido a él cuando estaban en él. Ellos habían estado esperando que Cristo tomase su poder –esperando su tiempo para tener el mundo. Ellos pertenecían al cielo, pertenecían a Aquel que estaba allí; y serían tomados para estar con él, cuando el mundo iba a estar en el tiempo de la terrible prueba. Había un tiempo especial antes de que él tomara su poder; y ellos no solo reinarían con él como resultado, sino que serían guardados de esa hora, y tendrían la seguridad de ello en el tiempo de su prueba. Y por eso es que el Señor les señala su venida como la esperanza de ellos; no como una advertencia de que los impenitentes serían tratados como el mundo cuando él aparezca. Él venía pronto, y ellos debían, entonces, ocuparse de la corona, reteniendo lo que tenían, débilmente pero espiritualmente asociados con él como lo estaban, para que ninguno la tome.

3.6.6 - Esperando a Cristo; reconocidos públicamente en aquello que parecía que no tenían y donde parecían no tener nada

Tenemos ahora la promesa general en los lugares celestiales, caracterizada por una asociación especial con Cristo; y ellos son reconocidos públicamente en aquello en lo cual parecían no tener nada en la tierra. Otros tenían la pretensión de ser el pueblo de Dios, la ciudad de Dios –pretendían tener derecho religioso divino; estos filadelfios eran consistentes solo con su Palabra, y esperaban a Cristo. Pues bien, cuando Cristo toma su poder, cuando las cosas son reales, conforme a él en poder, ellos tienen este lugar conforme a Dios. Aquí abajo fue la cruz y el desprecio; en lo alto es la exhibición del Nombre de Dios y de la ciudad celestial.

3.6.7 - Una columna en el templo de Dios: asociación con Cristo en su propia bendición con Dios

Examinemos la promesa presentada aquí a los vencedores. Aquel que solo tenía poca fuerza, es una columna en el templo de Dios, en quien y con quien es bendecido. A él se lo consideró, quizás, como estando afuera de la unidad y el orden eclesiásticos; pero él es una columna en dicho templo en el cielo, y nunca más saldrá. Sobre aquel que apenas fue reconocido como teniendo parte en la gracia, el Nombre de su rechazado Dios Salvador ha sido públicamente estampado en gloria. Aquel que apenas fue considerado como perteneciendo a la santa ciudad, tiene también su nombre celestial escrito sobre él, y el nuevo nombre de Cristo –el nombre no conocido por los profetas y por los judíos según la carne, pero que él ha tomado como muerto a este mundo (donde la falsa iglesia se establece) y como resucitado a la gloria celestial. La esmerada asociación con Cristo es aquí sorprendente, y da su carácter a la promesa. «El templo de mi Dios», Cristo dice; «el nombre de mi Dios; de la ciudad de mi Dios», «mi nombre nuevo». Asociado en la propia paciencia de Cristo, Cristo confiere sobre él lo que le asocia plenamente en su propia bendición con Dios. Esto es de una bendición peculiar, y pleno de estímulo para nosotros.

3.7 - Laodicea

3.7.1 - El último estado de la profesión en la Iglesia; el juicio de las pretendidas adquisiciones; rechazo irremediable; gracia para el individuo

Laodicea sigue a continuación. La tibieza caracteriza el último estado de la profesión en la Iglesia. Ella es nauseabunda para Cristo; él la vomitará de su boca. No se trataba de una mera falta de poder, se trataba de falta de corazón –el peor de todos los males. Esta amenaza es perentoria, no es condicional –ella implicaba un rechazo irremediable. Con esta falta de corazón para con Cristo y su servicio, había mucha pretensión en cuanto a la posesión de recursos y competencia en ellos mismos; «Yo soy rico», mientras que ellos no tenían nada de Cristo. Se trata de la iglesia profesa considerándose rica ella misma, sin tener a Cristo como las riquezas del alma por medio de la fe. Por lo tanto, él les aconseja que compren de él justicia verdadera y aprobada, vestiduras para su desnudez moral, y aquello que daba visión espiritual, ya que ellos eran, con respecto a lo que Cristo es y da, pobres, desnudos y miserables, y especialmente eso, delante de Dios. Este es el juicio de Cristo acerca de sus pretendidas adquisiciones según el hombre. No obstante, mientras la Iglesia subsiste, Cristo continúa tratando con ella en gracia, está a la puerta y llama, insiste, de la manera más íntima, sobre la conciencia para que se le reciba. Si alguno, estando aún en lo que Él iba a vomitar de su boca, oía su voz y abría, él le daría admisión para estar con él, y una parte en el reino.

3.7.2 - La venida del Señor en relación con las varias iglesias; el arrepentimiento de ellas

No se menciona aquí, en Laodicea, ninguna venida; tampoco hubo mención de ella para el juicio de Jezabel. Eso era prácticamente Babilonia; y ella es juzgada antes de que Cristo venga. Esta iglesia (Laodicea) es vomitada de la boca de Cristo, desechada como no teniendo valor alguno para él; pero el cuerpo general es juzgado como el mundo. En Tiatira, y en Filadelfia también, la venida del Señor es por los santos. Ese es el aspecto, y ese solamente, en cuanto a la iglesia. Sardis es reducida, si no se arrepiente, a la condición del mundo, y es juzgada como tal. Cuando llega el estado de Laodicea, la iglesia es repudiada y rechazada por Cristo en ese carácter; pero para eso no se debe hablar de su venida. Aunque Tiatira va hasta el final, y cierra, eclesiásticamente, la historia de la Iglesia, no obstante, en las primeras tres tenemos a la Iglesia en general, tratada como sujeto de arrepentimiento. En Tiatira se había dado tiempo a Jezabel para que se arrepienta, y ella no lo hizo; y la escena va a finalizar y va a ser reemplazada por el reino. En este respecto, las cuatro últimas iglesias van juntas. No hay perspectiva alguna de arrepentimiento, o restauración, de toda la iglesia. Sardis es llamada a guardar y arrepentirse, y a recordar lo que ella había recibido; pero, si ella no vela, va a ser tratada como el mundo. Por eso es que, tal como hemos visto, el llamado a oír es dirigido a los vencedores después de la promesa.

3.7.3 - El carácter de Cristo en relación con Laodicea

El carácter de Cristo en relación con esta iglesia no debe ser obviado. Dicho carácter saca a relucir el paso de las varias condiciones de la iglesia, a su autoridad en lo alto, y más allá de ello, a su autoridad sobre el mundo. Cristo asume, personalmente, aquello que la iglesia había dejado de ser. Él es el Amén, el cumplimiento y el verificador de todas las promesas, el verdadero testigo y revelador de Dios y de la verdad, cuando la iglesia no lo es; y es el principio de la creación de Dios –Cabeza sobre todas las cosas, y la gloria y el testigo de lo que ella es de parte de Dios– como nueva creación. La iglesia debiera haber exhibido el poder de la nueva creación por el Espíritu Santo; ya que «si alguno está en Cristo, es una nueva creación» (2 Cor. 5:17, JND), donde todas las cosas son de Dios. Nosotros, como primicias de la nueva creación, somos creados de nuevo en él. La iglesia tiene así las cosas que permanecen (2 Cor. 3). Pero ella ha sido un testigo infiel de ello. ¿Posee ella una parte en esto? Si la respuesta es sí, es porque Cristo la posee, y él es verdadero principio de ello, como mostrado realmente. Una vez que el testigo responsable de ello por el Espíritu Santo fracasó, Cristo asume ahora ese lugar para una exhibición eficaz.

3.7.4 - El ministerio de Juan en relación con la venida del Señor; ninguna mención del arrebatamiento, aun así, los santos que pertenecen a la Iglesia son vistos siempre en lo alto, después que se les habla a las siete iglesias

Pero, la serie de acontecimientos preparatorios en el mundo deben ser examinados a fondo. Y se debe observar que no hay aquí mención alguna del hecho de la venida del Señor con referencia a la iglesia. Se promete que él vendrá pronto; y la iglesia es amenazada con ser vomitada de su boca. Pero no se enuncia el hecho de su venida por los suyos, el arrebatamiento de la Iglesia en cualquier momento. Esto coincide plenamente con lo que hemos visto acerca del ministerio de Juan [*] –a saber, el hecho de que él se ocupa de la manifestación del Señor en la tierra, y que hace escasa referencia (solamente cuando es necesario, al dejar el Señor a los discípulos) de las promesas celestiales. En Juan 14 y 17 él lo hace excepcionalmente.

[*] Su carácter fue, también, para juicio entre las iglesias y la Iglesia en la tierra; no de su esposa, sino del cuerpo exterior en la tierra.

Aquí, en este libro, ello es dejado afuera. Incluso en Apocalipsis 12, capítulo que confirma notablemente lo que digo, el arrebatamiento es visto solamente como identificado con el arrebatamiento del «hijo varón», que es Cristo. Por eso no tenemos aquí mencionada ninguna época específica para el arrebatamiento de los santos, excepto por la mención de que ellos son tomados antes de la guerra en el cielo, la cual conduce a los últimos tres años y medio. Pero, por otra parte, los santos que pertenecen a la Iglesia, o los anteriores a ella, son vistos siempre en lo alto cuando las cartas a las iglesias han finalizado. Ellos están esperando que se les dé el juicio para vengar su sangre; pero jamás son vistos en la tierra.

4 - CAPÍTULO 4

4.1 - Las cosas que sucederán después de estas: comienzan los tratos de Cristo con el mundo; el Cordero en medio del trono; los santos teniendo su lugar propio en el cielo

Pero tenemos que considerar en qué momento del capítulo 4 comienzan los modos de obrar de Dios. No se infiere, necesariamente, que la iglesia ha sido vomitada de la boca de Cristo. Ella ha sido amenazada; pero el juicio sobre Sardis, o incluso sobre Tiatira, no había sobrevenido aún. Pero ello sucede después que Cristo ha dejado de tratar con la iglesia profesa como tal, contemplándola como portadora de luz ante el mundo. El nombre que ella se dé a sí misma no se declara aún; él no está tratando con ella. Sobrevendrá una abierta apostasía. La fecha de dicha apostasía no se revela; tampoco se revela la fecha en cuanto al arrebatamiento. Pero yo deduzco, de la lectura de 2 Tesalonicenses 2, que el arrebatamiento será antes de la apostasía. Lo que hemos enunciado, entonces, es que después que todo trato de Cristo con las iglesias ha finalizado, comienzan, en el Apocalipsis, los tratos posteriores con el mundo. Las iglesias son «las [cosas] que son»; lo que sigue a continuación son, «las [cosas] que han de ser después de estas». (Apoc. 1:19). Cristo no es visto ahora andando en medio de las iglesias. Él es el Cordero que está en medio del trono. A Juan no se le ve ocupado en verle allí en medio de las iglesias, o enviando mensajes a las iglesias, sino que es llamado a subir al cielo, donde todos los modos de obrar de Dios prosiguen, y prosiguen con el mundo, no con la Iglesia. Nosotros tenemos, asimismo, el trono, no el sacerdote vestido de una ropa que llega hasta los pies. Los reyes y sacerdotes acerca de los cuales leímos en el capítulo 1, están ahora en lo alto. Otros podrán seguirles; pero ellos están en los lugares celestiales, sentados en tronos, o alabando, o presentando sus incensarios llenos de incienso. Por otra parte, en este capítulo, el Señor no ha venido a juzgar el mundo, sino que está a punto de recibir la herencia. Los santos, entonces, que serán arrebatados para encontrarse con Cristo, son vistos aquí solamente en lo alto; ellos pertenecen al cielo, y no se trata ya con ellos como estando en la tierra, sino que tienen su lugar propio en el cielo.

4.2 - Las dos partes del Apocalipsis; Cristo que estaba juzgando en medio de la iglesia profesante, está ahora en lo alto abriendo el libro del juicio del mundo; la escena en el cielo

La relación entre las dos partes del Apocalipsis es esta: Cristo, que estaba juzgando en medio de la iglesia profesante, es visto ahora en lo alto, abriendo el libro del juicio de este mundo, del cual él está a punto de tomar la herencia públicamente. Los santos están lejos de esta escena de juicio. La ocupación del apóstol con las iglesias termina ahora –un punto importante, porque el Espíritu Santo debe ocuparse de ella mientras los santos están en ella en la tierra– y es llevado al cielo, y ve allí a Dios en pacto con la creación, en un trono de gobierno, con un arco iris a su alrededor. Las criaturas vivientes le celebran como el Creador, Aquel por quien todas las cosas fueron creadas. El trono no era un trono de gracia, sino que salían de él signos de poder y de juicio; pero alrededor de él, los que representan a los santos recibidos en la venida de Cristo, los reyes y sacerdotes, están sentados en tronos, en un círculo alrededor del trono. No se ve ningún altar de sacrificio, como si fuera un tiempo de acercamiento; la fuente de bronce tiene vidrio en lugar de agua. Se trata de una santidad firme, consumada, no se trata de lavamiento de pies. Los ancianos están coronados, recordando, el número veinticuatro, los turnos (clases, grupos) de los sacerdotes. Los siete espíritus de Dios están allí en el templo (una alusión a las siete lámparas que estaban en el tabernáculo y en el templo), no son los que esgrime Cristo para la Iglesia (Apoc. 3:1), o los enviados por toda la tierra (Apoc. 5:6), sino las perfecciones, en cuanto a los atributos, que caracterizan las acciones de Dios en el mundo. Esto es lo que lleva ahora luz al mundo.

4.3 - Los cuatro seres vivientes

Además de estos, cuatro seres vivientes están allí en el círculo mismo del trono y alrededor del trono. Se los puede ver como formando parte del trono, o estando aparte de él, aunque relacionados con él como centro. Ellos tienen algunos caracteres de los querubines, algunos de los serafines, pero un tanto diferente de ambos. Ellos estaban llenos de ojos delante y detrás, y también por dentro, para ver todas las cosas conforme a Dios, teniendo también seis alas; perfectos en percepción interior, pero una percepción dada, y en la celeridad de sus movimientos. Ellos abarcaban, también, las cuatro especies de la creación en la tierra ordenada: hombre, ganado, bestia del campo, ave del aire: simbolizando estos los poderes o atributos de Dios, siendo ellos mismos adorados por los paganos, pero siendo aquí solo los instrumentos del trono. Los paganos no conocían a Aquel que estaba sentado en él. La inteligencia, la firmeza, el poder, la rapidez de ejecución, que pertenecen a Dios, estaban tipificados por ellos, tal como en otra parte de la Escritura. Ellos son símbolos. Diversos agentes pueden ser los instrumentos de su actividad. Pero aunque existía la analogía general del querubín, a saber, poder judicial y gubernamental, estos tenían un carácter peculiar.

4.4 - Los querubines y los serafines

Los querubines en el templo tenían dos alas, las cuales formaban el trono; ellos cubrían el arca del pacto, y, al mismo tiempo, por el hecho de ser de oro puro, se caracterizaban por la justicia divina del trono al cual había que acercarse. En Ezequiel, ellos eran el soporte del firmamento por encima del cual estaba el Dios de Israel: se trataba de un trono de juicio ejecutivo. Ellos eran como bronce muy bruñido y como fuego –un símbolo que ya hemos considerado. Tenían cuatro alas: dos para volar, dos para cubrirse. Al leer Ezequiel 10, parece que ellos estaban llenos de ojos (pero no se dice que los tuvieran «por dentro», como en el caso de Apocalipsis 4). Ello era para gobernar lo que estaba afuera, según Dios, y no inteligencia divina adentro. En Isaías 6, los serafines (o abrasadores, fogosos) tienen seis alas tal como aquí; ellos están encima del trono, y dicen, al igual que aquí, ¡Santo, santo, santo! Ellos, con un carbón encendido, limpian los labios del profeta.

4.5 - El trono de juicio ejecutorio, el gobierno de toda la tierra

Los símbolos usados aquí llegan a ser más claros a través de estos casos. Los seres vivientes están en el trono y alrededor de él; porque es un trono de juicio ejecutorio, con los atributos de los querubines unidos a él. Pero no es, como en Israel, un mero juicio terrenal, providencial, un viento tempestuoso que viene del norte. Está ante nosotros el gobierno de toda la tierra, y el juicio ejecutorio según la santidad de la naturaleza de Dios [*].

[*] Porque el juicio final, aunque gubernamental, dando término a la historia de la tierra, no era meramente así (querúbico), sino según la santidad y la naturaleza de Dios (seráfico), particularmente en Isaías 6, un Dios conocido en Israel.

No solo está la percepción plena de todo, sino la percepción intrínseca moralmente. No se trata de un propiciatorio de oro al cual hay que acercarse, como en el tabernáculo. La santidad intrínseca de Dios es aplicada al juicio. Él está haciendo efectivos su naturaleza y carácter en toda la creación. La providencia no sería ya más un enigma. No se trataba de atributos complejos sin resolver, por así decirlo, aunque aplicados en circunstancias especiales; cada acto tendría su carácter.

4.6 - El Dios de los siglos cuyos atributos celebran ahora su Nombre íntegro

Observen, también, que aquí no es como en Apocalipsis 1, el Dios que es, aunque abarcando pasado y futuro, Dios en sí mismo (Apoc. 1:8); sino el Dios de los siglos, «el que era, el que es, y el que ha de venir». (Apoc. 4:8). Aun así, él tiene todos los nombres del Antiguo Testamento: Jehová, Elohim, Shaddai. Sus atributos celebran ahora su Nombre íntegro, como el Santo que vive por los siglos de los siglos –su poder y su existencia no son pasajeros, como el hombre que en su mejor estado es vanidad. Y los santos se postran aquí ante el trono, se inclinan delante de su lugar en la gloria, y le adoran en su existencia eterna, y echan sus coronas, es decir, la gloria que se les dio, delante de su gloria suprema y apropiada, atribuyendo toda gloria solo a él, como el único digno de ella; pero aquí, según la naturaleza de la celebración de ello, como el Creador para el cual son todas las cosas. En todos los cambios, estas permanecían verdaderas.

4.7 - La declaración de los seres vivientes; la adoración inteligente de los ancianos entronizados; el lugar de ellos delante del trono del juicio

Se observará aquí que los seres vivientes solo celebran y declaran; los ancianos adoran con entendimiento. A lo largo de todo el Apocalipsis los ancianos presentan su razón para adorar. Hay inteligencia espiritual en ellos.

Además, observen que cuando los truenos y los relámpagos y las voces de terror salen del trono en juicio, los ancianos entronizados permanecen impasibles; ellos están en tronos que están alrededor del trono de juicio, cuando este trono es presentado. Este es el lugar de ellos delante de Dios con respecto al juicio. Cuando él hace juicio, esta es la posición de ellos. Ellos son parte de la gloria –son asesores del trono desde el cual sale el terror. Cuando Aquel que se sienta en dicho trono es celebrado, ellos son todo actividad, reconocen que toda la gloria es Suya, se postran sobre sus rostros, y echan sus coronas delante de él, más bienaventurados reconociendo su gloria que poseyendo la de ellos.

4.8 - Dios mostrado aquí como Jehová

Nosotros no encontramos aquí al Padre; se trata de Jehová. Y, de hecho, si preguntáramos en quién es mostrado él personalmente, ello sería, como siempre, en el Hijo; pero es aquí, de sí, sencillamente el Jehová del Antiguo Testamento.

5 - CAPÍTULO 5

5.1 - El libro de los consejos de Dios, empuñado por su poder, el cual podía ser abierto solo por el Cordero, el Mesías rechazado

En el siguiente capítulo (Apoc. 5) encontramos al Cordero. Un libro estaba en la mano derecha de Aquel que estaba sentado en el trono. Eran consejos, empuñados por su poder. ¿Quién podía abrirlos y dar lugar a su ejecución? ¿Quién tenía el derecho de hacerlo? Nadie en el cielo o en la tierra, excepto uno. Los ancianos explicaron al profeta que se lamentaba, que los modos de obrar de Dios deben acallarse, que el Fuerte de Judá, la fuente verdadera de todas las promesas hechas a David, había vencido para abrir el libro y desatar los sellos. Este era el Cordero, el Mesías rechazado. Él era más que esto, tal como el capítulo continúa mostrando; pero él es esto. El Mesías rechazado estaba en medio del trono divino; y, rodeado por todas las muestras de providencia y gracia –a saber, los seres vivientes y los ancianos–, estaba de pie un Cordero como inmolado. Él tenía la plenitud del poder de Dios sobre la tierra –siete cuernos–, y los siete espíritus de Dios para el gobierno de toda la tierra, conforme a la perfección de Dios. Cuando él ha tomado el libro, los seres vivientes y los ancianos se postran delante de él, con incensarios de oro llenos de las oraciones de los santos. Ellos son aquí sacerdotes.

5.2 - El terreno de la dignidad del Cordero para abrir el libro, la alabanza resultante

Un cántico nuevo es entonado ahora para celebrar al Cordero. Lo que pareció ser su deshonra y rechazo en la tierra, era el terreno de su dignidad para tomar el libro. Aquel que padeciéndolo todo, y costándole todo a él mismo, había glorificado todo lo que Dios era, podía, y era digno de desplegar, aquello que lo cumplía a modo de gobierno. No se trataba del gobierno de Israel, sino de toda la tierra; no era meramente un castigo terrenal, según la revelación que Dios había hecho de él mismo en Israel, sino de la muestra, en poder, de todo lo que Dios era en toda la tierra. Aquel que había glorificado todo lo que Dios era, y que, mediante las buenas nuevas de lo que él era, había redimido de toda la tierra (de todo linaje y lengua y pueblo y nación), por su muerte, era el Competente para llevarlo a cabo en poder. Él no ha prorrumpido aún; pero su obra es el digno instrumento, el motivo divino, para la visualización de todo ello. Él puede abrir los sellos de los modos de obrar y de los misterios de Dios. Yo leo así el pasaje: «Fuiste inmolado, y has redimido para Dios, mediante tu sangre, de toda tribu, y lengua, y pueblo, y nación, y los has hecho para nuestro Dios reyes y sacerdotes; y reinarán sobre la tierra» (Apoc. 5:9, JND). De este modo, no se trata de alguna clase de personas en particular, sino del valor del hecho que es el motivo de alabanza, y de que todo sea confiado a él.

5.3 - La alabanza de los ángeles; alabanza universal y eterna a Dios y al Cordero

Los ángeles entran aquí para alabar, no en el capítulo 4. Apenas puedo dudar de que ocurre aquí un cambio en el orden administrativo. Hasta que el Cordero hubo tomado el libro, ellos eran el poder administrativo; eran los instrumentos a través de los cuales era ejercido en la tierra aquello que simbolizaban los cuatro seres vivientes. «Porque no sujetó a los ángeles el mundo venidero, acerca del cual estamos hablando» (Hebr. 2:5). Por eso es que, tan pronto como el Cordero aparece y toma el libro, tan pronto como la idea de la redención es introducida, a los seres vivientes y a los ancianos se los reúne, y los ángeles toman su propio lugar aparte. Tal como los seres vivientes anteriormente, ellos no dan razón para su alabanza. Los ángeles, como cabezas de la creación en cuanto a su naturaleza, celebran con todas las criaturas, el derecho a la gloria que tiene el Cordero y Su dignidad, atribuyendo a Aquel que está sentado en el trono, y al Cordero, alabanza por los siglos de los siglos. Los cuatro seres vivientes, es decir, todo el ejercicio del poder de Dios en la creación y en la providencia, unen su Amén, y los ancianos adoran a Dios en la excelencia de su Ser. Pero los seres vivientes y los ancianos están juntos (Apoc. 5:8) al postrarse delante del Cordero. Yo no pienso que hay intención de diferenciarlos en la última parte del versículo [*], sino que se unen a los ancianos, simbolizando un servicio diferente, pero no son ahora dos clases.

[*] Es decir, la palabra griega ἔχω (echō), traducida al español como «tenían», no se aplica solo a los ancianos.

El versículo 9 es el hecho general; no se debe leer «cantaban» sino «cantan». Esto tiene lugar en el cielo; pero los nombrados están en el pensamiento de manera general. Se muestra así, la fuente de lo que sigue a continuación, el trono, y las personas involucradas en el cielo delante de Dios en todo lo que pasa: desde dónde emana el juicio, quién rodea el trono de Dios en lo alto, y quién está en él, todos estos detalles han sido traídos ante nosotros; estamos ante la escena celestial, y el coro, y los asistentes.

6 - CAPÍTULO 6

6.1 - Escenas en la tierra cuando los sellos son abiertos: la visión profética previa de Juan desde la ruina de la Iglesia hasta que Cristo viene

Comienza ahora lo que va a suceder a continuación en la tierra, cuando los siete sellos son abiertos. Se observará aquí que Juan, situado en la ruina de la iglesia, presenta, proféticamente, todo lo que sucede desde aquel fracaso hasta que Cristo viene en el capítulo 19. No se menciona la ascensión de Cristo, ni el arrebatamiento, excepto en la medida que Apocalipsis 12:5 las presenta juntas.

6.2 - Plagas providenciales y limitadas, como preparación para los juicios directos de Dios

Los primeros sellos son sencillos; ni tampoco tengo algo muy nuevo que ofrecer acerca de ellos: en primer lugar, tenemos conquistas imperiales, a continuación, guerras, luego hambruna, después pestilencia, trayendo consigo lo que Ezequiel denomina los «cuatro juicios terribles» (la espada, el hambre, las bestias feroces y la peste) (Ez. 4:21). Estos juicios hablan del curso providencial de los tratos de Dios, por eso es que las cuatro bestias llaman a prestar atención a ello; pero tienen la voz de Dios en ellos, la voz del Todopoderoso: aquello que oye el oído de aquel que tiene el Espíritu. Esto completa las plagas providenciales, tal como se habla de ellas en la Escritura. Los juicios directos vienen después: pero estas que hemos comentado son lo que podemos llamar «medidas preparatorias».

Tengo que mencionar que en las plagas completas de Apocalipsis 6:8, no se incluye a toda la tierra sometida al imperio romano. Se trata de la cuarta parte no de la tercera. Noten también que, en su extensión y esfera, las plagas son limitadas, no son universales.

6.3 - Santos martirizados: sus ropas blancas es el reconocimiento de su justicia, reconociendo su servicio

Los santos son aquellos en los cuales Dios está pensando realmente, y ellos son recordados antes que otras escenas sean puestas de manifiesto. Aquellos que habían sido martirizados a causa de la Palabra de Dios y del testimonio que mantenían, preguntaban cuánto tiempo pasaría antes de ser vengados; porque aquí, siempre tenemos que ver con un Dios de juicio. El hecho de que ellos están bajo el altar significa simplemente que ellos habían ofrecido su cuerpo a Dios, como sacrificios por la verdad. Las ropas blancas son el testimonio de su justicia –la clara aprobación de Dios hacia ellos; pero el tiempo para que ellos sean vengados no había llegado aún. Yo no pienso que la dación de ropas blancas se refiere a la resurrección. La primera resurrección es la gracia soberana dándonos el mismo lugar con Cristo («siempre con el Señor», 1 Tes. 4:17), posterior a Su obra, y al hecho de que él es nuestra justicia, que es la misma para todos nosotros. Ropas blancas conferidas así, son el reconocimiento de las acciones justas (griego: δικαιωματα; dikaiomata) [*] de los santos –por eso se los ve en Apocalipsis 19 en su aparición (manifestación), «andarán conmigo en vestiduras blancas, porque son dignos».

[*] «y le ha sido dado que se vista de lino fino, resplandeciente y puro; pues el lino fino es las justicias de los santos. (Apoc. 19:8, JND). Es muy posible que el plural «justicias» sea un hebraísmo para justicia. Se trata de un caso común en las cosas morales. En todo caso es de los santos.

Yo no estoy negando que somos hechos limpios, y que nuestras ropas se han emblanquecido en la sangre del Cordero. Pero, aun donde se dice esto en Apocalipsis 7, yo pienso que se refiere especialmente a la manera en que ellos han estado asociados, por medio de la fe, con la posición de padecimiento de Cristo. Aquí, en Apocalipsis 6:11, a ellos se les da ropas blancas –su servicio es reconocido; pero, para la venganza, ellos deben esperar hasta que una escena nueva de persecución les haya traído compañeros que han sido honrados y vengados igual que ellos. No obstante, esto señala un progreso y encuentra su causa en el trato de Dios para producir este nuevo estado de cosas, que da como resultado el juicio final y que el mal es desechado. Los juicios son aquí providenciales.

6.4 - La desintegración del sistema completo de gobierno terrenal; el terror de todos en la tierra; el Dios de juicio

Lo que sigue a la reivindicación de venganza, es la desintegración del sistema completo de gobierno terrenal, y el terror de todos en la tierra. ¡Cuán claramente vemos aquí que estamos en una escena de juicio, y que Dios es un Dios de juicio! Los deseos de los santos se parecen a los deseos de los Salmos. No estamos con hijos delante del Padre, con la gracia, con el evangelio, y con la Iglesia; sino que estamos con Jehová, donde Dios es un Dios de juicio, y las acciones son ponderadas por él. Nosotros estamos sobre el terreno del Antiguo Testamento, es decir, de la profecía, no de la gracia para el impío, aunque el juicio trae bendición.

La apertura del sexto sello trae un terremoto, es decir, una violenta convulsión de la estructura completa de la sociedad. Todos los poderes gobernantes son visitados; y, al ver que todo está subvertido, los pequeños y los grandes piensan (con las malas conciencias que ellos tienen) que el día de la ira del Cordero ha llegado, pero no ha llegado aún, aunque los juicios preparatorios con miras a su reino están allí.

7 - CAPÍTULO 7

7.1 - Los pensamientos de Dios acerca de sus santos en la tierra; el remanente de Israel es sellado, asegurado y apartado para bendición antes de los juicios de Dios; una multitud de gentiles delante del trono atribuyendo la salvación a Dios y al Cordero

Pero Dios piensa también en sus santos en la tierra (donde, debemos recordar, la Iglesia nunca es vista ahora) con anterioridad a las escenas que siguen a continuación, sean ellas juicios sobre la tierra sometida al Imperio romano o las operaciones especiales del mal, para asegurar y sellarlos para aquel día. En primer lugar, el número perfecto del remanente de Israel es sellado, antes que se permita actuar a los instrumentos de los juicios de Dios; 144.000 = 12 x 12 x 1000. Ellos son asegurados para bendición según los propósitos de Dios y apartados por él; a ellos no se les ve aún en sus bendiciones, pero ellas les son aseguradas. Posteriormente, se ve la vasta multitud de entre los gentiles. Debemos comentar aquí que no hay anuncio profético previo de la bendición de los salvados en la gran tribulación (no se refiere a los tres años y medio de Mateo 24, pues esto se refiere a los judíos, sino a lo que se menciona en la carta a la iglesia en Filadelfia, a saber, la hora de la prueba). Por eso es que esto es presentado aquí plenamente, y se nos dice claramente quiénes son ellos. Una multitud de gentiles es vista estando de pie (Apoc. 7:9, VM), no como estando alrededor del trono, sino delante de él y delante del Cordero, siendo reconocida la justicia de ellos, y siendo ellos mismos victoriosos. Ellos atribuyen la salvación a Dios revelado así, es decir, a Dios en el trono, y al Cordero. Ellos pertenecen a estas escenas terrenales, no a la Iglesia. Esto es respondido por los ángeles que están alrededor del trono, los ancianos y los seres vivientes –constituyendo, todos juntos, la parte celestial de la escena relacionada ya con el trono; los ángeles rodean a los demás, los cuales forman el centro y el círculo más cercano al trono, estando, la multitud vestida de ropas blancas, delante de él. Los ángeles dan su «amén», y pronuncian, también, la alabanza de su Dios.

7.2 - La diferencia entre las alabanzas de las varias clases de adoradores

Todo esto pertenecía a la multitud vestida de ropas blancas y a los ángeles; pero solo los primeros hablan del Cordero, que era también su salvación. Los ángeles añaden su «amén» a esto; pero alaban a su Dios. Ellos habían atribuido gloria y bendición al Cordero con anterioridad (Apoc. 5); pero, naturalmente, atribuir la salvación al Cordero no era aquí su parte del cántico. Pero, los cuatro seres vivientes y los ancianos no adoran aquí, porque sus relaciones eran diferentes y no es de estas relaciones de lo que se habla aquí. Ellas se encuentran, en lo que respecta al libro, en los capítulos 4 y 5, donde ellos están en tronos rodeando al trono de Dios, y echan sus coronas delante del trono, y adoran «al que vive por los siglos de los siglos». Ellos presentan los motivos de adoración según las relaciones en que están: la relación de los ángeles es con su Dios; la de la multitud vestida de ropas blancas, es con el Dios del trono y el Cordero, como teniendo el derecho al gobierno y a la liberación de la tierra como una cosa inmediata. El hecho de que el Cordero era el Hijo, en efecto, el Dios que creó los ángeles, no es aquí el asunto, sino que cada clase habla en su relación propia, como para sacar a la luz estas relaciones.

7.3 - La multitud vestida de ropas blancas sale de la gran tribulación: Una clase aparte, distinta de los santos celestiales y mileniales y el remanente judío

Tenemos así, los ejércitos celestiales, los santos glorificados y la multitud vestida de ropas blancas, cada clase en una relación diferente, pero los primeros y los últimos unidos en lo general –los santos glorificados formando una clase aparte. Ellos no adoran aquí. Pero uno de los ancianos, el cual posee siempre la inteligencia de Dios, explica al profeta quienes son los que componen la multitud vestida de ropas blancas. Esta multitud no formaba parte alguna de la revelación profética hasta ahora, y no se trataba del lugar propio de la Iglesia. «Señor, tú lo sabes», dice el profeta. Ellos habían salido de la gran tribulación, fueron fieles en ella, y han emblanquecido sus ropas en la sangre del Cordero. Ellos no eran santos mileniales, es decir, no eran los nacidos en aquel tiempo, y sometidos, por nacimiento, a la responsabilidad de esa condición (que la gracia tenía que satisfacer). Estos santos del milenio estaban limpios y se los reconocía como estándolo, teniendo la conciencia de ello, y la victoria cuando los demás comenzaban; de modo que ellos, ya limpios y reconocidos, están siempre delante del trono como una clase especial, y le sirven día y noche en su templo.

Esto los distingue de inmediato de los adoradores celestiales; no hay ningún templo allí; el Señor Dios Todopoderoso y el Cordero son el templo (Apoc. 21:22). El que está sentado en el trono extenderá su tabernáculo sobre estos, como lo hizo una vez sobre el tabernáculo. Ellos no son solamente como Israel en los atrios, o como las naciones en el mundo: ellos tienen un lugar sacerdotal en el templo del mundo. Las multitudes mileniales son adoradores, estos son sacerdotes. Al igual que Ana, la hija de Fanuel, que no se apartaba del templo mismo (Lucas 2:36-37), ellos tienen siempre acceso al trono. Pero tenían, también, bendiciones bajo el Cordero, al cual ellos atribuyen igualmente su salvación –el Buen Pastor expulsado, y que había pasado, él mismo, a través de tribulación, que fue también grande, y que los apacentaría; ya no tendrían hambre ni sed, como las habían tenido a menudo; ni tampoco los alcanzaría persecución o tribulación. El Cordero, tal como es conocido en este tiempo de transición, pero exaltado en el trono, los apacentará y los llevará a fuentes de agua de vida. No se trata, como en nuestro caso, de una fuente de agua que salta para vida eterna (Juan 4:13-14), y que fluye como un río; pero ellos serían alimentados, confortados, y perfectamente cuidados, por la gracia del Cordero al cual ellos habían seguido; y Dios mismo enjugaría toda lágrima de los ojos de ellos. Tendrían las consolaciones de Dios, en correspondencia a todas las aflicciones por las que ellos habían pasado. Pero sus bendiciones son consolaciones, no es el gozo celestial propiamente dicho. Ellos son, de este modo, una clase aparte, distinta de los ancianos o de los santos celestiales, y distinta de los santos del Milenio, los cuales nunca verán tribulación, teniendo una conocida posición inamovible delante de Dios. Se trata de una revelación nueva en cuanto a los que pasan por la gran tribulación. Los 144.000 del capítulo 14 son una clase similar de entre los judíos, saliendo de su especial tribulación.

8 - CAPÍTULO 8

8.1 - La intercesión del gran Sumo Sacerdote por los santos en la tierra transformada en juicios

Nuevamente, el interés divino en los santos, puesto de manifiesto en acción, mediante la intercesión eficaz del gran Sumo Sacerdote, hace que los juicios caigan sobre el mundo. Para los que están bajo el altar no había intercesión (Apoc. 6:9); ellos habían sido hechos perfectos, habiendo sido rechazados y muertos como Cristo. Hay santos en la tierra que necesitan aún esta intercesión, para que el clamor en su debilidad sea oído y respondido. El humo del incienso subió con las oraciones de los santos. El gran mediador toma fuego del altar, lo pone en el incensario, y lo arroja a la tierra. La intercesión se transformó en juicios como respuesta, y las señales del poder de Dios fueron manifestadas, y la subversión del orden en la tierra siguió a continuación –voces, truenos, relámpagos (como cuando el trono fue establecido) y un terremoto.

8.2 - Juicios específicos sobre la tierra romana: cuatro plagas

Una vez que se da la señal desde lo alto, juicios específicos siguen a continuación. Estos juicios caen sobre la tierra romana [*], la tercera parte de la tierra (véase Apoc. 12:4).

[*] N. del T.: tierra romana = territorio del imperio romano revivido.

En primer lugar, juicio desde el cielo, granizo y fuego; y violencia o destrucción de los hombres; en la tierra, sangre: el resultado fue la destrucción de los que eran considerados como personas importantes en la tierra romana, y de toda la prosperidad general. A continuación, un gran poder, como juicio de Dios, fue arrojado sobre las masas de los pueblos –no obstante, yo entiendo que esto sucede en la tierra romana, puesto que la destrucción de los hombres, y de todo lo que pertenecía a su subsistencia y comercio, continuó en esos límites. Después, un personaje que debería haber sido una fuente especial de luz y orden en cuanto a gobierno, cayó de su lugar y corrompió las fuentes morales de los motivos y sentimientos populares –eso que gobierna y sojuzga a los pueblos con el fin de caracterizarlos. Estas fuentes se vuelven amargas, y muchos hombres mueren a causa de ello. La última de estas cuatro plagas cae sobre los poderes gobernantes, y los desorganiza, como de parte de Dios: todo esto en los límites de la tierra romana. Esto finalizaba los juicios generales, subvirtiendo y produciendo desastre y confusión en la tierra romana, donde el poder del mal estaba contra los santos.

8.3 - Un triple «ay» anunciado sobre la clase de personas perversamente incrédulas, dormidas e impasibles ante los juicios de Dios

«¡Ay!» (especialmente sobre aquellos que tienen su lugar establecido en la tierra, en contraste con el llamamiento celestial, y que permanecían dormidos e impasibles ante los juicios que caían sobre la tierra, pero se aferraban, a pesar de todo, a ella como su hogar). Es lo que se anuncia entonces. ¡Un triple ay! La expresión «los que moran en», o «los habitantes de», la tierra, no ha sido usada aún, excepto en la promesa a Filadelfia, y en el clamor de las almas que estaban bajo el altar: porque ambos casos estaban en contraste con los tales. Después de todos estos tratos de Dios, ellos son una clase de personas clara y manifiesta, y se habla de ellas, en lo que sucede en la tierra, como tales. Contra esta clase de personas perversamente incrédulas, los juicios terrenales de Dios son dirigidos ahora: el primero, contra los judíos; el segundo, contra los habitantes de la tierra romana; el último, universal.

9 - CAPÍTULO 9

9.1 - El pozo del abismo donde el mal es encadenado es abierto: el poder satánico es soltado para atormentar a los judíos impíos

El quinto ángel toca la trompeta; y uno que, por su posición, debería haber sido el instrumento de luz y orden gubernamental sobre la tierra, fue visto como habiendo perdido su lugar; y se le dio el poder para soltar la plena influencia de oscurecimiento de Satanás. Este personaje abrió el pozo del abismo –el lugar donde el mal es encerrado y encadenado; pero no es el lugar donde el mal es castigado, es decir, el lago de fuego. El mal, es decir, la influencia satánica que fue soltada, oscurece, y hace que cesen, la autoridad suprema y toda luz celestial sobre la tierra, y la saludable influencia del orden. Ni era esto todo: instrumentos directos del poder satánico salieron de esta mala influencia en cantidades; multitudes de langostas morales con el aguijón de falsa doctrina en su cola. Pero no era para destruir la prosperidad temporal en la tierra, sino para atormentar a los judíos impíos; no para matar, sino para acosarlos y oprimirlos. Esto iba a continuar por cinco meses; ya que no se trata del juicio final. El tormento era peor que la muerte –dolor y angustia de corazón. Pero, para los que se encontraban con ellas, estas langostas tenían la apariencia del poder militar imperial, coronadas, y con energía masculina; pero si se las veía por detrás y el secreto era desvelado, estaban bajo sujeción y eran débiles: sus caras eran como caras de hombres, su cabello era como cabello de mujeres. Pero estaban armadas en una conciencia acerada. Ellas eran el instrumento directo del poder de Satanás, y estaban bajo sus órdenes. El que las conducía era el ángel del pozo del abismo –aquel que controla las profundidades de los ardides de Satanás, como controlador del poder de oscurecimiento. Nosotros somos demasiado incrédulos en cuanto a la influencia directa de Satanás para oscurecer las mentes de los hombres, cuando se le permite hacerlo. Tormentos crueles, acosadores, peores que la muerte, con oscurecimiento de sus mentes, llega a ser la porción del pueblo una vez amado. Un «ay» ha pasado.

9.2 - Los juicios de Dios contra los habitantes del imperio romano mediante instrumentos desde más allá del Éufrates con doctrina satánica

El sexto ángel toca la trompeta. El «ay» que sigue a continuación es mucho más humano y providencial. Está dirigido contra los habitantes del imperio romano. Sus instrumentos son soltados desde más allá del Éufrates –una multitud innumerable de jinetes. Pero ellos no eran solamente eso. Tanto sus conciencias, como sus palabras, estaban en poder de Satanás, pero llevando a cabo el juicio de Dios. Pero ahora mataban hombres. Sus bocas expelían con fuerza el poder de Satanás, y su influencia en la doctrina era satánica: ellos hacían daño con ambas cosas. Pero yo no creo que esta muerte es aquí una mera muerte temporal (puede ser eso), sino que se trata de hacer apóstatas. El resto, los que no cayeron así, no se arrepintieron de su idolatría y sus injusticias.

10 - CAPÍTULO 10

10.1 - El librito abierto como parte de una bien conocida profecía; Cristo afirma su derecho a todo lo que está abajo; el anuncio de un punto final; recomienza la profecía a los pueblos, naciones y lenguas

Estos eran los «ayes» preliminares pronunciados sobre el cuerpo de judíos y gentiles cristianizados, no el antagonismo directo del poder del mal contra Dios. Esto es expuesto ahora, pero, en primer lugar, en el librito abierto, es puesto en su lugar en la historia general. El libro es abierto como parte de una bien conocida profecía, y que es llevada ahora a un resultado final sobre un terreno conocido; pero no se trata de los modos de obrar de Dios no revelados y menos evidentes, introduciendo el resultado final. Cristo desciende y afirma su derecho a todo lo que está abajo; pone su pie derecho sobre el mar, el izquierdo sobre la tierra, y emite la voz de su poder, a lo cual la voz del Todopoderoso responde en poder (los siete truenos). Pero las revelaciones del librito estaban selladas; pero Cristo jura por Aquel que vive por los siglos de los siglos, que no habría más demora. Todas las cosas están llegando a un punto final. Al sonido de la última trompeta, el misterio de Dios sería consumado –su poder directo ha venido. El profeta debe recomenzar su profecía en cuanto a los pueblos, naciones, lenguas.

11 - CAPÍTULO 11

11.1 - La media semana de dolores en Jerusalén; los verdaderos adoradores son reconocidos, la profesión general de judaísmo es rechazada; los dos testigos del derecho de Dios a la tierra son muertos

Estamos, de inmediato, en el centro de los temas proféticos –Jerusalén, el templo, el altar, y los adoradores. Los adoradores y el altar son reconocidos y aceptados por Dios –los que adoran en la privanza de Dios en el interior del templo. La profesión general de judaísmo es rechazada y repudiada. Dicha profesión es entregada a ser hollada bajo los gentiles, y eso continuará por la media semana (tres años y medio) de dolores. Los que ocupaban el lugar de sacerdotes eran reconocidos. Los verdaderos adoradores, conforme al pensamiento de Dios, estaban allí y eran reconocidos; y Dios dio también un testimonio adecuado –dos testigos– aquello que se requería bajo la Ley; y ellos continúan día tras día a dar testimonio, constantemente durante todo el período, o media semana (tres años y medio). Los testigos estaban en dolor y oprobio, pero con poder; como estuvieron Moisés y Elías cuando el pueblo estuvo en apostasía y cautividad. No se trataba del restablecimiento de Israel con realeza y sacerdocio, como sería después –el candelabro de Zacarías con los dos olivos junto a él (Zac. 4)– sino el testimonio suficiente de ello. Tampoco podían estos dos testigos ser tocados mientras duraba la media semana de su ministerio profético; la palabra de ellos traía muerte sobre sus adversarios. Nosotros tenemos sacerdocio y profecía en el remanente, no tenemos realeza, obviamente, sino un testimonio de ella de manera práctica: el padecimiento señalaba su ausencia y, aun así, nadie podía tocarles hasta que su tiempo llegase. En esto, ellos se parecían a Cristo en su humillación en medio de Israel; solamente que él no mataba a sus enemigos. En los Salmos, él lo distingue como siendo la porción del remanente. La humillación completa y la respuesta plena de Dios a la palabra profética de ellos caracterizaban su estado. Pero cuando el testimonio de ellos haya acabado, el caso es diferente. Ellos tuvieron que vérselas con la bestia que sube del abismo. Ellos estaban delante del Dios de la tierra –no eran predicadores del evangelio celestial, sino testigos del derecho que tiene Dios a la tierra– de su amor a su pueblo en relación con ello. Ellos rindieron testimonio a la reivindicación de Dios cuando los gentiles hostiles estaban en posesión de la tierra. La bestia, ahora que la hora de ellos ha llegado, los mata, y sus cuerpos son arrojados a la calle principal de la ciudad. Los de las naciones se regocijan sobre ellos y se alegran. Los que moran en la tierra, los cuales habrían querido la tierra para ellos mismos, y se habrían sentido cómodos en ella, estaban encantados: porque los testigos del Dios de la tierra los atormentaban; pero transcurridos tres días y medio, vivificados por el poder del Espíritu de Dios, ellos ascendieron en una nube, no como Cristo lo hizo a distancia, sino a la vista de sus enemigos. Una décima parte de la gran ciudad del mundo se derrumbó, al mismo tiempo, en la convulsión que tuvo lugar en la tierra; y el remanente se aterroriza, y da gloria al Dios del cielo. El segundo «ay» ha pasado.

11.2 - El misterio de Dios consumado; el ay de Dios y su ira; la ira del hombre y el juicio de Dios; el pleno «ajuste de cuentas» y la liberación final

Se nos indica, así, el final de la media semana; la séptima trompeta fue tocada rápidamente, lo cual iba a consumar el misterio de Dios (véase Apoc. 10:7). Suena la trompeta; y hubo grandes voces en el cielo declarando que el Reino terrenal ha venido a ser de su Señor (Jehová) y de su ungido (Cristo) –el mayor «ay» y terror de todos para los habitantes de la tierra. El «ay» de Satanás había sido especialmente sobre los judíos; el «ay» del hombre, especialmente sobre los hombres del imperio romano; este «ay» es el de Dios cuando las naciones están airadas, y la ira de Dios ha llegado, y llega el pleno ajuste de cuentas y la liberación final. Tenemos aquí, nuevamente, a los ancianos anunciando la razón de la alabanza y de la acción de gracias. Voces en el cielo anuncian el hecho del reino de Jehová y de su Cristo, según el Salmo 2, y que él (ya que, como siempre, Juan une a ambos en un pensamiento) ha de reinar por los siglos de los siglos; y así será. Pero tanto el reino terrenal como el reino celestial son celebrados. Solamente en el reino eterno, la distinción del reino terrenal y la subordinación de Cristo son omitidas. En la acción de gracias de los ancianos, Jehová-Elohim-Shaddai, el «Señor Dios Todopoderoso», es celebrado también como el gran Rey que toma su poder para sí y reina; porque se trata del reino de Dios. Nosotros tenemos dos partes en la declaración de los ancianos: las naciones airadas –esto introduce el tiempo de la ira de Dios; y el tiempo de juzgar a los muertos. Esta es la primera mitad: la ira del hombre, y el juicio de Dios. Después, él da galardones a los profetas, a los santos, y a todos los que temen su nombre, y aparta de la tierra a los que la corrompían. Esto es bendición. La primera parte es general, el tiempo de la ira y del juicio; la segunda es galardón y liberación de los santos en la tierra. Esto finaliza enteramente la historia simbólica general. La última trompeta ha sonado, y el misterio de Dios terminó.

11.3 - Detalles del misterio de Dios: trato terrenal, profético, con especial referencia a los judíos, caracterizado por el juicio

En lo que sigue a continuación de este capítulo, tenemos detalles: la bestia, y la relación de la Iglesia y los judíos con ella; Babilonia; y después, las bodas del Cordero, los juicios de la bestia y del falso profeta; Satanás es atado; las dos resurrecciones, y el juicio final; y la descripción de la ciudad celestial. Pero esta nueva profecía comienza (Apoc. 11:19), en cuanto al trato terrenal, profético, con especial referencia a los judíos.

El templo de Dios es abierto en el cielo, y el arca de su pacto, lo cual se refiere a Israel, es vista allí. Pero el juicio la caracteriza ahora; juicios de todo tipo, los que descienden desde lo alto, y la subversión y el desastre abajo. [*]

[*] Donde el trono es establecido para juicio, este se caracteriza solo por lo que procede directamente de Dios. No hay terremotos y granizo; aquí los hay.

12 - CAPÍTULO 12

12.1 - Resumen de todo el curso de acontecimientos; los temas y el resultado de los modos de obrar de Dios simbolizados por una mujer; Israel y el hijo-varón Cristo

El capítulo 12 nos presenta un breve, pero fundamental, resumen de todo el curso de acontecimientos, que no es visto en sus instrumentos en la tierra o en el juicio de estos, sino según la visión divina de todos los principios en acción, es decir, el estado de cosas revelado por Dios. La primera persona simbólica, que es tema de la profecía y resultado de todos los modos de obrar de Dios en ella, es una mujer vestida del sol, teniendo una corona de doce estrellas, y la luna bajo sus pies. Se trata de Israel, o de Jerusalén como su centro, como en el propósito de Dios (compárese con Is. 9:6 y Sal. 87:6). Ella está vestida con autoridad suprema, investida con la gloria de la perfecta administración en el hombre, y toda la gloria original de esta administración, reflejada bajo el antiguo pacto, está debajo de sus pies. Ella estaba clamando con dolores de parto, en la angustia del alumbramiento. Por otra parte, está el poder de Satanás en la forma del imperio romano, completo en cuanto a la forma del poder –siete cabezas– pero incompleto en cuanto a supremacía administrativa –diez cuernos, no doce. Pero Satanás, como el enemigo declarado, infiel, de Dios y del poder de Dios en Cristo, procuraba devorar al hijo tan pronto como naciese, el cual iba a regir la tierra, de parte de Dios. Pero el hijo, es decir, Cristo, y la Iglesia con Cristo, es arrebatado para Dios y para Su trono –no recibe aún el poder, pero está situado en la fuente misma de él, fuente de la cual emana dicho poder. No tenemos aquí el arrebatamiento en cuanto al gozo; ya que ello retrocede hasta Cristo mismo, sino de su colocación y la Iglesia en él y con él, en la sede desde la cual emana el poder para el establecimiento del reino. No se menciona un tiempo para esto: Cristo y la Iglesia son todos uno. Pero la mujer –es decir, los judíos– huye al desierto después de esto, donde Dios ha preparado un lugar para ellos, para la media semana (tres años y medio).

12.2 - Los lugares respectivos de los santos celestiales, de los santos terrenales (judíos), y del hijo que va a tener poder

La Iglesia, o santos celestiales (tal como Cristo, nótese), sube al cielo para estar fuera de alcance. Los judíos, o santos terrenales, son protegidos mediante el cuidado providencial en la tierra. Esto presenta el estado completo de cosas, y los que están en perspectiva en esta escena, y sus respectivos lugares. Aquella que va a tener gloria y poder en la tierra es expulsada. El hijo que va a tener poder en y desde el cielo, es arrebatado previamente al cielo. Esto hace que la posición sea muy clara.

12.3 - Guerra en el cielo; la fuente de la victoria; los santos celestiales y el remanente judío

Prosigue ahora el curso histórico de acontecimientos, y se entiende que el hijo ha sido ya arrebatado. Hay guerra en el cielo; y el diablo y sus ángeles son echados fuera, y no tienen más lugar allí. Esto resalta aún más claramente la distinción entre los santos celestiales y el remanente judío. Los santos celestiales habían vencido al acusador por medio de la sangre del Cordero y de la palabra del testimonio de ellos; la descendencia de la mujer tiene los mandamientos de Dios y el testimonio de Jesucristo, es decir, el Espíritu de la profecía. Lo que ellos tienen de Dios en la Palabra es según el Antiguo Testamento.

12.4 - El reino de Dios proclamado desde el cielo, desde donde Satanás fue echado fuera; «ay de los moradores de la tierra»

Pero, para dar seguimiento a la última parte del capítulo, una gran voz proclama en el cielo que el reino de nuestro Dios y el poder de su Cristo han venido –todavía es el testimonio del Salmo 2; solamente que, hasta ahora, esto era proclamado solo desde el cielo, donde el poder del reino ya había sido hecho efectivo por el abatimiento de Satanás. El poder anti-sacerdotal de Satanás había terminado para siempre. Él podría dárselas de rey y profeta, pero su lugar celestial era cosa del pasado. Los santos de los lugares celestiales le habían vencido por medio de aquello que purificó sus conciencias e hizo efectivo su derecho al cielo –a saber, la sangre del Cordero, y la palabra del testimonio de ellos, la espada de Dios por el Espíritu– y la entrega de sus vidas hasta la muerte. Los cielos y los que moran allí podían regocijarse ahora; pero ello resulta en un «¡Ay de los moradores de la tierra y del mar!» porque el diablo había descendido, sabiendo que tenía poco tiempo. Yo pienso que el versículo 11 implica que hay santos que son muertos después del arrebatamiento de la Iglesia, que, sin embargo, pertenecen al cielo. Si esos santos que fueron muertos debido a su fidelidad no fuesen tomados a lo alto, ellos perderían la tierra y el cielo, aunque eran más consagrados que los que tenían la tierra. Nosotros los vemos, además, en el capítulo 20 en la primera resurrección. Las almas que están bajo el altar tenían que esperar también a otros –a sus hermanos que tenían que ser muertos, tal como ellos lo fueron (Apoc. 6:9-11); y nosotros debemos notar que a los que se celebra aquí como bienaventurados, son aquellos a los que se les dio muerte, a ningún otro. No obstante, ello sucede antes de los tres años y medio.

12.5 - Los tres grupos en perspectiva cuando Satanás procura destruir el testimonio de los judíos en la tierra en el remanente fiel

De modo que tenemos estos tres grupos en perspectiva: la voz de los que están en el cielo; sus (nuestros) hermanos que habían vencido; y los que estarían en los tres años y medio de la ira de Satanás, que no habían aún comenzado. Ahora bien, si esa voz es la del hijo varón en el cielo, como lo hemos considerado, es decir, Cristo y los santos arrebatados, la voz (Apoc. 12:10) sería de los que ya están allí [*] y todo es evidente: los santos arrebatados asociados con él, celebran el hecho de que el acusador ha sido lanzado abajo, y la liberación de los que pertenecían al cielo, llamándoles «nuestros hermanos» –los hermanos cuyo conflicto con el acusador había terminado, ya que él había sido derribado, pero que habían tenido que resistirle como un potentado celestial, un anti-sacerdote, todo lo cual es parte de un misterio para Juan– y los que serían juzgados ahora, cuando él actuaría con ira en la tierra, como rey y profeta.

[*] Yo no sigo diciendo que la voz es la de Cristo. El hecho de aplicarla a él es demasiado cuestionable.

Porque el dragón, arrojado a la tierra es incapaz de acusar en el cielo, o incapaz de oponerse a los santos que tienen un llamamiento celestial (y el sacerdocio se refiere a los tales, no a la unión), persigue a los judíos, y procura destruir el testimonio de ellos; pero Dios no dio poder para resistir –el Señor debe venir a librar– sino poder para huir, escapar y hallar refugio donde la mujer era sustentada durante toda la media semana (tres años y medio), fuera del alcance de la serpiente. El diablo (la serpiente) procura perseguir; pero no tiene alas: sino que usa un rio, es decir, los movimientos de gentes bajo la influencia de un motivo y una guía especiales, para abrumar a la mujer. Pero la tierra, este sistema organizado en el cual viven los hombres, se tragó las aguas. Esta influencia fue ejercida en vano –no fue enfrentada por un ejército, por un contrapoder, sino que fue anulada. Había una disposición tal, o un curso tal de la tierra, que neutralizaba completamente el esfuerzo. Así ordenó Dios en su providencia; y el dragón volvió a perseguir, individualmente, al remanente fiel de la descendencia de la mujer –los judíos que se mantenían sujetos por la Palabra de Dios.

13 - CAPÍTULO 13

13.1 - Los instrumentos del mal de Satanás: las dos bestias

En el capítulo 13 tenemos el claro y pleno desarrollo de los instrumentos del mal de Satanás. Ellos son dos –la bestia que tiene diez cuernos y la que tiene dos. El dragón que con su cola arrastró a la tercera parte de las estrellas del cielo y las arrojó sobre la tierra (Apoc. 12:3-4), es decir, Satanás bajo la forma del imperio romano, dio su trono y mucha autoridad a la primera bestia [*].

[*] Por lo tanto, no debemos sorprendernos, si la bestia tiene, al final, solamente un dominio local, aunque, originalmente, Dios había dado dominio universal a las bestias: y nosotros sabemos cuán ampliamente ejercido.

La segunda bestia, no solo ejercía el poder de la primera administrativamente delante de ella, sino que era el poder activo del mal para llevar a los hombres a reconocer la primera, y en ello, a reconocer al dragón. La bestia es el imperio romano original, pero en gran parte modificado y en un carácter nuevo. Ella tiene una integridad perfecta en sus formas de gobierno o cabezas, pero se compone de diez reinos, expresando también, yo no lo dudo, integridad administrativa imperfecta. Ella no tiene doce cuernos; es incompleta. Siete sería una integridad de categoría superior. El Cordero tenía siete cuernos (Apoc. 5:6); la mujer tenía doce estrellas sobre su cabeza (Apoc. 12:1). Los siete cuernos expresan la perfección en sí misma; las doce estrellas expresan la perfección, de manera administrativa, en el hombre. Siete es el número primo más alto de las unidades, doce es el número más perfectamente divisible, compuesto de los mismos elementos, pero multiplicados unos por otros, no sumados como números simples. Del mismo modo, el número cuatro expresa la perfección finita, tal como lo hace un cuadrado, y aún más un cubo, perfectamente lo mismo en todos los sentidos, pero finito. Pero la bestia tenía nombres blasfemos (Apoc. 13:1, LBLA). Ella era el enemigo declarado de Dios y de su Cristo. Ella absorbió los imperios anteriores y los representó. El dragón, el poder directo de Satanás en la forma de imperio romano pagano, dio su trono y poder a esta nueva bestia. Este poder no era de Dios. Dios no reconocía poder alguno en la tierra ahora que la Iglesia no estaba, hasta que Él asuma el suyo. La tierra estaba en guerra contra él.

13.2 - Una cabeza imperial de la primera bestia es herida y restaurada; el dragón es adorado; la blasfemia de la bestia

Una de las cabezas de la bestia (yo no dudo que es la imperial) fue vista como herida de muerte, pero fue sanada. La cabeza imperial fue restaurada y el mundo estuvo en admiración; y ellos adoran al dragón por haber dado su poder a la bestia. A ojos de ellos, nada iguala a la bestia; pero la tierra se desembaraza de Dios. A la bestia le es dado tener grandes pretensiones en su hablar y en su indignación contra Dios. Blasfemaba contra Su nombre y Su morada, y contra los santos celestiales –contra todo el cristianismo y el Dios del cristianismo. El dragón había sido echado fuera del cielo; los santos arrebatados habían sido recibidos allí. Él blasfemaba, pero solo podía blasfemar contra ellos.

13.3 - La bestia es adorada por todos los moradores de la tierra excepto los elegidos

Con respecto a los que habitan en la tierra (dado que la división no era meramente una división espiritual), todos adoraban a la bestia, excepto los elegidos –los que habían sido inscritos desde la fundación del mundo en el libro de la vida del Cordero. La resistencia humana por medio de la fuerza no constituía la senda de obediencia. Se mostraba aquí la paciencia y la fe de los santos. El que tomaba la espada, a espada perecería; este no es nunca el modo de obrar de Cristo, de modo que la senda de la obediencia era la paciencia sin resistencia; pero la bestia que tomaba la espada perecería. Este era, entonces, el poder imperial, un poder blasfemo organizado por Satanás, ocupando el lugar del antiguo imperio romano, el cual representaba a todos los cuatro imperios, modificados en la forma, pero con la cabeza Imperial restaurada.

13.4 - La segunda bestia haciendo que toda la tierra adore a la primera bestia; el Anticristo, el falso Cristo de Satanás, llevando a cabo milagros engañosos

Pero había una segunda bestia; ella no subió de la masa de los pueblos (el mar) para ser un imperio, sino de la organización ya formada (los judíos) con la cual Dios tenía que ver como tal. Tenía la forma del reino del Mesías en la tierra, es decir, dos cuernos semejantes a los de un cordero; pero se trataba del poder directo de Satanás. Aquel que la oía hablar, con un oído divinamente enseñado para oír, oía, inmediatamente, la voz de Satanás. Todo el poder de la primera bestia, la segunda lo ejercía en presencia de ella; esta segunda bestia es, con su poder, su ministro, y hace que la tierra y los que moran en ella, le adoren (es decir, el imperio romano restaurado en la persona de su jefe). Se trata del Anticristo, el falso Cristo de Satanás, el cual somete la tierra al imperio romano satánico. Este personaje hace grandes prodigios, con el fin de dar a los hombres una prueba tan buena del derecho de la bestia delante de los hombres, como la que dio Elías con respecto al derecho de Jehová. Compárese con 2 Tesalonicenses, donde el hombre de pecado presenta las mismas pruebas, si bien mentirosas, que Jesús hizo para demostrar que Él era el Cristo. Él engaña a los moradores de la tierra mediante sus milagros, haciendo que hagan una imagen a la bestia. Él infunde aliento a esta imagen; para que ella «hablase e hiciese matar a todo el que no la adorase». Todos por igual estaban obligados a que se les pusiera un sello y la marca del servicio de la bestia en el trabajo, o profesión declarada, de ellos, y a ninguno que no tuviera el nombre de la bestia como marca se le permitía comerciar.

13.5 - La autoridad que reconoce el poder público de Satanás y que hará que todos se sometan a él; Satanás asumiendo el lugar de realeza y profecía de Cristo; el poder gentil que avanza mediante el engaño; sometiendo a los judíos a la idolatría, y a los gentiles a la primera bestia

Ese es el poder que tiene el carácter del reino del Mesías, en su forma, y que es animado con la energía más plena de Satanás y, reconociendo el poder público que Satanás había instaurado en el mundo, hará que todos se sometan a él y que nadie comercie sin reconocerlo. Y todos lo harán, excepto los elegidos. El poder anti-sacerdotal de Satanás en los cielos ha terminado; a él le queda aún la realeza y la profecía, en oposición a Cristo que no ha aparecido aún. Él asume estas dos; pero no desecha, ni puede desechar, el poder de los gentiles –eso queda para Cristo– pero instaura este poder gentil como su delegado; y tal como los judíos apóstatas de antaño, del mismo modo ahora, ese pueblo, excepto el remanente escogido, se someten a él como sus instrumentos y le sirven. Ustedes ven, de este modo, todo el poder de Satanás en ejercicio. Pero, al instaurar su Mesías, él está obligado a engañar; y adelanta, por medio de sus milagros engañosos, a lo que no puede desechar –a saber, el poder gentil; y somete a los judíos a los gentiles y los conduce a la idolatría; y a todos los gentiles que moran en la tierra, los somete al depositario de la autoridad de Satanás –es decir, la primera bestia.

Este es un estado de cosas singular, alejado de los sentimientos judíos y de las esperanzas modernas de los gentiles; pero el espíritu inmundo de la idolatría va a regresar a su casa. La mente supersticiosa de los hombres será gobernada por las señales, no por la verdad; ellos serán entregados a creer una mentira. Aquí en su reino, aunque él asume el carácter de Cristo, de lo que se habla principalmente es de su acción sobre los gentiles; los judíos se han mezclado con ellos, tal como lo vemos en Isaías 66 y en Daniel. Se trata de una época liberal, pero, a la vez, es una época de la tiranía más completa con respecto a los que no se someten al poder de Satanás, y a las ordenanzas establecidas por él. Lo que caracteriza esta época es la ausencia de verdad.

13.6 - El número de la bestia

Con respecto al número de la bestia, Yo no tengo duda alguna de que será muy sencillo de comprender para el piadoso, cuando la bestia esté allí, y llegue el tiempo de espiritualidad que la juzga, y ese nombre guiará, de manera práctica, a los que tienen que ver con dicho tiempo. Hasta entonces, las especulaciones de los hombres no tienen mucho valor; la antigua interpretación de Ireneo, Λατεινος (Lateinos) [*] es tan buena como cualquier otra.

[*] N. del T.: Ireneo de Lyon (nacido en Esmirna, Asia Menor, en 130 –murió en Lyon, Francia, en 202) representa la palabra «Lateinos» ya que el valor numérico de sus letras en griego suma 666 (30+1+330+5+10+50+70+200=666). Otra posibilidad es que represente al emperador Nerón, el terrible perseguidor de los cristianos. Su nombre escrito en letras hebreas suma también 666. En ambos casos, la bestia representa al perseguidor de los cristianos.

14 - CAPÍTULO 14

Los tratos de Dios con el mal; el remanente es reconocido y puesto aparte; un cántico nuevo de redención en relación con las bendiciones terrenales

En el capítulo 14 tenemos los tratos de Dios con el mal, solo que, en primer lugar, el remanente es reconocido y puesto aparte. El remanente pertenece enteramente a la tierra renovada: ellos son vistos en eso que es el centro de dominio y gloria en la tierra –el monte de Sion, donde el Cordero reinará. Ellos tenían su nombre y el nombre de su Padre en sus frentes; es decir, por medio de su manifiesta confesión de Dios y del Cordero, ellos habían sido testigos de ello, y padecieron como Cristo había padecido en su vida al reconocer a Dios su Padre: solamente que ellos no habían padecido la muerte. Se trataba de un nuevo comienzo, no se trataba de la Iglesia, no era una escena celestial, sino la bendición de una tierra liberada en sus primicias, en aquellos que habían padecido por el testimonio rendido a ello. El cielo lo celebra con un estruendo de muchas aguas, y como de trueno, pero con gozo. Esta voz era la voz de arpas. Un cántico nuevo es entonado delante del trono y de los seres vivientes y de los ancianos. El hecho es aquí la cosa importante. En el capítulo 5 habíamos leído que hubo un cántico en el cielo en relación con la redención; pero allí, aquellos que habían sido redimidos habían sido hechos reyes y sacerdotes. Aquí se trataba de redención en relación con las bendiciones terrenales, no con el reino y el sacerdocio en lo alto; y este cántico es entonado delante de la compañía celestial y el trono. El cielo, no obstante, está relacionado directamente con el cántico. Tenía relación con el triunfo sobre el poder del mal por medio de haber resistido pacientemente el padecimiento.

14.1 - El remanente de los Salmos caracterizado por la pureza en la contaminación circundante

Lo que los caracterizaba especialmente era el hecho de que se mantuvieron puros en la contaminación que los rodeaba. Este paso a través del dolor y la victoria los relaciona directamente con los conquistadores celestiales. No se trataba del cántico nuevo de redención celestial; aun así, se trataba de la victoria cuando estuvieron a las puertas de la muerte, aunque no murieron realmente. Era «como si fuese un cántico nuevo» (Apoc. 4:3, VM). Nadie podía aprender este cántico sino aquellos que compartieron los padecimientos del Cordero, y serían ahora sus compañeros en su realeza terrenal; ellos le habían seguido, y le seguirían adondequiera que él fuese. Ellos eran las primicias de la escena nueva. No se habían corrompido allí donde todo se había corrompido. No formaron parte de los que amaban la mentira o decían mentira, o se entregaban a ella. Ellos habían sido guardados libres de la corrupción y la falsedad, confesando abiertamente la verdad. Ellos no tenían el lugar celestial, pero no tenían falta alguna, y compartían el lugar y la gloria terrenales del Cordero, acompañándole por dondequiera que él va, en la manifestación de esa gloria. Todo lo que conducía a estos privilegios no tenía lugar alguno una vez que el reino fuera establecido. Era, entonces, demasiado tarde para mostrar fidelidad de esta manera. Hay una relación con los santos celestiales que no se encuentra en el capítulo 7. La multitud vestida de ropas blancas (cap. 7) estaba delante del trono y del Cordero. Ellos están delante del trono de Dios, adoran en su templo, y el Cordero los consuela. Aquí, en el capítulo 14, hay una asociación especial con el Cordero en la tierra, en la senda de ellos y en su posterior lugar. Se trata del remanente descrito en los Salmos (especialmente en los Salmos 1 al 41). Pero, aunque están en la tierra con el Rey, ellos son redimidos de entre los hombres antes de que Cristo venga a la tierra; y el cántico que ellos aprenden a cantar es entonado delante de los ancianos y de los seres vivientes. No están con ellos, sino que entonan el cántico delante de ellos; es decir, la multitud gentil es admitida a privilegios especiales delante de Dios y del Cordero (Cap. 7); y el remanente judío (los 144.000 del cap. 14) está asociado con el Cordero en la tierra, y, en un cierto sentido, con el cielo.

14.2 - El evangelio eterno; la advertencia a la tierra para que abandone la idolatría, porque la hora del juicio de Dios había llegado; la caída de Babilonia

El progreso de los modos de obrar de Dios sigue a continuación –la advertencia a la tierra para que abandone la idolatría; porque la hora del juicio de Dios había llegado. El evangelio eterno es el testimonio del poder de Cristo, desde el paraíso en adelante, como estando en contraste con el anuncio especial de la Iglesia, y las buenas nuevas relacionadas con ella. Se anuncia que Babilonia ha caído; hay amenazas y advertencias para cualquier persona que reconozca a la bestia; pero ha llegado ahora el tiempo cuando el hecho de morir en el Señor iba a finalizar; solamente la bienaventuranza de ellos permanecía de aquí en adelante. El morir y la tribulación habían terminado. Ellos son considerados como un cuerpo completo; y aunque quedasen aún algunos por morir, ellos morían en el Señor; no tenían aún reposo, ni eran aún bienaventurados. El reposo y la recompensa de ellos han llegado ahora.

14.3 - La tierra es segada y el lagar es pisado por completo, juicio divino

A continuación, Cristo siega la tierra –separación, recolección, juicio; y pisa el lagar, ejerce una venganza completa sobre los malos. Por eso es que, en este último juicio, el ángel que tenía poder sobre el fuego es el que llama a que se ejecute este juicio; era un juicio completo, divino. Este juicio no se llevó a cabo dentro de los límites de Babilonia –no fue en la esfera en la que el hombre había formado su organización en oposición a Dios. Esto concluye la escena completa de aquello en lo cual la historia tuvo su comienzo, en el arrebatamiento del hijo varón al cielo (cap. 12). Él ha regresado en venganza.

14.4 - La viña de la tierra

Surge aquí una pregunta interesante: ¿Qué es «la viña de la tierra? Es eso que es la organización que produce frutos, o lo que debería serlo (esa es la idea de ello), en una relación profesada con Dios, como siendo lo que él plantó en la tierra (véase Jer. 2:21). Israel era la vid sacada de Egipto (Sal. 80:8). Cristo en la tierra era la vid verdadera. No se trata de una relación con él en el cielo. Nosotros somos considerados allí como perfectos, no como para llevar fruto ni para ser podados. Pero, de manera análoga, ello continuó después que él hubo ascendido a lo alto, y los cristianos profesos son los pámpanos. Pero tenemos aquí a la viña de la tierra, eso que tiene su carácter y su crecimiento en ella, pero con la pretensión de asumir el lugar religioso en la tierra por medio de la sucesión. Los santos verdaderos se han ido a lo alto, o constituyen un remanente perseguido, individual. Yo no tengo duda alguna que los judíos serán el centro de ese sistema en aquel entonces, pero ellos estarán mezclados con los gentiles, habrán regresado a la idolatría, y tendrán siete espíritus peores que el que había salido (Mat. 12:43-45); y los gentiles apóstatas estarán plenamente asociados con todo ello (véase Is. cap. 34, 63, 65 y 66).

15 - CAPÍTULO 15

15.1 - El último juicio de Dios antes de que Cristo venga; los siete ángeles teniendo las últimas siete plagas; los santos son vistos en seguridad y victoria verdadera antes de su venida

El capítulo 15 es una visión nueva y despliega otra escena delante del profeta, a saber, las últimas plagas o los últimos juicios de Dios, y, especialmente, el juicio de Babilonia, antes de la venida de Cristo. Los siete ángeles, teniendo las últimas siete plagas, constituían el objeto principal de la visión, pero, como siempre, los santos que tienen que ver con esta escena son vistos en seguridad antes que comiencen los juicios. Ellos han sido purificados, pero han pasado, también, por el fuego de la tribulación. Están en pie sobre un mar de vidrio mezclado con fuego. Ellos habían pertenecido a la época cuando la bestia y su imagen estaban en el poder, pero habían obtenido la victoria sobre ella. Parecía, quizás, que habían sucumbido –pero se trataba de una verdadera victoria.

15.2 - El cántico de Moisés y el cántico del Cordero son cantados por el remanente que sufrió la muerte, víctimas victoriosas que pertenecen al cielo; las obras, los caminos y la gloria de Dios son celebrados

El cántico de ellos es muy peculiar. El cántico de Moisés expresa el triunfo sobre el poder del mal mediante los juicios de Dios. El cántico del Cordero expresa la exaltación del Mesías rechazado, de Aquel que padeció, y ellos también habían padecido; porque encontramos aquí a los que componen el remanente que sufrió la muerte en medio del Israel infiel y apóstata. Lo que ellos celebran son las obras del «Señor Dios Todopoderoso» (el Dios del Antiguo Testamento), pero que se ha manifestado ahora en juicio, conocido por sus obras que son públicas para el pueblo. Él mostró sus caminos a Moisés, sus obras a los hijos de Israel (Sal. 103:7). Sus obras son celebradas ahora. Son las obras de Jehová Elohim Shaddai, el Juez de toda la tierra. Pero sus caminos son celebrados también. Había una comprensión de dichos caminos, a lo menos en lo que concernía al justo juicio. Estos caminos en juicio eran justos y verdaderos. Israel comprendería la liberación, y de qué manera ella vino; pero Moisés conocía los caminos de Dios. Pero esto es todo. No se trata meramente de una celebración de cualidades y atributos, tal como lo hacen los ángeles, ni tampoco se trata del conocimiento pleno de la obra de Dios por medio de la sangre del Cordero. No es el corazón que se eleva en la conciencia de su propia relación, sino una celebración de la gloria del Señor, el cual será celebrado ahora por las naciones, porque sus juicios se habían manifestado. Se trataba de entendimiento cuando los juicios se habían manifestado, no cuando todo estaba aún por ser aprendido dentro del velo.

15.3 - El templo del tabernáculo del testimonio es abierto; los siete ángeles; la exhibición plena de Dios en juicio

Habiéndose llevado a cabo esta celebración de lo que acababa de prorrumpir, fue abierto en el cielo el templo del tabernáculo del testimonio; no es simplemente el templo abierto con el arca del pacto que aparece. Eso aseguraba el resultado para la fe, cuando el mal estaba en su apogeo en la tierra. El arca del pacto de Dios daba seguridad a Israel. Se trataba de un testimonio abierto, no de un pacto que daba seguridad en la hora del mal, sino de un testimonio que cumplía con lo que el arca del testimonio aseguraba; puesto que el templo fue abierto, y los mensajeros de justicia salieron –es decir, la ejecución del juicio de Dios para la restauración y bendición de Israel, por medio del juicio de los gentiles y de todos los que corrompían la tierra. La limpieza a los ojos de Dios, y la justicia divina, caracterizaban y animaban este juicio –lino limpio y resplandeciente, y cintos de oro; yo entiendo que lo anterior es en respuesta a la corrupción que se había producido en aquello que debería haber tenido esto –Babilonia (comp. con Apoc. 19:8). Es decir, se trataba de un juicio que demandaba limpieza y era conforme a ella, y a la justicia divina también. No es bronce bruñido, refulgente como en un horno (Apoc. 1:15) –es decir, simplemente una ejecución de juicio tratando con los hombres, aunque eso tenía lugar– sino que es Dios realizando su propia naturaleza y carácter contra la corrupción; el carácter esencial del Dios eterno que la Iglesia tenía que haber exhibido; mientras que Babilonia era enteramente lo contrario, y también la bestia. Los siete ángeles juzgan todo conforme a estos caracteres de Dios, porque se trataba realmente de reivindicar lo que Dios era, como fue plenamente revelado a la Iglesia; pero el lino blanco se refiere, no lo dudo, especialmente a Babilonia, aunque los hombres con la marca de la bestia caerían bajo el juicio. Uno de los cuatro seres vivientes da las copas; porque se trata del poder judicial de Dios en la creación, no se trata aún del Cordero. La gloria de Dios en juicio llenó el templo; y nadie podía dirigirse a él en adoración, o acercarse a él, mientras estas plagas se estaban ejecutando. Era la exhibición plena de Dios en juicio.

16 - CAPÍTULO 16

16.1 - Los cuatro primeros juicios: el círculo completo de naturaleza simbólica, la esfera profética de los tratos de Dios, los pueblos en general, principios morales y autoridad soberana

Los que son objetos de las cuatro primeras plagas son los mismos que lo fueron de las cuatro primeras trompetas –el círculo completo de naturaleza simbólica, pero aquí vemos que ello es directamente con respecto a los hombres– la tierra, el mar, los ríos y el sol; la ordenada esfera profética de los tratos de Dios (la tierra), las masas de los pueblos como tales vistas como desorganizadas (el mar), los principios morales que dan un impulso a sus movimientos (los ríos), y la autoridad soberana (el sol). Pero aquí no se ve afectada la tercera parte (es decir, la tierra romana) sino que el juicio es general.

16.2 - Juicio sobre todos los que tenían la marca de la bestia

La primera copa trajo la máxima angustia y la vergonzosa miseria extrema sobre todos los que habían tomado la marca de la bestia.

16.3 - Muerte moral sobre la masa de los pueblos

La segunda copa trajo el poder moral de la muerte sobre la masa de los pueblos; murieron todos los que estaban entre ellos, dentro de los límites de la tierra profética –yo entiendo que esto significa que ellos abandonaron una profesión que era meramente exterior. Tenemos aquí un ejemplo del uso de símbolos que es bueno notar. Todas las copas han sido derramadas sobre la tierra, es decir, están aplicadas a la esfera de una relación ya formada con Dios. Pero en esta, podía haber una relación especial en la cual los hombres tenían que ver con Dios en este mundo –eran habitantes de la tierra, o la masa de los pueblos dentro de esa esfera.

16.4 - Las fuentes de la acción popular y el sentimiento de alejamiento de Dios llegan a ser mortales

La tercera copa fue derramada sobre todas las fuentes de influencia y acción popular; y estas fuentes llegan a ser positivamente mortales. Me parece que la influencia mortal que lleva en sí el hecho de estar lejos de Dios, dentro de la esfera de la profecía, es señalada aquí con firmeza. La muerte es usada, generalmente, como la expresión del poder de Satanás.

16.5 - La autoridad suprema es hecha terriblemente opresora

Después (la cuarta copa), la autoridad suprema es hecha terriblemente opresora. Estas cuatro copas presentaron los cuatro primeros de los juicios directos conforme a la división habitual.

16.6 - El reino de Satanás se cubre de tinieblas

La quinta copa golpea el trono de la bestia, es decir, la sede y la estabilidad de su autoridad que Satanás le había dado; y su reino se cubrió de tinieblas. Todo fue confusión y miseria, y no queda recurso alguno: ellos se mordieron sus lenguas con angustia y blasfemaron contra Dios.

16.7 - La introducción de los poderes asiáticos en el conflicto; la suma de todas las influencias del mal y los reyes del mundo reunidos para la batalla del gran día de Dios

El sexto ángel derrama su copa sobre el río Éufrates –y yo entiendo que, al hacer esto, destruye la frontera que da seguridad a los poderes occidentales proféticos– no destruye la sede del poder de estos, sino que rompe su frontera, para que se prepare el camino para los reyes del Este (Oriente). Yo considero esto sencillamente como la introducción de los poderes de Asia en el conflicto, para la conflagración universal de poderes. La sexta copa envía tres espíritus inmundos, la suma de todas las influencias del mal: la del poder directo de Satanás como antagónico a Cristo; la del poder del último imperio, la bestia; y la de la segunda bestia de Apocalipsis 13, conocida, de ahí en adelante, como el falso profeta, la influencia de Satanás como el Anticristo, un poder idólatra para hacer prodigios; y los reyes del mundo reunidos para la batalla del gran Dios Todopoderoso. La alusión es a Jueces 5:19-20.

17 - CAPÍTULO 17

17.1 - Desintegración general; Babilonia es juzgada

En la séptima copa, hay una desintegración y una subversión generales, y Babilonia es juzgada. Y el granizo de Dios, el juicio de Dios cayó sobre los hombres desde el cielo (Apoc. 16:17-21, compárese con Is. cap. 32 y 33). Todos los intereses independientes separados y los poderes establecidos desaparecieron. Esto sucedió sobre la tierra –el juicio de Dios por medio de la Providencia y sus instrumentos (los ángeles)– pero el Cordero no había venido aún. Los detalles de los juicios de Babilonia son reservados para los capítulos siguientes.

17.2 - Los caracteres de Babilonia

Los caracteres de Babilonia son retratados en primer lugar. Al igual que la bestia, ella es solo una cosa en el juicio, pero moralmente, ella es más importante que todo el resto. El carácter general es el de la gran y activa idólatra que ha obtenido influencia sobre la masa de las naciones. Después, tenemos el hecho de que las naciones de la tierra han vivido en culpable intimidad con ella, procurando sus favores, mientras los que moran en la tierra han perdido sus sentidos por medio de su perniciosa y embriagadora influencia. Esta es la idea general presentada en primer lugar, un carácter lo suficientemente claro como para indicar el sistema romano o papal.

17.3 - Babilonia como un sistema religioso corrupto y persecutor –el estado al que había llegado la Iglesia

Pero más detalles siguen a continuación. Había una mujer, un sistema religioso, sentada sobre una bestia imperial llena de nombres de blasfemia, que tenía la forma que la señalaba como siendo romana. La mujer estaba magnífica e imperialmente vestida, tenía sobre sí la gloria y el ornamento humanos, y una copa lujosa de idolatrías impuras y también densas, en su mano. «Abominaciones» significa sencillamente ídolos; «la inmundicia de su fornicación», es decir, toda la terrible corrupción que la acompaña. Su copa estaba llena de ellas. Ella estaba en el desierto; no había allí ningún manantial de Dios. No era, por decirlo así, la tierra de Dios, ninguna patria celestial. Para el entendimiento espiritual, ella tenía en su frente su carácter (aun así, un carácter conocido solo cuando era espiritualmente conocido), el carácter de la gran ciudad de la corrupción, fuente de toda seducción para los hombres, y de toda idolatría en la tierra: eso era papismo. [*]

[*] N. del T: Papismo = Entre los protestantes y cismáticos, significa la iglesia católica, con sus organismos y doctrinas. (Fuente: Diccionario de la lengua española (DRAE).

Pero esto no era todo: toda la sangre de los santos se hallaba en ella: ella era la asesina persecutora de aquellos en los que Dios se deleitaba, y que dieron testimonio de Jesús [**]. El profeta estaba atónito, porque se trataba de aquello a lo que la Iglesia había llegado.

[**] Es importante señalar que la religión formal, la cual se apoya sobre antiguas reivindicaciones como habiendo sido establecida, y que es dejada atrás en cuanto a la verdad por otros que han recibido esta verdad, es la frecuente y habitual instigadora de persecución, aunque otros puedan ser los persecutores. Así fue en el caso de los judíos, así fue en la historia universal del mundo. La religión formal siempre llega a ser falsa con respecto a la verdad, aunque ella pueda retener algunas e importantes verdades. Las verdades que ponen a prueba el corazón y su obediencia no tienen cabida en este tipo de religión.

17.4 - La bestia sobre la cual cabalgaba la mujer: el imperio romano renovado, blasfemo y diabólico, va a aparecer en una octava y última forma y va a la perdición

El ángel describe, a continuación, la bestia sobre la que ella cabalgaba. Esta bestia había existido, y había dejado de existir, y, entonces, sube nuevamente de fuentes diabólicas directas –sube del abismo. El imperio romano renovado, que había desaparecido, es blasfemo y diabólico en cuanto a naturaleza, y en este carácter, va a la perdición. Sin embargo, todos en la tierra, excepto los elegidos, se asombrarán por ello, cuando vean la bestia que era y no es, y estará presente (Apoc. 17:8, JND). Esto señala, de por sí, al imperio romano o latino, solo que este reaparecerá más formalmente. Pero Roma es más claramente señalada. Se trata de la ciudad de las siete colinas. Ni tampoco era esto todo. Ella era la autoridad que existía en el tiempo de la profecía: cinco de sus poderes gobernantes habían caído; uno estaba allí; había uno que estaba por venir después por un corto espacio de tiempo, y luego, la bestia sube del abismo, a saber, el último estado del imperio, aparecería, e iría a la perdición. La última, no obstante, no es una forma nueva; ella pertenece a las siete, aunque es una octava. Nosotros tenemos que esperar ahora, el desarrollo de la última bestia. La bestia, aunque es imperial, tiene diez cuernos, diez reinos distintos. Ellos tienen su poder, y por el mismo período de tiempo, juntamente con la bestia. Pero todos ellos entregan su poder a la bestia, y pelean contra Cristo, el rechazado en la tierra; pero Él los vencerá, porque, despreciado como él puede ser, la autoridad suprema es suya, y hay otros que vienen con él, no meramente ángeles, sino los llamados, sus santos.

17.5 - Detalles y explicaciones de los símbolos empleados y de los medios del juicio de Babilonia; la mujer es identificada

A continuación, detalles son añadidos. Se explica el significado de «las aguas»: son pueblos, muchedumbres, naciones y lenguas –masas de poblaciones en sus diversas divisiones. Después, los diez cuernos, es decir, los reinos que están asociados con la bestia, y la bestia (ya que se debe leer así: «Y los diez cuernos que viste, y la bestia, estos aborrecerán a la ramera…» (Apoc. 17:16, JND), aborrecen a la ramera y comen su carne y la queman con fuego (le quitan, en primer lugar, todos sus bienes y su abundancia, y luego la destruyen); porque ellos deben entregar su reino a la bestia blasfema hasta que se cumplan las palabras de Dios. Y entonces, se nos dice expresamente, que la mujer (no «la ramera» –su carácter corrupto, idólatra, es su último carácter– sino la mujer), la cual cabalgando sobre la bestia debía ser tal, es Roma. Todo este capítulo 17 es descriptivo.

18 - CAPÍTULO 18

18.1 - Una advertencia desde el cielo anunciando el juicio de Babilonia: el llamado a salir de ella

El capítulo 18 anuncia el juicio. La única dificultad radica aquí en el versículo 4, por estar donde está; pero, al igual que toda dificultad en la Escritura, esto conduce a más luz. La destrucción de Babilonia es bastante sencilla. Ella cae por el juicio de Dios justo antes de que Cristo venga a juzgar la tierra; y quizás, perdiendo en primer lugar su poder e influencia, es destruida por los cuernos y la bestia (Apoc. 17:16). La comparación del capítulo 14:8, y el lugar que ocupa, con Apocalipsis 16:19, Apocalipsis 18:8, y el comienzo del capítulo 19, otorga claridad al asunto. El capítulo 18 es una advertencia desde el cielo, no se trata del ángel del juicio de la tierra. Lo que se describe no es el resultante de los acontecimientos, sino que supone una comprensión espiritual de los pensamientos del cielo. Este es el caso cuando se trata sencillamente de una voz desde el cielo. Este llamado, entonces, era un llamado espiritual, no un juicio manifiesto. Este llamado puede ser más urgente y directo antes del juicio, y yo no dudo que lo será: tal como el llamado en Hebreos 13:13 es a salir fuera del campamento porque el día de Jerusalén estaba por llegar. Por eso es que yo pienso que esto se aplica siempre que vemos que el sistema es Babilonia, y que el hecho de percibir sus iniquidades oprime la conciencia.

18.2 - La ejecución real del juicio de Babilonia

A continuación, el capítulo continúa hasta la ejecución real del juicio conforme al capítulo 17:16. Los cuernos, o reyes relacionados con la bestia, la han destruido. Los reyes llevan luto por ella; hacen lo mismo los que han procurado sacar provecho y tener comodidad y comerciar en la tierra. El sistema real y comercial es destrozado mediante el desbaratamiento del sistema. Aquello que caracteriza a Babilonia, aquello por lo que es juzgada, es la idolatría, la corrupción, la mundanalidad y la persecución. Ella es juzgada y destruida, la prosperidad de los mundanos y las esperanzas de los reyes que habían comerciado con ella son golpeadas por su caída. La sangre de todos los santos se halló en ella, tal como en Jerusalén en su día. La persecución viene de parte de la religión relacionada con la ventaja mundanal. Pero ¡qué retrato tenemos aquí del mundo, de las relaciones de los reyes y de los santos con Babilonia!

19 - CAPÍTULO 19

19.1 - El juicio de Roma es el gran gozo del cielo

El capítulo 19 muestra claramente el aspecto en el cual ella es juzgada –la gran ramera que corrompía; y Dios venga la sangre de sus siervos. Este juicio de Roma es el gran gozo del cielo. Hay cánticos de aleluya y de salvación. Los ancianos y los cuatro seres vivientes se postran en tierra y adoran, y la voz de la multitud proclama la llegada de las bodas del Cordero, cuando la mujer falsa es desechada. Hasta entonces, aunque desposada, la Iglesia no estuvo unida realmente así en las bodas celestiales del Cordero. Aun así, no hubo, no podía haber, ningún acontecimiento mayor que un juicio de Roma. La bestia tenía que ser destruida, sin duda. El poder, cuando Dios le diera oportunidad, pronto haría eso. Pero la antigua corruptora y persecutora fue desechada para siempre. El cielo se llena de gozo. No hay ninguna celebración de gozo como esta en el Apocalipsis.

19.2 - El misterio de Dios consumado; Dios viene en poder para establecer su reino

El resto del libro es sencillo y bastante claro, porque el misterio de Dios ha terminado. Yo mismo no atribuyo ninguna importancia a la distinción, como una clase, de aquellos llamados a participar del gozo de aquel día. Ello significa, yo creo, según la parábola de las bodas del hijo del rey, que los invitados son aquellos que han compartido el gozo de las bodas. Pero varios puntos deben ser tomados en cuenta: Dios ha venido, en poder, a establecer su reino.

19.3 - El misterio de iniquidad, caracterizado por la falsedad y la violencia, es juzgado y es destruido por el poder divino

La verdadera sede del poder del mal ha sido juzgada y destruida, si bien no era aún manifiesta. Dos caracteres del mal, la falsedad o la corrupción engañosa, y la violencia han existido desde que el propio Satanás comenzó su carrera; siendo él mismo falso, era también homicida para otros. El misterio de iniquidad contenía ambos caracteres, aunque ocultando este último y usando a otros para ello. Aun así, ella (la gran ramera) se caracterizaba por la corrupción y por lo que era falso. La violencia directa estaba en manos de la bestia. La destrucción de eso liberaría, sin duda, a la tierra de la opresión; pero para el cielo y todo lo que era celestial, la destrucción de esta corrupción que deshonraba a Cristo, esclavizaba el alma y la degradaba, era gozo y alegría, y era el testimonio de que el poder divino había llegado. Este poder había desechado el peor de los males, la corrupción de lo que era de Dios, bajo la pretensión de ser lo que Cristo había comprado para sí mismo, el único objeto precioso de su especial amor. Ellos cantan, «¡Aleluya, porque el Señor nuestro Dios Todopoderoso reina!»

19.4 - La introducción del poder manifiesto de Cristo; la mujer malvada es desechada; las bodas del Cordero; la Iglesia es presentada a Cristo purificada y blanca; el efecto sobre el apóstol

Esto fue para abrir paso a la introducción de lo que era suyo – el poder manifiesto de su Cristo. Pero antes de eso, la Iglesia debe tener su lugar de asociación con él en eso –él mismo debe tenerla: las bodas del Cordero han llegado. Esto no podía suceder hasta que la mujer malvada hubiese sido desechada. Este es el carácter del gozo y la redención celestial, mediante la cual nosotros somos llevados a ello. El hombre en la tierra, al ser creado, es primeramente bueno, después cede a la tentación. La redención supone primeramente el mal, e incluso la esclavitud a él, pero viene después la liberación de este mal y el hecho de ser nosotros situados más allá de él, habiendo tomado Dios su poder para él (para su Cristo). La Iglesia es presentada a Cristo sin mancha ni arruga, ni cosa semejante, purificada y blanca, adecuada a Cristo. El apóstol se dispuso, a la vista de esta bienaventuranza, a postrarse y a adorar a aquel que había revelado esto. Su mente fue llevada a la devoción por estas escenas. Su objeto inmediato fue el mensajero celestial, y él se vuelve para inclinarse ante él, pero se le prohíbe hacerlo. Este mensajero era un consiervo, y lo era igualmente con respecto a todos los que poseían el testimonio de Jesús; pues se nos dice que el espíritu de la profecía es el testimonio de Jesús. El testimonio de que no hay que adorar a seres intermediarios, es la última advertencia dejada a una Iglesia decadente, tal como, por así decirlo, fue dada a una de las primeras iglesias (véase Col. 2).

19.5 - La venida de Cristo en poder como Rey de reyes y Señor de señores; los caracteres de suma importancia en los cuales él aparece

Llegamos ahora al gran anuncio de la venida de Cristo en poder. El cielo, que había sido abierto sobre Jesús, y para Esteban, se abre ahora para Jesús como Rey de reyes y Señor de señores. Él había sido conocido por la fe como el Santo y el Verdadero, y como el Testigo fiel y verdadero. Él es ahora esto último, pero no como testigo, sino en juicio, excepto en el sentido de que el juicio mismo es el testigo de su fidelidad y su verdad. Los caracteres en que él aparece son claros, pero de suma importancia. Aparece primero en juicio general, pero en la forma de guerra, no en lo que nosotros podemos llamar una sesión de juicio, sino en poder vencedor. La sesión de juicio está en Apocalipsis 20 desde el versículo 4. Sus ojos tienen la penetración del juicio divino. Él tenía muchas diademas, testimonio de su dominio variado y universal. Pero, aunque es revelado así, como hombre, él tenía una gloria en la que nadie podía penetrar [*]; de la cual él tenía el poder consciente, pero que no era revelada. Él era el vengador –su ropa estaba teñida en sangre. Todo le caracterizaba, podemos observar aquí, según aquello en lo que él es manifestado por el juicio mismo. Se trataba del Revelador, el Verbo de Dios –su carácter eterno– lo que él era antes de la creación; haciéndolo efectivo ahora en juicio.

[*] Fue así en cuanto a su Persona y a su servicio. Ninguno conoció al Hijo sino el Padre. Este fue el secreto de su rechazo. Él fue eso, y eso necesariamente en el mundo. Pero el mundo bajo la influencia de Satanás no toleraría eso. En su humillación, su gloria divina fue mantenida en las profundidades insondables de su Persona. Él es revelado ahora en gloria; pero permanecía siempre allí eso que ninguno podía escudriñar o en lo que ninguno podía penetrar –su Persona y su naturaleza. Su nombre revelado era el Verbo (la Palabra) de Dios. Nosotros Le conocemos como revelando a Dios en gracia o poder como para darlo a conocer. Pero su Persona como Hijo permanece siempre inescrutable. Su Nombre está escrito, de modo que sabemos que es incognoscible –no es desconocido, sino incognoscible. Pero él hacía efectivos ahora el carácter y los requerimientos de Dios con respecto al hombre –lo que ellos debían ser con Dios, y lo que Dios era para ellos en la relación natural de ellos, revelada con respecto a la responsabilidad de ellos. El juicio se refiere a estas cosas, y a nosotros mismos.

19.6 - El triunfo de Cristo; su juicio inmediato y final de la bestia y del falso profeta; Satanás es arrojado al abismo

Los ejércitos en el cielo no tenían ropas teñidas en sangre. Ellos eran triunfantes; ellos le seguían en su triunfo, puros y perfectos. Eran sus elegidos, llamados y fieles (véase Apoc. 17:14). La venganza de Edom no era la parte de ellos, aunque compartían su victoria sobre la bestia. La venganza de Edom tenía un carácter más terrenal, y está más relacionada con Judá. El Asirio está allí (véase Sal. 83), no la bestia. La bestia y el falso profeta son destruidos por él cuando viene del cielo. Él hiere a las naciones con la espada aguda que sale de su boca, y las rige con vara de hierro: y los santos tendrán parte en esto con él (Apoc. 2:26-27). Él pisa también el lagar [*]. Esta es la parte que es más terrenal, tal como Isaías 63 lo muestra.

[*] Esto también lo hace él solo; pero no se trata de que los santos no pueden estar con él como su comitiva, por así decirlo, sino que la ejecución del juicio es suya. En Isaías 63 se dice solamente que «de los pueblos, ningún hombre estaba» con él (Is. 63:3, LBLA). En la sesión de juicio, el veredicto es confiado a ellos (Apoc. 20:4).

Así que Aquel que está sentado sobre una nube arroja su hoz en la tierra. Fue un ángel el que echó las uvas en el lagar, y el lagar fue pisado [**] –no se dice que fue pisado por uno que estaba sentado sobre la nube (Apoc. 14).

[**] Yo ya he declarado que la cosecha es un juicio discriminatorio: hay trigo para el granero. El lagar habla de venganza, venganza justa.

El carácter del juicio de la bestia y del falso profeta es celestial –es el Verbo de Dios, el Señor desde el cielo; el lagar es terrenal. Él es pública, oficial e intrínsecamente Rey de reyes y Señor de señores. La bestia y el falso profeta son lanzados vivos dentro del lago de fuego: este fue un juicio inmediato y final –los demás fueron muertos judicialmente. No se dice que el juicio final de estos engañados tiene aquí lugar. Satanás no es lanzado aún dentro del lago de fuego, sino que es arrojado al abismo, donde la legión de demonios rogó al Señor para que no los mandase allí. Él es atado allí para que no engañe a las naciones por mil años. No habrá seducción por parte de Satanás durante los mil años.

20 - CAPÍTULO 20

20.1 - Autoridad judicial ejercida en paz y concedida a los santos; viviendo y reinando con Cristo mil años; la primera y la segunda muerte; la suerte de los santos y la de sus enemigos

Hemos llegado ahora, una vez que el poder del mal ha sido desechado, al ejercicio de la autoridad judicial en paz; y esta autoridad es concedida a los santos. El profeta no ve meramente los tronos como se los ve establecidos en Daniel 7, sino que ve también a los que están sentados sobre dichos tronos. Además de todos aquellos a quienes se les da el juicio en general, dos clases especiales son mencionadas, porque podía parecer que era demasiado tarde para ellos, o que habían perdido su parte, a saber:

1. Los decapitados por causa del testimonio de Jesús (después del arrebatamiento de la Iglesia, puesto que lo que nosotros estamos considerando es el período del Apocalipsis), y

2. Los que no habían adorado a la bestia (comp. con Apoc. 6:9-11; 13:15). Estos, así como también los santos que habían fallecido anteriormente, tuvieron su parte, viviendo y reinando con Cristo mil años. Estos fueron finalmente librados de la segunda muerte. Pero los que no pertenecían a Cristo, es decir, el resto de los muertos, no vivieron de nuevo hasta que los mil años terminaron [*]. Los que pertenecían a Cristo habían experimentado la primera muerte, la paga natural del pecado, pero en fidelidad; en la segunda muerte, es decir, el juicio final contra el pecado, ellos no tendrían parte alguna. La muerte no podía tener potestad sobre ellos. Por el contrario, ellos tenían una relación especial con Dios y con Cristo, eran sacerdotes de Dios y de Cristo, y reinarían con él mil años. Ellos son también sacerdotes y reyes. Observen de qué manera Dios y Cristo están unidos aquí en un pensamiento, como siempre en los escritos de Juan. De este modo, la bestia y el falso profeta están en el lago de fuego, sus ejércitos han sido aniquilados, y Satanás es atado en el abismo, y los santos resucitados son sacerdotes de Dios y de Cristo, reinando con Cristo mil años. Presten atención al hecho de que los detalles y efectos no son presentados aquí. El objeto es presentar el lugar de los santos, y especialmente de los santos que padecieron durante el período de tiempo descrito en este libro. Los demás son introducidos como un hecho general, habían los que estaban sentados en los tronos de juicio; pero los fieles de la profecía son mencionados especialmente.

[*] Se puede observar aquí que, según la lectura verdadera, el vivir y el reinar significan, ciertamente, resurrección, algo que se repite en, «Pero los otros muertos no volvieron a vivir hasta…»; de modo que el vivir y el reinar son usados aquí en lugar de la palabra resurrección, tal como lo confirman las siguientes palabras: «Esta es la primera resurrección».

20.2 - Satanás es soltado nuevamente; el último y necesario juicio del hombre; el juicio de Dios desde el cielo; el ejercicio de la ira de Dios termina

Después de que se completen los mil años, Satanás es desatado. Él viene a la tierra, pero jamás vuelve a subir al cielo. Las naciones son probadas por su tentación. Ni siquiera haber visto a Cristo y haber gozado de los frutos de su gloria, pueden asegurar el corazón del hombre, ni los meros medios pueden hacerlo, si tiene que depender de ellos. Los hombres, muchos como la arena del mar, caen en las manos de Satanás tan pronto como son tentados. Disfrutando de la bendición en un momento en que la infidelidad será la ruina inmediata (quizás la muerte), y cuando no habrá nada que los tiente, serán infieles tan pronto como llegue la tentación, tan pronto como sus corazones sean puestos a prueba. Es la última y necesaria prueba del hombre; necesaria porque no podría disfrutar finalmente de Dios con su corazón natural, y el corazón natural no es puesto a prueba cuando la bendición presente depende del reconocimiento de un Cristo presente, visible y glorioso. La multitud seducida, que ya no se limita a un tercio de la tierra, es decir, a un distrito profético especial, sino que incluye la anchura de la tierra, se levanta contra el campamento de los santos y lo rodea, así como contra la ciudad amada, Jerusalén. Es notable no ver aquí la presencia especial de Cristo entre los santos. En apariencia, son dejados para ser envueltos por sus enemigos. El Señor permite esta prueba de fidelidad personal que separa claramente a los santos de los demás. Si apareciera, naturalmente la multitud hostil no se levantaría, y la prueba completa del corazón no demostraría la fidelidad de los santos que no escuchan los engaños de Satanás. Están presionados y rodeados por el enemigo, pero siguen siendo fieles. Una vez que esta separación y esta prueba completa han terminado, el juicio de Dios cae del cielo sobre aquellos que han sido seducidos y los destruye. Entonces el diablo es arrojado al lago de fuego donde se encuentran la bestia y el falso profeta, y donde serán atormentados por los siglos de los siglos.

Esto termina el ejercicio de la ira, la destrucción del poder hostil –escena extraña– ¡Dios teniendo enemigos en este mundo! Ahora se introduce el poder judicial con su propia ley. Se puede notar que no encontramos en este libro el ejercicio de este poder sobre los vivos. El poder hostil de la bestia es destruido por Aquel que juzga y lucha en justicia, habiendo sido tomados en gloria los santos celestiales. La multitud de apóstatas al final de los mil años es destruida por el fuego del cielo. Pero aquí no encontramos el juicio de Mateo 25, a menos que tenga algo que ver con el juicio en el capítulo 20, versículo 4, del Apocalipsis.

20.3 - El juicio de los muertos delante del gran trono blanco; Dios tratando con las almas; el libro de la vida; el lago de fuego, la muerte segunda

Ahora tenemos el juicio de los muertos. No se trata de una venida del Señor. Un gran trono blanco es establecido; el juicio es ejercido de acuerdo a la pureza de la naturaleza de Dios. No se trata de una acción hacia la tierra o hacia el poder del mal, sino hacia las almas. El cielo y la tierra –todo lo que había sido simplemente las escenas del juicio– han desaparecido. Los secretos del corazón de los hombres son juzgados por Aquel que los conoce todos. El cielo y la tierra huyen de la faz de Aquel que está sentado en el trono, y los muertos, grandes y pequeños, están de pie ante este asiento de poder y juicio. Los muertos son juzgados según sus obras, según lo que está escrito en los libros de la memoria. Pero se destaca otro elemento. Solo la gracia soberana salva según el plan de Dios (*). Hay un libro de la vida. El que no se encuentra allí escrito es arrojado al lago de fuego.

[*] De este modo, el propósito de Dios y la responsabilidad del hombre jamás se confunden, pero, a partir de los dos árboles en el huerto del Edén, dicho propósito y dicha responsabilidad están en yuxtaposición; la vida es llevada a estar en relación con la responsabilidad en la ley, la responsabilidad es colocada en primer lugar, presentándose así la demostración de que el hombre no puede estar delante de Dios; pero la cuestión se resuelve solo en Cristo, el cual llevó nuestros pecados, el cual murió por nosotros al pecado, y el cual es vida. Los consejos y la promesa de vida en Cristo vienen en primer lugar, lego la responsabilidad, en la criatura en la tierra, entonces la gracia cumple los consejos, en justicia, por medio de la cruz.

Pero esta era, finalmente, la escena finalizadora y separadora para toda la raza de los hombres y este mundo. Y aunque ellos fueron juzgados, cada uno según sus obras, aun así, la gracia soberana había librado solo a algunos; y el que no se halló inscrito en el libro de la gracia, fue lanzado en el lago de fuego. El mar entregó los muertos que había en él; y se dio fin para siempre a la muerte y al Hades mediante el juicio divino. El cielo y la tierra pasan, pero iban a ser revividos; pero la muerte y el Hades no reviven nunca jamás. Para ellos solo había destrucción y juicio divinos. Son considerados como el poder de Satanás. Él tiene el poder de la muerte y de las puertas del Hades; y es por eso que tanto la muerte como el Hades son destruidos judicialmente para siempre. Nunca más volverán a tener poder. Ellos son personificados como enemigos; pero, obviamente, no se trata de que hay para ellos tormento o castigo; pero sí los hay para diablo cuando es lanzado en el lago de fuego. Pero la muerte no fue destruida en aquel momento; porque los muertos malvados no habían resucitado para ser sometidos al juicio. Ellos resucitan ahora, y el último enemigo es destruido. La fuerza de la imagen, yo no lo dudo, es que todos los muertos juzgados ahora (todo el contenido del Hades, en el cual había estado el poder de la muerte) fueron lanzados en el lago de fuego, de modo que a la muerte y al Hades, los cuales no tenían existencia alguna sino solo a causa de estos muertos, se les dio fin entera y judicialmente al ser lanzados en el lago de fuego. Los santos habían salido hacía mucho tiempo de ellos; pero estos dos subsistían a causa de los malos. Ahora bien, con posterioridad al gran juicio del trono blanco, estos dos fueron lanzados en el lago de fuego –la muerte segunda. El límite y la medida de escape era el libro de la vida.

21 - CAPÍTULO 21

21.1 - Un cielo nuevo y una tierra nueva; Dios es todo en todos; la ciudad santa, la nueva Jerusalén; termina la historia de los modos de obrar de Dios

Pero hubo un cielo nuevo y una tierra nueva; pero ya no había mar –ninguna separación, ni hubo tampoco parte del mundo que no fuese llevada a una tierra ordenada delante de Dios. No encontramos aquí ningún reino medianero. El Cordero no está en esta escena. Dios es todo en todos. No más dolor o llanto, ningún pueblo terrenal de Dios distinto de los habitantes de la tierra. Estos habitantes son el pueblo de Dios, y Dios mismo está con ellos, pero además, su tabernáculo está con ellos. Esta es la ciudad santa, la nueva Jerusalén. La Iglesia tiene su carácter propio, es la morada de Dios en una manera especial, cuando sobreviene el estado inalterable, y todo es hecho nuevo. Dios es el fin, así como el principio. Al que tiene sed ahora, Dios le refrescará con la fuente del agua de la vida –el vencedor heredará todas las cosas. El mundo es ahora para el cristiano un gran Refidim (alusión a Éx. 17). Esta es la doble porción de la bienaventuranza final: él tendrá a Dios como su Dios, y será su hijo. Los que temieron andar por esa senda –los que no vencieron al mundo y a Satanás, sino que habían andado en iniquidad– tendrían su parte en el lago de fuego. Esto da fin a la historia de los modos de obrar de Dios.

21.2 - La ciudad celestial: su relación milenial con la tierra; la sede organizada del poder celestial; la nueva, y ahora celestial, ciudad capital del gobierno de Dios

Lo que sigue a continuación es la descripción de la ciudad celestial, así como anteriormente tuvimos la de Babilonia. Su carácter celestial, y su relación milenial con la tierra son revelados. Uno de los siete ángeles, como en el caso de Babilonia, viene a mostrar la desposada (la novia) al profeta, la esposa del Cordero. El resultado del juicio en la tierra es la introducción de mejores y más elevadas bendiciones. El profeta es llevado, como Moisés, a ver la escena de la promesa, y ve la nueva Jerusalén descendiendo del cielo, de Dios. Este era su carácter doble dado por Dios: divina en su origen y también celestial (comp. con 2 Cor. 5:1). Podría ser de Dios y terrenal. Podría ser celestial y angélica. Pero no era ninguna de las dos: era divina en origen y celestial en naturaleza y carácter. Estaba vestida con la gloria divina; y debe estarlo, ya que está fundamentada en la obra de Cristo. El fulgor de esta gloria era como de jaspe transparente, siendo usado el jaspe como un símbolo de la gloria divina (Apoc. 4:3). Esta ciudad es segura, teniendo un muro grande y alto. Este muro tiene doce puertas. Los ángeles vienen a ser los porteros de la gran ciudad, el fruto de la obra redentora de Cristo en gloria. Esto indicaba también, por parte del hombre llevado así en la Iglesia a la gloria, el lugar más elevado en la creación, y el orden providencial de Dios, del cual los ángeles habían sido previamente los administradores.

Las doce puertas están plenas de humana perfección de poder gubernamental administrativo. La puerta era el lugar de juicio. El número doce, y lo hemos visto a menudo, denota perfección y poder gubernamental. El carácter de este poder gubernamental está señalado por el nombre de las doce tribus. Dios las había gobernado así. Ellas no eran el cimiento; pero este carácter del poder se encontraba allí. Había doce cimientos, pero estos eran los doce apóstoles del Cordero. Ellos eran, en su obra, el cimiento de la ciudad celestial. De este modo, la exhibición del poder creativo y providencial, del gubernamental (Jehová) y la Iglesia, están todos reunidos en la ciudad celestial, que es la sede organizada del poder celestial. Esta ciudad no es presentada aquí como la desposada (la novia), aunque es la desposada (la novia), la esposa del Cordero. No la tenemos en el carácter paulino de cercanía de bendición a Cristo. Se trata aquí de la Iglesia fundada en Jerusalén bajo los doce –la sede organizada del poder celestial, la nueva, y ahora celestial, ciudad capital del gobierno de Dios. Ellos habían padecido y servido al Cordero en la Jerusalén terrenal, y bajo él eran los cimientos de la celestial. Ella es por igual, vasta y perfecta, y todo es medido y reconocido por Dios. No se trata ahora de un remanente medido; se trata de la ciudad. Ella no tiene perfección divina (eso no podía ser), pero tiene perfección divinamente dada. Es un cubo, todos sus lados son iguales, es decir, perfección finita. Así también el muro (recuerden que estos son meramente símbolos) era perfecto: 12 x 12. El muro que le daba seguridad era la gloria divina. Tal como está escrito acerca de la Jerusalén terrenal, «Salvación puso Dios por muros y antemuro» (Is. 26:1).

21.3 - La naturaleza de la ciudad es mostrada

La ciudad estaba formada, en su naturaleza, en justicia divina y santidad –oro puro, transparente como vidrio. Eso que era forjado, y aplicado ahora por el Verbo en los hombres abajo en la tierra, era la naturaleza misma de todo el lugar (comp. con Efe. 4:24). Las piedras preciosas, o la variada exhibición de la naturaleza de Dios, el cual es luz, en relación con la criatura (vista en creación, Eze. 28; en gracia en el pectoral del sumo sacerdote), resplandecían ahora en gloria permanente y adornaban los cimientos de la ciudad. Las puertas tenían la belleza moral, la cual atraía a Cristo en la iglesia y en un modo glorioso. Aquello sobre lo cual andaban los hombres, en lugar de traer peligro o contaminación, era, en sí mismo, justo y santo; las calles, todo aquello con lo cual los hombres se ponían en contacto, eran justicia y santidad –oro puro, transparente como vidrio.

21.4 - El templo de la ciudad donde los hombres se pueden acercar; su luz

La gloria de Dios no es velada por lo que llenaba de terror –no había un templo al cual los hombres se allegasen, pero donde ellos no pudiesen acercarse a Dios que permanecía oculto. El Señor Dios Todopoderoso y el Cordero eran su templo. Los hombres se pueden acercar a Dios y al Cordero en sus propias naturaleza y gloria, rodeados solo por esta gloria plenamente manifestada.

Tampoco había necesidad de luz creada allí en esta ciudad; la gloria de la naturaleza divina iluminaba todo, y el Cordero era la lumbrera de ella.

21.5 - El carácter de la ciudad

Observen aquí, que no tenemos al Padre como siendo el templo. Tenemos al Gobernante dispensacional revelado, el Dios verdadero, y el Cordero que ha hecho efectiva su gloria. Este era el carácter de la ciudad.

21.6 - La relación de la ciudad con los que están en la tierra; sus habitantes; la imposibilidad de que entre el mal; los únicos que encuentran lugar allí

La visión continúa para mostrar la relación de la ciudad con los que están en la tierra y sus habitantes; una aparente inconsistencia, pero que no es una inconsistencia real, puesto que la ciudad es contemplada como la propiedad de la esposa. Allí donde se habla de los habitantes, se trata de la bendición individual. Las naciones, que han sido perdonadas en los juicios en la tierra, andan a la luz de ella; el mundo lo hace, en una medida, en esa luz que la Iglesia tiene ahora. En aquel entonces, la gloria será perfecta. La ciudad disfruta de la luz directa interior; el mundo disfruta de la luz de la gloria que es transmitida. Los reyes de la tierra traen su gloria y honor a ella. Ellos reconocen que los cielos y el reino celestial es la fuente de todo, y traen allí su homenaje al poder. No hay noche allí, y sus puertas están siempre abiertas; no es necesaria defensa alguna contra el mal, aunque la seguridad divina no deja que el mal se acerque. Los propios reyes traen su homenaje voluntario a esta ciudad. Pero la gloria y el honor de los gentiles es llevada también a ella. El cielo es visto como la fuente de toda la gloria y el honor de este mundo. Por eso es que estos son ahora verdaderos. Nada que contamine entra allí, ni tampoco lo que introduce ídolos y falsedad. Ni el mal del hombre, ni el engaño de Satanás pueden existir o producir allí corrupción. ¡Cuán a menudo, cuando algo bueno es establecido ahora, el corazón atento sabe que el mal entrará, y Satanás engañará y corromperá! Nosotros tenemos la certeza que esto jamás puede suceder allí. Lo que caracterizaba a la ciudad santa no era meramente la ausencia del mal, sino la imposibilidad de que entrase. Estaba allí eso que, teniendo su fuente en la gracia perfecta, involucra todos los bienaventurados afectos en relación con el Cordero en los que están dentro de la ciudad. Solamente los que están inscritos en el libro de la vida del Cordero encontraron lugar en la ciudad.

22 - CAPÍTULO 22

22.1 - La relación de la ciudad santa con la tierra; el río de Dios y el árbol de la vida; la fuente de bendición está en la presencia constante de Dios; sus siervos reinando por los siglos de los siglos

La relación de la ciudad santa con la tierra, aunque esta ciudad no está en ella, se ve por todas partes. El río de Dios refrescaba la ciudad, y el árbol de la vida, cuyos frutos siempre maduros eran alimento para los habitantes de ella, tenía en sus hojas sanidad para las naciones. Solamente los santos glorificados comían siempre el fruto del crecimiento constante; pero lo que era manifestado y exhibido exteriormente, como hojas de un árbol, era la bendición constante para los que están en la tierra. Nosotros vemos la gracia caracterizando a la Iglesia en gloria. La nación y el reino que no sirvan a la Jerusalén terrenal perecerán totalmente –ella conserva su carácter terrenal y de realeza; la Iglesia conserva su carácter propio; las hojas del árbol del cual se alimenta son para sanidad. Ya no hay más maldición. El trono de Dios y del Cordero está en ella. Esta es la fuente de bendición, no de maldición; y sus siervos le sirven. A menudo ellos no pueden hacerlo aquí abajo como querrían. Observen que nuevamente, también aquí, se habla de Dios y del Cordero como siendo uno, como sucede constantemente en los escritos de Juan. Sus siervos tendrán el privilegio más completo de su constante presencia, verán su rostro, y el hecho de que ellos le pertenecen como siendo suyos, va a ser evidente para todos. No hay noche allí, ni necesidad de luz, porque Dios el Señor la da; y, en cuanto a su estado, ellos reinan, no por los mil años, así como lo hacen sobre la tierra, sino por los siglos de los siglos.

Esto pone término a la descripción de la ciudad celestial y al volumen profético completo. Lo que sigue a continuación se compone de advertencias, o la expresión final de los pensamientos de Cristo acerca de la Iglesia, y de la relación con ella.

22.2 - Se advierte, a los que les concierne, que guarden las palabras del libro debido a la cercanía de la venida de Cristo; la adoración de Juan rendida al ángel es rechazada; cuando el libro ponga término a su testimonio, los hombres permanecerían en el mismo estado para juicio o bendición; Cristo vendría en breve

El ángel declara la verdad de estas cosas, y que el Señor, Dios de los profetas –no como el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, ni tampoco como enseñando directamente a la Iglesia como morando en ella por el Espíritu– el Señor, Dios de los profetas ha enviado su ángel para informar a sus siervos acerca de estos acontecimientos. «¡He aquí…!», dice Cristo, hablando como antaño, en el espíritu profético elevándose hasta su testimonio personal, «¡He aquí, vengo pronto! Bienaventurado el que guarda las palabras de la profecía de este libro. La Iglesia es vista, no como siendo el tema de la profecía, sino como siendo «las [cosas] que son» (Apoc. 1:19), no tomando en cuenta el tiempo, especialmente el tiempo venidero. Los que guardaban las palabras de la profecía de este libro, son aquellos interesados en el libro, los que son advertidos de que Cristo pronto estará allí. No hay duda de que todos nosotros podemos beneficiarnos por ello, pero no estamos en las escenas de las que habla esta profecía. Juan, impresionado por la dignidad del mensajero, se postra y le habría adorado. Pero los santos de la Iglesia, incluso si son hechos profetas, no debían regresar a la incertidumbre de los días antiguos. El ángel era solo un ángel, el consiervo de Juan, y consiervo de sus hermanos los profetas: Juan debía adorar a Dios. Tampoco debían ser selladas las palabras de la profecía, como sucedió en el caso de Daniel (Dan. 12); el tiempo estaba cerca. Cuando la profecía pusiera término a su testimonio, los hombres permanecerían en el mismo estado para juicio o bendición. Y Cristo vendría pronto, y cada uno recibiría según fuese su obra. El versículo 7 era una advertencia en forma de bendición, para los que estaban en las circunstancias mencionadas, a guardar las palabras del libro, pero este versículo 12 es el registro de la venida de Cristo al juicio general de los vivos.

22.3 - Cristo mismo se anuncia como Dios antes y después de todo; la bendición de los redimidos, los lavados; la estrella resplandeciente de la mañana

Finalmente, Cristo mismo se anuncia, habiendo asumido la palabra en persona en el versículo 12, como el Alfa y la Omega, el principio y el fin –Dios antes y después de todo; y llenando la duración. Yo supongo que debemos tomar la verdadera lectura, a saber: «Bienaventurados aquellos que lavan sus ropas, para que tengan derecho de llegar al árbol de la vida, y que puedan entrar por las puertas en la ciudad» (Apoc. 22:14, VM). Los redimidos, los lavados, pueden entrar allí y alimentarse del árbol de la vida; ya que yo supongo que se trata aquí del fruto. Afuera están los inmundos y violentos, y los que aman la falsedad y la idolatría satánicas, pecan contra la pureza, contra su prójimo, contra Dios, y siguen a Satanás.

Esto pone término al resumen. El Señor Jesús se revela ahora a sí mismo en su Persona, hablando a Juan y a los santos, y declara quién es él, en qué carácter él aparece para decirlo a ellos. «Yo soy la raíz y el linaje de David» –el origen y el heredero de las promesas temporales de Israel; pero mucho más que esto– él es la Estrella resplandeciente de la mañana. Se trata de lo que él es antes de que aparezca, en ambos aspectos; solo que lo primero es con respecto a Israel, nacido del linaje de David según la carne. Pero el Señor ha asumido otro carácter: Él no ha salido aún como el Sol de justicia sobre este globo terráqueo sumido en la obscuridad; sino que, para la fe, el amanecer está allí, y la Iglesia le ve en la noche ahora avanzada, como la Estrella de la mañana, le conoce, mientras vela conforme a su propia Palabra, en su carácter resplandeciente, celestial –un carácter que no despierta a un mundo dormido, pero que es el deleite y gozo de aquellos que velan. Cuando salga el sol, él no será conocido así: la tierra jamás lo conocerá así, por muy resplandeciente que pueda ser el día. Cuando Cristo está en este lugar, el Espíritu mora en la Iglesia que está abajo, y la Iglesia tiene su relación propia. Es la Esposa de Cristo, y su deseo es hacia él.

22.4 - El clamor del Espíritu y la Esposa; nuestros deseo y esperanza comunes; la invitación es: «el que tiene sed, venga», «el que quiera, tome»

Por consiguiente, «el Espíritu y la Esposa dicen: Ven». Lo que despierta el deseo de la Esposa no es una advertencia de uno que viene como juez y como galardonador, sino la revelación de él mismo, según la relación en la cual la gracia la ha situado. Tampoco es un sentimiento o deseo: el Espíritu que mora en la Iglesia conduce y sugiere el pensamiento de ella. Pero el Espíritu, y el corazón de aquel que disfruta la relación, se vuelven también a los demás. «El que oye» –es decir, aquel que oye la voz del Espíritu en la Iglesia– únase al clamor, y diga, «Ven». Se trata de una esperanza común, este debería ser nuestro deseo común; y la conciencia de lo que está por venir sobre la tierra, y la conciencia del fracaso en las cosas que son, solo debiesen, aunque ello fuese, en verdad, un motivo inferior, incitar a todos a clamar. Pero mientras está aquí, el santo tiene también otro lugar. No solo sus deseos se elevan en pos de Dios y del Esposo celestial, sino que él refleja el carácter conocido de Dios, teniendo su naturaleza y Espíritu, manifestado también en el amor de Cristo, y en la posesión del agua viva, aunque no del Esposo. Dicho santo se vuelve e invita a otros, «el que tiene sed, venga», y lo proclama entonces al mundo, «y el que quiera, tome del agua de la vida gratuitamente». Así, el lugar completo del santo celestial, consciente del lugar de la Iglesia, es sacado a la luz en este versículo, desde su deseo por la venida de Cristo hasta su llamamiento a todo aquel que quiera venir.

22.5 - Advertencia a preservar la integridad del libro; la animadora certidumbre de Cristo; la promesa y el deseo como las últimas palabras de Jesús en el corazón

La integridad del libro es preservada mediante una advertencia solemne acerca del peligro de perder una parte en el árbol de la vida [*] y en la santa ciudad.

[*] En cuanto al versículo 19, la verdadera traducción y lectura es aquí «árbol», no «libro»; pero el libro de la vida no es vida, ni el hecho de que nuestros nombres estén inscritos allí es el registro final, aunque lo sea a primera vista, a menos que, en efecto, ellos hayan sido inscritos allí antes de la fundación del mundo; pero, aun así, no es la misma cosa que el hecho de poseer vida.

Cristo alegra, entonces, el corazón del santo, asegurando que él vendría en breve; y el corazón del santo verdadero responde con sincero y ferviente deseo, «Amén; sí, ven, Señor Jesús». Y entonces, con la salutación de gracia, el libro finaliza, dejando en el corazón la promesa y el deseo de las últimas palabras de Jesús.

22.6 - La posición consciente de los santos presentada en el principio y en el final del libro

Que el lector observe aquí que, en el principio y en el final del libro, antes y después de las declaraciones proféticas, tenemos, en una manera hermosa, la posición consciente de los santos. La primera mención, al comienzo del libro completo, presenta la bendición individual, consciente, por medio de lo que Cristo ha hecho. La última mención presenta la posición completa de la Iglesia, distinguiendo así claramente los santos bajo el evangelio, de aquellos cuyas circunstancias son dadas a conocer proféticamente a ellos en este libro. «Al que nos amó, y nos lavó de nuestros pecados con su sangre, y nos hizo reyes y sacerdotes para Dios, su Padre» (Apoc. 1:5-6). Tan pronto como Cristo es nombrado (y es así en ambos casos), despierta en los santos la conciencia del amor de Cristo y del lugar de ellos en relación con él. Ellos están ya lavados de sus pecados en su sangre, y han sido hechos reyes y sacerdotes para Dios, su Padre –es decir, tienen su lugar y estado fijo, antes que se desarrolle cualquier parte profética del libro, y en el reino venidero, ellos disfrutarán de aquel lugar, no por ser bendecidos bajo Cristo, sino por estar asociados con él. Ellos tienen aquí su lugar simplemente en el reino y en el sacerdocio; se trata de un derecho individual resultante de su primera venida. Ellos son amados, lavados en Su sangre, y son asociados con él en el reino.

22.7 - Cristo como la estrella resplandeciente de la mañana:

• La Iglesia es motivada en amor activo; el deseo del Espíritu, y

• La Esposa por la segunda venida de Cristo; el llamado del Espíritu.

Al final del libro, Cristo es revelado como la estrella resplandeciente de la mañana, un lugar que no forma parte de la profecía, pero que en el cual la Iglesia, que le ha esperado, es asociada, de por sí, con él, y con el reino (compárese con la promesa a los vencedores en Tiatira) [*].

[*] Compárese con el lugar de la nube en Lucas 9 (en la transfiguración). Allí está la voz del Padre.

Esto motiva en amor activo (no como antes, sencillamente siendo amados, y lo que somos hechos) –en primer lugar, amor dirigido hacia Cristo en la conocida relación de la Iglesia con él, después hacia los santos que oyen, a continuación, hacia los sedientos y entonces hacia todo el mundo. El deseo de la Iglesia, como la Esposa con la cual está el Espíritu, es dirigido a la segunda venida de Cristo para sí misma –a la posesión de la estrella resplandeciente de la mañana; entonces el Espíritu se vuelve a los santos, llamándoles a decir a Jesús, «Ven» –los llama a unirse en este deseo. Pero tenemos el Espíritu, aunque no el Esposo; por consiguiente, todo el que tiene sed es llamado a venir y beber, y así, el evangelio es proclamado ampliamente, «el que quiera, tome del agua de la vida gratuitamente». Es el amor actuando en el santo por todas partes, el amor que viene de Cristo a los pecadores en el mundo.


Traducido del inglés por: B.R.C.O

Cotejado con el mismo artículo de Bibliquest en francés