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Sinopsis — Mateo


person Autor: John Nelson DARBY 89

library_books Serie: Sinopsis

(Fuente autorizada: graciayverdad.net)


Todas las citas bíblicas se encierran entre comillas dobles ("") y estas han sido tomadas de la Versión Reina-Valera Revisada en 1960 (RVR60) excepto en los lugares en que, además de las comillas dobles (""), se indican otras versiones, tales como:

  • LBLA (La Biblia de las Américas, Copyright 1986, 1995, 1997 by The Lockman Foundation, Usada con permiso)
  • Nuevo Testamento Interlineal Griego-Español por Francisco Lacueva (Editorial Clie)
  • Versión Moderna, traducción de 1893 de H.B.Pratt, Revisión 1929 (Publicada por Ediciones Bíblicas - 1166 Perroy, Suiza)

1 - Introducción

1.1 - El carácter y el ámbito distintivos del Evangelio de Mateo

Consideremos ahora el Evangelio según Mateo. Este Evangelio nos presenta a Cristo bajo el carácter de Hijo de David y de Abraham, es decir, en relación con las promesas hechas a Israel, pero le presenta además como Emanuel, Jehová el Salvador, porque tal era el Cristo. Es Él quien, si hubiese sido recibido, habría cumplido las promesas - y lo hará en un futuro - a favor de este amado pueblo. Este Evangelio es, de hecho, la historia de Su rechazo por el pueblo y, consecuentemente, la de la condenación del pueblo mismo, hasta donde alcanzaba su responsabilidad - puesto que los designios de Dios no pueden fallar - y la sustitución por aquello que Dios iba a introducir de acuerdo a Su propósito.

En proporción a cómo se desarrolla el carácter del Rey y del reino, y cómo suscita la atención de los guías del pueblo, ellos se le oponen, y se privan a ellos mismos, así como al pueblo que los sigue, de todas las bendiciones relacionadas con la presencia del Mesías. El Señor les declara las consecuencias de ello, y muestra a Sus discípulos la posición del reino que se establecerá en la tierra después de Su rechazo, y también las glorias que resultarían para Él y para Su pueblo junto a Él. Y en Su persona, y en lo que se refiere a Su obra, la fundación de la asamblea es también revelada - la iglesia como erigida por Él mismo. En una palabra, como resultado de Su rechazo por Israel, primero se revela el reino tal como existe ahora (cap. 13), luego la iglesia (cap. 16), y luego el reino en la gloria (cap. 17).

Finalmente, después de Su resurrección, una nueva comisión dirigida a todas las naciones es dada a los apóstoles enviados por Jesús resucitado [1].

[1] Esta comisión fue entregada a partir de la resurrección en Galilea; no desde el cielo o la gloria, esa fue [entregada a Pablo] cerca de Damasco.

2 - Capítulo 1

2.1 - La genealogía legal del Señor desde David y Abraham; su objetivo

Siendo el objetivo del Espíritu de Dios, en este Evangelio, presentar a Jehová cumpliendo las promesas hechas a Israel, y las profecías que se refieren al Mesías (y nadie puede dejar de sentirse impactado por el número de referencias a su cumplimiento), Él comienza con la genealogía del Señor, empezando desde David y Abraham, los dos linajes de los que brotó la genealogía mesiánica, y a los cuales habían sido hechas las promesas. La genealogía se divide en tres períodos conforme a tres grandes divisiones de la historia del pueblo: desde Abraham al establecimiento de la realeza en la persona de David, desde el establecimiento de la realeza hasta la cautividad, y desde la cautividad hasta Jesús.

Podemos observar que el Espíritu Santo menciona, en esta genealogía, los graves pecados cometidos por las personas cuyos nombres se dan, magnificando la soberana gracia de Dios que pudo dar un Salvador en relación con pecados tales como los de Judá, con una pobre moabita introducida en Su pueblo, y con crímenes como los de David.

Es la genealogía legal la que se da aquí, es decir, la genealogía de José, de quien Cristo era el heredero legítimo según la ley Judía. El evangelista ha omitido tres reyes del linaje de Acab, para tener catorce generaciones en cada período. También se omite a Joacaz y a Joacim. No se afecta en absoluto el objetivo de la genealogía por esta circunstancia. El propósito era darla a conocer da tal forma que los Judíos la reconocieran, y todos los reyes eran bien conocidos por todos.

2.2 - El nacimiento de Jesús: la importancia infinita y eterna de sus hechos

Mateo relata brevemente los hechos concernientes al nacimiento de Jesús, hechos que son de infinita y eterna importancia no solo para los Judíos, para quienes eran de interés inmediato, sino también para nosotros, hechos en los cuales Dios se ha dignado unir Su propia gloria con nuestros intereses, con el hombre.

María se hallaba desposada con José. Su descendencia era, en consecuencia, la de José legalmente, en lo que se refiere a los títulos de herencia; pero el hijo que llevaba en su interior era de origen divino, concebido por el poder del Espíritu Santo. Él ángel de Jehová es enviado como instrumento de la providencia, para satisfacer la tierna conciencia y el corazón recto de José, comunicándole que lo que María había concebido era del Espíritu Santo.

Podemos señalar aquí que el ángel se dirige a José en esta ocasión como a "hijo de David." El Espíritu Santo dirige así nuestra atención a la relación de José (considerado padre de Jesús) con David, siendo María llamada su esposa. El ángel da, al mismo tiempo, el nombre de Jesús (es decir, Jehová el Salvador) al niño que había de nacer. Aplica este nombre a la liberación de Israel de la condición en la que el pecado les había sumido [2]. Todas estas circunstancias sucedieron para cumplir lo que Jehová había dicho por boca de Su profeta: "He aquí que la virgen concebirá y dará a luz un hijo, y llamarás su nombre Emanuel, que traducido es: Dios con nosotros."

[2] Está escrito: "porque él salvará a su pueblo", demostrando claramente el título de Jehová contenido en la palabra Jesús o Josué. Esto es porque Israel era el pueblo del Señor, es decir, de Jehová.

2.3 - Los títulos del Señor delineando el perfil que Él solo podía llenar

Aquí está, entonces, lo que el Espíritu de Dios nos presenta en estos pocos versículos: a Jesús, el Hijo de David, concebido por el poder del Espíritu Santo; Jehová, el Salvador, que libera a Israel de sus pecados; Dios con ellos, el que cumplió aquellas maravillosas profecías que, con más o menos claridad, dibujaban el perfil que solamente el Señor Jesús podía llenar.

José, hombre justo, sencillo de corazón y obediente, discierne sin dificultad la revelación del Señor y la obedece.

Estos títulos marcan el carácter de este evangelio, es decir, la manera en que Cristo es presentado en él. ¡Y cuán maravillosa es la revelación de Aquel por quien la palabra y las promesas de Jehová habían de cumplirse! ¡Qué fundamento de verdad para la comprensión de lo que esta gloriosa y misteriosa Persona era, de quien el Antiguo Testamento había dicho suficiente para despertar los deseos y confundir las mentes del pueblo al que Él fue dado!

Nacido de mujer, nacido bajo la ley, heredero de todos los títulos de David según la carne, también Hijo de Dios, Jehová el Salvador, Dios con Su pueblo, ¿quién podría comprender o sondear el misterio de Su naturaleza, en quien todas estas cosas se combinaban? Su vida, según veremos, expone la obediencia del hombre perfecto, las perfecciones y el poder de Dios.

2.4 - Los títulos característicos asociados con la gloria de Cristo en Israel

Los títulos que acabamos de nombrar, y que leemos en los versículos 20-23 de este primer capítulo, están relacionados con Su gloria en medio de Israel, es decir, el heredero de David, Jesús el Salvador de Su pueblo, y Emanuel. El hecho de haber nacido del Espíritu Santo, cumplió el Salmo 2:7 en cuanto a Él como hombre nacido en la tierra. El nombre de Jesús y Su concepción por el poder del Espíritu Santo, estaban, sin duda, más allá de esta relación, pero están ligados también de un modo especial con Su posición en Israel [3].

[3] La relación más amplia se da con más detalle en el Evangelio según Lucas, donde se traza su genealogía hasta Adán; pero aquí, el título de Hijo del Hombre es especialmente apropiado.

3 - Capítulo 2

3.1 - Reconocido formalmente por los Gentiles como Rey de los Judíos

Nacido así, caracterizado así por el ángel y cumpliendo las profecías que anunciaban la presencia de Emanuel, Él es formalmente reconocido como Rey de los Judíos por los Gentiles, que son conducidos por la voluntad de Dios actuando en los corazones de sus magos [4]. Es decir, que hallamos al Señor, a Emanuel, el Hijo de David, Jehová el Salvador, el Hijo de Dios, nacido Rey de los Judíos, reconocido por los principales de los Gentiles. Este es el testimonio de Dios en el evangelio de Mateo, y el carácter en que Jesús es ahí presentado. Después, en la presencia de Jesús así revelado, vemos a los líderes de los Judíos en relación con un rey extranjero, conociendo aunque fuese a modo de sistema, las revelaciones de Dios en Su palabra, pero totalmente indiferentes a Aquel que era su objeto; y a ese rey, enemigo acérrimo del Señor, del verdadero Rey y Mesías, procurando darle muerte.

[4] La estrella no guía a los magos desde su propio país hasta Judea. Le plació a Dios presentar este testimonio a Herodes y a los líderes del pueblo. Habiendo sido dirigidos por la palabra (el significado de la cual fue declarada por los propios sacerdotes principales y escribas, y según la cual Herodes les envió a Belén), ellos vuelven a ver la estrella que vieron en su propio país, la cual los conduce a la casa. Su visita también tuvo lugar un tiempo después del nacimiento de Jesús. No hay duda de que vieron la estrella por primera vez en el tiempo de Su nacimiento. Herodes hace sus cálculos según el momento de la aparición de la estrella, el cual conoció por medio de los magos. Los magos deben haber tardado un tiempo en llegar. El nacimiento de Jesús se relata en el capítulo 1. En el primer versículo de Mateo 2, debería leerse lo siguiente: "Mas habiendo nacido Jesús"; esto habla de un tiempo ya pasado. Yo comentaría también aquí, que las profecías del Antiguo Testamento se citan de tres maneras que no se deben confundir: "para que fuese cumplido" (Mateo 1:22, 23 - Nuevo Testamento Interlineal Griego-Español por Francisco Lacueva, Editorial Clie), "para que así se cumpliese" (Mateo 2:23 - Nuevo Testamento Interlineal Griego-Español por Francisco Lacueva, Editorial Clie); y, "entonces se cumplió" (Mateo 2:17 - RVR60). En el primer caso se refiere al objetivo de la profecía; Mateo 1:22, 23 puede servir como un ejemplo. El segundo caso es una realización contenida en el alcance de la profecía, pero no el único y completo pensamiento del Espíritu Santo; Mateo 2:23 puede servir como ejemplo. En el tercero, es simplemente un hecho que corresponde con lo que se ha citado, que en su espíritu se aplica a ella, sin ser su propósito explícito. Un caso como este se encuentra en Mateo 2:17. No me consta que las dos primeras se distingan en nuestra traducción (inglesa). Confío en poder señalar concretamente la diferencia donde el significado lo requiera.

3.2 - La providencia de Dios sobre el niño nacido a Israel

La providencia de Dios cuida del niño nacido a Israel, empleando medios que ponen plenamente en evidencia la responsabilidad de la nación, y que llevan a cabo, al mismo tiempo, todas las intenciones de Dios con respecto a este único remanente verdadero de Israel, esta única fuente verdadera de esperanza para el pueblo. Porque, fuera de Él, todo se vendría abajo y todo sufriría las consecuencias de estar en relación con el pueblo.

3.3 - El Renuevo verdadero recomenzando la historia de Israel desde Egipto

Descendido a Egipto para evitar el cruel designio de Herodes de quitarle la vida, llega a ser el verdadero Renuevo; Él recomienza (es decir, moralmente), la historia de Israel en Su propia Persona, así como (en un sentido más amplio), la historia del hombre como el segundo Adán en relación con Dios; solo que para que esto suceda, Su muerte debe acontecer - por todos, sin duda, para bendición. Pero Él era Hijo de Dios y Mesías, por consecuencia, Hijo de David. Pero para tomar su propio lugar como Hijo del Hombre, Él debe morir (véase Juan 12). No es solamente la profecía de Oseas, "De Egipto llamé a mi Hijo", la cual se aplica así a este verdadero comienzo de Israel en gracia (como el amado de Dios) y según Sus consejos (habiendo el pueblo fracasado enteramente, de modo que sin esto, Dios debiera haberlos cortado). Hemos visto, en Isaías, a Israel el siervo dando lugar a Cristo el Siervo, quien reúne al remanente fiel (los hijos que Dios le ha dado mientras esconde su rostro de la casa de Jacob) que llega a ser el núcleo de la nueva nación de Israel según Dios. El capítulo 49 de ese profeta muestra la transición de Israel a Cristo de manera notable. Además, esta es la base de toda la historia de Israel, contemplado como habiendo fracasado bajo la ley, y siendo restablecido en gracia. Cristo es moralmente el nuevo linaje del que ellos brotan (compárese Isaías 49:3, 5). [5]

[5] En el versículo 5 [de Isaías 49], Cristo asume este título de Siervo. También encontramos a Cristo sustituyendo a Israel en Juan 15. Israel había sido la viña hecha venir de Egipto (Salmo 80:8). Cristo es la vid verdadera.

3.4 - Hijo de Dios en Nazaret de Galilea entre los despreciados del pueblo

Habiendo muerto Herodes, Dios lo da a conocer a José en un sueño, mandándole que regrese con el niño y su madre "a tierra de Israel". Debemos resaltar que la tierra es mencionada aquí por el nombre que recuerda los privilegios otorgados por Dios. No es a Judea ni a Galilea, es "a tierra de Israel." Pero, ¿puede el Hijo de David, al entrar en ella, aproximarse al trono de sus padres? No: debe tomar el lugar de un extranjero entre los despreciados de Su pueblo. Dirigido por Dios mediante un sueño, José Le lleva a Galilea, cuyos habitantes eran objeto de soberano desprecio por parte de los Judíos, al no estar en relación habitual con Jerusalén y Judea, la tierra de David, de los reyes reconocidos por Dios, y del templo, y donde incluso el dialecto de la lengua común a ambos delataba su separación práctica de aquella parte de la nación que, por el favor de Dios, había retornado a Judea desde Babilonia.

Incluso en Galilea, José se establece en un lugar del cual el nombre mismo era un oprobio para quien habitara allí, y una mancha sobre su reputación.

Tal fue la posición del Hijo de Dios cuando vino a este mundo, y tal la relación del Hijo de David con Su pueblo cuando, por gracia y según los consejos de Dios, estuvo entre ellos. Por una parte, Emanuel, Jehová su Salvador; por otra, el Hijo de David; pero, al tomar Su lugar entre Su pueblo, se asociaba con los más pobres y más despreciados del rebaño, Él se refugiaba en Galilea de la iniquidad de un falso rey, quien, mediante la ayuda de los Gentiles de la cuarta monarquía (Roma), reinaba sobre Judea, y con quien los sacerdotes y gobernantes del pueblo se hallaban relacionados; estos últimos, infieles a Dios e insatisfechos con los hombres, detestando orgullosamente un yugo que sus pecados habían traído sobre ellos, y que no se atrevían a sacudirse de encima, si bien no eran suficientemente sensibles a sus pecados como para someterse a él como al justo castigo de Dios. Así es como el Mesías nos es presentado por este evangelista, o más bien por el Espíritu Santo, en relación con Israel.

4 - Capítulo 3

4.1 - El ministerio triple de Juan el Bautista

Comenzamos ahora en este capítulo Su verdadera historia. Juan el Bautista viene para preparar el camino de Jehová delante de Él, según la profecía hecha a Isaías; anunciando que el reino de los cielos está cerca y llamando al pueblo a arrepentirse. El ministerio de Juan a Israel es caracterizado en este evangelio por medio de estas tres cosas. En primer lugar, Jehová el Señor mismo iba a venir. El Espíritu Santo omite las palabras "a nuestro Dios" (ver Isaías 40:3) al final del versículo 3, porque Jesús viene como hombre en humillación, aunque reconocido, al mismo tiempo, como Jehová, e Israel no podía ser reconocido así como teniendo título para decir "nuestro". En segundo lugar, el reino de los cielos [6]; estaba cerca esta nueva dispensación que sustituiría aquella que, propiamente hablando, pertenecía al Sinaí, donde el Señor había hablado en la tierra. En esta nueva dispensación 'los cielos deberían reinar'. Ellos deberían ser la fuente de, y caracterizar, la autoridad de Dios en Su Cristo. En tercer lugar, el pueblo, en lugar de ser bendecido en su actual condición, era llamado al arrepentimiento en vista del acercamiento de este reino. Juan, por lo tanto, toma su lugar en el desierto, apartándose de los Judíos, con los que no podía asociarse porque él vino en camino de justicia (Mateo 21:32). Su comida es la que encuentra en el desierto (incluso sus vestiduras proféticas son un testimonio de la posición que pasó a ocupar de parte de Dios), él mismo siendo lleno del Espíritu Santo.

[6] Esta expresión se halla solamente en Mateo, ocupada especialmente con relación a las dispensaciones, y con los tratos de Dios con los Judíos. "El reino de Dios" es el nombre genérico. "El reino de los cielos" es el reino de Dios, pero es el reino de Dios como tomando especialmente este carácter de gobierno celestial; más adelante encontraremos a este reino dividido en el reino de nuestro Padre y el reino del Hijo del Hombre.

De este modo fue él un profeta, pues vino de Dios, y así se presentaba a sí mismo cuando se dirigía al pueblo de Dios para que se arrepintieran, y anunciaba las bendiciones de Dios conforme a las promesas de Jehová el Dios de ellos; pero él era más que un profeta, pues declaraba como una cosa inmediata, la introducción de una dispensación nueva, largamente esperada, y el advenimiento del Señor en Persona. Al mismo tiempo, aunque vino a Israel, no reconoció al pueblo, porque iban a ser juzgados, la era de la trilladura de Jehová (Isaías 21:10 - Versión Moderna), debía ser purificada y los árboles que no llevaban fruto debían ser cortados. Sólo sería un remanente el que Jehová situaría en la nueva posición en el reino que él anunciaba, sin ser aún revelado el modo en que iba a ser establecido. Juan anunciaba el juicio del pueblo.

4.2 - Dios el Señor en medio de Su pueblo Israel

¡Qué hecho de inconmensurable grandeza era la presencia del Señor Dios en medio de Su pueblo, en la Persona de Aquel que, aunque indudablemente iba a ser el cumplimiento de todas las promesas, era necesariamente el Juez de todo el mal que existía entre Su pueblo, aunque fuese rechazado!

Y mientras más nosotros demos a estos pasajes su verdadera aplicación, es decir, mientras más los apliquemos a Israel, tanto más aprenderemos su verdadera fuerza [7].

[7] Y debemos recordar que, además de las promesas especiales a Israel y de su llamamiento como pueblo terrenal de Dios, ese pueblo era contemplado tan solo en su responsabilidad para con Dios bajo el cultivo más pleno que Dios podía darles. Hasta el diluvio hubo un testimonio, pero ningunas relaciones dispensacionales o instituciones de Dios. Después del diluvio, en el mundo nuevo, hubo gobierno humano, el llamamiento y las promesas en Abraham, la ley, el Mesías, Dios venido en gracia, todo aquello que Dios podía hacer, y que en paciencia perfecta se hizo, pero en vano cuanto al bien en la carne. Y ahora Israel estaba siendo apartado en la carne, y su carne juzgada, la higuera maldita como árbol infructuoso, y el hombre de Dios, el segundo Adán, Aquel en quien la bendición era por medio de la redención, era introducido en el mundo. En los tres primeros evangelios, como hemos visto, tenemos a Cristo presentado al hombre para ser recibido; en Juan, el hombre e Israel son puestos aparte, y los caminos soberanos de Dios en gracia y resurrección son introducidos.

4.3 - La necesidad eterna de arrepentimiento; las consecuencias de rechazar el llamamiento de Dios a arrepentirse

Sin duda el arrepentimiento es una necesidad eterna para cada alma que viene a Dios. Pero ¡qué luz se arroja en esta verdad cuando interviene el Señor mismo, que llama a Su pueblo a este arrepentimiento y pone aparte - ante su rechazo - el sistema completo de sus relaciones con Él, y establece una nueva dispensación - un reino que sólo pertenece a aquellos que le escuchan - y causando, finalmente, que Su juicio prorrumpa sobre Su pueblo y sobre la ciudad que Él tanto había apreciado! "¡Oh si hubieras conocido, tú, siquiera en este tu día, las cosas que hacen a tu paz! ¡mas ahora están encubiertas de tus ojos!" (Lucas 19:42 - Versión Moderna).

4.4 - Juicio inminente; un nuevo estado distinguido por el bautismo

Esta verdad da lugar a la exhibición de otra más importante y elevada, anunciada aquí con relación a los derechos soberanos de Dios más que con sus consecuencias, pero que ya contenía en sí misma todas aquellas consecuencias. Gentes de todas partes, y como aprendemos en otra parte, los impíos y los despreciados, salieron para ser bautizados confesando sus pecados. Pero aquellos que, a sus propios ojos, ostentaban el lugar principal entre el pueblo, eran a los ojos del profeta, quien amaba al pueblo conforme a Dios, los objetos del juicio que él anunciaba. La ira era inminente. ¿Quién había advertido a estos hombres escarnecedores que huyeran de ella? Que se humillen como el resto, que tomen su verdadero lugar y que demuestren su cambio de corazón. El jactarse de los privilegios de su nación, o de sus padres, no les daba ninguna ventaja ante Dios. Él exigía lo que Su naturaleza misma, lo que Su verdad misma, demandaban. Además, Él era soberano; Él era capaz de levantar hijos a Abraham aun de las piedras. Esto es lo que ha hecho Su gracia soberana, por medio de Cristo, en lo que respecta a los Gentiles. Se necesitaba una realidad. El hacha estaba puesta a la raíz de los árboles, y los que no daban buen fruto debían ser cortados. Este es el gran principio moral que el juicio iba a poner en vigor. El golpe no se había dado todavía, pero el hacha estaba ya a la raíz de los árboles. Juan había venido para llevar a los que recibieran su testimonio a una nueva posición, o, a lo menos, a un nuevo estado de cosas para el que estaban siendo preparados. Según se arrepintieran o no, él los distinguiría del resto mediante el bautismo. Pero Aquel que venía después de Juan, Aquel cuyo calzado Juan no era digno - limpiaría completamente Su era (Mateo 3:12 - Versión Moderna), separaría aquellos que eran verdadera y moralmente suyos, de entre Su pueblo Israel (esta era Su era), y ejecutaría el juicio sobre los demás. Por su parte, Juan abrió la puerta al arrepentimiento de antemano; después vendría el juicio.

4.5 - El bautismo doble atribuido a Jesús por Juan

El juicio no era la única obra que pertenecía a Jesús. No obstante, dos cosas son atribuidas a Él en el testimonio de Juan: Él bautiza con fuego - este es el juicio anunciado en el versículo 12, que consume todo lo que es malo. Pero Él bautiza también con el Espíritu Santo - ese Espíritu que, dado al hombre y actuando en él con divina energía, y vivificado, redimido, limpiado en la sangre de Cristo, lo saca fuera de la influencia de todo lo que obra en la carne y lo sitúa en relación y en comunión con todo lo que es revelado por Dios, con la gloria a la cual Él trae a Sus criaturas en la vida que Él comunica, destruyendo moralmente en nosotros el poder de todo lo que es contrario al goce de estos privilegios.

4.6 - El único buen fruto reconocido por Juan

Observen aquí que el único buen fruto reconocido por Juan, como vía de escape, es la confesión sincera del pecado hecha por medio de la gracia. Sólo aquellos que la hacen escapan del hacha. No había realmente árboles buenos, salvo aquellos que confesaban ser malos.

Pero ¡qué solemne momento fue este para el pueblo amado de Dios! ¡Qué acontecimiento era la presencia de Jehová en medio de la nación con la que Él mantenía una relación!

4.7 - El Mesías presentado como Jehová el Juez

Observen que Juan el Bautista no presenta aquí al Mesías como el Salvador venido en gracia, sino como la Cabeza del reino, como Jehová, quien ejecutaría juicio si el pueblo no se arrepintiera. Más adelante veremos la posición que Él tomó en gracia.

4.8 - El bautismo de Jesús: la presentación que hace el Señor de Sí mismo con Su pueblo en gracia

En el versículo 13, Jesús mismo, que hasta ahora ha sido presentado como el Mesías, e incluso como Jehová, viene a Juan para ser bautizado con el bautismo de arrepentimiento. Debemos recordar que venir a este bautismo era el único buen fruto que un Judío, en su condición de entonces, podía producir. El hecho mismo demostraba ser el fruto de una obra de Dios - de la obra eficaz del Espíritu Santo. El que se arrepiente confiesa que anteriormente ha caminado lejos de Dios; así que es un nuevo movimiento, el fruto de la palabra y de la obra de Dios en él, la señal de una vida nueva, de la vida del Espíritu en su alma. Por el hecho mismo de la misión de Juan, no existía otro fruto, ni ninguna otra prueba admisible de vida de Dios, en un Judío. No debemos inferir de ello que no hubiese nadie en quien el Espíritu no actuaba ya de forma vital; pero, en esta condición del pueblo, y según el llamamiento de Dios por medio de Su siervo, el retorno del corazón a Dios era la prueba de esta vida. Estos eran el verdadero remanente del pueblo, aquellos que Dios reconocía como tales; y de esta forma ellos fueron separados de la masa restante, quienes estaban madurando para el juicio. Estos eran los verdaderos santos - los excelentes de la tierra; aunque la humillación propia del arrepentimiento pudiera ser su único lugar verdadero. Era allí donde tenían que comenzar. Cuando Dios introduce misericordia y justicia, ellos se benefician de la primera con gratitud, confesando que es su único recurso, e inclinan su corazón delante de la última, como la justa consecuencia de la condición del pueblo de Dios, pero aplicándosela a ellos mismos.

Ahora Jesús se presenta a Sí mismo en medio de aquellos que hacen esto. No obstante ser el verdadero Señor Jehová, el Juez justo de Su pueblo, Aquel que debía limpiar Su era, Él, sin embargo, toma Su lugar entre el remanente fiel que se humilla ante este juicio. Él toma el lugar del más bajo de Su pueblo ante Dios; como en el Salmo 16, Él llama a Jehová Su Señor, diciéndole: "Mi bondad no te aprovecha a ti." (Salmo 16:2 - Versión Moderna); y dice a los santos y a los excelentes de la tierra: "en quienes tengo toda mi complacencia." (Salmo 16:3 - Versión Moderna). Perfecto testimonio de gracia - el Salvador identificándose, conforme a Su gracia, con el primer movimiento del Espíritu en los corazones de Su propio pueblo, humillándose no solamente al condescender Él en gracia hacia ellos, sino ocupando Su lugar, como uno de ellos, en la verdadera posición de ellos ante Dios; no meramente para consolar sus corazones mediante tal bondad, sino para mostrarse compasivo ante sus dolores y dificultades, con el fin de ser el modelo, la fuente, y la expresión perfecta de cada sentimiento adecuado a su posición.

4.9 - La asociación del Señor con los pobres del rebaño para conducirlos al disfrute de la bendición

Él no se podía asociar con el Israel impío e impenitente, pero con el primer efecto vivo de la Palabra y del Espíritu de Dios en los pobres del rebaño, Él podía y lo hizo en gracia. Él lo hace así ahora. Con el primer paso correcto, uno realmente de Dios, Cristo es hallado.

Pero había aún más. Él viene para traer a quienes Le recibían a una relación con Dios, según el favor que se hallaba en una perfección como la Suya, y en el amor que, al asumir la causa de Su pueblo, satisfacía el corazón del Señor, y, habiendo glorificado perfectamente a Dios en todo lo que Él es, hizo posible que Él mismo se satisficiera con la bondad. Sabemos, en efecto, que para hacer esto, el Salvador tuvo que poner Su vida, pues la condición del Judío, así como la de todo hombre, requería este sacrificio antes de que el uno o el otro pudieran tener relación alguna con el Dios de la verdad. Pero incluso para ello, el amor de Jesús no falló. No obstante, Él está aquí conduciéndolos al goce de la bendición expresada en Su Persona, que debía quedar firmemente fundamentada en este sacrificio - bendición que ellos debían alcanzar por el camino del arrepentimiento, en el cual entraban mediante el bautismo de Juan; el cual Jesús recibió con ellos, para que pudiesen continuar juntos hacia la posesión de todas las cosas buenas que Dios había preparado para los que le amaban.

4.10 - La oposición de Juan; el verdadero carácter de la acción del Señor

Sintiendo Juan la dignidad y la excelencia de la Persona de Aquel que vino a él, se opone a la intención del Señor. Mediante esto, el Espíritu Santo quiere exponer el verdadero carácter de la acción de Jesús. En cuanto a Él, fue la justicia lo que Le llevó allí, y no el pecado - justicia que Él cumplió en amor. Él, así como Juan el Bautista, cumplió lo que pertenecía al lugar que Dios le había asignado. Al mismo tiempo, con qué condescendencia Él se une con Juan: "conviene que cumplamos". Él es el Siervo humilde y obediente. Fue así como se comportó siempre en la tierra. Además, en cuanto a Su posición, la gracia llevó allí a Jesús, donde el pecado nos llevó a nosotros, los que entramos por la puerta que el Señor había abierto para Sus ovejas. Confesando el pecado tal como este es, acudiendo ante Dios (y moralmente, esto es lo opuesto al pecado) en la confesión, nos hallamos en compañía de Jesús [8]. En realidad, es el fruto de Su Espíritu en nosotros. Este fue el caso con los pobres pecadores que salieron a Juan. Así fue como Jesús tomó Su lugar en justicia y en obediencia entre los hombres, y más exactamente entre los Judíos arrepentidos. Es en esta posición de un Hombre - justo, obediente, y cumpliendo en la tierra, en humildad perfecta, la obra para la cual Él se había ofrecido en gracia, según el Salmo 40, entregándose al cumplimiento de toda la voluntad de Dios en completa renunciación - que Dios Su Padre le reconoció plenamente, y le selló, declarando en la tierra que Él es Su Hijo amado.

[8] Viene a ser lo mismo que la conciencia de nuestra insignificancia. Él se anonadó, y conscientes de nuestra insignificancia nos encontramos con Él, y somos llenados, al mismo tiempo, de Su plenitud. Incluso cuando caemos, no es sino hasta que somos llevados a conocernos como realmente somos, que encontramos a Jesús levantándonos de nuevo.

4.11 - Los cielos se abrieron; el Hijo amado; el descenso del Espíritu Santo

Ser bautizado es la prueba más notable del lugar que Él había tomado con Su pueblo - los cielos le fueron abiertos y Él ve al Espíritu Santo descendiendo como paloma, viniendo sobre él; y ¡he aquí! una voz del cielo diciendo: "Este es mi Hijo amado, en quien tengo complacencia."

Pero estas circunstancias exigen atención.

Los cielos nunca fueron abiertos a la tierra, ni al hombre en la tierra, antes de que el Hijo amado estuviera allí [9]. Indudablemente Dios, en Su paciencia y en forma de providencia, había bendecido a todas las criaturas; Él había bendecido también a Su propio pueblo, según las normas de Su gobierno en la tierra. Además de esto, estaban los escogidos, a quienes Él había guardado en fidelidad. Con todo, hasta ahora los cielos no se habían abierto. Un testimonio había sido enviado por Dios con relación a Su gobierno de la tierra; pero no había ningún objeto en la tierra sobre el cual el ojo de Dios pudiera reposar con complacencia, hasta que Jesús, sin pecado y obediente, Su Hijo amado, estuvo allí. Pero lo que es tan precioso para nosotros es que, tan pronto como Él, en gracia, toma públicamente Su lugar de humillación con Israel - es decir, con el remanente fiel, presentándose así Él mismo ante Dios, cumpliendo Su voluntad - los cielos se abren sobre un objeto digno de la atención de ellos. Indudablemente Él fue siempre digno de su adoración, antes incluso de que el mundo fuese. Pero ahora, Él acaba de tomar este lugar en los tratos de Dios como un Hombre, y los cielos se abrieron a Jesús, el objeto del completo afecto de Dios en la tierra. El Espíritu Santo desciende visiblemente sobre Él. Y Él, un hombre en la tierra, un hombre ocupando Su lugar con los mansos del pueblo que se arrepentían, es reconocido como el Hijo de Dios. Él no solamente es ungido por Dios, sino que, como hombre, es consciente del descenso del Espíritu Santo sobre Él - el sello del Padre puesto sobre Él. Evidentemente aquí no es Su naturaleza divina, en el carácter del Hijo eterno del Padre. Incluso el sello no estaría en conformidad con aquel carácter; y en cuanto a Su Persona, y a Su conocimiento de ello, se manifiesta a los doce años de edad en el evangelio de Lucas. Pero mientras Él es tal, Él es también un hombre, el Hijo de Dios en la tierra, y es sellado como un hombre. Como hombre, Él posee el conocimiento de la presencia inmediata del Espíritu Santo con Él. Esta presencia está en relación con el carácter de humildad, mansedumbre y obediencia, en los que el Señor apareció aquí abajo. Es "como paloma" que el Espíritu Santo desciende sobre Él; igual como fue en forma de lenguas de fuego, que Él descendió sobre las cabezas de los discípulos, para testimonio de ellos en poder en este mundo, según la gracia que se dirigía a todos y a cada uno en su propia lengua.

[9] Al principio de Ezequiel, se dice, en efecto, que los cielos se abrieron; pero esto fue solamente en visión, como lo explica el profeta mismo. En aquel caso, era la manifestación de Dios en juicio.

4.12 - La gloria de la Persona del Señor guardada solícitamente

Jesús crea así, en Su propia posición como Hombre, el lugar en el cual Él nos introduce por medio de la redención (Juan 20:17). Pero la gloria de Su persona siempre es guardada solícitamente. No hay objeto presentado a Jesús, como a Saulo por ejemplo, y, en un caso aún más análogo, a Esteban, quien, siendo lleno del Espíritu, ve también los cielos abiertos, y pone los ojos en ellos, y ve a Jesús, al Hijo del Hombre, y es transformado a Su imagen. Jesús ha venido; Él es en Sí mismo el objeto sobre el cual se abren los cielos; Él no es objeto de transformación, como Esteban, o como nosotros en el Espíritu; los cielos miran abajo hacia Él, el objeto perfecto de deleite. Es Su relación con Su Padre, ya existente, la que es sellada [10]. Tampoco el Espíritu Santo crea Su carácter (excepto en cuanto a que, con respecto a Su naturaleza humana, Él fue concebido en el vientre de la virgen María por el poder del Espíritu Santo); Él se había relacionado con los pobres, en la perfección de ese carácter, antes de que Él fuera sellado, y entonces Él actúa según la energía y el poder de aquello que recibió sin medida en Su vida humana aquí abajo (comparar Hechos 10:38; Mateo 12:28; Juan 3:34).

[10] Esto es verdad también de nosotros, cuando por gracia estamos en esa relación.

4.13 - Cuatro ocasiones memorables en las que los cielos se abren; Cristo el objeto de cada una

En la Palabra encontramos cuatro ocasiones memorables en las que los cielos fueron abiertos. Cristo es el objeto de cada una de estas revelaciones; cada una tiene su carácter especial. Aquí el Espíritu Santo desciende sobre Él, y es reconocido como el Hijo de Dios (comparar Juan 1:33, 34). Al final del mismo capítulo de Juan, Él mismo declara ser el Hijo del Hombre. Allí son los ángeles de Dios que ascienden y descienden sobre Él. Él es, como Hijo del Hombre, el objeto del ministerio de ellos [11]. Al final de Hechos 7 se abre una escena totalmente nueva. Los Judíos rechazan el último testimonio que Dios les envía. Esteban, por medio de quien este testimonio es rendido, es llenado con el Espíritu Santo y los cielos le son abiertos. El sistema terrenal fue definitivamente cerrado por el rechazo del testimonio del Espíritu Santo a la gloria del Cristo ascendido. Pero esto no es meramente un testimonio. El Cristiano (N. del T.: se refiere a Esteban) es llenado con el Espíritu, los cielos se abren a él, la gloria de Dios le es manifestada, y el Hijo del Hombre aparece ante él puesto en pié, a la diestra de Dios. (N. del T.: "Empero él, estando lleno del Espíritu Santo, miraba fijamente en el cielo, y vió la gloria de Dios, y a Jesús, puesto en pie, a la diestra de Dios.", Hechos 7:55 - Versión Moderna. Ver también: "La Biblia de las Américas" y "Nuevo Testamento Interlineal Griego-Español, Francisco Lacueva, Editorial Clie). Esto es algo diferente de los cielos abiertos sobre Jesús, el objeto del deleite de Dios en la tierra. Es el cielo abierto al Cristiano mismo, estando su objeto allí cuando es rechazado en la tierra. Él ve allí, por el Espíritu Santo, la gloria celestial de Dios, y a Jesús, el Hijo del Hombre, el objeto especial del testimonio que él rinde, en la gloria de Dios. Para nosotros, la diferencia es tan notable como interesante, y expone, de la manera más llamativa, la verdadera posición del Cristiano estando en la tierra, y el cambio que ha producido el rechazo de Jesús por parte de Su pueblo terrenal. Solamente la Iglesia, la unión de los creyentes en un cuerpo con el Señor en el cielo, no era aún revelada. Posteriormente (Apocalipsis 19) el cielo se abre, y el Señor mismo sale, el Rey de reyes y Señor de señores. Vemos así:

  1. A Jesús, el Hijo de Dios en la tierra, el objeto del deleite celestial, sellado con el Espíritu Santo;
  2. A Jesús, el Hijo del Hombre, el objeto del ministerio del cielo, siendo los ángeles sus siervos.
  3. A Jesús, en lo alto a la diestra de Dios, y el creyente, lleno del Espíritu, y sufriendo aquí a causa de Su nombre, contemplando la gloria en las alturas, y al Hijo del Hombre en la gloria.
  4. A Jesús, el Rey de reyes y Señor de señores, saliendo a juzgar y a hacer guerra contra los varones burladores que disputan Su autoridad y oprimen a la tierra.

[11] Es totalmente incorrecto hacer que Cristo sea la escalera. Él, como Jacob, es el objeto del servicio y ministerio de los ángeles.

4.14 - El Hombre obediente en la tierra, el Hijo de Dios, sellado con el Espíritu Santo

Volviendo sobre el tema: El Padre mismo reconoce a Jesús, el hombre obediente en la tierra, quien entra por la puerta como el verdadero Pastor, como Su Hijo amado en quien está todo Su deleite. Los cielos le son abiertos a Él; ve al Espíritu Santo descendiendo para sellarle, la fortaleza y el apoyo infalibles de la perfección de Su vida humana; y Él tiene el testimonio propio del Padre de la relación entre ellos. No se presenta ningún objeto en el cual Su fe debía apoyarse, ni a Él, ni a nosotros. Es su propia relación con el cielo y con Su Padre la que es sellada. Su alma goza de ello mediante el descenso del Espíritu Santo y la voz de Su Padre.

4.15 - Los cielos abiertos para los creyentes por la redención

Pero este pasaje en Mateo requiere alguna atención adicional. El bendito Señor, o, mejor dicho, lo que ocurrió en cuanto a Él, da el lugar o el modelo en el cual Él sitúa a los creyentes, sean ellos Judíos o Gentiles: sólo que, desde luego, sólo somos llevados allí por la redención. "Subo a mi Padre y a vuestro Padre, a mi Dios y a vuestro Dios" (Juan 20:17), es Su bendita palabra después de Su resurrección. Pero para nosotros el cielo está abierto; somos sellados con el Espíritu Santo; y el Padre nos reconoce como hijos. Sólo la divina dignidad de la Persona de Cristo es guardada siempre solícitamente aquí en humillación, así como en la transfiguración en gloria. Moisés y Elías están en la misma gloria, pero desaparecen cuando la prisa de Pedro, con permiso para ser expresada, los pondría al mismo nivel que Cristo. Cuanto más cerca estamos de una Persona divina, tanto más adoramos y reconocemos lo que Él es.

4.16 - La Trinidad revelada plenamente por primera vez

Pero, se encuentra aquí otro hecho muy notable. Cuando Cristo toma Su lugar entre los hombres en humildad, la Trinidad es plenamente revelada por primera vez. Indudablemente el Hijo y el Espíritu son mencionados en el Antiguo Testamento. Pero allí, la unidad de la Deidad es el gran punto revelado. El Hijo es reconocido aquí como hombre, el Espíritu Santo desciende sobre Él, y el Padre le reconoce como Su Hijo. ¡Qué maravillosa relación con el hombre! ¡Qué lugar para que el hombre esté! A través de la relación de Cristo con Él, la Deidad es revelada en su propia plenitud. Al ser Él un hombre, esto hace tanto más patente su manifestación. Pero Él era realmente un hombre, pero el Hombre en quien los consejos de Dios acerca del hombre se iban a cumplir.

4.17 - En conflicto con el enemigo

De ahí que, ya que Él realizó y exhibió el lugar en el cual el hombre es puesto con Dios en Su propia Persona, y en los consejos de gracia en cuanto a nosotros, a nuestra relación con Dios, así pues, ya que estamos en conflicto con el enemigo, Él entra en ese lado de nuestra posición también. Tenemos nuestra relación con Dios y nuestro Padre, y ahora tenemos que ver con Satanás también. Él vence por nosotros, y nos muestra cómo vencer. Observen también, que la relación con Dios es lo que primero queda plenamente establecido y expuesta, y entonces, como en ese lugar, comienza el conflicto con Satanás, y así es con nosotros. Pero la primera interrogante fue, ¿Se mantendría el segundo Adán donde el primer Adán había fracasado? sólo que, en el desierto de este mundo y el poder de Satanás - en lugar de las bendiciones de Dios - pues allí habíamos llegado.

4.18 - La historia del pueblo concluida en juicio; una cosa nueva anunciada - el reino de los cielos

Otro punto debe de ser comentado aquí, para presentar plenamente el lugar que el Señor toma. "La ley y los profetas eran hasta Juan." (Lucas 16:16) Luego es anunciado lo nuevo, el reino de los cielos. Pero el juicio finaliza con el pueblo de Dios. El hacha está puesta a la raíz de los árboles, el aventador está en la mano de Aquel que viene, el trigo es recogido en el granero de Dios, y la paja quemada. Es decir, existe un final de la historia del pueblo de Dios en el juicio. Entramos aquí en el terreno del estado de perdición, esperando el juicio; pero la historia del hombre, como responsable, quedaba cerrada. De ahí que se diga: "Pero ahora, en la consumación de los siglos, se presentó una vez para siempre por el sacrificio de sí mismo para quitar de en medio el pecado." (Hebreos 9:26). Esto le ha sucedido externamente y literalmente a Israel; pero es moralmente verdadero para nosotros: sólo nosotros somos recogidos para el cielo, como beneficio para el remanente de entonces, y estaremos en el cielo. Pero siendo Cristo rechazado, la historia de la responsabilidad ha terminado, y nosotros entramos en gracia como perdidos. Consecuente con el anuncio de ello como inminente, Cristo viene, e identificándose con el remanente que escapa sobre la base del arrepentimiento, crea este nuevo lugar para el hombre en la tierra: sólo que no podíamos estar en dicho lugar hasta que la redención no hubiese sido cumplida. Con todo, Él reveló el nombre del Padre a aquellos que Él le había dado fuera de este lugar.

5 - Capítulo 4

5.1 - Llevado por el Espíritu para ser tentado por el diablo

Habiendo tomado así en gracia Su posición como hombre en la tierra, Él comienza en este capítulo Su carrera terrenal, siendo llevado por el Espíritu al desierto para ser tentado por el diablo. El hombre justo y santo, el Hijo de Dios, gozando de los privilegios apropiados para Uno como Él, debe experimentar la prueba de aquellas maquinaciones por las cuales el primer Adán cayó. Es Su condición espiritual la que es probada. No se trata ahora de un hombre inocente en el goce de todas las bendiciones naturales de Dios y que es puesto a prueba en medio de esas bendiciones que deberían haberle hecho recordar a Dios. Cristo, cerca de Dios como Su amado Hijo, pero en medio de la prueba, poseyendo el conocimiento del bien y del mal, y, en cuanto a las circunstancias externas, habiendo descendido en medio del estado caído del hombre, Su fidelidad a esta posición deberá ser plenamente probada con respecto a Su perfecta obediencia. Para mantener esta posición, Él no debe aceptar ninguna otra voluntad que no sea la de Su Padre, y cumplirla o soportarla, cualesquiera sean las consecuencias para Él. Deberá cumplirla en medio de todas las dificultades, de las privaciones, del aislamiento, del desierto, donde se halla el poder de Satanás, que podría tentarle a seguir un camino más fácil que aquel que sería solamente para la gloria de Su Padre. Debe renunciar a todos los derechos que pertenecían a Su propia Persona, excepto que Él los reciba de Dios y sometiéndose a Él con una confianza perfecta.

El enemigo hizo todo lo posible para inducirle a hacer uso de Sus privilegios, "Si eres Hijo de Dios", para Su propio alivio, aparte del mandato de Dios, y para evitar los sufrimientos que podían acompañar la realización de Su voluntad. Pero esto era para llevarle a hacer Su propia voluntad, no la voluntad de Dios.

5.2 - Con el enemigo en el desierto

Jesús, disfrutando en Su propia Persona y en Su propia relación con Dios el pleno favor de Dios como Hijo de Dios, la luz de Su rostro, va al desierto por cuarenta días para entrar en conflicto con el enemigo. Él no se apartó del hombre, de toda relación con el hombre y las cosas del hombre (como Moisés y Elías) para poder estar con Dios. Estando ya plenamente con Dios, Él es separado de los hombres por el poder del Espíritu Santo, para estar a solas en Su conflicto con el enemigo. En el caso de Moisés, fue sacar al hombre de su condición natural para estar con Dios. En el caso de Jesús, esto es así para estar con el enemigo: estar con Dios era Su posición natural.

5.3 - Obediencia simple y absoluta, viviendo por las palabras de Dios

El enemigo Le tienta, en primer lugar, proponiéndole satisfacer Su necesidad corporal, y, en lugar de esperar en Dios, usar según Su propia voluntad y en Su propio nombre, el poder que Le había sido conferido. Pero si Israel había sido alimentado en el desierto con el maná de Dios, el Hijo de Dios, no obstante Su gran poder, actuaría conforme a aquello que Israel debió haber aprendido a través de aquel medio, a saber, que "No sólo de pan vivirá el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios." El Hombre, el Judío obediente, el Hijo de Dios, esperaba en esta palabra, y no haría nada sin ella. Él no vino para hacer Su voluntad, sino la voluntad de Aquel que le envió. Este es el principio que caracteriza al Espíritu de Cristo en los Salmos. Ninguna liberación es aceptada si no es con la intervención de Dios a su propio buen tiempo. Esto es perfecta paciencia, a fin de ser perfecto y completo en toda la voluntad de Dios. No podía haber codicia de pecado en Cristo; pero estar hambriento no era pecado, sino una necesidad humana, y ¿qué hay de malo en comer cuando se está hambriento? No era la voluntad de Dios que se hiciese, y esa voluntad era por medio de la palabra que Él había venido a hacer. La sugerencia de Satanás fue: "Si Hijo eres de Dios, manda..." (Mateo 4:3 - Versión Moderna); pero Él había tomado el lugar de un siervo, y este lugar no era un lugar de mando; él procuró hacerle salir del lugar de servicio y obediencia perfectos, fuera del lugar de un siervo.

5.4 - La Palabra escrita y el carácter de la obediencia de Cristo

Y observen aquí el lugar que tiene la Palabra escrita, y el carácter de la obediencia de Cristo. Este carácter no es simplemente que la voluntad de Dios es una regla; es el único motivo para actuar. Con frecuencia tenemos una voluntad detenida por la Palabra. No así Cristo. La voluntad de Su Padre era Su motivo; Él no actuó meramente según ella, sino porque ella era, la voluntad de Dios. Nos deleitamos ver a un niño que correría a hacer aquello que le agrada, detenerse y hacer alegremente la voluntad de sus padres cuando es llamado a hacerla. Pero Cristo nunca obedeció de esta manera, nunca buscó Su propia voluntad, sino que fue detenido por la de Su Padre. Y nosotros somos santificados por la obediencia a Cristo. Noten, más específicamente, que la Palabra escrita es aquello por medio de lo cual Él vive y por medio de lo cual Él vence. Todos dependían aquí de la victoria de Cristo, así como todos lo hicieron de la caída de Adán. Pero para Cristo, un texto, usado correctamente desde luego, es suficiente. No busca otro: eso es obediencia. Esto le basta a Satanás; él no tiene respuesta. Sus asechanzas son así derrotadas.

El primer principio de la conquista es la simple y absoluta obediencia, viviendo de las palabras que salen de la boca de Dios. Lo que sigue es perfecta confianza en el camino de obediencia.

5.5 - Confianza perfecta en el camino de obediencia

En segundo lugar, entonces, el enemigo lo pone en un pináculo del templo, para inducirle a aplicarse a Sí mismo las promesas hechas al Mesías, sin permanecer en los caminos de Dios. Indudablemente el hombre fiel puede contar con la ayuda de Dios mientras anda en Sus caminos. El enemigo haría que el Hijo del Hombre tentara a Dios (en lugar de confiar en Él mientras anda en Sus caminos) para ver si se podía confiar en Él. Esto habría sido una falta de confianza en Dios, no obediencia; u orgullo, presumiendo en sus privilegios en lugar de contar con Dios en obediencia [12]. Tomando Su lugar con Israel en la condición en que se hallaban cuando carecían de rey en la tierra, y, citando las instrucciones dadas a ellos en ese libro para guiarlos en el piadoso camino que allí se enseñaba, Él usa para Su guía esa parte de la Palabra que contiene el requerimiento divino sobre este asunto: "No tentarás al Señor tu Dios"; un pasaje citado a menudo como si prohibiera el exceso de confianza en Dios; mientras que significa no desconfiar, y probar si Él es fiel. Ellos tentaron a Dios, diciendo, ¿está realmente Dios entre nosotros? Y esto es lo que Satanás hubiera querido que hiciera el Señor.

[12] Necesitamos confianza para tener el coraje para obedecer; pero la verdadera confianza se halla en el camino de la obediencia. Satanás podía usar la palabra con astucia, pero no podía desviar a Cristo el Señor de ella. Él la usa aún como la adecuada arma divina, y Satanás aún no tiene respuesta. Haber prohibido la obediencia hubiera hecho que Satanás se mostrara. En cuanto al lugar en que el Señor se hallaba dispensacionalmente, podemos señalar que el Señor siempre cita de Deuteronomio.

5.6 - La herencia terrenal ofrecida al Hijo del Hombre por Satanás en abierta hostilidad hacia Dios

En tercer lugar, el enemigo, fracasando en engañar ese corazón obediente, incluso escondiéndose en el uso de la Palabra de Dios, se muestra en su verdadero carácter, tentando al Señor a evitar los sufrimientos que le aguardaban, mostrándole la herencia del Hijo del Hombre en la tierra, aquello que iba a ser Suyo cuando lo hubiera alcanzado a través de todos aquellos caminos, laboriosos pero necesarios para la gloria del Padre, que el Padre había trazado para Él. Todo iba a ser ahora Suyo, si reconocía a Satanás adorándole como el dios de este siglo. Esto es, de hecho, lo que los reyes de la tierra habían hecho por solamente una parte de estas cosas; ¡cuán a menudo han sido hechas por causa de triviales vanidades! pero Él iba a tener la totalidad. Pero si Jesús iba a heredar la gloria terrenal (así como toda otra gloria), el objeto de Su corazón era Dios mismo, Su Padre, para glorificarle. Cualquiera que fuese el valor de la dádiva, Su corazón la apreciaba como la dádiva proveniente del Dador. Además, Él estaba en la posición de hombre probado y de un fiel israelita; y cualquiera que fuese la prueba de la paciencia a la cual el pecado del pueblo le había llevado, prueba tan grande como nunca había habido, Él no serviría a nadie más que a Su Dios exclusivamente.

5.7 - La actitud del creyente hacia Satanás

Pero si el diablo lleva la tentación y el pecado a sus extremos, y demuestra ser el adversario (Satanás), el creyente tiene el derecho de echarle fuera. Si viene como tentador, el creyente debería responderle mediante la fidelidad de la Palabra, la cual es la guía perfecta del hombre, conforme a la voluntad de Dios. No necesita entenderlo todo. La palabra es la palabra de Aquel que entiende todo, y siguiendo eso, caminamos según una sabiduría que conoce todo, y en un camino formado por esa sabiduría, y que, por consiguiente, implica una confianza absoluta en Dios. Las primeras dos tentaciones eran las asechanzas del enemigo; la tercera, abierta hostilidad hacia Dios. Si él viene como el adversario declarado de Dios, el creyente tiene el derecho de negarse a tener nada que ver con él: "Resistid al diablo, y huirá de vosotros." (Santiago 4:7). Él sabe que ha encontrado a Cristo, no la carne. ¡Que los creyentes puedan resistir si Satanás los tienta por medio del mundo, recordando que es de esta forma como Satanás domina al hombre caído!

5.8 - La salvaguarda del creyente

La salvaguarda del creyente, moralmente (esto es, en cuanto al estado de su corazón), es un ojo sencillo. Si yo busco solamente la gloria de Dios, aquello que no presenta otro motivo que mi propio engrandecimiento, o mi propia satisfacción, ya sea en el cuerpo o en la mente, no tendrá ningún dominio sobre mí; y se manifestará a la luz de la Palabra, que guía al ojo sencillo, como contrario a la mente de Dios. Esta no es la soberbia que rechaza la tentación por el motivo de ser bueno; es la obediencia, que da humildemente a Dios Su lugar, y, por consiguiente, también a Su Palabra. "Por la palabra de tus labios Yo me he guardado de las sendas de los violentos." (Salmo 17:4), de aquel que hacía su propia voluntad y la consideraba su guía. Si el corazón busca a Dios exclusivamente, la trampa más sutil queda al descubierto, porque el enemigo nunca nos tienta a buscar a Dios exclusivamente. Pero esto supone un corazón puro, y que no haya intereses propios. Esto fue exhibido en Jesús.

Nuestra salvaguarda contra la tentación es la Palabra, usada por el discernimiento de un corazón perfectamente puro, que vive en la presencia de Dios, y descubre los pensamientos de Dios en Su Palabra [13], y, por consiguiente, que conoce su aplicación a las circunstancias presentadas. Es la Palabra la que nos guarda el alma de las asechanzas del enemigo.

Por consiguiente, observen también que es en este espíritu de sencilla y humilde obediencia donde radica el poder; pues donde este existe, Satanás no puede hacer nada. Dios está allí, y, conforme a ello, el enemigo es conquistado.

[13] No debe haber ningún otro motivo para la acción que la voluntad de Dios, la cual, para el hombre, siempre se halla en la Palabra; porque, en ese caso, cuando Satanás nos tienta a actuar, como siempre lo hace, por algún otro motivo, se ve que este motivo está en oposición a la Palabra que está en el corazón, y al motivo que gobierna el corazón, y, por lo tanto, es juzgado como estando en oposición a él. Está escrito: "En mi corazón he guardado tus dichos, Para no pecar contra ti." (Salmo 119:11). Esta es la razón por la cual a menudo es siempre importante, cuando dudamos, que nos preguntemos por qué motivo somos influenciados.

5.9 - Las tres tentaciones y los tres caracteres del Señor

Me parece que estas tres tentaciones son dirigidas al Señor en los tres caracteres de Hombre, de Mesías, y de Hijo del Hombre.

Él no tenía deseos pecaminosos como el hombre caído, pero estaba hambriento. El tentador le persuadiría a satisfacer esta necesidad sin Dios.

Las promesas en los Salmos le pertenecían a Él como siendo hechas al Mesías.

Y todos los reinos del mundo eran Suyos como el Hijo del Hombre.

Él siempre respondía como un fiel israelita, personalmente responsable ante Dios, haciendo uso del libro de Deuteronomio, que trata sobre este asunto (a saber, la obediencia de Israel, en relación con la posesión de la tierra, y los privilegios que pertenecían al pueblo en relación con esta obediencia; y esto, aparte de la organización que los constituía un cuerpo colectivo ante Dios) [14].

Satanás le deja, y los ángeles vienen para ejercer su ministerio para con el Mesías, el Hijo del Hombre victorioso a través de la obediencia. Sobre lo que Satanás le habría hecho hacer para probar a Dios, Él pasó por ello plenamente. Los ángeles son espíritus ministradores para nosotros también.

[14] Un examen cuidadoso del Pentateuco mostrará que, aunque se especifican necesarios hechos históricos, con todo, los contenidos de Éxodo, Levítico y Números son esencialmente típicos. El tabernáculo fue construido conforme al modelo mostrado en el monte, el modelo de las cosas celestiales; y no solamente las ordenanzas ceremoniales, sino los hechos históricos, como el apóstol expone con claridad, les acontecieron a ellos como ejemplos, y están escritos para amonestarnos a nosotros. Deuteronomio da instrucciones para su conducta en la tierra; pero los tres libros mencionados, incluso donde hay hechos históricos, son típicos en su objetivo. No sé si se ofreció un sacrificio después de que estos fueran instituidos, a menos que quizá se ofrecieran los que eran oficiales (ver Hechos 7:42).

5.10 - Satanás enfrentado y atado para el hombre

Pero cuán profundamente interesante es ver al bendito Salvador, al Hijo de Dios descendido desde el cielo, y tomar - el Verbo hecho carne - Su lugar en la tierra entre los pobres piadosos, y, habiendo tomado ese lugar, reconocido por el Padre como Su Hijo, habiéndose abierto los cielos abiertos y abiertos a Él como Hombre, y el Espíritu Santo descendiendo y viniendo sobre Él como hombre aunque sin medida, y formando así el modelo de nuestro lugar, aunque aún no estábamos en este lugar; y la Trinidad entera, como he dicho, es primero plenamente revelada cuando Él es asociado así con el hombre; y entonces, siendo nosotros esclavos de Satanás, verle yendo, en este carácter y relación, a encontrarse con Satanás por nosotros, atar al hombre fuerte, y dar también al hombre, a través de Él, este lugar: sólo que, para nosotros, era necesaria la redención para traernos donde Él está.

5.11 - El ministerio del Señor fuera de Jerusalén, cumpliendo la profecía

Siendo Juan arrojado en prisión, el Señor se dirige a Galilea. Este movimiento, el cual determinó la escena de Su ministerio fuera de Jerusalén y Judea, tenía gran importancia con respecto a los Judíos. El pueblo (hasta este momento centrado en Jerusalén, envanecido en la posesión de las promesas, de los sacrificios, y del templo, y en ser la tribu real), perdió la presencia del Mesías, el Hijo de David. Él fue, para la manifestación de Su persona, para el testimonio de la intervención de Dios en Israel, a los pobres y despreciados del rebaño; porque el remanente y los pobres del rebaño se hallan ya, en Mateo 3 y Mateo 4, distinguidos claramente de los principales del pueblo. De esta manera, Él se convirtió en el verdadero linaje, en vez de ser un renuevo de lo que había sido plantado en otra parte; aunque este efecto no fue totalmente manifestado aún. El momento corresponde a Juan 4.

Podemos comentar aquí que, en el Evangelio de Juan, los Judíos son siempre distinguidos de la multitud, llamada 'el pueblo' en los Evangelios. El lenguaje, o más bien la pronunciación, era totalmente diferente. Ellos no hablaban Caldeo en Galilea.

Al mismo tiempo, esta manifestación del Hijo de David en Galilea fue el cumplimiento de una profecía en Isaías. La fuerza de aquella profecía es esta: aunque el cautiverio Romano era mucho más terrible que la invasión de los Asirios, cuando estos subieron contra Israel, no obstante, había esta circunstancia que lo alteraba todo, a saber, la presencia del Mesías, la Luz verdadera, en la tierra.

5.12 - La historia del Señor pasada por alto aquí hasta la muerte de Juan el Bautista

Observamos que el Espíritu de Dios omite aquí toda la historia de Jesús hasta el comienzo de Su ministerio después de la muerte de Juan el Bautista. Le da a Jesús Su posición apropiada en medio de Israel - Emanuel, el Hijo de Dios, el Amado de Dios, reconocido como Su Hijo, el Fiel en Israel, aunque expuesto a todas las tentaciones de Satanás; y luego, inmediatamente después, Su posición profética anunciada por medio de Isaías y el reino proclamado como cercano [15].

Luego, entonces, Él reúne a Su alrededor a aquellos que definitivamente iban a seguirle en Su ministerio y en Sus tentaciones; y, a Su llamado, iban a vincular su porción y su herencia con la Suya, abandonando todo lo demás.

El hombre fuerte estaba atado, a fin de que Jesús pudiera despojar sus bienes, y proclamar el reino con pruebas de ese poder que era capaz de establecerlo.

[15] Y nosotros podemos comentar aquí, que Él abandona a los Judíos y Jerusalén, como ya se ha comentado, y Su lugar natural, por decirlo así, que le dio a Él Su nombre, Nazaret, y toma Su lugar profético. El encarcelamiento de Juan era significativo de Su propio rechazo. Juan fue Su precursor en ello, así como en su misión, del Señor. Ver Mateo 17:12. El testimonio de Jesús es el mismo que el de Juan el Bautista.

5.13 - La proclamación del reino en poder; su carácter, su naturaleza y sus súbditos

Dos cosas son, entonces, presentadas en la narrativa del Evangelio. Primero, el poder que acompaña la proclamación del reino. En dos o tres versículos [16], sin otro detalle, el hecho es anunciado. Se asiste a la proclamación del reino con actos de poder que atraen la atención de todo el país, a todo lo largo del antiguo territorio de Israel. Jesús aparece ante ellos investido de este poder. Segundo, en los capítulos 5 al 7, el carácter del reino es anunciado en el sermón del Monte, así como el de las personas que deberían tener parte en él (siendo revelado, además, el nombre del Padre). Es decir, el Señor había anunciado el reino venidero, y con el poder presente de la bondad, habiendo vencido al adversario; y luego muestra cuales eran los verdaderos caracteres según los cuales este reino sería establecido, y quiénes podría entrar, y de qué manera. En este sermón no se habla de la redención, sino del carácter y la naturaleza del reino, y de quiénes podían entrar. Esto muestra claramente la posición moral que este sermón sostiene en la enseñanza del Señor.

[16] Es notable el hecho de que se haga un recuento de todo el ministerio del Señor en el versículo 23. Todas las subsiguientes afirmaciones son hechos, que tienen una importancia moral especial, los cuales muestran lo que estaba pasando entre el pueblo, en gracia, tendiente a Su rechazo, y no propiamente una historia consecutiva. Esto sella el carácter de Mateo muy claramente.

5.14 - La posición del Señor en Israel; los principios de Su reino

Es evidente que, en toda esta parte del Evangelio, el objetivo de la enseñanza Espíritu es la posición del Señor, y no los detalles de Su vida. Los detalles vienen después, a fin de exhibir plenamente lo que Él era en medio de Israel, Sus relaciones con ese pueblo, y Su camino en el poder del Espíritu que condujo a la ruptura entre el Hijo de David y el pueblo que debió haberle recibido. Estando la atención de todo el país puesta en Su hechos poderosos, el Señor establece ante Sus discípulos -pero a oídos del pueblo- los principios de Su reino.

6 - Capítulos 5-7

6.1 - Las divisiones y los contenidos del Sermón del Monte

Este discurso puede dividirse en las siguientes partes: [17]

  • El carácter y la porción de aquellos que debían estar en el reino (Mateo 5:1-12).
  • La posición de ellos en el mundo (Mateo 5:13-16).
  • La conexión entre los principios del reino y la ley (Mateo 5:17-48). [18]
  • El espíritu en el cual los discípulos deberían hacer buenas obras (Mateo 6:1-18).
  • La separación del espíritu del mundo y de sus preocupaciones (Mateo 6:19-34).
  • El espíritu de sus relaciones con los demás (Mateo 7:1-6).
  • La confianza en Dios, la cual debía caracterizarlos (Mateo 7:7-12).
  • La energía que debía caracterizarlos, a fin de que pudieran entrar en el reino; no obstante, no meramente entrar, ya que muchos intentarían hacerlo, sino conforme a aquellos principios que lo hacían difícil para el hombre, según Dios - la puerta estrecha; y después, el medio por el cual discernirían a aquellos que procurarían engañarlos, así como la vigilancia necesaria para no ser engañados (Mateo 7:13-23).
  • Obediencia real y práctica a Sus dichos, la verdadera sabiduría de aquellos que oyen Sus palabras (Mateo 7:24-29).

[17] En el texto he dado una división que puede ser de ayuda para una aplicación práctica del sermón del Monte. Con respecto a los temas contenidos en él, aunque la diferencia no es muy grande, quizás sería mejor dividirlo de la siguiente manera:

- Mateo 5:1-16: contiene el cuadro completo del carácter y posición del remanente que recibió Sus instrucciones - su posición, como debe ser, conforme a la mente de Dios. El cuadro es completo en sí mismo.

- Los versículos 17-48 establecen la autoridad de la ley, la cual debería haber regulado la conducta de los fieles hasta la introducción del reino; la ley que ellos deberían haber cumplido, así como las palabras de los profetas, para que ellos (el remanente) debiesen ser puesto en este nuevo terreno; y el desprecio de la cual excluiría a quienquiera que fuera culpable de ello; porque Cristo está hablando, no como en el reino, sino como anunciando que este se acercaba. Pero, mientras establece de este modo la autoridad de la ley, Él se ocupa de los dos grandes elementos del mal, tratados sólo en actos externos en la ley, la violencia y la corrupción, y juzga el mal en el corazón (22, 28), y que a toda costa hay que deshacerse de ello y de toda ocasión de ello, mostrando así lo que debía ser la conducta de Sus discípulos, y su estado de alma - aquello que debía caracterizarlos como tales. Entonces, el Señor se ocupa de ciertas cosas que Dios había soportado en Israel, y preceptuadas conforme a lo que ellos podían soportar. Así, el divorcio era traído a la luz de un verdadero juicio moral - siendo el casamiento la base divina de toda relación humana - y el jurar u ofrecer votos, la acción de la voluntad del hombre con relación a Dios; luego, la paciencia del mal, y la plenitud de la gracia, Su propio carácter bendito, y conllevando el título moral de lo que era Su lugar vivo - hijos de su Padre que estaba en los cielos. En vez de debilitar aquello que Dios demandaba bajo la ley, Él no solamente iba a observarlo hasta su consumación, sino que Sus discípulos debían ser perfectos así como su Padre que está en los cielos era perfecto. Esto añade la revelación del Padre, al caminar moral y al estado que convenía al carácter de hijos tal como fue revelado en Cristo.

- Mateo 6: tenemos los motivos, el objetivo que debían gobernar el corazón al hacer buenas obras, al vivir una vida religiosa. El ojo de ellos debía estar puesto en su Padre. Esto es individual.

- Mateo 7: este capítulo se ocupa esencialmente de la relación que sería conveniente entre Su propio pueblo y los demás - a no juzgar a sus hermanos y a precaverse de los profanos. Él, entonces, los exhorta a la confianza en pedir a su Padre por sus necesidades, y les instruye a actuar hacia los demás con la misma gracia que les gustaría se les mostrase a ellos. Esto está fundado sobre el conocimiento de la bondad del Padre. Finalmente, los exhorta a la energía que les iba permitir entrar por la puerta estrecha, y escoger el camino de Dios, costase lo que costase (pues muchos gustarían de entrar en el reino, pero no por esa puerta); y Él les advierte contra aquellos que intentarían engañarlos pretendiendo tener la Palabra de Dios. No es solamente de nuestros corazones que tenemos que temer, y del mal positivo, cuando siguiéramos al Señor, sino también de las maquinaciones del enemigo y de sus agentes. Pero sus frutos los traicionarán.

[18] Sin embargo, es importante comentar que no hay una espiritualización general de la ley, como a menudo se declara. Los dos grandes principios de inmoralidad entre los hombres son considerados (violencia y corrupción), a los cuales son añadidos votos voluntarios. En Estos se contrastan las exigencias de la ley y lo que Cristo demandaba.

6.2 - La revelación del nombre del Padre

Hay otro principio que caracteriza a este discurso, y es la presentación del nombre del Padre. Jesús pone a Sus discípulos en relación con Su Padre, como Padre de ellos. Les revela el nombre del Padre, para que ellos puedan estar en relación con Él, y para que puedan actuar en conformidad a lo que Él es.

6.3 - El rechazo del Rey; la posición y la conducta consiguientes de Sus seguidores

Este discurso da los principios del reino, pero supone el rechazo del Rey, y la posición en la cual esto llevaría a aquellos que eran Suyos; quienes, por consiguiente, deben buscar una recompensa celestial. Tenían que ser un olor divino donde Dios era conocido y actuaba, e iban a ser un espectáculo al mundo. Además, Este era el objetivo de Dios. Su confesión tenía que ser tan abierta como para que el mundo atribuyera las obras de ellos al Padre. Por una parte, ellos tenían que actuar según un juicio del mal que alcanzara al corazón y a los motivos, pero también, por otra parte, debían actuar conforme al carácter del Padre en gracia - para ser aprobados por el Padre que ve en lo secreto, donde el ojo del hombre no podía penetrar. Tenían que poseer plena confianza en Él para todas sus necesidades. Su voluntad era la norma según la cual había entrada en el reino.

6.4 - El discurso pronunciado en Israel antes de que el reino sea establecido

Podríamos observar que este discurso está relacionado con la proclamación del reino como estando cercano, y que todos estos principios de conducta son dados como características del reino, y como condiciones para la entrada en él. De ello se deduce, sin duda, que estos principios son apropiados para aquellos que han entrado. Pero el discurso es pronunciado en medio de Israel [19], antes que el reino sea establecido, y como estado previo para entrar en él, y para presentar los principios fundamentales del reino en relación con ese pueblo, y en contraste moral con las ideas que ellos se habían formado respecto a él.

[19] Debemos recordar siempre que, mientras que Israel tiene, dispensacionalmente, gran importancia como centro del gobierno de Dios en este mundo, moralmente Israel no era nada más que la muestra de lo que era el hombre, allí donde todos los caminos y tratos de Dios habían sido llevados a cabo como para traer a la luz lo que él era. El Gentil era el hombre abandonado a sí mismo en lo que se refiere a los caminos especiales de Dios, y por ello no revelados. Cristo era una luz (gr.: eis apokalypsen ethnon) a ser revelada a los Gentiles, Lucas 2:32.

6.5 - Las bienaventuranzas: el carácter y la porción de aquellos en el reino

Al examinar las bienaventuranzas, hallaremos que esta porción entrega, en general, el carácter de Cristo mismo. Estas bienaventuranzas dan por sentadas dos cosas: la posesión futura de la tierra de Israel por los mansos, y la persecución del remanente fiel, verdaderamente justo en sus caminos, y quienes afirmaban los títulos del verdadero Rey (estando el cielo puesto ante ellos como su esperanza para sostener sus corazones) [20].

[20] Los benditos caracteres pronunciados pueden ser observados brevemente. Dan por sentado que el mal está en el mundo, y entre el pueblo de Dios. El primer carácter es no buscar grandes cosas para uno mismo, sino aceptar un lugar despreciado en una escena contraria a Dios. De ahí que la lamentación sea lo que los caracteriza aquí, y la mansedumbre, una voluntad que no se eleva en contra de Dios, ni para mantener su posición o derechos. Luego está el bien positivo en el deseo, pues todavía no ha sido hallado; por consiguiente, teniendo hambre y sed por ello, tal es el estado interior y la actividad de la mente. Después, la gracia hacia los demás. Luego, la pureza de corazón, la ausencia de lo que excluye a Dios; y, lo que está siempre relacionado con ello, la paz y la pacificación. Pienso que hay un progreso moral en estos versículos, un versículo conduciendo al siguiente como efecto de ello. Los dos últimos son las consecuencias de mantener una buena conciencia y una buena relación con Cristo en un mundo de maldad. Hay dos grandes principios de sufrimiento, como en la Primera Epístola de Pedro, por causa de la justicia y del nombre de Cristo.

6.6 - La posición de los discípulos en el mundo

Esta será la posición del remanente en los últimos días antes de la introducción del reino, siendo este último algo excepcional. Así era, moralmente, en los días de los discípulos del Señor, en referencia a Israel, cuando la parte terrenal era demorada. En referencia al cielo, los discípulos son contemplados como testigos en Israel; pero - mientras que ellos eran lo único que preservaba la tierra - eran un testimonio al mundo. Así que los discípulos son vistos en relación con Israel, pero, al mismo tiempo, como testigos de parte de Dios al mundo (teniendo el reino en vista, pero aún no establecido). La relación con los últimos días es evidente; sin embargo su testimonio tenía entonces, moralmente, este carácter. Solamente el establecimiento del reino terrenal había sido demorado, y la iglesia, la cual es celestial, es introducida. Mateo 5:25 alude evidentemente a la posición de Israel en los tiempos de Cristo. Y, de hecho, ellos permanecen cautivos, en prisión, hasta que hayan recibido su pleno castigo, y entonces saldrán nuevamente.

6.7 - El Hombre obediente, el Señor del cielo

El Señor habla y actúa siempre como el Hombre obediente, movido y guiado por el Espíritu Santo; pero vemos de la manera más extraordinaria, en este Evangelio, quién es el que actúa así. Y es esto lo que confiere su verdadero carácter moral al reino de los cielos. Juan el Bautista podía anunciarlo como un cambio de dispensación, pero su ministerio era terrenal. Cristo podía igualmente anunciar este mismo cambio (y el cambio era de suma importancia); pero en Él había más que esto. Él era del cielo, el Señor que vino del cielo. Al hablar del reino de los cielos, Él hablaba desde la profunda y divina abundancia de Su corazón. Ningún hombre había estado en el cielo, excepto Él, que había descendido de allí, el Hijo del Hombre que estaba en el cielo. Por lo tanto, cuando hablaba del cielo, Él hablaba de lo que conocía, y testificaba de lo que había visto. Esto era así de dos maneras, como se expone en el Evangelio de Mateo. Ya no era un gobierno terrenal según la ley; Jehová, el Salvador, Emanuel, estaba presente. ¿Podía ser Él de otro modo que no fuera celestial en Su carácter, en el tono, en los sentidos, de Su vida entera?

6.8 - El carácter de Cristo identificado con el cielo

Además, cuando Él empezó Su ministerio público y fue sellado por el Espíritu Santo, los cielos Le fueron abiertos. Fue identificado con el cielo como un hombre sellado con el Espíritu Santo en la tierra. Él fue así, la expresión permanente del espíritu, de la realidad, del cielo. Todavía no existía el ejercicio del poder judicial, el cual sostendría este carácter ante todo lo que se le opusiera. Fue su manifestación en paciencia, no obstante la oposición de todos los que le rodeaban y de la incapacidad de Sus discípulos para comprenderle. Así, en el sermón del Monte hallamos la descripción de aquello que era apropiado para el reino de los cielos, e incluso el aseguramiento del galardón en los cielos para aquellos que deberían sufrir en la tierra por causa de Su nombre. Esta descripción, como hemos visto, es esencialmente el carácter de Cristo mismo. Es de esta forma que un espíritu celestial se expresa en la tierra. Si el Señor enseñó estas cosas, es porque Él los amaba, porque Él era de ellos y se deleitaba en ellos. Siendo el Dios del cielo, siendo lleno, como hombre, del Espíritu sin medida, Su corazón estaba perfectamente en armonía con un cielo que Él conocía perfectamente. En consecuencia, de ahí que Él determine el carácter que Sus discípulos tenían que asumir con estas palabras: "Sed, pues, vosotros perfectos, como vuestro Padre que está en los cielos es perfecto." Toda su conducta debía ser en referencia al Padre de ellos en los cielos. Cuanto más comprendemos la gloria divina de Jesús, más comprendemos la manera en que Él era hombre relacionado con el cielo, mejor aprenderemos lo que el reino de los cielos era para Él, en cuanto a lo que era apropiado a él. Cuando sea establecido con poder en un futuro, el mundo será gobernado conforme a aquellos principios, aunque no sean estos, propiamente hablando, suyos propios.

El remanente en los últimos días, no lo dudo, encontrando que todo alrededor es contrario a la fidelidad, y viendo fracasar toda la esperanza Judía ante sus ojos, estarán obligados a levantar el rostro en alto, y adquirirán más y más este carácter, el cual, si no celestial, es al menos muy conformado a Cristo. [21]

[21] A los que se les dé muerte irán al cielo, como Mateo 5:12 lo testifica, y el Apocalipsis también. Los otros, que son así conformados a Cristo, como un Judío sufriente, estarán con Él sobre el monte Sión; aprenderán el cántico que se canta en el cielo, y seguirán al Cordero dondequiera que Él fuere (en la tierra). Podríamos comentar también aquí, que en las bienaventuranzas está la promesa de la tierra para los mansos, la cual será cumplida literalmente en los últimos días. En el versículo 12, se promete un galardón en el cielo a aquellos que sufrirán por Cristo, verdadero para nosotros ahora, y de algún modo para aquellos que serán muertos por causa de Su nombre en los últimos tiempos, los cuales tendrán su lugar en el cielo, aunque sean estos una parte del remanente Judío, y no la asamblea. Los mismos son encontrados en Daniel 7: solamente, observen, son los tiempos y las leyes los que serán entregados en manos de la bestia, no los santos.

6.9 - La multitud, y el poder, y el carácter del Señor

Hay dos cosas relacionadas con la presencia de la multitud en el versículo 1. En primer lugar, el tiempo necesario para que el Señor les diese una idea verdadera del carácter de Su reino, puesto que Él ya había atraído a la multitud tras de Él. Al hacerse sentir Su poder, era importante que Su carácter fuese dado a conocer. Por otro lado, esta multitud que estaba siguiendo a Jesús era un lazo para Sus discípulos; y Él les hace entender qué completo contraste había entre el efecto que la multitud podía tener sobre ellos, y el espíritu correcto que debía gobernarlos. Así, lleno Él mismo de lo verdaderamente bueno, presenta inmediatamente lo que llenaba Su propio corazón. Este era el verdadero carácter del remanente que, en lo principal, se asemejaba a Cristo en esto. A menudo es así en los Salmos.

6.10 - La sal de la tierra y la luz del mundo

La sal de la tierra es una cosa diferente de la luz del mundo. La tierra, según me parece, expresa aquello que ya profesaba haber recibido luz de Dios - aquello que estaba en relación con Él en virtud de la luz - habiendo asumido una forma determinada ante Él. Los discípulos de Cristo eran el principio conservante en la tierra. Ellos eran la luz del mundo, que no poseía esa luz. Esta era su posición, reflejaran esa luz o no. Era el propósito de Dios que ellos fueran la luz del mundo. Una luz no se enciende para ser escondida.

6.11 - La oposición de los hombres al establecimiento del reino

Todo esto da por sentado el caso de la posibilidad del establecimiento del reino, pero también da por sentada la oposición de la mayoría de los hombres a su establecimiento. No se trata de la redención del pecador, sino de la comprensión del carácter apropiado a un lugar en el reino de Dios; aquel que el pecador debería buscar en tanto está en el camino con su adversario, a fin de no ser entregado al juez - lo cual, de hecho, ha sucedido a los Judíos.

6.12 - Relación con el Padre; oración en dependencia

Al mismo tiempo, los discípulos son traídos individualmente a la relación con el Padre - el segundo gran principio del discurso, la consecuencia de que el Hijo está allí - y una cosa aún más excelente que su posición de testimonio para el reino, es puesta ante ellos. Ellos tenían que actuar en gracia, así como su Padre actuaba, y su oración debía ser para un orden de cosas en las que todo correspondiera moralmente al carácter y a la voluntad de su Padre. "Santificado sea tu nombre, venga tu reino" [22] significa que todo debiera responder al carácter del Padre, que todo debiera ser el efecto de Su poder; "Hágase tu voluntad, como en el cielo, así también en la tierra", es obediencia perfecta. La sujeción universal a Dios en el cielo y en la tierra será, hasta cierto punto, cumplida por la intervención de Cristo en el milenio, y de manera absoluta cuando Dios será todo en todos. Mientras tanto, la oración expresa dependencia diaria, la necesidad de perdón, la necesidad de ser guardados del poder del enemigo, el deseo de no ser zarandeados por él, como una administración de Dios, igual que lo fueron Job o Pedro, y de ser preservados del mal.

[22] Es decir, el del Padre. Comparar con Mateo 13:43.

6.13 - La aplicación especial de "la Oración del Señor"

Esta oración también se adapta a la posición del remanente; pasa por alto la dispensación del Espíritu, e incluso aquello que es apropiado al milenio como un reino terrenal, para expresar los deseos correctos, y hablar de la condición y de los peligros del remanente hasta que el reino del Padre haya de venir. Muchos de estos principios son siempre verdaderos, ya que nosotros estamos en el reino, y deberíamos manifestar en el espíritu sus características; pero la aplicación especial y literal es aquella que he dado. Ellos son traídos a la relación con el Padre, en la comprensión de Su carácter, el cual tenía que ser exhibido en ellos en virtud de esta relación, haciendo que desearan el establecimiento de Su reino, para vencer las dificultades de un mundo opuesto, guardarse a sí mismos de los lazos del enemigo y hacer la voluntad del Padre. Era Jesús quien podía impartirles esto. Él pasa de esta forma de la ley [23], reconocida como proveniente de Dios, a su cumplimiento, cuando será como absorbida en la voluntad de Aquel que la dio, o cumplida en sus propósitos por Aquel solo que podía hacerlo así en cualquier sentido.

[23] La ley es la norma perfecta para un hijo de Adán, la norma o medida de lo que él debería ser, pero no de la manifestación de Dios en gracia como Cristo lo era, en lo cual Él es nuestro modelo - un llamamiento justo a amar a Dios y a andar en el cumplimiento del deber en la relación, pero no a una imitación de Dios, sino andando en amor, como Cristo nos amó y se entregó a Sí mismo por nosotros.

7 - Capítulo 8

7.1 - El comienzo del testimonio del Señor en medio de Israel

Luego, en el capítulo 8, el Señor comienza Su paciente vida de testimonio en medio de Israel, la cual concluyó con Su rechazo por el pueblo al que Dios había guardado tanto tiempo para Él, y para su propia bendición.

Él había proclamado el reino, exhibió Su poder por toda la tierra, y manifestó Su carácter, así como el espíritu de aquellos que iban a entrar al reino.

7.2 - El carácter de los milagros del Señor

Pero Sus milagros [24], así como todo el Evangelio, están siempre caracterizados por Su posición entre los Judíos y los tratos de Dios con ellos, hasta que Él fue rechazado. Jehová, y sin embargo el Hombre obediente a la ley, anunciando por anticipado la entrada de los Gentiles en el reino (su establecimiento en misterio en el mundo), y prediciendo la edificación de la Iglesia o asamblea sobre el reconocimiento de que Él es el Hijo del Dios viviente, y el reino en gloria. Y, mientras detectaba, como efecto de Su presencia, la perversidad del pueblo, con todo, llevaba en Su corazón, con perfecta paciencia, la carga de Israel [25]. Es Jehová presente en bondad, exteriormente como uno de ellos: ¡maravillosa verdad!

[24] Los milagros de Cristo tenían un carácter peculiar. No eran meramente actos de poder, sino que eran, todos ellos, poder de Dios visitando este mundo en bondad. El poder de Dios había sido mostrado frecuentemente de modo especial, desde Moisés, pero a menudo en juicio. Pero todos los milagros de Cristo eran la liberación de los hombres de las nefastas consecuencias que el pecado había introducido. Hubo una excepción, la maldición de la higuera, pero esta era una sentencia judicial sobre Israel, es decir, el hombre bajo el antiguo pacto, donde había gran apariencia, pero ningún fruto.

[25] Añado aquí algunas notas, preparadas desde que esto fue escrito, arrojando luz, yo pienso, sobre la estructura de este Evangelio. Mateo 5 al 7, presentan el carácter requerido para la entrada en el reino, el carácter que debía señalar al remanente aceptado, Jehová, estando ahora en el camino con la nación hacia el juicio. Los capítulos 8 al 9 presentan el otro aspecto - la gracia y la bondad entran, Dios es manifestado, Su carácter y hechos, esa cosa nueva que no podía ser puesta en los odres viejos - aun así, bondad en poder, pero rechazada, en el Hijo del Hombre (no el Mesías), quien no tenía dónde recostar Su cabeza. Mateo 8 ofrece la intervención presente con poder bajo una bondad temporal. De ahí que, como bondad, esta va más allá de Israel, puesto que trata en gracia con lo que fue excluido del campamento de Dios en Israel. Esto incluye poder sobre todo el poder satánico, sobre la enfermedad y sobre los elementos, y ello, tomando la carga sobre Sí mismo, pero bajo un rechazo consciente. Mateo 8:17-20, nos conduce a Isaías 53:3, 4, y al estado de cosas que llaman a seguirle completamente a Él, dejando todo. Esto conduce al triste testimonio de que, si el poder divino echa fuera al de Satanás, la presencia divina manifestada en ello es insoportable para el mundo. Los cerdos representan, por consiguiente, a Israel. Mateo 9 provee el lado religioso de Su presencia en gracia, el perdón, y el testimonio de que Jehová estaba allí conforme al Salmo 103, pero estaba allí para llamar a pecadores, no a justos; y esto era especialmente lo que no se adaptaba a los odres viejos. Finalmente, este capítulo, prácticamente, salvo la paciencia de la bondad, cierra la historia. Él vino a salvar la vida de Israel. Israel estaba realmente muerto cuando Él vino: sólo que, dondequiera que hubiera fe en medio de la muchedumbre circundante, allí había curación. Los Fariseos muestran la blasfemia de los líderes: solamente la paciencia de la gracia subsiste aún, llevada a cabo hacia Israel en Mateo 10, pero en Mateo 11 se encuentra que todo es sin provecho. El Hijo revelaba al Padre, y esto es lo que permanece y da descanso. Mateo 12 desarrolla plenamente el juicio y el rechazo de Israel. Mateo 13 presenta a Cristo como un sembrador, no buscando fruto en Su viña, y la forma real del reino de los cielos.

7.3 - La curación del leproso: Dios manifestado en gracia y bondad

Antes de todo, hallamos la curación de un leproso. Jehová solo, en Su soberana bondad, podía curar al leproso; aquí Jesús lo hace. "Si quieres", dice el leproso, "puedes". "Quiero", contesta el Señor. Pero al mismo tiempo, mientras expone en Su propia Persona aquello que repele toda posibilidad de contaminación - aquello que está por encima del pecado - Él muestra la más perfecta condescendencia hacia el contaminado. Él toca al leproso, diciendo, "Quiero; sé limpio." Vemos la gracia, el poder, la santidad de Jehová que no se puede contaminar, descendiendo en la Persona de Jesús hasta la proximidad más cercana al pecador, tocándole, por así decirlo. Fue, de hecho, "Jehová, tu sanador." (Éxodo 15:26) [26]. Al mismo tiempo, Él se oculta, y ordena al hombre que había sido sanado, que fuese al sacerdote según las ordenanzas de la ley para presentar la ofrenda. Él no sale del lugar del Judío en sujeción a la ley; pero Jehová estaba allí en bondad.

[26] Aquel que tocaba a un leproso se volvía impuro; pero el Bendito se acercó así tanto al hombre, pero quitó la contaminación sin contraerla. El leproso conocía Su poder, pero no estaba seguro de Su bondad. La palabra "Quiero" la manifestó, pero con un título que sólo Dios tiene para hacerlo.

7.4 - Gracia soberana a un Gentil

Pero en el siguiente caso, vemos a un Gentil, que por la fe goza del efecto pleno de ese poder que su fe asignaba a Jesús, dándole al Señor la ocasión para exponer la solemne verdad de que muchos de esos pobres Gentiles vendrían y se sentarían en el reino de los cielos con los padres que eran honrados por la nación Judía como los primeros padres de los herederos de la promesa, mientras que los hijos del reino estarían en las tinieblas de afuera. De hecho, la fe de este centurión reconoció un poder divino en Jesús, el cual, por la gloria de Aquel que lo poseía, abriría la puerta a los Gentiles (no olvidaría a Israel, sino que), injertaría en el olivo de la promesa las ramas del olivo silvestre, en el lugar de aquellas que debían ser cortadas. La manera en la cual esto debería ocurrir en la asamblea, no era el tema ahora.

7.5 - La suegra de Pedro sanada: intervención presente en bondad y poder temporales

No obstante, Él no abandona aún a Israel. Entra en la casa de Pedro, y sana a la madre de su esposa. Hace lo mismo con todos los enfermos que se apiñan en torno a la casa, al atardecer, cuando el día de reposo había terminado. Todos son sanados, los demonios son echados fuera, de modo que la profecía de Isaías se estaba cumpliendo: "El mismo tomó nuestras enfermedades, y llevó nuestras dolencias." (Mateo 8:17). Jesús puso Su corazón bajo el peso de todas las dolencias que oprimían a Israel, a fin de aliviarlos y curarlos. Aún es Emanuel, quien está consciente de su miseria y se aflige por todas sus aflicciones, pero quien ha venido con el poder que demuestra que Él es capaz de liberarlos.

7.6 - Rechazo consciente

Estos tres casos muestran este carácter de Su ministerio de manera clara y extraordinaria. Él se oculta; pues, hasta el momento en que Él mostraría juicio a los Gentiles, Él no alza Su voz en las calles. Es la paloma, la cual reposa sobre Él. Estas manifestaciones de poder atraen a los hombres hacia Él; pero esto no le engaña: Él nunca se aparta en espíritu del lugar que ha tomado. Él es despreciado y rechazado por los hombres; no tiene dónde recostar Su cabeza. La tierra tenía más lugar para las zorras y las aves que para Él, a quien hemos visto aparecer momentos antes como el Señor, reconocido al menos por causa de las necesidades que Él nunca rehusó aliviar. Por lo tanto, si algún hombre quería seguirlo, debía abandonar todo para ser el compañero del Señor, que no hubiera descendido a la tierra si no hubiese estado todo en entredicho; ni lo habría hecho sin un derecho absoluto, aunque fue, al mismo tiempo, con un amor que solamente podía estar ocupado por su misión, y por la necesidad que trajo al Señor allí.

7.7 - La tempestad permitida para la prueba de la fe y para manifestar la dignidad de Cristo

El Señor en la tierra, o lo era todo o no era nada. Esto, es verdad, tenía que sentirse moralmente en sus resultados, en la gracia que, actuando por fe, unía al creyente a Él con un vínculo inefable. Sin esto, el corazón no habría sido sometido a prueba moralmente. Pero esto no lo hacía menos verdadero. Por consiguiente, las pruebas de esto estaban presentes: los vientos y las olas, ante los cuales para el ojo humano Él parecía estar expuesto, obedecieron Su voz de inmediato - una asombrosa reprobación a la incredulidad que le despertó de Su sueño, la cual había creído posible que las olas le iban a tragar, y con Él los consejos y el poder de Aquel que había creado los vientos y las olas. Es evidente que esta tempestad fue permitida para probar la fe de ellos y para manifestar la dignidad de Su Persona. Si el enemigo fue el instrumento que la produjo, él sólo tuvo éxito en hacer que el Señor exhibiese Su gloria. Tal es, en efecto, siempre el caso respecto a Cristo, y para nosotros, donde la fe está.

Ahora bien, la realidad de este poder, y la manera de su operación, son demostrados forzosamente por lo que sigue.

7.8 - El poder divino echa fuera el poder de Satanás; la presencia divina insoportable para el mundo

El Señor desembarca en la tierra de los gadarenos. Allí el poder del enemigo se manifiesta en todos sus horrores. Si el hombre, a quien el Señor había venido en gracia, no Le conocía, los demonios conocían a su Juez en la Persona del Hijo de Dios. El hombre estaba poseído por ellos. El temor que tenían al tormento en el juicio del último día, es aplicado en la mente del hombre ante la presencia inmediata del Señor: "¿Has venido acá para atormentarnos antes de tiempo?" Los espíritus malignos actúan en los hombres mediante el temor a su poder; ellos no tienen poder a menos que se les tema. Pero sólo la fe puede sacar este temor del hombre. No me refiero a las pasiones con que estos actúan, ni a las asechanzas del enemigo; yo hablo del poder del enemigo. "Resistid al diablo, y huirá de vosotros." (Santiago 4:7). Aquí los demonios deseaban manifestar la realidad de su poder. El Señor lo permite, para dejar claro que en este mundo no es simplemente cuestión de si el hombre es bueno o malo, sino, también, de aquello que es más fuerte que el hombre. Los demonios entran en los cerdos, que perecen en las aguas. Lamentable realidad que demuestra claramente que no era un asunto de una mera enfermedad o de pasiones pecaminosas, ¡sino de malos espíritus! Sin embargo, gracias sean dadas a Dios, era también un asunto de Uno que, aunque Hombre en la tierra, era más poderoso que ellos. Los demonios son obligados a reconocer este poder, y apelan a él. No existe el mínimo gesto de resistencia. En la tentación en el desierto, Satanás había sido vencido. Jesús libera completamente al hombre que había sido oprimido con su poder maligno. El poder de los demonios no era nada ante Él. Podía haber liberado al mundo de todo el poder del enemigo, si eso hubiera estado solamente en cuestión, y de todos los males de la humanidad. El hombre fuerte fue atado, y el Señor saqueó sus bienes. Pero la presencia de Dios, de Jehová, turba al mundo incluso más que de lo que el poder del enemigo degrada y domina la mente y el cuerpo. El control del enemigo sobre el corazón - demasiado pacífico, y, ¡lamentablemente! muy poco percibido - es más poderoso que la fuerza del corazón. Esto sucumbe ante la palabra de Jesús; pero la voluntad del hombre acepta el mundo como es, gobernado por la influencia de Satanás. Toda la ciudad, que había sido testigo de la liberación del poseído y del poder de Jesús presente entre ellos, le ruegan que se vaya. ¡La triste historia del mundo! El Señor descendió con poder para liberar al mundo - al hombre - de todo el poder del enemigo; pero ellos no se dejarían liberar. Su distancia de Dios era moral, y no simplemente una servidumbre al poder del enemigo. Ellos se sometieron a su yugo, se habían acostumbrado a él, y no iban a aceptar la presencia de Dios.

Yo no dudo que lo que sucedió a los cerdos es una figura de lo que sucedió a los Judíos impíos y profanos, los cuales rechazaron al Señor Jesús. Nada puede ser más asombroso que la manera en que una Persona divina, Emanuel, si bien un hombre en gracia, es manifestada en este capítulo.

8 - Capítulo 9

8.1 - Jehová presente en Israel con prueba de Su derecho a perdonar pecadores en gracia

En el capítulo 9, mientras que actúa en el carácter y según el poder de Jehová (como leemos en el Salmo 103), "Él es quien perdona todas tus iniquidades, El que sana todas tus dolencias"; lo que se presenta es la gracia real en sí misma hacia y para ellos, en la cual Él vino. Presenta el carácter de Su ministerio, así como el capítulo previo presenta la dignidad de Su Persona y el significado de lo que Él era. Se presenta a Sí mismo a Israel como su verdadero Redentor y Libertador; y, para demostrar que Su título (al cual ya se oponía la incredulidad) era esta bendición para Israel y para perdonar todas sus iniquidades que levantaron una barrera entre ellos y su Dios, Él cumple la segunda parte del versículo y sana la dolencia. ¡Hermoso y precioso testimonio de bondad hacia Israel, y al mismo tiempo, la demostración de Su gloria que estuvo en medio de Su pueblo! En el mismo espíritu, así como Él había perdonado y sanado, llama al publicano y entra en su casa, pues Él no había venido a llamar a justos, sino a pecadores.

8.2 - El progreso de la oposición; el rechazo de la obra y de la Persona del Señor

Pero entramos ahora en otra porción de la enseñanza de este Evangelio: la del progreso de la oposición de los no creyentes, de los sabios y, en particular, de los religiosos; y la del rechazo de la obra y la Persona del Señor.

La idea, el retrato de lo que sucedió, nos ha sido presentada ya en el caso del endemoniado gadareno - el poder de Dios presente para la completa liberación de Su pueblo, del mundo, si Le recibían - poder que los demonios confesaron ser aquel que en un futuro los juzgaría y los echaría fuera, el cual se mostraba en bendición para toda la gente del lugar, pero que fue rechazado porque no deseaban que tal poder habitara entre ellos. No aceptarían la presencia de Dios.

8.3 - El rechazo de la intervención de Dios en la tierra

La narración de los detalles y el carácter de este rechazo comienza ahora. Observen que Mateo 8:1-27 presenta la manifestación del poder del Señor - siendo este poder verdaderamente el de Jehová en la tierra. A partir del versículo 28 son presentadas, la recepción que este poder tuvo en el mundo, y la influencia que gobernaba al mundo, ya sea como poder, o moralmente en los corazones de los hombres.

Llegamos aquí al progreso histórico del rechazo de esta intervención de Dios en la tierra.

La multitud glorifica a Dios, que había dado tal potestad a un hombre. Jesús acepta este lugar. Él era hombre: la multitud vio que Él era un hombre, y reconoció el poder de Dios, pero no supo cómo combinar las dos ideas en Su Persona.

8.4 - Dios manifestado en gracia a pecadores

La gracia que desprecia las pretensiones de justicia del hombre, es ahora presentada.

Mateo, el publicano, es llamado; pues Dios mira el corazón, y la gracia llama a los vasos escogidos.

El Señor manifiesta los pensamientos de Dios sobre este asunto, y Su propia misión. Él vino a llamar a pecadores; Él iba a tener misericordia. Era Dios en gracia, y no el hombre con su supuesta justicia basada en sus méritos.

8.5 - Nuevos principios y nuevo poder

Él indica dos motivos que hacen imposible reconciliar Su curso con las demandas de los Fariseos. ¿Cómo podían ayunar los discípulos cuando el Esposo estaba allí? Cuando el Mesías se hubiese marchado, ellos bien podrían hacerlo así. Además, es imposible introducir los nuevos principios y el nuevo poder de Su misión en las viejas formas Farisaicas.

8.6 - Vida dada a los muertos, prueba de que Jehová está allí en gracia

De esta forma tenemos la gracia a los pecadores, pero (siendo gracia rechazada) ahora viene, inmediatamente, una prueba mayor de que el Mesías-Jehová estaba allí, desde el lecho de muerte de ella, Él obedece la llamada. Mientras Él va, una pobre mujer, la cual había empleado sin éxito todos los medios de curación, es sanada al instante tocando con fe el borde de Sus vestiduras.

8.7 - Cristo el poder para el Israel muerto y para la fe individual; la maldad de los Fariseos

Esta historia nos proporciona las dos grandes divisiones de la gracia que fue manifestada en Jesús. Cristo vino para despertar al Israel muerto; Él hará lo mismo en el futuro en el sentido pleno de la palabra. Mientras tanto, cualquiera que se asía de Él con fe, en medio de la multitud que le acompañaba, era sanado, por muy desesperado que fuera el caso. Esto, que sucedió en Israel cuando Jesús estaba allí, es cierto, en principio, acerca de nosotros también. La gracia en Jesús es un poder que levanta de los muertos, y que sana. Así Él abrió los ojos de aquellos en Israel que le reconocieron como Hijo de David, y que creyeron que Su poder podía suplir sus necesidades. Él echó fuera demonios también, y devolvió el habla al mudo. Pero habiendo realizado estos hechos de poder en Israel, de modo que el pueblo, en cuanto al hecho, los reconociera con admiración, los Fariseos, la parte más religiosa de la nación, atribuyen este poder al príncipe de los demonios. Tal es el efecto de la presencia del Señor en los líderes del pueblo, celosos de Su gloria manifestada así entre ellos, sobre quienes ellos ejercían su influencia. Pero esto, en modo alguno interrumpe a Jesús en Su carrera de beneficencia. Él todavía puede dar testimonio entre el pueblo. A pesar de los Fariseos, Su paciente bondad todavía encuentra lugar. Él continúa predicando y sanando. Tiene compasión del pueblo, quienes eran como ovejas que no tienen pastor, abandonados, moralmente, a su propia guía. Él ve que la mies es mucha, mas los obreros pocos. Es decir, Él ve todavía cada puerta abierta para dirigirse al pueblo y pasa por alto la maldad de los Fariseos.

8.8 - La paciencia y la bondad de la gracia

Resumamos lo que encontramos en el capítulo, la gracia desarrollada en Israel. En primer lugar, la gracia sanando y perdonando, como en el Salmo 103. Luego, la gracia que viene a llamar a los pecadores, no a los justos; el esposo estaba allí, y no podía la gracia en poder ser puesta en vasos Judíos ni Farisaicos; era nueva incluso en cuanto a Juan el Bautista. Realmente Él viene a dar vida a los muertos, no a sanar, sino que quienquiera que entonces Le tocara con fe - porque existían los tales - eran sanados en el camino. Él abre los ojos para que vean, como Hijo de David, y abre la boca muda de aquel a quien el demonio poseía. Todo es rechazado con blasfemia por los Fariseos y su justicia propia. Pero la gracia ve la multitud aún como careciendo de pastor; y mientras el portero mantiene la puerta abierta, Él no cesa de buscar y ministrar a las ovejas.

9 - Capítulo 10

9.1 - Los doce discípulos enviados a las ovejas perdidas de Israel; el mensaje y la autoridad de ellos

Mientras Dios le da acceso al pueblo, Él continúa su labor de amor. Sin embargo, Él estaba consciente de la iniquidad que gobernaba al pueblo, aunque no busca Su propia gloria. Habiendo exhortado a Sus discípulos a orar para que los obreros pudiesen ser enviados a la mies, Él comienza (Mateo 10) a actuar en conformidad a ese deseo. Llama a Sus doce discípulos, les da poder para echar fuera demonios y sanar a los enfermos, y los envía a las ovejas perdidas de la casa de Israel. Vemos, en esta misión, hasta qué punto los modos de Dios para con Israel forman el tema de este evangelio. Tenían que anunciar a ese pueblo, y a ellos exclusivamente, la cercanía del reino, ejerciendo, al mismo tiempo, el poder que habían recibido: un sorprendente testimonio a Aquel que había venido, y que no sólo podía obrar milagros Él mismo, sino que confería el poder a otros para que obrasen del mismo modo. Les dio autoridad sobre los malos espíritus para este propósito. Es esto lo que caracteriza al reino - el hombre sanado de todas las enfermedades, y el demonio echado fuera. Conforme a esto, en Hebreos 6, los milagros son llamados "los poderes del siglo venidero". [27]

[27] Puesto que entonces Satanás será atado y el hombre liberado por el poder de Cristo. Y había liberaciones parciales de esta clase.

9.2 - Dependencia para la necesidad de ellos; aceptación y rechazo como los mensajeros del Rey

Con respecto a su necesidad, ellos tenían también que depender enteramente de Aquel que los enviaba. Emanuel estaba allí. Si los milagros eran una prueba al mundo del poder de su Maestro, el hecho de que ellos no carecían de nada debería ser lo mismo para sus corazones. La ordenanza fue revocada durante ese período de su ministerio que seguiría a la partida de Jesús de este mundo (Lucas 22:35-37). Aquello que Él aquí ordena a Sus discípulos pertenece a Su presencia como Mesías, como Jehová mismo, en la tierra. Por lo tanto, la recepción de Sus mensajeros, o su rechazo, decidía el destino de aquellos a quienes eran enviados. Al rechazarlos, rechazaban al Señor Emanuel, Dios con Su pueblo [28]. Pero, de hecho, Él los envió como ovejas en medio de lobos. Ellos necesitarían la prudencia de serpientes, y tenían que exhibir la sencillez de las palomas (rara unión de virtudes, hallada solamente en aquellos que, por el Espíritu del Señor, son "sabios para el bien, e ingenuos para el mal." - Romanos 16:19).

[28] Hay una división del discurso del Señor en el versículo 15. Hasta ahí, es la misión actual en aquel entonces. A partir del versículo 16, tenemos reflexiones más generales sobre la misión de ellos, vista como un todo en medio de Israel hasta el final. Evidentemente que esta va más allá de su misión en aquel entonces, y supone la venida del Espíritu Santo. La misión por la cual la Iglesia es llamada como tal, es una cosa diferente. El que a ellos se les prohibiese ir a los Gentiles, se aplica solamente a Israel. Esto concluyó necesariamente con la destrucción de Jerusalén y la dispersión de la nación Judía, pero va a ser renovada al final, hasta que el Hijo del Hombre haya venido. Había solamente un testimonio a los Gentiles, presentado ante ellos como jueces, como lo era Pablo, y esa parte de su historia, incluso hasta que llegó a Roma, en los Hechos, ocurrió entre los Judíos. La última parte, a partir del versículo 16, tiene menos que ver con el evangelio del reino.

Si ellos no se guardaban de los hombres (triste testimonio en cuanto a estos), no harían otra cosa que sufrir; pero cuando fuesen azotados y llevados ante los concilios y gobernantes y reyes, todo esto llegaría a ser un testimonio en ellos - un medio divino de presentar el evangelio del reino a reyes y príncipes, sin alterar su carácter o acomodándolo al mundo, o mezclando al pueblo del Señor con sus costumbres y falsa grandeza. Además, circunstancias como estas hacían su testimonio mucho más destacado que la asociación con los grandes de la tierra hubiera podido hacer.

9.3 - Ayuda y estímulo

Y, para llevar a cabo esto, debían recibir tal poder y dirección del Espíritu de su Padre, como para hacer que las palabras que ellos hablaban no fueran las suyas, sino las de Aquel que los inspiraba. Nuevamente aquí, la relación de ellos con su Padre, la cual caracteriza tan claramente al sermón del Monte, se constituye en la base de su capacidad para el servicio que tenían que realizar. Debemos recordar que este testimonio iba dirigido solamente a Israel, sólo que, estando Israel bajo el yugo de los Gentiles desde el tiempo de Nabucodonosor, el testimonio alcanzaría a sus gobernantes.

9.4 - El rechazo del mensaje previsto; la reanudación del testimonio en Israel

Pero este testimonio excitaría una oposición que rompería todos los lazos familiares, y despertaría un odio que no perdonaría la vida de aquellos que hubieran sido los más amados. Aquel que, a pesar de todo, resistiese hasta el final, sería salvo. No obstante, el caso era apremiante. Ellos no debían resistirse, pero si la oposición tomaba la forma de persecución, tenían que huir y predicar el evangelio en otro lugar, pues el Hijo del Hombre habría de venir antes de que ellos hubieran acabado de recorrer todas las ciudades de Israel [29]. Ellos tenían que anunciar el reino. Jehová, Emanuel estaba allí, en medio de Su pueblo, y los principales del pueblo habían llamado al padre de familia Beelzebú. Esto no había detenido Su testimonio, sino que caracterizó fuertemente las circunstancias en que este testimonio tenía que ser dado. Él los envió, previniéndoles sobre este estado de cosas, para que mantuvieran este testimonio final entre Su pueblo amado tanto como fuera posible. Esto ocurrió en ese momento, y es posible, si las circunstancias lo permiten, continuarlo hasta que el Hijo del Hombre venga a ejecutar juicio. Cuando esto ocurra, el padre de familia se habrá levantado para cerrar la puerta. (Lucas 13:25). El "hoy" del Salmo 95 habrá terminado. Siendo el objeto de este testimonio Israel en posesión de sus ciudades, es forzosamente interrumpido cuando ya no se encuentran en su tierra. El testimonio del futuro reino, dado en Israel por los apóstoles después de la muerte del Señor, es un cumplimiento de esta misión, en cuanto a que este testimonio era rendido en la tierra de Israel; ya que el reino podía ser anunciado para ser establecido mientras Emanuel estaba en la tierra; o este podría ser anunciado por el regreso de Cristo desde el cielo como lo anuncia Pedro en Hechos 3. Y esto podría ocurrir si Israel estuviera en la tierra, incluso hasta el regreso de Cristo. Así, el testimonio puede reanudarse en Israel, siempre que ellos estén otra vez en su tierra, y el poder espiritual indispensable sea enviado por Dios.

[29] Observen aquí la expresión "Hijo del Hombre". Este es el carácter en el cual (según Daniel 7) el Señor vendrá, en un poder y gloria mucho más grandes que aquellos de Su manifestación como Mesías, el Hijo de David, y que serán exhibidos dentro de una esfera mucho más amplia. Como el Hijo del Hombre, Él es el heredero de todo lo que Dios destina para el hombre (ver Hebreos 2:6-8 y 1 Corintios 15:27). Por consiguiente, viendo cual es la condición del hombre, Él debe sufrir para poseer esta herencia. Él estaba allí como el Mesías, pero debe ser recibido en Su verdadero carácter, Emanuel; y los Judíos deben ser sometidos moralmente a prueba. Él no aceptará el reino sobre principios carnales. Rechazado como Mesías, como Emanuel, Él posterga el período de aquellos acontecimientos, que concluirán el ministerio de Sus discípulos con respecto a Israel, hasta Su venida como el Hijo del Hombre. Entretanto, Dios ha sacado a la luz otras cosas que habían estado ocultas desde la fundación del mundo, la verdadera gloria de Jesús el Hijo de Dios, Su gloria celestial como hombre y la Iglesia unida a Él en el cielo. El juicio de Jerusalén, y la dispersión de la nación, han suspendido el ministerio que había comenzado en el momento del cual el evangelista habla aquí. Aquí no es el tema del discurso del Señor aquello que ha ocupado el intervalo desde entonces, el cual se refiere solamente al ministerio que tenía a los Judíos como su objetivo. Encontraremos que en otra parte se habla de los consejos de Dios con respecto a la Iglesia, en relación con la gloria de Jesús a la diestra de Dios. Lucas nos dará en más detalle, lo concerniente al Hijo del Hombre. En Mateo, el Espíritu Santo nos ocupa con el rechazo de Emanuel.

9.5 - La posición de los testigos de Dios en la tierra; Cristo, la piedra de toque

Mientras tanto, los discípulos tenían que compartir la propia posición de Cristo. "Si al padre de familia llamaron Beelzebú, ¿cuánto más a los de su casa?" Pero no debían temer. Era la porción necesaria de aquellos que estaban del lado de Dios en medio del pueblo. Pero no había nada oculto que no hubiera de ser revelado. Ellos mismos no tenían que restringirse en nada, sino que tenían que anunciar desde las azoteas, todo lo que se les había enseñado; pues todo había de ser traído a la luz: su fidelidad a Dios en este sentido, así como otras cosas. Esto, mientras enfrentaban las conspiraciones secretas de sus enemigos, tenía que caracterizar por sí solo las formas de actuar de los discípulos. Dios, el cual es luz, y ve en la oscuridad igual que en la claridad, iba a sacar todo a la luz, pero ellos debían hacer esto moralmente ahora. Así que, no debían temer nada mientras realizaran esta obra, a menos que fuera a Dios mismo, el juez justo en el día postrero. Además, los cabellos de su cabeza estaban contados. Ellos eran preciosos para su Padre, quien observaba con especial atención incluso la muerte de un pajarillo. Esto no podía suceder sin Aquel que era el Padre de ellos.

Finalmente, debían estar plenamente persuadidos por la convicción de que el Señor no había venido para traer paz a la tierra; no, habría división, incluso en el seno de las familias. Pero Cristo tenía que ser más precioso que el padre o la madre, e incluso más precioso que la propia vida de un hombre. Aquel que quería salvar su vida a expensas de su testimonio de Cristo, la perdería; y aquel que quería perder su vida por causa de Cristo, la ganaría. Aquel que recibiera este testimonio, en la persona de los discípulos, recibía a Cristo, y, en Cristo, a Aquel que le envió. Dios, por lo tanto, siendo reconocido así en las personas de Sus testigos en la tierra, otorgaría a cualquiera que recibiera a estos últimos, una recompensa según el testimonio rendido. Reconociendo así el testimonio del Señor rechazado, aunque fuese por un vaso de agua fría, aquel que lo daba no perdería su recompensa. En un mundo contrario, aquel que cree el testimonio de Dios, y recibe (a pesar del mundo) al hombre que da este testimonio, confiesa realmente a Dios, así como a Su siervo. Esto es todo lo que podemos hacer. El rechazo de Cristo hizo de Él una prueba, una piedra de toque.

9.6 - El juicio de la nación decidido

Desde esa hora encontramos el juicio definitivo de la nación, en realidad, no aún como abiertamente declarado (esto está en el capítulo 12), ni por el cese del ministerio de Cristo, lo cual resultó, no obstante la oposición de la nación, en la reunión del remanente, y en el aún más importante efecto de la manifestación de Emanuel; sino que esto se da a conocer en el carácter de Sus discursos, en las declaraciones positivas que describen la condición del pueblo, y en la conducta del Señor en medio de las circunstancias que dieron lugar a la expresión de las relaciones en las cuales Él estuvo para con ellos.

10 - Capítulo 11

10.1 - La pregunta de Juan el Bautista; el verdadero testimonio del Señor en cuanto a Él mismo

En el capítulo 11, habiendo enviado a Sus discípulos a predicar, Él continúa el ejercicio de Su propio ministerio. Las noticias de las obras de Cristo llegan a Juan en la prisión. Él, en cuyo corazón, no obstante su don profético, quedaban todavía pensamientos y esperanzas Judías, envía a sus discípulos a preguntar a Jesús si Él es Aquel que había de venir, o si ellos aún deberían esperar a otro [30]. Dios permitió que se hiciera esta pregunta para poner todas las cosas en su lugar. Cristo, siendo el Verbo de Dios, debería ser Su propio testigo. Debería dar testimonio de Sí mismo así como de Juan, y no recibir testimonio de este último; y esto es lo que Él hizo en presencia de los discípulos de Juan. Él sanaba todas las enfermedades de los hombres, y predicaba el evangelio a los pobres, y los mensajeros de Juan tenían que presentar ante él, el verdadero testimonio de lo que Jesús era. Juan tenía que recibirlo. Era por medio de estas cosas que los hombres eran probados. Bendito era aquel que no se ofendía por la humilde apariencia exterior del Rey de Israel. Dios manifestado en carne no vino a buscar la pompa de la realeza, aunque Él se la merecía, sino la liberación de hombres sufrientes. Su obra revelaba un carácter mucho más profundamente divino, que tenía un manantial de acción mucho más glorioso que aquel que dependía de la posesión del trono de David - más que una liberación que hubiera puesto a Juan en libertad, y hubiese acabado con la tiranía que le había encarcelado.

[30] Al enviar a sus discípulos a Jesús, él muestra plena confianza en Su palabra como profeta, pero ignorancia en cuanto a Su Persona; y esto es lo que se presenta aquí en toda su luz.

Emprender este ministerio, descender a la escena de este ejercicio para llevar los dolores y las cargas de Su pueblo, podría ser una ocasión de tropiezo para un corazón carnal que estuviese buscando la apariencia de un reino glorioso que satisfaría el orgullo de Israel. Pero ¿no era esto más verdaderamente divino, más necesario para la condición del pueblo, según Dios la veía? Por consiguiente, el corazón de cada uno sería probado así, para mostrar si el tal pertenecía a aquel remanente arrepentido, el cual discernía los caminos de Dios, o bien a la multitud orgullosa, la cual procuraba solamente su propia gloria, que no poseía ni una conciencia ejercitada ante Dios, ni un sentido de su necesidad y miseria.

10.2 - El testimonio del Señor acerca de Juan y Su testimonio acerca del reino venidero

Habiendo puesto a Juan bajo la responsabilidad de recibir este testimonio, el cual sometía a todo Israel a prueba, y habiendo diferenciado al remanente de la nación en general, el Señor da, entonces, testimonio de Juan, dirigiéndose a la multitud y recordándoles cómo habían seguido las predicaciones de Juan. Él les muestra el punto exacto al cual había llegado Israel en los caminos de Dios. La introducción, en testimonio, del reino, marcaba la diferencia entre aquello que lo precedía y lo que le seguía. Entre todos los nacidos de mujer, no ha habido nadie mayor que Juan, nadie que hubiera estado más cerca de Jehová, enviado ante Su faz, nadie que le hubiera rendido un testimonio más exacto y completo a Él, que hubiese estado tan separado de todo mal por el poder del Espíritu de Dios - una separación apropiada para el cumplimiento de tal misión entre el pueblo de Dios. Con todo, él no había estado en el reino: este aún no se había establecido; y estar en la presencia de Cristo en Su reino, gozando del resultado del establecimiento de Su gloria [31], era algo más grande que todo el testimonio de la venida del reino.

[31] Esto no es la asamblea de Dios; sino el establecimiento de los derechos del Rey como manifestado en gloria, el fundamento siendo puesto, los Cristianos están en el reino, y la paciencia de Jesucristo, quien está glorificado pero escondido en Dios. Ellos comparten el destino del Rey, y compartirán Su gloria cuando Él reine.

10.3 - El reino anunciado y predicado pero no establecido aún

No obstante, a partir de la época de Juan el Bautista hubo un gran cambio. A partir de ese momento, el reino fue anunciado. No estaba establecido, pero fue predicado. Esto era algo muy distinto a las profecías que hablaban del reino en un período aún distante, mientras recordaban al pueblo la ley como fue dada por Moisés. El Bautista fue delante del Rey, anunciando la cercanía del reino, y ordenando a los Judíos que se arrepintieran, para que pudieran entrar en él. Así, la ley y los profetas hablaron de parte de Dios hasta Juan. La ley era la norma; los profetas, manteniendo la norma, fortalecían las esperanzas y la fe del remanente. Ahora, la energía del Espíritu obligaba a los hombres a forzar su camino a través de cada dificultad y de toda la oposición de los líderes de la nación y de un pueblo ciego, para que ellos pudieran, a toda costa, lograr un reino de un Rey rechazado por la ciega incredulidad de aquellos que deberían haberle recibido. Se necesitaba - viendo que el Rey había venido en humillación, y que había sido rechazado - se necesitaba esta violencia para entrar en el reino. La puerta estrecha era la única entrada.

10.4 - Juan como el Elías que había de venir

Si la fe pudiera penetrar realmente en la mente de Dios acerca de esto, Juan era el Elías que había de venir. El que tenía oídos para oír, que oyera. Era, de hecho, sólo para estos.

Si el reino hubiese aparecido en la gloria y en el poder de su Cabeza, la violencia no hubiera sido necesaria; esto habría sido reconocido como el efecto cierto de aquel poder; pero era la voluntad de Dios que ellos fueran probados moralmente. Era así también como ellos deberían haber recibido a Elías en espíritu.

10.5 - El carácter de "esta generación" manifestado por su rechazo de Jesús

El resultado es dado en las palabras del Señor que están a continuación, es decir, el verdadero carácter de esta generación, y los caminos de Dios en relación con la Persona de Jesús, manifestados por Su mismo rechazo. Como generación, las amenazas de justicia y los atractivos de la gracia estaban igualmente perdidas sobre ellos. Los hijos de la sabiduría, aquellos cuyas conciencias eran enseñadas por Dios, reconocían la verdad del testimonio de Juan, como que era contra ellos, y la gracia, tan necesaria para los culpables, de los modos de Jesús.

10.6 - La justa reconvención del Señor a la insensatez de ellos dada en advertencia

Juan, separado de la iniquidad de la nación, poseía, a ojos de ellos, un demonio. Ellos acusaron a Jesús, bondadoso hasta con los más desventurados, de complacerse con los malos caminos. Sin embargo, la evidencia era suficientemente poderosa como para haber sometido el corazón de una ciudad como Tiro o como Sodoma; y la justa reconvención del Señor advierte a la nación perversa e incrédula, de un juicio más terrible que aquel que aguardaba al orgullo de Tiro o a la corrupción de Sodoma.

Pero esto era una prueba para los más favorecidos de la humanidad. Se podría haber dicho: ¿por qué no se enviaba este mensaje a Tiro, donde estaban prontos para oír? ¿Por qué no a Sodoma, para que la ciudad pudiese haber escapado del fuego que la consumió? Ello es debido a que el hombre debe ser probado de todas las maneras; para que los perfectos consejos de Dios puedan desarrollarse. Si Tiro o Sodoma habían abusado de las ventajas que un Dios creador y providente había acumulado sobre ellos, los Judíos tenían que manifestar lo que había en el corazón del hombre, cuando poseían todas las promesas y eran los depositarios de todos los oráculos de Dios.

Ellos se jactaron del don, y se alejaron del Dador. Su cegado corazón no reconocía a su Dios, e incluso le rechazaba.

10.7 - El desprecio del pueblo sentido por el Señor pero aceptado como la voluntad de Su Padre

El Señor sintió el menosprecio de Su pueblo, al cual amaba; pero, como el hombre obediente en la tierra, Él se sometió a la voluntad de Su Padre, quien, actuando con soberanía, el Señor del cielo y la tierra, manifestó, en el ejercicio de esta soberanía, sabiduría divina, y la perfección de Su carácter. Jesús acepta la voluntad de Su Padre en sus consecuencias, y, así sujeto, ve su perfección.

10.8 - La revelación de Dios al humilde; la gloria de los consejos de Dios

Era conveniente que Dios revelara a los humildes todos los dones de Su gracia en Jesús, este Emanuel en la tierra; y que Él los protegería del orgullo que procuraba escudriñarlos y juzgarlos. Pero esto abre la puerta a la gloria de los consejos de Dios en ello.

La verdad era, que Su Persona era demasiado gloriosa para ser sondeada o comprendida por el hombre, aunque Sus palabras y Sus obras dejaban a la nación sin excusa, por su negativa a venir a Él para que pudiesen conocer al Padre.

Jesús, sujeto a la voluntad de Su Padre, aunque completamente sensible a todo lo que ocasionaba dolor a Su corazón en sus resultados, ve toda la extensión de la gloria que seguiría a Su rechazo.

10.9 - La revelación del Hijo a la fe y la revelación del Padre por el Hijo

Todas las cosas Le fueron entregadas por Su padre. Es el Hijo quien es revelado a nuestra fe, siendo quitado el velo que cubría Su gloria, ahora que es rechazado como Mesías. Nadie Le conoce sino el Padre. ¿Quién de entre los orgullosos podía sondear lo que Él era? Aquel que desde toda eternidad era uno con el Padre, se hizo hombre, sobrepasó, en el profundo misterio de Su ser, todo conocimiento excepto el del Padre mismo. La imposibilidad de conocer a Aquel que se había despojado a Sí mismo para hacerse Hombre mantenía la certeza, la realidad, de Su divinidad, la cual esta renunciación propia podría haber ocultado de los ojos de la incredulidad. La incomprensibilidad de un ser en una forma finita revelaba el infinito que se hallaba dentro. Su divinidad estaba garantizada a la fe, contra el efecto de Su humanidad sobre la mente del hombre. Pero si nadie conocía al Hijo, excepto el Padre solo, el Hijo, quien es verdaderamente Dios, era capaz de revelar al Padre. A Dios nadie jamás le ha visto. El Hijo unigénito, que está en el seno del Padre, le ha dado a conocer. Nadie conoce al Padre sino el Hijo, y aquel a quien el Hijo lo quiera revelar. ¡Miserable ignorancia que en su orgullo rechaza al Hijo! Fue así, conforme al beneplácito del Hijo, que esta revelación fue hecha. ¡Notable atributo de la perfección divina! Él vino para este propósito; Él lo hizo conforme a Su propia sabiduría. Tal era la verdad de las relaciones del hombre con Él, aunque Él se sometió a la humillación dolorosa de ser rechazado por Su propio pueblo, como la prueba final de su estado, del estado del hombre.

10.10 - La puerta abierta a los Gentiles

Observen también aquí, que este principio, esta verdad, con respecto a Cristo, abre la puerta a los Gentiles, a todos los que iban a ser llamados. Él revela al Padre a los que Él quiere. Él siempre busca la gloria del Padre. Él solo puede revelarle - Aquel a quien el Padre, el Señor del cielo y la tierra, ha entregado todas las cosas. Los Gentiles están incluidos en los derechos conferidos por este título, incluso cada familia en el cielo y en la tierra. Cristo ejerce estos derechos en gracia, llamando a los que Él quiere al conocimiento del Padre.

10.11 - Aquellos que rechazaron al Revelador dejados en ignorancia total

Así encontramos aquí a la generación incrédula y perversa; un remanente de la nación que justificaba la sabiduría de Dios como la manifestaron Juan y Jesús en juicio y en gracia; la sentencia del juicio sobre los incrédulos; el rechazo de Jesús en el carácter bajo el cual Él se había presentado a la nación; y Su sumisión perfecta, como hombre, a la voluntad de Su Padre en este rechazo, dando ocasión para la manifestación a Su alma de la gloria apropiada a Él como Hijo de Dios - una gloria que ningún hombre podía conocer, de la misma forma que Él solo podía revelar la de Su Padre. Así que el mundo que le rechazó estaba en total ignorancia, excepto por el puro afecto de Aquel que se deleita en revelar al Padre.

10.12 - La misión de los discípulos dirigida a Israel continúa hasta la venida del Señor en juicio

Deberíamos destacar también aquí, que la misión de los discípulos al Israel que rechazó a Cristo continúa (siempre que Israel se halle en la tierra) hasta que Él venga como Hijo del Hombre, que es Su título judicial y de gloria como Heredero de todas las cosas (o sea, hasta el juicio por el cual Él toma posesión de la tierra de Canaán, en un poder que no deja sitio a Sus enemigos). Este, Su título de juicio y gloria como Heredero de todas las cosas, es mencionado en Juan 5, Daniel 7, y en los Salmos 8 y 80.

10.13 - Gracia soberana; el lugar de descanso perfecto para el corazón

Observen también que, en Mateo 11, la perversidad de la nación que había rechazado el testimonio de Juan y el del Hijo del Hombre venido en gracia y asociándose así Él mismo en gracia con los Judíos, abre la puerta al testimonio de la gloria del Hijo de Dios, y a la revelación del Padre por Él en gracia soberana - una gracia que podía hacerle conocido tan eficazmente a un pobre Gentil como a un Judío. Ya no era más un asunto de responsabilidad al recibir, sino de gracia soberana impartida sobre quien quería. Jesús conocía al hombre, al mundo, a la generación que había gozado de las mayores ventajas de todas las que estaban en el mundo. No había lugar para que el pie reposase en el lodo cenagoso de aquello que se había alejado de Dios. En medio de un mundo de maldad, Jesús permaneció como el solo revelador del Padre, la fuente de todo bien. ¿A quiénes llama Él? ¿Qué otorga Él a los que vienen? Como única fuente de bendición y revelación del Padre, Él llama a todos aquellos que están cansados y cargados. Quizás no conocían la fuente de toda la miseria, a saber, la separación de Dios: el pecado. Él sabía, y sólo Él podía sanarlos. Si era el sentido de pecado lo que pesaba sobre ellos, tanto mejor. En todos los sentidos, el mundo no podía ya satisfacer sus corazones; eran desdichados, y por tanto, objetos del corazón de Jesús. Además, Él los haría descansar; Él no explica aquí por qué medios lo haría; Él simplemente anuncia el hecho. El amor del Padre, el cual en gracia, en la Persona del Hijo, vino a buscar a los desventurados, otorgaría el descanso (no simplemente alivio o comprensión, sino descanso), a todo el que viniera a Jesús. Era la perfecta revelación del nombre del Padre al corazón de aquellos que lo necesitaban; y esto por medio del Hijo; paz, paz con Dios. Sólo tenían que acudir a Cristo, pues Él lo llevaba todo y proporcionaba descanso. Pero existe un segundo elemento en la palabra descanso. Hay más que paz mediante el conocimiento del Padre en Jesús. Y más de lo que es necesario, pues incluso cuando el alma está perfectamente en paz con Dios, este mundo presenta muchas causas de turbación al corazón. En estos casos, bien se trata de ser sumiso o de mostrar el yo. Cristo, en la conciencia de Su rechazo, en el profundo dolor producido por la incredulidad de las ciudades en que había realizado tantos milagros, acababa de manifestar la sumisión más completa a Su Padre, y había hallado en ello perfecto descanso para Su alma. A ello invita a todos los que le escuchaban, a todos los que sentían la necesidad de descanso para sus propias almas. "Llevad mi yugo sobre vosotros, y aprended de mí", es decir, el yugo de la completa sumisión a la voluntad de Su Padre, aprendiendo de Él cómo enfrentar los problemas de la vida; pues Él era "manso y humilde de corazón", satisfecho con estar en el lugar más bajo por voluntad de Su Dios. De hecho, nada puede derribar a ninguno que se halle allí. Es el lugar de perfecto descanso para el corazón.

11 - Capítulo 12

11.1 - El rechazo de la nación mostrado claramente; una nueva posición en gracia soberana

Finalmente, el rechazo de la nación, como consecuencia de su desprecio por el Señor, es claramente manifestado, así como el cese de todas Sus relaciones con ellos como nación, a fin de presentar de parte de Dios un sistema totalmente diferente, es decir, el reino de una forma particular. De esta manera, este último capítulo es el momento crucial de toda la historia. Cristo es un testigo divino de Sí mismo, y Juan el Bautista tiene que recibirle así, al igual que otros lo harían. Él ya no estaba en la condición de Mesías, de la que testificaba, sino como Hijo de Dios, pero da Su pleno testimonio de Juan. Pero la nación había rechazado a Dios, quien se manifestó lo mismo en gracia que en amonestaciones: sólo quedaba un remanente. La sabiduría era justificada por sus hijos. Luego viene Su sumisión a Su rechazo, cruel como era, según la voluntad del Padre; pero ello le conduce a penetrar en la conciencia de Su gloria personal, el verdadero terreno de ese rechazo. Todas las cosas fueron entregadas a Él por Su Padre. Nadie podía conocerle a Él, ni tampoco al Padre, a menos que Él le revelase. El mundo entero, probado por medio de Su perfección, fue hallado sumido en la impiedad (aunque con un remanente preservado), pero el hombre estaba universalmente alejado de Dios. Él miró desde los cielos, como leemos, pero todos se habían apartado del camino, y no había nadie justo, no, ni siquiera uno. Así Jesús, cuando caminaba sobre el mar, permanecía solo en un mundo juzgado, juzgado por rechazarle a Él, pero ahora en la gracia soberana del Padre, permanecía como el Hijo que lo revelaba a Él, e invita a conocer la revelación de esta gracia en Sí mismo. Esta es precisamente ahora la nueva posición. Él había probado al hombre. Todo aquello que Él era, impedía que el pueblo Le recibiese como tal. Ahora, el que estuviera cansado, debe venir a Él, quien permanecía allí solo, y Él le daría descanso. Ellos deben aprender de Él, quien se había sometido plenamente, y tendrían descanso frente al mundo y frente a todo lo demás. Lo mismo sucede con nosotros: allí donde nos sometemos totalmente, entramos a la posesión consciente de nuestros privilegios como siendo inmerecidos, sobre un terreno celestial y más elevado.

11.2 - El Hijo del Hombre como Señor del día de reposo

La primera circunstancia que hizo que se cuestionara Su Persona, y Su derecho a cerrar la dispensación, fue la recolección de espigas por parte de los discípulos y el hecho de que las restregaran con las manos (Lucas 6:1) para satisfacer su hambre. Por este motivo los Fariseos los reprendieron, pues lo hicieron en día de reposo. Jesús expone ante ellos que el rey, rechazado por la malicia de Saúl, había participado de aquello que era dado solamente a los sacerdotes. El Hijo de David, en un caso similar, bien podía gozar de un privilegio similar. Además, Dios estaba actuando en gracia. El sacerdote también profanaba el día de reposo en el servicio del templo; y Uno mayor que el templo estaba allí. Por otra parte, si ellos hubieran conocido realmente los pensamientos de Dios, y hubiesen estado imbuidos del Espíritu que Su Palabra manifestaba que era aceptable para Él, - "misericordia quiero, y no sacrificios" -, no habrían condenado a los inocentes. Además de esto, el Hijo del Hombre era Señor incluso del día de reposo. Aquí Él ya no utiliza más el título de Mesías, sino el de Hijo del Hombre - un nombre que testificaba de un orden nuevo de cosas, y de un poder más amplio. Ahora bien, lo que Él dijo tenía gran significado; pues el día de reposo era la señal del pacto entre Jehová y la nación (Ezequiel 20:12-20); y el Hijo del Hombre estaba manifestando Su poder sobre esta señal. Si eso era tocado, todo había terminado en cuanto al pacto.

11.3 - El odio persistente de los Fariseos; la posición del Señor

La misma pregunta se suscita en la sinagoga; y el Señor persiste en actuar en gracia y hacer el bien, mostrándoles que ellos harían lo mismo por una de sus ovejas. Esto no hace más que excitar su odio, tanto más cuanto mayor era la prueba de Su poder benefactor. Eran hijos del homicida. Jesús se aparta de ellos y grandes multitudes le siguen. Los sana, y les encarga rigurosamente que no le descubran. En todo esto, sin embargo, Sus acciones no eran sino el cumplimiento de una profecía que indicaba claramente la posición del Señor en este momento. Llegaría la hora cuando Él haría triunfar la justicia. Entretanto, Él conservaba la posición de completa humildad, en la cual la gracia y la verdad podían recomendarse solas a los que las apreciaban y necesitaban. Pero en el ejercicio de esta gracia, y en Su testimonio de la verdad, Él no haría nada para distorsionar este carácter, o para atraer de tal manera la atención de los hombres, que esto impidiese Su verdadera obra, o que incluso pudiese levantar la sospecha de que Él buscase Su propio honor. No obstante, el Espíritu de Jehová estaba sobre Él como Su Amado, en quien se deleitaba Su alma; y Él proclamará justicia a los Gentiles, y ellos pondrán su confianza en Su nombre. La aplicación de esta profecía a Jesús en aquel momento es muy evidente. Vemos cuán cauteloso estaba Él con los Judíos, privándolos de la satisfacción de sus actitudes carnales con respecto a Él, y satisfecho de quedarse en segundo plano, si Dios el Padre era glorificado; y glorificándole Él mismo en la tierra haciendo el bien. Pronto Él iba a manifestarse a los Gentiles; ya fuera por la ejecución del juicio de Dios, o presentándose a Sí mismo a ellos como Aquel en quien debían confiar.

Es evidente que este pasaje es colocado aquí por el Espíritu Santo, a fin de dar la representación exacta de Su posición, antes de exponer las nuevas escenas que Su rechazo prepara para nosotros.

11.4 - La ceguera de los religiosos; el poder de Beelzebú; sellando la condición de ellos

Él, entonces, echa fuera un demonio de un hombre que era ciego y mudo - una condición triste, que describe con acierto la condición del pueblo con respecto a Dios. La multitud, llena de admiración, exclama: "¿Será este aquel Hijo de David?" Pero los religiosos, oyéndolo, celosos del Señor, y hostiles al testimonio de Dios, declaran que Jesús había realizado este milagro por el poder de Beelzebú, determinando así su propia condición y colocándose bajo el definitivo juicio de Dios. Jesús demuestra lo absurdo de lo que habían dicho. Satanás no destruiría su propio reino. Los propios hijos de los religiosos, que pretendían hacer lo mismo, juzgarían su iniquidad. Pero si no fue el poder de Satanás (y los Fariseos admitieron que los demonios fueron echados fuera), fue el dedo de Dios, y el reino de Dios estaba entre ellos.

Aquel que había entrado en la casa del hombre fuerte para saquear sus bienes, tenía que atarlo primero.

11.5 - El pecado imperdonable; decidiendo su propia suerte

La verdad es que la presencia de Jesús sometía todo a prueba; del lado de Dios, todo estaba centrado en Él. Es el propio Emanuel quien se hallaba allí. El que no estaba con Él, estaba contra Él. Quien no recogía con Él, desparramaba. Todo dependía ahora de Él solo. Soportaría toda la incredulidad acerca de Su Persona. La gracia no podía remover eso. Él podía perdonar todo pecado, pero hablar en contra y blasfemar al Espíritu Santo (es decir, reconocer el ejercicio de un poder, el cual es de Dios, y atribuirlo a Satanás) no podía ser perdonado; porque los Fariseos admitieron que el demonio fue echado fuera, y fue sólo con malicia, y con asombrado odio deliberado hacia Dios, que ellos lo atribuyeron a Satanás. ¿Qué perdón podía hallarse para esto? No había ninguno, ni en la época de la ley [32], ni en la del Mesías. El destino de aquellos que actuaban de ese modo estaba decidido. Esto es lo que el Señor les haría entender. El fruto demostraba la naturaleza del árbol. Este era esencialmente malo. Ellos eran una generación de víboras. Juan les había dicho lo mismo. Sus palabras los condenaban. Los escribas y Fariseos pedían una señal acerca de ello. Esto no era más que maldad. Ellos ya habían tenido suficientes señales. Se trataba sólo de excitar la incredulidad del resto.

[32] Presten atención a esta expresión. Vemos la manera como el Espíritu Santo pasa desde el tiempo que entonces era presente para los Judíos, que pronto finalizaría, hasta el tiempo cuando el Mesías establecería Su reino, el "siglo venidero" de ellos. Nosotros tenemos una posición fuera de todo esto, durante la suspensión del establecimiento público del reino. Incluso los apóstoles no hicieron nada más que predicar acerca de él y anunciarlo, pero no lo establecieron. Sus milagros eran "los poderes del siglo venidero" (comparar con 1 Pedro 1:11-13). Como veremos más adelante, esto es de gran importancia. Así también en cuanto al nuevo pacto del cual Pablo era ministro; y, sin embargo, él no lo estableció con Judá ni con Israel.

11.6 - La petición de los Fariseos es concedida; la señal del juicio es dada; la condenación de ellos por los Gentiles

Esta petición proporciona la ocasión al Señor para pronunciar el juicio de esta generación.

Esta generación mala solamente tendría la señal de Jonás. Así como Jonás estuvo tres días y tres noches en el vientre del pez, así el Hijo del Hombre estaría tres días y tres noches en el corazón de la tierra. Pero entonces, ¡he aquí! Cristo ya era rechazado.

Los hombres de Nínive, por su conducta, condenarían a esta generación en el día del juicio, porque ellos se arrepintieron a la predicación de Jonás. Y uno mayor que Jonás se hallaba allí. La reina del sur asimismo testificaba en contra de la maldad de esta perversa generación. Su corazón, atraído por el informe de la sabiduría de Salomón, la había conducido a él desde los fines de la tierra, y uno mayor que Salomón se hallaba allí. Los pobres Gentiles ignorantes comprendieron la sabiduría de Dios en Su Palabra, ya fuera mediante el profeta o el rey, mejor que Su amado pueblo, aun cuando el Gran Rey y Profeta estaba entre ellos.

11.7 - El juicio de Israel pronunciado

Este fue entonces Su juicio: el espíritu inmundo (de idolatría) que había salido del pueblo, no hallando descanso lejos de Israel (¡lamentablemente! su verdadera casa, mientras que ellos deberían haber sido la casa de Dios), retornaría con siete espíritus peores que el primero. Hallaría la casa desocupada, barrida y adornada, y el posterior estado de esta sería peor que el primero. ¡Qué juicio tan solemne del pueblo fue este - que aquellos entre quienes había caminado Jehová se convirtieran en la habitación de un espíritu inmundo, de una sobreabundancia de espíritus inmundos; no meramente de siete, el número completo, sino que junto con estos (que incitaría a todos ellos a la locura contra Dios y contra aquellos que le honraban, conduciéndoles a su propia destrucción), ese otro espíritu inmundo también, que los haría retroceder a la idolatría de la que habían salido! El juicio de Israel fue pronunciado.

11.8 - Vínculos naturales rotos públicamente; nuevos vínculos son reconocidos

En conclusión, Jesús rompe públicamente los vínculos naturales que existían entre Él y el pueblo según la carne, reconociendo solamente a aquellos que estaban formados por la Palabra de Dios y se manifestaban haciendo la voluntad de Su Padre que está en los cielos. Él reconocería como Sus parientes solamente a esas personas, formadas según el modelo del sermón del Monte.

12 - Capítulo 13

12.1 - Una nueva posición, una nueva obra como el Sembrador para producir fruto

Sus acciones y Sus palabras, después de esto, testifican de la nueva obra que Él estaba haciendo realmente en la tierra. Él sale (capítulo 13) de la casa, se sienta junto al lago. Toma una nueva posición externa para anunciar a la multitud aquello que era Su verdadera obra. Un sembrador salió a sembrar.

El Señor ya no buscaba fruto en Su viña. Había sido indispensable, conforme a las relaciones de Dios con Israel, que Él buscara este fruto; pero Su verdadero servicio, como Él bien sabía, era traer aquello que podía producir fruto, y no buscar fruto alguno en los hombres.

Es importante comentar aquí, que el Señor habla del efecto visible y exterior de Su obra como Sembrador. La única ocasión en que expresa aquí Su juicio acerca de la causa interior, es cuando dice: "No tenía raíz"; e incluso aquí es preciso. Aquí no se habla de las doctrinas respecto a la operación divina necesaria para la producción de fruto. Es el Sembrador quien es exhibido, y el resultado de Su siembra, no aquello que hace que la semilla germine en la tierra. En cada caso, excepto el primero, se produce un determinado efecto.

El Señor, entonces, es presentado aquí comenzando una obra, la cual es independiente de toda relación anterior entre Dios y los hombres, llevando con Él la semilla de la Palabra, que Él siembra en el corazón mediante Su ministerio. Donde esta permanece, donde es comprendida, donde no es ahogada ni secada, produce fruto para Su gloria y para la felicidad y provecho del hombre que la tiene.

12.2 - La distinción hecha entre el remanente y la nación; la razón por la cual el Señor usa parábolas

En el versículo 11, el Señor muestra la razón por la cual Él habla enigmáticamente a la multitud. Una distinción entre el remanente y la nación es hecha definitivamente ahora: esta última estaba bajo el juicio de ceguera anunciado por el profeta Isaías. Bienaventurados eran los ojos de los discípulos que veían al Emanuel, al Mesías, el objeto de las esperanzas y de los deseos de tantos profetas y hombres justos. Todo ello indica el juicio, y un remanente llamado y preservado. [33]

[33] Comparar con Marcos 4:33, 34. Todo se adaptaba a ellos, si tenían oídos para oír, pero todo era oscuridad para los obstinados.

12.3 - El carácter de las clases de personas a quienes la Palabra llega

Yo haría ahora unos pocos comentarios sobre el carácter de las personas de las que el Señor habla en las parábolas.

Cuando la Palabra es sembrada en el corazón que no la comprende, cuando no produce ninguna relación de inteligencia, de sentimiento, o de conciencia, entre el corazón y Dios, el enemigo se la lleva: no permanece en el corazón. Aquel que la escuchó, no es menos culpable: lo que fue sembrado en su corazón se adaptaba a cada necesidad, a la naturaleza y a la condición del hombre.

El recibimiento inmediato de la Palabra con gozo, en el siguiente caso, tiende más bien a probar que el corazón no la retendrá; porque es apenas probable, en tal caso, que la conciencia sea alcanzada. Una conciencia tocada por la Palabra hace que un hombre sea serio; se ve en la presencia de Dios, lo cual es siempre algo serio, por mucho que atraigan Su gracia y la esperanza inspirada por Su bondad. Si la conciencia no ha sido alcanzada, no hay raíz. La Palabra fue recibida por el gozo que impartía: cuando trae tribulación, es abandonada. Cuando la conciencia ha sido ejercitada, el evangelio trae alegría de inmediato; pero cuando no, despierta la conciencia donde de veras se está produciendo una obra. En el primer caso es la respuesta a las necesidades que ya estaban allí, y las satisface. En el segundo, ella crea estas necesidades.

La historia de cada día es, ¡lamentablemente!, la triste y mejor explicación de la tercera clase de personas. No existe siquiera mala voluntad, sino esterilidad.

12.4 - La Palabra comprendida; el verdadero conocimiento de Dios es vida eterna

Que la Palabra fuera comprendida, se afirma solamente de aquellos que dan fruto. La comprensión verdadera de la Palabra trae a un alma a relacionarse con Dios, porque la Palabra revela a Dios - expresa lo que Él es. Si yo la comprendo, yo Le conozco; y el conocimiento verdadero de Dios (es decir, del Padre y de Su Hijo Jesucristo) es la vida eterna. Ahora bien, cualquiera que sea el grado de luz, es siempre Dios así revelado el que es dado a conocer por la Palabra que Jesús siembra. Así, siendo engendrados por Dios, produciremos, en diversas medidas, los frutos de la vida de Dios en este mundo. Porque el tema aquí es el efecto, en este mundo, de la recepción de la verdad traída por Jesús (no es el cielo, ni aquello que Dios hace en el corazón para hacer que la semilla de fruto.)

12.5 - La parábola del Sembrador como el gran principio del servicio de Cristo

Esta parábola no habla, a modo de analogía, del reino, aunque la Palabra sembrada fuese la Palabra del reino, sino del gran principio elemental del servicio de Cristo en la universalidad de su aplicación, y de la forma que fue llevado a cabo en Su propia Persona y servicio mientras estaba en la tierra, y después de Su partida, aunque pudieran presentarse entonces aspectos más plenos de la gracia.

12.6 - Similitudes del reino caracterizado por la ausencia del Rey; sus dos divisiones

En las seis parábolas siguientes, hallamos similitudes del reino. Debemos recordar que se trata del reino establecido durante el rechazo del Rey [34], y que, por consiguiente, tiene un carácter peculiar. O sea, se caracteriza por la ausencia del Rey, añadiéndole a esto, en la explicación de la primera parábola, el efecto de Su retorno.

Las primeras tres de estas seis parábolas, presentan el reino en su forma exterior en el mundo. Son dirigidas a la multitud. Las últimas tres presentan el reino según la estimación del Espíritu Santo, según la realidad de su carácter visto por Dios - la mente y los consejos de Dios en ello. Estas últimas son dirigidas, por consiguiente, sólo a los discípulos. El establecimiento público del reino en la justicia y el poder de Dios, es anunciado también a estos últimos, en la explicación de la parábola de la cizaña.

[34] Observen aquí que, habiendo presentado Mateo 12 ante nosotros el juicio del pueblo Judío, tenemos ahora, en Mateo 13, el reino tal como es en ausencia del Rey; la asamblea edificada por Cristo, en Mateo 16; y el reino en gloria, en Mateo 17.

12.7 - La forma exterior del reino

Consideremos primero el exterior del reino anunciado públicamente a la multitud - la forma externa que el reino asumiría.

Debemos recordar que el Rey, es decir, el Señor Jesús, fue rechazado en la tierra; que los Judíos, al rechazarlo, se condenaron ellos mismos; que, siendo la Palabra de Dios utilizada para cumplir la obra de Aquel a quien el Padre había enviado, el Señor dio a conocer así que Él estableció el reino, no por Su poder ejercido en justicia y en juicio, sino testificando a los corazones de los hombres; y que el reino asumía ahora un carácter relacionado con la responsabilidad del hombre y con el resultado de la Palabra de luz siendo sembrada en la tierra, dirigida a los corazones de los hombres, y dejada como un sistema de verdad, a la fidelidad y al cuidado de los hombres (Dios, sin embargo, manteniendo Su derecho soberano para la preservación de Sus hijos y manteniendo la verdad misma). Esta última parte no es el tema de estas parábolas. La he introducido aquí porque de otro modo se habría supuesto que todo dependía absolutamente del hombre. Si así hubiera sido, ¡lamentablemente! todo se habría perdido.

12.8 - La parábola de la cizaña: el reino aquí en le tierra en manos de los hombres

La parábola de la cizaña es la primera. Nos proporciona una idea general del efecto de esas siembras en cuanto al reino, o más bien, el resultado de haber encomendado el reino, por el momento, a manos de los hombres.

El resultado fue que el reino aquí abajo ya no presentaba el aspecto de la propia obra del Señor como un todo. Él no siembra cizaña. Aunque por el descuido y la debilidad de los hombres, el enemigo encontró el medio de sembrar esta cizaña. Obsérvese que esto no se aplica a los paganos ni a los Judíos, sino al mal hecho por Satanás entre los Cristianos a través de malas doctrinas, malos maestros y sus seguidores. El Señor Jesús sembró. Mientras dormían los hombres, Satanás también sembró. Había judaizantes, filósofos, herejes que estaban de acuerdo tanto con lo antiguo por una parte, y por otra, se oponían a la verdad del Antiguo Testamento.

No obstante, Cristo sólo había sembrado buena semilla. Entonces, ¿debe la cizaña ser arrancada? Está claro que la condición del reino durante la ausencia de Cristo depende de la respuesta a esta pregunta; y también arroja luz sobre esa condición. Pero había aún menos poder para introducir un remedio, que el que hubiese debido prevenir el mal. Todo debería permanecer sin remedio hasta la intervención del Rey en el tiempo de la siega. El reino de los cielos en la tierra, tal como es en manos de los hombres, debe quedar como un sistema mezclado. Herejes y falsos hermanos, estarán allí, así como el fruto de la Palabra de Dios, testificando, en este último trato de Dios con él, de la incapacidad del hombre para mantener en su estado original, aquello que es bueno y puro. Así ha sido siempre. [35]

[35] Es un pensamiento solemne que la primera acción del hombre ha sido arruinar lo que Dios ha establecido bueno. Así con Adán, asimismo con Noé, con la ley, con el sacerdocio de Aarón, con el hijo de David, así incluso con Nabucodonosor, asimismo con la Iglesia. En los tiempos de Pablo todos procuraban lo suyo, no las cosas que son de Jesucristo. Todo prospera, es mejor, y estable en el Mesías.

12.9 - Ejecución de juicio sobre lo que no es de Dios

"Al tiempo de la siega" (una frase que designa un determinado espacio de tiempo durante el cual sucederán los eventos relacionados con la cosecha) el Señor tratará primero, en Su providencia, con la cizaña. Digo 'en Su providencia', porque Él utiliza a los ángeles. La cizaña será atada en manojos para ser quemada.

Debemos observar que el tema aquí son las cosas exteriores en el mundo - acciones que arrancan de raíz la corrupción - corrupción que ha crecido en medio del Cristianismo.

Los siervos no son capaces de hacer esto. El entremezclarse (provocado por su debilidad y descuido) es tal, que al recoger la cizaña también arrancarían el trigo. No solamente el discernimiento, sino el poder práctico de separación, estaría faltando aquí para que ellos pudieran cumplir su propósito. Una vez que la cizaña está allí, los siervos no deben hacer nada con ella en cuanto a su presencia en este mundo, en la Cristiandad. Su servicio es para con lo bueno. La obra de purificar la cristiandad de la cizaña no era de su incumbencia. Es una obra de juicio sobre aquello que no es de Dios, perteneciéndole a Aquel que puede ejecutarla según la perfección de un conocimiento que todo lo abarca, y de un poder del cual nada escapa; el cual, si dos hombres están en una cama, sabe cómo tomar al uno y dejar al otro. La ejecución del juicio en este mundo sobre los impíos, no pertenece a los siervos de Cristo [36]. Él lo llevará a cabo por medio de los ángeles de Su poder, a quienes Él confía la ejecución de esta tarea.

[36] Hablo aquí de aquellos que habrán sido Sus siervos en la tierra durante Su ausencia. Pues los ángeles son también Sus siervos, así como lo son los santos del siglo venidero.

12.10 - Recogiendo el trigo

Tras atar toda la cizaña, Él recoge el trigo en Su granero. No se habla de atar el trigo en manojos; Él lo toma todo para Sí. Tal es el fin de aquello concerniente al aspecto externo del reino aquí abajo. Esto no es todo lo que la parábola nos puede enseñar, pero concluye el tema del que habla esta parte del capítulo. Durante la ausencia de Jesús, el resultado de Su siembra será estropeado, como un todo aquí abajo, por la obra del enemigo. Al final, Él atará toda la obra del enemigo en manojos; es decir, los preparará en este mundo para el juicio. Entonces Él se llevará a la Iglesia. Es evidente que esto termina la escena bajo la cual continúa durante Su ausencia. El juicio no se ejecuta aún. Antes de hablar de ello, el Señor entrega otros ejemplos de las formas que el reino asumirá durante Su ausencia.

12.11 - El grano de mostaza: la forma de un gran poder

Aquello que había sido sembrado como un grano de mostaza, llega a ser un árbol grande; un símbolo que representa un gran poder en la tierra. Los asirios, Faraón, Nabucodonosor, son presentados ante nosotros en la Palabra como árboles grandes. Tal sería la forma del reino, la cual empezó siendo pequeña por la Palabra que sembró el Señor, y más tarde Sus discípulos. Aquello que esta semilla produjo, asumiría gradualmente la forma de un gran poder que se haría prominente en la tierra, de tal forma que otros se cobijaran bajo él como aves debajo de las ramas de un árbol. Este ha sido, en efecto, el caso.

12.12 - La levadura: corrupción en la doctrina

A continuación, encontramos que esto no sería solamente un gran árbol en la tierra, sino que el reino se caracterizaría como un sistema de doctrina, que se divulgaría por sí solo - una profesión, que incluiría todo lo que alcanzara, dentro de su esfera de influencia. La totalidad de las tres medidas sería leudado. No es necesario que me detenga aquí en el hecho de que la palabra "levadura" es empleada siempre en su sentido negativo por los escritores sagrados. Pero el Espíritu Santo hace que comprendamos que no se trata del poder regenerativo de la palabra en el corazón de un individuo, trayéndola de vuelta a Dios; tampoco es simplemente un poder que actúa por la fuerza externa, tal como Faraón, Nabucodonosor y los otros grandes árboles de la Escritura. Pero es un sistema de doctrina que debería caracterizar a la masa, penetrándola por todas partes. No es la fe propiamente dicha, ni es la vida. Es una religión, es la Cristiandad. Una profesión de doctrina, en corazones que no llevarán ni a Dios, ni la verdad, se relaciona siempre con la propia corrupción de la doctrina misma.

Esta parábola de la levadura concluye Sus enseñanzas a la multitud. Todo era dirigido ahora a ellos en parábolas, porque no Le recibieron a Él, Rey de ellos, y Él habló de cosas que daban por sentado Su rechazo, y de un aspecto del reino desconocido para las revelaciones del Antiguo Testamento, las cuales tienen a la vista ya sea el reino en poder, o a un pequeño remanente recibiendo, en medio de sufrimientos, la palabra del Profeta-Rey que había sido rechazado.

12.13 - Con Sus discípulos, en la casa, en apartada intimidad

Después de esta parábola, Jesús ya no permanece más junto al mar con la multitud - un lugar adecuado a la posición en la cual Él estuvo entre el pueblo después del testimonio dado al final del capítulo 12, y donde Él había acudido al dejar el hogar. Él vuelve a entrar ahora en la casa con Sus discípulos; y allí, en apartada intimidad con ellos, les revela el verdadero carácter - el objetivo - del reino de los cielos, el resultado de lo que se hizo en él, y los medios que deberían emplearse para purificar todo en la tierra cuando la historia exterior del reino durante Su ausencia hubiera terminado. Es decir, hallamos aquí lo que caracteriza al reino para el hombre espiritual, lo que este comprende como los pensamientos reales de Dios con respecto al reino, y el juicio que eliminaría de él todo lo que fuese contrario a Dios - el ejercicio del poder que debería hacerlo lucir exteriormente en conformidad con el corazón de Dios.

12.14 - La explicación de la parábola de la cizaña a Sus discípulos

Hemos visto la historia exterior del reino terminando con esto, el trigo escondido en el granero, y la cizaña apartada en manojos en la tierra, lista para ser quemada. La explicación de esta parábola reanuda la historia del reino en ese período; sólo que hace que comprendamos y distingamos las diferentes partes de la mezcla, asignando a cada parte el nombre de su verdadero autor. El campo es el mundo [37]; allí la Palabra fue sembrada para el establecimiento, de esta forma, del reino. La buena semilla eran los hijos del reino; ellos realmente pertenecían a este según Dios; son sus herederos. Los Judíos ya no lo eran, ya no era más el privilegio del nacimiento natural. Los hijos del reino eran engendrados por la Palabra. Pero entre estos, a fin de estropear la obra del Señor, el enemigo introdujo a toda clase de personas, el fruto de las doctrinas que había sembrado entre aquellos que habían sido engendrados por la verdad. Esta es la obra de Satanás en el lugar donde la doctrina de Cristo ha sido plantada. La siega es el fin del siglo [38]. Los segadores son los ángeles. Se comentará aquí que el Señor no explica históricamente aquello que ocurrió, sino los términos usados para introducir la cuestión cuando llegue la siega. El cumplimiento de aquello que es histórico en la parábola se da por supuesto; y Él continúa para ofrecer el gran resultado fuera de aquello que era el reino durante Su ausencia en los cielos. El trigo (esto es, la iglesia) está en el granero, y la cizaña sobre el suelo en manojos. Pero Él toma todo aquello que está incluido en estos manojos, todo lo que en su forma de mal ofende a Dios en el reino, y lo lanza al horno de fuego, donde es el "lloro y el crujir de dientes." Tras este juicio, los justos resplandecerán como Él mismo, el verdadero Sol de aquel día de gloria - del siglo venidero, en el reino del Padre de ellos. Cristo habrá recibido el reino de manos del Padre, cuyos hijos eran; y ellos resplandecerán en este reino con Él conforme a este carácter.

[37] Evidentemente, no fue en la Iglesia que el Señor comenzó a sembrar; pues no ella existía entonces. Pero Él diferencia aquí a Israel del mundo, y habla del último. Él buscaba fruto en Israel; Él siembra en el mundo porque Israel, pese a todo Su cultivo, no produjo fruto.

[38] No meramente el instante que lo concluye, sino los hechos que consuman el propósito de Dios al concluirlo (gr.: synteleia).

Así, hallamos para la multitud, los resultados de la siega divina en la tierra, y las maquinaciones del enemigo - el reino presentado bajo esta forma; después, las alianzas de los impíos que tienen lugar entre ellos aparte de su orden natural, creciendo en el campo; y el arrebatamiento de la Iglesia. Para Sus propios discípulos, el Señor explica todo lo que era necesario para hacerles comprender el lenguaje de la parábola. Encontramos, entonces, el juicio ejecutado por el Hijo del Hombre sobre los impíos, los cuales son lanzados al fuego; y la manifestación de los justos en gloria (estos últimos acontecimientos ocurren después de que el Señor ha resucitado y puesto fin a la forma exterior del reino de los cielos en la tierra, siendo los impíos recogidos en grupos y los santos tomados al cielo). [39]

[39] Observen también aquí que el reino está dividido en dos parcelas: el reino del Hijo del Hombre, y el reino de nuestro Padre: los objetos de juicio en lo que está sometido a Cristo, y un lugar como el Suyo ante el Padre para los hijos.

12.15 - El tesoro escondido en el campo

Y ahora, habiendo explicado la historia pública y sus resultados en juicio y en gloria para la plena enseñanza de Sus discípulos, el Señor les comunica los pensamientos de Dios con respecto a lo que transcurría en la tierra, mientras que los eventos exteriores y terrenales del reino iban desarrollándose - aquello que el hombre espiritual debería discernir en ellos. Para este, para uno que comprendía el propósito de Dios, el reino de los cielos era semejante a un tesoro escondido en un campo. Un hombre encuentra el tesoro, y compra el campo para poder poseerlo. El campo no era su objeto, sino el tesoro que había en él, Su pueblo. Así Cristo ha comprado el mundo. Lo posee de justicia. Su objeto es el tesoro escondido en él, Su propio pueblo, toda la gloria de la redención relacionada con él; en una palabra, la Iglesia contemplada, - no en su belleza moral y, en cierto sentido, belleza divina, sino como el objeto especial de los deseos y del sacrificio del Señor - aquello que Su corazón había hallado en este mundo conforme a los consejos y el pensamiento de Dios.

En esta parábola, es la poderosa atracción de esta 'cosa nueva' la que induce a aquel que la ha encontrado a comprar todo el lugar, para poder obtener la posesión de ella.

Los Judíos no eran nada nuevo; el mundo no tenía atractivo; pero este nuevo tesoro indujo a Aquel que lo había descubierto a vender todo lo que tenía para ganarlo. De hecho, Cristo abandonó todo. No sólo se despojó a Sí mismo para redimirnos, sino que renunció a todo lo que le pertenecía a Él como hombre, como el Mesías en la tierra, a las promesas, a Sus derechos reales, a Su vida, para tomar posesión del mundo que contenía en él este tesoro, el pueblo al cual Él amaba.

12.16 - La perla de gran precio

En la parábola de la perla de gran precio, tenemos de nuevo la misma idea, pero es modificada por otras. Un hombre estaba buscando buenas perlas. Él sabía lo que hacía. Tenía gusto, discernimiento, conocimiento de aquello que buscaba. Fue la conocida belleza del objeto lo que le indujo a esta búsqueda. Sabe que cuando ha encontrado uno correspondiente a sus ideas, merece la pena venderlo todo para poder adquirirlo. Es valioso a los ojos de uno que puede estimar su valor. Así Cristo ha hallado en la Iglesia, por sí misma, una belleza, y (a causa de esta belleza) un valor que le indujo a despojarse de todo con tal de obtenerla. Es igual de cierto con respecto al reino. Considerando el estado del hombre, incluso el de los Judíos, la gloria de Dios demandaba que se renunciase a todo a fin de tener esta cosa nueva; pues en el hombre no había nada que Él pudiera tomar para Sí mismo. No sólo se conformó Él con renunciar a todo para poseer esta cosa nueva, sino que aquello que Su corazón buscaba, lo que no podía hallar en otro lugar, lo halla en aquello que Dios le ha dado en el reino. Él no compró otras perlas. Hasta que hallase esa perla, Él no tenía ningún incentivo para vender todo lo que tenía. Tan pronto como la ve, Él se decide: renuncia a todo por ella. Su valor es lo que le decide, pues Él sabe cómo juzgar y Él busca con discernimiento.

No digo que los hijos del reino no son impulsados por el mismo principio. Cuando hemos aprendido lo que es ser un hijo del reino, renunciamos a todo lo disfrutamos, para poder ser parte de la perla de gran precio. Pero no compramos aquello que no es el tesoro a fin de obtenerla; y estamos muy lejos de buscar buenas perlas antes de haber hallado la de gran precio. En toda su extensión, estas parábolas se aplican solamente a Cristo. La intención en ellas es presentar aquello que estaba entonces haciendo - en contraste con todo lo que había acontecido antes - con las relaciones de Dios con los Judíos.

12.17 - La red echada en el mar; el pez bueno

Queda todavía una de las siete parábolas - la de la red echada en el mar. En esta parábola no hay ningún cambio en las personas empleadas en la tarea, es decir, en la parábola misma. Las mismas personas que lanzan la red son las que la sacan a la orilla, y hacen la separación recogiendo el pez bueno en cestas, sin reparar en el malo. Asegurar el pez bueno es la obra de aquellos que sacan la red a la orilla. Esto sólo es efectuado después de desembarcar. La clasificación es su trabajo, no hay duda; pero sólo se ocupan del pez bueno. Ellos lo conocen. Esta es su tarea, el objetivo de su pesca. Otros, en efecto, vienen y son encontrados en la red junto con los buenos; pero estos no son buenos. No se necesita otro juicio. Los pescadores conocen los buenos; pero estos no son buenos. Ellos los dejan. Esto forma una parte de la historia del reino de los cielos. El juicio de los impíos no se encuentra aquí. Los malos son dejados en la orilla cuando los pescadores recogen los buenos en cestas. El destino final tanto del bueno como del malo no es presentado aquí. Esto no ocurre en la orilla con respecto a los buenos; ni en cuanto a los malos por el solo hecho de ser dejados allí. Es subsiguiente a la acción de la parábola; y, con respecto al malo, no ocurre simplemente por su separación del bueno con el que había estado mezclado, sino por su destrucción. Ni en esta parábola, ni en la del trigo y la cizaña, la ejecución del juicio forma parte de la parábola misma. Allí, la cizaña es atada y dejada en el campo; aquí, el pez malo es echado fuera de la red llena.

La red del evangelio ha sido echada así en el mar de las naciones, y ha incluido en ella a toda clase. Después de esta recolección general, que ha llenado la red, los agentes del Señor, teniendo que ver con los buenos, los recogen juntos separándolos de los malos. Observen aquí que esta es una analogía del reino. Es el carácter que asume el reino cuando el evangelio ha reunido una masa que incluye los buenos y los malos. Al final, cuando la red ha sido sacada de tal forma que todas las clases quedan encerradas en ella, los buenos son puestos aparte porque son preciosos, y los otros son dejados. Los buenos son recogidos en diversas cestas. Los santos son recogidos, no por los ángeles, sino por aquellos que han laborado en el nombre del Señor. Esta distinción no es hecha por medio del juicio, sino por medio de los siervos, que se ocupan de los buenos.

12.18 - La ejecución pública del juicio

La ejecución del juicio es otro asunto. Los obreros no tienen nada que ver con ello. Al final del siglo, los ángeles saldrán y apartarán a los malos de entre los justos, no a los justos de entre el resto como hicieron los pescadores, y los echarán en el horno de fuego donde será el lloro y el crujir de dientes. Nada se dice aquí de que se ocupen de los justos. Recogerlos en cestas no era la tarea de los ángeles, sino la de los pescadores. En ambas parábolas los ángeles se ocupan de los impíos. El resultado público ha sido dado, ya sea durante el período del reino de los cielos, o más tarde, en la parábola de la cizaña. Aquí no se repite. La tarea a ser realizada con respecto a los justos cuando la red está llena, es añadida aquí. El destino de los malos es reiterado para diferenciar la tarea hecha con respecto a ellos, de la llevada a cabo por medio los pescadores, quienes recogen los buenos en diversas cestas. Con todo, esto es presentado bajo otro aspecto; y los justos son dejados donde estaban. En la parábola de la cizaña, el juicio de los impíos es declarado al igual que en esta. Son echados al lloro y al crujir de dientes, pero allí es revelado el estado general del reino, y tenemos a los justos resplandeciendo como el sol - la parte más alta del reino. Aquí está solamente lo que el inteligente comprende, lo que la mente espiritual ve. Los justos son colocados en cestas. Hay una separación que hace el poder espiritual, antes del juicio, la cual no existía en el estado público del reino, sino sólo lo que la providencia hizo públicamente en el campo, y la buena semilla es recibida arriba. Aquí, la separación se hace tratando con los buenos. Este era el punto principal para la inteligencia espiritual. La manifestación pública no es el punto; de hecho, solamente juicio será ejecutado sobre los impíos; entonces los justos serán dejados allí. [40]

[40] En todas las profecías simbólicas y en las parábolas, la explicación va más allá de la parábola, y añade hechos, porque la ejecución pública del juicio testifica de aquello que en tiempos de la parábola solamente podía discernirse espiritualmente. Esta última puede ser comprendida espiritualmente. El resultado es que el juicio lo declarará públicamente, así que nosotros, en la explicación, debemos ir siempre más allá de la parábola. El juicio explica públicamente lo que es comprendido antes solamente de manera espiritual, e introduce un nuevo orden de cosas (comparar con Daniel 7).

12.19 - La explicación de la parábola de los peces

En la explicación de la segunda parábola, se trata del juicio absoluto en el caso de la cizaña, que destruye y consume lo que queda en el campo, ya recogida y separada providencialmente del trigo. Los ángeles son enviados al final, no para separar la cizaña del trigo (lo cual ya fue hecho) sino para echar la cizaña en el fuego, limpiando así el reino. En la explicación de la parábola de los peces (versículo 49), tiene lugar la clasificación misma. Habrá justos en la tierra, y los malos serán separados de entre ellos. La enseñanza práctica de esta parábola es la separación de los buenos de los malos, y la recolección en grupos numerosos de los primeros; esto es hecho más de una vez, siendo también recogidos en un conjunto muchos otros de los mismos en otro lugar. Los siervos del Señor son los instrumentos empleados en lo que acontece en la parábola misma.

12.20 - Cosas nuevas y cosas viejas

Estas parábolas contienen cosas nuevas y viejas. La doctrina del reino, por ejemplo, era una doctrina bien conocida. Que el reino tomara las formas descritas por el Señor, y que abarcara a todo el mundo sin excepción, debiendo el pueblo de Dios su existencia no a Abraham sino a la Palabra, todo esto era completamente nuevo. Todo era de Dios. El escriba tenía conocimiento del reino, pero era completamente ignorante del carácter que este asumiría, como reino de los cielos plantado en este mundo por medio de la palabra, de la cual todo depende aquí.

12.21 - La obra reanudada entre los Judíos; Cristo rechazado como Profeta así como Rey

El Señor reanuda Su obra entre los Judíos [41]. Para ellos, Él era solamente "el hijo del carpintero." Ellos conocían a Su familia según la carne. El reino de los cielos no tenía valor a sus ojos. La revelación de este reino fue efectuada en otro lugar, y el conocimiento de las cosas divinas fue comunicado allí. Los Judíos no vieron nada detrás de aquellas cosas que el corazón natural podía percibir. La bendición del Señor fue detenida por su incredulidad. Él fue rechazado por Israel como profeta y como Rey.

[41] Los capítulos que siguen son asombrosos en su carácter. La Persona de Cristo, como el Jehová del Salmo 132, es presentada, pero Israel es despedido, los discípulos dejados solos, mientras Él ora en lo alto. Él regresa, se une a los discípulos, y el mundo de los gadarenos le reconoce. Luego tenemos en el capítulo 15 la plena descripción moral del terreno en que Israel permanecía en realidad, y debía permanecer, pero llevado mucho más lejos a lo que el corazón del hombre es; y después, aquello que Dios es, revelado en gracia a la fe, incluso si era a un Gentil. Históricamente, Él reconoce todavía a Israel, pero en perfección divina, y ahora en poder humano administrativo; después (cap. 16) la Iglesia es introducida proféticamente; y en el capítulo 17 el reino de gloria en visión. En el capítulo 16, los discípulos son impedidos de decir que Él es el Cristo. Esto ha terminado.

13 - Capítulo 14

13.1 - La muerte de Juan el Bautista

Nuestro evangelio reanuda el curso histórico de estas revelaciones, pero de manera tal que exhibe el espíritu por medio del cual el pueblo era animado. Herodes (amando su poder terrenal y su propia gloria más que la sumisión al testimonio de Dios, y atado más por una falsa idea humana que por su conciencia, aunque en muchas cosas parecía que había reconocido el poder de la verdad) había decapitado al precursor del Mesías, Juan el Bautista; a quien ya había encarcelado para quitar de delante de su esposa al fiel reprobador del pecado en el cual ella vivía.

13.2 - Jesús como Jehová, el Proveedor para todas las necesidades de Su pueblo

Jesús es sensible a la importancia de esto que se le informa. Cumpliendo en servicio humilde (no obstante, personalmente exaltado por sobre él), juntamente con Juan, el testimonio de Dios en la congregación, se sintió unido de corazón y en Su obra a él; ya que la fidelidad en medio de todo el mal une los corazones muy estrechamente, y Jesús había condescendido para tomar un lugar en el cual la fidelidad estaba involucrada (véase el Salmo 40:9-10). Por lo tanto, al oír de la muerte de Juan, Él se retira a un lugar desierto. Pero al tiempo que se apartaba de la multitud que así comenzó a actuar abiertamente en el rechazo del testimonio de Dios, Él no cesa de ser el proveedor de todas sus necesidades y de testificar de este modo que Aquel que podía suministrar divinamente para todas sus necesidades se hallaba entre ellos. Porque la multitud, que sintió estas necesidades y que, pese a no tener fe, admiraba el poder de Jesús, le siguió al lugar desierto; y Jesús, movido a compasión, sana a todos sus enfermos. Al anochecer, Sus discípulos le rogaron que despidiera a la multitud para que ellos se procurasen comida. Él rehúsa y rinde un notable testimonio a la presencia, en Su propia Persona, de Aquel que tenía que saciar de pan a los pobres de Su pueblo (Salmo 132). Jehová, el Señor, quien estableció el trono de David, estaba allí en la Persona de Aquel que debería heredar ese trono. No dudo que las doce cestas de los pedazos de pan se refieren al número que, en la Escritura, designa siempre la perfección del poder administrativo en el hombre.

13.3 - Los discípulos como ministros de la bendición y el poder del reino

Obsérvese también aquí que el Señor espera hallar a Sus doce discípulos capaces de ser los instrumentos de Sus actos de bendición y poder, administrando según Su propio poder las bendiciones del reino. "Dadles vosotros de comer", les dijo. Esto se aplica a la bendición del reino del Señor, y a los discípulos de Jesús, los doce, al ser sus ministros; pero es igualmente un principio de suma importancia con respecto al efecto de la fe en cada intervención de Dios en gracia. La fe debería ser capaz de usar el poder que actúa en dicha intervención, para producir obras que son apropiadas a ese poder, conforme al orden de la dispensación y a la inteligencia que este tiene respecto a la fe. Hallaremos este principio otra vez, en otra parte, más plenamente desarrollado.

Los discípulos deseaban despedir a la multitud sin saber cómo utilizar el poder de Cristo. Deberían haber sido capaces de obtener provecho de dicho poder en nombre de Israel, conforme a la gloria de Aquel que estaba entre ellos.

13.4 - Los discípulos en medio del mar; Jesús en la tempestad y en la calma

Si el Señor demostraba ahora con perfecta paciencia, mediante Sus acciones, que Aquel que podía bendecir así a Israel se hallaba en medio de Su pueblo, Él no deja de dar testimonio de Su separación de ese pueblo a consecuencia de su incredulidad. Él hace que Sus discípulos entren en una barca para cruzar solos el mar; y despidiendo a la multitud Él mismo, sube a un monte a orar aparte, mientras la barca que llevaba a los discípulos era azotada por las olas del mar con un viento contrario: una viva imagen de aquello que ha sucedido. Dios ha enviado verdaderamente a Su pueblo a cruzar solos el tormentoso mar del mundo, encontrándose con una oposición contra la cual es difícil contender. Entretanto, Jesús ora solo en lo alto. Él ha despedido al pueblo Judío, quienes le habían rodeado durante el período de Su presencia aquí abajo. La partida de los discípulos, aparte de su carácter general, presenta peculiarmente ante nosotros al remanente Judío. Pedro individualmente, al salir de la barca, va, figuradamente, más allá de la posición de este remanente. Él representa esa fe que, renunciando a la comodidad terrenal de la barca, sale a encontrar a Jesús, el cual se había revelado a ella, y camina sobre el mar - una audaz decisión, pero basada en la palabra de Jesús: "Ven." Con todo, observen aquí que este andar no tiene otro fundamento que, "Señor, si eres tú...", es decir, Jesús mismo. No hay ningún apoyo, ninguna posibilidad de andar, si se pierde a Cristo de vista. Todo depende de Él. Hay un medio conocido en la barca; no hay nada sino fe, la cual mira a Jesús para andar sobre el agua. El hombre, como simple hombre, se hunde por el hecho mismo de encontrarse allí. Nada puede sostenerse por sí mismo salvo esa fe que obtiene de Jesús la fortaleza que hay en Él, y que, por consiguiente, le imita a Él. Pero es dulce imitarle a Él; y entonces uno está más cerca de Él, más semejante a Él. Esta es la verdadera posición de la Iglesia en contraste con el remanente en su carácter corriente. Jesús camina sobre el agua igual que sobre terreno sólido. Aquel que creó los elementos tal como son, podía disponer de sus cualidades a Su gusto. Él permite que se levanten las tempestades para probar nuestra fe. Él anda sobre la ola tempestuosa igual que sobre la calmada. Además, la tempestad no hace ninguna diferencia. Aquel que se hunde en las aguas lo hace tanto en las aguas calmas como en las tempestuosas, y el que puede andar sobre ellas, lo hará en la tempestad así como en la calma - es decir, a menos que se miren las circunstancias, falle la fe y el Señor sea olvidado. Ya que a menudo las circunstancias nos hacen olvidarle a Él, donde la fe debería capacitarnos para vencer las circunstancias por medio de nuestro andar por medio de la fe en Él, quien está por sobre todas ellas. Sin embargo, ¡bendito sea Dios! Aquel que camina con Su propio poder sobre el agua está allí para sostener la fe y los vacilantes pasos del pobre discípulo; y, en todo caso, esa fe había traído a Pedro tan cerca de Jesús que Su mano extendida podía sostenerle. La falta de Pedro fue que miró las olas, a la tempestad (la cual, después de todo, no tuvo nada que ver en ello) en vez de mirar a Jesús, quien permanecía inmutable y andaba sobre aquellas mismas olas. Con todo, el clamor de su angustia puso en acción el poder de Jesús, como su fe debería haberlo hecho; sólo que ahora era para vergüenza suya, en vez de ser en el goce de la comunión y andando como el Señor.

13.5 - En la barca y con el remanente, en Genesaret y, en el futuro, en el mundo

Habiendo entrado Jesús en la barca, el viento cesó. Incluso será así cuando Jesús vuelva al remanente de Su pueblo en este mundo. También entonces será Él adorado como el Hijo de Dios por todos los que estén en la barca, con el remanente de Israel. En Genesaret, Jesús ejerce de nuevo el poder que en el futuro expulsará de la tierra todo el mal que Satanás ha introducido. Porque cuando Él vuelva, el mundo le reconocerá. Es un fino retrato del resultado del rechazo de Cristo sucediendo en medio de la nación Judía, y que este evangelio nos ha dado ya a conocer.

14 - Capítulo 15

14.1 - El rechazo de Dios al sistema Judío

Este capítulo muestra al hombre y a Dios, el contraste moral entre la doctrina de Cristo y la de los Judíos; y así, el sistema Judío es rechazado moralmente por Dios. Cuando hablo del sistema, hablo de su completa condición moral, sistematizada por la hipocresía que intentaba ocultar la iniquidad, aumentándola a los ojos de Dios, ante quien ellos se presentaban a sí mismos. Utilizaban Su nombre más que las leyes de la conciencia natural, bajo el pretexto de la piedad, sólo para hundirse más profundamente. Es de esta manera que un sistema religioso llega a ser el gran instrumento del poder del enemigo, y más aún cuando aquello que lleva todavía el nombre, fue instituido por Dios. Pero entonces el hombre es juzgado, ya que el Judaísmo era el hombre con la ley de Dios y el cultivo de Dios.

14.2 - La exposición y el juicio del Señor de la hipocresía de los líderes, egoísmo y maldad

El juicio que pronuncia el Señor sobre este sistema de hipocresía, mientras manifestaba el consecuente rechazo de Israel, da origen a enseñanza que va mucho más lejos; y la cual, escudriñando el corazón del hombre y juzgando al hombre de acuerdo a lo que proviene de él, demuestra que el corazón es una fuente de toda iniquidad; y, de este modo, hace evidente que toda verdadera moralidad tiene su base en la convicción y la confesión del pecado. Porque sin esto, el corazón es siempre falso y se halaga a sí mismo en vano. Jesús va así a la raíz de todo, y sale de las relaciones especiales y temporales de la nación Judía para entrar en la verdadera moralidad que pertenece a todas las edades. Los discípulos no observaban las tradiciones de los ancianos; de estas el Señor no se ocupaba. Él se sirve de la acusación, para poner sobre la conciencia de sus acusadores, que el juicio ocasionado por el rechazo del Hijo de Dios fue aprobado también sobre el terreno de aquellas relaciones que existían ya entre Dios e Israel. Ellos invalidaban el mandamiento de Dios por medio de sus tradiciones; y ello, en un grado muy importante, y un punto sobre el cual dependían incluso todas las bendiciones terrenales para los hijos de Israel. Por medio de sus propias ordenanzas, Jesús expone también la hipocresía consumada, el egoísmo y maldad de aquellos que pretendían guiar al pueblo y formar sus corazones para la moralidad y la adoración de Jehová. Isaías ya había pronunciado su juicio.

14.3 - El hombre mostrado tal como es ante Dios

Después, Él muestra a la multitud que esta cuestión era acerca de lo que el hombre era, de lo que procedía de su corazón, de su interior; y señala las tristes corrientes que fluyen de ese manantial corrompido. Pero era la simple verdad con respecto al corazón del hombre, como Dios lo conocía, lo que escandalizaba a los hombres del mundo, justos ante sus propios ojos, lo cual era incomprensible incluso para los discípulos. Nada es más sencillo que la verdad cuando esta es conocida; nada es más difícil y más oscuro cuando se tiene que formar un juicio respecto a esta verdad por medio del corazón del hombre, el cual no posee la verdad; porque este juzga según sus propios pensamientos, y la verdad no está en él. En una palabra, Israel, y más especialmente el Israel religioso, es puesto en contraste con la verdadera moralidad: el hombre es colocado bajo su apropiada responsabilidad, y en sus verdaderos aspectos ante Dios.

14.4 - Formas externas o pureza interna

Jesús escudriña el corazón; pero, actuando en gracia, Él actúa según el corazón de Dios, y lo manifiesta saliendo, tanto para lo uno como para lo otro, de los términos convencionales de la relación de Dios con Israel. Una Persona divina, Dios, puede andar en el pacto que Él ha dado, pero no puede estar limitada por él. Y la infidelidad de Su pueblo hacia este pacto es la ocasión de la revelación de Él, saliendo más allá de ese lugar. Y noten, aquí, el efecto de la religión tradicional de cegar el juicio moral. ¿Qué era más claro y más llano que lo que salía de la boca y del corazón contaminaba al hombre, y no lo que él comía? Pero los discípulos, a través de la vil influencia de la enseñanza Farisaica que ponía las formas exteriores en el lugar de la pureza interior, no lo comprendían.

14.5 - La petición de la mujer Cananea; la dureza aparente del Señor

Cristo deja ahora las fronteras de Israel y Sus razonamientos con los sabios de Jerusalén, para visitar aquellos lugares que estaban más alejados de los privilegios Judíos. Él va a la costa de Tiro y Sidón, las ciudades que Él mismo había utilizado como ejemplos de los que estaban más lejanos del arrepentimiento; vean el capítulo 11, donde Él las clasifica con Sodoma y Gomorra, como estando ellos más endurecidos que ellas. Una mujer sale de estas regiones. Ella era una mujer de la raza maldita, según los principios que distinguían a Israel. Era una cananea. Ella viene a implorar la intercesión de Jesús a causa de su hija, quien estaba poseída por un demonio.

Al pedir este favor, ella se dirige a Jesús por el título cuya fe le hacía saber que tenía relación con los Judíos: "Hijo de David." Esto da ocasión a un rápido progreso de la posición del Señor, y, al mismo tiempo, de las condiciones bajo las cuales el hombre podía esperar compartir el efecto de Su bondad, sí, para la revelación de Dios mismo.

Como el Hijo de David, Él no tiene nada que ver con una mujer cananea. No le devuelve respuesta. Los discípulos deseaban deshacerse de ella concediéndole su petición, para dar por finalizada su importunidad. El Señor les contesta que Él no fue enviado sino a las ovejas perdidas de la casa de Israel. Esta era, de hecho, la verdad. Cualesquiera hayan sido los consejos de Dios manifestados con ocasión de Su rechazo (véase Isaías 49), Él era el ministro de la circuncisión para la verdad de Dios, a fin de cumplir Sus promesas hechas a los padres.

14.6 - Tomando su verdadero lugar, la mujer Cananea experimenta la bondad soberana y divina de Dios para con los Gentiles

La mujer, en un lenguaje más simple y directo, con la expresión más natural de sus sentimientos, ruega por la misericordiosa intercesión de Aquel en cuyo poder ella confiaba. El Señor le responde que no está bien quitarles el pan a los hijos y echarlo a los perrillos. Vemos aquí Su verdadera posición, venido a Israel; las promesas eran para los hijos del reino. El Hijo de David era el ministro de estas promesas. ¿Podía Él, como tal, borrar la distinción del pueblo de Dios?

Pero esa fe que saca fuerza de la necesidad, y que no encuentra recurso sino en el Señor mismo, acepta la humillación de su posición y juzga que con Él hay pan para el hambre de aquellos que no tienen derecho a él. Se persevera, también, porque hay una sentida necesidad, y fe en el poder de Aquel que ha venido en gracia.

¿Qué había hecho el Señor con Su aparente dureza? Había traído a la pobre mujer a la expresión, al sentido, de su verdadero lugar ante Dios, es decir, a la verdad en cuanto a ella misma. Pero entonces, ¿era verdadero decir que Dios era menos bondadoso de lo que ella creía, menos rico en misericordia hacia el necesitado cuya sola esperanza y confianza reposaba en esa misericordia? Esto hubiera sido negar el carácter y la naturaleza de Dios, de los cuales Él era la expresión, la verdad y el testigo en la tierra; hubiera sido negarse Él mismo, así como el objetivo de Su misión. Él no podía decir: 'Dios no tiene ni una migaja para ellos'. Él responde, con plenitud de corazón: "Oh mujer, grande es tu fe; hágase contigo como quieres." Dios sale de los estrechos límites de Su pacto con los Judíos, para actuar en Su soberana bondad conforme a Su naturaleza. Él sale para ser Dios en bondad, y no meramente Jehová en Israel.

14.7 - El sentido de necesidad y la fuente de bendición

Pero esta bondad es ejercida hacia una persona que es llevada, en presencia de esta bondad, a saber que ella no tiene ningún derecho a ella. Hasta aquí, la aparente aspereza del Señor la había estado guiando. Ella recibió todo de gracia, mientras que en sí misma ella no merecía nada. Es así, y solamente así, que cada alma obtiene la bendición. No se trata simplemente del sentido de la necesidad - la mujer lo tenía desde el principio - sino de aquello que la trajo allí. No basta simplemente con reconocer que el Señor Jesús puede suplir esa necesidad - la mujer vino con este conocimiento; debemos estar en presencia de la única fuente de bendición y ser llevados a sentir que, aunque estemos allí, no tenemos ningún derecho a beneficiarnos de ella. Y esta es una posición terrible. Cuando se llega a esto, todo es gracia. Dios puede entonces actuar conforme a Su propia bondad, y Él responde a cada deseo que el corazón puede formular para su felicidad.

14.8 - El corazón del hombre y el corazón de Dios;

De este modo, vemos a Cristo como un ministro de la circuncisión para la verdad de Dios, para cumplir las promesas hechas a los padres, y para que los Gentiles pudieran también glorificar a Dios por Su misericordia, como está escrito. Al mismo tiempo, esta última verdad pone de manifiesto la verdadera condición del hombre, y la plena y perfecta gracia de Dios. Él actúa sobre esta gracia, mientras permanece fiel a Sus promesas; y la sabiduría de Dios se manifiesta de un modo que despierta nuestra admiración.

Vemos hasta qué punto la introducción de la historia de la mujer sirofenicia en este lugar, desarrolla e ilustra esta parte de nuestro Evangelio. El principio del capítulo muestra la condición moral de los Judíos, la falsedad de la religiosidad sacerdotal y Farisaica; saca a la luz el estado real del hombre como tal, de qué cosa era fuente su corazón, y luego revela el corazón de Dios manifestado en Jesús. Sus tratos con esta mujer manifiestan la fidelidad de Dios a Sus promesas; y la bendición que se concede finalmente exhibe la gracia plena de Dios en relación con la declaración de la verdadera condición del hombre, aceptada por la conciencia - la gracia elevándose por encima de la maldición que se cernía sobre el objeto de esta gracia - elevándose por sobre todo para hacerse ella misma un camino para la necesidad que la fe presentaba ante ella.

14.9 - En Galilea; renovadas evidencias de las misericordias y piedades de Jehová

El Señor parte ahora de allí y va a Galilea, a donde Él estaba en relación con el remanente despreciado de los Judíos. No era Sión, ni el templo, ni Jerusalén, sino los pobres del rebaño, donde el pueblo estaba asentado en tinieblas (Isaías 8-9). Allí Sus compasiones siguen a este pobre remanente, y son nuevamente ejercidas a favor de ellos. Él renueva las evidencias, no solamente de Sus tiernas misericordias, sino de Su presencia que satisfacía a los pobres de Su pueblo con pan. Aquí, sin embargo, no es en el poder administrador con el cual Él podía investir a Sus discípulos, sino de acuerdo a Su propia perfección y actuando por Sí mismo. Él provee para el remanente de Su pueblo. Por consiguiente, es la plenitud de siete canastas de lo que sobró de los pedazos lo que es recogido. Se marcha también sin que nada más suceda allí.

Hemos visto la eterna moralidad, y la verdad en sus partes intrínsecas, sustituida por la hipocresía de las formas, el uso del hombre de la religión legalista y la demostración de que el corazón del hombre es una fuente de mal y nada más; el corazón de Dios plenamente revelado, que se eleva sobre toda dispensación para mostrar plena gracia en Cristo. De esta forma las dispensaciones son puestas a un lado, aunque son del todo reconocidas, y, al hacerse esto, el hombre y Dios son mostrados plenamente. Es un capítulo maravilloso en cuanto a lo que es eterno en verdad acerca de Dios, y en cuanto a lo que la revelación de Dios muestra que es el hombre. Y esto, observen, brinda la ocasión para la revelación de la asamblea en el próximo capítulo, la cual no es una dispensación, sino que está fundada en lo que Cristo es, el Hijo del Dios viviente. En el capítulo 12, Cristo fue dispensacionalmente rechazado, y el reino de los cielos fue sustituido en el capítulo 13. Aquí el hombre es puesto a un lado, así como lo que él había hecho de la ley, y Dios actúa en Su propia gracia sobre todas las dispensaciones. Luego vienen la asamblea y el reino en gloria.

15 - Capítulo 16

15.1 - La respuesta del Señor a la incredulidad en el corazón y en la voluntad

El capítulo 16 va más allá de la revelación de la simple gracia de Dios. Jesús revela lo que estaba a punto de ser formado en los consejos de esa gracia, donde Él era reconocido, mostrando el rechazo de los orgullosos entre Su pueblo, mostrando que los aborrece así como ellos Le aborrecen (Zacarías 11). Cerrando sus ojos (por la perversidad de la voluntad) a las maravillosas y benéficas señales de Su poder, que Él dispensó constantemente sobre los pobres que le buscaban, los Fariseos y los Saduceos - sorprendidos por estas manifestaciones y, no obstante, descreídos de corazón y de voluntad - demandan una señal del cielo. Él los reprende por su incredulidad, mostrándoles que ellos sabían discernir las señales del clima; sin embargo, las señales de los tiempos eran mucho más sorprendentes. Eran la generación adúltera y mala, y Él los deja: significativas expresiones de lo que estaba sucediendo ahora en Israel.

15.2 - Los discípulos olvidadizos son advertidos y su memoria estimulada en gracia paciente

Él previene a Sus olvidadizos discípulos contra las maquinaciones de estos sutiles adversarios de la verdad, y de Aquel a quien Dios había enviado a revelarla. Israel es abandonado, como nación, en las personas de sus líderes. Al mismo tiempo, Él, en paciente gracia, recuerda a Sus discípulos lo que Sus palabras querían decirles.

15.3 - La revelación del Padre de la Persona de Cristo a Pedro

Después, Él hace a Sus discípulos la pregunta acerca de lo que los hombres dicen en general de Él. Todo era un asunto de opinión, no de fe; es decir, la incertidumbre propia de la indiferencia moral, de la ausencia de esa necesidad consciente del alma que sólo puede descansar en la verdad, en el Salvador que uno ha hallado. Él les pregunta, entonces, qué pensaban ellos mismos de Él. Pedro, a quien el Padre se había dignado revelársele, declara su fe diciendo: "Tú eres el Cristo, el Hijo del Dios viviente." Aquí no hay ninguna incertidumbre, ni una mera opinión, sino el efecto poderoso de la revelación, hecha por el Padre mismo, de la Persona de Cristo, al discípulo que Él había elegido para este privilegio.

15.4 - Tres clases de personas son mostradas

La condición del pueblo se manifiesta aquí de una manera notable, no como en el capítulo precedente, con respecto a la ley, sino con respecto a Cristo, quien había sido presentado a ellos. Vemos esto en contraste con la revelación de Su gloria hecha a aquellos que le seguían. Tenemos así tres clases de personas: en primer lugar, los altivos e incrédulos Fariseos; en segundo lugar, las personas que reconocían y estaban conscientes de que había un poder y una autoridad divinos en Cristo, pero que quedaban indiferentes; y por último, la revelación de Dios y la fe dada divinamente.

15.5 - La gracia contrastada con la desobediencia a la ley y la perversión de la ley

En el decimoquinto capítulo, la gracia de una que no tenía más esperanza que en ella es puesta en contraste con la desobediencia y la perversión hipócrita de la ley, mediante la cual los escribas y Fariseos buscaban cubrir su desobediencia con la apariencia de piedad.

15.6 - La revelación de la Persona de Cristo como el fundamento de la asamblea y de la administración del reino

El decimosexto capítulo, juzgando la incredulidad de los Fariseos con respecto a la Persona de Cristo, y poniendo aparte a estos hombres perversos, introduce la revelación de Su Persona como el fundamento de la asamblea, que iba a tomar el lugar de los Judíos como los testigos de Dios en la tierra; y anuncia los consejos de Dios referentes a su establecimiento. Nos muestra, junto a ello, la administración del reino, tal como estaba siendo establecido ahora en la tierra.

15.7 - Cristo el Mesías, el Hijo de Dios

Consideremos, en primer lugar, la revelación de Su Persona.

Pedro confiesa que Él es el Cristo, el cumplimiento de las promesas hechas por Dios, y de las profecías que anunciaban su realización. Él era Aquel que iba a venir, el Mesías que Dios había prometido.

Además, Él era el Hijo de Dios. El segundo Salmo había declarado que, a pesar de las intrigas de los líderes del pueblo y de la presuntuosa animosidad de los reyes de la tierra, el Rey de Dios sería ungido sobre el monte de Sión. Él era el Hijo, engendrado por Dios. Los reyes y los jueces de la tierra [42] son llamados a someterse a Él, para no ser heridos con la vara de Su poder cuando tome a las naciones por herencia Suya. Así, el verdadero creyente esperaba al Hijo de Dios nacido a su debido tiempo en esta tierra. Pedro confesó que Jesús es el Hijo de Dios. También lo hizo Natanael: "Tú eres el Hijo de Dios; tú eres el rey de Israel." (Juan 1:49). Y, aún después, Marta hizo lo mismo.

[42] El estudio de los Salmos nos habrá hecho comprender que esta es la relación con el establecimiento del remanente Judío, en bendición, en los últimos días.

15.8 - El Hijo del Dios viviente; la roca fundamental del inmutable poder de vida

Sin embargo Pedro, especialmente enseñado por el Padre, añade a esta confesión una sencilla palabra, pero llena de poder: "Tú eres . . . el Hijo del Dios viviente." No sólo Aquel que cumple las promesas y responde a las profecías; es del Dios viviente que Él es el Hijo, de Aquel en quien está la vida y en quien hay poder vivificador.

Él hereda ese poder de vida en Dios, que nada puede vencer ni destruir. ¿Quién puede vencer el poder de Aquel - de este Hijo - que vino de "el que vive"? Satanás tiene el poder de la muerte; es él quien sujeta al hombre bajo el dominio de esta terrible consecuencia del pecado; y ello, por el justo juicio de Dios, el cual constituye su poder. La expresión "las puertas del Hades", del mundo invisible, se refiere a este reino de Satanás. Es, entonces, sobre este poder, el cual deja la plaza fuerte del enemigo sin fuerza, que la asamblea es edificada. La vida de Dios no será destruida. El Hijo del Dios viviente no será vencido. Aquello, pues, que Dios fundamenta sobre esta roca de inmutable poder de vida en Su Hijo, no será destruido por el reino de la muerte. Si el hombre ha sido vencido y ha caído bajo el poder de este reino, Dios, el Dios viviente, no será vencido por este. Es sobre esto que Cristo edifica Su asamblea. Es la obra de Cristo basada en Él como Hijo del Dios viviente, no del primer Adán ni basada en él - es Su obra cumplida según el poder que esta verdad revela. La Persona de Jesús, el Hijo del Dios viviente, es su fortaleza. Es la resurrección lo que lo ha demostrado. En ella, Él es declarado Hijo de Dios con poder. Por consiguiente, no es durante Su vida, sino cuando resucitó de entre los muertos que Él comienza esta obra. La vida estaba en Él; pero no es sino hasta después que el Padre hubiera destruido las puertas del Hades - no, hasta que Él mismo lo haya hecho en Su divino poder y resucitase - que Él comienza a edificar por medio del Espíritu Santo, habiendo ascendido a lo alto, aquello que el poder de la muerte o del que lo poseía - ya vencido - nunca puede destruir. Es Su Persona la que es aquí contemplada, y es sobre Su persona que todo está fundamentado. La resurrección es la prueba de que Él es el Hijo del Dios viviente, y de que las puertas del Hades no pueden hacer nada contra Él; su poder está destruido por ella. De este modo, vemos cómo la asamblea (aunque formada en la tierra) es mucho más que una dispensación, el reino no lo es.

La obra de la cruz era necesaria; pero no se trata aquí de aquello que el justo juicio de Dios demandaba, ni de la justificación de un individuo, sino de aquello que anulaba el poder del enemigo. Era la Persona de Aquel que a Pedro se le concedió reconocer, quien vivía conforme al poder de la vida de Dios. Era una revelación peculiar y directa desde el cielo, dada por el Padre. Sin duda Cristo había dado pruebas suficientes de quién era Él; pero estas no habían demostrado nada al corazón del hombre. La revelación del Padre era la manera de conocer quién era Él, y esto iba más allá de las esperanzas de un Mesías.

15.9 - El nombre dado a Pedro

Aquí, entonces, el Padre había revelado directamente la verdad de la propia Persona de Cristo, una revelación que iba más allá de todos los asuntos acerca de las relaciones con los Judíos. Sobre este fundamento, Cristo edificaría Su asamblea. Pedro, ya nombrado así por el Señor, recibe una confirmación de ese título en esta ocasión. El Padre había revelado a Simón, el hijo de Jonás, el misterio de la Persona de Jesús; y en segundo lugar, Jesús anuncia también, por medio del nombre que le da [43], la estabilidad, la firmeza, la constancia y la fortaleza práctica de Su siervo favorecido por gracia. El derecho de conceder un nombre pertenece a un superior que puede asignar, al que lo lleva, su lugar y su autoridad, en la familia o en la situación en que se encuentra. El derecho, allí donde es real, supone discernimiento e inteligencia en aquello que está sucediendo. Adán da nombre a los animales. Nabucodonosor da nuevos nombres a los Judíos cautivos; el rey de Egipto la da un nuevo nombre a Eliaquim, a quien había colocado en el trono. Jesús, por lo tanto, toma este lugar cuando Él dice, 'El Padre te ha revelado esto; y yo también te doy un lugar y un nombre relacionados con esta gracia. Es sobre aquello que el Padre te ha revelado que Yo voy a edificar Mi asamblea [44], contra la cual (fundamentada en la vida que viene de Dios) las puertas del reino de la muerte nunca prevalecerán; y Yo, el que edifico, y edifico sobre esta base inamovible - te doy el lugar de una piedra (Pedro) en relación con este templo viviente. Mediante el don de Dios, tú perteneces ya por naturaleza al edificio - una piedra viva, poseyendo el conocimiento de la verdad que es el fundamento, y que hace de cada piedra una parte del edificio.' Pedro fue una piedra tal de forma preeminente por medio de esta confesión; y lo fue anticipadamente por la elección de Dios. Esta revelación fue hecha soberanamente por el Padre. El Señor le asigna, al mismo tiempo, su lugar, poseyendo el derecho de administración y autoridad en el reino que Él iba a establecer.

[43] El pasaje (capítulo 16:18) debería leerse: "Y yo también te digo a ti."

[44] Es importante distinguir aquí la Iglesia que Cristo edifica, aún inacabada, pero que Él mismo edifica, de aquello que es edificado bajo la responsabilidad del hombre y manifestado como un todo en el mundo. En Efesios 2:20-21 y 1 Pedro 2:4-5, tenemos este divino edificio creciendo y siendo edificado. No se encuentra ninguna mención de la obra humana en ninguno de los dos pasajes; es una obra divina. En 1 Corintios 3, Pablo es un perito arquitecto; otros pueden edificar madera, heno y hojarasca. La confusión de estos ha sido la base para la formación del Papado y otras corrupciones halladas en la llamada iglesia. La Iglesia del Señor, contemplada en su realidad, es una obra divina que Cristo lleva a cabo y que permanece.

Hasta aquí con respecto a la asamblea, mencionada ahora por primera vez, y con respecto a los Judíos habiendo sido rechazados a causa de su incredulidad, y al hombre hecho pecador convicto.

15.10 - El reino de Dios en la tierra gobernado desde el cielo; sus llaves

Otro asunto se presenta relacionado con esto de la asamblea que el Señor iba a edificar, a saber, el reino que iba a ser establecido. Tenía que tener la forma del reino de los cielos; así era en los consejos de Dios; pero iba a ser establecido ahora de manera peculiar, habiendo sido rechazado el Rey en la tierra.

Pero, habiendo sido rechazado como Él fue, las llaves del reino estaban en manos del Señor; Su autoridad le pertenecía a Él. Él conferiría estas llaves a Pedro, el cual, cuando Él se hubiese marchado, debería abrir sus puertas al Judío primeramente, y después a los Gentiles. Debería también ejercer la autoridad del Señor dentro del reino, de modo que todo lo que atara en la tierra en el nombre de Cristo (el verdadero Rey, aunque ascendido al cielo) sería atado en el cielo; y si él desataba algo en la tierra, su acción debía ser ratificada en el cielo. En una palabra, él tenía el poder de mando en el reino de Dios en la tierra, teniendo ahora este reino el carácter de reino de los cielos, porque su Rey estaba en el cielo [45], y el cielo había de sellar sus actos con su autoridad. Pero es el cielo autorizando sus actos terrenales, no el atarlos o desatarlos para el cielo. La asamblea relacionada con el carácter de Hijo del Dios viviente y edificada por Cristo, aunque formada en la tierra, pertenece al cielo; el reino, aunque gobernado desde el cielo, pertenece a la tierra - tiene su lugar y administración allí.

[45] Observen aquí lo que he hablado en otro lugar - no hay llaves que pertenezcan o que hayan sido dadas a la iglesia o asamblea. Pedro tenía las llaves de la administración en el reino. Pero la idea de llaves en relación con la Iglesia, o el poder de las llaves en la Iglesia, es una pura falacia. No existen en absoluto. La Iglesia es edificada; los hombres no edifican con llaves, y es Cristo (no Pedro) quien la edifica. Además, los actos así permitidos eran actos de administración aquí abajo. El cielo daba su aprobación sobre ellos, pero estos no estaban relacionados con el cielo, sino con la administración terrenal del reino. Además, hay que observar que lo que aquí se confiere es individual y personal. Se trataba de un nombre y una autoridad conferidos sobre Simón, el hijo de Jonás. Algunas observaciones adicionales aquí podrán ayudarnos a comprender mejor el significado de estos capítulos. En la parábola del sembrador (capítulo 13), la Persona del Señor no es presentada sino sólo el hecho de que está sembrando, no segando. En la primera similitud del reino, Él es el Hijo del Hombre, y el campo es el mundo. Él realmente está fuera del Judaísmo. En el capítulo 14, tenemos el estado de cosas desde el rechazo de Juan hasta el tiempo que el Señor es reconocido a Su regreso, donde Él había sido rechazado. En el capítulo 15, es la controversia moral, y Dios mismo en gracia por encima del mal. Sobre este punto no me detendré más. Pero en el capítulo 16 tenemos a la Persona del Hijo de Dios, el Dios viviente, y de ahí la asamblea, y Cristo el edificador; en el capítulo 17, el reino con el Hijo del Hombre viniendo en gloria. Las llaves (por mucho que el cielo aprobara el uso que Simón hiciera de ellas) eran, como hemos visto, del reino de los cielos (no de la asamblea); y este reino, como la parábola de la cizaña muestra, había de corromperse y echarse a perder irremediablemente. Cristo edifica la Iglesia, no Pedro. Compárese 1 Pedro 2:4-5.

15.11 - Los propósitos futuros de Dios en la asamblea y el reino relacionados con Pedro

Entonces, estas cuatro cosas son declaradas por el Señor en este pasaje: primeramente, la revelación hecha por el Padre a Simón; en segundo lugar, el nombre dado a este Simón por Jesús, quien iba a edificar la Iglesia sobre el fundamento revelado en aquello que el Padre le había dado a conocer a Simón; tercero, la asamblea edificada por Cristo mismo, todavía incompleta, sobre el fundamento de la Persona de Jesús reconocido como Hijo del Dios viviente. En cuarto lugar, las llaves del reino que debían ser dadas a Pedro, es decir, la autoridad en el reino como administrándolo de parte de Cristo, ordenando en él aquello que era Su voluntad, y que debía ser ratificado en el cielo. Todo esto está relacionado con Simón personalmente, en virtud de la elección del Padre (quien, en Su sabiduría, le había escogido para que recibiera esta revelación) y de la autoridad de Cristo (quien había conferido sobre él, el nombre que le distinguía de manera personal en el gozo de este privilegio).

15.12 - La muerte del Señor anunciada; la transición desde el sistema Mesiánico al establecimiento de la asamblea

En cuanto al Señor, habiéndonos hecho conocer de esta forma los propósitos de Dios con respecto al futuro - propósitos que serían cumplidos en la asamblea y en el reino - ya no había lugar para Su presentación a los Judíos como el Mesías. No es que Él abandonaba el testimonio, lleno de gracia y de paciencia hacia el pueblo, el cual Él había dado en todo Su ministerio. No; ese, en realidad, continuaba, pero los discípulos tenían que comprender que ya no era tarea de ellos anunciar al pueblo que Él era el Cristo. A partir de este momento, también, Él comenzó a enseñar a Sus discípulos que debía sufrir, ser muerto y resucitar.

15.13 - Pedro haciendo la obra del adversario; el único camino es la cruz

Pero, a pesar de lo bendecido y honrado que fue Pedro por la revelación que el Padre le había hecho, su corazón se aferraba todavía de manera carnal a la gloria humana de su Maestro (en realidad, a la suya propia) y estaba lejos aún de elevarse a la altura de los pensamientos de Dios. ¡Es lamentable, pero él no es el único ejemplo de esto! Estar convencido de las verdades más exaltadas, e incluso gozar verdaderamente de ellas como verdades, es algo muy distinto que tener el corazón formado según los sentimientos, y del andar aquí abajo, los cuales están de acuerdo con esas verdades. No se trata de que haga falta sinceridad en el disfrute de la verdad. Lo que hace falta es tener la carne y el yo mortificados - estar muertos al mundo. Nosotros podemos gozar sinceramente de la verdad enseñada por Dios, y, aun así, no poseer la carne mortificada o el corazón en un estado que esté de acuerdo a esa verdad, en lo que involucra las cosas de aquí abajo. Pedro (honrado así últimamente por la revelación de la gloria de Jesús, y hecho depositario, de un modo muy especial, de la administración del reino dado al Hijo, y teniendo un lugar distinguido en aquello que debía seguir al rechazo del Señor por los Judíos) está haciendo ahora la obra del adversario con respecto a la perfecta sujeción de Jesús al sufrimiento e ignominia que debían introducir esta gloria y caracterizar al reino. ¡Es lamentable!, el caso estaba claro; él ponía la mira en las cosas de los hombres y no en las de Dios. Pero el Señor, en fidelidad, rechaza a Pedro en este asunto, y enseña a Sus discípulos que el único camino, el señalado y necesario camino, es la cruz; si alguien quería seguirle, ese es el camino que Él tomó. Además, ¿qué aprovecharía al hombre si salvase su vida y lo perdiese todo - ganar el mundo y perder su alma? Porque esta era la cuestión [46], y no la gloria exterior del reino.

[46] En la epístola de Pedro, hallamos constantemente estos mismos pensamientos - las palabras "esperanza viva", "piedra viva" - aplicadas a Cristo, y después a los Cristianos. Y nuevamente, de acuerdo a nuestro asunto, la salvación por la vida en Cristo, el Hijo del Dios viviente, nosotros nos encontramos con esto: "obteniendo el fin de vuestra fe, que es la salvación de vuestras almas." (1 Pedro 1:9). Podríamos leer todos los versículos mediante los cuales el apóstol presenta su enseñanza.

15.14 - Incredulidad entre los Judíos y en los corazones de los discípulos

Habiendo examinado este capítulo, como la expresión de la transición del sistema Mesiánico al establecimiento de la asamblea fundamentada en la revelación de la Persona de Cristo, deseo también dirigir la atención a los caracteres de la incredulidad que son desarrollados aquí, tanto entre los Judíos como en los corazones de los discípulos. Será provechoso observar las formas de esta incredulidad.

En primer lugar, ella toma la forma más vulgar de pedir una señal del cielo. Los Fariseos y los Saduceos se unen para mostrar su insensibilidad a todo lo que el Señor había hecho. Requieren una prueba para sus sentidos naturales, es decir, para su incredulidad. Ellos no creerán a Dios, ni prestando atención a Sus palabras ni contemplando Sus obras. Dios tenía que satisfacer su obstinación, lo cual no sería fe ni la obra de Dios. Tenían entendimiento para las cosas humanas que estaban manifestadas en forma bastante menos clara, pero ningún entendimiento para las cosas de Dios. Un Salvador perdido para ellos, como Judíos en la tierra, sería la única señal que se les concedería. Ellos tendrían que someterse, lo quisieran o no, al juicio de la incredulidad que ellos exhibían. El reino les sería quitado, el Señor los deja. La señal de Jonás está relacionada con el tema de todo el capítulo.

A continuación, vemos esta misma falta de atención hacia el poder manifestado en las obras de Jesús; pero no se trata ya de la oposición de la voluntad descreída; la ocupación del corazón en las cosas del presente, aleja a los tales de la influencia de las señales que se habían dado. Esto es debilidad, no mala voluntad. No obstante, ellos son culpables, pero Jesús los llama "hombres de poca fe", en vez de "hipócritas" y "generación mala y adúltera."

Vemos, entonces, a la incredulidad manifestándose bajo la forma de opinión indolente, la cual prueba que el corazón y la conciencia no están interesados en un asunto que debería gobernarlos - un asunto que, si el corazón enfrentara realmente su verdadera importancia, este no descansaría hasta llegar a la certeza con respecto a este asunto. Aquí el alma no siente la necesidad; consecuentemente, no hay discernimiento. Cuando el alma siente esta necesidad, sólo hay una cosa que puede satisfacerla; no puede haber descanso hasta que se encuentra. La revelación de Dios que creó esta necesidad, no deja al alma en paz hasta que tiene la seguridad de poseer aquello que la despertó. Aquellos que no son sensibles a esta necesidad podrán descansar en probabilidades, cada cual conforme a su carácter natural, su educación, sus circunstancias. Hay bastante como para despertar la curiosidad - la mente está ocupada en ella, y juzga. La fe tiene necesidades, y, en principio, inteligencia en cuanto al objeto que satisface esas necesidades; el alma es ejercitada hasta que encuentra lo que necesita. El hecho es que Dios está ahí.

15.15 - La fe viva de Pedro como una piedra viva en el templo

Este es el caso de Pedro. El Padre le revela al Hijo a él. Aunque débil, se halló en él fe viva, y vemos la condición de su alma cuando dice: "Señor, ¿a quién iremos? Tú tienes palabras de vida eterna. Y nosotros hemos creído y conocido que tú eres el Cristo, el Hijo del Dios viviente." ¡Dichoso el hombre a quien Dios revela verdades tales como estas, en quien Él despierta estas necesidades! Podrá haber conflicto, mucho que aprender, mucho que mortificar, pero el consejo de Dios está allí, y la vida relacionada con este. Hemos visto su efecto en el caso de Pedro. Cada cristiano tiene su lugar en el templo del cual Pedro era una piedra tan eminente. ¿Quiere decir esto que el corazón sea, prácticamente, digno de la revelación que se le hace? No; después de todo, puede estar la carne no mortificada aún en aquel punto donde la revelación toca nuestra posición terrenal.

15.16 - La revelación dada a Pedro implicando el rechazo de Cristo en la tierra; la cruz como la entrada al reino

De hecho, la revelación hecha a Pedro implicaba el rechazo de Cristo en la tierra - conducía necesariamente a Su humillación y muerte. Ese era el punto. Para sustituir la revelación del Hijo de Dios, la asamblea y el reino celestial, por la manifestación del Mesías en la tierra, ¿qué podía significar, excepto que Jesús iba a ser entregado a los Gentiles para ser crucificado, y después de esto que resucitase? Pero moralmente, Pedro no había llegado a esto. Al contrario, su corazón carnal se beneficiaba de la revelación hecha a él, y de aquello que Jesús le había dicho, para exaltarse a sí mismo. Él vio, por lo tanto, la gloria personal sin percibir las consecuencias prácticas morales. Él comienza a reprender al Señor, e intenta disuadirle del camino de la obediencia y la sujeción. El Señor, siempre fiel, le trata como un adversario. ¡Es lamentable! ¡Cuán a menudo hemos gozado de una verdad, y gozado sinceramente, y no obstante hemos fracasado en las consecuencias prácticas a las que nos conducía en la tierra! Un Salvador celestial glorificado, el cual edifica la asamblea, implica el llevar la cruz en la tierra. La carne no comprende esto. Elevará a su Mesías al cielo, si ustedes lo desean; pero tomar su porción de la humillación, lo cual sigue forzosamente, no es su idea de un Mesías glorificado. La carne debe ser mortificada para tomar este lugar. Debemos poseer la fortaleza de Cristo por medio del Espíritu Santo. Un cristiano que no esté muerto al mundo, no es sino una piedra de tropiezo para todo aquel que busca seguir a Cristo.

Estas son las formas de incredulidad que preceden a una verdadera confesión de Cristo, y las cuales se hallan, ¡lamentablemente! en aquellos que sinceramente le han confesado y le conocen (no mortificando la carne de tal manera que el alma pueda caminar a la altura de lo que aprendió de Dios y su entendimiento espiritual siendo oscurecido al pensar en las consecuencias que la carne rechaza).

15.17 - El título glorioso de "Hijo del Hombre" reemplazando el de Mesías

Pero si la cruz era la entrada al reino, la revelación de la gloria no se tardaría. Siendo el Mesías rechazado por los Judíos, un título más glorioso y de trascendencia mucho más profunda es manifestado: el Hijo del Hombre vendrá en la gloria del Padre (pues Él era el Hijo de Dios) y recompensará a cada hombre conforme a sus obras. Había allí incluso algunos que no gustarían la muerte (pues ellos estaban hablando de esto) hasta que hubieran visto la manifestación de la gloria del reino que pertenecía al Hijo del Hombre.

Podemos observar aquí el título de "Hijo de Dios" establecido como el fundamento; y el de Mesías, dejado por lo que respecta al testimonio dado en ese tiempo, y sustituido por el de "Hijo del Hombre", el cual Él toma al mismo tiempo que el de Hijo de Dios, y que poseía una gloria que le pertenecía a Él por Su derecho propio. Vendría en la gloria de Su Padre como Hijo de Dios, y en Su propio reino como Hijo del Hombre.

15.18 - Cristo como el Hijo del Hombre en los Salmos

Es interesante recordar aquí la enseñanza dada a nosotros al comienzo del libro de los Salmos. El hombre justo, distinguido de la congregación de los malos, ha sido presentado en el primer salmo. Luego, en el segundo, tenemos la rebelión de los reyes de la tierra y de los gobernantes en contra del Señor y de Su Ungido (es decir, de Su Cristo). Ahora bien, sobre este se declara el decreto de Jehová. Adonai, el Señor, se burlará de ellos desde el cielo. Además, el Rey de Jehová será establecido sobre el Monte Sión. Este es el decreto: "Jehová me ha dicho: Mi hijo eres tú; yo te engendré hoy [47]." A los reyes de la tierra y a los jueces se les ordena honrar al Hijo (N. del T.: o "Besad al Hijo", como reza el versículo 12 del Salmo 2 en la Versión Moderna).

[47] Hemos visto que Pedro fue más allá de esto. Cristo es visto aquí como el Hijo nacido en la tierra en el tiempo, no como el Hijo desde la eternidad en el seno del Padre. Pedro, sin la plena revelación de esta última verdad, ve que Él es el Hijo según el poder de la vida divina en Su propia Persona, sobre la cual la asamblea podía ser consecuentemente edificada. Pero tenemos que considerar aquí aquello que pertenece al reino.

Ahora, en los salmos siguientes, toda esta gloria es oscurecida. La angustia del remanente, en el que Cristo tiene una parte, es relatada. Luego, en el Salmo 8, se le menciona como el Hijo del Hombre, Heredero de todos los derechos conferidos soberanamente sobre el hombre por los consejos de Dios. El nombre de Jehová llega a ser grande en toda la tierra ("admirable" - Versión Moderna). Estos salmos no van más allá de la parte terrenal de estas verdades, excepto donde está escrito: "El que mora en los cielos se reirá; El Señor se burlará de ellos" (Salmo 2:4); mientras que en Mateo 16, la relación del Hijo de Dios con esto, Su venida con Sus ángeles (para no decir nada de la asamblea) son puestas ante nosotros. Es decir, vemos que el Hijo del Hombre vendrá en la gloria del cielo. No que su morada allí sea la verdad declarada; sino que Él es investido con la gloria más alta del cielo cuando Él viene a establecer Su reino en la tierra. Él viene en Su reino. Este es establecido en la tierra; pero viene para tomarlo con la gloria del cielo. Esto es expuesto en el capítulo siguiente, conforme a la promesa aquí en el versículo 28.

15.19 - Una muestra de la gloria venidera dada para confirmar la fe de los discípulos

En cada Evangelio que habla de ella, la transfiguración sigue inmediatamente a la promesa de no gustar la muerte antes de ver el reino del Hijo del Hombre. Y no solamente esto, sino que Pedro (en su segunda Epístola, 1:16) hablando de la escena declara que fue una manifestación del poder y de la venida de nuestro Señor Jesucristo. Dice que la palabra profética les fue confirmada al ver ellos Su majestad, de modo que ellos sabían de qué hablaban al serles dado a conocer el poder y la venida de Cristo, tras haber contemplado Su majestad. De hecho, es precisamente en este sentido que el Señor habla de ello aquí, como ya hemos visto. Era una muestra de la gloria en la cual Él vendría después, dada para confirmar la fe de Sus discípulos en la perspectiva de Su muerte, la cual Él les había anunciado recién.

16 - Capítulo 17

16.1 - La transfiguración

Jesús los conduce a un monte alto, y allí es transfigurado ante ellos: "Resplandeció su rostro como el sol, y sus vestidos se hicieron blancos como la luz." Moisés y Elías aparecieron también hablando con Él. Dejo el tema del discurso de ellos, el cual es profundamente interesante, hasta que lleguemos al Evangelio de Lucas, quien añade algunas circunstancias más, las cuales, en algunos aspectos, dan otro aspecto a esta escena.

Aquí el Señor aparece en gloria, y Moisés y Elías con Él: uno es el legislador de los Judíos; el otro (casi distinguidos por igual), el profeta que intentó hacer volver a las diez tribus apostatas a la adoración de Jehová, y quien, desesperanzado a causa del pueblo, regresó a Horeb, desde donde la ley fue dada, y después fue tomado al cielo sin pasar por la muerte.

16.2 - El error de Pedro; el Objeto de la complacencia del Padre ha de ser el nuestro

Estas dos personas, ilustres de forma preeminente en los tratos de Dios con Israel, uno como el fundador y el otro como restaurador del pueblo en relación con la ley, aparecen en compañía de Jesús. Pedro (impresionado por esta aparición, gozándose de ver a su Maestro asociado con estos pilares del sistema Judío, con tales eminentes siervos de Dios, ignorante de la gloria del Hijo del Hombre y olvidando la revelación de la gloria de Su Persona como el Hijo de Dios) desea construir tres enramadas, y colocar a los tres al mismo nivel como oráculos. Pero la gloria de Dios se manifiesta; es decir, la señal conocida en Israel como la morada (Shekinah) de esa gloria [48]; y la voz del Padre es escuchada. La gracia puede colocar a Moisés y Elías en la misma gloria que la del Hijo de Dios, y asociarlos con Él; pero si la locura del hombre, en su ignorancia, los quiere situar juntos como teniendo la misma autoridad sobre el corazón del creyente, el Padre debe vindicar de inmediato los derechos de Su Hijo. No pasa un momento antes de que la voz del Padre proclame la gloria de la Persona de Su Hijo, Su relación con Él, que Él es el objeto de todo Su afecto, y en quien tiene toda Su complacencia. Es a Él a quien los discípulos tienen que oír. Moisés y Elías han desaparecido. Cristo está allí solo, como el Único que ha de ser glorificado, el Único que enseñaría a aquellos que escuchen la voz del Padre. El Padre mismo le distingue y le presenta a la atención de los discípulos, no porque fuese digno del amor de ellos, sino como el objeto de Su propia complacencia. En Jesús, Él mismo estaba muy complacido. Así, los afectos del Padre se nos presentan como los que gobiernan los nuestros - colocando ante nosotros un objeto común. ¡Qué posición para unas pobres criaturas como nosotros! ¡Qué gracia! [49]

[48] Pedro, enseñado por el Espíritu Santo, la llama "la magnífica gloria." (2 Pedro 1:17).

[49] No era en relación con la divina validez del testimonio de ellos que Moisés y Elías desaparecieran. No podía haber una confirmación más firme de ello, como de hecho Pedro dice, que esta escena. Pero no sólo no eran ellos los sujetos del testimonio de Dios como Cristo lo era, sino que su testimonio no se refería, ni sus exhortaciones llegaban, a las cosas celestiales que iban a ser reveladas ahora en asociación con el Hijo del cielo. Incluso Juan el Bautista hace esta diferencia (Juan 3:13, 31-34). De ahí, como se presenta allí, que el Hijo del Hombre deba ser levantado. Así el Señor encarga aquí a los discípulos que no dijeran que Él era el Mesías, pues el Hijo del Hombre tenía que sufrir (véase Juan 12:27). La historia Judía fue cerrada en el capítulo 12, de hecho en el capítulo 11, y el terreno del cambio implicó que tanto Juan como Él fueron rechazados, la perfecta sumisión, entonces todas las cosas son entregadas a Él por Su Padre, y Él revela al Padre (compárese con Juan 13, 14). Pero en Mateo 13 - aparte del Judaísmo, Él comienza con lo que traía, sin buscar fruto en el hombre.

16.3 - Jesús el único dispensador del conocimiento y la mente de Dios

Al mismo tiempo, la ley y toda idea de su restauración bajo el antiguo pacto, habían pasado; y Jesús, glorificado como Hijo del Hombre, e Hijo del Dios viviente, permanece el solo dispensador del conocimiento y la mente de Dios. Los discípulos se postran sobre sus rostros, sienten temor, al oír la voz de Dios. Jesús, para quien esta gloria y esta voz eran familiares, les anima, como siempre hizo cuando estaba en la tierra, diciendo: "no temáis." Estando con Aquel que era el objeto del amor del Padre, ¿por qué debían temer? Su mejor Amigo era la manifestación de Dios en la tierra, la gloria le pertenecía a Él. Moisés y Elías habían desaparecido, y la gloria también, la cual los discípulos no podían aún soportar. Jesús - que había sido manifestado así a ellos en la gloria dada a Él, y en los derechos de Su gloriosa persona, en Sus relaciones con el Padre - permanece el mismo para con ellos como siempre le habían conocido. Pero esta gloria no tenía que ser el tema de su testimonio hasta que Él, el Hijo del Hombre, hubiese resucitado de entre los muertos - el sufriente Hijo del Hombre. La gran prueba sería dada entonces, de que Él era el Hijo de Dios con poder. El testimonio de ello debía ser rendido, y Él ascendería personalmente a esa gloria que acababa de resplandecer ante sus ojos.

16.4 - La venida y el rechazo de Elías y del Hijo del Hombre

Pero surge una dificultad en las mentes de los discípulos, provocada por la doctrina de los escribas con respecto a Elías. Ellos habían dicho que Elías debía venir antes de la manifestación del Mesías; y, de hecho, la profecía de Malaquías autorizaba esta expectativa. ¿Por qué entonces, preguntan ellos, dicen los escribas que Elías debía venir primero (es decir, antes de la manifestación del Mesías); considerando que nosotros hemos visto ahora que Tú eres Él, sin haber venido Elías? Jesús confirma las palabras de la profecía, añadiendo que Elías debía restaurar todas las cosas: "Mas", continúa el Señor, "os digo que Elías ya vino, y no le conocieron, sino que hicieron con él todo lo que quisieron; así también el Hijo del Hombre padecerá de ellos." Entonces ellos comprendieron que Él hablaba de Juan el Bautista, quien vino en el espíritu y poder de Elías, como había declarado el Espíritu Santo por medio de Zacarías su padre.

Digamos unas cuantas palabras sobre este pasaje. Primeramente, cuando el Señor dice, "A la verdad, Elías viene primero, y restaurará todas las cosas", Él no hace más que confirmar aquello que los escribas habían dicho, según la profecía de Zacarías, como si Él hubiese dicho, 'Ellos tienen razón'. Él declara entonces el efecto de la venida de Elías: "restaurará todas las cosas." Pero el Hijo del Hombre tenía que venir todavía. Jesús había dicho a Sus discípulos, "No acabaréis de recorrer todas las ciudades de Israel, antes que venga el Hijo del Hombre." (Mateo 10:23). No obstante, Él había venido e incluso en ese momento estaba hablando con ellos. Pero esta venida del Hijo del Hombre de la que hablaba, es Su venida en gloria, cuando Él será manifestado como el Hijo del Hombre en juicio conforme a Daniel 7. Fue así que todo lo que se había dicho a los Judíos tenía que cumplirse; y en el Evangelio de Mateo, Él les habla en relación con esta expectativa. Sin embargo, era necesario que Jesús fuera presentado a la nación y sufriera. Era necesario que la nación fuese sometida a prueba por la presentación del Mesías de acuerdo a la promesa. Esto fue hecho, y como Dios había también predicho por los profetas, fue "despreciado entre los hombres" (Isaías 53:3). De esta manera Juan fue también delante de Él, según Isaías 40, como la voz en el desierto, incluso en el espíritu y poder de Elías; él fue rechazado como el Hijo del Hombre también lo sería. [50]

[50] De ahí que Juan rechace también la aplicación de Malaquías 4:5-6 a él mismo, mientras que Isaías 40 y Malaquías 3:1 se aplican a él en Lucas 1:76; 7:27.

16.5 - El rechazo del Hijo del Hombre; la nación puesta a un lado temporalmente y la restauración de todas las cosas

El Señor, entonces, por medio de estas palabras, declara a Sus discípulos, en relación con la escena que recién habían dejado, y con toda esta parte de nuestro Evangelio, que el Hijo del Hombre, tal como era presentado ahora a los Judíos, iba a ser rechazado. Este mismo Hijo del Hombre iba a ser manifestado en gloria, como la habían visto por un momento en el Monte. Elías, en realidad, tenía que venir, como los escribas habían dicho; pero ese Juan el Bautista había cumplido ya con aquel cargo en poder para la presentación del Hijo del Hombre; la cual (siendo abandonados los Judíos, como convenía, a su propia responsabilidad) terminaría sólo en Su rechazo, y en la nación puesta a un lado hasta los días en los cuales Dios comenzaría de nuevo a relacionarse con Su pueblo, todavía querido para Él, cualquiera que fuese su condición. Él restauraría, entonces, todas las cosas (una obra gloriosa que Él cumpliría trayendo de nuevo a Su Primogénito al mundo). La expresión "restaurará todas las cosas", se refiere aquí a los Judíos, y es empleada moralmente. En Hechos 3, se refiere al efecto de la propia presencia del Hijo del Hombre.

16.6 - El último paso en la prueba de los Judíos; gracia pura

La presencia temporal del Hijo del Hombre fue el momento en que fue cumplida una obra de la que la gloria eterna dependía, y en la cual Dios ha sido plenamente glorificado, por sobre y más allá de toda dispensación, y en la cual Dios, y también el hombre, ha sido revelado, una obra en la que incluso la gloria exterior del Hijo del Hombre no es sino el fruto, en cuanto ello depende de Su obra, y no de Su divina Persona; una obra en la que, en un sentido moral, Él fue perfectamente glorificado al glorificar de manera perfecta a Dios. Con todo, con respecto a las promesas hechas a los Judíos, este no fue sino el último paso en la prueba a la que ellos estaban sujetos por la gracia. Dios bien sabía que rechazarían a Su Hijo; pero no los consideraría definitivamente culpables hasta que no lo hubieran hecho realmente. Así, en Su divina sabiduría (mientras que después cumpliría Sus promesas inmutables) Él les presenta a Jesús - Su Hijo, el Mesías de ellos. Les proporciona todas las pruebas necesarias. Les envía a Juan el Bautista en el espíritu y poder de Elías, como precursor Suyo. El Hijo de David nace en Belén con todas las señales que deberían haberles convencido; pero ellos estaban cegados por su orgullo y justicia propia, y rechazaron todo. No obstante, todo esto resultó en Jesús, en gracia, adaptándose Él mismo, en cuanto a Su posición, a la mísera condición de Su pueblo. Así también Él, como el Antitipo de David rechazado en su tiempo, compartía la aflicción de Su pueblo. Si los Gentiles los oprimían, el Rey debía asociarse con la angustia de ellos, al tiempo que daba toda prueba de lo que Él era y los buscaba en amor. Al ser Él rechazado, todo se transforma en gracia pura. Ellos ya no tienen derecho a nada conforme a las promesas, y se ven reducidos a recibir todo desde esa gracia, así como un pobre Gentil lo haría. Dios no fallará en la gracia. De esta manera, Él les hace ver su propia posición de pecadores, y cumplirá, no obstante, Sus promesas. Este es el tema de Romanos 11.

16.7 - Juan el Bautista y Elías

Ahora bien, el Hijo del Hombre que regresará, será este mismo Jesús que se marchó. Los cielos le recibirán hasta los tiempos de la restauración de todas las cosas (Hechos 3:21), de las cuales los profetas han hablado. Pero aquel que tenía que ser Su precursor en esta presencia temporal aquí no podía ser el mismo Elías. Por consiguiente, Juan estaba conformado a la manifestación de entonces del Hijo del Hombre, salvo la diferencia que manaba necesariamente de la Persona del Hijo del Hombre, que no podía ser sino una, mientras que este no podía ser el caso con Juan el Bautista y Elías. Pero del mismo modo que Jesús manifestó todo el poder del Mesías y todos Sus derechos sobre todo lo que pertenecía a ese Mesías, sin asumir todavía la gloria externa ya que aún no había llegado Su tiempo (Juan 7), así Juan cumplió moralmente y en poder la misión de Elías para preparar el camino del Señor delante de Él (según el verdadero carácter de Su venida, como se cumplió entonces) y respondió literalmente a Isaías 40, e incluso a Malaquías 3, los únicos pasajes aplicados a él. Esta es la razón por la que Juan dijo que él no era Elías y por la que el Señor dijo, "Y si queréis recibirlo, él es aquel Elías que había de venir." (Mateo 11:14). Por lo tanto, Juan tampoco se aplicó nunca Malaquías 4:5-6 a sí mismo; pero él se anuncia a sí mismo como cumpliendo Isaías 40:3-5, y ello en cada uno de los Evangelios, independientemente de su carácter particular. [51]

[51] Ver la nota anterior.

16.8 - La incredulidad del creyente; la necesidad sentida y su remedio

Pero prosigamos con nuestro capítulo. Si el Señor asciende a la gloria, Él desciende ahora a este mundo en Espíritu y compasión, y se encuentra con el gentío y el poder de Satanás, con los cuales nosotros tenemos que ver. Mientras el Señor estaba en el Monte, un pobre padre había traído a los discípulos a su hijo que era lunático y estaba poseído por un demonio. Aquí se desarrolla otro carácter de la incredulidad del hombre, aquella incluso del creyente - inhabilidad para hacer uso del poder que está, por así decirlo, a su disposición en el Señor. Cristo, Hijo de Dios, Mesías, Hijo del Hombre, había vencido al enemigo, había atado al hombre fuerte y tenía el derecho a echarlo fuera. Como hombre, el Obediente a pesar de a las tentaciones de Satanás, Él le había vencido en el desierto, y como hombre tenía el derecho de despojarle de su dominio sobre un hombre en cuanto a este mundo; y esto es lo que hizo. Al echar fuera demonios y sanar a los enfermos, Él liberaba al hombre del poder del enemigo. "Dios", dijo Pedro, "ungió con el Espíritu Santo y con poder a Jesús de Nazaret, y cómo éste anduvo haciendo bienes y sanando a todos los oprimidos por el diablo." (Hechos 10:38). Ahora bien, este poder debería haber sido utilizado por los discípulos, quienes tenían que haber conocido de qué modo valerse de él ellos mismos, por la fe, de aquello que Jesús había manifestado así en la tierra; pero no fueron capaces de hacerlo. Sin embargo, ¿de qué aprovechaba traer este poder aquí abajo si los discípulos no tenían fe para utilizarlo? El poder estaba allí; el hombre podía beneficiarse por medio de él para la completa liberación de toda la opresión del enemigo; pero él no tenía fe para hacerlo - incluso ni los creyentes la tenían. La presencia de Cristo en la tierra no era de utilidad, cuando incluso Sus propios discípulos no sabían cómo sacar provecho de este poder. Había más fe en el hombre que trajo a su hijo que en ellos, pues la necesidad sentida le trajo a su remedio. Por tanto, todos quedan bajo la sentencia del Señor: "¡Oh generación incrédula y perversa!" Él debe dejarlos; y aquello que la gloria había revelado arriba, la incredulidad lo comprendería abajo.

16.9 - Fe individual satisfecha con bendición

Observen que no se trata aquí del mal en el mundo el que pone término a una particular intervención de Dios; al contrario, da ocasión para la intervención en gracia. Cristo vino a causa del control de Satanás sobre los hombres. Él se marcha porque aquellos que le habían recibido eran incapaces de utilizar el poder que Él trajo consigo, y que Él otorga para su liberación; no pueden valerse de él mediante las ventajas mismas que entonces gozaban. Faltaba la fe. No obstante, observen también esta verdad importante y conmovedora que, mientras tal dispensación de Dios continua, Jesús no falla para satisfacer la fe individual con bendición, incluso cuando Sus discípulos no pueden glorificarle por medio del ejercicio de la fe. La misma sentencia que juzga la incredulidad de los discípulos, llama al angustiado padre al goce de la bendición. Después de todo, para ser capaces nosotros mismos de hacer buen uso de Su poder, debemos estar en comunión con Él por la energía práctica de la fe.

Él bendice, entonces, al pobre padre según su necesidad; y, lleno de paciencia, reanuda el curso de la enseñanza que estaba dando a Sus discípulos sobre el asunto de Su rechazo y Su resurrección como Hijo del Hombre. Amando al Señor, e incapaces de hacer pasar sus pensamientos por encima de las circunstancias del momento, están turbados; y no obstante, esto era redención, salvación, la gloria de Cristo.

16.10 - La enseñanza del Maestro; asociación con Él

No obstante, antes de ir más allá y de enseñarles aquello que debía ser la porción de los discípulos de un Maestro así rechazado, y la de la posición que tenían que ocupar, Él les presenta Su gloria divina y la asociación de ellos con Aquel que la tenía, del modo más conmovedor, si podían al menos comprenderlo; y al mismo tiempo, con perfecta condescendencia y ternura hacia ellos, se sitúa Él mismo con ellos, o mejor dicho, Él los coloca en el mismo lugar con Él mismo, como Hijo del gran Rey del templo y de toda la tierra.

16.11 - Las dos dracmas: condescendencia divina

Los que cobraban las dos dracmas para el servicio del templo vienen y le preguntan a Pedro si su Maestro no lo pagaba. Siempre pronto a adelantarse a todo, olvidando la gloria que había visto y la revelación hecha a él por el Padre, Pedro, descendiendo al nivel común de sus propios pensamientos, ansioso de que su Maestro fuera considerado un buen Judío y sin consultarle a Él, contesta a la pregunta afirmativamente. El Señor se anticipa a Pedro al entrar en la casa, y le muestra Su divino conocimiento de lo que ya había sucedido a distancia de Él. Al mismo tiempo, Él habla de Pedro y de Sí mismo como hijos los dos del Rey del templo (Hijo de Dios manteniendo aún con paciente bondad Su humilde lugar como Judío) y, por lo tanto, libres ambos del impuesto. Pero ellos no debían ofender. Él, entonces, ordena a la creación (porque Él puede hacer todas las cosas, ya que Él conoce todas las cosas) y hace que un pez traiga precisamente la suma requerida, y uniendo de nuevo el nombre de Pedro con el Suyo. Él dijo, "para que no les demos motivo de escándalo" (Mateo 17:27 - Versión Moderna), "dáselo por mí y por ti." ¡Maravillosa y divina condescendencia! Él que es quien escudriña los corazones, y que dispone a voluntad de toda la creación, el Hijo del soberano Señor del templo, pone a sus pobres discípulos en la misma relación con Su Padre celestial, con el Dios que era adorado en ese templo. Se somete a las demandas que habrían sido debidamente hechas a los extranjeros, pero Él coloca a Sus discípulos en Sus propios privilegios como Hijo. Vemos muy claramente la relación entre esta conmovedora expresión de gracia divina y el tema de estos capítulos. Ella demuestra todo el significado del cambio que estaba teniendo lugar.

16.12 - Las epístolas de Pedro en relación con los capítulos 16-17

Es interesante observar que la primera epístola de Pedro se basa en Mateo 16, y la segunda en el capítulo 17, que hemos estado considerando recién [52]. En el capítulo 16, Pedro, enseñado por el Padre, confiesa que el Señor es el Hijo del Dios viviente; y el Señor dijo que sobre esa roca edificaría Su iglesia, y que aquel que tenía el poder de la muerte no prevalecería contra ella. Así también Pedro, en su primera epístola, declara que ellos habían nacido de nuevo para una esperanza viva, por la resurrección de Jesucristo de entre los muertos. Ahora bien, es por medio de esta resurrección que el poder de la vida del Dios viviente fue manifestado. Después, él llama a Cristo la piedra viva, a quien acercándonos, como piedras vivas, somos edificados como un templo santo para el Señor.

[52] Ambas epístolas, después de declarar la redención por medio de la sangre preciosa de Cristo y de ser nacidos de la semilla incorruptible de la Palabra, tratan del gobierno de Dios; la primera, de su aplicación para los Suyos guardándolos, y la segunda, para los inicuos y para el mundo, continuando así hasta los elementos que siendo quemados se fundirán, y hasta llegar a los cielos nuevos y tierra nueva.

En su segunda epístola, él recuerda, de manera especial, la gloria de la transfiguración, como una prueba de la venida y del reino del Hijo del Hombre. Por consiguiente, él habla en esa epístola del juicio del Señor.

17 - Capítulo 18

17.1 - Los caminos de Dios en el nuevo orden de cosas; el carácter del verdadero testimonio a ser rendido

En el capítulo 18, los grandes principios apropiados a un nuevo orden de cosas son dados a conocer a los discípulos. Examinemos un poco estas dulces y preciosas enseñanzas del Señor.

Ellas pueden ser contempladas de dos maneras. Ellas revelan los caminos de Dios con respecto a aquello que debía tomar el lugar del Señor en la tierra, como un testimonio de la gracia y de la verdad. Además de esto, describen el carácter que es, en sí mismo, el verdadero testimonio que debe ser rendido.

Este capítulo da por supuesto que Cristo ha sido ya rechazado y está ausente, y que la gloria del capítulo 17 no ha llegado aún. Pasa por sobre el capítulo 17 para enlazarse con el capítulo 16 (excepto en cuanto a que los últimos versículos del capítulo 17 entregan un testimonio práctico de Su abdicación a Sus verdaderos derechos hasta que Dios los vindique). El Señor habla de los dos asuntos contenidos en el capítulo 16: el reino y la iglesia.

17.2 - "Como niños" - el espíritu que conviene a los seguidores de un Señor rechazado

Aquello que sería apropiado al reino era la mansedumbre de un niño, la cual es incapaz de afirmar sus propios derechos ante un mundo que la ignora - el espíritu de dependencia y humildad. Ellos debían ser como niños. En ausencia de Su Señor rechazado, este era el espíritu que convenía a Sus seguidores. Aquel que recibía a un niño en el nombre de Jesús, le recibía a Él. Por otro lado, el que ponía una piedra de tropiezo en el camino de uno de estos pequeños que creían en Jesús [53], sería visitado con el más terrible juicio. ¡Es lamentable! el mundo hace esto, pero, ¡ay del mundo por este motivo! En cuanto a los discípulos, si aquello que ellos más valoraban se convertía en lazo, debían sacarlo y cortarlo, ejerciendo un cuidado extremo, en gracia, para no ser lazos a un pequeño que cree en Cristo, y ejerciendo una severidad implacable en cuanto a ellos mismos, con respecto a cualquier cosa que pudiese ser un lazo para ellos mismos. La pérdida de lo más precioso aquí no era nada, comparado con su eterna condición en otro mundo; porque esa era la cuestión ahora, y el pecado no podía tener un lugar en la casa de Dios. El cuidado hacia los demás, incluso hacia los más débiles, la severidad con el yo, era la norma para que en el reino no existiera ningún lazo ni ningún mal. En cuanto a la ofensa, gracia plena al perdonar. No tenían que menospreciar a estos pequeños; porque si eran incapaces de abrirse camino en este mundo, ellos eran los objetos del favor especial del Padre, como aquellos que, en las cortes terrenales, tenían el privilegio peculiar de ver el rostro del rey. No es que no hubiera pecado en ellos, sino que el Padre no menospreciaba a aquellos que estaban lejos de Él. El Hijo del Hombre había venido para salvar a los perdidos [54]. Y no era la voluntad del Padre que ninguno de Estos se perdiera. Él hablaba, no lo dudo, de niños como aquellos que Él tomaba en Sus brazos; pero Él inculca a Sus discípulos el espíritu de humildad y dependencia por una parte, y por la otra el espíritu del Padre que ellos tenían que imitar, a fin de ser verdaderamente los hijos del reino; y a no andar en el espíritu del hombre que busca mantener su lugar y propia importancia, sino a humillarse y someterse al desprecio; y al mismo tiempo (y esto es la verdadera gloria) imitar al Padre, el cual considera a los humildes y los admite en Su presencia. El Hijo del Hombre había venido a favor de los que no tenían valor. Este es el espíritu de la gracia del que se habla al final del capítulo 5. Es el espíritu del reino.

[53] El Señor distingue aquí a un creyente pequeño. En los otros versículos, Él habla de un niño, haciendo de su carácter, como tal, un modelo de aquél del Cristiano en este mundo.

[54] Como doctrina, la condición de pecado del niño, y su necesidad del sacrificio de Cristo, son expresados amorosamente aquí. Él no dice aquí "buscar" refiriéndose a ellos. El empleo aquí de la parábola de la oveja perdida es sorprendente.

17.3 - La asamblea ha de ocupar el lugar de Cristo en la tierra; Cristo en medio

Pero, más especialmente, la asamblea tenía que ocupar el lugar de Cristo en la tierra. Con respecto a las ofensas contra uno mismo, este mismo espíritu de mansedumbre es el que convenía a Su discípulo; él tenía que ganar a su hermano. Si este último le escuchaba, el asunto debía quedar enterrado en el corazón del ofendido; si no, dos o tres más, entonces, debían ser llevados ante el ofensor por la persona ofendida para alcanzar su conciencia, o para hacer de testigos; pero si de nada servían estos medios designados, debía darse a conocer a la asamblea; y si esto no producía sumisión, aquel que había hecho el mal tenía que ser considerado por el otro como un extraño, igual que un pagano y un publicano lo eran para Israel. La disciplina pública de la asamblea no es tratada aquí, sino el espíritu en el cual los cristianos tenían que caminar. Si el ofensor agachaba la cabeza cuando se le hablaba, debía perdonársele incluso setenta veces siete al día. Pero aunque no se hable de la disciplina de Cristo, vemos que la asamblea tomaba el lugar de Israel en la tierra. A ella se le aplicaban, de ahí en adelante, lo interno y lo externo. El cielo ratificaría aquello que la asamblea atase en la tierra, y el Padre concedería la oración de dos o tres que convinieran en hacer juntos su petición; ya que Cristo estaría en medio de dondequiera que dos o tres se reunieran en, o hacia Su nombre [55]. Así, para las decisiones, para las oraciones, ellos eran como Cristo en la tierra, porque Cristo mismo estaba allí con ellos. ¡Solemne verdad! inmenso favor otorgado a dos o tres cuando están congregados verdaderamente en Su nombre; pero que llega a ser un asunto profundamente triste cuando esta unidad es fingida, mientras la realidad no está allí. [56]

[55] Es importante hacer memoria aquí que - mientras el Espíritu Santo es plenamente reconocido personalmente en Mateo, como en el nacimiento del Señor, y (en el capítulo 10) como actuando y hablando en los discípulos en su servicio, como una Persona divina, como ocurre siempre que nosotros sólo de Él podemos actuar rectamente - la venida del Espíritu Santo, en el orden de la dispensación divina, no forma parte de la enseñanza de este evangelio, aunque sea reconocido como un hecho en el capítulo 10. La consideración de Cristo en Mateo concluye con Su resurrección, y el cuerpo Judío es enviado desde Galilea al mundo como un cuerpo aceptado para evangelizar a los Gentiles, y Él declara que estaría con ellos hasta el fin del mundo. Así que, aquí está Él en medio de dos o tres congregados a Su nombre. La iglesia no es aquí el cuerpo formado por medio del bautismo del Espíritu Santo; no es la casa donde mora el Espíritu Santo en la tierra; sino que donde dos o tres se congregaban a Su nombre, allí estaba Cristo. Ahora bien, no dudo que todo bien de la vida, y la Palabra de vida, vienen del Espíritu, pero esto es otra cosa, y la asamblea aquí no es el cuerpo, ni la casa, formada por medio del descenso del Espíritu Santo. Esta era una enseñanza y revelación consecuentes, y continúa siendo benditamente cierta; pero se trata de Cristo en medio de aquellos reunidos a Su nombre. Incluso en el capítulo 16 es Él quien edifica, pero eso es otro asunto. Por supuesto que es de manera espiritual que Él está presente.

[56] Es muy asombroso encontrar aquí que, la única sucesión en el cargo de atar y desatar que permite el Cielo, es aquella de dos o tres congregados en el nombre de Cristo.

17.4 - El espíritu del reino - gracia y humildad

Otro elemento del carácter apropiado al reino, que había sido manifestado en Dios y en Cristo, es la gracia perdonadora. En esto también los hijos del reino tienen que ser imitadores de Dios, y perdonar siempre. Esto se refiere solamente a los males causados a uno, y no a la disciplina pública. Debemos perdonar hasta el final, o mejor dicho, no tiene que haber un final; así como Dios nos ha perdonado todas las cosas. Al mismo tiempo, creo que aquí se describen las dispensaciones de Dios a los Judíos. Ellos no sólo habían quebrantado la ley, sino que habían dado muerte al Hijo de Dios. Cristo intercedió por ellos, diciendo, "Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen." En respuesta a esta oración, un perdón provisional fue predicado por el Espíritu Santo, por boca de Pedro. Pero esta gracia también fue rechazada. Cuando se trataba de mostrar gracia a los Gentiles, quienes sin duda, les debían a los Judíos los cien denarios, no escucharían acerca de ello, y ellos son entregados al castigo [57], hasta que el Señor pudiera decir, 'Han recibido doble paga por todos sus pecados.'

[57] Esta entrega, y la apertura formal del lugar celestial intermediario en relación con el Hijo del Hombre en gloria, está en Hechos 7, donde Esteban relata la historia de ellos desde Abraham, el primero llamado como raíz de la promesa, hasta aquel momento.

En una palabra, el espíritu del reino no es poder exterior, sino humildad; pero en esta condición hay cercanía al Padre, y entonces es fácil ser manso y humilde en este mundo. Uno que ha gustado el favor de Dios no buscará grandeza en la tierra; él está imbuido del espíritu de gracia, aprecia a los humildes, perdona a aquellos que le han hecho mal, está cerca de Dios y se asemeja a Él en sus modos. El mismo espíritu de gracia reina, ya sea en la asamblea o en sus miembros. Este solo representa a Cristo en la tierra; y con él se relacionan aquellas normas que se fundamentan sobre la aceptación de un pueblo que pertenece a Dios. Dos o tres realmente reunidos en el nombre de Jesús actúan con Su autoridad, y gozan de Sus privilegios con el Padre, pues Jesús mismo está allí en medio de ellos.

18 - Capítulo 19

18.1 - Principios que gobiernan la naturaleza humana; el verdadero carácter del vínculo matrimonial

Este capítulo continúa con el asunto del espíritu apropiado para el reino de los cielos, y profundiza en los principios que gobiernan la naturaleza humana, y en aquello que se introducía ahora divinamente. Una pregunta hecha por los Fariseos - pues el Señor se ha acercado a Judea - da lugar a la exposición de Su doctrina sobre el matrimonio; y, prescindiendo de la ley, dada a raíz de la dureza de sus corazones, Él regresa [58] a lo instituido por Dios, según lo cual un hombre y una mujer tenían que unirse y ser uno a los ojos de Dios. Él establece, o mejor dicho, restablece, el verdadero carácter del indisoluble vínculo del matrimonio. Lo llamo indisoluble, porque la excepción del caso de infidelidad, no lo es; la persona culpable ya había roto el vínculo. Ya no eran hombre y mujer una sola carne. Al mismo tiempo, si Dios daba poder espiritual para ello, era mejor aún permanecer soltero.

[58] La relación es trazada aquí entre lo nuevo y la naturaleza, como Dios la había formado originalmente, pasando por sobre la ley como algo meramente interpolado. Era un poder nuevo, porque el mal había entrado, pero reconocía la creación de Dios, al tiempo que probaba el estado del corazón, sin ceder ante su debilidad. El pecado ha corrompido lo que Dios creó bueno. El poder del Espíritu de Dios, dado a nosotros mediante la redención, eleva al hombre y su camino fuera de la total condición de carne, introduce un nuevo poder divino por medio del cual el hombre camina en este mundo, según el ejemplo de Cristo. Pero con esto está la sanción más plena de lo que el propio Dios estableció originalmente. Es bueno, aunque podía existir lo que era mejor. La manera en que la ley es pasada por alto para retroceder hasta la institución original de Dios, donde el poder espiritual no sacó totalmente el corazón de toda la escena, aunque anduviera en ella, es muy sorprendente. En el casamiento, en el niño, en el carácter del hombre joven, lo que es de Dios y amoroso por naturaleza, es aceptado por Dios. Pero el estado del corazón del hombre es escudriñado. Esto no depende del carácter sino del motivo, y es totalmente probado por Cristo (hay un cambio total de dispensación, pues las riquezas fueron prometidas a un Judío fiel) y un Cristo rechazado - la senda al cielo - todo, y la prueba de todo lo que es del corazón del hombre.

Dios hizo al hombre recto con ciertas relaciones familiares. El pecado corrompió totalmente esta antigua o primera creación del hombre. La venida del Espíritu Santo ha introducido un poder que levanta, en el Segundo Hombre, de la vieja creación a la nueva, y nos da cosas celestiales - sólo que no aún con respecto al vaso, el cuerpo; pero no puede desconocer o condenar aquello que Dios creó en el principio. Esto es imposible. En el principio, Dios los creó. Cuando llegamos a la condición celestial, todo esto, aunque no son frutos de sus ejercicios en gracia, desaparece. Si un hombre, en el poder del Espíritu Santo, tiene el don para hacerlo, y ser enteramente celestial, tanto mejor; pero está muy mal condenar o hablar en contra de las relaciones que Dios creó originalmente, o subestimar o detraerse de la autoridad que Dios relacionó con ellas. Si un hombre puede vivir plenamente por encima y fuera de estas relaciones para servir a Cristo, está del todo bien; pero es raro y excepcional.

18.2 - Enseñanza con respecto a los niños

Entonces Él renueva Su enseñanza con respecto a los niños, al tiempo que testifica de Su afecto hacia ellos: aquí me parece que es más bien en relación con la ausencia de todo lo que ata al mundo, a sus distracciones y codicias, y reconociendo lo que es amable, confiable y externamente sin mancha por naturaleza; mientras que, en el capítulo 18, era el carácter intrínseco del reino. Después de esto, Él muestra (con referencia a la introducción del reino en Su Persona) la naturaleza de la completa consagración y sacrificio de todas las cosas, a fin de poder seguirle, si verdaderamente ellos sólo buscaban agradar a Dios. El espíritu del mundo se oponía en todos los sentidos - pasiones carnales, y riqueza. No hay duda de que la ley de Moisés refrenaba estas pasiones; pero las aceptaba como realidad, y, en algunos sentidos, las soportaba. Según la gloria del mundo, un niño no era de valor. ¿Qué poder podía haber ahí? Esto es de valor a los ojos del Señor.

18.3 - Los motivos del corazón puestos a prueba; riquezas terrenales

La ley prometía vida al hombre que la guardaba. El Señor la hace sencilla y práctica en sus demandas, o más bien, recapacita sobre ellas en su verdadera sencillez. Las riquezas no estaban prohibidas por la ley; es decir, aunque la obligación moral entre el hombre y sus semejantes era mantenida por la ley, aquello que ataba el corazón al mundo no era juzgado por ella. Lo estaba, más bien, la prosperidad, conforme al gobierno de Dios, relacionada con la obediencia a ella. Porque ello implicaba a este mundo, y al hombre viviendo en él, y probado él allí. Cristo reconoce esto; pero los motivos del corazón son probados. La ley era espiritual, y, el Hijo de Dios estaba allí; hallamos de nuevo lo que hallamos antes - el hombre probado y descubierto, y Dios revelado. Todo es intrínseco y eterno en su naturaleza, pues Dios es ya revelado. Cristo juzga todo aquello que tiene un mal efecto sobre el corazón y que actúa por su egoísmo, y lo separa así de Dios. "Vende lo que tienes", dice Él, "y sígueme." ¡Es lamentable! el joven no supo renunciar a sus posesiones, a su comodidad, a él mismo. "Difícilmente", dice el Señor, "entrará un rico en el reino de los cielos." Esto era manifiesto: era el reino de Dios, de los cielos; el yo y el mundo no tenían lugar en él. Los discípulos, quienes no comprendían que no había ningún bien en el hombre, estaban sorprendidos al ver que alguien tan favorecido y tan dispuesto debiera estar todavía lejos de la salvación. ¿Quién, entonces, podría tener éxito? Entonces, toda la verdad sale a la luz. Es imposible para los hombres. Ellos no pueden vencer los deseos de la carne. Moralmente, y en cuanto a su voluntad y a sus afectos, estos deseos son el hombre. Uno no puede hacer blanco a un negro, o quitarle las manchas al leopardo: aquello que ellos exhiben está en su naturaleza. Pero para Dios, ¡bendito sea Su nombre! todas las cosas son posibles.

18.4 - Renunciación por causa de Cristo; su recompensa

Estas enseñanzas acerca de las riquezas dan origen a la pregunta de Pedro: ¿Cuál será la porción de aquellos que han renunciado a todo? Esto nos lleva a retroceder a la gloria del capítulo 17. Habría una regeneración; el estado de cosas debía ser totalmente renovado bajo el dominio del Hijo del Hombre. En aquel entonces ellos se sentarían sobre doce tronos, juzgando a las doce tribus de Israel. Ellos tendrían el primer lugar en la administración del reino terrenal. Cada uno, no obstante, tendría su propio lugar; pues por cualquier cosa que uno renunciara por amor de Jesús, recibiría cien veces más y la vida eterna. No obstante, estas cosas no serían decididas por las apariencias aquí; ni por el lugar que los hombres ocuparan en el antiguo sistema y ante los hombres: algunos que eran los primeros serían los últimos, y los últimos primeros. De hecho, había que temer que el corazón carnal tomase este estímulo, dado en forma de recompensa por toda su labor y todos sus sacrificios, en un espíritu mercenario, e intentase hacer a Dios su deudor; y, por lo tanto, en la parábola por medio de la cual el Señor continúa Su discurso (capítulo 20), Él establece el principio de gracia y de la soberanía de Dios en aquello que Él da, y hacia aquellos a quienes Él llama, de manera muy distinguible, y hace que Sus dones, dados a quienes Él introduce en Su viña, dependan de Su gracia y de Su llamamiento.

19 - Capítulo 20

19.1 - Obreros en la viña del Dios; el llamamiento de Dios y Su gracia

Podemos observar que, cuando el Señor responde a Pedro, esto fue la consecuencia de haber dejado todo por Cristo a Su llamado. El motivo era Cristo mismo; por lo tanto Él dice: "Vosotros que me habéis seguido." (Mateo 19:28). Él habla también de aquellos que lo habían hecho por amor a Su nombre. Este era el motivo. La recompensa es un estímulo, cuando, por causa de Él, estamos ya en el camino. Este es siempre el caso cuando se habla de recompensa en el Nuevo Testamento [59]. Aquel que fue llamado a la hora undécima, dependía de esta llamada para su entrada en la obra; y si, en su bondad, el patrón escogía darle tanto como a los demás, ellos deberían haberse alegrado por ello. Los primeros se adhirieron a la justicia; ellos recibieron aquello que se acordó; los últimos gozaron de la gracia de su señor. Y hay que observar que ellos aceptan el principio de la gracia, de la confianza en ella. '¡Yo daré lo que sea correcto!' El gran punto en la parábola es ese: confianza en la gracia del señor de la viña, y la gracia como el terreno de la acción de ellos. Pero ¿quién lo comprendía? Un Pablo podía entrar en la obra tarde, habiéndole llamado Dios, y ser un testimonio más fuerte de la gracia que los obreros que habían trabajado desde el amanecer del día del evangelio.

[59] En realidad, la recompensa, en la Escritura, siempre es un estímulo para aquellos que están angustiados y sufren al haber entrado, por motivos más elevados, en el camino de Dios. Así Moisés; así incluso Cristo, cuyo motivo en amor perfecto conocemos, aunque por el gozo puesto ante Él soportó la cruz, menospreciando la vergüenza. Él fue el Autor y Consumador (gr.: arjegos kai teleiotés - Hebreos 12:2) en la senda de la fe.

19.2 - Participación en los sufrimientos del Señor

El Señor prosigue, más tarde, el asunto con Sus discípulos. Sube a Jerusalén, donde el Mesías debió haber sido recibido y coronado, para ser rechazado y ser muerto, pero para resucitar más tarde; y cuando los hijos de Zebedeo vienen y le piden los dos primeros lugares en el reino, Él responde que, de hecho, podía conducirlos al sufrimiento; pero en cuanto a los primeros lugares en Su reino, no podía otorgárselos, excepto (conforme a los consejos del Padre) a aquellos para quienes el Padre los había preparado. ¡Maravillosa abnegación! Es por el Padre, por nosotros, que Él obra. Él no dispone de nada. Puede otorgar a aquellos que le sigan una parte en Sus sufrimientos; todo lo demás será dado según los consejos del Padre. ¡Pero qué verdadera gloria para Cristo y qué perfección en Él, y qué privilegio para nosotros tener sólo este motivo, y participar en los sufrimientos del Señor! ¡Y qué purificación de nuestros corazones carnales se nos propone aquí, al hacernos actuar solamente para un Cristo sufriente, compartiendo Su cruz, y encomendándonos a Dios para la recompensa!

19.3 - El espíritu de Cristo un espíritu de servicio

Entonces, el Señor aprovecha la ocasión para explicar los sentimientos que convienen a Sus seguidores, cuya perfección habían visto en Él mismo. En el mundo, se buscaba una autoridad; pero el espíritu de Cristo era un espíritu de servicio, que llevaba a la elección del lugar más bajo, y a la completa entrega hacia los demás. Principios preciosos y perfectos, la plena perfección resplandeciente de lo que se manifestó en Cristo. La renunciación a todo, a fin de depender confiadamente en la gracia de Aquel a quien servimos, la consiguiente prontitud a ocupar el lugar más bajo, y ser así el siervo de todos - este debía ser el espíritu de aquellos que tienen parte en el reino establecido ahora por el Señor rechazado. Esto es lo que conviene a Sus seguidores. [60]

[60] Observen la manera en que los hijos de Zebedeo y su madre vienen para procurarse el lugar más alto, en el momento en que el Señor se estaba preparando abiertamente a ocupar el más bajo. ¡Lamentablemente! nosotros vemos tanto del mismo espíritu. El efecto era manifestar cómo se había Él despojado absolutamente de todo. Estos son los principios del reino celestial: perfecta renunciación propia a ser satisfecha en completa abnegación; éste es el fruto del amor que no busca lo suyo propio - la productividad que brota de la ausencia de buscar lo propio; sujeción cuando se es menospreciado; mansedumbre y humildad de corazón. El espíritu de servicio hacia los demás es aquello que el amor produce al mismo tiempo que la humildad, la cual está satisfecha con este lugar. El Señor cumplió esto incluso hasta la muerte, dando Su vida en rescate por muchos.

19.4 - La última presentación de Cristo a Israel como el Hijo de David; el comienzo de las escenas finales de Su vida

Con el final del versículo 28, termina esta porción del Evangelio, y comienzan las escenas finales de la vida del bendito Salvador. En el versículo 29 [61]. comienza Su última presentación a Israel como Hijo de David, el Señor, el verdadero Rey de Israel, el Mesías. Comienza Su carrera en este aspecto en Jericó, el lugar donde Josué entró en la tierra - el sitio sobre el cual la maldición había permanecido tanto tiempo. Él abre los ojos ciegos de Su pueblo que cree en Él y le recibe como el Mesías, porque tal era Él en verdad, aunque rechazado. Ellos le saludan como Hijo de David, y Él responde a su fe abriéndoles sus ojos. Ellos le siguen - una figura del verdadero remanente de Su pueblo, que le esperará.

[61] El caso del ciego en Jericó es, en todos los tres primeros Evangelios, el comienzo de las circunstancias finales de la vida de Cristo, que condujeron a la cruz, dando fin al contenido general y a las enseñanzas de cada uno. De ahí que se hable de Él como Hijo de David, siendo la última presentación de Él como tal a ellos, el testimonio de Dios siendo dado a Él como tal.

20 - Capítulo 21

20.1 - La entrada del Señor en Jerusalén como Rey y Señor

Seguidamente (capítulo 21), disponiendo de todo lo que concernía a Su pueblo deseoso, Él hace Su entrada en Jerusalén como Rey y Señor, según el testimonio de Zacarías. Pero aunque entra como Rey - el último testimonio a la ciudad amada, la cual (para ruina de ellos) iba a rechazarle -, Él llega como un Rey manso y humilde. El poder de Dios influencia el corazón de la multitud, y ellos le saludan como Rey, como Hijo de David, haciendo uso del lenguaje proporcionado en el Salmo 118 [62], que celebra el día de reposo milenario introducido por el Mesías, para ser reconocido entonces por el pueblo. La multitud tiende sus mantos para preparar el camino para su manso, aunque glorioso Rey; ellos cortan ramas de los árboles para darle testimonio; y Él es conducido en triunfo a Jerusalén mientras el pueblo aclama: "¡Hosanna (excepto ahora) al Hijo de David! ¡Bendito el que viene en el nombre del Señor! ¡Hosanna en las alturas!" Felices de ellos si sus corazones habían sido cambiados para retener este testimonio en el Espíritu. Pero Dios dispuso soberanamente sus corazones para que dieran este testimonio. Él no podía permitir que Su Hijo fuera rechazado sin haberlo recibido.

[62] Este Salmo es peculiarmente profético del tiempo de Su futuro recibimiento, y es citado a menudo en relación con ello.

20.2 - El Rey examina todo como el Juez verdadero

Ahora el Rey va a hacer un examen de todo, manteniendo todavía Su posición de humildad y de testimonio. Al parecer, las diferentes clases acuden para juzgarle, o para dejarle perplejo; pero, de hecho, se presentan todos ellos ante Él para recibir de Sus manos, uno después del otro, el juicio de Dios respecto a ellos. Es una sorprendente escena que se abre ante nosotros - el verdadero Juez, el Rey eterno, presentándose por última vez a Su pueblo rebelde con el testimonio más pleno de Sus derechos y de Su poder, y ellos, acudiendo para atormentarle y condenarle, llevados por su misma malicia, a pasar ante Él, uno después del otro, exponiendo su verdadera condición, para recibir de Sus labios el juicio que les corresponde, sin que Él olvide por un momento (excepto cuando purificaba el templo, antes que comenzara esta escena) la posición del Testigo fiel y Verdadero en toda mansedumbre en la tierra.

20.3 - El Señor como Mesías y Jehová

La diferencia entre las dos partes de esta historia es discernible. La primera presenta al Señor en Su carácter de Mesías y Jehová. Como Señor, Él ordena que le sea traída el asna. Entra en la ciudad, según la profecía, como Rey. Él purifica el templo con autoridad. En respuesta a las objeciones de los sacerdotes Él cita el Salmo 8, que habla de la manera en que Jehová le glorificó y cómo perfeccionó las alabanzas debidas a Él de boca de los niños. En el templo Él sana también a Israel. Luego los deja, no posando ya en la ciudad, la cual Él ya no podía reconocer, sino que posa fuera con el remanente. El día siguiente, en una figura sorprendente, Él exhibe la maldición que estaba a punto de caer sobre la nación. Israel era la higuera de Jehová; pero inutilizaba la tierra. Estaba cubierta con hojas, pero no había fruto. La higuera, condenada por el Señor, está seca en el presente. Es una figura de esta desdichada nación, del hombre en la carne contando con todas las ventajas, el cual no llevaba fruto para el Labrador.

20.4 - Sin fruto para Dios

Israel poseía, de hecho, todas las formas exteriores de la religión, y eran celosos de la ley y de las ordenanzas, pero no daban fruto para Dios. En lo que respecta a su posición responsable de producir fruto, es decir, bajo el antiguo pacto, nunca lo van a hacer. Su rechazo de Jesús puso fin a toda esperanza. Dios actuará en gracia bajo el nuevo pacto; pero este no es el tema aquí. La higuera es Israel tal como era, el hombre cultivado por Dios, pero en vano. Todo había terminado. Aquello que Él dijo a los discípulos acerca de quitar una montaña, siendo un gran principio general, se refiere también, no lo dudo, a lo que debería acontecer en Israel mediante el ministerio de ellos. Vistos corporativamente en la tierra como una nación, Israel iba a desaparecer, y a perderse entre los Gentiles. Los discípulos eran aquellos que Dios había aceptado de acuerdo a su fe.

20.5 - Detalles del juicio sobre las varias clases de personas de la nación

Vemos al Señor entrando en Jerusalén como un rey - Jehová, el Rey de Israel - y el juicio pronunciado sobre la nación. Después siguen los detalles del juicio sobre las distintas clases de que se componía. En primer lugar, están los principales sacerdotes y los ancianos, quienes deberían haber guiado al pueblo; estos se acercan al Señor y cuestionan Su autoridad. Dirigiéndose así a Él, ellos toman el lugar de cabezas de la nación, y asumen el papel de jueces, capaces de pronunciarse sobre la validez de cualesquiera reclamaciones que podían ser hechas; si no era así, ¿por qué tenían que preocuparse por Jesús?

El Señor, en Su infinita sabiduría, les hace una pregunta que somete a prueba su capacidad, y que por la confesión que le dieron demostraron ser incapaces. ¿Cómo juzgarle entonces? [63] Era inútil decirles en qué se fundamentaba Su autoridad. Era demasiado tarde ahora para explicárselo. Le hubieran apedreado si Él hubiera argüido sobre el verdadero origen de ella. Él replica, 'Decidan acerca de la misión de Juan el Bautista.' Si ellos no podían hacer esto, ¿por qué investigar acerca de la Suya? No podían. Si reconocían que Juan había sido enviado por Dios, habría sido reconocer a Cristo. Al negarlo, ellos habrían perdido su influencia sobre el pueblo. En cuanto a la conciencia, no había nada que hacer con ellos. Confesaron su incapacidad. Jesús, entonces, rechaza la competencia de ellos como líderes y guardianes de la fe del pueblo. Se habían juzgado a ellos mismos; y el Señor procede a testificarles su conducta y los tratos del Señor con ellos, claramente ante sus ojos, desde el versículo 28 al capítulo 22:14.

[63] El recurrir a la conciencia es a menudo la respuesta más sabia, cuando la voluntad es perversa.

20.6 - Perversidad y rebelión; auto-condenación

En primer lugar, mientras profesaban hacer la voluntad de Dios, ellos no la hacían; mientras que los declaradamente impíos se habían arrepentido y habían hecho Su voluntad. Ellos, viendo esto, se endurecieron aún más. Reitero, no sólo su conciencia natural permanecía intacta, ya fuera por el testimonio de Juan o a la vista del arrepentimiento en los demás, sino que aunque Dios había empleado todos los medios para hacerlos producir frutos dignos de Su cultivo, Él no halló nada en ellos sino perversidad y rebelión. Los profetas habían sido rechazados, y Su Hijo también lo sería. Deseaban tener Su herencia para ellos solos. No podían sino reconocer que, en tal caso, la consecuencia tenía que ser necesariamente la destrucción de aquellos hombres malos, y la entrega de la viña a otros. Jesús aplica esta parábola a ellos mismos, citando el Salmo 118, el cual anuncia que la piedra rechazada por los edificadores llegaría a ser la piedra principal del ángulo; y además, que cualquiera que cayese sobre esta piedra - como la nación lo estaba haciendo en esos momentos - sería quebrantado. Los principales sacerdotes y los Fariseos entendieron que Él hablaba de ellos, pero no se atrevieron a poner sus manos sobre Él porque la multitud le consideraba un profeta. Esta es la historia de Israel, como bajo responsabilidad, hasta los postreros días. Jehová estaba buscando fruto en Su viña.

21 - Capítulo 22

21.1 - La fiesta de bodas; la gracia despreciada por Israel; su juicio; la introducción de los Gentiles

En el capítulo 22, la conducta de ellos con respecto a la invitación de la gracia es presentada a su vez. La parábola es, por lo tanto, una semejanza del reino de los cielos. El propósito de Dios es honrar a Su Hijo celebrando Su boda. Antes de todo los Judíos, quienes ya estaban invitados, son convidados a la fiesta de bodas. Pero estos no quisieron venir. Esto fue llevado a cabo durante la vida de Cristo. Después, estando todas las cosas preparadas, de nuevo Él envía a Sus mensajeros para inducirlos a venir. Esta es la misión de los apóstoles a la nación, cuando la obra de la redención haya sido consumada. Y ellos, o bien desprecian el mensaje, o matan a los mensajeros [64]. El resultado es la destrucción de aquellos hombres malos y su ciudad. Esta es la destrucción que cayó sobre Jerusalén. Rechazando ellos la invitación, los desvalidos, los Gentiles, aquellos que estaban fuera, son llevados adentro a la fiesta, y la boda se llenó de convidados. Otra cosa se presenta ahora. Es cierto que hemos visto el juicio de Jerusalén en esta parábola, pero, como es una semejanza del reino, tenemos el juicio de aquello que está también dentro del reino. Debe haber disposición para la ocasión. Para una fiesta de bodas debe haber un traje de boda. Si Cristo tiene que ser glorificado, todo debe ser conforme a Su gloria. Podrá haber una entrada exterior en el reino, una profesión de Cristianismo; pero aquel que no esté vestido con aquello que pertenece a la fiesta, será echado fuera. Debemos vestirnos de Cristo mismo. Por otro lado, todo está preparado - no se requiere nada. No les correspondía a los convidados traer nada; el Rey suministró todo. Pero debemos imbuirnos del espíritu de aquello que se hace. Si existe alguna idea de lo que es idóneo para una fiesta de bodas, lo más apropiado sería sentir la necesidad de aparecer vestido de boda: si no, el honor del Hijo del Rey ha sido olvidado. El corazón era extraño a ello; el hombre mismo se convertirá en un extraño por medio del juicio del Rey cuando Él tome conocimiento de los convidados que han entrado.

Así también la gracia ha sido mostrada a Israel, y ellos son juzgados por rehusar la invitación del gran Rey a la boda de Su Hijo. Y luego, es juzgado también el abuso de esta gracia por aquellos que parecen aceptarla. Es manifestada la introducción de los Gentiles.

Aquí concluye la historia del juicio de Israel en general, y del carácter que el reino asumiría.

[64] Desprecio y violencia son las dos formas del rechazo del testimonio de Dios, y del verdadero testigo. Ellos aborrecen al uno y aman al otro, o estiman al uno y menosprecian el otro.

21.2 - Los Fariseos y los Herodianos reciben respuesta

Después de esto (capítulo 22:15 y siguientes), vienen las diferentes clases de Judíos, cada una a su vez. En primer lugar, los Fariseos y los Herodianos (es decir, aquellos que favorecían la autoridad de los Romanos, y aquellos que se oponían a ella) buscan enredar a Jesús en Sus dichos. El bendito Señor les responde con esa sabiduría perfecta que siempre exhibió en todo lo que Él dijo y en todo lo que Él hizo. Por parte de ellos, era pura maldad manifestando una total falta de conciencia. Era su propio pecado que les había traído bajo el yugo Romano - una posición verdaderamente contraria a aquella que debería haber pertenecido al pueblo de Dios en la tierra. Aparentemente, por consiguiente, Cristo debiera o bien convertirse en un objeto de sospecha para las autoridades, o renunciar a Su derecho de ser el Mesías, y consecuentemente el Libertador. ¿Quién había suscitado este dilema? Fue el fruto de sus propios pecados. El Señor les muestra que ellos mismos habían aceptado el yugo. El dinero llevaba la marca de ello: que lo den, pues, a aquellos a quienes pertenece, y que den también - lo cual no estaban haciendo - a Dios lo que es de Dios. Él los deja bajo el yugo, el cual estaban obligados a confesar que habían aceptado. Él les recuerda los derechos de Dios, los cuales habían olvidado. Por otra parte, de una fortaleza tal ha sido el estado de Israel conforme al establecimiento del poder en Nabucodonosor, como "una vid de mucho ramaje, de poca altura." (Ezequiel 17:6).

21.3 - La incredulidad de los Saduceos

Los Saduceos vienen seguidamente ante Él, preguntándole acerca de la resurrección, pensando probar su absurdidad. Así, en cuanto la condición de la nación fue exhibida en Su discurso con los Fariseos, la incredulidad de los Saduceos es manifestada aquí. Ellos sólo pensaban en las cosas de este mundo, buscando negar la existencia de otro. Pero cualquiera que fuese el estado de degradación y sometimiento en que el pueblo había caído, el Dios de Abraham, de Isaac, y de Jacob, no cambiaba. Las promesas hechas a los padres permanecían seguras, y los padres estaban viviendo para gozar de estas promesas en el futuro. Era la Palabra y el poder de Dios lo que se cuestionaba. El Señor los mantiene con poder y evidencia. Se hizo callar a los Saduceos.

21.4 - La esencia de la ley perfecta

Los intérpretes de la ley, sorprendidos por Su respuesta, hacen una pregunta, que da ocasión al Señor para extraer de toda la ley, aquello que, a los ojos de Dios, es su esencia, presentando así su perfección, y aquello que - cualquiera sea la manera como pueda alcanzarse - constituye la felicidad de aquellos que caminan en ello. Sólo la gracia se eleva más alto.

Aquí finaliza el interrogatorio de ellos. Todo es juzgado, todo es traído a la luz con respecto a la posición del pueblo, y las sectas de Israel; y el Señor ha expuesto ante ellos los perfectos pensamientos de Dios acerca de ellos, tanto en el tema de su condición, de Sus promesas, o de la sustancia de la ley.

21.5 - La pregunta del Señor; su única respuesta; la verdadera posición de Cristo

Era ahora el turno del Señor para proponer Su pregunta, a fin de presentar Su propia posición. Él pide a los Fariseos que reconcilien el título de Hijo de David con aquel de Señor, que David mismo le dio, y ello en relación con la ascensión de este mismo Cristo a la diestra de Dios hasta que hubiera puesto a sus enemigos por estrado de Sus pies, y Él hubiese establecido Su trono en Sión. Ahora bien, esta era la posición completa de Cristo en ese momento. Ellos fueron incapaces de contestarle, y nadie se atrevió a hacerle más preguntas. De hecho, comprender ese Salmo (Salmo 110), hubiera sido comprender todos los caminos de Dios con respecto a Su Hijo en el momento que ellos iban a rechazarle. Esto concluyó, inevitablemente, estos discursos, mostrando la verdadera posición de Cristo, quien, aunque Hijo de David, debía ascender a lo alto para recibir el reino, y, mientras lo esperaba, debía sentarse a la diestra de Dios conforme a los derechos de Su gloriosa Persona - el Señor de David, así como el Hijo de David.

21.6 - La condición, los privilegios y la responsabilidad de todas las clases de Judíos

Hay otro punto de interés a ser observado aquí. En estas entrevistas y estos discursos con las diferentes clases de los Judíos, el Señor presenta todos los aspectos de la condición de los Judíos respecto a sus relaciones con Dios, y, después, la posición que Él mismo tomó. Primeramente, Él muestra la posición nacional de ellos hacia Dios, bajo responsabilidad ante Él, según la conciencia natural y los privilegios que les pertenecían. El resultado iba a ser que ellos serían cortados, y la introducción de otros en la viña del Señor. De esto se trata el capítulo 21: 28-46. Luego Él expone la condición de ellos respecto a la gracia del reino, y la introducción de pecadores Gentiles. Aquí también el resultado es que son cortados y la destrucción de la ciudad [65]. Más tarde, los Herodianos y los Fariseos, los amigos de los Romanos y sus enemigos, los supuestos amigos de Dios, dan evidencia de la verdadera posición de los Judíos con respecto al poder imperial de los Gentiles y con respecto a Dios. En Su entrevista con los Saduceos, Él muestra la certeza de las promesas hechas a los padres, y la relación en que Dios permanecía con ellos respecto a la vida y la resurrección. Después de esto, Él pone el verdadero significado de la ley ante los escribas; y luego, la posición que Él tomó, siendo Él mismo el Hijo de David, según el Salmo 110, el cual estaba ligado a Su rechazo por los líderes de la nación que estuvieron alrededor de Él.

[65] Observen aquí que, desde el capítulo 21:28 hasta el final, tenemos la responsabilidad de la nación contemplada en posesión de sus privilegios originales, conforme a los cuales ellos deberían haber dado fruto. No habiendo hecho esto, otros son puestos en el lugar de ellos. Esta no fue la causa del juicio que fue, y todavía va a ser de un modo mucho más terrible, ejecutado en Jerusalén, y que incluso entonces produjo la destrucción de la ciudad. La muerte de Jesús, el último de los que fueron enviados a buscar fruto, trae el juicio sobre Sus homicidas (Mateo 21:33-41). La destrucción de Jerusalén es la consecuencia del rechazo del testimonio del reino enviado para llamarlos a la gracia. En el primer caso, el juicio fue sobre los labradores - los escribas, los principales sacerdotes, y los líderes del pueblo. El juicio ejecutado por causa del rechazo del testimonio acerca del reino va más allá (ver capítulo 22:7). Algunos desprecian el mensaje, y otros maltratan a los mensajeros; y, al ser la gracia así rechazada, la ciudad es quemada y sus habitantes cortados. Comparen con el capítulo 23:36, y vean la profecía histórica en Lucas 21. La distinción se mantiene en todos los tres Evangelios.

22 - Capítulo 23

22.1 - La posición de los discípulos como parte de la nación

El capítulo 23 muestra claramente cuán lejos son contemplados los discípulos en relación con la nación, ya que ellos eran Judíos, aunque el Señor juzga a los líderes, quienes engañaban al pueblo y deshonraban a Dios con su hipocresía. Él habla a la multitud y a Sus discípulos, diciendo: "En la cátedra de Moisés se sientan los escribas y los fariseos." Siendo, de esta manera, expositores de la ley, tenían que ser obedecidos de acuerdo a todo lo que ellos decían conforme a esa ley, aunque su propia conducta no fuera sino hipocresía. Lo que es importante aquí es la posición de los discípulos; esta es, de hecho, la misma que la de Jesús. Ellos están en relación con todo lo que es de Dios en la nación, es decir, con la nación como pueblo reconocido por Dios - por consiguiente, con la ley que poseía autoridad de Dios. Al mismo tiempo, el Señor juzga, y los discípulos también tenían que juzgar, en la práctica, el andar de la nación, tal como los representaban públicamente sus líderes. Mientras ellos aún forman parte de la nación, debían evitar cuidadosamente el andar de los escribas y los Fariseos. Después de reprocharles su hipocresía a estos pastores de la nación, el Señor señala la manera con que ellos mismos condenaban las acciones de sus padres - que edificaban los sepulcros de los profetas a quienes habían matado. Ellos eran, en ese momento, los hijos de aquellos que los mataron, y Dios iba a someterlos a prueba enviándoles también profetas, sabios y escribas, y ellos llenarían la medida de su iniquidad dando muerte a todos ellos y persiguiéndolos - condenados así por sus propias bocas - a fin de que toda la sangre justa que se había derramado, desde la de Abel hasta la del profeta Zacarías, viniese sobre esta generación. ¡Horrible carga de culpa acumulada desde el principio de la enemistad que el hombre pecador, situado bajo responsabilidad, ha mostrado siempre al testimonio de Dios; y que crecía a diario porque la conciencia se endurecía más cada vez que resistía este testimonio! Por medio del sufrimiento de sus testigos, la verdad era tanto más manifiesta. Era una roca, puesta en evidencia, a ser evitada en el camino del pueblo. Pero ellos persistieron en su mal andar, y cada paso que daban, cada acto similar, era la prueba de una terquedad aún creciente. La paciencia de Dios, mientras actuaba en gracia en el testimonio, no había dejado de prestar atención a los caminos de ellos, y bajo esta paciencia se había acumulado todo. Todo sería amontonado sobre la cabeza de esta generación réproba.

Observen aquí que el carácter dado a los apóstoles y a los profetas Cristianos. Ellos son escribas, sabios, profetas, enviados a los Judíos - a la siempre rebelde nación. Esto presenta muy claramente el aspecto bajo el cual este capítulo los considera. Incluso los apóstoles son "sabios", "escribas", enviados a los Judíos como tales.

Pero la nación - Jerusalén, la ciudad amada por Dios - es culpable, y es juzgada. Cristo, como hemos visto, desde la curación del ciego cerca de Jericó, se presenta como Jehová el Rey de Israel. ¡Cuán a menudo Él habría juntado a los hijos de Jerusalén, y ellos no quisieron! Y ahora su casa quedaría desolada hasta que (al ser convertidos sus corazones) utilizaran el lenguaje del Salmo 118, y, deseándolo, saludaran en Su llegada al que venía en nombre de Jehová, buscando la liberación de manos de Él y rogándole por ella - en una palabra, hasta que exclamaran Hosanna al que venía. No verían más a Jesús hasta que, humillados de corazón, llamaran bendito a Aquel que estaban esperando, y a quien ahora rechazaban - resumiendo, hasta que estuvieran preparados de corazón. La paz debía seguir a Su venida, y el deseo la precederla.

22.2 - La posición de los Judíos ante Dios

Los últimos tres versículos exhiben claramente la posición de los Judíos, o de Jerusalén, como el centro del sistema ante Dios. Desde tiempo atrás, y muchas veces, Jesús, Jehová el Salvador, habría juntado a los hijos de Jerusalén como una gallina junta sus polluelos debajo de sus alas, pero ellos no quisieron. Su casa permanecería abandonada y desierta, pero no para siempre. Después de haber dado muerte a los profetas, y apedreado a los mensajeros enviados a ellos, habían crucificado a su Mesías, y rechazaron y mataron a aquellos que Él envió para anunciarles la gracia, incluso después de Su rechazo. Por consiguiente, no le iban a ver más hasta que se hubieran arrepentido y el deseo de verle se produjera en sus corazones, de tal modo que estuvieran preparados para bendecirle, y confesaran su prontitud para hacerlo. El Mesías, quien estaba a punto de dejarlos, no sería visto más por ellos hasta que el arrepentimiento hubiese vuelto sus corazones hacia Aquel que ahora estaban rechazando. Entonces, ellos le verían. El Mesías, viniendo en el nombre de Jehová, será manifestado a Su pueblo Israel. Es Jehová su Salvador quien va a aparecer, y el Israel que le había rechazado le vería como tal. El pueblo volvería así al goce de su relación con Dios.

Tal es el retrato moral y profético de Israel. Los discípulos, como Judíos, eran vistos como parte de la nación, aunque como un remanente espiritualmente apartado de ella, y dando testimonio en ella.

23 - Capítulo 24

23.1 - El discurso del monte de los Olivos: profecía y enseñanza

Hemos visto ya que el rechazo del testimonio en gracia acerca del reino, es la causa del juicio que cae sobre Jerusalén y sus habitantes. Ahora, en el capítulo 24, tenemos la posición de este testimonio en medio del pueblo; la condición de los Gentiles, y la relación en la cual permanecían ante el testimonio dado por los discípulos; después de esto, la condición de Jerusalén, a consecuencia de su rechazo del Mesías y del menosprecio del testimonio; y, luego, el trastorno universal al final de aquellos días: un estado de cosas que deberá cesar por la aparición del Hijo del Hombre, y por la reunión de los elegidos de Israel desde los cuatro vientos.

Debemos examinar este notable pasaje, presentado ya como profecía y enseñanza a los discípulos para su guía en el camino que deben seguir en medio de los acontecimientos futuros.

Jesús se marcha del templo, y esto para siempre - un acto solemne, el cual, podemos decir, ejecutaba el juicio que Él acababa de pronunciar. La casa estaba ahora desierta. Los corazones de los discípulos estaban todavía ligados a ella por su anterior atractivo. Ellos dirigen la atención del Señor hacia los magníficos edificios que lo componían. Jesús les anuncia su completa destrucción. Sentados aparte con Él en el monte de los Olivos, los discípulos preguntan cuándo tenían que suceder estas cosas, y cuál sería la señal de Su venida y la del fin del siglo. Ellos clasifican la destrucción del templo, el regreso de Cristo, y el fin del siglo, como un solo acontecimiento. Debemos observar que el fin del siglo es aquí el fin del período durante el cual Israel estaba sujeto a la ley bajo el antiguo pacto: un período que tenía que cesar, dando lugar al Mesías y al nuevo pacto. Observen también que el asunto es aquí el gobierno de la tierra por parte de Dios, y los juicios que deben tener lugar a la venida de Cristo, la cual pondría fin al presente siglo. Los discípulos confundían aquello que el Señor había dicho acerca de la destrucción del templo, con este período [66]. El Señor trata el asunto desde Su propio punto de vista (es decir, con respecto al testimonio que los discípulos tenían que rendir en relación con los Judíos durante Su ausencia y hasta el fin del siglo). Él no añade nada acerca de la destrucción de Jerusalén, la cual ya había anunciado. El tiempo de Su venida estaba oculto a propósito. Además, la destrucción de Jerusalén por Tito puso fin, de hecho, a la posición que las enseñanzas de Cristo tenían en perspectiva. No existía ya ningún testimonio reconocible entre los Judíos. Cuando esta posición sea retomada, la aplicabilidad del pasaje también comenzará de nuevo. Después de la destrucción de Jerusalén hasta esa época, sólo la Iglesia es tenida en consideración.

[66] De hecho, esta posición de Israel, y el testimonio relacionado con ella, fueron interrumpidos por la destrucción de Jerusalén; y esta es la razón por la cual se hace mención aquí de este acontecimiento, en relación con esta profecía, de la cual ciertamente no es el cumplimiento. El Señor no ha venido todavía, ni la gran tribulación; pero el estado de cosas al cual el Señor alude, hasta el final del versículo 14, fue violenta y judicialmente interrumpido por la destrucción de Jerusalén, de modo que bajo este punto de vista existe una relación.

23.2 - La división del discurso

El discurso del Señor se divide en tres partes:

  1. La condición general de los discípulos y del mundo durante el tiempo del testimonio, hasta el final del versículo 14.
  2. El período marcado por el hecho de que la abominación desoladora se halla en el lugar santo (versículo 15).
  3. La venida del Señor y la reunión de los escogidos en Israel (versículo 29).

23.3 - El testimonio entre el pueblo y entre los Gentiles hasta el fin del siglo

El tiempo del testimonio de los discípulos está caracterizado por falsos Cristos y falsos profetas entre los Judíos; por la persecución de aquellos que dan testimonio, quienes son delatados a los Gentiles. Pero hay aún algo más definido con respecto a esos días. Habría falsos Cristos en Israel. Habría guerras, hambres, pestilencias, terremotos. Ellos no debían turbarse, porque aún no sería el fin. Estas cosas iban a ser sólo un principio de dolores. Eran, principalmente, cosas exteriores. Había otros acontecimientos que los llevarían a mayores pruebas, y los probarían más completamente - cosas más desde adentro. Los discípulos serían entregados, se les daría muerte y serían "aborrecidos de todas las naciones." (Mateo 24:9 - Versión Moderna). La consecuencia, entre quienes hacían profesión, iba a ser que muchos tropezarían; se traicionarían unos a otros. Surgirían falsos profetas que engañarían a muchos, y debido al aumento de la iniquidad, el amor de muchos se enfriaría - un triste cuadro. Pero estas cosas darían oportunidad para el ejercicio de una fe que hubiera sido probada. El que perseverare hasta el fin, sería salvo. Esto concierne a la esfera del testimonio en particular. Aquello que dice el Señor, no está absolutamente limitado al testimonio en Canaán; sino que ya que es desde allí que el testimonio se expande, todo está relacionado con esa tierra como el centro de los caminos de Dios. Pero, añadido a esto, el Evangelio del reino sería predicado en todo el mundo para testimonio a todas las naciones, y entonces vendría el fin. Ahora bien, aunque el cielo será la fuente de la autoridad cuando sea establecido el reino, Canaán y Jerusalén serán sus centros terrenales. De modo que la idea del reino, extendiéndose por todo el mundo, vuelve nuestros pensamientos hacia la tierra de Israel. Es de "este evangelio del reino" [67] del que se habla aquí. No es la proclamación de la unión de la Iglesia con Cristo, ni de la redención en su plenitud, predicada y enseñada por los apóstoles después de la ascensión, sino el reino que iba que ser establecido en la tierra, como Juan el Bautista y como el Señor mismo habían anunciado. El establecimiento de la autoridad universal del Cristo ascendido, debería ser predicado en todo el mundo para probar la obediencia de ellos, y para proporcionar el objeto de la fe a aquellos que tenían oídos para oír.

[67] El Evangelio del reino se limitaba a Israel en el capítulo 10, y aquí, aunque sin ser el tema de la enseñanza, es el tema supuesto hasta el versículo 14, pero no se hace ninguna diferencia formal: la misión en el capítulo 28 es a los Gentiles; pero luego no hay nada del reino, sino más bien al contrario, aunque Cristo sólo resucite, pero toda potestad le es dada en el cielo y en la tierra.

Esta es la historia general de aquello que tendría lugar hasta el fin del siglo, sin entrar en el asunto de la proclamación que fundó la asamblea propiamente dicha. La destrucción inminente de Jerusalén, y la negativa de los Judíos a recibir el Evangelio, hicieron que Dios levantara un testimonio especial por medio de Pablo, sin anular la verdad del reino venidero. Lo que sigue después, demuestra que tal avance del testimonio del reino tendrá lugar al final, y que ese testimonio alcanzará a todas las naciones antes de la venida del juicio que pondrá término a este siglo.

23.4 - La gran tribulación; "el tiempo del fin"

Pero habrá un momento cuando, dentro de una cierta esfera (es decir, en Jerusalén y en sus cercanías), comenzaría un tiempo especial de sufrimiento en cuanto al testimonio en Israel. Al hablar de la abominación desoladora, el Señor nos remite a Daniel para que podamos entender de qué habla Él. Ahora bien, Daniel (cap. 12, donde se habla de esta tribulación) nos trae definitivamente a los postreros días - el momento cuando Miguel se levantará por el pueblo de Daniel, es decir, los Judíos, los cuales están bajo la dominación de los Gentiles - los tiempos en los cuales sobrevendrá un tiempo de angustias, tal como no ha acontecido nunca, ni lo habrá, y en el cual el remanente será liberado. En la última parte del capítulo anterior de ese profeta, este tiempo es llamado "el tiempo del fin" (N. del T.: Daniel 11:40 - Versión Moderna; la versión Reina-Valera 1960 traduce "al cabo del tiempo"), y la destrucción del rey del norte es declarada proféticamente. Ahora bien, el profeta anuncia que 1.335 días antes de la plena bendición (¡Bienaventurado el que tiene parte en ella!) el continuo sacrificio será quitado y será establecida la abominación desoladora; que desde ese momento habrá 1.290 días (es decir, un mes más que los 1.260 días mencionados en Apocalipsis capítulo 12, durante los cuales la mujer que huye de la serpiente es sustentada en el desierto; y también más que los tres años y medio de Daniel 7). Al final, como vemos aquí, viene el juicio y el reino es dado a los santos.

23.5 - La época y el pueblo a quienes se aplica la profecía

Así se demuestra que este pasaje se refiere a los postreros días y a la posición de los Judíos en aquel tiempo. Los acontecimientos del tiempo pasado desde que el Señor hablara de ello, confirman este pensamiento. Ni en 1.260 días, ni en 1.260 años, después de los días de Tito, ni en 30 días o años más tarde, ocurrió jamás ningún acontecimiento que pudiera ser el cumplimiento de estos días indicados en Daniel. Los períodos pasaron hace muchos años. Israel no ha sido liberado, ni Daniel ha recibido su heredad al fin de aquellos días (Daniel 12:13). Es igualmente claro que se trata de Jerusalén en este pasaje, y sus cercanías; pues a los que están en Judea se les ordena huir a los montes. Los discípulos que estarán allí en ese momento, tendrán que orar para que su huida no sea en día de reposo - un testimonio adicional de que los sujetos de esta profecía son los Judíos; pero también un testimonio del tierno cuidado que tiene el Señor para con los que son Suyos, pensando incluso en medio de estos acontecimientos sin precedentes, de que el momento de su huida no fuera en invierno.

23.6 - El remanente Judío está en consideración, no la asamblea

Además de esto, otras circunstancias demuestran, si son necesarias más pruebas, que se trata del remanente Judío, y no de la asamblea. Sabemos que todos los creyentes serán arrebatados para encontrarse con el Señor en el aire. Más tarde, ellos volverán con Él. Pero aquí habrá falsos Cristos en la tierra, y el pueblo dirá, "está en el desierto", "está en los aposentos". Pero los santos que serán arrebatados y que volverán con el Señor, no tienen nada que ver con falsos Cristos en la tierra, ya que ellos irán al cielo para estar allí con Él, antes de que Él regrese a la tierra; aunque es fácil entender que los Judíos, quienes están esperando la liberación terrenal, estén sujetos a tales tentaciones, y que sean engañados por ellas a menos que Dios mismo los guarde.

23.7 - La venida del Hijo del Hombre

Esta parte, entonces, de la profecía, se aplica a los postreros días, los últimos tres años y medio antes del juicio que será derramado repentinamente a la venida del Hijo del Hombre. El Señor regresará de repente como el resplandor de un rayo, como águila a recoger su presa, al lugar donde se halla el objeto de Su juicio. Inmediatamente después de la tribulación de aquellos últimos tres años y medio, todo el sistema jerárquico de gobierno será conmovido y caerá completamente. Entonces, aparecerá la señal del Hijo del Hombre en el cielo, y verán al Hijo del Hombre viniendo sobre las nubes del cielo con poder y gran gloria. Este versículo 30 contiene la respuesta a la segunda parte de la pregunta de los discípulos en el versículo 3. El Señor da a Sus discípulos la advertencia necesaria para su guía; pero el mundo no verá señales, por muy claras que ellas puedan ser para aquellos que entienden. Pero esta señal sería en el momento de la venida del Señor. El resplandor de Su gloria que ellos habían despreciado, les mostraría quién era Aquel que venía ahora; y sería algo inesperado. ¡Qué terrible momento cuando, en lugar de un Mesías que respondía a su mundanal orgullo, el Cristo a quien despreciaron aparecerá en los cielos!

Después el Hijo del Hombre, así venido y manifestado, enviaría a reunir a todos los escogidos de Israel de los cuatro vientos. Es esto lo que finaliza la historia de los Judíos, e incluso aquella de Israel, en respuesta a la pregunta de los discípulos, y revela los tratos de Dios con respecto al testimonio entre el pueblo que le había rechazado, anunciando el momento de su profunda angustia, y el juicio que será derramado en medio de esta escena cuando Jesús venga, siendo trastornados completamente todos los poderes grandes y pequeños.

23.8 - La importancia de la captura de Jerusalén; los Judíos como una raza distinta hoy en día

El Señor entrega la historia del testimonio en Israel, y la del pueblo mismo, desde el momento de Su partida hasta Su regreso; pero no se especifica la duración del tiempo durante el cual no debería existir ni pueblo, ni templo, ni ciudad. Es esto lo que da importancia a la captura de Jerusalén. No se nos habla aquí de la misma en términos directos - el Señor no la describe; pero esto puso fin a aquel orden de cosas al cual se aplica Su discurso, y esta aplicación no es reanudada hasta que Jerusalén y los Judíos están nuevamente presentes. El Señor lo anunció al principio. Los discípulos pensaron que Su venida tendría lugar al mismo tiempo que ese acontecimiento. Les responde de manera tal que Su discurso les sería de utilidad a ellos hasta la captura de Jerusalén. Pero una vez mencionada la abominación desoladora, nos vemos transportados a los postreros días.

Los discípulos tenían que comprender las señales que Él les daba. He dicho ya que la destrucción de Jerusalén, por el hecho mismo, interrumpió la aplicación de Su discurso. La nación Judía fue puesta aparte; pero el versículo 34 tiene un sentido mucho más amplio, y uno más apropiado realmente a ello. Judíos incrédulos iban a existir, como tales, hasta que todo fuera cumplido. Comparen con Deuteronomio 32:5 y 32:20, donde está especialmente en vista este juicio sobre Israel. Dios oculta Su rostro de ellos hasta que vea cuál será el fin de ellos, pues son una generación perversa, hijos en los cuales no hay fe. Eso ha sucedido. Ellos son una raza distinta de personas hasta estos días. Esa generación existe en la misma condición - un monumento a la permanente certeza de los tratos de Dios, y de las palabras del Señor.

Para concluir, el gobierno de Dios, ejercido con respecto a este pueblo, ha sido descrito hasta su final. El Señor viene, y Él junta a los escogidos dispersos de Israel.

23.9 - El juicio de naciones en la tierra según su trato a los mensajeros del reino

La historia profética continúa en el capítulo 25:31, el cual está relacionado con el capítulo 24:30. Y así como el capítulo 24:31 relata la reunión de Israel después de la venida del Hijo del Hombre, el capítulo 25:31 anuncia Sus tratos en juicio con los Gentiles. Él aparecerá, indudablemente, como el relámpago con respecto a la apostasía, la cual será un cuerpo muerto ante Sus ojos. Pero cuando Él vendrá solemnemente para tomar Su lugar terrenal en gloria, eso no pasará como el relámpago. Él se sentará en el trono de Su gloria, y todas las naciones se reunirán ante Él en Su trono judicial, y ellas serán juzgadas conforme a su trato otorgado a los mensajeros del reino, quienes habían salido a predicarles. Estos mensajeros son los hermanos (capítulo 25:40); aquellos que los recibieron son las ovejas; los que descuidaron el mensaje de ellos son los cabritos. Entonces, el relato que comienza en el capítulo 25:31, de la separación de las ovejas y los cabritos, y de su resultado, retrata a las naciones que son juzgadas en la tierra según el trato dado a esos mensajeros. Es el juicio de los vivos, al menos en cuanto a las naciones - un juicio de carácter tan final como aquel de los muertos. No se trata del juicio de Cristo en batalla, como en Apocalipsis 20:4. Yo hablo del principio o, más bien, del carácter del juicio. No dudo que estos hermanos son Judíos, así como lo eran los discípulos, es decir, aquellos que estarán en una posición similar en cuanto a su testimonio. Los Gentiles, quienes habían recibido este mensaje, serían aceptados como si hubieran tratado a Cristo de la misma manera. El Padre de Cristo les había preparado para el goce del reino; y ellos deberían entrar en él, estando aún en la tierra, pues Cristo había descendido en el poder de la vida eterna. [68]

[68] No hay terreno posible para aplicar esta parábola a lo que se le da el nombre de juicio general, una expresión, de hecho, verdaderamente contraria a la Escritura. En primer lugar, hay tres grupos, no solamente dos - hay cabritos, ovejas y hermanos; luego, es el juicio de los Gentiles solamente; y, además, el terreno de juicio es completamente inaplicable a la gran masa, incluso, de estos últimos. El terreno de juicio es la manera en que estos hermanos han sido recibidos. Ninguno ha sido enviado a la vasta mayoría de los Gentiles en el transcurso de los siglos. Dios pasaba por alto los tiempos de esta ignorancia, y otra base de juicio respecto a ellos se da al principio de la epístola a los Romanos. Se ha tratado de los Cristianos y los Judíos en el capítulo 24 y en el anticipo que hicimos de parte del capítulo 25. Son precisamente ellos a quienes el Señor hallará en la tierra cuando Él venga, y quienes serán juzgados conforme al trato otorgado a los mensajeros que Él ha enviado.

23.10 - Los discípulos de Cristo fuera del testimonio en Israel

Por el momento, he pasado por sobre todo lo que hay el capítulo 24:31 y el capítulo 25:31, porque el fin de este capítulo 24 completa todo lo concerniente al gobierno y al juicio de la tierra. Pero hay una clase de personas cuya historia nos es dada en sus grandes rasgos morales, como intermedio, entre estos dos versículos que he mencionado.

Estos son los discípulos de Cristo, fuera del testimonio llevado en medio de Israel, a quienes Él encomendó Su servicio y una posición relacionada con Él mismo, durante Su ausencia. Esta posición y este servicio están en relación con Cristo mismo, y no en relación con Israel, dondequiera que este servicio se cumpla.

23.11 - Juicio discernidor en los días postreros en la propia casa del Señor

Hay, no obstante, y antes de que lleguemos a estos, algunos versículos de los que no he hablado todavía, los cuales se aplican más particularmente al estado de cosas en Israel, como advertencia a los discípulos que están allí, y describen el juicio discernidor que tiene lugar entre los Judíos en los postreros días. Hablo de ellos aquí debido a que toda esta parte del discurso - a saber, desde el capítulo 24:31 al capítulo 25:31 - es una exhortación, un sermón del Señor, sobre el tema de sus deberes durante Su ausencia. Me refiero al capítulo 24: 32-44. Estos versículos hablan de la continua expectativa, impuesta sobre los discípulos, por la ignorancia de ellos acerca del momento en que el Hijo del Hombre vendría, y en la cual los discípulos fueron dejados intencionalmente (y el juicio es un juicio terrenal); mientras que a partir del versículo 45, el Señor se dirige de manera más directa y, a la vez, en un modo más general, acerca de la conducta de ellos durante Su ausencia, no en relación con Israel, sino con los Suyos - Su casa. Él les había encomendado la tarea de suministrarles comida apropiada a su debido tiempo. Esta es la responsabilidad del ministerio en la asamblea.

23.12 - Responsabilidad colectiva en el servicio

Es importante observar que, en la primera parábola, el estado de la asamblea es contemplado como un todo; la parábola de las vírgenes y la de los talentos entregan una responsabilidad individual. De ahí que el siervo que es infiel es cortado y tiene su porción con los hipócritas. El estado de la asamblea responsable depende de su espera de Cristo, o del corazón de ellos diciendo que Él retarda Su venida. Sería a Su regreso que el juicio sería pronunciado sobre su fidelidad en el intervalo. La fidelidad debería ser aprobada en ese día. Por otra parte, el olvido práctico de Su venida conducirá al libertinaje y a la tiranía. No se trata aquí de un sistema intelectual: el siervo malo dice en su corazón: "Mi señor tarda en venir"; su voluntad estaba implicada en ello. El resultado fue que se manifestó la voluntad carnal. Ya no era el servicio consagrado a Su casa, con un corazón atento a la aprobación del Maestro cuando regresara; sino mundanalidad en la conducta, y la asunción de una autoridad arbitraria, propiciadas por el servicio que se le encomendó. Come y bebe con los borrachos, se une al mundo y participa de sus costumbres; golpea a sus consiervos como él quiere. Tal es el efecto de aplazar durante Su ausencia, deliberadamente en el corazón, la venida del Señor y tratar que la asamblea se instale aquí abajo. ¿No es un cuadro demasiado verdadero?

23.13 - Recompensa por el servicio en la asamblea

¿Qué es lo que ha sucedido con aquellos que tenían el lugar de servicio en la casa de Dios? Las consecuencias para ambas partes son estas: el siervo fiel, quien a partir del amor y devoción para con su Maestro se dedicó al bienestar de Su casa, al regreso de su Maestro, debía ser puesto a cargo de todos Sus bienes; aquellos que han sido fieles en el servicio de la casa, serán puestos sobre todas las cosas por el Señor, cuando Él tome Su lugar de poder y actúe como Rey. Todas las cosas son entregadas en manos de Jesús por el Padre. Aquellos que, en humildad, hayan sido fieles a Su servicio durante Su ausencia, serán puestos sobre todo lo que es encomendado a Él, es decir, sobre todas las cosas - estas no son sino los "bienes" de Jesús. Por otro lado, aquel que durante la ausencia del Señor se haya establecido como maestro y haya continuado según el espíritu de la carne y del mundo al que se había unido, no solamente tendría la porción del mundo; su Maestro vendría repentinamente, y él recibiría el castigo de los hipócritas. ¡Qué lección para aquellos que se arrogan un lugar de servicio en la asamblea! Observen aquí que no se dice que sea un borracho, sino que come y bebe con aquellos que lo son. Se alía con el mundo y sigue sus costumbres. Este es, además, el aspecto general que el reino asumirá en aquel día, aunque el corazón del siervo malo sea perverso. El Esposo ciertamente esperaría; y las consecuencias que se podían esperar del corazón del hombre no tardarán en realizarse. Pero el efecto, encontramos luego, es hacer manifiestos a aquellos que poseían [69] realmente la gracia de Cristo y a aquellos que no la poseían.

[69] ¡Qué solemne testimonio dado aquí del efecto de la pérdida, por parte de la Iglesia, de la expectativa constante del regreso del Señor! Lo que provoca que la Iglesia profesante se someta a opresión jerárquica y a mundanalidad, como para ser cortados al fin como hipócritas, es que diga en el corazón: "mi señor tarda en venir", abandonando la esperanza constante. Esta ha sido la fuente de la ruina. La verdadera posición cristiana se perdió tan pronto ellos empezaron a posponer la venida del Señor; y son tratados, tomen nota, aunque en ese estado, como el siervo responsable.

24 - Capítulo 25

24.1 - Las diez vírgenes: responsabilidad individual durante la ausencia de Cristo

Los profesantes, durante la ausencia del Señor, son presentados aquí como vírgenes que salieron a encontrar al Esposo y a iluminarle el camino a casa. En este pasaje, Él no es el Esposo de la Iglesia. Nadie más sale a Su encuentro, en ocasión de Su boda con la Iglesia en el cielo. La Esposa no aparece en esta parábola. Si hubiera sido introducida, habría sido Jerusalén en la tierra. La asamblea no es vista en estos capítulos como tal.

Aquí se trata de la responsabilidad personal [70] durante la ausencia de Cristo. Aquello que caracterizaba a los fieles en este período, era que ellos salían del mundo, del Judaísmo, de todos sitios, incluso de la religión relacionada con el mundo, para ir y encontrar al Señor que venía. El remanente Judío, al contrario, le espera en el lugar donde están. Si esta expectación fuese real, la característica de alguien gobernado por ella sería el pensamiento de aquello que era necesario para Aquel que venía - la luz, el aceite. De otra manera, ser compañeros, mientras tanto, de los profesantes, y llevar lámparas con ellos, satisfaría el corazón. No obstante, todas tomaron una posición: salen fuera, dejan la casa para salir al encuentro del Esposo. Él se tarda. Esto también ha tenido lugar. Todas se duermen. Toda la Iglesia profesante ha perdido el pensamiento del regreso del Señor - incluso los fieles que tienen el Espíritu. Estos también deben haber entrado de nuevo para dormirse tranquilamente en algún lugar de descanso para la carne. Pero a medianoche, inesperadamente, surge el clamor: "¡Aquí viene el esposo; salid a recibirle." ¡Es lamentable! necesitaban el mismo llamado del principio. Nuevamente debían salir a recibirle. Las vírgenes se levantan y arreglan sus lámparas. Hay tiempo suficiente entre el clamor de medianoche y la llegada del Esposo para probar la condición de cada una. Había algunas que no tenían aceite en sus lámparas. Sus lámparas se estaban apagando [71]. Las prudentes tenían aceite. Era imposible para ellas compartirlo con las demás. Solamente aquellas que lo poseían entraron con el Esposo para participar de la boda. Él rehusó reconocer a las otras. ¿Qué tenían que hacer ellas allí? Las vírgenes tenían que dar luz con sus lámparas. No lo habían hecho. ¿Por qué tendrían que compartir la fiesta? Habían fracasado en cumplir lo que les daba este lugar. ¿Qué derecho tenían de estar en la fiesta? Las vírgenes de la fiesta eran vírgenes que acompañaban al Esposo. Estas no lo habían hecho así. No fueron admitidas. Pero incluso las fieles habían olvidado la venida de Cristo. Se durmieron. Pero al menos, poseían lo esencial concerniente a ello. La gracia del Esposo hace que surja el clamor que proclama Su llegada. Éste las despierta: tienen aceite en sus vasos; y la tardanza, que hace que las lámparas de las imprudentes se apaguen, da tiempo a las fieles para estar preparadas y hallarse en su lugar; y, por olvidadizas que hayan sido ellas, entran con el Esposo a las bodas. [72]

[70] El siervo en el capítulo 24 nos habla de la responsabilidad colectiva.

[71] La palabra significa, más bien, 'antorchas'. Con ellas tenían, o debían tener, aceite en recipientes para alimentar la llama.

[72] Y tomen nota que aquí, el despertar es por el clamor; éste las despierta a todas. Hay bastante como para levantar a todos los profesantes a la necesaria actividad; pero el efecto de esto es ponerlos a prueba, y separarlos. No era el tiempo de dar aceite o suministrar gracia a aquellos que ya eran profesantes; la conversión no es el tema de la parábola. El asunto de obtener aceite, no lo dudo, es solamente mostrar que no era el momento de obtenerlo.

24.2 - Fidelidad individual para con un Maestro ausente; los tres siervos

Pasamos ahora del estado del alma al servicio.

Porque verdaderamente (versículo 14) se trata de un hombre que se había ido lejos de su casa - pues el Señor habitaba en Israel - y quien entrega sus bienes a sus propios siervos, y luego se va. Aquí tenemos los principios que caracterizan a los siervos fieles, o lo contrario. No es ahora la expectación individual, y la posesión del aceite, requisito para un lugar en el glorioso séquito del Señor; tampoco es la posición pública y general de aquellos que estaban en el servicio del Maestro, caracterizada como una posición y un todo, y por lo tanto, representados por un único siervo; se trata de fidelidad individual en el servicio, como antes en la espera del Esposo. El Maestro a Su regreso arreglará cuentas con cada uno. Ahora bien, ¿cuál era la posición de ellos? ¿Cuál era el principio que produciría fidelidad? Observemos, antes de nada, que no se da a entender que se trata de dones providenciales, ni de posesiones terrenales. Estos no son los "bienes" que Jesús encomendó a Sus siervos cuando se marchó. Estos eran dones que les capacitaban para trabajar a Su servicio mientras Él estaba ausente. El Maestro era soberano y sabio. Él daba distintamente a cada uno, y a cada cual de acuerdo a su capacidad. Cada uno estaba capacitado para el servicio en el que era empleado, y los dones necesarios para su cumplimiento fueron entregados a ellos. La fidelidad para realizarlo era la única cosa en cuestión. Aquello que distinguía a los fieles de los infieles, era la confianza en su Maestro. Ellos tenían suficiente confianza en Su bien conocido carácter, en Su bondad, Su amor, en trabajar sin ser autorizados de ningún otro modo que no fuera por su conocimiento de Su carácter personal, y por la inteligencia que esa confianza y ese conocimiento producían. ¿Para qué darles cantidades de dinero, sino para que negociaran con ellas? ¿Había fracasado en Su sabiduría cuando Él entregó estos dones? La consagración que fluía del conocimiento de su Maestro, contaba con el amor de Aquel a quien conocía. Ellos trabajaron, y fueron recompensados. Este es el verdadero carácter, y la fuente, del servicio en la Iglesia. Esto era lo que le faltaba al tercer siervo. No conocía a Su Maestro - no confiaba en Él. Ni siquiera pudo hacer lo que era consistente con sus propios pensamientos. Él esperaba alguna autorización que le brindaría seguridad contra el carácter que su corazón atribuía falsamente a su Maestro. Aquellos que conocían el carácter de su Maestro, entraron en Su gozo.

24.3 - La diferencia entre esta parábola y la de Lucas 19

Hay esta diferencia entre la parábola aquí y la de Lucas 19, y es que en esta última cada hombre recibe una mina; su responsabilidad es lo único que interesa. Y, por consiguiente, aquel que ganó diez minas es puesto sobre diez ciudades. Aquí están involucradas la soberanía y la sabiduría de Dios, y el que trabaja es guiado por el conocimiento que él tiene de su Maestro; y los consejos de Dios en gracia se cumplen. Aquel que tiene más, recibe aún más. Al mismo tiempo, la recompensa es más general. Aquel que ha ganado dos talentos, y el que ha ganado cinco, entran de igual modo en el gozo del Señor al cual habían servido. Le habían conocido en Su verdadero carácter, y entran en Su gozo pleno. ¡El Señor nos lo otorga!

24.4 - La parábola de las diez vírgenes limitada a la porción celestial del reino

Hay mucho más que esto en la segunda parábola - la de las vírgenes. Se refiere más directa y exclusivamente al carácter celestial de los Cristianos. No se trata de la asamblea, propiamente llamada, como un cuerpo; sino que los fieles salieron a encontrar al Esposo que volvía para las bodas. Al tiempo de Su regreso para ejecutar juicio, el reino de los cielos asumirá el carácter de personas salidas del mundo, y todavía más del Judaísmo - de todo aquello que, en lo que respecta a la religión, pertenece a la carne - de toda forma mundana establecida - para tener que ver solamente con la venida del Señor, y salir a encontrarle. Este era el verdadero carácter de los fieles desde el principio, teniendo parte en el reino de los cielos, si hubieran comprendido la posición en la que fueron colocados por el rechazo del Señor. Las vírgenes, es cierto, habían entrado de nuevo; y esto falseó su carácter; pero el clamor de medianoche las devolvió de nuevo a su verdadero lugar. En la primera parábola, y en la de Lucas, el asunto tratado es Su regreso a la tierra, y el galardón individual - los resultados, en el reino, de su conducta durante la ausencia del Rey [73]. El servicio y sus resultados no son el tema en la parábola de las vírgenes. Aquellas que no tenían aceite, no entran en absoluto. Esto es suficiente. Las otras tienen la bendición en común; ellas entran con el Esposo a la boda. No se trata de galardón particular, ni de diferencia de conducta entre ellas. Era la expectación del corazón, aunque la gracia tuvo que hacer que la volvieran a sentir. Cualquiera que hubiera sido el lugar de servicio, la recompensa era segura. Esta parábola se aplica y se limita a la porción celestial del reino como tal. Es una semejanza del reino de los cielos.

[73] En la parábola de los talentos en Mateo, tenemos, en realidad, el gobierno sobre muchas cosas, el reino, pero se hace más patente mediante la expresión, "entra en el gozo de tu señor"; y se otorga la bendición sobre todos los que fueron igualmente fieles en el servicio, fuesen estos grandes o pequeños.

24.5 - La tardanza del Maestro

Podemos observar aquí también, que la tardanza del Maestro se observa del mismo modo en la tercera parábola - "después de mucho tiempo" (Mateo 25:19). La fidelidad y constancia de ellos fueron puestas así a prueba. Que el Señor permita que seamos hallados fieles y consagrados, ahora al final de los tiempos, para que pueda decirnos: '¡Buenos siervos y fieles!'. Es digno de observar que en estas parábolas, aquellos que están en el servicio, o que aparecen primero, son los que se encuentran al final. El Señor no extendería la suposición de la tardanza más allá de, "nosotros los que vivimos, los que hayamos quedado." [74]

[74] De igual manera en las iglesias en el libro del Apocalipsis, Él toma iglesias existentes, aunque no dudo que es una historia completa de la Iglesia.

El lloro y el crujir de dientes son la porción de aquel que no ha conocido a su Maestro, del que le ha ultrajado con los pensamientos que tenía acerca de Su carácter.

24.6 - El juicio de los vivos en la tierra; los cuatro grupos diferentes

En el versículo 31 se reanuda la historia profética conectándose con el versículo 31 del capítulo 24. Allí veíamos al Hijo del Hombre aparecer como un relámpago, y después juntando al remanente de Israel desde los cuatro extremos de la tierra. Pero esto no es todo. Si Él aparece así de una manera tan repentina como inesperada, Él también establece Su trono de juicio y gloria en la tierra. Si Él destruye a Sus enemigos a quienes encuentra en rebeldía contra Él, se sienta igualmente sobre Su trono para juzgar a todas las naciones. Este es el juicio de los vivos en la tierra. Cuatro grupos diferentes son hallados juntamente: el Señor, el Hijo del Hombre mismo - los hermanos - las ovejas - y los cabritos. Yo creo que aquí los hermanos son Judíos, Sus discípulos como Judíos, a quienes utilizó como Sus mensajeros para predicar el reino durante Su ausencia. El Evangelio del reino tenía que ser predicado como un testimonio a todas las naciones; y luego vendría el fin del siglo. En el momento del que se habla aquí, esto se había hecho ya. El resultado se manifestaría ante el trono del Hijo del Hombre en la tierra.

Él llama a estos mensajeros, por tanto, Sus hermanos. Les había dicho que serían maltratados; y así lo fueron. Con todo, hubo algunos quienes recibieron su testimonio.

24.7 - El afecto del Rey para con Sus fieles siervos y el valor de ellos

Ahora bien, tal era Su afecto por Sus siervos fieles, y de tal modo los valoraba, que Él juzgó a aquellos a quienes se había enviado el testimonio, según la manera en que ellos recibieron a estos mensajeros, ya fuera bien o mal, como si lo hubieran hecho con Él mismo. ¡Qué estímulo para Sus testigos durante ese tiempo de angustia, en que la fe de ellos estaría en servicio mientras eran probados! Al mismo tiempo, moralmente, era justicia hacia aquellos que fueron juzgados; pues habían rechazado el testimonio sin importarles quiénes lo rendían. Tenemos también el resultado de su conducta, tanto del uno como del otro. Es el Rey - pues este es el carácter que Cristo ha tomado ahora en la tierra - quien pronuncia el juicio; y Él llama a las ovejas (aquellos que habían recibido a los mensajeros y se habían compadecido de ellos en sus aflicciones y persecuciones) para que heredasen el reino preparado para ellos desde la fundación del mundo; pues tal había sido el propósito de Dios con respecto a esta tierra. Él siempre tuvo a la vista el reino. Ellos eran los benditos de Su Padre (del Padre del Rey). No se trataba de hijos que entendían su propia relación con su Padre; sino que eran los receptores de la bendición del Padre del Rey de este mundo. Además, tenían que entrar a la vida eterna; pues tal era el poder, por medio de la gracia, de la palabra que habían recibido en su corazón. Poseyendo la vida eterna, serían bendecidos en un mundo igualmente bendecido.

Aquellos que habían despreciado el testimonio, y a los que lo rendían, habían despreciado al Rey que los envió; y debían ir al castigo eterno.

24.8 - El efecto del regreso de Cristo

Así, el efecto total de la venida de Cristo con respecto al reino y a Sus mensajeros durante Su ausencia, queda manifestado: con respecto a los Judíos, hasta el versículo 31 del capítulo 24; con respecto a Su siervos durante Su ausencia, hasta el final del versículo 30 del capítulo 25, incluyendo el reino de los cielos en su condición actual, y las recompensas celestiales que serán dadas; y después, desde el versículo 31 al final de capítulo 25, con respecto a las naciones que serán bendecidas en la tierra a Su regreso.

25 - Capítulo 26

25.1 - El anuncio del Señor de Su traición y muerte; los consejos de Dios y Su sumisión

El Señor había terminado Sus discursos. Él se prepara (capítulo 26) para sufrir, y para dar Su último y conmovedor adiós a Sus discípulos, a la mesa de Su última pascua en la tierra, en la cual Él instituyó el simple y precioso memorial que evoca Sus sufrimientos y Su amor con un interés tan profundo. Esta parte de nuestro Evangelio no requiere mucha explicación, pero no porque sea de menos interés, sino porque necesita ser sentido en lugar de ser explicado.

¡Con qué sencillez el Señor anuncia lo iba a suceder! (vers. 2). Él había llegado ya a Betania, seis días antes de la Pascua (Juan 12:1): Él permaneció allí, a excepción de la última cena, hasta que fue tomado prisionero en el jardín de Getsemaní, aunque visitó Jerusalén y participó de Su última comida allí.

Hemos examinado ya los discursos pronunciados durante aquellos seis días, así como Sus acciones, tales como la purificación del templo. Aquello que precede a este capítulo 26, o bien es la manifestación de Sus derechos como Emanuel, Rey de Israel, o es el juicio del gran Rey con respecto al pueblo - un juicio expresado en discursos frente a los cuales el pueblo no tenía respuesta; o, finalmente, la condición de Sus discípulos durante Su ausencia. Tenemos ahora Su sujeción a los sufrimientos que le fueron establecidos, al juicio que estaba a punto de ser ejecutado sobre Él; pero que era, en verdad, sólo la consumación de los consejos de Dios Su Padre, y de la obra de Su mismo amor.

25.2 - Los inicuos consejos del hombre cumpliendo los maravillosos consejos de Dios

La escena del temible pecado del hombre en la crucifixión de Jesús, se despliega ante nuestros ojos. Pero el Señor mismo (cap. 26:1) la anuncia de antemano, con toda la serenidad de Aquel que había venido para este propósito. Antes de que las consultas de los principales sacerdotes tuviesen lugar, Jesús habla de ella como un asunto ya zanjado: "Sabéis que dentro de dos días se celebra la pascua, y el Hijo del Hombre será entregado para ser crucificado."

Luego (versículo 3), los sacerdotes, los escribas y los ancianos se reúnen para concertar sus planes a fin de echar mano sobre Su Persona, y deshacerse de Él.

En una palabra, en primer lugar, los maravillosos consejos de Dios, y la sumisión de Jesús, conforme a Su conocimiento de esos consejos y de las circunstancias que iban a darles cumplimiento; y, luego, los consejos inicuos del hombre, que no hacen sino cumplir aquellos de Dios. Su premeditado arreglo de no prenderle en la fiesta por temor del pueblo (cap. 26:25) no era de Dios, y fracasa: Él tenía que sufrir en la fiesta.

25.3 - Judas en manos de Satanás por intención divina

Judas no fue sino el instrumento de la malicia de ellos en manos de Satanás; quien, después de todo, no hizo más que preparar estas cosas conforme a la intención divina. Desearon, pero en vano, evitar prenderle durante la fiesta, por temor de la multitud, que tal vez intercedería por Jesús si Él apelaba a ellos. Ellos lo habían hecho así en Su entrada en Jerusalén. Supusieron que Jesús lo haría, pues la iniquidad siempre cuenta con encontrar sus propios principios en los demás. Esta es la razón por la cual la iniquidad fracasa tan frecuentemente en engañar al justo - ellos son simples y naturales. Aquí se trataba de la voluntad de Dios que Jesús tuviese que sufrir en la fiesta. Pero Él había preparado un clemente alivio para el corazón de Jesús - más un bálsamo para Su corazón que para Su cuerpo - una circunstancia que emplea el enemigo para llevar a Judas al extremo y a asociarse con los principales sacerdotes.

25.4 - En Betania por última vez; la estimación de María de la preciosidad del Señor es aceptada

Betania (ligada en la memoria a los últimos momentos de paz y tranquilidad en la vida del Salvador, el lugar donde moraban Marta y María, y Lázaro, el muerto resucitado) -Betania [75] recibe a Jesús por última vez: el bienaventurado y fugaz retiro de un corazón que, siempre dispuesto a derramarse en amor, siempre fue angustiado en un mundo de pecado, que no podía ni sabía corresponderle; con todo, un corazón que nos ha dado, en Sus relaciones con esta amada familia, el ejemplo de un afecto perfecto, y humano, que hallaba dulzura en ser respondido y apreciado. La proximidad de la cruz, donde Él tendría que poner Su rostro como un pedernal, no privó a este corazón del gozo o de la dulzura de esta comunión, al tiempo que la volvía solemne y afectuosa. Al hacer la obra de Dios, Él no cesó de ser Hombre. En todo condescendió para ser nuestro. No podía reconocer ya a Jerusalén, y este santuario le cobijó por un momento de la ruda mano del hombre. Aquí Él pudo mostrar lo que siempre fue como hombre. Es correcto que la acción de alguien que, en cierto modo, podía apreciar lo que Él sentía [76] (cuyo afecto penetró instintivamente en la creciente enemistad contra el objeto que ella amaba y que fue hecha surgir por ello) y el acto que expresó el valor que su corazón daba a Su hermosura y gracia, hubiesen de ser contados en todo el mundo. Esto es una escena, un testimonio, que acerca la sensibilidad del Señor a nosotros, que despierta un sentimiento en nuestros corazones que santifica, al vincularlos a Su Persona amada.

[75] No fue en casa de Marta que sucedió esta escena, sino en la de Simón el leproso: Marta servía y Lázaro se sentaba a la mesa. Esto hace que el acto inteligente de María sea más enteramente personal.

[76] No hallamos ningún ejemplo de que los discípulos entendieran alguna vez lo que Jesús les decía.

25.5 - La vida diaria del Señor; Su estimación de la devoción de María

Su vida diaria mantenía su alma en una tensión continua, en proporción a la fuerza de Su amor - una vida de consagración en medio del pecado y la miseria. Por un momento Él pudo, y reconocería (en presencia del poder del mal, que ahora se manifestaba, y del amor que se aferraba a Él, inclinándose ante el mismo, mediante el verdadero conocimiento de Él cultivado a las plantas de Sus pies) aquella devoción a Él mismo, hecha surgir por aquello ante lo que Su alma, con divina perfección, se inclinaba. Él podía decir una palabra inteligente, su verdadero significado, de aquello sobre lo cual, de manera silenciosa, obraba el afecto divino [77]. El lector hará bien en estudiar cuidadosamente esta escena de conmovedora condescendencia y derramamiento de corazón. Jesús, Emanuel, el Rey y Juez supremo, ha estado haciendo que todas las cosas fueran pasando ante Él en juicio (desde el cap. 21 hasta el final del 25). Había terminado aquello que tenía que decir. Su tarea aquí, en este sentido, estaba cumplida. Él toma ahora el lugar de Víctima; Él sólo tenía que sufrir, y se puede permitir libremente gozar las conmovedoras expresiones de afecto que fluyen de un corazón consagrado a Él. Él podía solamente probar la miel y seguir de largo; pero Él la saboreó y no rechazó un afecto que Su corazón pudo y supo apreciar.

[77] Cristo satisface el corazón de la pobre mujer en la ciudad en la que fue pecadora, expuso allí los pensamientos de Dios, y se los contó a ella. Satisface aquí el corazón de María, y justifica y satisface su afecto, y dio la estimación divina de lo que ella hizo. Él satisfizo el corazón de María Magdalena en el sepulcro, para quien el mundo era algo vacío si Él no se hallaba allí, y revela los pensamientos de Dios en sus formas más elevadas de bendición. Tal es el efecto de estar unidos a Cristo.

25.6 - Profundo afecto por el Señor ocasionado por la perfección de Jesús

Reitero, observen el efecto del profundo afecto para con el Señor. Este afecto respira necesariamente la atmósfera en que, en aquel momento, se hallaba el Señor. La mujer que le ungió no estaba informada de las circunstancias que estaban a punto de suceder, ni era ella una profetisa. Pero la proximidad de esa hora de tinieblas era sentida por una cuyo corazón estaba fijo en Jesús [78]. Las diferentes formas del mal se desarrollaban ante Él, manifestándose con sus colores verdaderos; y, bajo la influencia de un amo, Satanás, se amontonaban alrededor del único objeto contra quien valía la pena formar esta concentración de malicia, y quien sacó su verdadero carácter a la luz del día.

[78] La enemistad de los principales de Israel era conocida por los discípulos: "Rabí, ahora procuraban los judíos apedrearte, ¿y otra vez vas allá?" (Juan 11:8). Y después por Tomás - un testimonio de gracia al amor de aquel que después mostró su incredulidad acerca de la resurrección de Jesús - "Vamos también nosotros, para que muramos con él." (Juan 11:16). El corazón de María sintió, indudablemente, esta enemistad, y mientras esta crecía, su apego al Señor crecía con ella.

Pero la perfección de Jesús, que hizo ocasionó la enemistad, ocasionó el afecto en ella; y ella (por decirlo así) en el afecto reflejaba la perfección; y cuando esa perfección fue puesta en acción y sacada a la luz por la enemistad, igualmente lo hacía su afecto. Así, el corazón de Cristo no podía sino satisfacerlo. Jesús, a causa de esta enemistad, era aún más el objeto que ocupaba un corazón que, conducido indudablemente por Dios, se daba cuenta, instintivamente, de lo que sucedía. El tiempo del testimonio, e incluso el de la explicación de Su relación con todos los que le rodeaban, había finalizado. Su corazón era libre para gozar de los afectos buenos, verdaderos y espirituales, de los que Él era objeto; y los que, cualquiera que fuese su forma humana, mostraban tan claramente su origen divino, en que estaban unidos a ese objeto sobre el cual, en este momento solemne, se centraba toda la atención del cielo.

25.7 - La omnisciencia del Señor

Jesús mismo era consciente de Su posición. Sus pensamientos estaban puestos en Su partida. Durante el ejercicio de Su poder, Él se oculta - Él se olvida de Sí mismo. Pero ahora, oprimido, rechazado, y como un cordero conducido al matadero, siente que es el justo objeto de los pensamientos de aquellos que le pertenecen, de todos los que tienen corazones que aprecien aquello que Dios aprecia. Su corazón está lleno de los sucesos venideros. Ver versículos 2, 10-13, 21.

25.8 - El tacto de la devoción

Pero aún unas pocas palabras sobre la mujer que le ungió. El efecto de tener el corazón fijo afectuosamente en Jesús, se muestra en esta mujer de manera extraordinaria. Ocupada con Él, se muestra sensible ante Su situación. Ella siente lo que le afecta a Él, y esto hace que sus afectos actúen en conformidad a la devoción especial que inspira esa situación. Mientras el odio contra Él se levantaba hasta alcanzar carácter homicida, el espíritu de devoción a Él crece en ella en respuesta a ello. Consecuentemente, con el tacto de la devoción, ella hace precisamente lo que requería Su situación. La pobre mujer no era inteligentemente consciente de esto; con todo, ella hizo lo que era correcto. El valor que ella le daba a la Persona del Señor Jesús, tan infinitamente preciosa para ella, hizo que se percatara de aquello que pasaba por Su mente. A sus ojos, Cristo estaba investido de todo el interés de Sus circunstancias; y ella prodiga sobre Él aquello que expresaban sus afectos. Fruto de este sentimiento, su acción fue conforme a las circunstancias; y, aunque fue solamente el instinto de su corazón, Jesús le da a ello todo el valor que Su perfecta inteligencia podía atribuirle, incluyendo de inmediato los sentimientos de su corazón y los acontecimientos venideros.

25.9 - El egoísmo, la insensibilidad y la traición de los demás sacadas a la luz por la devoción de María

Pero este testimonio de afecto y devoción a Cristo saca a la luz el egoísmo, la insensibilidad, de los demás. Ellos culpan a la pobre mujer. ¡Triste prueba (por no hablar de Judas [79]) de cuán pocos afectos apropiados despierta necesariamente en nuestros corazones, el conocimiento de aquello que concierne a Jesús! Después de esto, Judas sale y acuerda, con los desdichados sacerdotes, entregarles a Jesús por el precio de un esclavo.

[79] El corazón de Judas fue la fuente de este mal, pero los otros discípulos, no ocupándose de Cristo, caen en la trampa.

El Señor continua Su carrera de amor; y como Él había aceptado el testimonio afectuoso de la pobre mujer, así Él otorga ahora a Sus discípulos uno de infinito valor para nuestras almas. El versículo 16 concluye el asunto del cual hemos estado hablando: el conocimiento de Cristo, según Dios, el conocimiento de aquello que le aguardaba; la conspiración de los sacerdotes; el afecto de la pobre mujer, aceptado por el Señor; la egoísta insensibilidad de los discípulos; la traición de Judas.

25.10 - El memorial de la verdadera Pascua; un Salvador muerto; un orden de cosas enteramente nuevo

El Señor instituye ahora el memorial de la verdadera pascua. Envía a los discípulos a hacer los preparativos para la celebración de la fiesta en Jerusalén. Él señala a Judas como aquel que le entregaría a los Judíos. Se observará que no fue solamente Su conocimiento acerca de aquel que le traicionaría, lo que el Señor expresa aquí - Él sabía eso cuando le llamó; sino que Él dice, "uno de vosotros me va a entregar." Era eso lo que conmovía Su corazón: Él deseaba también que eso conmoviera el corazón de los demás.

Luego, Él señala que es un Salvador muerto el que ha de ser recordado. Ya no es un asunto del Mesías vivo: todo eso había terminado. No era ya el recuerdo de la liberación de Israel de la esclavitud de Egipto. Cristo, y Cristo muerto, comenzó un orden de cosas enteramente nuevo. Ellos tenían que pensar ahora en Él - en Él, muerto en la tierra. Él dirige, entonces, la atención de ellos a la sangre del nuevo pacto, añadiendo aquello que alcanza a otros aparte de los Judíos, sin nombrarlos - "por muchos es derramada." Además, esta sangre no es, como en el Sinaí, solamente para confirmar el pacto, por la fidelidad por la que ellos eran responsables; fue derramada para remisión de los pecados. De modo que la cena del Señor presenta el recuerdo del Jesús muerto, quien, al morir, ha roto con el pasado; puso el fundamento del nuevo pacto; obtuvo la remisión de los pecados; y abrió la puerta a los Gentiles. Es sólo en Su muerte que la cena nos lo presenta a nosotros. Su sangre está aparte de Su cuerpo: Él está muerto. No es Cristo viviendo en la tierra, ni Cristo glorificado en el cielo. Él está separado de Su pueblo, por lo que respecta a sus goces en la tierra; pero ellos tenían que esperarle como el compañero de la felicidad que Él ha asegurado para ellos - pues Él condesciende a serlo - en tiempos mejores: "No beberé más de este fruto de la vid, hasta aquel día que la beba nuevo [80] con vosotros en el reino de mi Padre." Pero una vez rotos estos vínculos, ¿quién, sino Jesús, podía soportar el conflicto? Todos le abandonarían. Los testimonios de la Palabra debían cumplirse. Estaba escrito: "Heriré al pastor, y las ovejas del rebaño serán dispersadas." (Mateo 26:31).

[80] "Nuevo" (gr.: kainós) no significa nuevamente, sino de una forma completamente nueva.

25.11 - La promesa de un Salvador resucitado en Galilea

No obstante, Él iría, para renovar Sus relaciones, como un Salvador resucitado, con estos pobres del rebaño, hasta el mismo lugar donde ya se había identificado con ellos durante Su vida. Él iría delante de ellos a Galilea. Esta promesa es muy notable, porque el Señor reanuda, bajo una forma nueva, Su relación Judía con ellos y con el reino. Podemos observar aquí que, así como Él había juzgado a todas las clases (hasta el final del cap. 25), Él exhibe ahora el carácter de Su relación con todos aquellos entre quienes Él mantenía alguna. Ya se trate de la mujer, o de Judas, o de los discípulos, cada uno toma su lugar en relación con el Señor. Esto es todo lo que hallamos aquí. Si Pedro tenía la energía natural suficiente como para ir un poco más allá, sería sólo para una caída más profunda en el lugar donde sólo el Señor sabía permanecer en pie.

25.12 - En Getsemaní en súplica con Su Padre; la anticipación de la copa de sufrimiento

Él se aísla ahora para presentar, suplicando a Su Padre, los sufrimientos que le esperaban.

Pero al tiempo que se aísla para orar, Él toma a tres de Sus discípulos para que en aquella hora solemne puedan velar con Él. Eran los mismos tres que estuvieron con Él durante la transfiguración. Tenían que ver Su gloria en el reino, y Sus sufrimientos. Él se va un poco adelante de ellos. En cuanto a los discípulos, ellos se duermen, tal como lo hicieron en el monte de la transfiguración. La escena aquí está descrita en Hebreos 5:7. Jesús no estaba bebiendo aún la copa, pero ella estaba ante Sus ojos. En la cruz sí la bebió, fue hecho pecado por nosotros, Su alma sintiéndose desamparada por Él. Aquí se trata del poder de Satanás, utilizando la muerte como un terror con el cual poder vencerle. Pero la consideración de este asunto tendrá su lugar más apropiado cuando lleguemos al Evangelio de Lucas.

25.13 - Sumisión completa

Vemos aquí Su alma bajo el peso de la muerte - por anticipación - como Él solo podía conocerlo, y esta no había perdido aún su aguijón. Nosotros sabemos quién tiene el poder de la muerte, y la muerte todavía tenía todo el carácter de la paga del pecado, y la maldición, del juicio de Dios. Pero Él vela y ora. Como hombre, sometido por Su amor a esta acometida, en presencia de la más poderosa tentación a la cual Él había sido expuesto, por una parte Él vela; y por otra, Él presenta Su angustia a Su Padre. Su comunión no fue interrumpida aquí, por muy grande que hubiese sido Su angustia. Esta angustia sólo le acerca más, con toda sumisión y confianza, a Su Padre. Pero si teníamos que ser salvos, si Dios tenía que ser glorificado en Aquel que se había hecho cargo de nuestra causa, la copa no debía pasar de Él. Su sumisión es completa.

25.14 - Se hace recordar a Pedro la falsa confianza

Él dulcemente recuerda a Pedro su falsa confianza [81], haciéndole consciente de su debilidad. Pero Pedro tenía demasiada confianza en sí mismo como para sacar provecho de ello. Se despierta de su sueño, pero su confianza en sí mismo no es sacudida. Fue necesaria una experiencia más triste para su curación.

[81] Es maravilloso ver al Señor en la plena agonía de la copa anticipada, aun solamente presentándola a Su Padre, no bebiéndola; no obstante, volviéndose a los discípulos y hablándoles en gracia serena, como si estuvieran en Galilea, y regresando Él mismo al terrible conflicto de espíritu exactamente por aquello que estaba ante Su alma. En Mateo, Él es víctima, agrego, y todo agravio, sin circunstancia que lo alivie, es lo que Su alma halla aquí.

25.15 - La copa tomada de manos del Padre

Por tanto, el Señor toma la copa, pero Él la toma de manos de Su Padre. Fue Su voluntad que Él la bebiera. Entregándose así por completo a Su Padre, no es de manos de Sus enemigos, ni de Satanás (aunque ellos fueran los instrumentos) que Él la toma. De acuerdo a la perfección con la que Él se había sometido a la voluntad de Dios en este asunto, encomendando todo a Él, es solamente de Su mano que Él la recibe. Es la voluntad del Padre. Así nosotros escapamos de segundos motivos y de las tentaciones del enemigo, buscando solamente la voluntad de Dios que dirige todas las cosas. Es de Él que recibimos la aflicción y la prueba, cuando estas vienen.

25.16 - La traición; sometimiento a la maldad del hombre, el poder de las tinieblas y el juicio de Dios del pecado; en manos de los Judíos

Los discípulos no necesitan velar más: ha llegado la hora [82]. Él tenía que ser entregado en manos de los hombres. Esto ya era decir mucho. Judas le señaló con un beso. Jesús sale a encontrar la multitud, reprendiendo a Pedro por buscar resistir con armas carnales. Si Cristo hubiera deseado escapar, Él podía haber pedido doce legiones de ángeles, y los habría tenido; pero todas las cosas tenían que cumplirse [83]. Era la hora de Su sometimiento a los efectos de la maldad del hombre y del poder de las tinieblas, y al juicio de Dios contra el pecado. Él es el Cordero que va al matadero. Luego, todos los discípulos le abandonan. Él se entrega, reconviniendo a la multitud que se acercaba lo que estaba haciendo. Si nadie puede probar que es culpable, Él no negará la verdad. Confiesa la gloria de Su Persona como Hijo de Dios, y declara a partir de entonces que ellos verían al Hijo del Hombre, no ya en la humildad de Aquel que no quebraría la caña cascada, sino viniendo en las nubes del cielo y sentándose a la diestra del poder. Habiendo dado este testimonio, es condenado por causa de lo que dijo de Sí mismo - por la confesión de la verdad. Los testigos falsos no tuvieron éxito. Los sacerdotes y los principales de Israel eran culpables de Su muerte, en virtud de su propio rechazo del testimonio que Él rindió a la verdad. Él era la Verdad; ellos estaban bajo el poder del padre de mentira. Rechazaron al Mesías, al Salvador de Su pueblo. No vendría más a ellos, excepto como Juez.

[82] Me propongo hablar de los sufrimientos del Señor cuando estudiemos el Evangelio de Lucas, en donde son descritos con más detalle; ya que es como Hijo del Hombre que Él es allí especialmente presentado.

[83] Observen aquí el lugar que el Señor da a las Escrituras en un momento tan crucial y solemne: "que así se haga", puesto que fue allí (vers. 54). Ellas son la Palabra de Dios.

25.17 - Jesús como la víctima

Le insultan y le denigran. Cada uno ¡es lamentable! ocupa, como hemos visto, su propio lugar - Jesús, el de Víctima; los demás, el lugar de traición, de abandono, de negación del Señor. ¡Qué escena! ¡Qué momento solemne! ¿Quién podía permanecer en ella? Cristo solo podía pasar por ese momento con constancia. Y pasó por este momento como una víctima. Como tal, debía ser desnudado de todo (Mateo 27:28), y ello en presencia de Dios. Todo lo demás desapareció, salvo el pecado que condujo a esto; y, según la gracia, eso también antes de la poderosa eficacia de este acto. Pedro, confiado en sí mismo, dudando, reconocido, respondiendo falsamente, jurando, niega a su Maestro; y, dolorosamente convencido de la absoluta impotencia del hombre contra el enemigo de su alma y contra el pecado, sale y llora amargamente; lágrimas, que no pueden borrar su culpa, pero que, demostrando la existencia, a través de la gracia, de un corazón recto, testifican de la impotencia que la rectitud de corazón no puede remediar. [84]

[84] Pienso que se podrá ver, al comparar los Evangelios, que el Señor fue interrogado en casa de Caifás en el transcurso de la noche, cuando Pedro le niega, y que se reunieron formalmente de nuevo por la mañana, y, al interrogar al bendito Señor, recibieron de Él la confesión por la que le condujeron a Pilato. Durante la noche se trató solamente de líderes activos. Por la mañana hubo una reunión formal del Sanedrín.

26 - Capítulo 27

26.1 - Entregado a los Gentiles; la maldad de Satanás y la maldad del hombre exhibidas

Después de esto, los desdichados sacerdotes y principales del pueblo entregan su Mesías a los Gentiles, tal como Él había contado a Sus discípulos. Judas, desesperado bajo el poder de Satanás, se ahorca, tras haber arrojado la recompensa de su iniquidad a los pies de los principales sacerdotes y ancianos. Satanás fue obligado a testificar, incluso a través de una conciencia que él traicionó, de la inocencia del Señor. ¡Qué escena! Luego, los sacerdotes que no habían tenido escrúpulos al comprar Su sangre a Judas, dudan en poner el dinero en el tesoro del templo, pues era precio de sangre. En presencia de lo que estaba sucediendo, el hombre fue obligado a mostrarse tal como era, y el poder de Satanás sobre él. Después de consultar, ellos compran un campo para sepultura de los extranjeros. A ojos de ellos, estos eran lo suficientemente profanos como para esto, con tal que ellos mismos no se contaminaran con tal clase de dinero. Con todo, era el tiempo de la gracia de Dios para el extranjero, y del juicio sobre Israel. Además, establecieron, por medio de esto, un memorial perpetuo de su propio pecado y de la sangre que había sido derramada. Acéldama (Hechos 1:19) es todo lo que queda en este mundo de las circunstancias de este gran sacrificio. El mundo es un campo de sangre, pero habla de cosas mejores que la de Abel.

Sabemos que esta profecía (versículo 9) está en el libro de Zacarías. El nombre "Jeremías" puede haberse deslizado en el texto cuando no había nada más que la expresión "por el profeta"; o quizás podría ser porque Jeremías estaba primero en el orden prescrito por los Talmudistas para los libros de profecía; por la misma razón, muy probablemente, ellos decían también: "Jeremías, o alguno de los profetas", como en el capítulo 16:14. Pero este no es el lugar para discutir este asunto.

26.2 - El Rey de los Judíos ante Pilatos; la condenación de Pilatos

La parte de ellos en la escena Judía concluye. El Señor está en pie ante Pilato. Aquí la pregunta no es si Él es Hijo de Dios, sino si Él es el Rey de los Judíos. Aunque Él era esto, con todo, fue sólo en el carácter de Hijo de Dios que permitiría que los Judíos le recibieran. Si le hubieran recibido como Hijo de Dios, Él habría sido su Rey. Pero eso no podría ser: Él debía cumplir la obra de expiación. Habiéndole rechazado como Hijo de Dios, los Judíos le niegan ahora como Rey de ellos. Pero los Gentiles también se hacen culpables en la persona de su jefe en Palestina, cuyo gobierno había sido puesto en sus manos. El jefe Gentil debería haber reinado en justicia. El representante de ellos en Judea, reconoce la malicia de los enemigos de Cristo; su conciencia, alarmada por el sueño que tuvo su esposa, intenta evadir la culpa de condenar a Jesús. Pero el verdadero príncipe de este mundo, en lo que respecta al ejercicio actual del dominio, era Satanás. Pilato, lavándose sus manos (fútil intento de exonerarse) entrega al inocente a la voluntad de Sus enemigos, diciendo, al mismo tiempo, que no halla delito en Él. Y les suelta a los Judíos a un hombre culpable de sedición y homicidio, en lugar del Príncipe de vida. Pero fue nuevamente sobre Su propia profesión, y solamente sobre ésa, que Él fue condenado, profesando lo mismo en el tribunal Gentil, tal como Él lo había hecho en el tribunal Judío, la verdad en cada uno, dando testimonio de la buena profesión concerniente a la verdad acerca de aquellos que tenía delante.

26.3 - La elección de los Judíos de Barrabás; un Salvador rechazado, la piedra de toque universal

Barrabás [85], la expresión del espíritu de Satanás, que era homicida desde el principio, y de la rebelión en contra de la autoridad que Pilato debía mantener allí - Barrabás era querido por los Judíos; y con él, la equivocada indolencia de su gobernante, quien fue impotente contra el mal, procuró satisfacer la voluntad del pueblo al cual debería haber gobernado. "Todo el pueblo" se hizo culpable de la sangre de Jesús en la solemne expresión, que sigue cumpliéndose hasta este día, hasta que la gracia soberana, según el propósito de Dios, la quite - solemne pero terrible palabra, "Su sangre sea sobre nosotros, y sobre nuestros hijos." ¡Triste y horrible ignorancia que la propia voluntad ha traído sobre un pueblo que rechazó la luz! ¡Es lamentable! de qué manera, digo nuevamente, cada cual ocupa su lugar en presencia de esta piedra de toque - un Salvador rechazado. La compañía de los Gentiles, los soldados, ocupan su lugar burlándose, con la brutalidad habitual en ellos como paganos y verdugos, así como lo harán los Gentiles en gozosa adoración cuando Aquel de quien ellos se burlaron será verdaderamente el Rey de los Judíos en gloria. Jesús soporta todo. Era la hora de Su sometimiento al pleno poder del mal: la paciencia debe tener su obra perfecta, a fin de que Su obediencia pudiera ser completa en todos los aspectos. Él soportó todo sin socorro, en lugar de fracasar en la obediencia a Su Padre. ¡Qué diferencia entre esto y la conducta del primer Adán rodeado de bendiciones!

[85] Es extraño decirlo, pero este nombre significa hijo de Abba (Abba = padre), como si Satanás se burlara de ellos con el nombre.

26.4 - La crucifixión; el abismo de Sus sufrimientos

Cada cual debe ser siervo del pecado, o de la tiranía de la iniquidad en esta hora solemne, en la cual todo es sometido a prueba. Obligan a uno llamado Simón - conocido después, según parece, entre los discípulos - a llevar la cruz de Jesús; y el Señor es conducido al lugar de Su crucifixión. Él rehúsa allí aquello que podría haberle entorpecido. Él no evitará la copa que tenía que beber, ni se privará de Sus facultades a fin de permanecer insensible a lo que era la voluntad de Dios en cuanto a lo que Él debía sufrir. Las profecías de los Salmos se cumplen en Su Persona, por medio de aquellos que poco pensaban en lo que estaban haciendo. Al mismo tiempo, los Judíos tuvieron éxito en llegar al último grado de vileza. Su Rey fue colgado. Tienen que soportar la vergüenza a pesar de ellos. ¿De quién era la culpa? Pero, endurecidos e insensibles, comparten con un malhechor la miserable satisfacción de insultar al Hijo de Dios, su Rey, el Mesías, para su propia ruina, y citan (cuán ciega es la incredulidad) de sus propias escrituras, como expresión de lo que pensaban, aquello que en ellos fue puesto en boca de los enemigos incrédulos de Jehová. Jesús lo sintió todo; pero la angustia de Su prueba, donde, después de todo, Él era un testimonio fiel y sosegado, y el abismo de Sus sufrimientos, contenían algo mucho más terrible que toda esta malicia o abandono del hombre. Indudablemente, "los ríos alzaron su sonido."(Salmo 93:3) [86]. Una tras otra, las olas de la impiedad arremetieron contra Él; pero las profundidades que le aguardaban debajo, ¿quién podía sondearlas? Sólo Su corazón, Su alma - el vaso de un amor divino - podía sumergirse más profundo que el fondo de aquel abismo que el pecado había abierto para el hombre, para llevar a lo alto a aquellos que permanecían allí, después de haber soportado Él sus dolores en Su propia alma. Un corazón que había sido siempre fiel, fue abandonado por Dios. Allí donde el pecado llevó al hombre, allí el amor llevó al Señor, pero con una naturaleza y una percepción en las que no existían distancias ni separaciones, de modo que pudiera sentirse el pecado en toda su plenitud. Nadie sino Él, que estaba en ese lugar, podía sondearlo o sentirlo.

[86] En Mateo encontramos, reunidos a propósito, la deshonra hecha al Señor y los insultos que se le hicieron, y en Marcos, el abandono de Dios.

26.5 - Abandonado por Dios; glorificando a Dios

Es, también, un espectáculo maravilloso ver al único hombre justo en el mundo exclamar al final de Su vida que fue abandonado por Dios. Pero fue así como Él glorificó a Dios como nadie podía haberlo hecho nunca, y donde nadie sino Él pudo haberlo hecho - hecho pecado, en presencia de Dios como tal, sin ningún velo que ocultara, ni misericordia que lo cubriera o lo soportara.

Los padres, llenos de fe, habían experimentado, en su angustia, la fidelidad de Dios, quien respondió la expectativa de sus corazones. Pero Jesús (en cuanto a la condición de Su alma en aquel momento) clamó en vano. "Gusano, y no hombre" (Salmo 22:6) ante la vista de todos, tuvo que soportar el abandono del Dios en quien Él confiaba.

Al estar los pensamientos de ellos lejos de los Suyos, aquellos que le rodearon ni siquiera entendieron Sus palabras, pero ellos cumplieron las profecías por medio de su ignorancia. Jesús, dando testimonio por la intensidad de Su voz que no era el peso de la muerte lo que le oprimía, entregó el espíritu.

26.6 - La eficacia de la muerte de Cristo; el velo rasgado

Este Evangelio nos presenta la eficacia de Su muerte en un doble aspecto. En primer lugar, el velo del templo se rasgó en dos, de arriba abajo. Dios, quien había estado siempre oculto detrás del velo, se descubre completamente por medio de la muerte de Jesús. La entrada en el lugar santo se hace evidente - un camino nuevo y vivo que Dios ha abierto para nosotros a través del velo. Todo el sistema Judío, las relaciones del hombre con Dios bajo sus modos, su sacerdocio, todo se derrumbó al rasgarse el velo. Cada uno se halló, pues, ante la presencia de Dios sin ningún velo de por medio. Los sacerdotes tenían que estar siempre en Su presencia. Pero, por este mismo hecho, el pecado, que habría hecho imposible para nosotros que estuviéramos allí, fue, para el creyente, quitado completamente delante de Dios. El Dios santo, y el creyente, limpiado de sus pecados, son reunidos por medio de la muerte de Cristo. ¡Qué amor fue aquel que cumplió con esto!

26.7 - La resurrección; pecadores sin temor ante Dios

En segundo lugar, aparte de esto, fue tal la eficacia de Su muerte, que cuando Su resurrección hubo roto los lazos que los apresaban, muchos de los muertos aparecieron en la ciudad - testigos de Su poder, quien, habiendo sufrido la muerte, se levantó por sobre ella, y la venció, y destruyó su poder, o lo tomó en Sus propias manos. La bendición estaba ahora en la resurrección.

Por lo tanto, la presencia de Dios sin un velo, y de pecadores sin pecado ante Él, prueba la eficacia de los sufrimientos de Cristo.

La resurrección de los muertos, sobre los cuales el rey de los terrores no tenía más derechos, mostró la eficacia de la muerte de Cristo para los pecadores, y el poder de Su resurrección. El Judaísmo ha terminado para aquellos que tienen fe, al igual que el poder de la muerte. El velo se rasgó. El sepulcro entregó su presa; Él es el Señor de los muertos y de los vivos. [87]

[87] La gloria de Cristo en ascensión, y como Señor de todo, no entra, históricamente, en el ámbito de Mateo.

26.8 - El primer testimonio de fe entre los Gentiles de la Persona de Cristo

Hay, todavía, un testimonio especial del grandioso poder de Su muerte, por la importancia de estas palabras: "Y yo, si fuere levantado de la tierra, a todos atraeré a mí mismo." (Juan 12:32). El centurión que estaba de guardia en la crucifixión del Señor, viendo el terremoto y las cosas que habían sido hechas, temblando, confiesa la gloria de Su Persona; y, extraño como él es a Israel, rinde el primer testimonio de fe entre los Gentiles: "Verdaderamente, éste era Hijo de Dios."

26.9 - El instinto del afecto; al pie de la cruz

Pero la narración sigue. Algunas pobres mujeres - a quienes la devoción otorga a menudo, de parte de Dios, más valor que a los hombres en su posición más responsable y ocupada - permanecían cerca de la cruz, observando lo que hacían a Aquel que amaban. [88]

[88] La parte que ocupan las mujeres en toda esta historia es muy instructiva, especialmente para ellas. La actividad del servicio público, aquel que puede ser llamado 'obra', pertenece naturalmente a los hombres (todo lo que pertenece a lo designado generalmente como ministerio) aunque las mujeres comparten una actividad muy preciosa en privado. Pero hay otro aspecto de la vida cristiana que les pertenece exclusivamente a ellas, y es la consagración amante y personal a Cristo. Es una mujer la que ungió al Señor mientras los discípulos murmuraban; son mujeres las que estaban cerca de la cruz cuando todos, excepto Juan, le habían abandonado; son mujeres las que vinieron al sepulcro y fueron enviadas a anunciar la verdad a los apóstoles, quienes, después de todo, habían regresado a sus propios hogares; son mujeres las que ministraron las necesidades del Señor. Y, en realidad, esto tiene un alcance mayor. La consagración al servicio quizás sea la parte del hombre; pero el instinto de afecto, aquel que entra más íntimamente en la posición de Cristo, y que está, de este modo, más directamente en relación con Sus sentimientos, en comunión más cercana con los sufrimientos de Su corazón - esta es la parte de la mujer: ciertamente una parte feliz. La actividad del servicio para Cristo, pone al hombre un poco fuera de esta posición, por lo menos si el Cristiano no es vigilante. No obstante, todo tiene su lugar. Hablo de aquello que es característico; pues hay mujeres que han servido mucho, y hombres que han sentido mucho. Observen aquí también, creo que es algo que ya he hecho notar, que esta adhesión del corazón hacia Jesús es la posición donde se reciben las comunicaciones del verdadero conocimiento. Todo el primer evangelio es anunciado a la pobre mujer que era pecadora y que lavó Sus pies; a María, se le anuncia que está derramando el bálsamo para Su muerte; a María Magdalena, nuestra elevada posición; a Juan que estaba cerca de Su pecho, se anuncia la comunión que Pedro deseaba. Y aquí, las mujeres tienen una mayor participación.

Pero ellas no eran las únicas que llenaban el lugar de los aterrados discípulos. Otros - y esto ocurre a menudo - a quienes el mundo había sujetado, una vez que la profundidad de su afecto es despertada por el asunto de Sus sufrimientos, los sufrimientos de Aquel que ellos realmente amaban, cuando el momento es tan doloroso que los demás quedan aterrorizados, entonces (estimulados por el rechazo de Cristo) sienten que ha llegado el momento de tomar una decisión, y convertirse en intrépidos confesantes del Señor. Asociados hasta aquí con aquellos que le habían crucificado, ellos deben aceptar ahora este hecho, o bien declararse ellos mismos. Por gracia, ellos hacen esto último.

26.10 - "Con los ricos fue en Su muerte"

Dios había preparado todo de antemano. Su Hijo iba a tener Su tumba con los ricos. José va audazmente a ver a Pilato y pide el cuerpo de Jesús. Él envuelve el cuerpo, que Pilato le entrega, en una sábana limpia, y lo pone en su propio sepulcro, el cual nunca había servido para ocultar la corrupción del hombre. María Magdalena y la otra María [89], pues estas eran conocidas, se sentaron cerca del sepulcro, resignadas por todo lo que quedaba de su fe hacia Aquel que habían amado y seguido con adoración durante Su vida.

[89] Es decir, María la mujer de Cleofás, y madre de Jacobo y José, mencionada constantemente como "la otra María." En Juan 19:25, la expresión "María mujer de Cleofás" ha sido tomada como aposición* de la expresión "y la hermana de Su madre." Pero esto es simplemente un error. Se trata de otra persona. Había cuatro mujeres: tres Marías, y la hermana de Su madre.

(*N. del T.: Aposición = Reunión de dos o más sustantivos sin conjunción. Ejemplo: Jerusalén, capital de Israel.)

26.11 - El testimonio involuntario de la incredulidad

Pero la incredulidad no tiene fe en sí misma, y temiendo el caso de que aquello que niega sea verdad, desconfía de todo. Los principales sacerdotes solicitaron a Pilato que asegurara el sepulcro, a fin de frustrar cualquier intento que los discípulos pudieran hacer para fundamentar la doctrina de la resurrección en la ausencia del cuerpo de Jesús de la tumba en que había sido puesto. Pilato les ofrece asegurar el sepulcro ellos mismos; así que todo lo que hicieron sirvió para que fuesen ellos mismos, testigos involuntarios del hecho, y nos asegura el cumplimiento de lo que ellos temían. Así, Israel fue culpable de este esfuerzo de inútil resistencia al testimonio que Jesús había rendido a Su propia resurrección. Ellos testificaban su verdad contra ellos mismos. Las precauciones que Pilato tal vez no habría tomado, ellos las llevaron hasta el extremo, de manera que todo error en cuanto al hecho de Su resurrección era imposible.

26.12 - El ministerio y el servicio de Jesús aún con los pobres del rebaño

La resurrección del Señor es relatada brevemente en Mateo. El objetivo es, reitero, después de la resurrección, relacionar el ministerio y servicio de Jesús - ahora transferido a Sus discípulos - con los pobres del rebaño, el remanente de Israel. Él los reunió de nuevo en Galilea, donde les había enseñado constantemente, y donde los menospreciados de entre el pueblo habitaban lejos del orgullo de los Judíos. Esto relacionó la obra de ellos con la de Él, en aquello que la distinguía de manera especial con referencia al remanente de Israel.

27 - Capítulo 28

27.1 - Plena seguridad de la fe del hecho de la resurrección del Señor

Examinaré los detalles de la resurrección en otro lugar. Aquí sólo considero su significado en este Evangelio. El día de reposo terminó (al atardecer del Sábado, para nosotros - cap. 28), las dos Marías vienen a ver el sepulcro. En aquel momento, esto fue todo lo que hicieron. Los versículos 1 y 2, no son consecutivos, los versículos 2, 3 y 4 van juntos. Cuando ocurrió el terremoto y las circunstancias que lo acompañaron, nadie se hallaba allí excepto los soldados. De noche todo era seguro. Los discípulos no sabían nada de ello en la mañana. Cuando las mujeres llegaron al amanecer, el ángel que estaba sentado a la puerta del sepulcro las tranquilizó con las noticias de la resurrección del Señor. El ángel del Señor había descendido y había abierto la puerta de la tumba, la cual el hombre había cerrado con toda posible precaución [90]. Colocando allí a los soldados, ellos, en realidad, lograron solamente tener asegurada mediante testigos irreprochables, la verdad de la predicación de los discípulos. Las mujeres, en su visita al atardecer anterior, y en la mañana cuando el ángel les habló, recibieron plena seguridad para su fe acerca del hecho de Su resurrección. Todo lo que es presentado aquí son los hechos. Las mujeres habían estado allí al atardecer. La intervención del ángel certificó a los soldados el verdadero carácter de Su abandono de la tumba; y la visita de las mujeres en la mañana estableció el hecho de Su resurrección como un objeto de fe para ellas mismas. Ellas van y lo anuncian a los discípulos, quienes, lejos de haber hecho aquello que los Judíos les imputaban, ni siquiera creían las afirmaciones de las mujeres. Jesús mismo aparece a las mujeres que volvían del sepulcro, habiendo creído las palabras del ángel.

[90] Pero yo percibo que el Señor Jesús había abandonado la tumba antes que la piedra fue hecha rodar; eso era para los ojos mortales.

27.2 - La comisión de los discípulos

Como ya he dicho, Jesús se relaciona con Su obra anterior entre los pobres del rebaño, lejos de la sede de la tradición Judía, y del templo, y de todo aquello que vinculaba al pueblo con Dios según el antiguo pacto. Él ordena a los discípulos que le fueran a encontrar allí, y ellos le hallan allí, y le reconocen; y es allí, en esta escena anterior de los trabajos de Cristo, según Isaías 8 y 9, donde reciben su comisión de parte de Él. De ahí que en este Evangelio no tenemos, en absoluto, la ascensión de Cristo, sino que tenemos que toda potestad le es dada a Él en el cielo y en la tierra, y conforme a ello, la comisión dada a Sus discípulos alcanza a todas las naciones (Gentiles). A ellos debían proclamar Sus derechos, y hacerlos discípulos.

27.3 - Un Salvador resucitado, poderoso; la revelación y la confesión del Padre, el Hijo y el Espíritu Santo como el nombre santo para todas las naciones

No obstante, no era solamente el nombre del Señor, ni en relación con Su trono en Jerusalén. Al ser Señor del cielo y de la tierra, Sus discípulos tenían que anunciarle por todas las naciones fundamentando su doctrina sobre la confesión del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Tenían que enseñar, no la ley, sino los preceptos de Jesús. Él estaría con ellos, con los discípulos que así le confesaran, hasta el fin del mundo. Es esto lo que relaciona todo lo que será consumado hasta que Cristo se siente sobre el gran trono blanco, con el testimonio que Él mismo rindió en la tierra en medio de Israel. Es el testimonio del reino, y de su Cabeza, una vez rechazada por un pueblo que no le conoció. Vincula el testimonio a las naciones con un remanente en Israel que reconoce a Jesús como el Mesías, pero ahora resucitado de entre los muertos, como Él había dicho, pero no a Cristo conocido como ascendido a las alturas. Ni tampoco presenta a Jesús solamente, ni a Jehová, como no siendo ya el sujeto del testimonio, sino como la revelación del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo, como el nombre santo por medio del cual las naciones se relacionaban con Dios.


Traducido del inglés por: B.R.C.O. - 2006.