8 - Las cuatro bestias (Capítulo 7)

El libro de Daniel


El capítulo séptimo constituye la introducción a la segunda división del libro de Daniel. En esta división ya no tenemos las interpretaciones de los sueños y mensajes dados a los reyes paganos, sino las revelaciones e interpretaciones de las visiones dadas al propio Daniel.

Todo el libro trata, como hemos visto, de los tiempos de los gentiles. Con respecto a este período se nos presentan dos grandes temas: primero, en Daniel 1 al 6, el fracaso de los gentiles en su responsabilidad de gobernar en el temor de Dios, que termina en apostasía y juicio; en segundo lugar, en los capítulos 7 al 12, las circunstancias de los judíos durante este tiempo. Así, volverán a pasar ante nosotros los cuatro grandes imperios gentiles, pero ahora en su relación con el pueblo judío, y su tratamiento, no solo de esa nación en su conjunto, sino del remanente piadoso de la nación. Aprenderemos que, aunque Dios castiga a su pueblo, siempre se reserva un remanente como testigo de sí mismo, y nunca abandona su propósito de restablecer la nación en bendición bajo el reinado de Cristo.

El séptimo capítulo nos presenta de nuevo los cuatro grandes imperios gentiles, no como aparecen ante los hombres como una imagen imponente, sino como son vistos por Dios, y por lo tanto presentados bajo la forma de bestias.

El capítulo contiene tres visiones distintas y sus interpretaciones:

  • En primer lugar, versículos 1-6, la visión de las cuatro bestias con detalles de las tres primeras.
  • En segundo lugar, los versículos 7-12, la visión que da cuenta detallada de la cuarta bestia.
  • En tercer lugar, los versículos 13-14 la visión del dominio del Hijo del hombre.
  • En cuarto lugar, versículos 15-28, la interpretación de las visiones.

8.1 - La primera visión (v. 1-6)

8.1.1 - Versículo 1

Se ha notado que las profecías de Daniel son diferentes a cualquier otra profecía del Antiguo Testamento, ya que no están dirigidas directamente al pueblo de Dios. Durante el tiempo del cautiverio, los judíos ya no son reconocidos públicamente como el pueblo de Dios; por lo tanto, cualquier comunicación que Dios hace no se dirige a ellos, sino a Daniel personalmente. Sin embargo, leemos que Daniel «escribió el sueño, y relató lo principal del asunto». Así, estas visiones, que despliegan el futuro del mundo, se registran para la guía del pueblo de Dios en todas las épocas.

8.1.2 - Versículo 2

En su visión, Daniel ve el gran mar agitado por los cuatro vientos del cielo. El mar se menciona en las Escrituras proféticas para indicar «pueblos, multitudes, naciones y lenguas» (Apoc. 17:15). Los cuatro vientos del cielo parecen indicar que desde todos los rincones del globo ha habido una acción providencial de Dios permitiendo al mundo caer en una condición de anarquía y revolución.

8.1.3 - Versículo 3

De este agitado mar surgen cuatro bestias sucesivas y distintas entre sí. De la interpretación que sigue, parece concluyente que estas cuatro bestias presentan otro aspecto de los cuatro grandes imperios mundiales, ya representados en la imagen del sueño de Nabucodonosor. En la visión de la imagen, estos imperios estaban presentados como potencias imponentes, pero en deterioro a la vista de los hombres. Aquí estos mismos imperios están presentados en una forma que expresa su sucesivo deterioro moral a los ojos de Dios. La crueldad, el egoísmo, la rapacidad, sin reconocimiento ni conocimiento de Dios, caracterizan a la bestia; y tales son los rasgos solemnes de los imperios mundiales durante los tiempos de los gentiles hasta que sea establecido el dominio de Cristo.

8.1.4 - Versículo 4

La primera bestia era «como león, y tenía alas de águila». Otras Escrituras conducen a la conclusión de que esta primera bestia representa a Babilonia, el primer imperio mundial. En el cuarto capítulo de Jeremías, versículo 7, el profeta se refiere a Babilonia bajo la figura de un león. En Ezequiel 17:7 Babilonia está comparada con un águila. De nuevo, en Jeremías 49:19 y 22, ambas figuras se utilizan para representar a Babilonia en su poder y majestuosidad, así como la rapidez de sus conquistas.

Además, el profeta ve un cambio notable en la bestia. Las alas fueron arrancadas y la bestia se paró sobre sus pies como un hombre, y se le dio un corazón de hombre. Las alas arrancadas parecen indicar que las rápidas conquistas del imperio cesarán. Un león parado sobre sus pies como un hombre, y con el corazón de un hombre, no tiene ni dignidad ni fuerza, y esto aparentemente apunta a lo que realmente sucedió cuando Babilonia fue despojada de su dignidad como potencia mundial, y se convirtió en una mera provincia en sujeción al Imperio persa.

8.1.5 - Versículo 5

La segunda bestia era «semejante a un oso, la cual se alzaba sobre un costado», y tenía tres costillas en la boca. Esto seguramente prefigura el Imperio medo-persa, que sucedió al Imperio babilónico. Estaba compuesto por dos nacionalidades, siendo la nación persa exaltada sobre la meda. Sabemos que fue Darío, el medo, quien capturó Babilonia, aunque poco después Ciro, el persa, se convirtió en la gran potencia del imperio. Las tres costillas en la boca indican probablemente el carácter rapaz del imperio, que devoraba a otras naciones sin piedad.

8.1.6 - Versículo 6

La tercera bestia era «semejante a un leopardo», pero con cuatro alas de ave y cuatro cabezas. Estas figuras representan vívidamente el carácter y la historia del Imperio griego. Las cuatro alas ilustran bien la impetuosidad y la rapidez de las conquistas de Alejandro Magno, mediante las cuales el Imperio griego adquirió un dominio preeminente. Las cuatro cabezas parecen indicar los cuatro reinos en los que se dividió finalmente el imperio tras la muerte de Alejandro.

8.2 - La segunda visión (v. 7-12)

8.2.1 - Versículo 7

La cuarta bestia, en gran parte profética de eventos aún por cumplir, es de tan profunda importancia que ciertos detalles son dados a Daniel en una segunda visión. No hay nada en la naturaleza con lo que se pueda compararse a esta bestia. Está presentada a propósito como un monstruo antinatural, que despierta pavor y terror en el espectador. Tenía grandes dientes de hierro; devoraba y despedazaba, y lo que no devoraba, lo pisoteaba con sus pies. Era diferente a todas las demás bestias y tenía diez cuernos.

Probablemente todos estarán de acuerdo en que esta bestia es una figura del Imperio romano, marcada por su fuerza vencedora, y el terror que inspiraba en las naciones del mundo. En su irresistible poder de conquista y engrandecimiento, sometía a otras naciones a su despotismo, mientras que las que se negaban a someterse eran aplastadas.

8.2.2 - Versículo 8

La importancia de este imperio, a diferencia de los tres primeros, radica en el hecho de que es el imperio que existirá en los últimos días de los tiempos de los gentiles, el que entra en contacto con Cristo y su pueblo, y por lo tanto el poder que será directamente juzgado y apartado por el reino de Cristo. Este imperio, pues, desempeñará todavía un gran papel en el futuro próximo del mundo. Este aspecto futuro del Imperio romano nos está presentado en la parte de la visión que habla de los diez cuernos y del cuerno pequeño. Este cuerno pequeño tenía ojos de hombre y una boca que hablaba grandes cosas.

La interpretación nos dará más detalles sobre estos diez cuernos y el cuerno pequeño. Aquí es suficiente notar que los diez cuernos nos llevan claramente al futuro cuando el Imperio romano será avivado en forma de diez reinos bajo una sola cabeza (véase Apoc. 13:1; 17:12).

8.2.3 - Versículos 9-10

La segunda visión describe la cuarta bestia y también predice el juicio de la bestia. Daniel ve una visión del Dios eterno, el Anciano de los Días, sentado en el trono del juicio. Sabemos que Cristo es también el Anciano de los Días, una persona divina, así como el Hijo del hombre. En el primer capítulo del Apocalipsis está presentado como el Juez con todas las características que ilustran al Anciano de los Días en el Libro de Daniel. Además, Daniel no solo ve el trono del Anciano de los Días, sino que ve otros tronos que fueron «puestos». Estos tronos evidentemente se refieren a los tronos de los santos que estarán asociados con Cristo en este juicio de las naciones vivas. Se vuelve a hacer referencia a ellos en el Apocalipsis, cuando el apóstol Juan dice: «Vi tronos, y se sentaron sobre ellos a quienes fue dado juzgar» (Apoc. 20:4; 22:5; 1 Cor. 6:2).

Alrededor del trono hay miles de seres angélicos. La ejecución del juicio es una de las funciones de los ángeles. El pasaje que describe el juicio de las naciones vivas en Mateo 25 comienza presentando al Hijo del hombre llegando a su trono de gloria, «y todos los ángeles con él» (Mat. 25:31).

8.2.4 - Versículo 11

Aquí el juicio se interesa especialmente al cuerno pequeño y a la bestia que este dirige. La ocasión inmediata del juicio es el «sonido de las grandes palabras que hablaba el cuerno». El desafío blasfemo a Dios que marcará la última cabeza del revivido Imperio romano traerá un juicio rápido y abrumador sobre él mismo y su dominio. Es bueno notar que el juicio del que habla Daniel no es el juicio final del gran trono blanco, cuando los muertos serán resucitados y juzgados. Daniel habla del juicio de las naciones vivas que precederá al reinado de Cristo, pero considerado más especialmente en relación con el Imperio romano y su cabeza.

8.2.5 - Versículo 12

La cuarta bestia queda sometida al juicio directo de Dios. A las tres primeras bestias se les quitó su dominio. Perdieron su poder mundial, no por juicio directo, sino de manera providencial. Sin embargo, sus vidas fueron prolongadas por una temporada y tiempo. Aunque perdieron su posición predominante, siguen existiendo como naciones, aunque se hayan debilitado.

8.3 - La tercera visión (v. 13-14)

El juicio de la bestia despeja el camino para la instauración del Reino de Cristo. Este glorioso acontecimiento está predicho por una tercera visión, en la que Daniel ve a uno como el Hijo del hombre venir con las nubes del cielo. Recibe su reino como hombre de Dios, el Anciano de los Días. Su dominio es mundial, abarcando «todos los pueblos, naciones y lenguas». Su dominio será eterno. No desaparecerá, como otros reinos. Nunca será destruido.

8.4 - La interpretación de las visiones (v. 15-28)

8.4.1 - Versículo 15

El efecto inmediato de estas visiones fue afligir el espíritu de Daniel y perturbar su mente. Debe haber habido muchas cosas en las tres visiones que Daniel no podía entender, pero al menos se dio cuenta de que predecían un tiempo de prueba y dolor para su amado pueblo.

8.4.2 - Versículo 16

Aparte de la instrucción divina, Daniel no es más capaz de interpretar sus propios sueños que los de los reyes paganos. Así que me acerqué a «uno de los que asistían, y le pregunté la verdad acerca de todo esto». No se nos dice con certeza quiénes eran los que «asistían». Probablemente se trata de una referencia a los ángeles que, en la visión, “estaban delante” del Anciano de los Días. Aquel a quien Daniel apela es evidentemente inteligente en la mente de Dios, y está designado, como los mensajeros angélicos en el Apocalipsis, para dar «la interpretación de las cosas» vistas en las visiones.

En la interpretación que sigue, es bueno observar que, como ha dicho otro, “siempre encontramos, ya sea en la profecía o en la parábola, que la explicación va más allá de lo que contiene la declaración original”. Así sucede en este pasaje: las visiones nos presentan el carácter y la historia de las cuatro potencias mundiales; la interpretación muestra la conexión de estas potencias mundiales con el pueblo de Dios. Así, en el curso de la explicación se menciona a los santos cinco veces (v. 18, 21-22, 25, 27).

8.4.3 - Versículo 17

Primero, se le dice a Daniel que estas cuatro grandes bestias son cuatro reyes que se levantarán de la tierra, y un poco más tarde aprendemos que «la cuarta bestia será un cuarto reino en la tierra» (v. 23). Evidentemente, entonces, los «reyes» son usados para representar reinos. Por lo tanto, no podemos equivocarnos al considerar que estas cuatro bestias representan cuatro grandes monarquías. En la visión surgen del mar; aquí surgen de la tierra. La visión describe su origen providencial o político, la interpretación su origen moral. Providencialmente surgen en un tiempo de agitación política; moralmente son terrenales, en contraste con el reino del Hijo del hombre, que viene del cielo.

8.4.4 - Versículo 18

A continuación, se informa a Daniel, para su consuelo y el nuestro, sobre el fin último de los tiempos de los gentiles, en lo que respecta al pueblo de Dios. Estas monarquías pueden oponerse al pueblo de Dios y blasfemar de Dios, pero el final será el triunfo del pueblo de Dios, porque, «los santos del Altísimo… poseerán el reino hasta el siglo, eternamente y para siempre».

Podemos preguntarnos: ¿Quiénes son los santos del Altísimo? La mejor traducción es “los santos del lugar muy alto”. Hay quienes, como las bestias y sus súbditos, son moralmente de la tierra, y hay el pueblo de Dios que posee al Dios del cielo, y está, por tanto, en conexión con los lugares celestiales, o altos. En la tercera visión es el Hijo del hombre el que viene con las nubes del cielo, y a él se le da el reino que nunca pasará. Aquí aprendemos la verdad adicional de que el pueblo de Dios de todas las edades, todos los que a través de la historia del mundo han estado en contacto con el cielo, compartirán con el Hijo del hombre su glorioso reinado. A este gran acontecimiento miró Enoc cuando profetizó, diciendo: «He aquí, que vino el Señor con sus santas miríadas» (Judas 14).

8.4.5 - Versículos 19-22

A continuación, Daniel pregunta más particularmente sobre la cuarta bestia. Repite la visión, pero con detalles añadidos, pues ahora se refiere a los santos, y nos dice que contempló que el representado por el cuerno pequeño perseguía a los santos, y durante un tiempo limitado se le permitió prevalecer contra ellos, pues este triunfo sobre los santos fue «hasta que vino el Anciano de los Días», y entonces los santos ejercerían el juicio sobre los que habían prevalecido contra ellos.

8.4.6 - Versículo 23

En respuesta a las preguntas de Daniel, el ángel expone la visión de la cuarta bestia. Se nos dice claramente que representa el «cuarto reino en la tierra». Este sabemos que era el Imperio romano. Era «diferente de todos los otros reinos» porque asumía una forma de gobierno que combinaba la autocracia con la democracia, ya prefigurada en el hierro y el barro de la imagen. En su dominio casi universal bien podría decirse que «a toda la tierra devorará». Al pisotear y romper en pedazos, sometía a las naciones, y aplastaba a los que se negaban a someterse. Así tenemos una imagen del Imperio romano en el día de su poder original.

8.4.7 - Versículo 24

Los detalles del versículo 23 se refieren a acontecimientos que, en los días de Daniel, eran todavía futuros. En nuestros días sabemos que se han cumplido al pie de la letra. En los detalles que siguen somos transportados a eventos que todavía son futuros. El ángel dice: «Los diez cuernos significan que de aquel reino se levantarán diez reyes». Es imposible resistirse a la conclusión de que esto se refiere a la última fase del Imperio romano, cuando, como se dice claramente en Apocalipsis 17, revivirá en forma de diez reinos confederados bajo una sola cabeza imperial.

Entonces aprendemos el significado del cuerno pequeño de los versículos 8, 20 y 21. Después de los diez reyes se levantará otro rey, distinto de ellos, y someterá a tres reyes. Es distinto de los diez reyes en la medida en que representan reinos diferentes, pero este rey representa un poder especial que surge en medio de los diez reinos y gana su territorio sometiendo a tres de los reinos. Es «su dominio» el que finalmente se trata en el juicio (v. 26), y por tanto parece concluyente que el cuerno pequeño, al someter a tres de los reyes, adquiere poder sobre todo el imperio.

La imagen que está presentada de la última fase del Imperio romano es claramente la de siete reinos, unidos con los tres reinos sometidos, bajo una cabeza imperial –el cuerno pequeño. Leyendo esta Escritura en conjunto con los detalles que se nos dan en Apocalipsis 13:1-8 y Apocalipsis 17:1, solo podemos concluir que el cuerno pequeño de este capítulo es la cabeza reavivada del Imperio romano que nos está presentada tan prominentemente en el libro de Apocalipsis.

8.4.8 - Versículo 25

Cuatro cosas son definitivamente predichas de este hombre terrible. Primero: «Hablará palabras contra el Altísimo». No solo, como cualquier hombre natural, estará enemistado con Dios, sino que con atrevida impiedad desafiará abiertamente a Dios (véase Apoc. 13:6). En segundo lugar, perseguirá a los santos del Altísimo, a los que poseen a Dios en los lugares altos o celestiales (véase Apoc. 13:7). En tercer lugar, cambiará «los tiempos y la ley». No solo destruirá a los santos, sino que pensará en cambiar los tiempos y las leyes del pueblo terrenal de Dios, los judíos que, en ese momento, habrán regresado a su tierra. En cuarto lugar, se nos dice que se le permitirá prevalecer por un tiempo y tiempos y la división del tiempo, es decir, por un período de tres años y medio (véase Apoc. 13:5).

8.4.9 - Versículo 26

No se permitirá que su blasfemia contra Dios y su persecución de los santos continúen. Al final del tiempo asignado, el juicio lo alcanza. Su dominación le es quitada, y es completamente consumido y destruido hasta el fin. Hasta el final de los tiempos, nunca será restablecido.

8.4.10 - Versículo 27

Después del juicio de la bestia y de su reino, todos los reinos de la tierra pasarán bajo el dominio del pueblo de los santos del Altísimo, el pueblo terrenal de Dios, los judíos. Entonces, a través del pueblo de Dios, todos los pueblos de la tierra serán llevados a servirlo y adorarlo, él cuyo reino es un reino eterno.

8.4.11 - Versículo 28

Daniel había tenido el privilegio de mirar hacia el futuro y ver al pueblo de Dios establecido en un reino mundial y eterno bajo el dominio del Dios Altísimo. Sin embargo, al pensar en los mares de dolor y prueba por los que pasarían antes de llegar al reino, sus pensamientos lo turbaban y su semblante cambió. Sin embargo, guardaba estas cosas en su corazón. Es bueno, también, que el pueblo de Dios mire en todo momento más allá de la larga y oscura noche, y que aclame en su corazón el día venidero.

Porque el Rey de reyes viene,
Y el amanecer está en el cielo,
Y los vigilantes en las montañas
Anuncian que el día está cerca.