Índice general
12 - El Anticristo (Capítulo 11:2-15)
El libro de Daniel
Antes de recibir estas nuevas revelaciones, Daniel está asegurado de que lo que va a oír es «la verdad». Para nuestro conocimiento de la historia del pueblo terrenal de Dios durante los tiempos de los gentiles, tenemos la certeza de las revelaciones divinas en lugar de las especulaciones humanas.
En el curso de estas revelaciones tenemos:
- En primer lugar, la previsión de los acontecimientos que conducen al tiempo del fin (v. 2-35).
- En segundo lugar, la profecía que nos lleva al tiempo del fin, anunciando el reinado del Anticristo, como apóstata, en medio de la nación apóstata de los judíos (v. 36-39).
- En tercer lugar, el enemigo del norte de los judíos que, en los últimos días, desbordará su tierra durante el reinado del Anticristo (v. 40-45).
12.1 - La historia profética de los acontecimientos relacionados con la tierra de Israel hasta el tiempo del fin
El ángel presenta a Daniel un breve resumen de las actividades de los poderes gentiles en relación con la tierra de Dios. Se pone de manifiesto que, si Dios registra los acontecimientos en el mundo gentil, es solo en la medida en que estos acontecimientos conciernen a su pueblo y a «la tierra gloriosa» (v. 16).
12.1.1 - Versículo 2
En el momento de estas comunicaciones el primer gran imperio mundial había caído. El segundo o Imperio persa tomaba la cabeza en el gobierno del mundo. Daniel está primero informado en pocas palabras cómo el Imperio persa llegaría a su fin. Después del actual rey de Persia, aún debían surgir otros tres reyes, siendo el cuarto rey de Persia mucho más grande que sus predecesores. Por Esdras 4 sabemos que los tres primeros reyes fueron Asuero, Artajerjes y Darío (Esd. 4:5-7, 23-24). El cuarto rey fue, lo sabemos por la historia, el famoso Jerjes que dirigió a los persas contra el gobernante de Grecia.
12.1.2 - Versículo 3
Entonces el ángel le dice a Daniel que se levantaría un rey poderoso que gobernaría sobre un gran dominio, y haría según su voluntad. Nuevamente la historia nos dice que este fue Alejandro Magno, quien derrotó a Jerjes, aplastó al Imperio persa y estableció el dominio de Grecia –el tercer imperio mundial.
12.1.3 - Versículo 4
Entonces aprendemos, como ya se describió en visiones anteriores, que el dominio de Alejandro sería dividido en cuatro reinos distintos que no descenderían a su posteridad, sino que serían gobernados por extranjeros. Todo esto sabemos que se cumplió cuando el dominio de Alejandro fue dividido entre cuatro de sus generales.
12.1.4 - Versículos 5-6
Uno de estos reinos estaría situado al norte de la tierra de Israel y otro al sur. En la profecía que sigue, los gobernantes de estos reinos son referidos respectivamente como el rey del sur, o Egipto, y como el rey del norte, o Siria. En el curso de la profecía, estos títulos no se refieren siempre a la misma persona, sino que se utilizan como títulos oficiales para designar a los reyes de un mismo linaje. Las revelaciones que siguen se ocupan principalmente de las actividades de estas dos divisiones del imperio de Alejandro, ya que entran especialmente en contacto con el pueblo terrenal de Dios y la tierra de Dios.
A Daniel se le informa de que el rey del sur, uno de los Ptolomeos, un famoso príncipe bajo Alejandro, sería fuerte, pero surgiría uno que «será más fuerte que él». Este fue sin duda el primer rey del norte. La historia profana relata con gran detalle el conflicto entre estas dos potencias. Dios da los hechos sobresalientes, ya que en el curso de estos conflictos uno u otro tomó posesión de la tierra de Israel.
Tras años de conflicto, estas dos potencias intentarían acercarse mediante un acuerdo, reforzado por una alianza matrimonial. La hija del rey del sur sería entregada al rey del norte. Sin embargo, este matrimonio no lograría poner fin al conflicto. La hija del rey del sur, aunque dada al rey del norte, no tendría ningún poder. Ella, su marido y sus acompañantes serían «entregados» a sus enemigos. La historia nos dice que todos fueron asesinados.
12.1.5 - Versículo 7-9
El hermano de la reina asesinada, llegado a ser rey del sur, ataca al rey del norte para vengar el asesinato de su hermana. Se impondría al rey del norte y, habiendo tomado muchos cautivos y un rico botín, regresaría a su propia tierra.
12.1.6 - Versículos 10-12
A su debido tiempo, los hijos del rey del norte tratarían de vengar su derrota. Reunirían un gran ejército y pasarían por la tierra santa para atacar al rey del sur. Movido por la ira, el rey del sur saldría al encuentro de este ataque y trataría de aplastar a sus oponentes. Sin embargo, su aplastante victoria no establecería su propia seguridad ni pondría fin a estos conflictos.
12.1.7 - Versículos 13-14
El rey del norte volvería al ataque con un ejército aún mayor. Además, muchos otros se unirían a este ataque contra el rey del sur. Asimismo, se le dice a Daniel que los insurrectos de su propio pueblo –los judíos, aquí llamados los «turbulentos»– tratarían de exaltarse uniéndose a esta alianza contra el rey del sur.
12.1.8 - Versículos 15-16
En el curso de este conflicto el rey del norte tomaría las ciudades fortificadas en la tierra de Israel, y la tierra gloriosa quedaría bajo su poder. Las fuerzas del rey del sur no podrían detener la conquista de la tierra gloriosa.
12.1.9 - Versículo 17
Habiéndose apoderado de la tierra, el rey del norte se prepararía para entrar en la tierra del rey del sur con toda la fuerza de su reino. Sin embargo, aparentemente cambia de opinión y entrega su hija al rey del sur, esperando que a través de ella lograra sus fines mediante la corrupción. Ella, sin embargo, se negaría a actuar por su padre en contra de su marido.
12.1.10 - Versículos 18-19
Confiando en que con este matrimonio sus fines sobre Egipto estarían asegurados, el rey del norte atacaría las islas de Grecia, y durante un tiempo saldría victorioso, pero en el oeste se levantaría un príncipe que lo derrotaría por completo, haciéndolo regresar a su propio país como un príncipe aplastado y destrozado.
12.1.11 - Versículo 20
Consecuencia de su derrota, el rey del norte tendría que pagar tributo (como sabemos por la historia) a los romanos: por lo tanto, su sucesor sería conocido como «un cobrador de tributos», o exactor. Sus exacciones a los habitantes del país conducirían a su asesinato.
12.1.12 - Versículos 21-24
Le sucede un personaje infame, conocido en la historia como Antíoco Epífanes. No sería el heredero legítimo, sino que mediante la adulación desarmaría a la oposición y obtendría el reino pacíficamente. Invadiría la tierra de Dios, aplastando toda resistencia y apartando al líder del pueblo de Dios, aquí llamado el príncipe de la alianza. Haría una alianza con el pueblo, y luego trabajaría con engaño para obtener los lugares más importantes de las provincias mediante la corrupción y el soborno. Impondría la idolatría al pueblo, cosa que sus padres no habían hecho.
12.1.13 - Versículos 25-28
Habiéndose apoderado de la tierra gloriosa, atacaría al rey del sur, el cual le opondría un poderoso ejército. Sin embargo, el rey del sur sufriría una derrota, ya que el rey del norte planearía artimañas contra él, corrompiendo a sus dependientes. Estos dos reyes se reunirían y tratarían de engañarse mutuamente en la misma mesa. El rey del norte regresaría a su tierra con grandes riquezas, habiendo decidido en su propio corazón no cumplir ningún pacto hecho, ni con el rey del sur ni con el pueblo de Dios.
12.1.14 - Versículos 29-35
Finalmente, el rey del norte volvería a atacar al rey del sur. En este ataque se le opondría una potencia del oeste. Los barcos de Quitim vienen contra él –una flota del Imperio romano. Frustrado en todos sus planes por este nuevo enemigo, se vería obligado con indignación a regresar desde el sur. Al parecer, su indignación se descargaría sobre los judíos. Desde la mitad del versículo 30 hasta el final del versículo 35 tenemos con gran detalle las acciones de este hombre vil en relación con los judíos y su tierra. Es a estos acontecimientos a los que nos han conducido estos detalles históricos, ya que exponen la enemistad del hombre hacia Dios y su pueblo –una enemistad que el judío tendrá que enfrentar en todo su horror culminante en los últimos días.
En el día de este infame rey, como en los últimos días, se encontrarán apóstatas entre los judíos –aquellos «que abandonen el santo pacto». Es hacia estos hombres que “dirigirá su atención”, y «con lisonjas seducirá». Teniendo éxito durante un tiempo por su corrupción, tendrá el poder de su lado, que utilizará para contaminar el santuario, quitar el sacrificio diario, y establecer un ídolo en el templo.
Sin embargo, en este tiempo terrible, habrá entre los judíos aquellos «que conocen a su Dios». Ellos serán fuertes y actuarán por su Dios e instruirán a muchos en los caminos y el pensamiento de Dios. En consecuencia, tendrán que enfrentar la persecución, la violencia y el encarcelamiento durante muchos días. No obstante, en todas sus penas serán ayudados. Todo será permitido por Dios para probarlos en vista de la recompensa y de la gloria que vendrá al final, porque el final, siendo designado por Dios, ciertamente vendrá.
Los principales acontecimientos anunciados en esta profecía se dan con tal precisión que es fácil ver, a partir de la historia profana, su cumplimiento exacto, e incluso dar los nombres a los diferentes actores, y las fechas y lugares de sus victorias y derrotas. Además, los acontecimientos finales de esta profecía, presentados en los versículos 21 al 35, en los que se describen las actividades del vil Antíoco Epífanes, se dan con mayor detalle, ya que no solo presentan la historia en relación con el pueblo de Dios, que ya se ha cumplido, sino que tipifican con gran precisión los dolores aún mayores por los que pasará la nación judía en el futuro día de la gran tribulación.
12.2 - El Anticristo (v. 36-39)
Hasta el final del versículo 35 tenemos la profecía de acontecimientos que, aunque futuros en la época de Daniel, hace tiempo que se han cumplido. A partir del versículo 36, el ángel habla de acontecimientos cuyo cumplimiento es todavía futuro. Esto queda claro por las palabras del ángel que dice que estas cosas continuarán hasta que se cumpla la indignación (v. 36); y también por la referencia al tiempo del fin (v. 40). El ángel ya había utilizado esta expresión «el tiempo determinado» para mostrar que las persecuciones por las que pasa el remanente fiel tienen en vista un final (v. 35); ahora, en el versículo 40, se utiliza para describir los acontecimientos que precederán inmediatamente al tiempo del fin. Además, es importante notar que, en el versículo 36, el ángel introduce en su profecía un personaje totalmente nuevo bajo la designación de «el rey». Del versículo 40 aprendemos que tanto el rey del sur como el del norte vendrán contra este nuevo personaje. Evidentemente, el ángel ya no está hablando del rey de Egipto o de Asiria, sino de un rey que reina en el país.
Las características de este hombre, tal como las da el ángel, se corresponden tan completamente con la descripción del hombre de pecado, o Anticristo, tal como se expone en el Nuevo Testamento (2 Tes. 2), que solo se puede concluir que ambos pasajes se refieren a la misma persona. La diferencia es que, en Daniel, el Anticristo está presentado en relación con la apostasía judía, mientras que en la Segunda Epístola a los Tesalonicenses está presentado como el resultado de la apostasía de la cristiandad. Es la descripción profética de este hombre terrible lo que da una importancia tan profunda a esta sección final de la profecía.
En primer lugar, aprendemos que hará «su voluntad». Actuará con total independencia de Dios, sin reconocer otra voluntad que la suya propia.
En segundo lugar, se exaltará y engrandecerá a sí mismo por encima de todo dios. Estas dos cosas marcaron la caída del hombre. Adán actuó independientemente de Dios bajo la tentación de exaltarse a sí mismo para ser como Dios. En el Anticristo, estas dos cosas serán vistas en su manifestación final, la culminación de todo el mal que ha arruinado a la raza de Adán.
En tercer lugar, no solo pretenderá ser superior a todo dios, sino que hablará cosas blasfemas contra el Dios de los dioses.
En cuarto lugar, a pesar de la maldad de este temible hombre, se le permitirá «prosperar hasta que se cumpla la indignación». El profeta Isaías muestra claramente que la expresión «ira» se usa para referirse al tiempo del trato de Dios en el juicio gubernamental con la nación de Israel (véase Is. 5 al 10 e Is. 14).
En quinto lugar, aprendemos que este hombre «del Dios de sus padres no hará caso, ni al deseo de las mujeres, ni respetará a dios alguno; porque sobre todo se engrandecerá». Evidentemente, se tratará de un judío apóstata, que rechaza, no solo a Jehová, sino al Mesías, cuyo nacimiento era el deseo de las mujeres judías.
En sexto lugar, habiéndose engrandecido a sí mismo por encima de todo y erigiéndose en Dios, impondrá al hombre un nuevo dios, «el dios de las fortalezas». Aparentemente, establece el gobierno de la fuerza sobre el derecho.
En séptimo lugar, bajo este nuevo dios de la fuerza, organizará toda la tierra de Israel, repartiéndola para obtener ganancias y como recompensa a los que ejecutan su voluntad.
Tales son las temibles características del Anticristo venidero en relación con el judío y la tierra. Es evidente que será el contraste exacto de todo lo que se ve tan benditamente en Cristo, que siempre hizo la voluntad de Dios, nunca se exaltó a sí mismo, y solo buscó el honor del Padre y la bendición del hombre.
Así, en unas breves palabras, hemos puesto ante nosotros al Anticristo, él mismo un judío apóstata que reina sobre una nación apóstata. En este pasaje, nada aprendemos de su abrumador juicio. Este se da en el Apocalipsis.
12.3 - El rey del norte (v. 40-45)
12.3.1 - Versículos 40-43
El Anticristo nos presenta el gran enemigo de Dios y de su pueblo que, en los últimos días, se encontrará en medio del pueblo judío. Los versículos finales del capítulo anuncian proféticamente que, al mismo tiempo, la nación judía será combatida por un enemigo exterior.
Pero «al cabo del tiempo», cuando los judíos vuelvan a su país bajo el reinado del Anticristo, serán atacados por el rey del sur y el rey del norte. Evidentemente, el rey del norte será su gran y serio adversario, pues leemos que vendrá como un torbellino y se desbordará y pasará por el país. Durante un tiempo, seguirá su carrera victoriosa, pues «muchas provincias caerán». Edom, Moab y los hijos de Amón escaparán; pero la tierra de Egipto caerá bajo su poder.
Podemos deducir de esta Escritura que cuando los judíos sean reintegrados en su país, las antiguas naciones que antes los rodeaban volverán a aparecer, según los límites de las tierras originalmente asignadas por Dios. Sabemos por Isaías que el juicio de Dios sobre estas tres naciones será ejercido por Israel (Is. 11:14); por lo tanto, puede ser que al rey del norte no se le permita tocarlas. Sin embargo, se le permite derrocar a los egipcios y despojarlos de sus riquezas. Al parecer, los libios y los etíopes cumplirán sus órdenes.
12.3.2 - Versículos 44-45
En medio de sus éxitos, recibirá noticias de enemigos que se acercan desde el este y el norte, lo que le obligará a volverse contra estos nuevos enemigos «con gran ira». En su marcha de regreso busca establecer su palacio en el glorioso Monte santo.
En este pasaje no se dan detalles de las circunstancias que cierran su carrera. solo se nos dice que llegará a su fin y que no habrá nadie que le ayude, expresión que parece indicar que Dios tratará directamente con este enemigo al margen de la intervención humana (véase Ez. 39:1-7).
Conectando las diferentes afirmaciones de los versículos 36 al 45, vemos una imagen vívida de los judíos en el momento del fin, cuando serán reunidos de nuevo en su propio país en la incredulidad, rechazando a Cristo como su Mesías. Habrán reconstruido su templo y reanudado sus sacrificios. Habiendo rechazado a su rey, recibirán, según las propias palabras del Señor, a otro que «viene en su propio nombre» (Juan 5:43); así aceptarán al Anticristo como rey. En el norte del país, Siria será establecida bajo un rey poderoso. En el sur, Egipto prosperará bajo su propio rey, teniendo «tesoros de oro y plata». Etiopía y Libia existirán como naciones distintas. En el este, Edom, Moab y Amón serán restablecidas. En estas circunstancias, los judíos, habiendo aceptado el gobierno del Anticristo, devienen apóstatas y su tierra será la presa de sus enemigos del norte.