3 - Los tiempos de los gentiles (Capítulo 2)

El libro de Daniel


En el primer capítulo hemos visto las características morales que deben encontrarse en aquel a quien Dios puede dar sabiduría e inteligencia en cuanto a su mente. Esto prepara el camino para las revelaciones de todo el libro.

En la segunda división del libro, que comienza con el capítulo 2 y continúa hasta el final del capítulo 6, nos es presentado el propósito principal de la profecía de Daniel: la presentación de un esquema profético de los tiempos de los gentiles.

En el capítulo 2 pasan ante nosotros cuatro grandes imperios sucesivos que ejercerán el poder de gobierno durante este tiempo. Este gobierno comienza con el Imperio babilónico, continúa con los Imperios medo-persa y griego, y termina con el Imperio romano. Aprendemos, además, que estos imperios, que ejercen su poder sin referencia a Dios, quedarán bajo un juicio que prepara el camino para el establecimiento del reino eterno de Cristo.

Los capítulos 3 al 6 de Daniel nos presentan ciertos incidentes históricos que exponen las características morales sobresalientes de estos sucesivos imperios mundiales. Además, estos capítulos son ricos en instrucción moral para el pueblo de Dios en todo momento.

Los temas principales que pasan ante nosotros en Daniel 2 son:

  • En primer lugar, la exposición de la debilidad e inutilidad del poder y la sabiduría de este mundo (v. 1-13),
  • En segundo lugar, el hombre de Dios con el que está la mente del Señor (v. 14-23),
  • En tercer lugar, el testimonio de Dios ante el mundo (24-30),
  • En cuarto lugar, la revelación del sueño del rey (31-35),
  • En quinto lugar, la interpretación del sueño del rey (36-45),
  • En sexto lugar, el honor que se le da al siervo del Señor (46-49).

3.1 - La sabiduría de este mundo para nada sirve (v. 1-13)

En la primera parte del capítulo se nos permite ver cómo Dios trabaja detrás de las cambiantes escenas de este mundo, controlando incluso los sueños de un rey pagano, y despreciando el orgullo del hombre.

3.1.1 - Versículos 1-6

Nabucodonosor está perturbado por un sueño, su sueño lo abandona y su memoria le falla. Todo lo permite Dios para obligar al rey a reconocerse a sí mismo por medio de su siervo Daniel. El rey ya había considerado a Daniel diez veces más sabio que todos los sabios de Babilonia. Sin embargo, olvidando o rechazando a Daniel, se dirige a los magos, astrólogos, hechiceros y caldeos, exigiendo que no solo den la interpretación del sueño, sino que primero recuerden el sueño olvidado. Si satisfacían las exigencias del rey, serían muy recompensados; si no lo hacían, serían despedazados y sus casas convertidas en un estercolero.

3.1.2 - Versículos 7-11

Esta petición parece a primera vista totalmente irrazonable, y los caldeos le dicen al rey: «No hay hombre sobre la tierra que pueda declarar el asunto del rey… Porque el asunto que el rey demanda es difícil, y no hay quien lo pueda declarar al rey, salvo los dioses cuya morada no es con la carne». Sin embargo, cuando recordamos las vastas pretensiones de estos sabios de Babilonia, la petición no parece tan escandalosa.

3.1.3 - Versículos 12-13

Evidentemente, el rey no tiene una gran opinión de la integridad de sus sabios. Probablemente tenía buenas razones para considerarlos muy capaces de preparar palabras mentirosas y corruptas. Ellos, por su parte, se encuentran en un dilema tal que se ven obligados a reconocer su total incompetencia. Sin embargo, la confesión de su impotencia no sirve de nada ante el furioso rey, que inmediatamente envía un decreto para la destrucción de todos los sabios de Babilonia.

¡Qué imagen del mundo! La autoridad hace demandas irrazonables a los consejeros en los que no hay confianza real, y recurre a la ira y la violencia si las demandas no se cumplen inmediatamente. La sabiduría de este mundo resulta ser una mera pretensión cuando se la pone a prueba. Hay poder sin sabiduría, por un lado, y profesión de sabiduría sin poder por el otro.

3.2 - El secreto de Jehová está con los que le temen (v. 14-23)

La exposición de la debilidad del hombre que ejerce el mayor poder en la tierra y la insensatez de los que pretenden la mayor sabiduría preparan el camino para presentar el poder y la sabiduría de Dios. Esto trae al frente al remanente del pueblo de Dios con el que se encuentra la sabiduría y el entendimiento, y que da testimonio de la sabiduría, el poder y los derechos soberanos de Dios en el cielo, y en relación con los asuntos de los hombres en la tierra.

3.2.1 - Versículos 14-15

Aparentemente, Daniel no había sido convocado con los sabios que se presentaron ante el rey; pero, al ser considerado entre los sabios de Babilonia, queda bajo el decreto de que todos ellos debían ser asesinados. De este modo, Daniel y sus compañeros se ven involucrados en los grandes acontecimientos del día.

Lo que sigue pone de manifiesto de forma muy llamativa el carácter piadoso de estos hombres, constituyendo un brillante testimonio de Dios ante el mundo. En primer lugar, vemos la tranquila serenidad de la fe en medio de una escena de terror y confusión. Daniel, manteniendo una conducta tranquila, pregunta: «¿Cuál es la causa de que este edicto se publique de parte del rey tan apresuradamente?». La voluntad arbitraria del hombre, impulsada por el miedo, no admite demora; pero «el que creyere, no se apresure» (Is. 28:16). Dichoso, en verdad, cuando la fe del pueblo de Dios lo mantiene en tranquila compostura en presencia de la excitación de alguna crisis nacional.

3.2.2 - Versículo 16

En segundo lugar, vemos la audaz confianza de la fe que caracteriza a Daniel en presencia del rey. Pidiendo tiempo al rey, informa al enfurecido monarca con la mayor confianza de que «él mostraría la interpretación al rey». El curso posterior de Daniel muestra que no se trata de la autoconfianza de la carne, sino de la expresión externa de la confianza secreta en Dios. Aparentemente, Daniel ha entrado de tal manera en la mente de Dios que se da cuenta de que Dios ha ocultado el sueño al rey para echar por tierra el poder y la sabiduría de este mundo, y para dar testimonio de su propio poder y sabiduría soberanos. Así, Daniel puede decir, no solo que Dios podía mostrar la interpretación, sino que “lo haría”, y eso sin ninguna sugerencia de que el rey deba contar primero el sueño.

3.2.3 - Versículos 17-18

En tercer lugar, vemos el valor que Daniel otorga a la comunión y la oración. Habiendo dejado la presencia del rey, se dirige a su propia compañía, y da a conocer el asunto a sus compañeros. Valora el compañerismo de sus hermanos y confía en sus oraciones, pues exige que «pidiesen misericordias del Dios del cielo». Además, valora la oración definida, pues sus oraciones han de ser por misericordias «sobre este misterio». Aquí descubrimos que la comunión con sus hermanos y la dependencia de Dios es el secreto de la tranquila seguridad y confianza de Daniel ante los hombres.

3.2.4 - Versículo 19

Cuarto, vemos que Daniel está marcado por la paz de Dios –la paz que es el resultado prometido de dar a conocer nuestras peticiones a Dios. Leemos que el secreto fue «revelado a Daniel en visión de noche». Esto indica, sin duda, que Daniel, habiendo expuesto el asunto ante Dios, se retiró tranquilamente a dormir. Con el mismo espíritu, David, en un día anterior, en aquel terrible momento en que fue expulsado de Jerusalén por su hijo Absalón, pudo decir: «Con mi voz clamé a Jehová, y él me respondió desde su santo monte. Yo me acosté y dormí» (Sal. 3:4-5). Así el Señor, en un día posterior, en la absoluta perfección de su camino, pudo dormir durante la tormenta con la cabeza sobre el cabezal. Bien por nosotros, si encomendando todo al cuidado del Padre, nos mantenemos en perfecta paz en medio de las tormentas de la vida.

En quinto lugar, Daniel no solo ora, sino que da las gracias. No procede a utilizar la respuesta a su oración sin antes dar gracias por esta misericordia.

3.2.5 - Versículo 20

Dios aprecia tanto la gratitud de su pueblo que, aunque no ha revelado las palabras de la oración, ha dejado constancia de las palabras exactas de la alabanza. Al igual que en la oración dada por el Señor a sus discípulos en un día posterior, en la alabanza de Daniel se da el lugar principal al nombre de Dios. «Sea bendito el nombre de Dios de siglos en siglos», dice Daniel. «Santificado sea tu nombre», son las palabras del Señor.

Entonces Daniel atribuye a Dios «el poder y la sabiduría». Nabucodonosor tenía una medida de poder, pero carecía de sabiduría; los caldeos tenían una medida de sabiduría, pero no de poder. Con el Dios del cielo hay sabiduría absoluta con poder absoluto.

3.2.6 - Versículos 21-22

Además, Dios es soberano. Él puede cambiar los tiempos y las estaciones. Él quita reyes y pone reyes. Además, puede, si quiere, impartir sabiduría y conocimiento a otros, y revelar «lo profundo y lo escondido». Para su omnisciencia nada está oculto; Él «conoce lo que está en tinieblas, y con él mora la luz».

3.2.7 - Versículo 23

Finalmente, mientras agradece a Dios por la revelación que se le ha dado a conocer, Daniel reconoce que es en respuesta a una oración unida. Puede decir: «Ahora me has revelado lo que te pedimos; pues nos has dado a conocer el asunto del rey».

3.3 - El testimonio de Dios ante el mundo (v. 24-30)

Tras la oración y la alabanza de Daniel y sus compañeros en privado, tenemos el testimonio fiel de Daniel en público.

3.3.1 - Versículos 24-25

Arioc, el capitán de la guardia del rey, habiendo llevado a Daniel ante el rey, busca con sabiduría mundana utilizar la ocasión para su propio beneficio. Le dice al rey: «He hallado un varón… el cual dará al rey la interpretación». Se cuida de no comprometerse sugiriendo que Daniel mostrará al rey su sueño.

3.3.2 - Versículo 26

Esto, sin embargo, es lo importante a los ojos del rey. No basta con dar una interpretación del sueño, algo que los sabios estaban dispuestos a hacer. La verdadera pregunta es: ¿Puede alguien recordar el sueño? Así que de inmediato el rey le pregunta a Daniel: «¿Podrás tú hacerme conocer el sueño que vi, y su interpretación?».

3.3.3 - Versículo 27

Daniel sí puede hacerlo; pero en su respuesta primero deja de lado la sabiduría de este mundo al recordarle al rey que sus sabios, astrólogos, magos y adivinos no pueden mostrar el secreto que el rey ha exigido.

3.3.4 - Versículo 28

Entonces, habiendo soplado sobre la sabiduría de Babilonia, Daniel da un testimonio fiel a Dios. Lo que el hombre no puede hacer, Dios puede hacerlo. «Hay un Dios en los cielos, el cual revela los misterios».

3.3.5 - Versículo 29

Además, en cuanto al rey, Daniel deja muy claro que tiene que ver con Dios. El «que revela los misterios» y «por saber» lo que sucederá «en lo por venir». En cuanto al propio Daniel, no se siente exaltado por las grandes revelaciones que ha recibido, ni utiliza, como Arioc, la ocasión para su propia gloria. Se esconde detrás de la gloria de Dios y en la medida en que lo hace, Dios está glorificado.

3.3.6 - Versículo 30

Admite que todo el conocimiento que posee le ha llegado por revelación; y, aun así, esta revelación no le ha sido dada por ninguna sabiduría que él tenga más que cualquier otro viviente; ni viene principalmente por el bien del rey, y menos aún para salvar la vida de los sabios de Babilonia. Es para «que se dé a conocer al rey la interpretación». Vincula a sus compañeros con él y le recuerda al rey que Dios cuida de su pueblo, por muy cautivo que esté, y actúa por «su bien». En el gobierno de este mundo, Dios siempre tiene en cuenta a su pueblo y a menudo interviene en los asuntos de los hombres por «su bien». Hablando de esta escena, uno ha dicho: “Es cuando entendemos cómo humillarnos a fondo que somos verdaderamente exaltados. Si Daniel desaparece, Dios mismo se manifiesta en él. ¡Oh, que tengamos la sabiduría y el poder espiritual de escondernos así detrás de Jesús, para que Él sea puesto en primer plano! Cada acto así es un triunfo grande y precioso”.

3.4 - El revelador de secretos (v. 31-35)

3.4.1 - Versículo 31

Habiendo puesto al hombre en su verdadero lugar, y atestiguado la suficiencia de Dios, Daniel procede a mostrarle al rey su sueño. Le dice al rey que vio «una gran imagen». En la interpretación que sigue, aprendemos que esta imagen representa el gobierno del mundo durante los tiempos de los gentiles por medio de cuatro grandes monarquías gentiles. Aquí, en la visión, se presentan como formando una imagen, y que la imagen de un hombre –un hombre que parece excelente y sin embargo terrible.

Los tiempos de los gentiles se caracterizan por el gobierno del hombre, en el que hay muchas cosas que despiertan la admiración de los hombres por su magnificencia exterior, y sin embargo infunden terror por la opresión. Es una visión del hombre de la tierra en contraste con el Dios del cielo.

3.4.2 - Versículos 32-33

Otra característica de la imagen es el deterioro progresivo de su composición desde la cabeza hasta los pies. La cabeza es de oro, el pecho y los brazos de plata, el vientre y los muslos de bronce, las piernas de hierro, y los pies en parte de hierro y en parte de barro. Este deterioro no está en la fuerza de los metales, sino en su valor. La fuerza material de los metales indica la extensión de los dominios de cada imperio. El valor de los metales significa más bien el poder soberano de cada imperio. La extensión de los dominios de los tres últimos imperios mundiales superaría en gran medida la del primer imperio; pero en ninguno el poder imperial, que representa el poder de Dios, era tan manifiesto como en el primer imperio: la cabeza de oro.

3.4.3 - Versículos 34-35

Por último, en la visión, Nabucodonosor vio una piedra cortada sin manos. Vio la introducción de un reino que no fue establecido como resultado de la agencia del hombre; fue «no con manos». Esto sabemos que es el Reino de Cristo. La piedra cae sobre los pies de la imagen; pero, como resultado, toda la imagen se ve envuelta en la ruina. El reinado de Cristo se ocupará en juicio de la forma final del último imperio, pero, al hacerlo, hará a un lado todo el sistema de gobierno del hombre en la tierra, y establecerá un gobierno estable y mundial, comparado con una gran montaña que «llenó toda la tierra».

3.5 - Cosas que sucederán en el futuro (v. 36-45)

Habiendo recordado el sueño, Daniel procede a dar la interpretación, revelando «lo que había de ser en lo por venir».

3.5.1 - Versículos 36-38

Se le dice a Nabucodonosor que, como representante del imperio babilónico, es la cabeza de oro. Hasta ahora habían existido en la tierra distintas naciones, cada una bajo su propio rey. Ahora, por primera vez se establece una nueva forma de gobierno: el gobierno por unidad imperial. Bajo esta forma de gobierno, las naciones, con sus reyes, se unen bajo un imperio con una cabeza imperial que es un rey de reyes.

A Nabucodonosor, el primer jefe del primer imperio, se le dice que su reino, su poder, su fuerza y su gloria fueron dados por Dios. «Dondequiera que habitan hijos de hombres, bestias del campo y aves del cielo, él los ha entregado en tu mano». En los imperios sucesivos veremos que la extensión de los imperios aumenta, pero este poder soberano de la cabeza disminuye.

3.5.2 - Versículo 39

El segundo y tercer imperio, representados por el pecho y los brazos de plata, y el vientre y los muslos de bronce, son aludidos aquí de la manera más breve. Por visiones posteriores aprenderemos que el segundo imperio es el medo-persa (véase Dan. 5:28 y Dan. 8:20) y el tercer imperio el griego (véase Dan. 8:21). Aquí se nos dice simplemente que los reinos que surgirán serán inferiores al imperio de Babilonia.

3.5.3 - Versículo 40

Al llegar al cuarto reino, nos es presentado su carácter con mucho mayor detalle, no solo porque es el último reino de los tiempos de los gentiles, sino que es el único reino con el que Cristo tratará directamente en el juicio. Esto define claramente el cuarto reino como el Imperio romano. El mundo estaba bajo el dominio del Imperio romano cuando Cristo vino a la tierra y entró en conflicto con él cuando dejó el mundo. Es el Imperio romano avivado el que será juzgado por Cristo en su venida (Lucas 2:1-2; Juan 19:10-11; Apoc. 17:7-14).

Es importante notar que de los últimos tres reinos ninguno es establecido directamente por Dios, solo se dice que el primer reino y el reino de Cristo son establecidos por el Dios del cielo (v. 37-44). Los otros tres reinos surgen por medios providenciales, el poder soberano declina con cada reino hasta que se restablece en absoluta perfección en el reino de Cristo.

La característica sobresaliente del cuarto reino es que «será fuerte como hierro». El hierro es más fuerte que el oro, la plata o el latón, pero no es tan precioso. Como figuras bíblicas, el oro siempre habla de lo que es divino, el hierro de lo que es humano. En el cuarto imperio hay un gran aumento de todo lo que es humano, y una gran pérdida de todo lo que es divino.

En el gobierno del cuarto imperio, habrá un creciente desarrollo de la sabiduría humana, del ingenio humano y de los recursos humanos, y cada vez menos reconocimiento de Dios, lo que implicará una creciente pérdida del poder soberano y absoluto de Dios en el gobierno. A medida que los tiempos de los gentiles se acerquen a su fin, el hombre tratará cada vez más de gobernar el mundo sin referencia a Dios, hasta que el mundo esté maduro para el juicio.

Una segunda característica del cuarto reino es su crueldad. Con un poder despiadado rompe en pedazos y aplasta a todos sus oponentes.

3.5.4 - Versículos 41-42

Una tercera característica es que el cuarto imperio, en el curso de su historia, se dividirá y debilitará. Daniel nos dice que «los pies y los dedos», eran «en parte de barro cocido de alfarero y en parte de hierro», lo que indica que «será un reino dividido» y se debilitará, o, como dice Daniel, «en parte fuerte y en parte frágil».

3.5.5 - Versículo 43

La pérdida de lo que es de Dios y la introducción del elemento humano conducen como siempre a la división y la debilidad. El poder gobernante debilitado ya no puede mantener unido al imperio. El hierro mezclado con el barro cenagoso indica la mezcla de la democracia con la soberanía. El barro, o elemento democrático, provoca la ruptura del imperio.

Dos hechos, sin embargo, quedan claros. Primero, aunque el cuarto imperio será dividido y debilitado por la mezcla de arcilla, siempre será cierto que “habrá en él la fuerza del hierro”. Nunca llegará un momento en que se asemeje enteramente a la arcilla. El gobierno del cuarto imperio nunca será totalmente democrático. En segundo lugar, se nos dice que el hierro y el barro pueden mezclarse, pero nunca se unirán. La democracia y la soberanía serán siempre antagónicas.

3.5.6 - Versículos 44-45

Se nos dice entonces que, aparte de los reinos representados por la imagen, otro reino será establecido por el Dios del cielo.

Este Reino contrasta directamente con los cuatro grandes reinos de los tiempos de los gentiles. Los cuatro reinos son destruidos o dejados a otros, pero este Reino nunca será destruido, ni será pasado a otros. No solo romperá el reino que lo precedió inmediatamente, sino que romperá en pedazos todos estos reinos, y mientras dure el mundo: «permanecerá para siempre».

Más allá de toda duda, este Reino es el Reino milenario de nuestro Señor Jesucristo. La profecía no se refiere a la primera venida de Cristo al mundo en gracia, y al establecimiento del reino de la gracia por el triunfo del evangelio sobre los sistemas paganos, como algunos han pensado. Se trata del Reino establecido en el poder por la segunda venida de Cristo, un reino que se introduce no por la gracia sino por el juicio.

Tenemos, pues, en el sueño y su interpretación, una previsión completa del gobierno de este mundo durante los tiempos de los gentiles, que conducirá al establecimiento del Reino eterno de nuestro Señor y Cristo. Es una inmensa misericordia que el cristiano disponga de un esquema dado por Dios sobre el curso y el fin de los grandes imperios mundiales durante los tiempos de los gentiles. Así puede mantenerse al margen de los movimientos políticos de la época, contentándose con seguir en la oscuridad, esperando la venida del Rey de reyes. Sabe que todos los movimientos políticos terminarán en una gran confederación de las naciones bajo el renacido Imperio romano, en oposición a Dios y al Cordero, y sabe que todos estos esfuerzos del hombre serán tratados en el juicio cuando Cristo salga como Rey de reyes y Señor de señores. Ve que las ligas, los tratados y los pactos entre las naciones están preparando el camino para la confederación final contra Dios y Cristo, y se mantiene al margen de lo que terminará en una apostasía abierta a Dios y un juicio abrumador en la aparición de Cristo.

3.6 - «Yo honraré a los que me honran» (v. 46-49)

3.6.1 - Versículos 46-47

El capítulo concluye con un relato del efecto producido en Nabucodonosor por estas revelaciones, y el honor que se les dio a los siervos del Señor. El hecho de que el rey se postrara sobre su rostro y adorara a Daniel, y ordenara que se le ofreciera una ofrenda, indica suficientemente que ni su corazón ni su conciencia habían sido alcanzados. El corazón y la conciencia trabajando habrían iluminado al monarca en cuanto a lo que era conveniente para Dios. Pero si la conciencia no está alcanzada, la mente del rey está al menos convencida de que Dios es supremo y omnisciente.

3.6.2 - Versículos 48-49

Finalmente, Daniel está promovido a un gran honor. Este hombre fiel ha dado testimonio de Dios ante el rey, y se convierte en un medio de bendición tanto para el mundo como para sus propios compañeros. Aunque no había buscado ni pedido nada para sí mismo, es libre de utilizar la ventaja de su posición exaltada para hacer peticiones para sus compañeros.