6 - Capítulo 6

Sinopsis — Marcos


6.1 - El servicio paciente acompañado por el testimonio del juicio por el rechazo de su misión

En lo que sigue a continuación, la historia (propiamente llamada así) de su servicio es reanudada. Solo le vemos rechazado ya por un pueblo ciego, a pesar del poder que él había manifestado, y el cual dio testimonio a la gloria de su Persona. No obstante, él continúa su servicio y envía a sus discípulos para que no faltase ningún esfuerzo; pero con el testimonio del juicio que aguardaba a aquellos que iban a ser culpables del rechazo de su misión –un rechazo que ya estaba sucediendo. El Señor, no obstante, continúa dando pruebas, en misericordia y bondad, de que Jehová, quien tuvo compasión de su pueblo, estaba allí; hasta que, finalmente, tuvo que preparar a sus discípulos para el seguro resultado de su obra, a saber, su muerte de manos de los gentiles, a quienes le entregarían los principales sacerdotes.

6.2 - El servicio del Señor, limitado por la incredulidad de Israel, extendido a lugares vecinos

Para los judíos él era el carpintero, el hijo de María. La incredulidad de ellos detuvo la mano benéfica de Dios para con ellos mismos. Jesús continúa con su obra en lugares vecinos, y envía a sus discípulos –un hecho que implicaba la posesión de poder divino. La misión que recibieron de él les dirigía, aún, a Israel, y tenían que pronunciar el juicio en la tierra de Emanuel, la tierra de Israel, como una tierra contaminada, dondequiera que el testimonio de ellos fuera rechazado. Ellos tenían que salir descansando en la poderosa protección de Aquel que los enviaba, y no deberían carecer de nada. Él era el Señor soberano: todas las cosas estaban a su disposición. Cristo no solo puede comunicar bendiciones como el canal de bendición que él mismo es, sino que también concede a sus discípulos el poder de echar fuera demonios. Los discípulos cumplen con su tarea. Este pasaje muestra de manera extraordinaria la posición y la gloria de Cristo. Él es el Siervo –para los hombres, el hijo del carpintero. En su nuevo servicio, él no toma un lugar para sí, sino que completa aquello que Dios le había dado a hacer. Él no pudo realizar obras poderosas allí, a causa de la incredulidad de ellos –siempre dispuesto a servir, pero silenciado, limitado en el ejercicio de su amor, allí donde ninguna puerta se abrió para recibir su influencia; y la naturaleza juzgando según la vista nunca lo hace. Solo donde había una necesidad, su amor, incansable, obra –debe obrar. Unos pocos enfermos se beneficiaron de un amor que no desprecia a nadie, porque nunca busca lo suyo propio.

6.3 - El poder y el amor divino mostrados en el Siervo dependiente

Pero, en el siguiente versículo, Aquel que no podía efectuar obras poderosas (puesto que su servicio dependía de condiciones divinas, en las cuales Dios podía hallar y seguir llevando a cabo sus relaciones con los hombres a fin de revelarse él mismo), da ahora poder a otros sobre todos los espíritus inmundos, un poder que es divino. Cualquiera puede realizar milagros, si Dios da el poder; pero Dios solo puede darlo. No les iba a faltar nada, pues Emanuel estaba allí; y debían anunciar el juicio si rechazaban su mensaje. El amor divino le había hecho a él enteramente un Siervo dependiente; pero el Siervo dependiente era Dios presente en gracia y en justicia.

6.4 - La oposición mortífera de las autoridades en Israel; la muerte de Juan el Bautista

Pero el efecto de todas estas manifestaciones de poder es, que la conciencia del rey que entonces reinaba en Israel está despertada; y el evangelista nos abre la historia de la oposición homicida de las autoridades en Israel hacia los testigos de la verdad. Herodes hizo ejecutar a Juan para satisfacer la iniquidad de una mujer que le agradaba –iniquidad que compartió con ella. Una danza fue el precio por la vida del profeta de Dios. Tal era el gobernante de Israel.

6.5 - La compasión y el poder de Jesús: saciando a los pobres con pan

Los apóstoles regresan. Jesús los aparta de la muchedumbre inquisitiva y necesitada, yendo hacia un lugar desierto; pero la multitud lo sigue. Jesús, rechazado como lo es por la tierra que amaba, se compadece de los pobres del rebaño y manifiesta, a favor de ellos, el poder de Jehová, para bendecirlos conforme al Salmo 132. A sus pobres sacia de pan. Habiendo despedido a la multitud, él cruza el mar andando; y, reuniéndose con sus discípulos, el viento cesa –una figura de la cual ya hemos hablado cuando meditábamos en Mateo. La obra de ellos había acabado. En cuanto a ellos, pese a todos sus milagros, sus corazones permanecían endurecidos en aquel entonces, y uno tras otro olvidaron los milagros. El Señor continúa su obra de bendición. Solo bastaba tocarlo y ser sanado.