15 - Capítulo 15

Sinopsis — Marcos


15.1 - El testimonio de Jesús, condenado y crucificado por los hombres

Ante Pilato, él solo hace una bella confesión, un testimonio a la verdad donde la gloria de Dios lo requería, y donde este testimonio se oponía al poder del adversario. A todo lo demás, no da respuesta. Él les permite continuar; y el evangelista no entra en detalles. Rendir este testimonio era el último servicio y deber que tenía que realizar. Este ha sido rendido. Los judíos prefieren al sedicioso homicida Barrabás; y Pilato, escuchando la voz de la multitud, incitada por los principales sacerdotes, entrega a Jesús para que sea crucificado. El Señor se somete a los insultos de los soldados, quienes mezclan el orgullo y la insolencia de su clase con el endurecimiento del verdugo, cuyas funciones estaban llevando a cabo. ¡Tristes ejemplos de nuestra naturaleza! El Cristo que venía para salvarlos estaba, por el momento, bajo su poder. Él no utilizó su poder para salvarse a sí mismo, sino para liberar a otros del poder del enemigo. Finalmente, le conducen al Gólgota para crucificarlo. Allí le ofrecen una mezcla soporífera, la cual rehúsa; y lo crucifican con dos malhechores, uno a su derecha y el otro a su izquierda, cumpliendo así (pues era todo lo que ellos hicieron o podían hacer) todo cuanto estaba escrito acerca del Señor. Ahora era la hora de los judíos y de los sacerdotes; obtuvieron, ¡ay de ellos!, el deseo de su corazón. Y ellos hicieron que se manifestase, sin saberlo, la gloria y la perfección de Jesús. El templo no podía levantarse nuevamente sin ser derribado; y, como instrumentos, establecieron el hecho que él les había anunciado. Él salvó a otros y no a sí mismo. Estas son las 2 partes de la perfección de la muerte de Cristo con referencia al hombre.

15.2 - El cumplimiento perfecto de la obra ante Dios

Pero, cualesquiera fuesen los pensamientos de Cristo y sus sufrimientos con respecto a los hombres (aquellos perros, aquellos toros de Basán), la obra que él tenía que hacer contenía profundidades que sobrepasaban aquellas cosas exteriores. Tinieblas cubrieron la tierra –divino y compasivo testimonio de aquello que, con una oscuridad mucho más profunda, cubrió el alma de Jesús, abandonado por Dios por el pecado, pero exhibiendo así, incomparablemente más que en cualquier otra ocasión, su absoluta perfección; al tiempo que las tinieblas marcaban, en una señal externa, su entera separación de las cosas exteriores, siendo toda la obra algo entre él y Dios solo, conforme a la perfección de ambos. Poco comprendido por los demás, todo es entre él y Dios; y exclamando otra vez en voz alta, él entrega el espíritu. Su servicio se terminó. ¿Qué más tenía que hacer él en un mundo donde vivió solo para cumplir la voluntad de Dios? Todo estaba terminado, y él necesariamente se va. Yo no hablo de necesidad física, pues él aún conservaba su fuerza; pero, moralmente rechazado por el mundo, no había ya más lugar en él para mostrarle su misericordia: la voluntad de Dios fue enteramente cumplida por él. Él había bebido en su alma la copa de la muerte y del juicio por el pecado. A él no le quedaba otra cosa sino el acto de morir; y él expira, obediente hasta el final, a fin de comenzar en otro mundo (ya sea para su alma separada del cuerpo, o en gloria), una vida en donde el mal no podría entrar nunca, y donde el nuevo hombre será perfectamente feliz en la presencia de Dios.

15.3 - La obediencia perfecta en la muerte por el Príncipe de vida

Su servicio estaba terminado. Su obediencia tuvo su término en la muerte –su obediencia, y por tanto su vida, vivida en medio de pecadores. ¿Qué habría significado una vida en la cual no hubiera más obediencia que cumplir? Al morir ahora, su obediencia fue perfecta, y él muere. El camino al Lugar Santísimo está abierto ahora –el velo fue rasgado de arriba abajo. El centurión gentil confiesa, en la muerte de Jesús, a la Persona del Hijo de Dios. Hasta entonces, el Mesías y el judaísmo iban juntos. En su muerte, el judaísmo le rechaza, y él es el Salvador del mundo. El velo ya no oculta a Dios. En este aspecto, esto fue todo lo que el judaísmo pudo hacer. La manifestación de la gracia perfecta está allí para el gentil, quien reconoció –porque Jesús entregó su vida dando una gran voz, lo que demostraba la existencia de tanta fortaleza– que el Príncipe de vida, el Hijo de Dios, estaba allí. Pilato también se sorprende de que ya hubiese muerto. Solo lo cree cuando el centurión le certifica esta verdad. En cuanto a la fe –lejos de la gracia, e incluso de la justicia humana– no se turbó en absoluto acerca de todo eso.

15.4 - La manifestación del afecto de los fieles, incluso en su muerte

La muerte de Jesús no lo separó de los corazones de aquellos débiles que le amaban (quienes tal vez no habían entrado en el conflicto, pero que la gracia había sacado ahora de su retiro); aquellas mujeres piadosas, quienes le habían seguido y que habían atendido a menudo sus necesidades, y José, quien, aunque tocado en su conciencia, no lo había seguido, hasta ahora, fortalecido al fin por el testimonio de la gracia y la perfección de Jesús (encontrando la integridad del consejero en las circunstancias, no una ocasión para temer, sino aquello que le indujo a manifestarse) –aquellas mujeres y José están igualmente ocupados acerca del cuerpo de Jesús. Este tabernáculo del Hijo de Dios no es dejado sin aquellos servicios que eran debidos por parte del hombre a Aquel que acababa de dejarlo. Además, la providencia de Dios, así como su operación en sus corazones, había hecho los preparativos para todo esto. El cuerpo de Jesús está puesto en la tumba, y todos ellos esperan que el día de reposo termine para cumplir su servicio para con él. Las mujeres habían tomado conocimiento del lugar.