5 - Capítulo 5

Sinopsis — Marcos


5.1 - El endemoniado liberado del poder de Satanás llamado a servir en la ausencia de Jesús

Pero, en otro sentido, ellos no están con él. Son llamados a servir cuando él deja la escena de su labor. Aprendemos esto del demoníaco Legión, liberado de su miserable condición. El hombre –e Israel en particular– estaba completamente bajo el poder del enemigo. Cristo, en cuanto a la obra de su poder, liberó completamente a aquel en cuyo nombre era ejercido este poder. Él está vestido –no desnudo– en su juicio cabal, y sentado a los pies de Jesús escuchando sus palabras. Pero, la gente del lugar tiene temor, y a Jesús le envían lejos –lo que el mundo ha hecho con Cristo; y en la historia del hato de cerdos tenemos el retrato de Israel después que el remanente ha sido sanado. Ellos son inmundos, y Satanás los conduce a la destrucción. Ahora bien, cuando Cristo se marcha, a aquel que había experimentado personalmente los efectos poderosos de su amor, le hubiera gustado quedarse con él; pero debía irse a casa y dar testimonio a los que estaban alrededor de él, de aquello que Jesús había hecho. Tenía que servir en la ausencia de Jesús. En todas estas narraciones vemos la obra y la entrega del siervo, pero, al mismo tiempo, el divino poder de Jesús manifestado en este servicio.

5.2 - La curación de una enfermedad incurable y vida dada a los muertos

En las circunstancias siguientes a la curación del endemoniado, encontramos la verdadera posición de Jesús retratada en su obra. Él está llamado a sanar a la hija de Jairo –del mismo modo que vino a sanar a los judíos, si ello hubiese sido posible. Mientras se dirigía a la casa de Jairo para realizar esta obra, una pobre mujer, enferma incurable, toca el borde de su vestidura con fe, y es sanada al instante. Este fue el caso con Jesús durante su paso entre los judíos. En la multitud que le rodeaba, algunas almas, por gracia, le tocaron por fe. Verdaderamente, la enfermedad de ellos era incurable de por sí; pero Jesús tenía vida en sí mismo conforme al poder de Dios, y la fe hizo salir su virtud tocándole. Los tales son llevados a reconocer su condición, pero son sanados.

Exteriormente, él estaba en medio de todo Israel –la fe cosechó su beneficio en la conciencia de su propia necesidad y de la gloria de su Persona. Ahora bien, con respecto a aquella que era el objetivo de su viaje, ya no tenía remedio. Jesús la halla muerta, pero no pierde de vista el objetivo de su viaje. Él la resucita, pues él puede dar vida. Así también con respecto a Israel. En el camino, aquellos que tenían fe en Jesús eran sanados, incurables como ellos mismos eran; pero, de hecho, en cuanto a Israel, la nación estaba muerta en delitos y pecados. Al parecer, esto es lo que puso fin a la obra de Jesús. Pero, finalmente, la gracia restaurará la vida a Israel. Vemos la gracia perfecta de Jesús interceptando el efecto de las malas nuevas traídas desde de la casa del gobernante. Tan pronto como el mensajero le hubo relatado acerca de la muerte de su hija, y de la inutilidad de molestar más al Maestro, él le dice a Jairo: «No temas, cree solamente» (5:36). En efecto, aunque el Señor restaura la vida a un Israel muerto al final de los tiempos, no obstante, esto tendrá lugar por medio de la fe. El caso de la pobre mujer, aunque en su aplicación directa no va más allá de los judíos, con todo, se aplica en principio a la sanación de cada gentil que, por gracia, es llevado a tocar a Jesús por fe.

Esta historia ofrece, entonces, el carácter de su servicio, la manera en la cual –a causa de la condición del hombre– tenía que ser cumplido.