Inédito Nuevo

La atención a la Palabra de Dios y el respeto hacia ella

Nehemías 8:1-8


person Autor: Ernst August BREMICKER 16

flag Tema: Ella pide una obediencia absoluta


Traducido de «Le Messager Évangélique», año 2016, página 264

1 - El contexto histórico y su aplicación práctica

El libro de Nehemías nos lleva de vuelta a la época en que el remanente judío traído de Babilonia reconstruyó las murallas de Jerusalén. Pero en este libro no se trata solo de muros y puertas, cosas que nos hablan de separación. También encontramos, de manera muy característica, el valor que la Palabra de Dios tiene para su pueblo y el respeto que muestra por ella.

El relato del capítulo 8 nos habla de una extraordinaria reunión de todo el pueblo para escuchar la lectura del libro de la Ley. Veamos primero 4 puntos de instrucción práctica para nosotros los cristianos cuando nos reunimos para leer y escuchar la Palabra de Dios.

1. ¿Cómo se reúnen estos judíos? «Como un solo hombre» (v. 1). Son unánimes. No se agrupan en diferentes lugares, sino que están todos juntos en el mismo lugar. Nos habla del fundamento único sobre el cual nos reunimos (vean 1 Cor. 11:20; 14:23). Nuestra reunión como Asamblea de Dios para la presentación de la Palabra se lleva a cabo sobre la base de la unidad del Cuerpo de Cristo.

2. ¿Dónde se reúnen?, en la plaza que está delante de la puerta de las aguas. El agua aquí nos habla de la Palabra de Dios, que por un lado refresca nuestra alma y, por otro lado, tiene un efecto purificador sobre ella. En una reunión para la presentación de la Palabra, la Palabra debe ser el punto focal.

3. ¿Cuándo se reunieron?, cuando llegó «el mes séptimo» (7:73). En el calendario judío, el séptimo mes comenzaba con la Fiesta de las Trompetas (Lev. 23:24; Núm. 29:1). Esta fiesta, que tuvo lugar después de mucho tiempo sin fiestas, tuvo el carácter de un despertar. La gente está despertada por la Palabra, y está dispuesta a escucharla. Es solo cuando nuestros corazones y conciencias están despiertos que estamos listos para abrir nuestros oídos y recibir la Palabra de Dios de tal manera que tenga su efecto en nosotros.

4. ¿Quiénes participan en esta reunión? «Todo el pueblo», es decir, «hombres», «mujeres» y «todos los que podían entender» (v. 2). Estuvieron presentes jóvenes y niños que podían entender. Cuando se lee y se presenta la Palabra de Dios, es bueno que todos estén presentes, que no falte nadie.

Hagámonos la pregunta: ¿Hay esos momentos en nuestra vida de creyentes en los que, despertados por la Palabra divina, estamos con un solo corazón ante Dios, para escuchar lo que él tiene que decirnos? Esto debe hacerse en primer lugar en nuestra vida congregacional. Pero también hay otras ocasiones en las que los creyentes se reúnen para escuchar la Palabra de Dios. Y hasta cierto punto, también podemos darnos cuenta de esto en nuestra vida familiar, cuando la leemos juntos.

2 - La atención del pueblo

En el relato de Nehemías 8, se nos dice que «los oídos de todo el pueblo estaban atentos al libro de la ley» (v. 3). No eran indiferentes a lo que se leía, pero los oídos y el corazón estaban abiertos para escuchar y retener lo que Dios tenía que decirles. Esta es una lección importante para nosotros.

Vivimos en un mundo donde muchas voces llegan a nuestros oídos y buscan nuestra atención. Es aún más necesario encontrar momentos de tranquilidad, en los que podamos centrar toda nuestra atención en lo que Dios quiere decirnos. Los israelitas tenían «el libro de la ley», y nosotros tenemos la Biblia, la revelación divina en su totalidad. Booz le dijo a Rut: «Mira bien el campo que sieguen» (Rut 2:9), es decir, en lo que acaba de ser cortado. Este campo nos habla del lugar donde, a través de la lectura y presentación de las Escrituras, se proporciona alimento espiritual.

En cuanto a Esdras, el escriba, que estaba leyendo aquí, se nos dice que él «había preparado su corazón para inquirir la ley de Jehová y para cumplirla, y para enseñar en Israel sus estatutos y decretos» (Esdras 7:10). ¡Un buen ejemplo para nosotros de gran afecto y celo por la Palabra de Dios!

En las reuniones donde se lee y se presenta la Palabra, es fácil que nos distraigamos. Nuestros pensamientos vuelan a cosas que son muy diferentes de las que Dios quiere hablarnos. Lo mismo ocurre en nuestra lectura familiar. El enemigo siempre está tratando de ocupar nuestros pensamientos con cosas inútiles y desviar nuestra atención de lo esencial. El Señor le dijo a Marta: «Estás ansiosa e inquieta por muchas cosas; pero una sola cosa es necesaria; y María ha escogido la buena parte, que no le será quitada» (Lucas 10:41-42). María se sentó a los pies de Jesús y lo escuchó. Por un momento había dejado de lado todo lo demás, y estaba atenta a lo que el Señor tenía que decirle en ese momento. Es digno de que le prestemos toda nuestra atención cuando quiera hablar con nosotros.

3 - El respeto del pueblo

En el momento en que Esdras abrió el libro, todo el pueblo se puso de pie (v. 5). Sintieron que era apropiado estar de pie, no sentados, para escuchar lo que estaba a punto de ser leído. Aquí vemos el respeto que tenían por la Palabra de Dios. Esto también nos enseña. ¿Sabemos todavía algo de este respeto por las Sagradas Escrituras cuando las escuchamos y las leemos? Esto se aplica tanto a nuestras lecturas personales como a las que tienen lugar cuando estamos reunidos. La Biblia no es un libro cualquiera. Este es el mensaje que Dios dirige a los hombres. La convicción de que esto es así debería llevarnos a una actitud adecuada cuando leamos este libro. A través del profeta Isaías, Dios hace que su pueblo diga: «Miraré a aquel que es pobre y humilde de espíritu, y que tiembla a mi palabra» (Is. 66:2). Estamos en el tiempo de la gracia y no en el tiempo de la Ley, pero siempre debe caracterizarnos un inmenso respeto por la Palabra de Dios.

No queremos decir que siempre tengamos que ponernos de pie cuando se lee la Biblia. Lo más importante es nuestra actitud interior, y no nuestra actitud externa, aunque esto es fácilmente un reflejo de lo que está sucediendo dentro de nosotros. Lo esencial es que seamos conscientes de que estamos tratando con la Palabra de Dios. No pongamos reglas, pero recordemos siempre quién es el que nos habla cuando la leemos. Muy a menudo, los creyentes que son muy jóvenes en la fe tienen un sentido muy fuerte de la actitud correcta hacia la Palabra de Dios.

4 - La alabanza a Dios

Los judíos que han regresado de Babilonia saben muy bien el privilegio que tienen de oír la lectura del libro de la Ley. Esdras bendice a Jehová el gran Dios, y todo el pueblo confirma su alabanza con un Amén repetido (v. 6). Como señal renovada de su reverencia, elevan sus manos al cielo, se inclinan ante Jehová y se prosternan ante él con el rostro en tierra.

¿Apreciamos el privilegio de poder escuchar la predicación de la Palabra una y otra vez? ¿Damos gracias al Señor, antes de abrirla, por la bendición que desea impartirnos? Tal alabanza expresada por uno o más hermanos será confirmada por todos los presentes por un Amén convencido. Nuestro comportamiento externo puede diferir del de estos judíos, pero su actitud moral es un ejemplo para nosotros.

5 - Hablar de una manera que se entienda

El versículo 8 nos da otra lección. No se trata de los oyentes, sino de los que hablan. Los levitas «leían en el libro de la ley de Dios claramente, y ponían el sentido, de modo que entendiesen la lectura». En 1 Corintios 14, Pablo habla de la asamblea que se reúne para edificación, exhortación y consuelo (v. 3). Este encuentro, tal como lo conocemos hoy, no existía en los tiempos del Antiguo Testamento. Sin embargo, este pasaje de Nehemías nos enseña claramente que es importante que lo que se dice sea comprensible. Este es también uno de los puntos que el apóstol enfatiza fuertemente en su Epístola, aunque el motivo de su exhortación es diferente. Los corintios usaban el don de lenguas en las reuniones de congregación, y Pablo les muestra que no tiene sentido expresar cosas que los oyentes no entienden. Para todos los hermanos que el Espíritu Santo usa en las reuniones de congregación, este es un punto muy importante. Dondequiera que se lea y escuche la Palabra de Dios, debe ser presentada de tal manera que pueda ser entendida. Esto se aplica tanto al contenido espiritual de lo que se expresa como a la audición clara de las palabras. Si los oyentes no entienden, no hay edificación. Es mejor guardar silencio que hablar «al aire» (1 Cor. 14:9). Lo mismo se aplica a las oraciones dichas en público.

Este versículo 8 también contiene un estímulo y una exhortación para los padres. Debemos ser como «el mayordomo fiel y prudente, a quien su señor pondrá sobre su servidumbre, para darles la ración a su tiempo» (Lucas 12:42). Nuestros hijos necesitan alimento espiritual, y es necesario que se lo presentemos de una forma que sea comprensible para ellos. Solo así les es útil. Cuando leemos la Biblia en familia, o una hoja de calendario, debemos ser capaces de explicar a los niños lo que se ha leído, según su edad. Para saber si realmente se ha entendido lo que se ha leído, podemos hacerles preguntas. Debemos hacer todo lo que esté a nuestro alcance para dar a nuestros hijos un alimento espiritual digerible.

6 - Resumen

El texto de Nehemías 8 nos plantea las siguientes preguntas:

1. En nuestra vida de creyentes, ¿conocemos momentos en los que, despertados por la Palabra de Dios, estamos con un solo corazón ante nuestro Señor para escuchar lo que él tiene que decirnos?

2. ¿Sabemos elegir la parte justa, como María, y sentarnos atentos a los pies de nuestro Salvador para aprender lo que él quiere enseñarnos? ¿O estamos, cuando la Palabra de Dios está leída y expuesta, ocupados con las cosas cotidianas, y por lo tanto perdemos lo que el Señor quiere decirnos?

3. ¿Tenemos respeto por la Palabra de Dios cuando la escuchamos o la leemos? ¿Somos conscientes de que este no es un libro cualquiera, sino el único libro que nos hace conocer lo que Dios ha revelado?

4. ¿Vivimos momentos de comunión fraterna en los que, siguiendo lo leído y explicado en la Palabra de Dios, nuestra alabanza se eleva espontáneamente a él por lo que es y por lo que hace?

5. ¿Somos nosotros, como hermanos en la congregación, y como padres en nuestras familias, capaces de leer y explicar la Palabra de Dios de tal manera que los oyentes puedan entender? ¿Sabemos adaptarnos a la capacidad de comprensión de quienes nos escuchan?

Se nos dice del Señor Jesús: «Con muchas parábolas semejantes les explicaba la palabra, conforme a lo que podían comprender» (Marcos 4:33). Sigamos su ejemplo.