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La parábola del grano de mostaza
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La parábola del grano de mostaza y la siguiente parábola de la levadura están estrechamente relacionadas. Juntas, nos muestran algo del desarrollo histórico del Reino de los cielos. La parábola del grano de mostaza habla del desarrollo exterior de ese reino, mientras que la parábola de la levadura se centra más en su desarrollo interior. Ambas son muy instructivas, pero a menudo se malinterpretan. Este artículo examina la primera parábola.
Luego propuso otra parábola, diciendo: «El reino de los cielos es semejante a un grano de mostaza que tomó un hombre, y lo sembró en su campo. El cual, es la más pequeña de todas las semillas; pero cuando ha crecido, es más grande que las hortalizas, y se hace árbol; y vienen las aves del cielo y anidan en sus ramas» (Mat. 13:31-32).
1 - El grano de mostaza
El Señor Jesús utiliza esta ilustración para explicar el desarrollo exterior del Reino de los cielos. El campo es el mundo (Mat. 13:38). El hombre que sembró es el Señor Jesús. El grano de mostaza es diminuto e insignificante (*) y, por tanto, es una ilustración apropiada del comienzo del reino en su forma actual, visto desde fuera. Comenzó con un pequeño número de personas: los 11 discípulos que habían seguido al Señor Jesús, y con ellos unos 120 creyentes en el aposento alto (Hec. 1). Más tarde, vemos en el libro de los Hechos cómo se extendió el Evangelio y cuántas personas aceptaron al Señor Jesús y se convirtieron en miembros de este reino.
(*) El grano de mostaza en la región mediterránea es unas 10 veces más pequeño que el que se encuentra en latitudes más septentrionales. También en Mateo 17:20 se menciona figurativamente el grano de mostaza como algo muy pequeño.
Sin embargo, el Señor Jesús habla entonces de un desarrollo que no se corresponde con lo que ocurre en la naturaleza. El grano de mostaza no se convierte en un gran árbol. No crece más alto que un arbusto, y menos aún como un árbol en el que los pájaros construyen sus nidos. Por supuesto, el Señor Jesús sabía esto muy bien, así que usó esta ilustración con un propósito específico. La lección que se extrae de ella radica en el contraste entre lo que sucede en la naturaleza y lo que él describe.
2 - Un árbol grande
El Señor Jesús quiere dejar claro que el reino, visto desde fuera, crecerá de forma antinatural y se convertirá en algo grande en el mundo (el campo). El cristianismo tardó menos de 300 años en ser declarado religión oficial del Imperio romano por el emperador Constantino el Grande (272-337 d.C.). Por eso mucha gente profesaba ser cristiana, sin tener realmente la nueva vida. Eran cristianos solo de nombre, sin ninguna realidad detrás. Este sigue siendo el caso hoy en día. El apóstol Pablo habla de los que tienen «apariencia de piedad, pero niegan el poder de ella» (2 Tim. 3:5).
Muchos teólogos modernos ven la evolución de la que hablamos en esta parábola como algo positivo. Se equivocan: es todo lo contrario. No entienden la verdadera enseñanza de la parábola. Aunque la obra fue iniciada por el propio Señor Jesús (él es el Sembrador que sembró el grano de mostaza), fue rápidamente estropeada por la actividad de otros. Que un árbol que crece en altura representa algo negativo se encuentra en otros ejemplos de la Biblia. Por ejemplo, en Daniel 4, Nabucodonosor, el poderoso rey de Babilonia, es ilustrado por un árbol, pero de forma negativa. Otro ejemplo se encuentra en Ezequiel 31, donde se compara a Asiria con un gran árbol. Un árbol poderoso simboliza una gran autoridad y un poder político que puede utilizarse fácilmente con fines malvados (como ha sucedido desgraciadamente en la historia del cristianismo o de la profesión cristiana).
Esto nos ayuda a comprender el significado de la enseñanza del Señor en esta parábola. Los primeros cristianos eran como granos de mostaza. Al principio, no eran más que un pequeño grupo en Jerusalén. Más tarde, fueron dispersados por todo el Imperio romano. Eran despreciados, rechazados y perseguidos. Pero poco a poco, la situación cambió y, como ya hemos dicho, el cristianismo se convirtió incluso en la religión oficial del Imperio, lo que contribuyó a una gran difusión del cristianismo, pero, ¡ay! muchos de los que se llaman cristianos lo son solo de nombre.
¿Estaba esta evolución en consonancia con los pensamientos de Dios? Desde luego que no. Quedamos aquí en el mundo como testigos, pero también como personas que son (o deberían ser) «desconocidas» para el mundo (2 Cor. 6:9). Nuestra ciudadanía no está en la tierra. Somos un pueblo celestial con una vocación celestial y un hogar celestial. El tiempo de reinar llegará (Apoc. 20:6), pero en la fase actual del reino aún no ha llegado (1 Cor. 4:8). Para nosotros, el reino está caracterizado ahora por el sufrimiento (Hec. 14:22).
3 - Las aves del cielo
El hecho de que la evolución del reino, vista desde el exterior, sea negativa queda confirmado por la referencia a las aves del cielo. Las aves tienen diferentes significados en la Biblia. A veces simbolizan el juicio (por ejemplo, 1 Reyes 14:11); otras veces representan a muchas naciones (por ejemplo, Ez. 17:23). Pero también representan el mal y las influencias satánicas (por ejemplo, Gén. 15:11; Jer. 5:27). Claramente, este es el significado de las aves en nuestra parábola.
Lo vemos en el versículo 4 de Mateo 13, y el propio Señor Jesús explica su significado en el versículo 19. Evocan el mal y la influencia satánica manifestada por una enseñanza errónea. Apocalipsis 18:2, lo confirma: «Y clamó con potente voz, diciendo: ¡Cayó, cayó la gran Babilonia, y se ha convertido en morada de demonios, en guarida de todo espíritu inmundo, en guarida de toda ave inmunda y aborrecible!». En el lenguaje simbólico del último libro de la Biblia, Babilonia se refiere a la parte de la cristiandad que permanecerá en la tierra después del arrebato: los meros profesos. Su influencia maligna estará entonces libre de trabas. Sin embargo, ya está presente en la cristiandad.
De hecho, si consideramos la historia de la profesión cristiana, queda muy claro cuántas enseñanzas erróneas, diabólicas e incluso satánicas han sido sostenidas y difundidas por aquellos que se llaman a sí mismos cristianos.
4 - Una evolución irreversible
¿Cuál es nuestra reacción ante esta evolución? ¿Debemos aceptarla o, por el contrario, tratar de reorientarla? Cuando se trata de la Asamblea o Iglesia, nos está expresamente dicho que nos ocupemos del mal para eliminarlo: «Quitad al malvado de entre vosotros» (1 Cor. 5:13). Sin embargo, cuando se trata del Reino, las cosas son diferentes. Ya en la parábola anterior, en Mateo 13:30, el Señor había dicho: «Dejadlos crecer juntos hasta la siega; y en el tiempo de la siega, diré a los segadores: Recoged primero la cizaña, y atadla en manojos para quemarla; pero el trigo recogedlo en mi granero». La parábola del grano de mostaza no indica en modo alguno que debamos detener el crecimiento del árbol o ahuyentar a las aves. No hay ninguna instrucción para tratar de detener los desarrollos negativos en el reino. Lo que debemos hacer es mantenernos libres de cualquier mancilla. Personalmente, debemos abstenernos y separarnos del mal (2 Tim. 2:21). En esto, debemos ser fieles hasta que el Señor regrese por nosotros.