El cristiano y las tentaciones


person Autor: William KELLY 16

flag Tema: Las pruebas y las enfermedades


«Dichoso el hombre que soporta la prueba; porque cuando sea aprobado, recibirá la corona de la vida que Dios ha prometido a los que le aman» (Sant. 1:2, 12).

«Velad y orad, para que no entréis en tentación» (Mat. 26:41).

Hay una gran diferencia entre entrar en tentación y soportar la tentación. Nada fortalece más que soportar la prueba, o la tentación; pero nada es más peligroso que entrar en tentación. En muchas traducciones se usa la misma palabra para «prueba» y «tentación», por lo que uno podría fácilmente pasar por alto la diferencia de pensamiento. En la primera cita es un honor que Dios nos concede, mientras que en la otra es una trampa que Satanás nos tiende.

Soportar la prueba. Abraham estaba en tal condición que Dios podía ponerlo a prueba; al pedirle el sacrificio de su único hijo, Dios puso a prueba la confianza que el patriarca tenía en Él (Gén. 22:1-2) Todo lo que Abraham sabía era que Isaac era el hijo de la promesa. La confianza del patriarca se basaba en esa certeza: «Estimando que Dios podía resucitarle aun de entre los muertos» (Hebr. 11:19).

Lo mismo es cierto de las pruebas y ensayos que Dios se deleita en hacernos pasar. Cuando lo hace, demuestra que tiene plena confianza en que podemos soportar la prueba, ya sea que tengamos que renunciar a algo o soportar el dolor.

Entrar en tentación. ¿Qué quiere decir el Señor con esta expresión? Es entrar en algo a lo que la voluntad de Dios no nos ha llevado, pero donde la nuestra está en juego. La derrota es entonces inevitable. Para Abraham, buscar a sacrificar a su hijo hubiera sido una abominación si Dios no le hubiera dicho que lo hiciera.

Si permanecemos en la dependencia de Dios y en el juicio de nosotros mismos, no entraremos en tentación, pero podemos enfrentarnos a varias pruebas. En ese caso, podemos, por gracia, soportar la prueba.

No es el poder dado por el Espíritu de Dios lo que nos guardará, aunque es un Espíritu de poder, sino la dependencia; debemos recordar esto siempre. Es el sentimiento de nuestra debilidad lo que nos lleva a velar y orar. Así el poder de Cristo habita en nosotros –su poder se cumple en la debilidad (2 Cor. 12:19). No hay nada que tienda a destruir la dependencia tanto como un profundo conocimiento de la Palabra de Dios, pero sin Cristo. Aquí hay un verdadero peligro para nosotros. Cuanto mayor es nuestro conocimiento de la Palabra de Dios –mientras esté separado del sentimiento de nuestra completa debilidad, y por lo tanto del sentimiento de la necesidad de vigilar y orar– mayor será el peligro. Es una solemne advertencia para nuestras almas. Podemos tener un buen conocimiento de las Escrituras, pero ¿nuestras almas retienen este sentimiento de nuestra necesidad y de nuestra debilidad?

¿Qué quiere decir nuestro Señor con entrar «en tentación»? (Lucas 22:40). Es actuar según nuestra propia voluntad que nos impulsa a ir donde solo se puede mantener quien tiene una voluntad juzgada y que avanza en la obediencia a Dios apoyándose en él. Es la experiencia que tuvo el propio Pedro. Su voluntad lo llevó a donde no podía permanecer fiel, porque no había sido llamado por el Señor y no fue guardado por la fe. Pedro entró en tentación, que es muy diferente de soportar la tentación. Y Pedro sucumbió a la tentación. Si hubiera sido llevado allí por gracia, vigilando y orando, lo habría soportado; pero confió en sus buenas intenciones de ir a la cárcel o incluso morir por su Maestro.

Solo Dios puede sostenernos. Por eso debe ser la voluntad de Dios, expresada en su Palabra, la que nos lleve a un lugar donde pueda llegar la tentación; su gracia sostendrá entonces nuestra fe para que podamos ser custodiados. De lo contrario, entraremos en ella solo por nuestra propia voluntad, y caeremos. Que nuestro Dios nos conceda de velar y orar, tanto más cuanto que nos ha dado tal conocimiento de su Palabra y de sí mismo en la persona del Señor Jesús.


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