Inédito Nuevo

Cristo, la Vida


person Autor: William KELLY 21

flag Tema: Su vida en la tierra, su tentación


1 - ¿Quién es Jesús, el que pronuncia tales palabras?

El que pronunció estas palabras era el más humilde de los hombres. ¿Cómo llegó a pronunciarlas? ¿Ha ocupado jamás un hombre tal lugar desde que existe el mundo? «Nadie viene al Padre, sino por mí», tal y como acababa de decir: «Yo soy el camino, y la verdad, y la vida». No había en ello ni una pizca de jactancia; Jesús no solía jactarse. La transparencia era lo que le caracterizaba especialmente, a él y solo a él; y su amor era tan real como su humildad. Llevaba una vida de sacrificio continuo. Ya de niño era así; en el único hecho que se relata sobre él, tenemos sus propias palabras: «¿No sabíais que debo estar en los asuntos de mi Padre?» (Lucas 2:49). ¿Y quién era el que hablaba así? ¿Y qué le daba derecho a hablar así? No era solo porque era perfecto en sabiduría y bondad, y porque era la Verdad, sino que, si no era Dios (y utilizo esta palabra en todo su sentido), ¡cuán presuntuosas eran sus palabras!

2 - Jesús, el Hijo único del Padre

Pero él era Hijo como nadie más es hijo. La Palabra de Dios habla de muchos hijos, pero Jesús es el Hijo único del Padre. Se convirtió en el jefe de la salvación. ¿Era un hombre pecador? ¡No! Él era el Salvador de los pecadores. ¿Cómo habría sido esto posible si no fuera una persona divina? Todos los demás son hombres pecadores, todos los hombres nacidos en el mundo, porque Adán nunca tuvo hijos antes de su caída. Incluso Enoc era un hombre pecador, aunque fue arrebatado a su debido tiempo. Elías fue arrebatado, pero de Jesús se dice que subió al cielo. Ahora bien, el que subió al cielo es el que primero descendió, y el que descendió es el mismo que subió al cielo, muy por encima de todos los cielos, para llenarlo todo. ¿De quién más podría ser esto cierto? De nadie más que del Señor Jesús mismo.

3 - Su anonadamiento y su obediencia hasta la muerte en la cruz

En Cristo irrumpió toda la verdad. No vino para manifestar la gloria que tenía junto a Dios, porque eso no habría respondido a las necesidades de los pecadores. Él, que tenía la gloria, renunció a ella; primero sí mismo se despojó, y luego se humilló. Se hizo obediente hasta la muerte, incluso hasta la muerte en la cruz, para magnificar la gloria de Dios y cumplir la salvación del hombre. Mostró al mundo lo que era estar aquí, enfrentándose a toda oposición y sufrimiento, con el único fin de hacer la voluntad de Dios; y así, la voluntad de Dios se cumplió plenamente por un hombre en la tierra, y esto no por poder, sino por obediencia en el sufrimiento. Adán, en el Edén, no estaba llamado a sufrir. Jesús fue el único hombre santo que sufrió por el pecado. Si omiten esto, omiten el otro gran pilar de la verdad, a saber, que Jesús es Aquel que se manifestó en carne. Podría haber venido en gloria divina o angelical, y no habría necesitado tomar la forma de un hombre, naciendo de una mujer; pero entonces, ¿cómo se habrían cumplido las Escrituras, ya que era necesario que así fuera? Y, además, si no lo hubiera hecho, ¿cómo habría habido salvación para nosotros? Es de suma importancia sopesar y retener esta verdad, por simple que sea. El hombre es pecador, está alejado de Dios, y lo sabe en su conciencia, y lo reconoce cuando se encuentra ante Dios.

4 - La Biblia es la clave que lo explica todo

No es la Biblia la que hace al hombre un pecador culpable, pero la Biblia es la única llave que lo explica todo, y lo explica plena y perfectamente. Solo este libro convence a todos los corazones que están dispuestos a someterse a Dios y a ser salvos; pero la verdad es que la gente no quiere ser salva según el camino de Dios. Prefieren ser dueños de sus vidas y disfrutar del mundo mientras puedan. Quizás deseen ser salvos al final, pero hay muchas cosas a las que no se sienten preparados para renunciar y que no quieren abandonar por ahora. Se volverán a Dios en su lecho de muerte. Pero piensan que, si son salvos, tendrán que hacer la voluntad de Dios y no la suya propia; y si son salvos, serán siervos de Cristo. Pero ¿quieren ser siervos de Satanás? Recuerden que no pueden ser sus propios amos. Deben ser siervos de Dios o esclavos de Satanás; porque el que hace su propia voluntad es esclavo de Satanás. Quizá no lo crean, pero es cierto; y un día su propia conciencia les hará sentir esta verdad, y entonces será el presagio de una angustia aún mayor, quizá en el momento de vuestra muerte. Qué terrible realidad es despertar entonces con estas palabras aterradoras resonando en sus oídos: “¡Demasiado tarde, demasiado tarde, demasiado tarde!”. Pero bendigo a Dios por haberme confiado la feliz tarea de mostrarles ahora el camino que Dios les ha abierto en Jesús, y la verdad que Dios proclama al alma más sencilla.

5 - El valor del Libro Sagrado para Jesús

En medio de las actividades de este mundo, cuando el cuarto imperio estaba en el poder, vino Jesús. ¿Cómo trató las Escrituras? Como nadie más; para él era el Libro de los libros. Las Escrituras eran siempre su alimento y su arma. Todavía no era el Nuevo Testamento, porque aún no estaba escrito. Era precisamente la parte de la que los grandes y los pequeños más se esfuerzan por deshacerse. Los hombres dicen que primero fue escrito por un hombre, luego por otro, a veces recopilado por un tercero o varios. ¡Qué locura! ¿Cómo podría entonces haber una unidad de propósito y espíritu tan asombrosa? Es una locura y una impiedad hablar en contra del libro que Jesús trata como la Palabra de Dios.

6 - La caída del hombre y sus consecuencias

El que resucita a los muertos y da la vida no deja (como algunos piensan, sin amor) que los hombres se deslicen sin previo aviso hacia todas las supersticiones. El Dios verdadero es un Dios de amor activo. La Escritura no muestra que Dios se desinterese de todo lo que sucede. Pero ustedes dicen: “¿Acaso no permite el mal?”. Ciertamente, dejó caer a los ángeles y a los hombres, pero en ambos casos la culpa fue únicamente de la criatura. ¿No han conocido todos, en algún momento de su vida, un período en el que decidieron arrepentirse y hacer el bien? ¿Qué fue de ello? ¿Lo han conseguido? ¿O han demostrado que ustedes son malos e incapaces de hacer el bien? ¿Cómo es posible? ¿Acaso Dios hizo así al hombre? Dios creó la tierra y la raza humana sin ningún mal; Dios declaró que todo era muy bueno; y el mal habría sido eliminado si el hombre hubiera mirado hacia Dios. Pero el hombre cayó; y puesto que «el mundo por su sabiduría no conoció a Dios» (1 Cor. 1:21), la sabiduría del mundo no quiere a Dios. El hombre quiere seguir su propio camino y su propia voluntad, mientras que la gloria de quien conoce a Dios es hacer su voluntad. Pero ¿cómo conocer o hacer la voluntad de Dios? Soy un pecador, no sé nada, no puedo hacer nada que sea agradable a sus ojos.

7 - Leer la Biblia con fe para comprenderla

La Biblia leída con fe explica no solo cómo el mal lo corrompió todo, sino también cómo Jesús vino como «el camino, y la verdad, y la vida», y cómo justifica a Dios al acoger a los pobres pecadores. Solo la gracia puede responder a esta necesidad; y como vino en amor para ganarnos, murió en la plenitud del amor, para darnos una conciencia purificada, a fin de que, reconciliados con Dios, pudiéramos adorarlo y servirlo. Si hubiera dejado al hombre en la rebelión, habría sido una extraña prueba de amor. ¿Dónde estaría la gracia en dar al hombre el alimento y todo lo necesario para esta vida, para luego dejarlo perecer eternamente? Pero no, dio a su Hijo para que quien cree no perezca.

8 - Dios envió a su propio Hijo para salvarnos

La más mínima cosa que Dios ha creado lleva la huella de su mano; y no solo eso, sino también de su Espíritu, de su bondad benéfica. Desde el principio, Dios examinó la condición del hombre y respondió con benevolencia sin que se lo pidieran, y de manera inesperada en su gracia. Envió a su Hijo, su Amado, su Hijo único, aquel que no consideró como un objeto del que debía apropiarse para ser igual a Dios. Es a él a quien Dios entregó para nuestra salvación. Ningún esfuerzo por parte nuestra es útil. No tienen Vs. ni el poder ni la capacidad de deshacerse de su culpa. ¿No lo han intentado? ¿Y no han descubierto que no pueden? Si tienen lo que se llama una conciencia elástica, tal vez piensen que Dios no será demasiado severo con el pecado. Pero tal pensamiento es en realidad un golpe fatal a Su santidad y a Su verdad, porque él ha declarado lo contrario. Pero Dios hizo mucho más que pasar por alto sus pecados; no perdonó ni a su propio Hijo.

9 - La obediencia de Jesucristo

Y fíjense en cómo lo hizo. El Hijo de Dios se hizo hombre, el Obediente, el único hombre que nunca buscó hacer su propia voluntad. ¿Dónde se había visto jamás tal cosa, tal realidad? Él podía decir: «Mi comida es hacer la voluntad de aquel que me envió» (Juan 4:34). La sola idea de tal obediencia estaba tan lejos del corazón de los hombres, antes de la venida de Jesús, como el amor de Dios por los pecadores perdidos. Y eso no es todo, cuando le preguntaron: «Tú, ¿quién eres?», Jesús pudo responder: «Ese mismo que os he dicho desde el principio» (Juan 8:25). ¿Quién más que él podía decir eso? Jesús era siempre exactamente lo que decía. ¡Qué verdad tan bendita, y cuánto se ajusta a Dios y al hombre! Él mismo era la Verdad, la verdad perfecta, enviada al hombre pobre y cegado por el pecado, para que tuviera la verdad, no solo detallada en un libro, sino encarnada en una persona, y esa persona es un hombre que fue probado como nadie lo ha sido jamás. Es la misma verdad en todas partes, y todo está en perfecta armonía en la mayor diversidad. Sin duda hay matices en los numerosos libros de la Biblia, pero sin duda es nuestra ignorancia la que nos hace encontrarlos irreconciliables.

La simple obra de Dios supera a los hombres más sabios, y los más sabios son precisamente los más dispuestos a reconocer su ignorancia. Cuanto más saben los hombres, más profundamente sienten y reconocen lo poco que saben. Lo mismo ocurre con la Palabra de Dios. Lo que es difícil para mí puede que no lo sea para alguien más espiritual; y cuando, por la fe, veo con mayor claridad, las dificultades no solo desaparecen, sino que se convierten en la confirmación más firme de la verdad revelada. Solo una persona pone todo en su sitio: Cristo. Si no fuera Dios, no podría establecer una relación con Dios; si no fuera hombre, no tendría ningún punto de contacto conmigo. Ambos son necesarios para su obra. Él es quien dice: «Yo soy el camino, y la verdad, y la vida». El hombre siente su debilidad, su indignidad, su infidelidad cuando se juzga ante Dios.

10 - Qué significa «la Vida» que es Jesús

¿Qué es esta Vida que es Jesús? ¿Qué vida manifestó? ¿Era la vida de Adán? Leemos que Adán fue hecho alma viviente; pero ¿quién y qué es Cristo? Un Espíritu vivificante. «En él había vida; y la vida era la luz de los hombres» (Juan 1:4). ¿Era la de los ángeles? No, la de los hombres. No era solo para Israel; el orgullo de los judíos no apreciaba tal gracia.

11 - Jesús como Salvador hoy o como Juez en un futuro próximo

Pero volvamos a un día de sábado en Nazaret, cuando nuestro Señor entró en la sinagoga y le entregaron el libro del profeta Isaías, y leyó estas benditas palabras de Isaías 61: «El Espíritu del SEÑOR está sobre mí; porque me ungió para anunciar buenas noticias a los pobres» (Lucas 4:18). Declaró que esa profecía se cumplía ese día ante sus oídos, pero se detuvo en medio de nuestro versículo 2. El primer punto queda así cumplido, y es distinto del futuro «día de venganza del Dios nuestro», pues cuando llegó hasta aquí, cerró el libro y se sentó, con palabras de gracia para todos. ¿Dijo la verdad? Esto tiene gran importancia para vuestras almas. ¿Era él realmente el que había sido anunciado por el Espíritu de Jehová, el que Dios Padre había sellado? Si es así, su salvación depende de él. No digan que las palabras de gracia son duras. ¿Qué? ¿Es difícil ser salvo por Dios, según la plenitud de su misericordia en Cristo? El mismo Señor que ahora salva será el Juez en un futuro próximo. Dios ha fijado un día en el que «juzgará al mundo con justicia» (Sal. 9:8), por medio del hombre que él ha designado (Juan 5:27), ese mismo Jesús a quien Dios resucitó de entre los muertos. Esto es una prueba para todos. O bien están ahora en él, o bien tendrán que presentarse ante él como Juez vuestro.

12 - Jesucristo como Juez

Recuerden que cuando ustedes se presenten ante Él como Juez vuestro, ya no habrá salvación. Él descendió a la muerte para soportar el juicio de todos los que creen en él. ¿No era eso amor infinito? Sí, pero era más que eso, era justicia. No fue por el poder que sufrió el juicio que merecían los pecadores, sino mediante su sufrimiento. Él, el justo, sufrió por los injustos para llevarnos a Dios. Esto explica el camino, la certeza y la plenitud de la salvación, que serían un mito si él no fuera tanto Dios como hombre. Nada puede unir toda la verdad si él no es Emmanuel, «Dios con nosotros». Los judíos serán reunidos de una manera diferente, pero será por la fe en la misma Persona. No hay Evangelio que no se apoye en él como sacrificio, pero también como Persona divina; porque si no fuera también hombre, no podría alcanzarme. Por lo tanto, Jesús vino y vivió como hombre para hacer la voluntad de Dios. ¿Cuál fue esa vida? Vivió para el Padre (Juan 6:57). Se manifestó en una sumisión inquebrantable y una obediencia constante. Nadie tiene la capacidad de obedecer hasta que no ha participado de esta vida. Sin esta vida, nadie puede agradar a Dios en su caminar por la fe, ni presentarse ante Dios; por eso es de la mayor necesidad.

13 - Jesús como Salvador que da la vida

«En esto fue manifestado el amor de Dios» (1 Juan 4:9). ¿Es porque dio la Ley? No, porque esta solo trajo la condenación del hombre culpable. Aunque la Ley era justa en sí misma, solo servía para que los hombres tomaran conciencia de su estado. El amor fue «que Dios ha enviado a su Hijo único al mundo, para que vivamos por él», y esto pone de manifiesto la gloria de su persona. Él era el Hijo de Dios, por encima, fuera y más allá de todo, a la vez el Increado y el Creador, la Palabra eterna de Dios. Y el Padre quería que esto se supiera. Era necesario que se diera este testimonio, si el hombre quería vivir para Dios y ser bendecido.

¿Y con qué propósito fue enviado este Hijo único? «Para que vivamos por él». Éramos odiosos y rencorosos, esclavos de diversos deseos y placeres, desobedientes, viviendo para nosotros mismos. Todo era pecado; cada vez que hacemos nuestra propia voluntad, pecamos. Nacidos así, continuamos en consecuencia; y ¿cuál será el fin? ¿La gloria de Dios? ¿O la exclusión lejos de él, el castigo eterno? ¡Ah! Queremos una nueva vida. ¿Dónde la encontraremos? No en Adán, sino en Cristo.

Adán solo transmitió su propia naturaleza caída; pero en Cristo tenemos a Aquel que solo hizo la voluntad de su Padre, y él es un Espíritu que da vida, el Jefe de una nueva familia. Miren hacia él y vivan. Dios declara que todo aquel que cree en él tiene vida eterna y será salvo. ¡Qué gracia! Y ese es el único camino. «Nadie viene al Padre sino por mí».

14 - La gran pregunta: Creer a Dios o preferir los propios pensamientos

La pregunta se resume así: ¿Prefieren ustedes sus propios pensamientos o la Palabra de Dios? ¿Confían en sí mismos o en él? Deberían saberlo, porque si confían en sus propios esfuerzos, se apoyan en un junco miserable y quebrado. Dios me pide que crea en él, en su Hijo único. ¿Acaso Cristo no es digno? ¿Acaso Dios no es verdadero? Él envió a su Hijo al mundo con el propósito determinado de que los que creen tengan vida eterna. Aunque muestre el deseo de leer su Palabra, de orar mediante él y de hacer su voluntad, ¿qué será de todo el mal que he hecho y del mal que, por desgracia, incluso como creyente, todavía siento en mí y en el que todavía puedo caer? Porque tengo en mí, es decir, en mi carne o en mi vieja naturaleza, la tendencia al orgullo, a la vanidad, al egoísmo, a la obstinación, a la ira. ¿Cómo puede impedirse que un alma ceda a estas cosas? ¿Tiene el poder de hacerlo porque se ha convertido?

15 - El significado de la palabra «conversión»

La conversión significa volverse hacia Dios con el corazón, la mente y los caminos, en lugar de volverse hacia sí mismo. Pero ¿qué hacer con estas cosas malas, no solo antes, sino después de la conversión, si a veces caemos en ellas? La nueva vida se manifiesta en la dependencia de Dios; y ¿qué hay más apropiado para el hombre que levantar los ojos hacia Dios? Pero con una mala conciencia, ¿cómo hacerlo? En la miseria de tal estado, nos regocijamos con todo lo que excluye a Dios, que impide pensar en sí mismo y en Él.

16 - La obra de Cristo en la cruz

Pero la gracia de Dios ha previsto un remedio en la sangre de Cristo. La obra expiatoria está cumplida; pero la verdad es que, naturalmente, las personas no quieren ser salvadas de inmediato. Les gustaría seguir viviendo en el mundo un poco más. ¡Cuánto necesitamos la vida de Cristo para vivir para Dios, tanto como su muerte para que nuestros pecados sean borrados! Si fuera su muerte por sus pecados, estarían perdidos para siempre; si es la Suya, y si creen en él, ¡qué bendición! Él, la Vida eterna, vino a morir para redimirnos; se hizo hombre para morir por nuestros pecados. «Yo soy el camino, y la verdad, y la vida». Se hizo hombre, no solo para que yo pudiera participar en esta vida, la vida eterna en él, sino para morir y quitar mis pecados. Este es el testimonio que Dios da de su Hijo; esta es su declaración sobre él: «El que cree en el Hijo tiene vida eterna» (Juan 3:36). Ahora se me ha dado la vida en este mundo para que viva la vida de Cristo, y no según mi antigua vida.

17 - La vida de Cristo en el creyente y sus consecuencias

Desde el momento en que tenemos vida en Cristo, tenemos una conciencia divina de que nuestros pecados son odiosos e intolerables. Saben que todo lo que han hecho tiene su origen en ustedes mismos, en su naturaleza. Pero si reciben la nueva vida, tienen también en él la eficacia de su muerte para remediar a sus pecados; y eso es la salvación. Es una triste omisión predicar solo la muerte y no también la vida de Cristo, contentarse con mostrar cómo los pecados pueden ser perdonados por la sangre, sin decir una palabra sobre la vida en Él. Esto se parece al hombre que solo toma lo que quiere; el simple alivio de lo que descarga la conciencia, y no la entrega positiva a Dios. Pero esto no es suficiente para el verdadero creyente, y menos aún para la gloria de Dios. No podemos tener una parte de la bendición, sino a Cristo entero. La voluntad de Dios es que cada creyente viva en y de esta nueva vida, es decir, la vida de toda alma que ha nacido de nuevo. Dios es mejor para él que sus propios pensamientos. La verdad es que es a Cristo, y no a sus propias ideas, ni siquiera a su conciencia, en quien debe apoyarse por la fe. Dotado de la vida natural como hijo de Adán, el creyente tiene también una nueva vida divina en Cristo.

18 - La vida eterna es una certeza

¿Es posible perder esta nueva vida? Es la vida eterna. ¿Qué significa «eterna»? Pero es posible y fácil perder el gozo de esta vida.

Es muy importante que el creyente desconfíe de sí mismo; pero es un agravio hacia Dios y su Palabra, así como una debilidad hacia uno mismo, dudar de su fidelidad o de que la vida de Cristo no sea eterna. Si la nueva vida dependiera de alguna manera de sí mismo, pronto caería en una ruina irremediable. La gente habla de “la perseverancia de los santos”, como si fueran ellos los que se mantuvieran firmes, cuando en realidad son ellos los que son «guardados por el poder de Dios mediante la fe para la salvación» (1 Pe. 1:5). Por lo tanto, no es mi perseverancia, sino el poder divino el que me guarda por la fe.

19 - Acudir a Dios en nombre de Jesús y confesar los pecados

¿Creen ustedes que Dios no mira con compasión al pecador culpable? Acudan a él en nombre de Jesús y confiesen sus pecados sin excusas ni atenuantes, como no lo podrían hacer ante otras personas. Él ya conoce lo peor de nosotros mismos. Puedo decirle todo a Dios, y eso no es una pequeña bendición para mi alma, porque entonces, por primera vez, uno se vuelve verdaderamente honesto, «sin engaño», como dice el Salmo 32. No necesito reservas, no puedo ni quiero ocultarle nada a Dios. ¿Por qué querría hacerlo, cuando hay esa sangre preciosa y esa agua que brotaron del costado del Salvador, un Salvador para todos los que acuden a él, que «padeció una vez por los pecados, [el] justo por los injustos, para llevarnos a Dios»? (1 Pe. 3:18). Esta es la palabra que quiero dejarles.

20 - Cristo y la muerte de Cristo para el creyente

Cuán evidente es que toda la vida práctica de los creyentes proviene de la vida en Cristo y descansa, para su paz, en el hecho bendito de haber sido llevados a Dios. La muerte de Cristo quita mi culpa y mis ataduras; pero ¿cuál será la fuente de mi nueva vida? ¿Cómo voy a mortificar mi antigua vida? Pueden ustedes decirle al viejo hombre que muera, pero él no quiere morir. Dios declara que, si soy creyente, me ha dado otra naturaleza, una nueva vida en Cristo. Nicodemo tuvo que aprender que necesitaba nacer de nuevo, y no solo escuchar lo que Jesús tenía que enseñar. Pueden estar seguros de que cuando un alma acude verdaderamente a Dios en sus necesidades, siempre es recibida por el Señor Jesús. Cada vez que un alma pide con fe, Dios no deja de dar. La gracia nunca envía a un hombre con las manos vacías.

¿Dónde está el hombre que buscó a Cristo y no lo encontró? ¿No dice él?: «Yo soy el camino, y la verdad, y la vida». Él es el único medio de salvación de todo peligro, de todo mal y de todo pecado; su sangre, si creen, los llevará ahora a Dios sin mancha. «La sangre de Jesús su Hijo nos limpia de todo pecado» (1 Juan 1:7). Si lo han encontrado y lo han atrapado, tienen la vida en él. La naturaleza humana es incapaz de agradar a Dios. La fe es el medio para acceder a la vida, al perdón, a la paz, a la fuerza, a todo lo que es menester para los necesitados; y la fe se apodera de lo que Dios dice, hace y da en Cristo, y es el Espíritu de verdad el que produce la fe cuando oímos la Palabra. Así vemos la importancia del Espíritu, que aplica la Palabra a nuestras almas. Pero por importantes que sean la Palabra y el Espíritu, ninguno de los 2 podría ser útil para el alma sin Cristo para la vida y sin la muerte de Cristo para quitar nuestros pecados.