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Un lugar llamado Betania
Autor:
Su vida en la tierra, su tentación María de Betania
Temas:(Fuente autorizada: creced.ch – Reproducido con autorización)
Si hay un lugar en el que el corazón del creyente gusta de seguir los pasos de su muy amado Señor, ese es Betania.
Este pequeño pueblo del monte de los Olivos fue acogedor para Aquel que no tenía dónde recostar su cabeza (Lucas 9:58). Por lo menos dos casas –la de Lázaro y la de Simón– (Juan 12:1-2; Lucas 7:36, 44), construidas a la sombra de las palmeras (Betania significa casa de los dátiles), son citadas en la Escritura por haber abierto sus puertas al Señor Jesús, el despreciado Hijo del hombre. Este caserío constituye un contraste sorprendente con Jerusalén, situada a menos de tres kilómetros, la que no había conocido el tiempo de su visitación (Lucas 19:44). Esa aldehuela evoca para nosotros el tiempo en que Cristo reinará, él, el Hijo de David y el Rey de Israel, sobre un pueblo bien dispuesto.
1 - Betania es el lugar de la hospitalidad…
…y de los afectos compartidos. Allí, Marta, la hermana de Lázaro, recibe en su casa al Señor y a sus discípulos (Lucas 10:38). Desde entonces este hogar de Betania es para el Señor como una segunda familia. Los puros afectos espirituales podían manifestarse allí en medio de la paz y del amor. Lázaro había llegado a ser su amigo (Juan 11:11) y los tres huéspedes sabían honrar a su Señor según sus capacidades: Lázaro, como el confidente de Jesús; María, dando prioridad a la vida interior; Marta, velando por los detalles prácticos.
¡Ojalá nuestras casas sean también tan acogedoras para el Señor y los suyos! Sepamos ejercitar la hospitalidad (Hebr. 13:2; 1 Pe. 4:9), abrir cordialmente nuestra puerta, cultivar la comunión. Si el Señor tiene el primer lugar en nuestras casas, sabremos también cómo acoger a los que hoy día son sus discípulos y recibirles como le hubiéramos recibido a Él (Mat. 25:34-40).
2 - Betania es igualmente el lugar del servicio
Hay actividad en esta casa, tanto a nivel espiritual como material.
Marta está muy activa y práctica para recibir dignamente al Señor. Pero en Lucas 10 su trabajo la turba (v. 41). No se toma el tiempo para sentarse a los pies de su Señor, escuchar su palabra y dar a la actividad espiritual su justo lugar. El Señor se lo hace notar (v. 42) y se puede pensar que Marta comprende la lección. Lo grave es que ella se distrae con su servicio, lo que la priva de la comunión con el Señor. En Juan 12, en casa de Simón, no ocurre lo mismo: se ve que ella ha hecho progresos en su vida espiritual y su servicio parece apacible (v. 2). Velemos también nosotros para no estar ocupados más en nuestro servicio que en el propio Señor para no dejar que las circunstancias ligadas al servicio se interpongan entre él y nosotros. Separados de él, nada podemos hacer (Juan 15:5).
María tiene más bien una actividad espiritual: su actitud, consistente en el hecho de que en Lucas 10 ella está sentada a los pies de Jesús, reflejando paz y reposo, denota la sostenida atención prestada a la palabra del Maestro, en comunión con él. Sin duda ayudó a su hermana con anterioridad sin distracción, esperando el momento conveniente para dejar su ocupación. Su actividad ahora es la de escuchar (Lucas 10:39). María nos habla de vida espiritual, de edificación.
¿Damos a la Palabra de Dios el lugar conveniente en nuestras casas y en la iglesia, como alimento espiritual recogido personalmente cada día a los pies de Jesús y compartido con aquellos que nos rodean? (Mat. 24:45; Lucas 12:42; Mat. 14:19; 1 Pe. 4:10).
En Juan 12, la actividad de María consistía en adorar derramando el perfume sobre los pies del Hijo de Dios, hecho Hombre para poder dar su vida. Y el perfume de nardo puro llenaba la casa, como antaño lo hacía el incienso del altar de oro. Allí Lázaro estaba con Él como testigo del poder de su Salvador en resurrección. Representa a todos los convidados que se agrupan alrededor del Señor, y nos hace pensar en la comunión con Él a su Mesa. María nos habla de la adoración y del culto; Marta, del servicio en la Casa de Dios y Cristo es el motivo que atrae a todos los corazones. Todo aquí está en orden; cada uno en su lugar, en presencia del Señor. ¡Qué ejemplo para nosotros!
Para cerrar el relato de la querida familia de Betania, en lugar de oponer entre sí las posiciones de María y Marta, consideremos que ellas se complementan y son un vivo ejemplo de la importancia de la comunión con Jesús en nuestra vida personal y colectiva. La buena parte era la que había escogido María (Lucas 10:42) y Marta estaba invitada a procurársela.
Velemos para que nuestra actividad práctica no sea separada de la comunión con el Señor y propongámonos guardar un justo equilibrio entre nuestra actividad espiritual y la material. En ese sentido, si nuestra vida espiritual está alimentada de Cristo, se expresará a través de la alabanza y de las manifestaciones prácticas del servicio prestado para Cristo. Estar a sus pies cada día para recibir de Él lo necesario es la base de todo servicio útil en la iglesia y para el Evangelio.
3 - Betania es, además, el lugar de la manifestación de la gloria del Hijo de Dios (Juan 11:4)
La resurrección de Lázaro glorifica el nombre del Padre (12:28) y manifiesta el poder del Hijo de Dios.
En Betania, el poder de vida interviene por medio de la muerte, anticipo de la victoria de Cristo sobre la muerte y de la resurrección de los creyentes. Desde ese momento, Lázaro es conocido como aquel que había pasado por la muerte y al que «Jesús… había resucitado de los muertos» (12:1). Tal es también nuestra posición ante Dios; ojalá podamos practicarla y andar en novedad de vida (Rom. 6:4), no viviendo más para nosotros mismos, sino para aquel que murió y resucitó por nosotros (2 Cor. 5:15).
4 - Betania, finalmente, es el lugar de la ascensión del Señor y de su retorno en gloria (Lucas 24:50-51; Hec. 1:9-11; Zac. 14:4-5)
¡Qué momento aquél en que los discípulos, los ojos fijos en el cielo, le vieron elevarse de la tierra y entrar en la gloriosa nube! (Hec. 1:9). En Marcos, el Siervo perfecto les deja como el Señor que se sienta a la diestra de Dios (Marcos 16:19). En Lucas, él se separa de ellos y sube al cielo bendiciéndoles (Lucas 24:50), sublime gesto que inaugura su soberano sacerdocio en favor de los suyos. Comprendemos el gozo de estos y su continua presencia en el templo, alabando y adorando. ¡Quiera Dios permitirnos compartir ese gozo!
Con esta escena de felicidad y esperanza termina la historia de esta modesta aldea que espera el momento en que el humilde Jesús de Nazaret, volviendo en gloria, asiente sus pies sobre el monte de los Olivos como el «Rey de reyes y Señor de señores» (Apoc. 19:16). «Todavía no vemos que todas las cosas le sean sujetas. Pero vemos a aquel que fue hecho un poco menor que los ángeles… coronado de gloria y de honra, a causa del padecimiento de la muerte» (Hebr. 2:8-9). ¡A Él sea el homenaje y la gratitud de sus rescatados, en espera de su retorno!
Traducido de «Le Messager Évangélique», año 1986, página 57