Inédito Nuevo

Cristo, la Verdad


person Autor: William KELLY 21

flag Tema: Su vida en la tierra, su tentación


1 - Un hombre que tomó y siguió el Camino, Jesucristo, ahora posee la Verdad

Ya he tratado de mostrar el significado del Camino (vean el articulo correspondiente); que Cristo, y solo Cristo, es el Camino. Pero hay algo más: Cristo no es solo el Camino hacia el Padre, sino también la Verdad. ¿Dónde se encuentra la verdad? Solo en él. Él mismo es la Verdad. Así, un hombre que ha tomado el camino ahora posee la Verdad. Quien se ha postrado ante Cristo no desea ningún otro recurso. Dios es verdaderamente sabio, y tan bueno como sabio.

Ahora voy a intentar explicar qué es la Verdad. El hombre en su estado natural puede plantearse la pregunta, pero elude la respuesta. ¿Cómo es posible? Porque está alejado de Dios, está sometido a Satanás, el diablo, en quien no hay verdad, y por eso ama cada vez menos a Cristo. Cuando Él vino al mundo, la gente parecía apreciarlo al principio, porque aún no sabían que era la Verdad y aún no habían sido probados por él.

2 - Las profecías anunciaban la venida del Mesías

Todos esperaban al Mesías prometido. El tiempo del que había hablado Daniel se había cumplido y los hombres estaban a la expectativa. La famosa profecía de las semanas indicaba aquellos días, y todos los judíos sabían, o podían saber, que se acercaba el momento en que el Mesías, el Príncipe, debía aparecer, aunque nadie comprendía que debía ser cortado. Incluso los paganos estaban conmovidos por los rumores de un Libertador que iba a venir; oían decir que se acercaba el momento en que un rey poderoso reinaría y se producirían cambios notables en el mundo. Sabios vinieron de Oriente para ver al rey de los judíos que acababa de nacer. Más de 150 años antes de Cristo, el Antiguo Testamento había sido traducido al griego, que era entonces el medio de comunicación habitual. Esta traducción del Antiguo Testamento era una especie de testimonio preparatorio. Así, los judíos no eran los únicos que esperaban al Mesías.

3 - El Mesías anunciado es la Palabra, es Dios, es la luz que ilumina a todo hombre

Pero es mucho más que eso. Es la Palabra, es Dios, es la luz «que, viniendo al mundo, alumbra a todo hombre» (Juan 1:9). «Y los hombres amaron más las tinieblas que la luz, porque sus obras eran malas» (Juan 3:19). Por eso, el atractivo inicial se desvaneció rápidamente, dando paso al miedo y al odio; y como no querían conocer a Dios ni a sí mismos, buscaron deshacerse de lo que los condenaba matándolo. Podían matarlo, pero no podían deshacerse del Hijo de Dios; y como hemos visto, él, que es el Camino, es también la Verdad. ¿Qué se entiende por esto? Comparemos la Ley con Él mismo.

4 - La comparación entre la Ley y la Verdad

La Ley es santa, justa y buena; pero en ninguna parte se la llama verdad. La ley es la norma de la exigencia divina hacia el hombre; declara lo que Dios exige de quien toma como fundamento de su salvación la obediencia a Él. La verdad es la revelación de Dios, la manifestación de todas las cosas en Cristo. Por lo tanto, no es una exigencia, sino una revelación. De hecho, Dios mismo las opone, como está escrito: «La Ley fue dada por Moisés, pero la gracia y la verdad vinieron por medio de Jesucristo». ¿No era la Ley de Dios? Sí, pero fue dada por Moisés, que era entonces el canal de comunicación. Pero Cristo era y es el Camino; y esto no solo para que Dios descendiera hacia el hombre, sino para que el hombre fuera hacia Dios, no, hacia el Padre. Además, él es la Verdad. Él da a conocer a cada uno y cada cosa tal como son realmente; y cuando sopesamos lo que es la verdad, podemos ver que solo Cristo podía ser su plena representación. Así se revela Dios; y Cristo, como revelador de Dios, es él mismo la Verdad. Como Hijo, revela lo que es el Padre. Pero él, el Santo de Dios, me muestra lo que es el pecado, lo que yo soy. En resumen, manifiesta a todos y cada uno tal y como son.

5 - Cristo es la Verdad, la imagen del Dios invisible

Nunca se dice que Dios es la Verdad [1], sino Cristo, que es la imagen del Dios invisible. El hombre no es capaz de sondear a Dios; ningún hombre ha visto jamás a Dios. ¿Quién es competente para conocer a Dios? Ningún hombre, ni siquiera un ángel. La criatura no conoce a Dios, pero Dios puede darse a conocer a la criatura. ¿Cómo? En Cristo, por medio del Espíritu Santo. Por eso el Espíritu Santo también se llama la Verdad en 1 Juan 5. Cristo, la Verdad, es el objeto presentado en el que puedo aprender todo lo que es; el Espíritu de Dios es el poder interior que hace que la verdad entre en mi alma para que pueda poseerla y disfrutarla. De ahí la necesidad de que el Espíritu Santo sea la Verdad tanto como Cristo. El espíritu del hombre en sí mismo no es más capaz de conocer a Dios que una bestia de comprender el espíritu del hombre. La bestia tiene sus propios instintos como criatura; pero ninguna bestia, ninguna criatura de ese orden, puede sobrepasar sus propios límites. Ninguna criatura inferior es capaz de comprender al hombre, y ningún hombre, como tal, puede elevarse por encima de su naturaleza.

[1] N.d.T.: «Verdad», es la propia naturaleza de Dios. «La Verdad», con el artículo, es la manifestación de esta. El Señor Jesús, como hombre en la tierra, era esta manifestación. En el Antiguo Testamento, tenemos un pasaje que pone en evidencia este carácter-naturaleza de Dios. En Jeremías 10:10, leemos: «Mas Jehová Dios es Verdad; él es Dios vivo y Rey eterno; a su ira tiembla la tierra, y las naciones no pueden sufrir su indignación». No hay artículo delante de Verdad.

6 - La misión de Cristo

Sin embargo, sin la verdad, ¡cuán desdichados somos! He pecado. ¿Cuál es mi posición y cuál es mi relación con Dios? ¿Estamos condenados a vivir en la incertidumbre total sobre lo único que tiene importancia suprema? Hay cosas a las que puede llegar un hombre abandonado a sí mismo: el miedo y el horror, la dureza o la indiferencia. Pero esos temores no son más que el presagio de lo que, mucho más terrible y sin fin, le sucederá si vive y muere tal como es. ¿Qué será de su alma? Mi respuesta es: Cristo es la Verdad; y Cristo estuvo aquí en la tierra expresamente en una misión de amor, para glorificar a Dios, para salvar a los pecadores por la fe, para llenar ese vacío oscuro y aterrador, y para dar vida y paz, con certeza, al creyente.

7 - La diferencia entre Adán y Cristo

No adopten la postura de un incrédulo y no digan que es imposible tener certeza en esta vida. Quizás sea imposible para un judío, sin duda lo era para los paganos; pero si Dios me dice algo y yo lo creo, ¿es cierto o no? Si Dios me dice lo que piensa, ¿no me da eso certeza? Cristo es la revelación que Dios me ha hecho de Sí mismo. ¿Dice que ustedes son pecadores? Es cierto, hasta cierto punto; pero, incluso así, no saben qué pecadores son, porque si lo supieran, no podrían aceptarlo con tanta calma. Acuden a Dios por sus pecados. ¿Les dejará en la incertidumbre? No, Cristo vino, el que fue enviado por Dios, para cumplir su voluntad ofreciendo su cuerpo; y por él vinieron la gracia y la verdad, no solo la verdad. ¡Y qué gracia! El Hijo de Dios, el Hijo único del Padre, se hizo hombre; y no solo eso, sino que nació de una mujer. Adán ni siquiera había nacido, nunca había existido, había sido creado. Por lo tanto, no era hijo del hombre, aunque era hijo de Dios en cierto sentido (Lucas 3). Adán vino al mundo preparado y formado para ser su jefe; había alcanzado su plenitud cuando vino de la mano de Dios.

8 - Lo que fue Jesús, el hombre obediente y sin pecado

Jesús no era simplemente un hombre, sino la Simiente de la mujer, como ningún otro antes que él. Se convirtió en un siervo, todo lo que es el hombre, excepto el pecado. No solo no pecó, sino que nunca conoció el pecado en toda su vida; siempre podía decir que su alimento era hacer la voluntad de Dios. «He aquí yo vengo… para hacer tu voluntad, oh Dios» (Hebr. 10:7). Y fue hecho pecado en la cruz; sufrió el justo por los injustos, para llevarnos a Dios (1 Pe. 3:18).

9 - El juicio de Dios contra el pecado en la cruz

¿Es mediante la oración o mirando en mi corazón como aprendo lo que es el pecado? No, sino que lo veo en la cruz de Jesús. ¿Cuánto ha costado mi pecado? Él, el Santo, atrajo sobre sí los horrores del juicio divino; y ahora se ha convertido en el jefe de la salvación (Hebr. 2:10), habiendo obtenido una redención eterna (Hebr. 9:12). El mismo Jesús que me revela la verdad de que soy pecador en mí mismo, me revela también la verdad de que él es un Salvador en sí mismo.

10 - Jesucristo, el único hombre sin pecado

¿Dónde encontraré a un hombre santo? ¿Será Adán? El hombre que no pudo evitar tocar el fruto del árbol que Dios le había prohibido comer, ¡él, un hombre santo! ¿Por qué no escuchó a Dios? Desobedeció y se volvió impío. No es que fuera creado así, porque Dios lo creó inocente, y la inocencia supone la ausencia del mal, con la posibilidad de caer en él. Pero cuando Jesús se hizo carne, no solo era sin pecado, sino santo, santo no solo en sus caminos, sino en su naturaleza. «La santa Criatura que nacerá, será llamada Hijo de Dios» (Lucas 1:35). También leemos: «Un cuerpo me preparaste» (Hebr. 10:5), y esto nunca se dice de nadie más. ¿Por qué se formó este cuerpo de manera tan especial? Porque no podía haber ni la más mínima reliquia que mancillara al Santo. La más mínima mancha de maldad habría echado a perder el sacrificio; el cordero destinado al holocausto debía ser sin defecto y sin mancha. Cuando Jesús nació, aunque era descendiente de la mujer, no había mancha de pecado en su naturaleza; se le llama el Santo, porque nació por el poder del Espíritu Santo. Así, pudo tomar sobre sí no solo todos nuestros pecados, sino el pecado mismo. Esta es la verdad.

Si quiero ver el pecado, puedo verlo en contraste con el Señor Jesús. Él vino y reveló todo el horror del pecado. «Si yo no hubiera venido y les hubiera hablado, no tendrían pecado; pero ahora no tienen excusa por su pecado» (Juan 15:22). Cristo es la Verdad; así, todo se revela en su verdadero carácter.

11 - Solo Cristo nos revela y nos da a conocer a Dios

Pero lo mismo ocurre con Dios; Cristo, como Verdad, muestra claramente lo que es Dios. Nunca se dice que Cristo es a imagen de Dios, aunque se dice con el mayor énfasis que es su imagen. No sería cierto decir de un hombre que es como un hombre, aunque se pueda decir de un ángel. Del mismo modo, no se dice que Jesús es como Dios, porque él es Dios. Había allí alguien que era perfectamente capaz de mostrar lo que es Dios. Es el Absoluto que se digna hacerse relativo. Mientras Dios es solo Dios, es inaccesible al hombre; el hombre no puede comprenderlo. Pero yo debo conocer a Dios, si no, no puedo tener vida eterna; y esto no puede hacerse sin Aquel a quien él envió, Jesucristo el Señor. Jesús es Dios manifestado en carne, y me ha traído exactamente lo que necesito. Dios es Aquel que me ama, que desciende en la persona de Jesús, Hijo de Dios e Hijo del hombre, para responder a la necesidad de un pobre pecador.

12 - Cristo también nos da a conocer quién es el diablo

Si, una vez más, quiero saber quién es el diablo, es el mismo Jesús quien me lo revela. Él, asesino desde el principio (Juan 8:44) y mentiroso, es el único ser que siempre se opone al Señor Jesús. Jesús reveló, pues, lo que era el diablo como nunca se había manifestado; pero el Hijo de Dios vino para destruir las obras del diablo.

13 - Lectores, ¿poseen ustedes la Verdad? Ella revela lo que ustedes y yo somos

Ahora bien, ¿poseen la verdad? Han oído la verdad que está en él; ¿qué efecto tiene en su alma? «De su propia voluntad él nos engendró por la palabra de verdad, para que seamos como primicias de sus criaturas» (Sant. 1:18). La Ley me hace consciente de mis faltas, pero la verdad las hace aún más evidentes. Pero si puedo saber cuán malo soy, deseo ser liberado de ello. ¿Puede la Ley hacerlo? Cuando se dio la Ley, ella alejó al hombre. Moisés tuvo que establecer límites alrededor del monte, y si un animal lo tocaba, debía ser apedreado o pasado con dardo (Hebr. 12:20).

Sin duda era una advertencia justa y saludable, pero la verdad es que el Señor Jesús descendió del cielo para buscar y salvar a los perdidos.

14 - La necesaria obra de la verdad en el alma

¿Y cómo pueden ser salvos? Sometiéndose a la Verdad, acudiendo como pecadores al Salvador de los pecadores. Solo puedo ser salvo por la Verdad. Es el Señor Jesús mismo quien revela todo esto al alma, y al confesarlo como Señor, creo en Dios y establezco en mi alma que es verdad. Por la gracia de Dios, mi alma se inclina ante la verdad, y puedo decir en mi corazón: “Esta es precisamente la verdad para mí”. Renuncio a mi incredulidad; me inclino ante lo que Dios dice de su Hijo. Es Dios quien proclama lo que es verdad, y yo creo que él es tan bueno como dice. Creo que él perdona mis pecados y me hace su hijo en ese mismo instante. No tengo ningún mérito, pero Cristo es mi defensa. Estoy dispuesto a no ser nada, para que Cristo y su cruz sean todo para mí y en mí.

Pero debemos recordar que el Espíritu Santo es Verdad tanto como Cristo. ¡Que él traiga la verdad a sus almas! Aunque vivieran mucho tiempo y aprendieran mucho, solo conocerían mejor la verdad que recibieron al principio. Confiesen a Jesús como Señor, único Salvador e Hijo de Dios. Confiesen todo lo que la gracia les ha dado a conocer y procure que su conducta sea una confesión viva de aquel que es la Verdad.