10 - Israel y la Iglesia


person Autor: Frank Binford HOLE 119

library_books Serie: Un mejor conocimiento de la fe cristiana

flag Temas: Israel y el día de reposo Las diferentes dispensaciones


Conocer la “verdad de las dispensaciones”, como se suele llamar, es esencial para una lectura inteligente de la Biblia. Sin embargo, parece que muchos cristianos apenas han pensado en ello.

Según las épocas, Dios se ha complacido en tratar de diferentes maneras con los hombres. Las nuevas revelaciones de sí mismo y de su voluntad condujeron a nuevas relaciones con los hombres –nuevas dispensaciones.

La verdad de las “dispensaciones” nos enseña a distinguir estos cambios y a discernir su naturaleza para no oscurecer las características de cada dispensación. La importancia de esto, para nosotros los cristianos, es que aprendamos el verdadero carácter del llamado celestial con el que hemos sido llamados, y el de la dispensación en la que nuestra parte estaba reservada.

Hasta la época de Cristo, la característica principal de la dispensación en ese momento era Israel, la nación elegida del linaje de Abraham. El período en el que vivimos, desde Pentecostés hasta la venida del Señor, tiene características muy diferentes. No es Israel, sino la Iglesia lo que está en primer lugar en los pensamientos de Dios hoy.

Antes de detenernos en las importantes distinciones entre las dos, dejemos claro de qué estamos hablando.

Por Israel, no hablamos de la nación judía dispersa, tal como está hoy, o lo que era en tiempos del Señor, es decir, un remanente que aún se aferraba a su antigua capital, Jerusalén. No hablamos de su existencia real en un momento dado, sino de lo que era esa nación según el plan original de Dios para ella.

Cuando hablamos de la Iglesia, no nos referimos a ningún edificio eclesiástico, ni a ninguna denominación, ni al número de cristianos profesos reunidos en lo que hoy se llama «una iglesia». Utilizamos el término en su sentido bíblico. La palabra griega para «iglesia» significa simplemente «llamada fuera de». Aquellos que son llamados fuera del mundo por Dios, durante este período de rechazo a Cristo, son por este llamado y por el hecho de que el Espíritu Santo mora en ellos, reunidos en la Asamblea de Dios, la Iglesia.

Puede ser útil observar que en las Escrituras el término «iglesia» se utiliza[1] de diferentes maneras:

  1. Como refiriéndose a todos los cristianos en un lugar determinado (1 Cor. 1:2; Col. 4:15, etc.).
  2. Como el conjunto de todos los cristianos en la tierra en un momento dado (1 Cor. 10:32; 12:28; Efe. 1:22, etc.). En este sentido, la Iglesia se asemeja a un regimiento que permanece el mismo a lo largo del tiempo, aunque los individuos que lo componen cambian constantemente.
  3. Como el conjunto de todos los cristianos, llamados y sellados con el Espíritu entre Pentecostés y la venida del Señor (Efe. 3:21; 5:25, etc.).

[1] N.d.E. También se utiliza esta palabra para designar una reunión de personas no cristianas, como vemos en Hechos 19:32, 39, 41.

Es este último sentido (3) el que damos a la Iglesia en este artículo; aunque, si hablamos de la Iglesia tal como existe hoy en la tierra, nos referimos obviamente a ella en su segundo aspecto.

Recordemos, sin embargo, que como en el caso de Israel, nos referimos no a lo que la Iglesia es realmente, o ha sido en un momento dado, sino a lo que es según el diseño y el pensamiento original de Dios.

Una vez definidas estas palabras, observemos algunas distinciones necesarias.

1. Juan, el precursor del Señor, fue el último de la larga línea de profetas de la pasada dispensación. Con él, las declaraciones de Dios bajo el antiguo pacto llegaron a su fin. Con Cristo, comenzaron las nuevas palabras. «La ley y los profetas fueron hasta Juan; desde entonces el reino de Dios es anunciado» (Lucas 16:16).

Zacarías describió la venida de Cristo al mundo como «un amanecer desde lo alto» (Lucas 1:78). Su aparición en la tierra anunció el amanecer de un nuevo día. Pero ese nuevo día aún no había llegado y no se había inaugurado. El Señor Jesús tenía una misión que cumplir en medio de Israel y debía presentarse ante esa nación como su Mesías desde tiempo atrás prometido. Además, los fundamentos de las bendiciones en reserva debían ser puestos en los sufrimientos del Calvario. Pero cuando todo esto tuvo lugar, cuando el Hijo de Dios murió y fue resucitado, cuando ascendió al cielo y envió al Espíritu Santo, se inauguró una dispensación completamente nueva, totalmente diferente a todo lo que había pasado antes.

2. La característica de la antigua dispensación era la ley, la característica de la nueva es la gracia. La entrega de la ley en el Sinaí inauguró la primera dispensación. Dios estableció sus requisitos a la humanidad. Tenía que recibir de ellos lo que se le debía. El hecho de que la bancarrota llegara inmediatamente, bancarrota hasta la ruina total, no eximió a los hombres de sus nuevas responsabilidades. Sin embargo, Dios anunció a Moisés que mostraría misericordia (Éx. 33:19) y retendría la amenaza de destrucción en vista de la venida de Cristo. La ley seguía reinando como «conductor» hasta que vino Cristo (Gál. 3:24).

En Cristo, había una fuerza más poderosa que la ley. El caso de la mujer pecadora en Juan 8 lo ilustra bien. Bajo la poderosa influencia de la gracia, los hipócritas fueron reconocidos culpables mucho más eficazmente que bajo la ley, y el pecador era perdonado, lo que la ley nunca pretendió hacer. Ahora Dios da y el hombre recibe. La nueva dispensación está marcada por el reinado de la gracia mediante la justicia, para la vida eterna a través de Jesucristo nuestro Señor (Rom. 5:21).

3. La antigua dispensación está centrada en Israel, la nueva está relacionada con la Iglesia.

La ley solo se dio a una nación: Israel. Por lo tanto, la atención de Dios se centró en esta nación. Los privilegios de los hijos de Israel eran como nación y no como individuos. Dios siempre ha tratado con las almas individualmente, y con mayor razón en los días de la apostasía nacional. Pero al principio, Dios trató con ellos a nivel nacional sin mencionar el estado espiritual de los individuos. Su posición ante él era a nivel nacional.

El carácter de la Iglesia no es nacional. Santiago, citando a Pedro, dice que el propósito divino de esta dispensación es la visitación de las naciones, «para tomar de entre de ellos un pueblo para su nombre» (Hec. 15:13-14). Dios tiene a sus elegidos de todas las naciones, y los que así son reunidos por su nombre forman «la Iglesia».

Por lo tanto, la Iglesia no es ni nacional ni internacional, sino que es extra nacional, es decir, totalmente ajena de todas distinciones nacionales e independiente de ellas. En lugar de estar construida sobre una base nacional, está representa en las Escrituras como «un solo rebaño» (Juan 10:16), como «un solo cuerpo» (1 Cor. 12:13), como «casa espiritual, un sacerdocio santo» (1 Pe. 2:5), como “una sola familia” formada por los hijos de Dios (1 Juan 2:12; 3:1, etc.).

Además, en lo que respecta a la Iglesia, Dios comienza con el individuo. Está compuesta por aquellos que han sido llevados a una relación personal con Dios. Solo como perdonados y como habiendo recibido el Espíritu que mora en ellos, que llegan a ser miembros de un solo Cuerpo y «piedras vivas» de la casa espiritual.

4. Israel tenía un culto ritual cuyo valor residía en su significado típico. Los privilegios de la Iglesia están relacionados con las propias realidades eternas, con la sustancia y no con las sombras. Su culto no consiste en sacrificios, ceremonias simbólicas, etc., sino que es una «adoración en espíritu y en verdad».

La ley era solo una «sombra de los bienes venideros, no la imagen misma de las realidades» (Hebr. 10:1). Las realidades han llegado y ahora son observadas por los cristianos. Cristo las estableció (Hebr. 9:24; 10:12), el Espíritu las ha revelado (1 Cor. 2:9-10) y el creyente puede observarlas con el ojo de la fe (2 Cor. 4:18).

5. Las bendiciones y los privilegios de Israel eran en gran medida terrenales y materiales, mientras que los de la Iglesia son celestiales y espirituales.

En el Antiguo Testamento, se dieron instrucciones sobre cómo debían volver los hijos de Israel para dar gracias a Dios cuando hubieran tomado posesión de la tierra prometida. Debían tomar las primicias de todos los frutos y ponerlas en un cesto ante Jehová su Dios, reconociendo su bondad (Deut. 26:1-11).

¿Debe el cristiano acercarse a Dios de esta manera? Por el contrario, cuando Pablo escribe a los efesios sobre su herencia celestial, lejos de hablar de cosas materiales, dice: «Bendito sea el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, que nos ha bendecido con toda bendición espiritual en los lugares celestiales en Cristo» (Efe. 1:3).

¡Qué completo es el contraste!

6. Mientras que el destino de Israel es ser el canal de bendición para todas las naciones, durante el Milenio, el destino de la Iglesia es estar asociada con Cristo en el cielo. Isaías 60, describe el futuro de Israel. Apocalipsis 19 y 21, en varias figuras, presenta el destino de la Iglesia como la «esposa del Cordero».

10.1 - ¿Hubo un momento preciso en el que los caminos de Dios con Israel terminaron y el período de la Iglesia comenzó?

Ya se ha señalado que la muerte de Cristo marcó el final de los tratos de Dios con Israel como nación, y que su resurrección y el descenso del Espíritu Santo en el día de Pentecostés inauguraron la presente dispensación (comp. Hec. 2:41-47 con 1 Cor. 12:13).

Sin embargo, hay que hacer dos observaciones.

En primer lugar, aunque los tratos de Dios con Israel alcanzaron su apogeo en la cruz, sin embargo, todavía tuvo algunos tratos con ellos hasta la muerte de Esteban y quizás incluso hasta la destrucción de Jerusalén. Tampoco se revelaron los planes completos de Dios para la Iglesia al comienzo mismo de la presente dispensación. Fueron revelados gradualmente por los apóstoles, especialmente por Pablo, aunque la propia Iglesia comenzó su existencia corporativa en Pentecostés.

En segundo lugar, los caminos de Dios con Israel solo han terminado por un tiempo. En un día venidero, se reanudarán y se cumplirán literalmente las gloriosas promesas hechas a esa nación favorecida. De alguna manera se deja de lado a Israel mientras que la Iglesia ocupa el centro de la escena. Una vez que la Iglesia haya sido llevada al cielo, Israel será devuelto al centro de los caminos de Dios.

10.2 - En Hechos 7:38, Esteban habla de «la asamblea en el desierto». Entonces, ¿existía la Iglesia antes de la llegada de Cristo?

Israel era sin duda «la asamblea en el desierto». ¿Qué hay en esto que justifique la identificación de Israel con la Iglesia del Nuevo Testamento? La utilización de la misma palabra en Hechos 19:41 tampoco justifica que confundamos a la iglesia de esa ciudad (Éfeso) con la multitud (asamblea) indisciplinada de adoradores de Diana.

El error es grave, pues es a través de la confusión de Israel con la Iglesia que los hombres han tratado de justificar la introducción de elementos y principios judíos en el cristianismo.

10.3 - ¿No formaban parte de la Iglesia hombres como Abraham, Moisés y Elías? ¿No es una afrenta para estos honorables hombres negarles ese lugar?

De ninguna manera. Su parte fue en la dispensación pasada. Moralmente, estos hombres dominan como gigantes, mientras que muchos de nosotros, los cristianos, no somos más que enanos. Sin embargo, incluso Juan el Bautista, el más grande de todos, era, en su dispensación, menos que el más pequeño en el reino de los cielos (Mat. 11:11). Ellos tenían la condición de esclavos en su dispensación, nosotros tenemos la de hijos (véase Gál. 4:1-7).

Las palabras del Señor en Mateo 11, relativas a Juan, fueron seguidas por las de Mateo 16:13-18 relativas a él. No era un mero profeta como Elías, Jeremías o Juan, sino el Hijo del Dios vivo, y sobre esta roca dijo: «Edificaré mi asamblea». Observe esta palabra: «Edificaré». El Señor estaba hablando de una obra futura en la que estos grandes hombres de la antigüedad no tenían parte.

10.4 - ¿Cuál era el propósito de Dios al llamar a Israel al lugar especial que ocupaba?

Fueron llamados a tomar posesión de la tierra prometida para Dios, como una especie de muestra de que toda la tierra le pertenecía, a pesar de que Satanás había usurpado su poder sobre ella. Cuando entraron en ella, cruzaron el Jordán como el pueblo del «Señor de toda la tierra» (Josué 3:11-13).

Además, debían preservar en el mundo el linaje «de quienes, según la carne, vino el Cristo» (Rom. 9:5).

Además, con esta nación como muestra separada de la corrupción de los pueblos circundantes y privilegiada sobre todas las demás, Dios hizo la prueba final en cuanto a la raza humana. Lo que se relata de su propia ley, en Romanos 3:9-18, atestigua su irremediable fracaso y comprueba desesperadamente la perdición de todos. Si, como dice Romanos 3:19, la ley condena por completo a la nación de los judíos que estaba bajo la ley, entonces toda boca está cerrada y todos son «culpables ante Dios».

10.5 - ¿Cuál es el propósito y la intención de Dios en relación con la Iglesia?

La Iglesia es el Cuerpo de Cristo (Efe. 1:23). Por lo tanto, Cristo se expresa en ella, al igual que vuestro cuerpo es aquello en lo que usted vive y se expresa.

Ella lo representa en la tierra durante el tiempo de su rechazo y ausencia. Satanás se deshizo de Cristo en la tierra, pero Él está aquí como representado en su Cuerpo. Tocar a la Iglesia, o a cualquiera de sus componentes, es tocarle a Él. ¿Acaso sus propias palabras a Saulo no implican esto: «Saulo, Saulo, ¿por qué me persigues?» (Hec. 9:4).

Esta es la casa de Dios, la única casa que tiene en la tierra en este momento. ¡Dios no será expulsado de su propio mundo! Hoy habita en una casa que ni Nabucodonosor ni Tito pueden quemar, que ni Nerón ni Torquemada han podido destruir.

El objetivo final de Dios es tener una esposa para Cristo (Efe. 5:25-27), un pueblo que, como extranjeros celestiales comparten hoy su rechazo, pero cuya porción eterna es ser partícipe de su gloria celestial.

10.6 - ¿Tenemos, los cristianos, bendiciones que ni siquiera los mejores de Israel tenían antes de Cristo?

El conocimiento de Dios como Padre, plenamente revelado en Cristo, es una de las mayores de estas bendiciones. «Nadie ha visto jamás a Dios; el Hijo único, que está en el seno del Padre, él lo ha dado a conocer» (Juan 1:18).

Otra bendición es que, en lugar de promesas, tenemos el hecho de una redención cumplida. El billete de la promesa ha sido cambiado por el oro fino de la obra de Cristo.

Además, el Espíritu Santo habita ahora en los creyentes (comp. Juan 14:16; Hec. 2:1-4). Aunque siempre ha ejercido su influencia en la tierra, su presencia permanente aquí es nueva. Por último, nuestras relaciones con Dios son totalmente nuevas en Cristo. Ya no somos esclavos, sino hijos (Gál. 4:4-6).

Se podría añadir mucho más, pero estos cuatro hechos serán suficientes para mostrar la riqueza de las bendiciones que pertenecen al cristiano. ¿No daríamos gracias a Dios porque nuestra porción está colocada a este lado de la cruz de Cristo?