Capítulo 5

El libro de Esdras


Al considerar los primeros cuatro capítulos del libro, hemos observado seis características del avivamiento que Dios produjo entre los judíos, según el relato de Esdras. Vamos a resumirlas brevemente:

  1. Un retorno al lugar de reunión original elegido por Dios.
  2. La falta de reivindicación de un poder que habían perdido por su propia culpa.
  3. Un espíritu de dedicación.
  4. La obediencia a la Palabra de Dios.
  5. Una posición de separación del mundo que les rodea y, por tanto:
  6. La oposición del mundo.

En el capítulo 5 encontramos una séptima característica que completa este cuadro. Habiendo cesado la obra de la Casa de Dios, a causa del edicto de Artajerjes contrario al de Ciro, vemos que la Palabra de Dios actúa espontáneamente en medio de ellos, con todo su poder. Esta Palabra se da por boca de los dos profetas Hageo y Zacarías. El resultado es que los judíos comienzan a construir la casa de nuevo, a pesar de la prohibición del rey.

Las palabras de Hageo y Zacarías se han conservado para nosotros en los libros que llevan sus nombres. Digamos aquí unas palabras sobre su contenido general y su alcance.

El mensaje de Hageo está claramente destinado a reprender, instruir y animar. Los judíos, al verse impedidos de construir la Casa de Jehová, habían dedicado sus esfuerzos a la construcción de bonitas casas para ellos mismos. Hageo les insta a volver a la obra de la Casa de Dios; los anima hablándoles de la gloria futura de esa casa, y les advierte contra el peligro de imaginar que lo que estaban haciendo era perfecto. El ojo escrutador de Dios podía discernir la impureza en todas las obras de sus manos.

El mensaje de Zacarías también pretende animar, pero tiene visiones y enseñanzas más simbólicas. Predice la llegada del Mesías, que será vendido por 30 monedas de plata y que la espada del Señor tendrá que despertarse contra él, para que pueda volver su mano en bendición sobre “los pequeños”, sobre los que muestran signos de profundo arrepentimiento. Sin embargo, el Mesías regresará con gloria, manifestado como el propio Señor, y Jerusalén se caracterizará por el lema: «Santidad a Jehová».

Atentos a los mensajes de Hageo y Zacarías, los judíos comienzan a construir de nuevo la casa; e inmediatamente los enemigos vuelven a atacar. Detrás de ellos estaba el gran Adversario. No se molesta en absoluto cuando ve a los creyentes ocupados en sus propios intereses, pero se opone enérgicamente a todo lo que se hace por Dios. Así que los enemigos de los judíos escriben una carta a Darío, el nuevo gobernante persa (v. 6 y siguientes). Su informe nos da detalles interesantes sobre la actitud de los ancianos judíos. Cuando fueron interrogados por sus adversarios, respondieron con respecto a las dos autoridades a las que estaban sometidos: la de Dios y la del rey. Primero dijeron: «Somos siervos del Dios del cielo y de la tierra», y dejaron claro que construían según su mandato. Entonces citaron la autorización original que habían recibido de Ciro.

Sin duda, su posición era fuerte. Siglos más tarde, Pedro y los demás apóstoles tuvieron que comparecer ante el Sanedrín, que quería impedirles predicar a Cristo resucitado y participar así en la construcción de la Casa espiritual que había comenzado el día de Pentecostés (Hec. 2). Su respuesta fue: «¡Es necesario obedecer a Dios antes que a los hombres!» (Hec. 5:29), y continuaron predicando el evangelio a pesar de la prohibición emitida por las autoridades religiosas. Sin embargo, aquí el veredicto de Darío fue totalmente favorable. Anuló la contraorden de Artajerjes y confirmó el decreto original de Ciro. Así es como Dios tiene todo en sus manos y cumple su palabra con los instrumentos que quiere.


arrow_upward Arriba