Índice general
La comunión en la Casa de Dios (capítulos 5 y 6)
La primera Epístola de Pablo a Timoteo
En los capítulos 5 y 6, Pablo pasa al ámbito de la comunión cristiana. La Casa de Dios no solo debe ser un lugar de oración, orden sagrado y verdad, sino también un lugar de feliz comunión entre los creyentes. En estos capítulos, Pablo presenta a Timoteo las diversas relaciones que tenemos entre nosotros en la Casa, y esboza la conducta adecuada para cada una de ellas.
Como en otras partes de la epístola, las exhortaciones aquí tienen en vista el mantenimiento de un correcto testimonio público de la Casa ante el mundo. Si actuamos de forma inadecuada en cualquiera de estas relaciones, podríamos manchar el testimonio del Señor. Es importante, por lo tanto, que prestemos atención al consejo del apóstol en nuestras interacciones con los demás en estas relaciones para que se dé un testimonio adecuado del verdadero carácter de Dios ante el mundo.
Doce relaciones (capítulo 5:1-19)
Una mirada rápida a estos dos capítulos nos muestra que la comunión en la Casa de Dios no sigue el modelo de una empresa o de un ejército, que son eficientes, pero también impersonales e incluso fríos en su forma de tratar unos con otros. Puesto que la Iglesia se ve bajo la figura de una Casa en esta epístola, el modelo que se sigue en estos capítulos es el de una gran familia extendida, en la que la gran característica del amor es evidente en cada relación.
Pablo aborda al menos 12 relaciones diferentes que uno encontraría en la vida normal de la Casa de Dios, empezando por los hombres mayores, y luego bajando por los estratos de la vida de la asamblea. Describe la conducta adecuada que debemos mostrar en nuestras interacciones con cada uno de ellos en nuestra vida cristiana diaria. Es una instrucción saludable para una feliz comunión cristiana. Si se presta atención, dará al mundo un poderoso testimonio del amor, la bondad y la gracia de Dios. «En esto sabrán todos que sois mis discípulos, si os amáis entre vosotros» (Juan 13:35).
Hay que señalar que en todas estas relaciones que Pablo menciona, no toca las interacciones entre esposos y esposas, hijos y padres, etc., como lo hace en Efesios 5 - 6 y en Colosenses 3. Los lazos familiares no son el tema aquí; la Epístola trata de lo que pasa ante los ojos de los hombres. Estas relaciones dentro de los hogares individuales no son realmente de carácter público.
Hombres mayores
Versículo 1a
Los hombres mayores («un anciano») deben ser tratados con el respeto que se debe a un padre. Pablo no está hablando de un hombre que funciona en la asamblea como supervisor/anciano/guía (como en los v. 17-19), sino de un hermano de edad avanzada. Si él fallara en alguna forma y necesitara «reprender», debe hacerse de una manera que respete su edad.
La KJV es un poco engañosa en este versículo. Afirma que no debemos reprender a un anciano, pero debería decir: «No reprendas con dureza al hombre de edad». Esto muestra que nadie en la Asamblea está más allá de una reprimenda. Un hermano mayor puede necesitar una reprimenda, pero no debe hacerse con dureza, sino más bien, suplicándole como un padre. ¿Qué pensaría el mundo si nos viera tratar a un hermano mayor como si estuviéramos regañando a un niño?
Hombres más jóvenes
Versículo 1
Los hombres más jóvenes deben ser tratados como «hermanos». Timoteo debía considerar a los que eran más jóvenes en edad como compañeros que luchaban en la misma buena batalla de la fe. A veces los hombres más jóvenes se ven como rivales, pero la vida y el servicio cristiano no es una competencia –es una hermandad.
Mujeres mayores
Versículo 2a
Las mujeres mayores deben ser tratadas como «a madres». Esto sería con cortesía, y con reverencia piadosa y mucho afecto.
Mujeres más jóvenes
Versículo 2b
Las mujeres más jóvenes deben ser tratadas como «a hermanas». Pablo añade, «con toda pureza», porque Timoteo, siendo un hermano menor, debía tener cuidado de cómo se comportaba con los de su edad del sexo opuesto, para no dar una impresión equivocada.
Viudas (mayores y menores)
Versículos 3-16
Sabiendo que Satanás utilizó el cuidado de las viudas para suscitar los primeros problemas en la Iglesia (Hec. 6), Pablo presta especial atención a tratar las cosas que las conciernen. Sus observaciones revelan que hay varias clases de viudas y que cada una debe ser tratada de manera diferente.
Versículos 3, 5, 8 y 16
Hay, en primer lugar, una que es «en verdad viuda». Se trata de una hermana (sin especificar la edad) que vive la vida de lo que realmente representa una viuda: está verdaderamente desprovista y desamparada. Está “sola”, sin recursos, y sintiendo el dolor de su viudez, pone su confianza en el Dios vivo, y clama a él por ayuda con «súplicas y oraciones noche y día» (v. 5). Estas deben ser honradas y ayudadas económicamente. Deben ser «puestas en la lista» de personas a las que la asamblea ayuda regularmente (v. 9), ya que tienen derecho a esta atención.
Versículo 4
Hay otra clase de viudas que tienen «hijos o descendientes» (nietos) en la Iglesia. Estos descendientes deben «mostrar la piedad para con su propia familia» y «recompensar a sus progenitores» viudos, atendiendo a sus necesidades económicas. La asamblea, en este caso, no debe cargar con el mantenimiento de estas viudas. Pablo dice que es «aceptable delante de Dios» que sus familias se hagan cargo de ellas. Si se ignora esta responsabilidad de los descendientes inmediatos en el hogar, de hecho, están negando «la fe» y se les considera «peor que un incrédulo» (v. 8).
Versículos 6-7
Hay viudas que se «entregan a los placeres». Estas, evidentemente, son capaces de mantenerse por medios privados, pero eligen vivir según la carne. Pablo dice que tal viuda «viviendo está muerta». Esto no significa que no se salve, sino que vive fuera de la comunión con Dios. El aspecto de la muerte aquí, es la muerte moral –una separación práctica de Dios. En Romanos 8:13, Pablo habla de este tipo de muerte: «Si vivís según la carne, moriréis». Todos los que viven de esta manera no deben recibir apoyo financiero de la asamblea, sino que se les debe pedir que vivan de manera «irreprensible» ante Dios y los hombres.
La verdad del versículo 8, por supuesto, se aplica a otros además de las viudas, porque incluso un incrédulo («un infiel») sabe que es su responsabilidad cuidar de «su propia familia». Por otro lado, la instrucción del apóstol en este versículo puede ser mal aplicada y utilizada como excusa para no dar a la obra del Señor como deberíamos. Podríamos declarar que estamos cuidando de nuestras familias guardando fondos para la siguiente generación –y no hay nada malo en hacer eso– pero no debería usarse como una capa para motivos egoístas. A menudo, tal acumulación de fondos no consagrados termina siendo malgastada por los hijos, en lugar de ser utilizada para el Señor.
Versículos 9-10
También hay viudas mayores que han servido fielmente al Señor durante muchos años. Estas deben ser «puestas en la lista» de personas a las que la asamblea debe ayudar regularmente, pues son dignas de este cuidado.
Se mencionan unas ocho cualificaciones:
- Más de «60 años» – Estas mujeres honorables deben estar libres de cargas financieras en sus años de declive.
- La «mujer de un solo marido». Pablo no está diciendo que las viudas no deban volver a casarse, porque en el versículo 14, lo anima si son mujeres más jóvenes. (Véase también 1 Cor. 7:39).
- «Teniendo testimonio de buenas obras». Tiene un buen testimonio público.
- Esto no necesariamente se refiere a su propia familia, sino a los hijos espirituales en la Casa de la fe, porque si ella tenía hijos propios, ellos debían aliviarla (v. 4, 16). Si se trata de sus propios hijos, entonces puede que no se hayan salvado o estén vivos. Si no la cuidaban, serían peores que los infieles.
- «Practicó la hospitalidad» – Su casa ha estado abierta a los santos que han viajado por la región donde vive.
- «Lavó los pies de los santos». Esto es un lenguaje figurado para realizar humildemente servicios menores para los santos.
- «Socorrió a los afligidos». Se ha dedicado a un ministerio de atención práctica a los santos afligidos.
- «Aprovechó para hacer el bien». Se caracteriza por la diligencia en el servicio; no ha sido perezosa.
Versículos 11-15
Por último, hay «viudas más jóvenes»; a estas, la asamblea debe «rehusar» la ayuda financiera. Ponerlas en la lista de apoyo regular podría ser perjudicial para ellas y para la comunión de los santos. Al no tener que recurrir a Dios para sus necesidades en la dependencia diaria, podrían sentirse insatisfechas con su suerte en la vida como viudas y «son arrastradas por sus pasiones contra Cristo». Cayendo en un estado de ánimo pobre, podrían haber «abandonado su primera fe» (abandonar su confianza en el Señor) y entrar imprudentemente en otro matrimonio que podría no ser «en el Señor» (1 Cor. 7:39).
Querer «casarse» no es malo; Pablo sugiere que las viudas más jóvenes deben volver a/rse en el versículo 14. Pero hacerlo por voluntad propia es “ser culpable” de actuar de forma independiente. Cuando una persona no se somete a la carga que Dios le ha dado para llevar en la vida (en este caso, la pérdida de un marido), en su espíritu insatisfecho y su pobre estado de ánimo, podría ser utilizada por el enemigo para derribar la comunión de los santos. Las mismas pueden convertirse en «ociosas, andando de casa en casa» como «chismosas» y «entrometidas, hablando lo que no deben».
Para evitar esta tendencia, Pablo deseaba que las viudas más jóvenes «se casen, críen hijos» y «gobiernen su casa». Esta es una ocupación saludable, y ayuda a preservar a las viudas más jóvenes de estos peligros, y también quita cualquier «motivo» para que el «adversario… de hablar mal» del testimonio del Señor. Que las hermanas casadas tomen nota: Pablo dice de ellas: «Gobiernen su casa», no dice: “Gobernad a vuestro marido” (v. 14). Esto muestra que la esfera de su responsabilidad pertenece a los asuntos domésticos del hogar. Pablo informa que, lamentablemente, algunas viudas más jóvenes se habían «apartado para seguir a Satanás», en el sentido de hacer su obra en contra del testimonio público de la Iglesia.
Pablo no dice que las viudas mayores deban volver a casarse, pero eso no significa que no puedan hacerlo; 1 Corintios 7:39 no da ningún límite de edad para volver a casarse. Está tratando con una cierta tendencia entre las hermanas más jóvenes a la que no serían susceptibles las mayores y más maduras en la fe. Una mujer cristiana madura no debería necesitar la preocupación del cuidado de los hijos y las responsabilidades familiares para canalizar sus energías, y así, distraerse con la ocupación carnal de chismear y entrometerse entre los santos. A esa edad, su experiencia con el Señor en el camino cristiano debería haberlas enseñado a caminar en el Espíritu y, por lo tanto, a juzgar las tendencias carnales que tienden a afectar a los creyentes más jóvenes.
Versículo 16
Pablo resume sus observaciones anteriores afirmando que solo las que son «en verdad viudas» deben ser aliviadas por la asamblea; todas las demás deben ser rechazadas. Dice: «No sea una carga a la iglesia» con las viudas a las que pueden atender sus parientes. «Ella» (la asamblea) solo debe «socorrer a las que realmente son viudas».
Supervisores (ancianos)
Versículos 17-19
Pablo pasa a abordar la forma en que se debe tratar a los «ancianos». Esto se refiere a los que tienen el cargo de anciano/supervisor/guía en la asamblea; no se trata simplemente de los que son hermanos mayores, como en el versículo 1. Estos supervisores tienen el cuidado del rebaño localmente, y deben ser respetados.
Vemos inmediatamente que Pablo no considera que todos los supervisores/ancianos tengan la misma distinción de honor. Él dice: «Los ancianos que dirigen bien sean tenidos por dignos de doble honor, especialmente los que trabajan en la palabra y en la enseñanza». Alguien podría deducir de esto que, si un supervisor/anciano no gobierna «bien», no tenemos que honrarlo ni someternos a él. Pero, al distinguir a algunos que deben tener «doble honor», Pablo muestra que el honor debe ser mostrado a todos los supervisores/ancianos que están en ese lugar de responsabilidad. Se les debe dar honor por lo que se debe al cargo que ocupan en la Casa de Dios, y se debe dar un honor adicional a los que lo hacen «bien». Luego, Pablo muestra que hay algunos ancianos que deben ser honrados incluso por encima de eso: los que gobiernan bien, que también «trabajan en la palabra y en la enseñanza». Esto se indica al decir Pablo: «Especialmente…». William Kelly señala estas tres distinciones, afirmando que debe haber “honor en su función”, honor porque estaba excelentemente hecho, y distinción especial para aquellos de los ancianos que trabajan en la «Palabra y la enseñanza». El hecho de que distinga entre los que enseñan y los que gobiernan bien muestra que no todos los supervisores/ancianos pueden enseñar, pero es bueno y útil si pueden hacerlo.
Versículo 18
Aquellos supervisores/ancianos que «dirigen bien» y «trabajan en la palabra y la enseñanza» deben ser recompensados por su servicio. Pablo no se refería a una recompensa futura que seguramente recibirán en el tribunal de Cristo (2 Cor. 5:10; 1 Pe. 5:4), sino a alguna ayuda o asistencia presente en necesidades prácticas. Podría tratarse de un apoyo financiero de la asamblea local en la que residen y trabajan, si lo necesitan. Pablo cita un versículo del Antiguo Testamento (Deut. 25:4) y un versículo del Nuevo Testamento* (Lucas 10:7) para apoyar este punto.
Nota: El Evangelio según Lucas está citado y calificado por Pablo como «Escritura», lo que demuestra que algunos de los libros del canon del Nuevo Testamento ya eran reconocidos como inspirados por Dios en aquella época.
Versículo 19
Pablo no descarta la posibilidad de que un supervisor/anciano falle, pero afirma que más vale que sea algo que pueda probarse con «dos o tres testigos». Este versículo tenía una aplicación especial en la asamblea en Éfeso donde Timoteo debía permanecer y trabajar (cap. 1:3). En Hechos 20:30, Pablo había advertido que algunos de los ancianos de esa ciudad iban a ser problemáticos y las instrucciones que le dio a Timoteo aquí, en cuanto a tratar con ellos, serían necesarias.
Todos los casos de maldad en la Asamblea deben ser comprobados antes de tomar medidas, pero especialmente con los ancianos. El hecho de que Pablo diga que debe haber una prueba adecuada de la maldad indica que podrían surgir acusaciones contra un anciano que fueran bastante infundadas. La naturaleza del trabajo del supervisor lo hace susceptible de malentendidos y ataques. Un supervisor, al tener que lidiar a veces con las faltas de los demás, puede provocar resentimiento y malestar en los que han recibido la amonestación, y podría dar lugar a represalias con alguna acusación rabiosa contra el anciano. Por eso, con esta posibilidad siempre al acecho, todas esas acusaciones debían ser debidamente comprobadas. Esto demuestra, una vez más, que los que desempeñan el papel de liderazgo en la Asamblea son un objetivo del enemigo, y los ataques en forma de acusaciones llegarán a los que están en esa posición.
Los hermanos que erran (capítulo 5:20-21)
Pablo pasa a hablar de otros en la asamblea que pueden pecar. Dice: «A los que continúan pecando, repréndelos delante de todos, para que los demás también tengan temor». Algunos han pensado que Pablo todavía se refería a los ancianos que podrían fallar. Aunque podría incluir a un anciano, no se limita a ellos. W. Kelly dijo: “El primero de ellos no tiene nada que ver especialmente con los ancianos, sino que irrumpe en el campo más amplio de los santos en general… Limitar el alcance de «los que continúan pecando» (v. 20) como si significara solo “los presbíteros que pecan” nos lleva naturalmente a pensar en “el resto” de esa clase, a la pérdida de un mandato solemne [que debería] de ninguna manera ser restringido, como «delante de todos» debería demostrar”.
Mencionar la posibilidad de que algunos de los santos en general fallen justo después de haber hablado de un supervisor/anciano que falla, muestra que cuando los líderes fallan, a menudo afectan a otros que pueden seguirlos. Hechos 20:30 confirma esto, afirmando que los ancianos perversos arrastrarán «a los discípulos» tras de sí.
La reprimenda pública a la que se hace referencia aquí no debe darse en todos los casos de pecado en la asamblea; normalmente debe seguir a una reprimenda privada (1 Tes. 5:14). Un cierto tipo de pecado requiere este tipo de reprensión. Por lo general, es un tipo de pecado externo y público que podría afectar a otros, como divertirse, sembrar discordia entre los hermanos, etc. En tal caso, una reprimenda ante todos está en orden. El efecto es que los «ingenuos», que de otro modo podrían estar inclinados a seguir en el mismo pecado, podrán «temer» (Rom. 16:18; Deut. 17:13), y así, se desvincularán de él. Un ejemplo de reprimenda pública es la reprimenda de Pablo a Pedro «delante de todos» (Gál. 2:14). El error de Pedro pudo muy bien haber confundido a otros, y era necesaria una acción pública.
La gravedad del asunto se refleja en el hecho de que Pablo adjura a Timoteo «delante de Dios y de Cristo Jesús» y a la vista de «los ángeles escogidos». Le advierte de dos peligros que debe evitar al tratar con personas en la Casa de Dios:
- «Prejuicio». Ser desfavorable a alguien debido a ciertos sentimientos preconcebidos hacia la persona.
- «Parcialidad». Mostrar favoritismo hacia alguien debido a su riqueza, posición en el mundo secular, conexiones familiares en la asamblea, personalidad, etc.
Nuevos conocidos (capítulo 5:22-25)
Pablo advierte a Timoteo de los peligros de las asociaciones, no solo con personas, sino también con el vino. Si Timoteo iba a representar a Dios ayudando a los santos en la Casa de Dios, tenía que tener cuidado con quién (y con qué) se asociaba. Por lo tanto, Pablo le da algunos principios rectores que son útiles para todos en la Casa de Dios.
Versículo 22
Timoteo debía ser especialmente cuidadoso con los nuevos conocidos. Él debía «imponer las manos con ligereza a nadie». Como se mencionó en el segundo capítulo, la referencia a las «manos», en las Escrituras, es a menudo una figura retórica que denota identificación con alguien o algo (Lev. 1:4; Núm. 8:10; 27:18; Gál. 2:9). Timoteo no debía identificarse con hombres cuyo carácter no era conocido. Debía ir despacio al hacer nuevas amistades porque podía fácilmente convertirse en «partícipe» de «pecados ajenos», a través de su identificación con ellos si no tenía cuidado. Debía mantenerse «puro». La lección para nosotros aquí es que debemos asegurarnos de elegir cuidadosamente a nuestros compañeros (Sal. 119:63).
Este versículo no se refiere directamente a la recepción en la Mesa del Señor, como algunos han pensado, sino a la comunión personal en la Casa de Dios. Sin embargo, el principio del versículo puede guiar a los hermanos con respecto a la recepción. Nos muestra que, si los individuos deben ser cuidadosos con sus asociaciones personales, la asamblea ciertamente debe serlo también.
El versículo 23 es un paréntesis. Muestra que no solo hay personas, sino también cosas y prácticas con las que los cristianos deben tener cuidado de asociarse. Podemos ver, por la orden de Pablo sobre el «vino», que Timoteo había sido escrupuloso en mantener su pureza personal y había tratado de alejarse del vino por el bien del testimonio. Sin embargo, su sensible conciencia necesitaba ser iluminada. Necesitaba entender que no estaría cortejando ningún peligro si usaba el vino medicinalmente: «A causa de tu estómago y de tus frecuentes enfermedades». Timoteo no debía buscar un milagro para su dolencia, sino que debía utilizar los medios que tenía a su alcance para mantener su salud. En su caso, «un poco de vino» le ayudaría. Esto nos enseña que no debemos negar las misericordias que el Dios creador ha provisto en su creación para las necesidades de sus criaturas.
Sin embargo, es triste decir que algunos cristianos toman esto para significar que es bueno y aceptable para los cristianos beber licor para el placer personal. Pero Pablo no le dice a Timoteo que tome vino por placer, sino por su salud. No hay ninguna licencia en este versículo para beber en sociedad. ¡Demasiados cristianos aman el remedio de Pablo, pero no tienen la enfermedad de Timoteo!
El vino, aunque no está prohibido para los cristianos, debe ser manejado con cuidado por los cristianos por al menos tres razones:
- La posibilidad de la tentación personal y de caer bajo su poder (1 Cor. 6:12; Prov. 20:1; 23:29-35).
- La posibilidad de hacer tropezar a un hermano o hermana más débil en la fe (1 Cor. 8:9-13).
- La posibilidad de que se reproche el testimonio cristiano (2 Cor. 6:3).
Versículo 24
Pablo explica por qué Timoteo no debe apresurarse a identificarse con nuevos conocidos en la Casa de Dios. Hay dos clases de pecados que los hombres pueden seguir: los que son «notorios», y los que están ocultos «se descubren después». La vida de algunos hombres es como un libro abierto; sus fracasos son de conocimiento público; otros viven más privadamente y por eso su verdadero carácter no sale a la luz hasta más tarde.
Versículo 25
Pablo muestra que esto se aplica también a las «buenas obras». Una persona puede ser conocida por sus obras de servicio porque tiene un alto perfil público entre los hermanos, y con otra que va en silencio con el Señor, su servicio no es conocido públicamente. Siendo este el caso, la lección aquí para Timoteo (y para nosotros) es no juzgar a una persona por la primera impresión, ya sea para mal o para bien. Si nos tomamos el tiempo necesario para formar nuestros juicios sobre las personalidades, seremos mucho más precisos, y podríamos ahorrarnos alguna vergüenza por sacar conclusiones erróneas. El tiempo es el gran probador; revelará el verdadero carácter de una persona. Por lo tanto, Timoteo debía ir despacio en esto.