9 - El mundo


person Autor: Frédy GFELLER 12

library_books Serie: Temas importantes de las Sagradas Escrituras

flag Tema: El mundo

(Fuente autorizada: creced.ch – Reproducido con autorización)


La expresión «el mundo» tiene varias acepciones, por lo cual es necesario considerarla en su contexto para no caer en error al interpretar lo que Dios nos quiere decir a este respecto.

9.1 - El mundo creado

Varios pasajes de la Palabra de Dios nos hablan del mundo refiriéndose al planeta tierra, creado por el poder de Dios: «Por la fe entendemos haber sido constituido el universo por la palabra de Dios» (Hebr. 11:3) «El que hizo la tierra con su poder, el que puso en orden el mundo con su saber, y extendió los cielos con su sabiduría» (Jer. 10:12; 51:15).

En la inmensidad del universo, un punto minúsculo llamado «tierra» fue preparado en el transcurso de las eras geológicas para ser el lugar de habitación del hombre. Esta criatura inteligente y dotada de la capacidad de mantener una relación con su Creador es objeto del favor divino. Después de que el hombre se rebelara contra Dios, fue visitado por su propio Hijo lleno de gracia: «Palabra fiel… Cristo Jesús vino al mundo para salvar a los pecadores» (1 Tim. 1:15). Maravilloso misterio del amor divino, el Hijo del Dios todopoderoso, creador de todo el universo, se somete voluntariamente a las leyes físicas que nos rigen para ponerse al nivel de los que ha venido a salvar. «Grande es el misterio de la piedad: Dios fue manifestado en carne» (1 Tim. 3:16).

9.2 - La humanidad

La segunda acepción de la palabra «mundo» se refiere a la humanidad. Esto queda muy bien expresado en las siguientes palabras de Jesús: «Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna» (Juan 3:16).

Efectivamente, Jesús vino en beneficio de todos los hombres. A pesar del innegable privilegio de su pueblo, el amor de Dios no conoce límites de naciones, lenguas o razas. Dios amó al mundo, a toda la humanidad. Para cada uno de los que la componen, hace proclamar el Evangelio de la gracia, las Buenas Nuevas de salvación por Jesucristo. Nuestro amado Salvador, por su muerte en la cruz, «es la propiciación por nuestros pecados; y no solamente por los nuestros, sino también por los de todo el mundo» (1 Juan 2:2). «Id por todo el mundo y predicad el evangelio a toda criatura» (Marcos 16:15). Esta es la misión inicial confiada a los primeros cristianos. A pesar de todas las amenazas de que eran objeto cumplieron esta misión con celo y valor.

Si bien son pocas las cosas reveladas acerca de la propagación del Evangelio, vemos a Pablo ir hasta Roma y expresar su deseo de visitar España. Otros siervos fieles fueron a África o Asia, pero Dios no juzgó oportuno hablarnos de ello. A lo largo de los siglos, el Evangelio se difundió por el mundo y hoy no hay lengua escrita a la que no haya sido traducida la Biblia.

Todo el mundo es invitado por el Dios de gracia: yo, usted, cada uno. ¿Cuál ha sido su respuesta?

9.3 - La sociedad

La acepción más frecuente de la palabra «mundo» en las Escrituras es la que hace referencia a la sociedad humana en su sentido más amplio. Tan pronto como el pecado entró en el mundo, una familia se distinguió por su manera de organizarse excluyendo a Dios. Se trata de la familia de Caín, según nos relata Génesis 4:17-24. En esta esfera se introduce todo aquello que puede hacer la vida más agradable, tratándose así de borrar la maldición debida al pecado del hombre. Este cuadro tan simple que nos describe el pasaje de Génesis 4 corresponde perfectamente con el estado del mundo actual. El jefe de esta familia es Caín, asesino de su hermano, y el desarrollo de esta sociedad converge, a pesar de las artes y la industria, en el crimen premeditado pasando por el desprecio a la ley divina sobre el matrimonio.

La Escritura nos dice que «los príncipes de este siglo» crucificaron al Señor de gloria (1 Cor. 2:8). Este es el punto de partida de todo aquello que caracteriza a este mundo. Desde entonces, su enemistad hacia Cristo permanece igual, y aquellos que siguen a su Señor no se ven libres de ella.

Los escritos de Juan son particularmente instructivos acerca del mundo considerado bajo este aspecto. Por ejemplo: tenemos: Juan 7:7; 15:18-19; 17:14; 1 Juan 2:15-16; 3:1; 3:13; 4:5; 5:4-5. Todos estos pasajes hacen resaltar la distinción radical entre el creyente, que es llamado hijo de Dios por gracia, por la fe en la obra de Jesús, y el mundo que rechazó a Cristo y que quiere organizarse sin Él.

El apóstol Santiago es más incisivo al declarar: «¡Oh almas adúlteras! ¿No sabéis que la amistad del mundo es enemistad contra Dios? Cualquiera, pues, que quiera ser amigo del mundo, se constituye enemigo de Dios. ¿O pensáis que la Escritura dice en vano?» (4:4-5).

Pablo había dejado de lado todo aquello que podía ofrecerle el mundo. Sus privilegios nacionales y religiosos los tenía por basura (Fil. 3:8), y en otro pasaje dice: «Pero lejos esté de mí gloriarme, sino en la cruz de nuestro Señor Jesucristo, por quien el mundo me es crucificado a mí, y yo al mundo» (Gál. 6:14).

Formamos parte de la sociedad, y nos hallamos ligados a ella por las obligaciones de esta vida. Dios no nos pide que nos aislemos del mundo, sino que nos mantengamos separados moralmente de él. El lugar asignado a aquel que ha sido redimido por el Señor se halla fuera del mundo, en Cristo. En la medida en que su corazón esté unido a Cristo se hallará separado moralmente del mundo. Esta separación, que nunca es completa ni suficiente, se produce por el efecto de la Palabra de Dios, y es llevada a cabo gracias a la intercesión de nuestro Salvador, según el ejemplo que nos da el capítulo 17 del evangelio de Juan. Todos deberíamos leer este capítulo entero, que es uno de los pasajes cumbre de las Escrituras.

9.4 - El gobierno del mundo

En dos ocasiones, Dios confiere al hombre autoridad en el ámbito de la creación: En Génesis 1 Dios dice a nuestros primeros padres: «Llenad la tierra, y sojuzgadla, y señoread… en todas las bestias que se mueven sobre la tierra» (v. 28); igualmente después del diluvio, Dios bendijo a Noé y a su familia, y entregó en sus manos todo lo que se movía sobre la tierra (Gén. 9:2). Dios da al hombre una autoridad, y para ejercerla pone en sus manos la espada (véase Gén. 9:6).

Satanás, quería sin embargo aprovechar la ocasión para usurpar un lugar que ya había codiciado (véase nuestro estudio del número anterior). Al hacer caer el hombre en el pecado lo coloca bajo su dominio, accediendo así al dominio de este mundo. Este hecho es reconocido por el mismo Señor: «Viene el príncipe de este mundo, y él nada tiene en mí… el príncipe de este mundo ha sido ya juzgado» (Juan 14:30; 16:11).

Las riendas del poder le serán quitadas a Satanás, pues Jesucristo, por su muerte, venció a tan peligroso enemigo. Pronto se hará manifiesto públicamente el triunfo del Salvador. El juicio pondrá fin al dominio del diablo sobre la creación, y la aparición gloriosa del Señor y Salvador Jesucristo establecerá en este mundo un reino de justicia y paz del cual será excluido Satanás. El «reino de los cielos» será instaurado con poder para bendición universal. Este reino durará mil años antes de dar paso al «cielo nuevo y la tierra nueva» donde no habrá más muerte, ni habrá más llanto, ni clamor, ni dolor, y habitará para siempre la justicia (véase 2 Pe. 3:13 y Apoc. 21:1-5).

El acceso a esta felicidad eterna será concedido a todos aquellos que pusieron su confianza en el Señor Jesús y en su obra de la cruz. «No entrará en ella ninguna cosa inmunda, o que hace abominación y mentira, sino solamente los que están inscritos en el libro de la vida del Cordero» (Apoc. 21:27), aquellos cuyos pecados fueron lavados por la sangre de Jesús y que aceptaron el perdón ofrecido gratuitamente.