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Comentario diario sobre 2 Timoteo
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1 - 2 Timoteo 1:1-18
Esta segunda epístola, muy diferente de la primera, enfoca un tiempo de ruina en que el apóstol, prisionero, al final de su carrera, asiste a la rápida decadencia del testimonio por el cual había trabajado tanto. Pero Dios se valió de esos progresos del mal, ya visibles en el tiempo de los apóstoles, para darnos esta carta que nos muestra el camino a seguir y los recursos de la fe en “tiempos peligrosos” como los nuestros (3:1). “¡Ánimo! –escribe Pablo a su “amado hijo”– ¡no te dejes asustar!”. Lo que poseemos se halla fuera del alcance del enemigo y está protegido por el poder de Dios Padre, el Hijo y el Espíritu Santo. Éste permanece como espíritu de poder, de amor, de consejo, y “mora en nosotros” (v. 14; Juan 14:17 al final).
“Nuestro Salvador Jesucristo” no ha cambiado. Su victoria sobre la muerte ha sido lograda para la eternidad (v. 10). Cuando todos los puntos de apoyo exteriores se han derrumbado, la fe es llevada a descansar sólo en el Señor (v. 12; Salmo 62:1). La fidelidad de cada uno es puesta a prueba no cuando todo va bien, sino cuando todo va mal (Filipenses 2:22). En la adversidad, muchos abandonaron al apóstol (v. 15), en tanto que uno abnegado, Onesíforo, lo buscó y visitó en la cárcel. Éste formaba parte de aquellos misericordiosos a quienes les será hecha misericordia (v. 18; Mateo 5:7 y 25:36).
2 - 2 Timoteo 2:1-13
“Esfuérzate en la gracia”, recomienda el apóstol a su querido discípulo. Él mismo había aprendido este secreto de boca del Señor: “Bástate mi gracia; porque mi poder se perfecciona en la debilidad” (2 Corintios 12:9). Tres ejemplos: el del soldado, el del atleta y el del labrador ilustran el renunciamiento, la obediencia y la paciencia del cristiano. ¿Qué caracteriza a un buen soldado? No se sobrecarga con inútil bagaje; es disciplinado a fin de agradar a sus superiores; sabe que el oficio de soldado implica inevitablemente sufrimientos, peligros, golpes y que éstos preceden a las menciones honoríficas y condecoraciones. Esto es cierto y toda la Escritura lo confirma: nuestro comportamiento actual tendrá su contrapartida eternal. Hoy, los sufrimientos y la muerte con Cristo; mañana, la vida con él, el reinado y la gloria eterna. Creyentes: Cristo nos ha reclutado bajo su bandera. Por desdicha, en un ejército se pueden hallar desertores que reniegan de su bandera y de su capitán (v. 12). Existen mil maneras, aun silenciosas, de traicionar a nuestro Jefe. Que el deseo de obtener su aprobación, secreta hoy, pública mañana, haga de nosotros buenos soldados, aptos para pelear “la buena batalla” (4:7-8 y 1 Timoteo 6:12).
Estad por Cristo firmes, soldados de la cruz,
Alzad hoy la bandera en nombre de Jesús;
A aquel que al fin venciere corona se dará,
Y con el Rey de gloria por siempre reinará.
3 - 2 Timoteo 2:14-26
Cuando todo va bien, cuando la obra es próspera, el obrero no tiene motivos para avergonzarse ante los hombres (1:8, 12 y 16 al final). En cambio, cuando el testimonio está en ruina, fácilmente sentimos vergüenza. Pero, ¡qué importa el menosprecio del mundo, si somos aprobados por Dios! (v. 15). Este capítulo traza una línea de conducta que nos permite estar seguros de esa aprobación en toda circunstancia: allí donde la incredulidad y la corrupción dominan, el cristiano fiel se aparta. En relación con los individuos, él se limpia; respecto a las codicias, las rehuye; en cuanto al bien, lo sigue; a los creyentes, los busca, se une a ellos y juntos rinden culto a Dios. En la práctica, los versículos 19 a 22 han llevado a apreciados hijos de Dios a apartarse de diversos sistemas religiosos de la cristiandad y a reunirse alrededor del Señor para alabarle.
Ya hemos oído un “huye” y un “sigue” en la primera epístola (6:11). Quiera el Señor grabar en el corazón de todos los creyentes este versículo 22: “Huye también de las pasiones juveniles, y sigue la justicia, la fe, el amor y la paz”. Sin embargo no olvidemos que, así como debemos ser firmes en cuanto a la verdad y a los principios, los que no sufren ningún término medio, también debemos soportar a las personas y manifestarles “mansedumbre” (v. 24-25; Efesios 4:2).
4 - 2 Timoteo 3:1-17
El sombrío retrato moral de los versículos 2 a 5 se parece al del primer capítulo de la epístola a los Romanos, versículos 28 a 32, con la diferencia de que aquí no describe personas paganas, sino a gente que dice ser cristiana. Y, lo que es más grave, la forma de piedad –la hipocresía– cubre esos horrendos rasgos con un barniz engañoso. Con un “pero tú”, vuelve a interrumpirse el apóstol (v. 10 y 14; 4:5). Por un lado están esas personas inmorales que “siempre están aprendiendo, y nunca pueden llegar al conocimiento de la verdad” (v. 7); y por otro, ese joven siervo de Dios, nutrido desde la niñez con “las Sagradas Escrituras” (v. 15) bajo la influencia de una madre y una abuela piadosas (1:5). ¡Dichosos los que, desde su niñez, han sido asiduos lectores de la Palabra de Dios! A ellos y a todos nosotros se dirige esta exhortación: “Persiste tú en lo que has aprendido” (v. 14).
El versículo 16 establece la plena inspiración de toda la Escritura y al mismo tiempo su autoridad “para enseñar, para redargüir, para corregir, para instruir en justicia”. La Palabra de Dios alimenta y forma al hombre de Dios. Timoteo lo era pese a su juventud. Este título de “hombre de Dios” (v. 17 y 1 Timoteo 6:11) es más noble aun que el de “soldado”, “obrero” o “siervo del Señor” (2:3, 15 y 24). Aquí Dios nos muestra cómo se llega a ser un “hombre de Dios”. ¡Que él nos dé también el deseo de serlo!
5 - 2 Timoteo 4:1-22
Aunque muchos apartan el oído de la verdad (v. 4), el obrero del Señor debe, no obstante, predicar, advertir, instar “a tiempo y fuera de tiempo”, convencer, reprender, exhortar… en resumen, cumplir plenamente su ministerio (v. 2 y 5). Pablo había dado el ejemplo. Su carrera se acababa. Los deportistas saben que una competición nunca está decidida antes de la línea de llegada. Abandonar o dejarse adelantar en los últimos metros es perder toda la carrera… juntamente con el premio. Y los últimos pasos a menudo son los más difíciles. El amado apóstol nos da una conmovedora idea de las condiciones finales de su combate y de su carrera: la cárcel, el frío y la desnudez (1 Corintios 4:11; 2 Corintios 11:27; aquí pide su capa: v. 13), la maldad y la oposición de los hombres (v. 14-15), su comparecencia ante César (Nerón) y la ausencia de todos sus amigos (v. 16). Éstos se habían dispersado y hasta Demas lo había abandonado. No se puede formar parte de los que aman “este mundo” (v. 10) y de los que aman la venida del Señor (v. 8). La epístola se termina mencionando el supremo recurso en un tiempo de ruina: la gracia. Era el saludo del apóstol (1:2); es también su despedida (v. 22). ¡Que esta gracia esté con cada uno de nosotros!