Los últimos días

2 Timoteo 3


person Autor: Hamilton SMITH 84

flag Tema: Los últimos días, la última hora del actual periodo de la gracia


La instrucción del tercer capítulo de la Segunda Epístola a Timoteo exige nuestro estudio cuidadoso, pues en él tenemos, por un lado, advertencias en cuanto a la solemne condición de la cristiandad en los últimos días, mientras que, por otro lado, se nos instruye en cuanto a nuestros recursos, para que el creyente pueda vivir según Dios a pesar del mal.

Es una inmensa misericordia que no se nos deje formar nuestro propio juicio en cuanto a la condición de la cristiandad, ni seguir nuestros propios pensamientos en cuanto a cómo debemos caminar en estos últimos días. Tenemos la mente de Dios, tanto en lo que se refiere al mal como al camino que Dios quiere que recorramos en presencia del mal. En los primeros nueve versículos de este capítulo tenemos un cuadro solemne de la terrible condición de la cristiandad tal como la ve Dios al final del período de la Iglesia. En los versículos 10 al 17, tenemos un claro despliegue de la mente de Dios para su pueblo en estos tiempos difíciles.

Para entender la instrucción del capítulo es necesario observar la conexión con los capítulos que preceden y siguen. En 2 Timoteo 1 y 2 Timoteo 2, tenemos la mente del Señor para su pueblo en los días del apóstol, cuando la corrupción de la profesión cristiana ya había comenzado. En el segundo capítulo, el apóstol compara la Casa de Dios con una gran casa en la que los recipientes para la deshonra se encuentran en asociación con los recipientes para la honra. El apóstol instruye al creyente individual sobre cómo actuar en presencia de esta corrupción. Insiste en tres grandes verdades: primero, separarse de la iniquidad y de los vasos de deshonra; segundo, seguir la justicia, la fe, el amor y la paz, con los que invocan al Señor de corazón puro; tercero, hacerlo con un espíritu recto, marcado por la mansedumbre, la paciencia y la dulzura. Solo en la medida en que respondamos individualmente a estas instrucciones podremos entender y aprovechar las solemnes verdades de 2 Timoteo 3. En este capítulo el apóstol mira más allá del día en que vivió hasta los últimos días en que está echada nuestra suerte, para mostrar el desarrollo del mal que ya había comenzado en su día. Habiendo expuesto el desarrollo de la corrupción de la cristiandad, y los recursos de los piadosos en medio de la corrupción, en 2 Timoteo 4, anima al siervo del Señor a continuar su trabajo para el Señor por muy malo que sea el día.

1 - El mal de los últimos días (v. 1 al 9)

El capítulo se abre, naturalmente, con un cuadro solemne de los males de los últimos días, porque, a menos que veamos la verdadera condición de la cristiandad, difícilmente apreciaremos la instrucción que Dios ha dado para capacitar al creyente a elevarse por encima del mal.

Al leer estos versículos hacemos bien en recordar que la terrible condición descrita no es una descripción del paganismo, ni del judaísmo, sino de la cristiandad. Esta condición está marcada por cuatro características sobresalientes

En primer lugar (v. 1-4), se nos advierte que en los últimos días la masa que compone la gran profesión cristiana estará marcada por un egoísmo incontrolado, que conducirá a toda forma de maldad y auto indulgencia. La solemne descripción comienza con la afirmación de que «los hombres serán egoístas». De ahí que codicien el yo, se jacten del yo, se enorgullezcan de sí mismos y se impacienten ante toda forma de restricción del yo, humana o divina. Se complacen según sus propios deseos malvados y son amantes del placer más que de Dios.

En segundo lugar (v. 5); los hombres tratarán de cubrir la mala condición de la profesión cristiana con el manto de la santidad. Afectarán la forma de la piedad. Mantendrán formas religiosas externas mientras viven una vida de indulgencia egoísta que muestra claramente que no saben nada del poder espiritual de una vida nueva. De esta gran profesión sin vida se nos dice definitivamente que: «De estos apártate».

En tercer lugar (v. 6-7); los últimos días se caracterizarán por la difusión del error obrando por los métodos solapados de los hombres que «se introducen en las casas» y apelan a las emociones y lujurias de los ignorantes de la verdad.

En cuarto lugar, la verdad será resistida por la imitación. Los magos de Egipto, que se opusieron a Moisés, muestran el carácter y los métodos de estos opositores. Janés y Jambres trataron de resistir el testimonio de Dios, no mediante la negación de la verdad, sino por imitación. Se esforzaron por demostrar que su poder, aunque se declaraba derivado de otra fuente, era tan grande como el poder de Dios, y que podían producir resultados iguales a los producidos por la palabra de Dios a través de Moisés. Lo que Moisés hizo por medio de la palabra del carácter de Jehová, ellos lo «hicieron también… con sus encantamientos» (Éx. 7:11, 22; 8:7). Pero su locura quedó al descubierto.

Podían producir resultados notables, pero no podían dar vida. Cuando intentaron producir vida, leemos: «Pero no pudieron» (Éx. 8:18).

Esta es, pues, la terrible condición de la profesión cristiana en estos últimos y difíciles días. Se nos advierte que todos los peores sentimientos del corazón humano se vincularán con la profesión del cristianismo, y toda forma de maldad se cubrirá con la forma externa de la piedad.

Además, nos enfrentamos a una serie de cultos religiosos que profesan ser cristianos (como la Ciencia Cristiana, el Crista-delfianismo, el Movimiento del Grupo de Oxford, etc.) que, al igual que la infidelidad, no niegan la verdad, pero, no obstante, se resisten a la verdad por imitación. Tratan de imitar la nueva vida cristiana, que es el resultado de la gracia de Dios, cambiando y reformando la vieja vida como resultado de los esfuerzos humanos. Pueden, en efecto, engañar a los incautos produciendo una vida cambiada, pero es solo la vieja vida reformada y no la nueva vida de Cristo. Los líderes de estos cultos malignos son expuestos por la Palabra de Dios como «hombres corruptos de entendimiento, réprobos en cuanto a la fe» (v. 8).

Estos son, pues, los males que constituyen los últimos días; tiempos peligrosos, o «difíciles», para el creyente. Sin embargo, como lo mostrará el resto del capítulo, Dios ha hecho plena provisión para que el hombre de Dios sea perfecto, completamente preparado para toda buena obra en un día malo.

2 - Instrucción para el hombre de Dios en los últimos días (v. 10 al 17)

Con el versículo 10 pasamos a conocer la rica provisión que Dios ha hecho para que el creyente pueda escapar de los males de la cristiandad en los últimos días. Con este fin se nos presenta:

  • Primero, la doctrina de Pablo, o «enseñanza»;
  • En segundo lugar, la forma de vida de Pablo;
  • En tercer lugar, el Señor mismo;
  • En cuarto lugar, la perseverancia en las cosas que hemos aprendido; y
  • En quinto lugar, las Sagradas Escrituras.

(a) La doctrina de Pablo (v. 10). Si hemos de escapar de los males de la cristiandad, debemos estar establecidos en la doctrina de Pablo. El apóstol puede decir de Timoteo: «Has seguido de cerca mi enseñanza». No basta con un conocimiento vago o parcial: debemos conocer “a fondo” la doctrina de Pablo.

La doctrina de Pablo despliega de la manera más completa las buenas nuevas sobre el Hijo de Dios, Jesucristo, a un mundo de pecadores. Pero hacemos bien en recordar que el evangelio revelado a Pablo, y predicado al mundo, incluía mucho más de lo que generalmente se proclama en los círculos evangélicos. No solo proclamó el perdón de los pecados por medio de Jesucristo, sino también la completa destitución del hombre que cometió los pecados. La doctrina de Pablo no era una reforma del «viejo hombre» y un mero cambio de vida; predicaba el juicio, y la puesta a un lado, del viejo hombre en la muerte, y la introducción de una vida completamente nueva –Cristo. Además, la doctrina de Pablo nos libera del mundo: predicó que Cristo «se dio a sí mismo por nuestros pecados, para librarnos del presente mundo malo» (Gál. 1:4).

Es evidente, pues, que la doctrina de Pablo expone la corrupción de los últimos días. La cristiandad retiene y consiente al viejo hombre bajo la cubierta de una profesión cristiana. Puede tratar de producir un cambio de vida, pero se aparta de Cristo y de la gracia de Dios, y, además, deja a la gente en el mundo. Es un esfuerzo por hacer respetable al viejo hombre, y al mundo malo un lugar mejor y más brillante. El cristianismo, tal como se despliega en la doctrina de Pablo, nos lleva a Cristo: un hombre nuevo en un mundo nuevo.

Además, la doctrina de Pablo abarca toda la verdad de la Iglesia. No solo su enseñanza proclama la gracia de Dios para el pecador, a través de Cristo, sino que también nos revela el propósito de Dios para los creyentes como unidos a Cristo para formar su cuerpo –la Iglesia. Una gran trampa de estos últimos días es el esfuerzo por llevar a los creyentes a contentarse con el conocimiento de la salvación, mientras ignoran sus privilegios y responsabilidades como parte de la Iglesia de Dios –para hacer todo lo que satisface la necesidad del hombre, mientras que permanecen totalmente indiferentes a lo que es más querido para el corazón de Cristo.

(b) El modo de vida de Pablo (v. 10-11). Si el diablo no puede impedir que tengamos la luz de la doctrina de Pablo, tratará de estropear la forma de vida para que la doctrina sea despreciada por la inconsistencia de la vida. Si queremos escapar de este mal de los últimos días, no solo necesitaremos la doctrina de Pablo, sino que debemos prestar atención a su forma de vida. El apóstol nos presenta el carácter de esta vida. Por dentro es una vida marcada por «conducta, propósito, fe, longanimidad, amor, paciencia». Por fuera está marcada por las persecuciones y las aflicciones.

Con demasiada frecuencia nuestras vidas no se caracterizan por ningún propósito definido, o ese propósito está muy lejos de Cristo. El apóstol era un hombre de propósito. Podía decir: «Para mí el vivir es Cristo»; y dice: «Una sola cosa hago… me dirijo a las que están delante, prosigo hacia la meta al premio del celestial llamamiento de Dios en Cristo Jesús» (Fil. 1:21; 3:13-14). Además, su vida estuvo marcada por la «fe». Cuántos hay que se encaminan sin fe para el camino, de modo que cuando surgen problemas o dificultades, se convierten en una fuente de debilidad o abandonan el camino por completo. En respuesta a la llamada de Dios, Abraham salió por fe. También Lot salió de la tierra de Ur, pero salió con Abraham. Aunque era un hombre justo, no tenía fe para el camino, y cuando llegó la prueba se apartó. De nuevo, la «longanimidad» marcó la vida del apóstol. Al igual que su Maestro, afrontó los reproches, los desprecios y los insultos con una silenciosa paciencia. Sin embargo, el amor estaba detrás de la longanimidad. El suyo no era el silencio del desprecio altivo, sino el silencio del amor que se aflige por el malhechor. Además, su vida estuvo marcada por la resistencia. A pesar de la persecución y las aflicciones, aguantó, como Moisés de antaño, «como viendo al invisible» (Hebr. 11:27).

(c) El Señor (v. 11). En presencia del mal de los últimos días, no solo tenemos la doctrina del cristianismo revelada a través de Pablo, y la forma de vida, consistente con la doctrina, expuesta en el apóstol, sino que tenemos al Señor mismo para apoyarnos. Una vez más, el apóstol se refiere a su propia experiencia de la gracia liberadora del Señor para animarnos a acudir al Señor. Cualesquiera que fueran las persecuciones que tuvo que afrontar, cualesquiera que fueran las aflicciones que tuvo que soportar, pudo decir: «de todas me libró el Señor». En el capítulo siguiente, puede decir: «El Señor estuvo junto a mí, y me dio poder» (v. 17); de nuevo, mirando lo que le queda de camino aquí abajo, dice: «El Señor me librará de toda obra mala y me preservará para su reino celestial» (v. 18).

Si queremos conocer plenamente la doctrina de Pablo, y vivir la forma de vida consistente con la doctrina frente a todo tipo de oposición e incluso persecución, necesitaremos la gracia sustentadora del Señor. No pensemos que podemos sostener la doctrina, y vivir la vida, al margen de Cristo. A los discípulos el Señor tiene que decirles: «Separados de mí nada podéis hacer» (Juan 15:5). El enemigo es fuerte y nosotros somos débiles, pero el apóstol descubrió que la gracia del Señor era suficiente para poder hacer frente a todo el poder del enemigo desplegado contra él, y que el poder del Señor «se perfecciona en la debilidad». Por eso puede añadir: «Cuando soy débil, entonces soy fuerte» (2 Cor. 12:9-10).

Debemos ser conscientes de nuestra debilidad para apoyarnos continuamente en el Señor.

(d) «Continúa en las cosas que has aprendido» (v. 14). En un día de abundante maldad y confusión, siempre existe el peligro de desanimarse y abandonar la verdad y la vida que responde a la verdad. La palabra del Señor a Filadelfia es: «Retén firme». Aquí se nos exhorta a «Perseverar» –a perseverar en la doctrina de Pablo, a perseverar en la vida consistente con la doctrina, a perseverar adhiriéndose al Señor, y así perseverar en las cosas que hemos aprendido.

Recordemos que a lo largo de la historia de la Iglesia las grandes verdades, que el apóstol puede resumir como: «Mi enseñanza», han sido oscurecidas, si no totalmente ignoradas y olvidadas. Pero, en estos últimos días ha habido una graciosa recuperación de la verdad. Además, esta recuperación de la verdad conlleva inmediatamente un conflicto, porque el gran esfuerzo del enemigo será siempre el de estropear cualquier testimonio de Cristo robándonos la verdad. Esto tratará de hacerlo utilizando muchos argumentos engañosos con el fin de atraernos de nuevo a las asociaciones que son contrarias a la doctrina de Pablo. Si nos dejamos seducir para formar vínculos con cualquier asociación religiosa que no sea la verdad, ciertamente perderemos la verdad, abandonaremos el camino separado de la fe y nos estableceremos en la corrupta profesión religiosa mundana. De ahí la necesidad de la palabra: «Persevera en lo que aprendiste y fuiste persuadido, sabiendo de quién lo aprendiste».

¿Por qué, podemos preguntar, encontramos creyentes que repentinamente abandonan alguna gran verdad que han profesado por mucho tiempo? ¿No es porque no han aprendido la verdad de una fuente inspirada? Aceptaron la verdad simplemente por la palabra de algún maestro. No se mantuvieron en la simple fe en la Palabra de Dios. Por lo tanto, no están plenamente «persuadidos» de la verdad.

(e) Las Escrituras (v. 15-17). La salvaguarda final contra todos los males de la cristiandad, en estos últimos días, se encontrará en aferrarse a la inspiración y suficiencia de la Sagrada Escritura. Allí tenemos la verdad presentada en forma permanente, protegida del error por la inspiración, y presentada con autoridad divina.

El apóstol nos presenta la gran ganancia de las Escrituras. En primer lugar, son capaces de hacernos sabios «para la salvación mediante la fe que es en Cristo Jesús». En segundo lugar, habiéndonos dirigido a Cristo para que encontremos en él la salvación, aprenderemos además que «toda la Escritura» es provechosa para el creyente, ya que, en la ley de Moisés, en los Profetas y en los Salmos, descubriremos cosas relativas a Cristo (Lucas 24:27, 44). Además, encontraremos cuán provechosas son las Escrituras para «convencer». Podemos estar ciegos a nuestras propias faltas, y tan llenos de nuestra propia importancia, que somos sordos a las protestas de los demás; pero, si nos sometemos a la Palabra, encontraremos que la Escritura trae convicción, porque es «viva y eficaz, más cortante que toda espada de dos filos… discierne los pensamientos y propósitos del corazón» (Hebr. 4:12). Además, las Escrituras no solo convencen, sino que también corrigen y, una vez corregidas, nos instruyen en el camino correcto. Teniendo, pues, las Escrituras inspiradas, es posible que el hombre de Dios esté plenamente establecido en la verdad en presencia de un error abundante, y que esté «apto y equipado para toda buena obra» en un día malo.

Si estas son las grandes verdades que nos permitirán escapar de los males de los últimos días, y vivir la vida que corresponde al hombre de Dios, podemos estar seguros de que estas son las verdades a las que se opondrá el diablo.

Su primera trampa será intentar que nos contentemos con un conocimiento parcial de la doctrina, en lugar de buscar seriamente llegar a «conocer» la verdad.

Sin embargo, si no puede impedir que nos aferremos a la doctrina, su siguiente trampa será tratar de estropear «nuestra conducta», y así desacreditar la doctrina.

Además, tratará de persuadirnos de que podemos sostener la doctrina y vivir la vida con nuestras propias fuerzas, y así prescindir prácticamente del Señor.

Aun, tratará de llevarnos, por medio de las dificultades del camino, a abandonar la verdad y el camino de la separación consistente con la verdad, en lugar de continuar en las cosas que hemos aprendido.

Por último, tratará de socavar la autoridad de las Escrituras induciéndonos a sostener verdades sobre la autoridad de algún maestro, aunque no consiga que cuestionemos la inspiración de las Escrituras.

Extraído de «An Outline of Sound Words», Vol. 4.