Inédito Nuevo

La posición del creyente en Cristo


person Autor: Edward DENNETT 51

flag Tema: El lugar del creyente delante de Dios


1 - Introducción

Mis queridos amigos,

Permítanme ahora llamar su atención sobre la posición del creyente. Serán necesarias pocas palabras sobre este tema, pero estoy ansioso por presentároslo, porque hasta que no se comprenda, no se podrán apreciar plenamente ni nuestras relaciones ni nuestras responsabilidades. De hecho, no sería exagerado decir que gran parte de la debilidad de la vida cristiana, la incertidumbre del caminar y la falta de separación del mundo, que tan a menudo se deploran entre los cristianos, pueden atribuirse a un conocimiento imperfecto de la posición del creyente ante Dios en Cristo.

2 - Tenemos paz con Dios

Comencemos por el principio. «Justificados, pues por la fe, tenemos paz para con Dios por medio de nuestro Señor Jesucristo» (Rom. 5:1). En otras palabras, la paz con Dios es la herencia inalienable de todos los justificados, pues es la paz establecida «por medio de la sangre de su cruz» (Col. 1:20). No es, por tanto, una experiencia o el resultado de nuestras propias obras, sino algo que pertenece a todos los creyentes, sean cuales sean sus sentimientos, desde el momento en que son justificados. Por tanto, si no entramos en el goce de esta paz, es porque no conocemos suficientemente la gracia de Dios, tal vez por una mala enseñanza o por incredulidad. Pero es de suma importancia que todo creyente, por débil o tímido que sea, sepa que la paz eterna con Dios es su porción por medio de la preciosa sangre de Cristo.

3 - El favor de Dios descansa sobre cada creyente

Pero eso no es todo. Leemos más adelante: «Por quien también tenemos acceso, por la fe, a esta gracia en la que estamos firmes» (Rom. 5:2). Una vez más, no se trata de una cuestión de experiencia, sino de la posición a la que cada creyente es llevado en Cristo Jesús –una posición de perfecta aceptación, en la que el pleno favor de Dios descansa sobre el creyente, no por lo que es en sí mismo, ni por ninguna experiencia que pueda tener, ni por ningún logro alcanzado, sino únicamente por lo que Cristo es y ha hecho en su favor.

4 - Los verdaderos creyentes son santos, irreprochables e irreprensibles ante Dios

Si les remito a otro pasaje, comprenderán mejor esta verdad. En la Epístola a los Colosenses leemos: «Y a vosotros, que en otro tiempo erais extranjeros y enemigos por vuestros pensamientos y malas obras, ahora os ha reconciliado en el cuerpo de su carne mediante la muerte, para presentaros santos y sin mancha e irreprochables delante de él» (1:21-22).

En primer lugar, Dios ha reconciliado a los creyentes (Él «os ha reconciliado»).

En segundo lugar, tenemos 3 palabras que indican el carácter perfecto de esta reconciliación. La primera es «santo», palabra que expresa de la manera más enérgica posible la perfecta adecuación del creyente a la santa presencia de Dios. Luego tenemos «irreprochable», una palabra que se entenderá mejor por referencia a otro pasaje. En Hebreos leemos: «¡Cuánto más la sangre de Cristo (quien sí mismo, mediante el Espíritu eterno, se ofreció sin mancha a Dios)» (Hebr. 9:14). La palabra traducida aquí «sin mancha» es la misma que «irreprochable» en Colosenses, por lo que deducimos que el creyente es ante Dios lo que Cristo era cuando sí mismo se ofreció, es decir, sin mancha. Por último, tenemos «irreprensible», o más correctamente «sin acusación», es decir, alguien contra quien no se puede presentar ninguna acusación, según las palabras del apóstol: «¿Quién acusará a los escogidos de Dios?» (Rom. 8:33).

5 - Una posición absolutamente perfecta ante Dios

Combinando estas 3 expresiones, aprendemos que la posición del creyente ante Dios es absolutamente perfecta. Porque las palabras que hemos estado considerando muestran que Dios considera a su pueblo en Cristo como santo, sin mancha, quedando completamente resueltas todas las cuestiones que pudieran haber sido planteadas contra ellos, y ninguna posible acusación contra ellos puede ser aceptable. Recuerden que esta es la posición de todo creyente, que no es en absoluto una cuestión de experiencia o logro personal, sino que pertenece tanto a los niños pequeños en Cristo, como a los jóvenes y a los padres. Porque tan pronto como creemos, estamos ante Dios en toda la perfección, bondad y aceptación de Cristo. Esto es, pues, lo que él es, no lo que nosotros somos; lo que él es, nosotros lo somos también en él ante Dios.

6 - No estamos en la carne, sino en el Espíritu

Pero podemos ir más lejos. En Romanos leemos: «No estáis en [la] carne, sino en [el] Espíritu, si es que el Espíritu de Dios habita en vosotros» (Rom. 8:9). Hay que fijarse bien en estas palabras. «No estáis en [la] carne». ¿De qué se trata? Se trata de la posición del creyente como resultado de su muerte y resurrección con Cristo. Si leen detenidamente el capítulo 6, verán que se considera que los creyentes están muertos con Cristo en lo que respecta a su vieja naturaleza. Tomemos un pasaje o dos: «¿Ignoráis que todos los que fuimos bautizados a Jesucristo, en su muerte fuimos bautizados?» (Rom. 6:3); «sabiendo esto, que nuestro viejo hombre ha sido crucificado con él» (Rom. 6:6); «si hemos muerto con Cristo» (Rom. 6:8); como también aprendemos en otra parte, se considera que hemos sido «resucitados con Cristo» (Col. 3:1); por eso se recuerda a los creyentes: «Habiendo despojado el viejo hombre con sus prácticas, y revestido el nuevo [hombre]» (Col. 3:9-10). Así pues, la verdad enseñada es que, en lo que respecta a nuestra posición ante Dios, no estamos en la carne, porque nuestro viejo hombre fue juzgado y crucificado en la cruz, sino que estamos en el Espíritu. En otras palabras, es el Espíritu quien caracteriza nuestra posición ante Dios. A sus ojos y ante él, no estamos en la carne. Pero habiendo recibido el Espíritu Santo, y teniendo la vida del Espíritu Santo, es el Espíritu Santo quien constituye nuestro vínculo con Dios. Nuestra existencia moral ante Dios está en el Espíritu, no en la carne ni en el hombre natural. En otras palabras, no estamos en Adán en absoluto (y más allá del pasaje que acabamos de considerar, lo podemos añadir), sino en Cristo, y en Cristo donde él está.

7 - Comentario sobre Efesios 2:4-6 y sus consecuencias

Podemos apoyar estas afirmaciones con 1 o 2 pasajes más. En Efesios encontramos lo siguiente: «Pero Dios, siendo rico en misericordia, a causa de su gran amor con que nos amó, aun estando nosotros muertos en nuestros pecados, nos vivificó con Cristo (por [gracia] sois salvos), y nos resucitó con él, y nos sentó con él en los lugares celestiales en Cristo Jesús» (Efe. 2:4-6). Todos estos verbos están en pasado: Dios nos dio vida, nos resucitó juntamente con Cristo y nos hizo sentar juntos en los lugares celestiales en Cristo Jesús. ¿Y qué es eso? Nuestra posición perfecta en Cristo. Porque se nos enseña que en Cristo ya estamos sentados en los lugares celestiales, y que este es nuestro verdadero lugar ante Dios. Si estuviéramos todavía en la carne, este escenario (el mundo) en el que nos movemos sería nuestro lugar; pero porque en Cristo hemos muerto a este escenario y hemos resucitado con Cristo, nuestro verdadero lugar está en Cristo, donde él está –en los lugares celestiales.

8 - Comentario sobre 2 Corintios 5:17 y sus consecuencias

Por eso dice el apóstol en otro lugar: «Si alguno está en Cristo, nueva creación es» (2 Cor. 5:17, vean el contexto). Porque en Cristo morimos a la vieja creación, fuimos purificados de ella y resucitamos con él a la nueva creación, donde todo es perfecto según la perfección de Dios. Por eso el apóstol Juan puede decir: «Como él es, así somos nosotros en este mundo» (1 Juan 4:17), es decir, como Cristo es ante Dios, así somos nosotros en él, aunque estemos en este mundo. Somos perfectamente aceptados, porque su aceptación es nuestra aceptación.

Tan cerca, sí, tan cerca de Dios,
no puedo estar más cerca;
Porque en la persona de su Hijo
estoy tan cerca como Él”.

Recordarán que hablé de la posición del creyente. Sí, nuestro lugar de servicio está aquí en el desierto, pero no olvidemos nunca que pertenecemos a otra creación que esta, pues estamos sentados en Cristo en los lugares celestiales. «Nuestra ciudadanía está en los cielos; de donde también esperamos al Salvador, el Señor Jesucristo» (Fil. 3:20). Cuando él venga, nos recibirá consigo, para que donde él está, también nosotros estemos, hechos semejantes a él, conformes a él en la gloria.

9 - La verdad de nuestra posición ante Dios debe determinar nuestra conducta y nuestro caminar

Tengo gran interés en que comprendan plenamente estas verdades, que han de marcar nuestro modo de andar y nuestra conducta. Una vez que vean que somos un pueblo celestial, también se darán cuenta de que nuestro verdadero lugar y posición ante Dios deben determinar el carácter de nuestro caminar; en una palabra, nuestro caminar debe corresponder a nuestra posición en Cristo. La separación debe estar escrita en todo lo que somos y en todo lo que hacemos –la separación para Dios.

10 - El vínculo entre la posición del creyente en Cristo y la separación para Dios

Si los creyentes conocieran mejor el carácter de su posición, verían la total incongruencia de muchas de sus asociaciones; no podrían tener comunión con los hombres del mundo en la política y en los llamados movimientos filantrópicos –tantas cosas, en resumen, que contristan al Espíritu de Dios. Entonces entrarían en el lenguaje del apóstol: «Por tanto, nosotros, desde ahora, a nadie conocemos según la carne; y si incluso a Cristo conocimos según la carne, ya no lo conocemos así» (2 Cor. 5:16). Comprenderían su exhortación: «No os unáis en yugo desigual con los incrédulos; pues, ¿qué relación hay entre la justicia y la iniquidad? ¿Y qué comunión la luz con las tinieblas?… Por lo cual, ¡salid de en medio de ellos y separaos!, dice el Señor, y ¡no toquéis cosa inmunda; y yo os recibiré!, seré vuestro padre, y vosotros seréis mis hijos y mis hijas, dice el Señor Todopoderoso» (2 Cor. 6:14-18).

11 - «Buscar las cosas de arriba», lo normal en el creyente

Buscarían diariamente la gracia de cumplir con la exhortación «Si, pues, fuisteis resucitados con Cristo, buscad las cosas de arriba, donde Cristo está sentado a la diestra de Dios. Pensad en las cosas de arriba, no en las de la tierra; porque habéis muerto, y vuestra vida está escondida con Cristo en Dios» (Col. 3:1-3).

Creedme, mis queridos amigos,

Vuestro, afectuosamente en Cristo, E. Dennett