Salmo 45


person Autor: John Thomas MAWSON 16

flag Tema: Los Salmos


1 - La gracia de Cristo que satisface nuestras necesidades

«Eres más hermoso que los hijos de los hombres; la gracia se derramó en tus labios; por tanto, Dios te ha bendecido para siempre» Salmo 45:2

Fue ordenado en tiempos antiguos, «Amarás a Jehová tu Dios de todo tu corazón, y de toda tu alma, y con todas tus fuerzas» (Deut. 6:5). Aunque los derechos de nuestro Señor sobre nosotros no son de ninguna manera inferiores ahora, no es por un mandamiento que Él obtiene el amor de su Iglesia o de todos los corazones de aquellos que pertenecen a ella. El amor no puede obtenerse de esta manera, como lo confirma la triste historia de la humanidad. El Señor tiene otro medio seguro: gana nuestro amor revelándonos su propio amor; nos muestra lo que él mismo es, y así se satisface su deseo de tenernos para él.

El Señor solicita nuestro amor por tres razones: primero, porque puede satisfacer todas nuestras necesidades según su gracia; segundo, por lo que es en su propia Persona gloriosa; y tercero, por su amor hacia nosotros, un amor que lo llevó a los profundos sufrimientos de la muerte a favor nuestro.

El Salmo 45 declara estas tres cosas tan hermosas, porque está lleno de la persona de Cristo. El Señor ha mostrado a sus discípulos las cosas que lo conciernen en los Salmos. Las palabras elogiosas, en las que el gran Vencedor es presentado aquí a aquella de quien es el Señor, no pueden aplicarse a nadie más que a Cristo.

«La gracia se derramó en tus labios». El Señor habla al corazón con ternura. Dijo palabras apropiadas a los que estaban cansados: la mujer del pozo de Sicar (Juan 4:10, 13-14), la que lloraba a sus pies en la casa de Simón (Lucas 7:48, 50), la viuda que lloraba por su único hijo (Lucas 7:13), y muchos otros. Todas estas personas encontraron que era «más bello que los hijos de los hombres» por la gracia «derramada en sus labios».

Nuestra experiencia ¿ha sido menos bendecida? Hemos oído su voz expresando palabras de perdón y de paz a nuestro corazón, en otro tiempo preocupado y cargado. ¡La gracia ha fluido de sus labios hacia nosotros!

2 - La gloria de la persona de Cristo

«Ciñe tu espada sobre el muslo, oh valiente, con tu gloria y con tu majestad» Salmo 45:3

Cristo es a la vez glorioso y lleno de gracia. Él se destaca en su gloria «por encima… de todo nombre que es nombrado» (Efe. 1:21). Triunfará sobre todos los que le odian, pero está lleno de ternura hacia los que le escuchan y le aman. Estas declaraciones sobre el Señor deben hacerse, ambas, para que sepamos que su gracia no es debilidad. Prosperando en su magnificencia, conducirá su carro hacia adelante, por la «verdad, la humildad y la justicia» (v. 4) –tres grandes atributos que se verán cuando venga a juzgar, pero que tampoco faltaron cuando se inclinó para salvarnos.

Es tan grande como lleno de gracia, porque es Dios, con un trono eterno. Sus derechos son supremos. Están por delante de todos los demás: los de un padre, de una madre, de un hermano, de una hermana, de un marido, de una esposa, de hijos y de uno mismo también. Nadie más que Dios tiene derecho de tomar el lugar de estas relaciones que él ha ordenado. El que quiere ganar todo nuestro corazón es Dios; su trono es «es eterno y para siempre» (v. 6), y debemos inclinarnos ante sus derechos.

Pero las siguientes expresiones son aún más conmovedoras. «Mirra, áloe y casia exhalan todos tus vestidos; desde palacios de marfil te recrean» (v. 8). Estas sustancias fragantes que visten a nuestro Salvador como una prenda despiertan nuestros recuerdos: nos llevan al tiempo en que, en lugar de gloria y honor, experimentó una vida de dolor. La mirra habla de sus sufrimientos: despreciado por los hombres, también sintió profundamente la indiferencia e incredulidad de los suyos (Cant. 5:5). Asociado con el áloe (4:14; Juan 19:39), representa su sufrimiento hasta la muerte, del cual el muy amargo jugo del áloe es el símbolo. La casia, fruto de un árbol grande y hermoso, representa la belleza y la gloria (Job 42:14) que brilla en su resurrección. Es, en efecto, el recuerdo de lo que experimentó en la tierra lo que llenará nuestros corazones de amor y de adoración cuando aparezca glorioso a la puerta de los «palacios de marfil».

3 - El amor de Cristo, un amor que ha sufrido

«Mirra, áloe y casia exhalan todos tus vestidos; desde palacios de marfil te recrean. Hijas de reyes están entre tus ilustres; está la reina a tu diestra con oro de Ofir» Salmo 45:8-9

Entre estas tres especias –mirra, áloe y casia– el áloe, colocado en el centro, habla del amor que se esconde detrás de todos los sufrimientos de Cristo ofreciéndose como sacrificio. Era más fragante y más buscada que todas las demás especias; nada del misterioso Oriente podía compararse con ella. La planta de áloe debía ser dividida hasta el corazón para revelar su fragancia. Fue en la cruz, cuando fue traspasado por la espada del juicio de Dios contra nuestro pecado, que el corazón de Cristo reveló la plena grandeza de su amor. No hay nada en el universo más grande que esta fragancia –«el amor de Cristo, que sobrepasa a todo conocimiento» (Efe. 3:19).

El amor de Cristo es mucho más precioso que el oro. Si el mundo pudiera ofrecernos todo el oro que tiene a cambio de este amor, ¿alguno de nosotros aceptaría? ¡Claro que no! No puede ser comprado, pero ha derramado su invaluable riqueza sobre nosotros sin reservas.

Nuestro Señor y Salvador desea con razón que le abramos nuestro corazón, pero el objetivo que tiene en mente va más allá. Solo estará satisfecho con la llegada de su «boda» (Apoc. 19:7). Ha preparado una casa para su esposa; su corazón está abierto para ella. Por eso se oye el grito: «Oye, hija, y mira, e inclina tu oído; olvida tu pueblo, y la casa de tu padre; Y deseará el rey tu hermosura; e inclínate a él, porque él es tu señor» (Salmo 45:10-11).

J.T. Mawson

¡No más noche, no más distancia!
Tu esposa a tu lado,
Reflejará tu poder,
Tu gracia y tu belleza.

Fruto de tu supremo amor,
Se verá en este día,
Rodeada sí misma
De tu amor eterno.

Este amor, sin entenderlo,
Lo adoramos de rodillas,
Porque tu cruz le hizo bajar
Y humillarse hasta nosotros.

Himnos y Cánticos en francés No. 156 estr. 4,5,6
Henri Rossier

4 - Las diversas glorias de Cristo

«Rebosa mi corazón palabra buena; dirijo al rey mi canto; mi lengua es pluma de escribiente muy ligero» Salmo 45:1

El encabezamiento de este salmo mesiánico (que habla del Mesías) dice: «Instrucción. Un cántico del amado». La instrucción beneficiará a todos aquellos que consideran al Amado. El salmista expresa lo que pasa en su corazón: «rebosa» –se desborda, no pudiendo retener lo que contiene. Está tan lleno del objeto de su afecto que debe hablar de lo que ha compuesto sobre el rey.

Este salmo presenta la gloria moral del Mesías, su gloria oficial y su gloria personal.

La gloria moral del Mesías (v. 1-2). Es «más hermoso que los hijos de los hombres». El autor de un himno lo expresó bien: “A ti, Jesús, nadie es semejante… Todo en tu adorable persona es amor, grandeza y belleza”. El salmista continúa diciendo: «La gracia se derramó en tus labios». En la sinagoga de Nazaret, «Todos le daban testimonio y estaban admirados ante las palabras de gracia que salían de su boca» (Lucas 4:22). En otra ocasión, los guardias enviados para arrestarlo regresaron diciendo: «¡Jamás hombre alguno habló como este hombre habla!» (Juan 7:46). Isaías 50:4 nos dice que él sabe cómo «hablar palabras al cansado» –o: decir una palabra en su tiempo.

La gloria oficial del Mesías (v. 3-5). Aquí, el Mesías ciñe su espada en su costado. Es el hombre «valiente», que viene en su majestad y esplendor, cuyo reino se caracterizará por «la verdad… la bondad... la justicia». El día de gracia ha pasado y el tiempo del juicio ha llegado. Los pueblos caerán bajo él y sus flechas penetrarán «en el corazón de los enemigos del rey» (v. 5). La justicia reinará.

La gloria personal del Mesías (v. 6-7). «Tu trono, oh Dios, es eterno y para siempre». Estas palabras, citadas en Hebreos 1:8-9, muestran la superioridad del Hijo de Dios sobre los ángeles: «Pero respecto al Hijo dice: Tu trono, oh Dios, es por los siglos de los siglos». El Hijo es Dios, es una persona divina. A causa de su gloria moral y de su gloria personal, es «ungido con óleo de alegría más que a tus compañeros».

B. Reynolds

5 - Un corazón que rebosa

«Rebosa mi corazón palabra buena; dirijo al rey mi canto; mi lengua es pluma de escribiente muy ligero. Eres más hermoso que los hijos de los hombres; la gracia se derramó en tus labios; por tanto, Dios te ha bendecido para siempre» Salmo 45:1-2

El salmista estaba lejos de repetir simplemente las cosas que había escuchado. Al contemplar al «Rey», su corazón desbordaba, toda su alma estaba alegre: por eso dijo lo que él mismo había compuesto sobre Él. Su lenguaje era como la pluma de alguien cuyas palabras fluían fácilmente. No intentaba componer algo, pero, pensando en el Rey, su corazón desbordaba, rebosa.

Por supuesto, el Rey es el Mesías de Israel; todo judío piadoso anhelaba la venida de Aquel que reinará en justicia, en gloria y en majestad.

Pero, ¡cuánta más razón tenemos hoy para adorar a esta bendita Persona, espontáneamente y con un corazón rebosante! Para nosotros, el Señor es más que un Rey: Es nuestro Señor, el eterno Hijo de Dios, el Hijo del hombre que se humilló, nuestro amado Salvador. A través de su sacrificio único e inexpresable sufrimiento, ha logrado la redención eterna de nuestras almas; revela el amor perfecto e ilimitado del Padre. ¡Es «más hermoso que los hijos de los hombres»! La sublime historia de su vida y de su muerte nos lo ha mostrado de una manera que el salmista nunca había percibido. La gracia se derrama sobre sus labios, y ahora se derrama sobre nosotros, como consecuencia de su glorioso sacrificio. Dios lo ha bendecido para siempre, levantándolo a su mano derecha. ¡Cuántas razones para hacer que nuestros corazones rebosen de alabanzas y gratitud!

L.M. Grant

«Como se asombraron de ti muchos, de tal manera fue desfigurado de los hombres su parecer, y su hermosura más que la de los hijos de los hombres» Isaías 52:14

«No hay parecer en él, ni hermosura» Isaías 53:2

«Porque ¡cuánta es su bondad, y cuánta su hermosura!» Zacarías 9:17