La victoria de Cristo sobre Satanás


person Autor: Jacques-André MONARD 22

flag Temas: Las consecuencias y resultados de la Cruz Satanás


En el huerto del Edén, el pecado entró en el mundo por instigación de la serpiente –o Satanás. Pero apenas entró, Dios anunció el aplastamiento total de este gran enemigo. Dijo: «Pondré enemistad entre ti y la mujer, y entre tu simiente y la simiente suya; esta te herirá en la cabeza, y tú le herirás en el calcañar» (Gén. 3:15). Esta es la primera profecía de la Escritura. Anuncia la venida de Cristo, la semilla de la mujer, y su gloriosa obra. Utiliza la imagen de un hombre que pisa una serpiente. El hombre resulta herido, es detenido en su caminar, pero la serpiente tiene la cabeza aplastada. Todavía puede tener algunas convulsiones, pero su poder está aniquilado; está destruido.

El cumplimiento de esta profecía se sitúa sin duda en la cruz, y veremos los pasajes del Nuevo Testamento que lo confirman. Sin embargo, hay una primera derrota de Satanás en la tentación de Jesús en el desierto, y posteriores derrotas durante su ministerio. Por otra parte, la Palabra revela que la realización real del juicio de Satanás y su puesta fuera de combate tendrá lugar por etapas en tiempos futuros.

1 - Victorias durante el ministerio de Jesús

Cuando Jesús comenzó su ministerio en la tierra, el diablo vino a él y lo tentó tres veces. Intenta seducirlo para que haga cosas que no están de acuerdo con la voluntad de Dios (Mat. 4:1-11; Lucas 4:1-13). Tres veces Jesús rechaza sus tentaciones utilizando simplemente la Palabra de Dios: «Escrito está…». Nuestro Señor es el hombre perfectamente obediente, en contraste con Adán en el huerto del Edén. La Palabra de Dios, oportunamente citada, pone en fuga al demonio. Es también el medio de que disponemos para resistir a las tentaciones que nunca deja de ponernos delante.

Notemos que el diablo conoce las Escrituras. Puede introducirlas hábilmente en sus tentaciones distorsionando su alcance. De ahí la necesidad de que las conozcamos bien.

En el curso de su ministerio, el Señor «anduvo haciendo el bien por todas partes y sanando a todos los oprimidos por el diablo» (Hec. 10:38). Según lo que él mismo presenta en una parábola, entró en la casa del hombre «fuerte». Siendo «más poderoso que él», lo ha vencido, lo ha atado y puede saquear sus bienes (Mat. 12:29; Marcos 3:27; Lucas 11:21).

En Lucas, al final del relato de la tentación, dice: «Cuando el diablo acabó toda tentación, se apartó de él hasta un momento oportuno» (4:13). Esto sugiere que volverá. Y, en efecto, al final de su ministerio, el Señor dijo a sus discípulos: «Viene el príncipe de este mundo, y él nada tiene en mí» (Juan 14:30). En la terrible angustia por la que pasa el Señor en el huerto de Getsemaní, bien podemos pensar que Satanás esté detrás de la escena, tratando una última vez de apartar a Jesús de la obediencia a Dios, poniendo ante él el horror de las horas durante las cuales será abandonado y conocerá el juicio de Dios contra el pecado.

2 - Victoria en la cruz

Poco antes de ser apresado por los judíos y condenado a la crucifixión, el Señor dijo a sus discípulos: «Ahora es el juicio de este mundo; ahora será echado fuera el príncipe de este mundo» (Juan 12:31). Este «ahora» se refiere al momento de la cruz. Es el cumplimiento de la profecía de Génesis 3. En Juan 16, el Señor también habla de este juicio sobre Satanás. Dice: «El príncipe de este mundo ha sido juzgado» (v. 11). Su sentencia completa y definitiva ha sido pronunciada, aunque todavía no se haya ejecutado. A partir de ahora, la fe lo considera un enemigo derrotado.

Este es también el momento en que el mundo ha sido juzgado (Juan 12:31). Es juzgado con su líder. No hay más esperanza para el mundo, que ha rechazado al Hijo de Dios venido en gracia. Pero hay esperanza para los hombres de este mundo. Si reciben al Señor, son salvados y retirados de este presente siglo (comp. Gál. 1:4).

3 - Las consecuencias de la victoria de Jesús en la cruz

Desde lo más profundo de nuestro corazón podemos dar gracias y alabar a Dios porque «nos liberó del poder de las tinieblas y nos trasladó al reino del Hijo de su amor» (Col. 1:13).

La Epístola a los Hebreos nos dice: «Así que, por cuanto los hijos participan en común de sangre y carne, él también de la misma manera participó en ellas, para que, por medio de la muerte, redujera a impotencia al que tenía el imperio de la muerte, esto es, al diablo, y librara a todos los que, por temor a la muerte, estaban sometidos a esclavitud durante toda su vida» (2:14-15). ¡Qué alegría para nosotros saber que, con su muerte, Jesús ha dejado sin poder al que nos tenía sometidos!

Aunque derrotado, Satanás sigue haciendo todo lo posible por doblegar a los creyentes. Lo sabemos muy bien por experiencia. Sigue haciendo lo que hizo con los discípulos de Jesús: tamizarlos como el trigo (Lucas 22:31). El apóstol Pablo insta a los creyentes a estar en guardia. Deben «poder estar firmes contra las artimañas del diablo» (Efe. 6:11), no ignorar sus designios (2 Cor. 2:11), no exponerse a sus tentaciones (1 Cor. 7:5). A los creyentes que deben prestar un servicio delicado porque son «espirituales», dirige la incisiva exhortación: «Considerándote a ti mismo, no sea que tú también seas tentado» (Gál. 6:1).

Pero Satanás debe ser visto como un enemigo derrotado, que no tiene ningún poder contra nosotros si permanecemos cerca de Cristo. Sus estrategias de ataque pueden variar mucho –a veces es una «serpiente», a veces un «león», a veces un «ángel de luz»–, pero en todos los casos hemos de resistirle. «Resistidle firmes en la fe» (1 Pe. 5:9). «Resistid al diablo, y huirá de vosotros» (Sant. 4:7). ¡Glorioso resultado de la victoria de Cristo! ¡Que nuestra fe lo alcance!

Los jóvenes a los que se dirigía el apóstol Juan eran «fuertes». La Palabra de Dios habitaba en ellos –seguían el ejemplo dado por el Señor en la tentación– y habían «vencido al maligno» (1 Juan 2:14).

El estado normal del cristiano lo describen las palabras de la misma Epístola: «Sabemos que todo el que es nacido de Dios, no peca; el que es nacido de Dios, sí mismo se guarda, y el maligno no lo toca» (5:18). La obra de Cristo es perfecta. Y tenemos recursos en caso de que nuestra falta de vigilancia nos haya hecho caer en una trampa que Satanás nos ha tendido (comp. 2:1).

«Para esto fue manifestado el Hijo de Dios, para destruir las obras del diablo» (1 Juan 3:8).

4 - Los resultados finales de la victoria sobre Satanás

El libro del Apocalipsis describe las etapas de la ejecución del juicio de Satanás. En el capítulo 12 –donde aprendemos que él es el acusador de los hermanos, que los acusa ante Dios día y noche (v. 10)– Juan es testigo de una batalla en el cielo. El arcángel Miguel y sus ángeles luchan contra Satanás y sus ángeles, expulsándolos del cielo y precipitándolos a la tierra. «¡Alegraos, cielos y los que en ellos habitáis! ¡Ay de la tierra y del mar! Porque el diablo ha descendido hacia vosotros con gran ira, sabiendo que tiene poco tiempo» (v. 12). Este gran acontecimiento marca el comienzo de la Gran Tribulación, en medio de la semana 70 de Daniel.

Además, este pasaje presenta a los mártires de los años precedentes como habiendo vencido a Satanás. Ellos «lo vencieron en virtud de la sangre del Cordero y de la palabra del testimonio de ellos; y no amaron sus vidas hasta la muerte» (v. 11).

Al final de este corto pero terrible período de tres años y medio, el Señor viene en gloria y establece su reino en la tierra. Al principio del capítulo 20, vemos a un ángel que desciende del cielo «teniendo la llave del abismo y una gran cadena en su mano. Y prendió al dragón, la serpiente antigua, que es el diablo y Satanás, y lo ató por mil años» (v. 1-2). Durante el Milenio, Satanás está imposibilitado de hacer daño; ya no puede engañar más a las personas (v. 3).

Al final de este período de bendición para toda la tierra, «Satanás será soltado de su prisión» (v. 7) y se apresurará a llevar a las naciones a la rebelión contra Dios. Pero su éxito será efímero. El fuego descenderá del cielo para destruir a esos hombres, y Satanás mismo será arrojado al lago de fuego, para estar «atormentado día y noche por los siglos de los siglos» (v. 10), al igual que todos los que se encuentren en ese espantoso lugar. El Señor Jesús ya había hablado del «fuego eterno, preparado para el diablo y sus ángeles» (Mat. 25:41). Allí serán arrojados también todos los que no lo han recibido.

5 - Conclusión

Satanás aplastado bajo los pies de Cristo es lo que predijo la primera profecía de la Escritura. El apóstol Pablo concluye su Epístola a los Romanos con este aliento: «El Dios de paz quebrantará en breve a Satanás bajo vuestros pies. La gracia de nuestro Señor Jesucristo sea con vosotros» (Rom. 16:20). Ya estamos ligados a Jesús en cuanto a nuestra posición. Pronto, con cuerpos glorificados, «estaremos siempre con el Señor» (1 Tes. 4:17). Le acompañaremos cuando salga del cielo para establecer su reino en la tierra (Apoc. 19), y participaremos de su victoria.

Que Dios nos conceda comprender la realidad de la victoria de Cristo sobre Satanás, y saber tratarlo como a un enemigo vencido.

Traducido de «Le Messager Évangélique», año 2008, página 166