La verdad es la piedra de toque

Extracto de una meditación sobre la Segunda y Tercera Epístolas de Juan


person Autor: Frank Binford HOLE 119

flag Temas: La Asamblea columna y apoyo de la verdad La Verdad El cristiano y la Palabra de Dios


Es difícil leer estas 2 breves Epístolas sin quedar impresionado por el número de veces que el apóstol Juan utiliza la palabra «Verdad». Si no recuerdo mal, aparece 5 veces en la Segunda Epístola y 6 en la Tercera.

En el primer capítulo de su Evangelio, dice: «La ley fue dada por Moisés, pero la gracia y la verdad vinieron por medio de Jesucristo» (Juan 1:17). Dios, por supuesto, había mostrado paciencia y gracia en tiempos del Antiguo Testamento, porque siempre fue un Dios de gracia y lo proclamaba. Moisés dio a conocer muchas cosas verdaderas a Israel, pero cuando se trata de lo absoluto, debemos mirar a Cristo. En él se reveló plenamente la gracia de Dios y se manifestó plenamente la verdad de Dios. La Ley dio a conocer muchas cosas verdaderas, pero la realidad misma resplandeció en Cristo. En él la revelación de la gracia y la verdad fue completa.

Sin duda, a todos nos parece que vivimos en un mundo muy ficticio. Todo el tiempo vemos imitaciones que sustituyen al artículo original. Esto es particularmente característico de la época en que vivimos. El hombre es muy inteligente e inventivo; y descubrimos que las cosas no son lo que pretenden ser, y que hay mucha ilusión. Poncio Pilato reconocía esto, porque como juez romano siempre estaba lidiando con la naturaleza tortuosa de la vida humana.

Recuerde usted su famosa pregunta: «¿Qué es la verdad?» (Juan 18:38). Después de hacerla, dio la espalda a Aquel que era la verdad para irse hacia un mundo falso y voluble. Poco antes, el Señor Jesús había dicho: «Yo soy el camino, y la verdad y la vida» (Juan 14:6). Él es el camino hacia Dios Padre; él es la verdad que lo concierne y la vida en la que verdaderamente se le puede conocer. Es inútil hablar con un perro de asuntos humanos, porque no los entiende, ya que solo tiene vida canina y no humana. Así, por desgracia, multitudes a nuestro alrededor, muertas en sus pecados, no conocen la verdad. Solo tienen la vida de Adán, y no tienen la vida que hay en Cristo Jesús. Pero en Cristo estamos introducidos en el mundo de las realidades divinas.

Cuando el apóstol Juan escribió estas dos Epístolas, se enfrentaba a una amenaza contra la verdad. El enemigo se manifestaba con fuerza, de 2 maneras. En primer lugar, los hombres habían comenzado a propagar activamente el error acerca de Cristo, y si se falsifica la enseñanza acerca de él, todo se echa a perder, puesto que él es la verdad. Estos impostores del primer siglo eran conocidos como “gnósticos”, término derivado de la palabra griega para “conocimiento”. Pretendían ser los que sabían. Los apóstoles de nuestro Señor eran «hombres sin letras y del vulgo» (Hec. 4:13), en lo que se refería a las cosas del mundo, por lo que los gnósticos afirmaban poder dar una enseñanza mejor, más intelectual. No permanecían en lo que era «desde el principio» (1 Juan 1:1). En 2 Juan 9, la expresión «se adelanta» significa que lo que ellos enseñaban iba más allá de la enseñanza admitida hasta entonces. De hecho, sus innovaciones imaginarias eran destructivas.

Así que el apóstol escribió a una cristiana y a sus hijos para advertirles contra estos falsos maestros. Evidentemente, iban de casa en casa, como hacen hoy en día. No se les debía permitir entrar, ni se les debía dar la comunión, ni siquiera oralmente. Si una mujer e incluso unos niños debían ser tan inflexibles para rechazar un error tan fundamental, tal actitud hacia los falsos maestros y sus enseñanzas debe caracterizarnos a todos. Estas son instrucciones prácticas sobre qué hacer cuando tales hombres o mujeres llamen a nuestras puertas. No los reciba ni los salude. Recuerdo a uno que vino a mi casa cuando vivía en Bath. No le recibí ni le saludé. Le resistí y, muy pronto, reveló un espíritu poco cristiano: el lobo se había despojado de su piel de oveja.

La palabra verdad aparece 5 veces en los 4 primeros versículos. El amor se expresa en la verdad y entre todos los que conocen la verdad. Habiendo conocido la verdad, aman en nombre de la verdad, y así la verdad se manifiesta, no existe solo en forma de nociones agradables o bellas palabras, sino que se expresa en el amor, que es la naturaleza divina.

También puede decirse de los verdaderos santos que la verdad «mora con nosotros y estará en vosotros» (Juan 14:17). En su Primera Epístola, Juan nos dice que «el Espíritu es la verdad» (5:6). A partir de ahí, la verdad habita en nosotros, puesto que estamos habitados por el Espíritu. Pero Jesús también es la verdad, y como siempre estaremos en su presencia, la verdad siempre estará con nosotros. En Cristo, todo se muestra en su verdadera luz. Dios se revela plenamente; el hombre ha quedado completamente al desnudo; los pensamientos y propósitos de Dios se manifiestan; todas las cosas se sitúan en su verdadera perspectiva. Por eso la gracia y la misericordia nos vienen del Padre y del Hijo en verdad y amor.

Hay una cosa más, señalada en 3 Juan 4. La verdad que se presenta objetivamente en Cristo y mora subjetivamente en nosotros por medio del Espíritu debe regir nuestras acciones. Debemos andar en la verdad, y andar significa actuar. Todas nuestras actividades, ya sea pensar, hablar o hacer, deben ser gobernadas por la verdad. Si los hijos de la «señora elegida» fueron gobernados de esta manera, tal vida nos incumbe a todos. El caminar en la verdad de un creyente, joven o mayor, es hermoso de contemplar. No es de extrañar que Juan se regocijara cuando lo vio, y hoy en día es igual de hermoso cuando lo vemos. Hoy, como en el primer siglo, debemos proteger tal conducta rechazando las falsas doctrinas que lo destruirían.

En 3 Juan se denuncia otra cosa que pone en peligro la verdad: no es difundir falsas doctrinas, sino reconocer solo lo que es oficial y lo que se considera exteriormente correcto. Diótrefes era un triste ejemplo de ello, mientras que Gayo, a quien va dirigida la Epístola, se distinguía por su conducta en la verdad y su cooperación con la verdad. Al leer esta Epístola, vemos una vez más que la verdad es lo más importante y que todo se prueba y se mide por ella. Gayo caminaba en la verdad porque la verdad estaba en él, y todo esto era motivo de gran alegría para el apóstol.

En aquel tiempo, hombres llenos de celo salían a predicar la Palabra, lo mismo que hombres de Chipre y Cirene cuando los discípulos se dispersaron, como leemos en Hechos 11:19-20. Cuando llegaron a donde vivía Gayo, este los recibió hospitalariamente y los condujo en su viaje de una manera digna de Dios, aunque no los conocía de antes. Al final del versículo 5, no hay 2 clases distintas: los hermanos y los forasteros. Más bien, se trata de los hermanos, algunos de los cuales son forasteros. Gayo no recibió y ayudó a estos hermanos extranjeros porque los conociera y le cayeran bien, sino porque eran devotos del nombre de Cristo, estaban separados del mundo, no recibían ayuda de él y publicaban la verdad.

Este último punto queda muy claro al final del versículo 8. Al ayudar a estos siervos de Dios no distinguidos, Gayo estaba ayudando a la verdad y todos deberíamos hacer lo que él hizo. Juan no está diciendo que podemos recibir a tales, si se nos antoja; está diciendo que debemos hacerlo. Es imperativo, no opcional.

Esto subraya algo más: lo importante no es el hombre, sino la verdad que trae. Había tendencia entonces, y ciertamente también hoy, al menos en algunos lugares, a dar toda la importancia al hombre, de modo que, si se le considera “espiritual”, hay que aceptar lo que dice: el hombre da credibilidad al mensaje que trae. Aquí vemos lo contrario. El mensaje de verdad que se trae acredita al hombre que lo trae; al igual que en la Segunda Epístola, el error que se trae desacredita al hombre que lo trae.

El mismo pensamiento subyace en lo que se dice de Demetrio en el versículo 12, pues no solo tenía un buen testimonio de todos, sino también «de la verdad misma». Nótese que no era él quien daba testimonio a la verdad, sino que era la verdad la que daba testimonio de él. Demetrio no era la norma con la que se probaba la verdad. Fue la verdad la piedra de toque por la cual Demetrio fue probado; y habiendo sido probado, fue aprobado.

Para el pobre Diótrefes era un asunto diferente. No sabemos por qué adoptó una postura tan firme hacia estos hermanos extranjeros y hacia quienes los acogían, e incluso hacia Juan. Pudo ser la revuelta del clericalismo, un exceso de celo por puntos imaginados de enseñanza o procedimiento, o cosas por el estilo. Por otra parte, sabemos lo que subyacía a su autoritarismo. ¿Cuál era su verdadero problema? Le gustaba tener preeminencia entre los santos. Este gran e importante «yo» estaba en primer plano. Buscaba ocupar una posición dominante.

Al igual que el apóstol, condenamos a Diótrefes, pero no olvidemos lo que dice Jeremías 5:31. En Israel había mucha falsa enseñanza y los sacerdotes estaban tomando una posición dominante con ella, pero, dice Jehová, «mi pueblo así lo quiso». El pueblo se aferraba a su laxismo y se contentaba con dejar que los sacerdotes cumplieran sus deberes religiosos en lugar de él.

Esto se ha repetido en la historia de la Iglesia, y un nuevo y enérgico Diótrefes puede ser bienvenido, incluso entre los santos, si quieren evitar el ejercicio personal del corazón y disfrutar de una vida fácil y medio mundana. La historia se repite, es un hecho, porque siempre están ahí las mismas tendencias humanas. Seguir a Diótrefes es negar la verdad en lugar de apoyarla. La verdad es grande, y al final prevalecerá. Los que nos traen la verdad pueden ser objeto de muchas críticas por la torpeza de sus formas de hablar o de ser. Pero es la verdad la que nos pone a prueba.

Vivimos en una época en la que la verdad está atacada por todas partes. Recordemos que Cristo es la verdad y que «tu palabra es [la] verdad» (Juan 17:17), como dijo al Padre. Esta verdad nos ha llegado en «la fe que una vez fue enseñada a los santos» (Judas 3). Luchemos ardientemente por ella, pues tiene un valor incalculable. Que todos tengamos la gracia de caracterizarnos por esta fe para caminar en la verdad. El ojo del Señor está sobre nosotros; lo que busca es que esperemos en él.


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