Confinamiento: ¿Es de alguna utilidad para Dios?

7 de abril de 2020

El confinamiento se reconoce en todas partes como una medida indispensable que debe aplicarse con el mayor rigor posible. Sin embargo, el confinamiento tiene como efecto despojar de todo, no solo de las actividades ordinarias de la vida, sino también de los servicios religiosos, y peor aún, del cuidado a los moribundos y a los muertos. ¿Por qué Dios permite tal despojo, incluyendo lo que pertenece a su servicio? ¿Para qué sirve esto? Es comprensible que esto nos devuelve a todos a lo básico.

  • Nuestras vidas ¿están ocupadas con cosas que son inútiles y fugaces, o con cosas que permanecen, que son eternas? (2 Cor. 4:18).
  • Nuestros pensamientos, ¿están en las cosas terrenales o en las de arriba? (Fil. 3:19; Col. 3:2).
  • ¿Nos hemos alejado de los ídolos de este mundo para «esperar de los cielos a su Hijo, al que ha resucitado de entre los muertos, a Jesús quien nos libra de la ira venidera»? (1 Tes. 1:10).
  • ¿Qué es más valioso: ser como Lázaro, desprovisto de todo, pero «llevado por los ángeles al seno de Abraham» (= ir al cielo) - o tener un hermoso entierro, hermosos elogios, y luego estar eternamente lejos de Dios? (Lucas 16:19-23).
  • En nuestros últimos momentos, ¿deseamos estar ocupados con nuestra esperanza consoladora de estar con Cristo (Fil. 1:23), o estar rodeados de música, ritos y sacramentos?
  • ¿Hemos comprendido la importancia de la exhortación de la Epístola a los Hebreos: «sin dejar de congregarnos como algunos acostumbran»? (Hebr. 10:25).
  • En tiempos de confinamiento, ¿hemos olvidado la exhortación a ofrecer continuamente sacrificios de alabanza? (Hebr. 13:15).
  • En nuestras reuniones religiosas, ¿apreciamos la fuerza de las exhortaciones y de los consuelos de la Palabra de Dios y del Espíritu, o preferimos los discursos tranquilizadores? (1 Cor. 14:5c).
  • ¿Son nuestras oraciones la expresión de muchas necesidades reales, o son presentaciones llenas de bellas fórmulas? («No tenéis, porque no pedís» Sant. 4:2; Mat. 6:7).
  • ¿No es una manifestación de la inmensa paciencia de Dios, el darnos la oportunidad de hacer un largo balance en la quietud, antes de que el Señor venga –o antes de tiempos más terribles, como los de «la hora de la prueba que ha de venir sobre todo el mundo habitado»? (Apoc. 3:10).

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