La voz callada y suave del juicio
30 de abril de 2020
«Y después del terremoto, un fuego; mas Jehová no estaba en el fuego: y después del fuego, una voz callada y suave» (1 Reyes 19:12).
«Porque llegó el tiempo de comenzar el juicio por la casa de Dios; y si comienza por nosotros, ¿cuál será el fin de los que no obedecen al evangelio de Dios?» (1 Pe. 4:17).
«Mas Jehová hirió a Faraón con grandes plagas, a él y a su casa, por causa de Sarai mujer de Abram» (Gén. 12:17)
Con justificada preocupación, estamos siendo testigos de una nueva y peligrosa epidemia en todo el mundo. A medida que el número de muertes aumenta, estamos tomando medidas para tratar de protegernos y proteger a los demás. Sin embargo, existe un peligro mucho mayor y más extendido que el COVID-19.
De hecho, todo cristiano reconoce la voz del Señor en todo lo que nos rodea: el estrés y la perplejidad a los que el mundo y sus líderes se enfrentan; el impacto en la salud y el bienestar de sus habitantes; el impacto en todos los sectores de la economía mundial, desde la agricultura, los cuidados de la salud, el suministro de alimentos, la fabricación, las cadenas de suministro, los deportes y las diversiones. Escucho a los cristianos decir, con razón, que el pecado y la inmoralidad han sido tolerados y legalizados, que Dios ha sido rechazado por el sector público, que el ateísmo se extiende en el mundo académico de las universidades y en muchos otros institutos de enseñanza, que el materialismo, la codicia, el egoísmo, el odio y la propagación de cultos de la Nueva Era y el espiritualismo son las causas de lo que el mundo está enfrentando hoy en día. Muchos cristianos oran y transmiten el mensaje del Evangelio para que las almas vengan al Señor Jesús, se arrepientan y lo acepten como su Salvador personal.
Si bien todo esto es muy cierto, me temo que estamos pasando por alto el punto más importante, a saber, la voz de Dios hablándonos individualmente, como familias, como iglesias locales y como comunidad mundial. Examinemos lo que el Señor hace para llamar nuestra atención para que podamos reflexionar sobre nuestros caminos.
La reunión colectiva y pública semanal para recordar al Señor y proclamar su muerte hasta su venida ha sido suspendida por el momento en casi todos los países del mundo, al igual que la reunión de oración semanal y el estudio de la Biblia en las iglesias locales. Las conferencias bíblicas han sido canceladas y muchas ocasiones de actividad espiritual y de comunión entre las personas no se pueden organizar.
Muchos se han apresurado a usar la tecnología disponible, por la cual agradecemos al Señor, para establecer reuniones ministeriales, estudios bíblicos y reuniones de oración. Esto es, por supuesto, de gran valor, y muchos santos se han beneficiado de ello en esta época de miedo e incertidumbre.
Pero la pregunta que persiste en nuestras mentes es, ¿qué nos dice el Señor? ¿Sentimos el dolor y la pérdida en nuestras propias almas porque no podemos estar juntos en persona para recordarlo? No podemos hacer eso en línea, y toda esta maravillosa actividad en línea no debería hacernos creer que hemos encontrado una forma de satisfacer nuestras necesidades espirituales.
Los obstáculos que nos impiden reunirnos para recordar al Señor deben llevarnos a sentarnos tranquilamente en su presencia en nuestro entorno privado y examinarlo todo. Esta es una situación muy especial, queridos santos, que todos debemos examinar. Porque si tenemos lugares de encuentro, si tenemos medios de transporte, si las carreteras no están bloqueadas, si muchos de nosotros estamos sanos y somos capaces, sin embargo, no podemos ir juntos al encuentro del Hijo de Dios. ¿Sentimos pesadez en nuestros corazones y tristeza por no poder estar juntos en el día del Señor para escuchar su voz de amor, colectivamente como iglesias, como hemos hecho durante muchos años?
¿Culpamos al mundo impío que nos rodea por lo que está pasando y por lo que el Señor está haciendo, castigándolos por sus malas acciones? ¿Pero qué pasa si, tal vez, somos la causa de lo que le sucede al mundo que nos rodea y que nos impide reunirnos en el día del Señor? ¿No fue por los pensamientos y acciones de Abram que «Jehová hirió a Faraón con grandes plagas, a él y a su casa»? (Gén. 12:14-20).
¿Es nuestra infidelidad, nuestro materialismo y nuestra adopción de las cosas y de las vías del mundo y de sus pensamientos en nuestras vidas, en nuestras familias y en nuestras iglesias? Sin embargo, solíamos ir a la reunión para estar en su presencia y actuar como si todo estuviera bien.
La envidia, la búsqueda de fama, las peleas, las maledicencias, las traiciones, las charlas maliciosas, la hipocresía, las vidas dobles, la tibieza hacia el Señor y sus intereses. Sin embargo, solíamos ir la reunión para estar en su presencia y actuar como si todo estuviera bien.
Nuestra devoción personal a él, la lectura de su Palabra y el tiempo pasado en su presencia no son una prioridad en nuestras vidas, ya que estamos ocupados con nuestras legítimas responsabilidades y asuntos; hemos dejado nuestro primer amor. Sin embargo, solíamos ir la reunión para estar en su presencia y actuar como si todo estuviera bien.
Sin embargo, los ojos del Señor que son «demasiado puros para mirar el mal» (Hab. 1:13) ven todo esto y más, porque nada le está oculto. ¿Cuál debe ser el sentimiento en su corazón?
¿Deberíamos asumir nuestras responsabilidades como lo hizo David? (2 Sam. 24:15-17) Reconoció que fue su orgullo y sus acciones las que trajeron la plaga a la tierra donde murieron más de 70.000 personas.
¿Podemos escuchar la voz de Jehová (del Señor) en todo esto?
«Sembrad, en beneficio vuestro, para justicia; segad conforme a la misericordia de Dios. ¡haced vuestro barbecho; porque es ya tiempo de buscar a Jehová, hasta que venga, y llueva justicia sobre vosotros» (Oseas 10:12).
Algunos podrían decir que estamos ahora en el tiempo del Nuevo Testamento y que este es el día de gracia, por lo que no podemos aplicar esto a nosotros mismos. Es cierto, gracias a Dios, que es el día de la gracia. Pero, «¿qué diremos, pues? ¿Permaneceremos en el pecado, para que la gracia abunde?» (Rom. 6:1).
¿Cambia nuestro Santo Padre su naturaleza en el día de gracia? ¿No se aplica su mano amorosa para disciplinar a sus hijos en el día de gracia; no nos enseña Hebreos 12:6-11, que así es? ¿Deberíais escuchar de nuevo la voz del Señor que habla y advierte a las iglesias de Sardis y Laodicea?
«Esto dice el que tiene los siete espíritus de Dios, y las siete estrellas: Conozco tus obras, que tienes nombre de que vives, y estás muerto. Sé vigilante y consolida lo que queda, que está a punto de morir; porque no he hallado tus obras perfectas delante de mi Dios. Acuérdate, pues, de lo que has recibido y oído; obsérvalo y arrepiéntete» (Apoc. 3:1-3).
¿El Señor, mientras dormimos espiritualmente hablando, nos ha quitado el privilegio de reunirnos para recordarlo por el momento? (Cant. 5:2-8).
¿Podemos humillarnos, examinar nuestros caminos, confesar nuestros pecados, arrepentirnos y volver a nuestro primer amor?
Que el Señor se apiade de nosotros a causa de su nombre.
E. S. Nashed
towardthemark.org
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