Los que se aprovechan injustamente de la situación actual - Salmo 137
22 de abril de 2020
- Junto a los ríos de Babilonia, allí nos sentamos, y también lloramos, acordándonos de Sion.
- Sobre los sauces en medio de ella colgamos nuestras arpas.
- Porque allí nos demandaban cánticos los que nos habían cautivado; y los que nos despojaron demandaban alegría, diciendo: ¡Cantadnos uno de los cánticos de Sion!
- ¿Cómo cantaremos cánticos de Jehová en tierra de extraños?
- ¡Si me olvidare de ti, oh Jerusalén, olvide mi diestra su destreza!
- ¡Péguese mi lengua a mi paladar, si no me acordare de ti, si no prefiriere a Jerusalén al principal objeto de mi regocijo!
- Acuérdate, ¡oh Jehová! en contra de los hijos de Edom, del día de Jerusalén; los cuales decían: ¡Arrasadla, arrasadla, hasta los cimientos!
Hoy en día, muchos creyentes en la tierra están privados de reunión alrededor de su Señor según Mateo 18:20. Sus sentimientos pueden parecerse a los de los judíos de antaño, deportados de Jerusalén a Babilonia, que se expresan de forma tan conmovedora en los versículos 1 al 6 del Salmo 137. (Véase también sentimientos similares en el Salmo 42:4.) Estos judíos estaban muy lejos de la ciudad del templo, del lugar de la verdadera adoración a Jehová, y sentían tan inmensa pena que ya no podían regocijarse. La situación actual es un poco diferente en cuanto a que todavía hay, para los creyentes, temas de alegría en el Señor mismo (véase lo que el prisionero Pablo expresaba en Filipenses 3:1 y 4:4).
Una cosa nos llama la atención en el Salmo 137: parece que algunos (los hijos de Edom) utilizaban esta disciplina de Jehová hacia su pueblo para desear la destrucción total de Jerusalén (137:7). Si las iglesias cristianas de hoy en día pasan ciertamente, de una manera u otra, por la disciplina del Señor, no nos sorprenda que algunos aprovechen esta oportunidad para desear su demolición, o destrucción completa. Nunca corresponde a los creyentes del tiempo de la gracia pedir el juicio sobre cualquiera (Rom. 12:19-21); sin embargo, tal deseo de destrucción de las iglesias solo puede recibir la condena del Señor y, a su debido tiempo, el juicio. –Del mismo modo, utilizar la disciplina del Señor como una oportunidad para corromper la Iglesia de Dios es igualmente censurable (leer 1 Cor. 3:16-17; el libro de Abdías).
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