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Creo a Dios


person Autor: John Thomas MAWSON 17

flag Tema: La confianza en Dios y en sus promesas


A bordo de un barco, condenado a naufragar, había 276 almas, y todas ellas desesperadas y en pánico, excepto Pablo. ¿Qué hizo de él, en esta numerosa compañía, el único hombre capaz de reconfortarlas? Podía decir sin temblar ni dudar: «Creo a Dios». Eso era lo que lo sostenía y lo hacía superior al terror de la tormenta. Incluso podía decir más que eso, hablaba de su Dios: «De quien soy y a quien sirvo» (v. 23). Qué dignidad, qué confianza le daba ese hecho. Consideren estos términos «de quien soy». Era el hombre de Dios, y servía a su Dios. ¿Se preocupa Dios de los que son suyos? ¿Quién iba a hacerle dudar, o quién se atrevería a hacerlo dudar? «Porque los ojos de Jehová contemplan toda la tierra, para mostrar su poder a favor de los que tienen corazón perfecto para con él» (2 Crón. 16:9).

Lo que necesitamos en esta hora de angustia son hombres que puedan mantenerse firmes, tranquilos y confiados gracias a su conocimiento personal de Dios; hombres que sean de Él y crean en su Palabra. Quizá no puedan decir, como Pablo a sus compañeros de viaje: «Porque ni un cabello de la cabeza de ninguno de vosotros perecerá» (Hec. 27:34), pero pueden asegurar a los que han creído que, vivan o mueran, pertenecen al Señor; y así pueden llevar el consuelo con el que ellos mismos han sido consolados a los que están en temor y angustia. Pueden decir a muchos que «el Señor es rico en misericordia y compasivo» (Sant. 5:11). Pueden hacerlo con convicción porque lo han experimentado por sí mismos.

No tenemos nada que decir en contra de la fuerza de ánimo natural, es una cualidad admirable, pero se necesita mucho más, el conocimiento del Dios Todopoderoso y la confianza en Él. Aquellos que mejor lo conocen tendrán más confianza en Él, porque está escrito: «Tú guardarás en completa paz a aquel cuyo pensamiento en ti persevera; porque en ti ha confiado» (Is. 26:3). Esto es lo que afirma Pablo: «Porque creo a Dios, que sucederá así, como se me ha dicho» (v. 25). Es la bendita experiencia de los siervos de Dios en las tormentas del pasado; está ciertamente experimentada por muchos de nosotros en nuestras angustias actuales, y lo será hasta que los días de conflicto en la tierra terminen con una paz universal bajo el cetro justo de Aquel a quien pertenece el derecho de reinar.

Esta confianza en Dios no hace a un hombre inaccesible, hizo de Pablo un benefactor en medio de sus compañeros en apuros, lo liberó de sus preocupaciones personales y lo hizo compasivo con los que lo rodeaban, que no conocían su refugio y su recurso. El hombre que puede regocijarse en el conocimiento experimental de Dios podrá fortalecer a sus hermanos temerosos con su propia fe tranquila y triunfante. Podrá decirles con confianza y eficacia: «Aguarda a Jehová; esfuérzate, y aliéntese tu corazón; sí, espera a Jehová» (Sal. 27:14).

Que Dios nos dé hoy hombres de esta valía para el bien de su pueblo y para bendecir a la gran multitud en la aflicción.

«Como Jerusalén tiene montes alrededor de ella, así Jehová está alrededor de su pueblo desde ahora y para siempre» (Sal. 125:2). Él está más cerca de ellos que el peligro, la guerra, el sufrimiento y la muerte.


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