La despedida del Señor a sus discípulos
Juan 13 - 17
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(Fuente autorizada: creced.ch – Reproducido con autorización)
En el capítulo 13 del evangelio de Juan, los discípulos son puestos en la adecuada relación los unos para con los otros. Deben lavarse los pies unos a otros y amarse mutuamente. En el capítulo 14, son puestos en la relación apropiada con las Personas divinas: el Hijo, el Padre y el Espíritu Santo. En el capítulo 15, se hallan colocados en las relaciones que convienen en el círculo cristiano, a fin de que lleven fruto para el Padre y den testimonio de Cristo en un mundo del cual Él está ausente. En el capítulo 16, son enseñados acerca de las cosas por venir, en vista de su peregrinación en un mundo hostil, por el cual serán aborrecidos, incomprendidos y perseguidos.
Vemos también que en el capítulo 13, los pies de los discípulos son lavados; en el capítulo 14, su corazón es consolado; en el capítulo 15, sus labios son abiertos para dar testimonio; y, en el capítulo 16, su espíritu es instruido a fin de que no se desalienten por las persecuciones que pudieran encontrar en el camino.
Además, observemos que hay una progresión en la enseñanza. La verdad presentada en un capítulo prepara una nueva revelación en el siguiente. El servicio del capítulo 13 prepara a los discípulos para la comunión con las Personas divinas, tal como está presentada en el capítulo 14. La comunión con las Personas divinas en su propia esfera –en el interior– prepara a los discípulos para llevar fruto y para dar testimonio en el mundo; es la escena exterior presentada en el capítulo 15. Luego, el fruto y el testimonio del capítulo 15 conducen a la persecución para la cual el Señor prepara a los discípulos mediante la verdad contenida en el capítulo 16. Sin embargo, el desarrollo de estas grandes verdades, no son suficientes para sostenerlos en este mundo como representantes de Cristo; es necesaria la oración. Así, las pláticas con los discípulos terminan con la oración dirigida al Padre que se relata en el capítulo 17.