Índice general
Los acontecimientos futuros en la tierra y en el cielo
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1 - La bendita esperanza
El futuro del mundo es cada vez más sombrío. Después de las guerras mundiales, seguidas de un período de calma de algunas décadas, los conflictos se multiplican y los poderes civiles y religiosos, que creíamos capaces de intervenir, pierden cada vez más todo poder real y, en todo caso, toda autoridad moral [1]. Las ideas y la propaganda se extienden rápidamente por todo el mundo, tratando de imponerse con todos los grupos de presión, con mentiras o falsedades. Hay motivos para estar muy preocupados.
[1] Escrito hacia 1915
1.1 - El propósito en los planes de Dios: el gran día del Señor, precedido por el arrebato
Sin embargo, el cristiano no debe preocuparse por el futuro, pues tiene como guía la Palabra de Dios, la Palabra escrita (la Biblia) que permanece y no cambia. En esta Palabra, el Espíritu de Dios centra nuestra atención en el propósito de los designios de Dios, el punto culminante. Se trata del gran día del Señor, que será inaugurado por la manifestación pública del Señor Jesús desde el cielo. Los Profetas y los Salmistas han hablado y cantado de este día en el pasado. Este día traerá una inversión total del orden de las cosas en la tierra. Traerá un final abrupto al «día del hombre» –ese período de orgullo humano y voluntad propia– para que la voluntad de Dios pueda prevalecer. Cuando se establezca «el reino del mundo de nuestro Señor y de su Cristo» (Apoc. 11:15), la justicia, la paz y la bendición llenarán la tierra. Hasta entonces, la angustia debe aumentar cada día.
El día del Señor, por cercano que esté, no comenzará de golpe. Muchos acontecimientos proféticos (probablemente concentrados en un espacio de tiempo bastante corto) deben cumplirse antes de su introducción. Pero debe tener lugar un acontecimiento preliminar; inseparablemente ligado al «día del Señor», puede tener lugar en cualquier momento: se trata del descenso del Señor en el aire para llamar a sí mismo y llevarse a sus elegidos celestiales. La intención divina es llevar a “los santos a los lugares celestiales”, en la misma gloria que Cristo cuando él aparezca: «para ser glorificado en sus santos para ser, en ese día, admirado en todos los que creyeron» (2 Tes. 1:10). Para que esto suceda, primero reunirá a los suyos y los preparará para la gran manifestación.
Esto es lo que el apóstol, en Tito 2:13, llama: «La bendita esperanza». La Iglesia debe ver al Señor como «la estrella resplandeciente de la mañana», antes de que Israel y el mundo lo vean como «el Sol de justicia» (Apoc. 22:16; Mal. 4:2). Así se cumplirá la promesa del Salvador a sus discípulos en vísperas de su partida: «Vendré otra vez, y os tomaré conmigo; para que donde yo estoy, vosotros también estéis» (Juan 14:3). El hecho de que no haya ninguna referencia a la muerte en este familiar pasaje, queda suficientemente demostrado por Juan 21:22-23.
Es difícil para nuestras débiles mentes comprender lo que se nos dice acerca del regreso de nuestro Señor. Él descenderá, se oirá su poderosa voz, los santos dormidos resucitarán y los vivos serán «cambiados, en un instante» (1 Tes. 4:16-17; 1 Cor. 15:51-52). Por la mañana, ocupados en nuestro trabajo habitual; por la tarde, en la Casa del Padre, para siempre. ¡Qué expectativa!
A algunos les puede surgir la pregunta: “¿Serán arrebatados todos los santos?”. –La respuesta es: sí, sin duda. Esta es «la esperanza de la justicia» (Gál. 5:5). Dios ha vinculado esta esperanza a la justicia con que nos ha revestido en Cristo resucitado. Aquel a quien Dios «justificó», también lo «glorificó» (Rom. 8:30). Sería deshonrar la obra del Señor Jesús olvidar a uno solo de sus santos en el día que esperamos. Incluso a los corintios que se comportaban mal, el apóstol escribió: «Todos seremos cambiados» (1 Cor. 15:51).
La espera de Cristo debería influenciarnos poderosamente durante el “poco de tiempo” que nos queda. El Espíritu nos la presenta en la Escritura en relación con todas las circunstancias de la vida cotidiana.
1.2 - La espera de Cristo como estímulo para la santidad
«El que tiene esta esperanza en él se purifica, así como él es puro» (1 Juan 3:3). Es imposible abrigar la idea de que pronto seremos semejantes a su imagen sin aspirar a parecernos más a él moralmente ahora. El apóstol, en su oración por los tesalonicenses (1 Tes. 3:11-13), presentaba la venida del Señor como la culminación de un caminar irreprochable y santo por parte de ellos.
1.3 - La espera de Cristo como consuelo en la tristeza o el dolor
En 1 Tesalonicenses 4:13-18, esto es lo que el Espíritu presenta a las personas perplejas y en duelo; es la esperanza que las consuela y anima. Los creyentes del Antiguo Testamento esperaban reunirse con los difuntos en el reino de los muertos (2 Sam. 12:23); los santos del Nuevo Testamento esperan encontrarse en el aire, en la vida y la gloria de la resurrección, con todos aquellos de quienes se han despedido en la fe en Cristo.
1.4 - La espera de Cristo como gozo en la persecución
Los creyentes hebreos (judíos) habían sufrido mucho, tanto en sus bienes como en sus personas, por el nombre del Señor Jesús. El apóstol deseaba que su fe no se debilitara por el sufrimiento. Por eso dice: «Dentro de muy poco tiempo, y el que ha de venir vendrá: no tardará» (Hebr. 10:37).
1.5 - La espera de Cristo como apoyo bajo la opresión
A los que soportan la tiranía, cuyos buenos servicios no eran apreciados ni recompensados por quienes los mantenían en la esclavitud, Santiago escribía: «Hermanos, tened paciencia hasta la venida del Señor… la venida del Señor se acerca» (Sant. 5:7-8). Su ojo ve todo lo que sucede a los suyos durante su peregrinación por el mundo, y él corregirá todos sus errores cuando regrese. Es un Señor justo.
1.6 - La espera de Cristo como estímulo en el servicio
Esto es lo que leemos en 1 Tesalonicenses 2:19-20: «Porque ¿cuál es nuestra esperanza, o gozo, o corona en que nos gloriamos? ¿No lo sois vosotros delante de nuestro Señor Jesucristo en su venida? Porque vosotros sois nuestra gloria y nuestro gozo». ¿El corazón probado del obrero a veces se siente abrumado por la incredulidad y el desconcierto de aquellos entre quienes trabaja? Que se consuele pensando que el fruto de todo verdadero servicio por Cristo se manifestará sin falta a su regreso.
Sobre todo, el Espíritu de Dios suscita en nuestros corazones el deseo de ver el rostro del Salvador. Trabajar para él es bueno y tendrá su recompensa; la espera es mejor, y la recompensa es tanto más maravillosa, como atestigua Lucas 12 (v. 35-38, 42-44). Que nuestros corazones estén tan completamente desprendidos de todo lo que sucede aquí que, en respuesta a su «Sí, vengo pronto», podamos responder con alegría: «Amén, ¡ven, Señor Jesús!» (Apoc. 22:20).
2 - Los ancianos en el cielo
2.1 - Una escena preparatoria (Apoc. 4 y 5)
Después de que la historia de la cristiandad (o de la Iglesia profesa) se hubiera desarrollado ante él en las Epístolas a las 7 asambleas (Apoc. 2 y 3), el vidente del Apocalipsis (el apóstol Juan) oyó a continuación el llamado: «Sube acá» (Apoc. 4:1), e inmediatamente se encontró en espíritu ante el trono de Dios. Juan es aquí el representante de todos nosotros. La misma Voz que saludó sus oídos en Patmos será oída por toda la familia de la fe, y de repente nos encontraremos, no solo en espíritu, sino en persona, en medio de las glorias del cielo, en presencia de Dios y del Cordero.
2.2 - Los ancianos en el Apocalipsis
Alrededor del trono de Jehová, Juan ve 24 tronos (Apoc. 4:4) en los que están sentados 24 ancianos, vestidos de blanco y con coronas de oro en la cabeza. Desde la primera mención (cap. 4:4) hasta la última (cap. 19:4), el libro del Apocalipsis presenta a estos ancianos como caracterizados por su inteligencia espiritual. Comprenden el plan divino en relación con la creación (Apoc. 4:11); dan interpretaciones al apóstol en Apocalipsis 5:5 y 7:13-14; cantan apreciando el valor de la sangre del Cordero en Apocalipsis 5:9-10; celebran la introducción divina del Reino en Apocalipsis 11:16 y asienten al juicio de Dios sobre la gran ramera en Apocalipsis 19:4. –¿Quiénes son estos privilegiados?
Es importante comprender que los capítulos 4 y 5 del Apocalipsis no nos dan una imagen de lo que es, sino de lo que será. En la actualidad, el cielo no tiene el aspecto que se muestra en estos capítulos. Solo cuando se termine la obra actual del Espíritu de Dios, el cielo estará preparado para la obra del juicio. Es importante tener esto en cuenta si queremos comprender quiénes son los seres que nos están mostrados como ancianos entronizados y postrados.
En primer lugar, se trata de una compañía representativa. Los ancianos, tanto en el Antiguo como en el Nuevo Testamento, representan (o actúan en nombre de) todo el pueblo de Dios (Éx. 4:29; Deut. 31:28, Hec. 11:30). El número corresponde a las divisiones del sacerdocio de Israel en 1 Crónicas 24 y 25. Los 24 sumos sacerdotes eran representativos de toda la familia sacerdotal. Los ancianos del Apocalipsis son claramente sacerdotes; sus vestiduras (4:4) e incensarios (5:8) así lo indican. También tienen carácter de realeza, pues están coronados y sobre tronos. No son ángeles, pues la hueste angélica está mostrada en todas partes como una compañía separada (p.ej. Apoc. 5:11); además, los ángeles no están llamados a ocupar tronos, pues el dominio no forma parte de su función (Hebr. 2:5). Tampoco son los ancianos los espíritus de los santos muertos que esperan la resurrección, pues su número sigue siendo el mismo a lo largo de la historia: no hay aumento. Entonces, ¿quiénes pueden ser los ancianos sino el conjunto del sacerdocio celestial, considerado bajo este símbolo representativo? Por el sacerdocio celestial, entendemos todos aquellos que serán glorificados en el momento del descenso de nuestro Señor en el aire –los santos de las dispensaciones del Antiguo Testamento y de la Iglesia «que es su cuerpo» (véase Hebr. 11:40). Todos ellos, cualesquiera que sean sus diferencias de posición y relación en otros aspectos, pueden cantar unánime y gozosamente: «Al que nos ama, y nos ha lavado de nuestros pecados con su sangre, y ha hecho de nosotros un reino, sacerdotes para su Dios y Padre, a él sea la gloria y el dominio por los siglos de los siglos. Amén» (Apoc. 1:5-6). Yo estoy entre esta muchedumbre santa.
A todos estos sacerdotes reales se les ve entronizados en paz y reposo en presencia de Dios y del Cordero, antes de que Dios «se levante para castigar la tierra» (Is. 2:21). Y «no solo la tierra, sino también el cielo» (Hebr. 12:26). Solo en el capítulo 6 del Apocalipsis el Cordero comienza a romper los sellos del fatídico libro. Pero el juicio está claramente próximo, pues «del trono salían relámpagos y voces y truenos» (Apoc. 4:5): Ni siquiera el triple «Santo» de los seres vivientes les asusta, como un grito similar afligió una vez a Isaías (Is. 6:5). Están en la presencia de Dios sobre la base de la sangre redentora, y lo saben. El juicio debe tener lugar, pues la paciencia de Dios ha llegado a su fin, pero el juicio no significa nada para aquellos cuya esperanza y confianza es la sangre del Cordero.
2.3 - El Cordero como inmolado (Apoc. 5)
¡Qué escena nos está descrita cuando el Cordero toma el libro de la mano derecha del que está sentado en el trono! Juan lloraba a lágrima viva porque nadie, ni en el cielo ni en la tierra, había sido capaz de abrir (o siquiera mirar) el libro en respuesta al llamado del ángel. Cuando oyó hablar de un león –el león de la tribu de Judá– miró, y he aquí un cordero con las marcas de la muerte. Se trata de la misma persona gloriosa que el Hijo del hombre de Daniel 7:13-14, a quien se ve acercarse al trono del Anciano de Días para recibir la investidura del Reino; en Apocalipsis 6:6-7, toma en sus manos el libro de los consejos divinos, siendo el único en el cielo o en la tierra capaz de ponerlos a ejecución. El libro está completamente lleno –«escrito por dentro y por fuera»–; ningún propósito de Dios necesitará jamás ser revisado o añadido. Lo único que hace falta es que alguien lo ponga en práctica.
El León evoca el poder irresistible, el Cordero la gracia redentora. El objetivo último de Dios es la bendición. Por eso, cuando el juicio haya hecho su obra, la redención será conocida en la tierra como en el cielo. Esto se celebra en los versículos 13 y 14 de Apocalipsis 5. Cuando el león de Judá se levantará, el «día del hombre» habrá llegado a su fin y el día del Señor será introducido.
2.4 - Reacciones en el cielo a la vista del Cordero (Apoc. 5)
La visión del Cordero inmolado en medio del trono conmueve profundamente a todo el cielo. Los ancianos se levantan de sus tronos y, con los seres vivientes, se postran a sus pies y cantan su alabanza (5:8-10). Los cánticos de la tierra envejecen, el «cántico nuevo» del cielo nunca envejece. Dios nunca se cansará de escuchar a sus redimidos proclamando el valor del Cordero; para él y para ellos, ese cántico será de eterno frescor. El lenguaje del nuevo himno dice: «¡Digno eres de tomar el libro, y de abrir sus sellos; porque fuiste sacrificado, y has comprado para Dios con tu sangre, de toda tribu, lengua, pueblo y nación; y los has hecho para nuestro Dios reyes y sacerdotes; y reinarán sobre la tierra!». El lenguaje no es personal, sino general. No hablan tanto de los que se benefician de la obra del Redentor como de la obra misma. Su tema es el maravilloso valor de la obra. Por supuesto, ellos mismos están bendecidos en virtud de esta obra, al igual que los santos que sufren en aquel tiempo en la tierra; pero, repetimos, es la obra, y no sus beneficiarios, lo que proclaman ante el trono de Dios.
A continuación, hablan los ángeles (5:11-12). Los ancianos cantan para el Cordero, dirigiéndose al Cordero; los ángeles hablan del Cordero. A gran voz dicen: «¡El Cordero que fue sacrificado es digno de recibir el poder, la riqueza y la sabiduría, la fortaleza y el honor, la gloria y la bendición!». Todo el cielo está así en armonía con el corazón de Dios; toda lengua proclama el valor de Aquel que murió. Por fin se ha encontrado a una persona a la que se pueden confiar con seguridad el poder y las riquezas, y que los utilizará para Dios y para Su gloria.
Pero el círculo de alabanzas se amplía aún más (5:13), hasta que el cielo, la tierra y el mar dicen al unísono: «: ¡Al que está sentado en el trono y al Cordero, la bendición, el honor, la gloria y el dominio, por los siglos de los siglos!» Se trata de una anticipación profética de la liberación completa de toda la creación (que ha estado gimiendo esclavizada durante tanto tiempo, Rom. 8:21-22) como fruto de la obra del Redentor. Los 4 seres vivientes responden con un profundo «Amén», y los 24 ancianos se postran y adoran.
¡Qué pensamiento tan maravilloso! Podríamos encontrarnos en medio de toda esta gloria antes de que amanezca otro día.
3 - El nuevo imperio y su soberano
3.1 - Un imperio resucitado. Características de funcionamiento
Tras los conflictos y desórdenes del mundo, un nuevo imperio federal se levantará en Europa. Sus extraordinarias características suscitarán el asombro y la admiración de todos. A los ojos de la humanidad, será incomparable y su poder será irresistible. Se necesitará más que la sabiduría humana para llevarlo a la perfección, pero cuando se establezca, representará el apogeo de todo aquello a lo que los hombres han aspirado desde el principio.
El nuevo imperio, cuando surja, no será en última instancia más que un viejo imperio resucitado. Destinado a ser destruido por el Hijo del hombre en su segunda venida a la tierra, es el mismo poder que le hizo violencia en su primera venida. Es el poder romano, pero en muchas maneras en una forma diferente de cualquier cosa conocida en el pasado. Por ejemplo, la bestia que Juan vio surgir del mar en Apocalipsis 13:1, parecía un leopardo, tenía pies de oso y boca de león. Estas criaturas representan los imperios mundiales que precedieron a Roma: Babilonia, Medo-Persia y Grecia (Dan. 7:4-6). El imperio del futuro combinará, por tanto, la rapidez de acción de Alejandro, la avidez de conquista de los persas y el despotismo tiránico de Babilonia.
Además, la bestia tiene 10 cuernos. Estos, se nos dice en Daniel 7:24 y Apocalipsis 17:12, son 10 reyes que se unirán para beneficio mutuo bajo una poderosa cabeza. Nada parecido se vio en el antiguo Imperio romano (el destruido por los godos).
Los poderes paganos del pasado y del futuro son caracterizados como bestias salvajes por la Palabra de Dios. En otras palabras, no tienen conciencia, ni corazón, ni contacto con Dios. Su dominación se basa en la codicia y la fuerza bruta.
3.2 - Fases históricas del imperio. Fase final de la autocracia / tiranía
Cuatro fases del imperio se indican en Apocalipsis 17:8: «La bestia que viste era y no es, y está para subir del abismo y va a la destrucción». Durante unos 12 siglos «fue». Fue bajo este poder que Juan mismo sufrió. En el año 476, se extinguió su último vestigio. Por eso, en la actualidad, él/ella «no es». Pronto «subirá del abismo», lo que significa que será revivido por la energía de Satanás. Finalmente, él/ella «irá a la destrucción», siendo condenado a la muerte eterna por el Señor Jesucristo en su aparición.
Todo el poder del imperio resucitado se concentrará en su eminente líder. Así, los actos atribuidos a la propia bestia en Apocalipsis 13:5-7 se atribuyen al cuerno de la bestia en Daniel 7:8, 11, 25. Sus reyes confederados «tienen un solo propósito, y dan su poder y autoridad a la bestia» (Apoc.17:13). En todos los aspectos, el emperador es “el imperio”. Ejerce su poder de forma autocrática (dictatorial o tiránica). El comienzo de su prosperidad será el sometimiento de 3 «reinos» europeos (Dan. 7:24). Luego, siendo reconocido en general la necesidad de una mano fuerte (o puño de hierro), otros 7 «reinos» se unirán a ellos bajo su liderazgo para beneficio mutuo. El arquero sobre el caballo blanco que aparece bajo el primer sello es, con toda probabilidad, este gobernante victorioso y autoritario en las primeras etapas de su carrera (Apoc. 6:2). Es «el príncipe que ha de venir» de Daniel 9:26.
3.3 - En el terreno religioso
En el terreno religioso, el imperio será incrédulo. Aunque durante un tiempo estará estrechamente asociado, e incluso dominado, por lo que ocupará el lugar de “la Iglesia” (Apoc. 17:1-8), esto no será más que un arreglo político, que no implica ningún respeto ni siquiera por la caricatura de la cristiandad que será Babilonia. La religión ya tiende a plegarse a las conveniencias políticas. Dios ya no será reconocido, ni siquiera en el lenguaje formal de los documentos estatales. Será blasfemado abiertamente (Apoc. 13:6). El principio de Romanos 13:1-6 ya no será relevante: el poder civil estará en abierta apostasía. Se erigirá una imagen de la bestia, que las masas adorarán de buena gana, al igual que el dragón, fuente del poder y la autoridad de la bestia. Todos aquellos que se nieguen a inclinarse serán perseguidos. No se trata de los santos del período de la Iglesia, que estarán todos en la Casa del Padre en ese momento, sino de los frutos de la predicación del Evangelio del Reino. La sangre de estos fieles, judíos y gentiles, será derramada como agua. Los gritos de sufrimiento de la raza judía tendrán eco en el lenguaje profético de muchos Salmos (por ejemplo, Sal. 9, 10, 44, etc.). Algunos de los más grandes testimonios jamás dados a Dios en este mundo malvado, serán dados en las horas oscuras antes del amanecer del reino milenario.
3.4 - Sobre el plan económico
En el plan económico, el imperio será el despotismo más opresivo que el mundo haya conocido jamás. Todo estará centralizado. El gobierno tendrá todos los hilos en sus manos. Gobernando como una autocracia/dictadura, una sola mano tiránica controlará toda la vasta maquinaria de los asuntos humanos. (Ya podemos ver hoy la propensión a resolver todos los problemas a través del control estatal o de organizaciones supranacionales. Esto es a lo que la gente está siendo conducida gradualmente). Cada persona tendrá que llevar una marca –ya sea el nombre de la bestia, o el número de su nombre. Podrá llevarla en la mano o en la frente, a su elección; pero deberá llevar la marca, o estará reducido a desaparecer, pues nadie podrá comerciar sin ella. Ninguna distinción de clase eximirá a nadie de esta regla de hierro; «pequeños y grandes, ricos y pobres, libres y esclavos» tendrán que someterse de la misma manera (Apoc. 13:16). Bajo el liderazgo de su malvado lugarteniente, de su perverso inspirador, el falso profeta (el Anticristo de 1 Juan 2:18-22), el poder de la bestia se extenderá a todos los ámbitos. En su loca furia contra todas las antiguas autoridades, los hombres producirán una mezcla amplificada de violencia revolucionaria (Rom. 6:12-17; Lucas 21:25-26). Esto reforzará la necesidad de una mano fuerte para dirigir, que será la oportunidad aprovechada por el emperador del futuro. Los hombres le estarán agradecidos hasta que sientan, a cambio de una amarga experiencia, que se han involucrado en una tiranía más ulcerosa que la que jamás antes habían conocido. Serán «quemados» por la luz de la que se han jactado (Apoc. 16:8-9).
Este reino de terror terminará con la súbita aparición del Señor en el cielo. La bestia y el falso profeta, a la cabeza de sus ejércitos, con todos los reyes satélites que los acompañan, harán la guerra al Cordero; estos 2 jefes serán apresados y arrojados inmediatamente al lago de fuego (Apoc. 19:19-20). Sin haber conocido la muerte ni la resurrección, estos grandes transgresores de la tierra serán juzgados sumariamente al menos 1.000 años antes de que se instaure el Gran Trono Blanco.
La única esperanza de la tierra es Cristo. ¡Oh, si los hombres lo supieran! Todos los planes ideados por los hombres para corregir sus errores, todos los proyectos para colocar los asuntos humanos sobre una base sólida y satisfactoria, están condenados al fracaso. Cristo es el Hombre del consejo de Dios. Es él, y solo él, quien puede limar las asperezas y enderezar lo torcido. Él logrará todo esto en su día.
4 - La caída de Satanás
Satanás es el mayor rebelde del universo, el principal instigador de todo mal, arriba y abajo. Durante muchos siglos, su insolente oposición a toda la voluntad de Dios ha sido soportada por la paciencia divina, pero ya está fijado el momento en que su paciencia llegará a su fin. Será entonces cuando el orgulloso transgresor verá su perdición.
4.1 - La situación actual
La teología popular parece vaga en cuanto a la ubicación y posición actuales de Satanás. Algunos hablan de él como si ya estuviera en la Gehena y reinara allí; otros parecen limitar su ámbito de acción a la tierra. Que aún no ha sido arrojado a la Gehena queda suficientemente demostrado por sus propias palabras en Job 1:7. Cuando se presentó ante el Señor entre los hijos de Dios, el Creador le preguntó: «Y dijo Jehová a Satanás: ¿De dónde vienes? Respondiendo Satanás a Jehová, dijo: De rodear la tierra y de andar por ella». Es cierto que cuando Satanás o cualquier otro transgresor sea arrojado a la Gehena, ya no podrá volver a salir para ir y venir por la tierra. A los desafortunados prisioneros de la Gehena no se les permitirá vagar a su antojo.
La verdad es que Satanás y su ejército aún no han sido expulsados de lo que se llama los lugares celestiales. Por eso se les llama en Efesios 6:12 «las huestes espirituales de maldad en las regiones celestiales», y en Isaías 24:21 «el ejército… de lo alto». Satanás mismo está descrito en Efesios 2:2 como «el príncipe de la potestad del aire». Daniel 10:11-12 muestra que los espíritus malignos son incluso capaces (cuando Dios lo permite) de obstaculizar el viaje de un ángel, enviado desde lo alto para responder a la oración. Algunos han sugerido que la presencia de rebeldes en el cielo explica la omisión de las palabras «vio Dios que era bueno» en relación con la obra del segundo día en Génesis 1:6-8. Esta omisión es, en cualquier caso, notable.
4.2 - El derrocamiento predicho
Romanos 16:20 nos asegura que «el Dios de paz quebrantará en breve a Satanás bajo vuestros pies». Repitamos la palabra «en breve». La carrera del gran alborotador está llegando a su fin. Cristo pronto destruirá «las obras del diablo», según el propósito de Dios (1 Juan 3:8). La primera de todas las profecías, la pronunciada en el Edén, se cumplirá entonces por completo: La simiente de la mujer quebrará la cabeza de la serpiente (véase Gén. 3:15). Los santos deben estar asociados con él en su poderosa victoria, razón por la cual el apóstol dice «vuestros pies» en Romanos 16:20.
Las Escrituras indican 3 etapas en el derrocamiento de Satanás:
• la primera, se encuentra en Apocalipsis 12:7-12;
• la segunda, en Apocalipsis 20:1-3; y
• la tercera, en Apocalipsis 20:10.
Creado originalmente «lleno de sabiduría, y acabado de hermosura», colocado en el monte santo de Dios como querubín protector ungido (por tanto, primer ministro del universo, guardián de los derechos del trono divino), Satanás acabará en el lago de fuego (Ez. 28:12-17). No será enviado allí como rey, sino como principal culpable, y mayor sufriente. La expresión “Satanás, rey del infierno” es una pieza de la literatura humana, no de las Escrituras. La caída de Satanás desde alturas inconcebibles para nosotros, hasta profundidades inimaginables, es espantosa de contemplar.
4.3 - Expulsado del cielo por el arcángel Miguel, después del período de la Iglesia
En Apocalipsis 12 se descorre el velo para que podamos contemplar las maravillas del cielo. Primero se nos muestra el propósito de Dios para Israel (la mujer vestida del sol), y la oposición de Satanás a ese propósito; luego nos está permitido asistir a una poderosa lucha en el cielo entre Miguel y el dragón, cada uno jefe de huestes angélicas. El resultado de esta guerra es que Satanás y sus ejércitos son expulsados del cielo y arrojados a la tierra, para nunca más volver a afianzarse en lo alto. Esto es lo que el Salvador en la tierra vio de antemano en una visión profética cuando los 70 volvieron a él (Lucas 10:17-18). El triunfo de los discípulos sobre los demonios por su nombre fue para él la demostración de esta victoria final.
La duración de la estancia del dragón en la tierra está claramente indicada: 1.260 días (3 años y medio). Aprendemos así que la expulsión del cielo tiene lugar a mediados de la última de las 70 semanas de Daniel (Dan. 9:27). Como muestra Isaías 24:21, este es el tiempo del juicio de Dios sobre «los reyes de la tierra sobre la tierra». Este pasaje indica el orden de estos solemnes acontecimientos: primero los enemigos celestiales («el ejército… en lo alto»), luego los enemigos terrenales.
La Iglesia debe ser arrebatada de la tierra antes de que Satanás y sus seguidores sean expulsados del cielo. Nuestro conflicto es específicamente contra los principados, contra las autoridades, contra los gobernadores de estas tinieblas, contra el poder espiritual de maldad que está en los lugares celestiales (Efe. 6:12). Estos están ejerciendo actualmente su sutil influencia para impedir la realización práctica de nuestra porción celestial en Cristo exaltado. Permanecerán en su posición actual hasta que nuestros días de lucha hayan terminado definitivamente.
El Cielo se alegra de su expulsión. Es un paso importante hacia el establecimiento del Reino de Dios y el poder de su Cristo. «Porque ha sido arrojado el acusador de nuestros hermanos, el que los acusaba delante de nuestro Dios día y noche. Y ellos lo vencieron en virtud de la sangre del Cordero y de la palabra del testimonio de ellos; y no amaron sus vidas hasta la muerte» (Apoc. 12:10-11). En estos versículos se distinguen 3 grupos de santos:
• los arrebatados de 1 Tesalonicenses 4:16-17 (son los que hablan);
• los testigos mártires de Apocalipsis 6:9-11, que no amaron sus vidas hasta la muerte;
• y los santos sufrientes de Apocalipsis 13:7 y 15:2, contra quienes se dirigen las acusaciones del adversario.
Nunca más se le permitirá oponerse al servicio sacerdotal de Cristo en el cielo, pero por un corto tiempo se le permitirá oponerse a él como profeta y rey por medio de sus 2 instrumentos principales según Apocalipsis 13.
4.4 - Satanás en la tierra, luego encerrado en el abismo
Una vez arrojado Satanás a la tierra, se producirá un verdadero pandemónium. «¡Ay de la tierra y del mar! Porque el diablo ha descendido hacia vosotros con gran ira, sabiendo que tiene poco tiempo» (Apoc. 12:12). Horrores actualmente más allá de la comprensión de la mente humana llenarán la escena durante un período de tiempo. Entonces la mano divina volverá a caer sobre Satanás. Apocalipsis 19:11-21 nos presenta en una viva profecía la venida del legítimo Rey de la tierra. La bestia y el falso profeta son arrojados al lago de fuego y sus ejércitos son destruidos. Luego llega el turno del malvado instigador de todos los males. Juan ve descender del cielo a un ángel con la llave del abismo y una gran cadena en la mano. En Apocalipsis 9:1, la llave se utiliza para abrir el abismo para que los males de la Gehena puedan actuar contra los hombres; en Apocalipsis 20:1, la llave se utiliza para cerrar el abismo sobre el gran seductor. Identificado por todos sus títulos –«el dragón, la serpiente antigua, que es el diablo, y Satanás»– será arrojado al abismo, que estará inmediatamente cerrado y sellado. Este era el destino tan temido por los demonios de la época de nuestro Señor, incluido Legión de Lucas 8:31. El que selló la tumba del Hijo de Dios (Mat. 27:66), tendrá un sello puesto sobre su propia prisión. A la mayor distancia posible de Dios, está bloqueado durante los 1.000 años del glorioso reinado de nuestro Señor. Cualquier manifestación de maldad que pueda ocurrir durante este período no puede ser atribuida a Satanás, porque sus engaños habrán terminado por el momento. ¡Qué derrocamiento de las condiciones actuales! ¡Los santos sentados en tronos, y su adversario en el abismo!
4.5 - La revuelta final; luego, el lago de fuego
Pero el Reino milenario siendo una dispensación (la última de todas las épocas de los caminos de Dios), es necesario que los hombres sean probados una vez más antes de que el tiempo dé paso a la eternidad. Por eso, al final de este reino de 1.000 años, Satanás es liberado por un corto tiempo (Apoc. 20:7-10). Impenitente e inquebrantable, hace un último gran esfuerzo por recuperar su perdido imperio mundial. Los hombres, incluso en regiones remotas, habiendo escuchado sus sugerencias, se produce una vasta revuelta. Pero esta es la última convulsión de la tierra. Cuando el ejército de Satanás trata de rodear el campamento de los santos y la ciudad amada (Jerusalén), cae fuego del cielo y los devora.
Entonces cae el golpe final. «Y el diablo que los engañaba fue lanzado al lago de fuego y azufre, donde también estaban la bestia y el falso profeta; y serán atormentados día y noche por los siglos de los siglos» (Apoc. 20:10). Esto es de lo que habló nuestro Señor en Mateo 25:41: «al fuego eterno, preparado para el diablo y sus ángeles». Habrá una zona restringida («un lago») en algún lugar del universo de Dios donde el mal será confinado y castigado eternamente. No se permitirá ninguna actividad pecaminosa, aunque el odio a Dios y a su Hijo deba permanecer en el corazón, pues ni el nuevo nacimiento ni el arrepentimiento son posibles en la Gehena. La sumisión absoluta será impuesta divinamente (Fil. 2:10-11). Satanás y todos sus embaucadores, ya sean angélicos o humanos, se encontrarán juntos en la ejecución del juicio final de Dios.
5 - La apostasía de la cristiandad
El sueño de una conversión universal a Dios como fruto del testimonio cristiano, por muy largo y ampliamente acariciado que sea, no está destinado a hacerse realidad. Por muy seductor que sea este pensamiento, las Sagradas Escrituras no lo justifican en modo alguno. Cada pasaje que habla del fin de la presente era predice un desastre total. Las tinieblas, y no la luz, el juicio, y no la conversión, es el fin previsto.
A veces se pregunta: “¿Es el cristianismo un fracaso?”. Si por esto se entiende que los propósitos divinos han fracasado, la respuesta es enfáticamente: «¡No!». Ningún propósito de la gracia divina puede fracasar jamás. Todo lo que el Padre ha dado al Hijo vendrá indudablemente a él. Cristo se rodeará al final de todos los suyos. Pero si se pregunta si el cristianismo, como sistema, ha fracasado en establecerse en todas partes, la respuesta debe ser: «¡Sí!». La Palabra de Dios nunca ha dado a nadie la más mínima razón para esperar que tenga éxito. El pueblo de Dios nunca debería haber pensado tal cosa.
Veamos algunos pasajes relacionados con el fin de la era actual.
5.1 - Según el Antiguo Testamento, Isaías 60:2
Primero, un pasaje del Antiguo Testamento. Isaías 60:2, que describe la condición de la familia humana cuando Cristo resplandezca; dice: «Porque he aquí que tinieblas cubrirán la tierra, y oscuridad las naciones». Este lenguaje es suficientemente claro y nos recuerda las palabras de nuestro Señor en Lucas 18:8: «Pero cuando venga el Hijo del Hombre, ¿hallará fe en la tierra?». Si no tuviéramos otra declaración en la Escritura, Isaías 60:2 bastaría para demostrar que el cristianismo no está destinado a iluminar toda la tierra.
5.2 - Según Mateo 13
Tomemos a continuación la enseñanza de nuestro Señor en Mateo 13. En una serie de parábolas declara que el cristianismo no está destinado a iluminar toda la tierra. En una serie de parábolas declara la evolución de las cosas en el reino de los cielos durante su ausencia. Los versículos 24-30 muestran que el campo de trigo de Dios será completamente echado a perder por la actividad satánica, como resultado del descuido de los labradores responsables; los versículos 31-32 indican que el Reino se desarrollará de manera tan anormal que albergará a los propios siervos del diablo; el versículo 33 habla de la corrupción total engendrada por la mala doctrina, mientras que en sus últimas palabras pronunciadas ese día, compara el Reino con una red que recoge muchos peces que solo sirven para ser arrojados como sin valor. El solemne fin del presente período está claramente indicado en las instrucciones de nuestro Señor.
5.3 - Según Judas
Volvamos ahora a la enseñanza de los apóstoles. La Epístola de Judas está dedicada a la cuestión que nos ocupa. En pocas palabras, este autor traza la introducción y el desarrollo del mal en la Iglesia profesa hasta el juicio del Señor en su aparición. El lenguaje de Judas es severo y mordaz contra aquellos que estaban empeñados en corromper el testimonio más maravilloso que Dios ha dado a la humanidad. Nadie puede leer Judas sin percibir que la situación era desesperada desde el principio y que cada hora que pasa acerca más el juicio divino.
5.4 - Según el apóstol Pablo, Romanos 11
Pablo tiene mucho que decir sobre el final del período actual, el de la Iglesia. Obsérvese su parábola del olivo en Romanos 11:16-24. El pueblo judío –las ramas naturales– fue cortado porque no había correspondencia moral entre él y la raíz (Abraham); los gentiles, fueron desgajados «del olivo que por naturaleza es olivo silvestre», han sido injertados en su lugar y son ahora el pueblo responsable de Dios en la tierra. Pero todos ellos están de pie por la fe (Rom. 11:20), o no están de pie en absoluto. No podemos esperar que Aquel que no perdonó a las ramas naturales perdone a los injertados si no aprecian su bondad. De ahí la amenaza del versículo 22: «Tú también serás desgajado». No se trata aquí de la salvación individual, que no puede verse afectada por el fracaso de la dispensación; se trata de que los gentiles profesos (que profesan el cristianismo, sin haber nacido de nuevo), considerados en su conjunto, serán rechazados a su vez por Dios, si no son fieles, como antes lo había sido Israel. Pero, ¿han sido fieles los gentiles profesos, considerados en su conjunto? ¿Es necesaria una “reforma” o un “despertar” si todo va bien? Los protestantes (o reformados) no tienen nada de que jactarse en comparación con los católicos y viceversa, por lo que la “cristiandad” no puede pretender haber continuado en la bondad de Dios. El derrumbe es innegable, no queda nada en pie; solo le queda a Dios cortarla.
5.5 - Según el apóstol Pablo: 1 Timoteo 4 → 2 Timoteo 3 → 2 Tesalonicenses 2
Comparemos ahora 3 textos de Pablo y observemos las etapas de desarrollo que indican.
En 1 Timoteo 4:1: «El Espíritu dice claramente que en los últimos tiempos algunos se apartarán de la fe». Los versículos que siguen dejan claro que el papado es el blanco especial, con sus pretensiones externas de santidad y su corrupción moral interna. La expresión «últimos tiempos» significa simplemente tiempos posteriores a la redacción de la Epístola. Los tipos de mal descritos debían influir en «algunos»; los excesos mencionados aún no son universales.
En 2 Timoteo 3:1-5, el apóstol va más allá y dice: «Pero debes saber que en los últimos días vendrán tiempos difíciles». A continuación, en Romanos 1:28-32, se presenta una imagen de la maldad que se asemeja mucho a la de los paganos: La profesión cristiana, en su última fase, está destinada a no ser más que paganismo con un barniz religioso. Esto es exactamente lo que ya estamos viendo a nuestro alrededor hoy en día. No hay esperanza de mejora, pues ¿qué días pueden suceder a los «últimos»? De hecho, como deja claro el apóstol, «los hombres malos y los impostores irán de mal en peor, engañando y siendo engañados» (2 Tim. 3:13).
La etapa final del desarrollo se encuentra en 2 Tesalonicenses 2, y allí aprendemos que antes de que llegue el día del Señor, habrá apostasía y la manifestación del hombre de pecado. En el versículo 3, no se trata simplemente de “caída”, como mencionada en algunas versiones; el término utilizado por el apóstol es «apostasía». El lenguaje es terriblemente preciso, y su significado es solemne más allá de toda expresión. Significa nada menos que el abandono total del nombre mismo de cristianismo. Siempre ha habido apóstatas individuales; todavía no hemos visto la anulación total de toda profesión de fe cristiana.
5.6 - Después del arrebato de la Iglesia
Es obvio que esta apostasía no puede ocurrir mientras los verdaderos cristianos permanezcan en la tierra. La presencia de la «sal» debe necesariamente preservar a la masa de la corrupción total (Mat. 5:13). Es por eso que el apóstol no dice que la apostasía debe tener lugar antes de la venida de nuestro Señor Jesucristo o antes de nuestra reunión con él. Él vendrá primero en el aire y se llevará a los suyos; entonces, antes de que brille «el día», la masa religiosa que quede atrás rechazará incluso el nombre del Señor que los compró (2 Pe. 2:1).
5.7 - ¿Es inconcebible un retorno al paganismo?
Puede parecer extraño a algunos que tal estado de cosas pueda existir. Que las tierras cristianas puedan volver al paganismo parece casi inconcebible. Sin embargo, el observador no puede dejar de ver que todo se está moviendo rápidamente en esa dirección, incluso cuando los verdaderos creyentes están presentes. En los últimos años, los líderes del pensamiento religioso han reducido la Biblia de su antiguo lugar como Libro de Dios al de una mera obra religiosa abierta a la crítica como cualquier otra; Cristo ha sido degradado de su gloria divina al estatus de predicador (e incluso tristemente privado de ese estatus); su nacimiento y resurrección milagrosos han sido erigidos en mitos; y su preciosa sangre no vale ahora más que la de un mártir. “Un Cristo modernizado”, se dice, es lo que “exigen” los tiempos.
Debemos “tener un espíritu liberal” y “progresista” es el grito que se oye por todas partes [2]. Esto significa tolerancia fácil de todas las formas de error religioso, con una mirada y palabras de desprecio para todos los que se aferran a la verdad. El “espíritu progresista” rechaza a los que todavía aman la verdad, tachándolos de fundamentalistas. Además, por lo general, la verdad ya ni siquiera se conoce. Si se vilipendian ciertos pecados o abusos, es por el daño causado a las víctimas y ya no por la ofensa hecha a Dios, porque el temor a Dios ha desaparecido. El día del Señor se profana abiertamente en todas partes; se impulsa la religión islámica; se reintroducen prácticas paganas; se justifica una moral laxa y el pueblo ya no se rige por principios morales.
[2] NdT. Ecumenismo: Tendencia o movimiento que intenta la restauración de la unidad entre todas las iglesias cristianas.
Las perspectivas del fin de la era cristiana son, pues, graves, pero no más de lo que la Palabra de Dios anunció desde el principio.
6 - El Anticristo
La llegada del Anticristo siempre ha sido conocida en toda la cristiandad, aunque con gran confusión en cuanto a su procedencia y al verdadero carácter de su impía misión.
«Anticristo» [3] es un título que solo se encuentra en la Primera Epístola de Juan (1 Juan 2:18-22). Otros títulos pertenecientes al mismo transgresor están dispersos por todo el Libro de Dios. Casi desde el principio del cristianismo ha habido anticristos, pero eso no altera el hecho de que habrá un Anticristo personal por venir, con el que ningún otro puede confundirse. Por eso Juan escribió: «Hijitos, es la última hora; y como habéis oído que el anticristo viene, aun ahora han surgido muchos anticristos; por esto sabemos que es la última hora» (1 Juan 2:18). «Anticristo» significa alguien que se opone a Cristo, y eso obviamente donde Cristo debería ser exaltado. Esto es suficiente para que sepamos dónde buscar anticristos hoy –no en una sala de conferencias atea, sino en universidades y púlpitos cristianos. Asimismo, cuando el último gran seductor se manifestará, no estará relacionado tanto con el paganismo como con el judaísmo y el cristianismo apóstata.
[3] Nota Bibliquest. En la literatura francófona se utiliza muy generalmente el término «Anticristo» que, según el diccionario de la Academia francesa, significa “antes de Cristo”. Este uso no debe seguirse porque no se ajusta a la Escritura.
La antigua idea protestante (a la que muchos siguen apegados) era que el obispo de Roma es el Anticristo. Esta idea no resiste la prueba de la Escritura, por dos razones: (1) el Anticristo es un individuo, no una sucesión de hombres o un sistema religioso; (2) la ramera romana es más bien la mujer del pecado que «el hombre de pecado» (comp. 2 Tes. 2:3; Apoc. 17:1-6).
Intentaremos clasificar algunos de los pasajes de la Escritura que tratan este tema del Anticristo, comenzando por…
6.1 - La relación del Anticristo con Israel
La relación del Anticristo con Israel (o más exactamente con Judá). Donde se espera a Cristo, se puede esperar que el Anticristo se presente, y ciertamente el Israel incrédulo sigue esperando al Cristo prometido, sin haber aceptado todavía al Señor Jesús como Cristo/Mesías. Daniel 11, es un pasaje importante a este respecto. Forma parte de una comunicación que comienza en Daniel 10, destinada a instruir al profeta sobre el futuro de su nación. Los versículos 1 y 2 hablan del fin de la supremacía persa; los versículos 3 y 4 muestran las conquistas griegas bajo Alejandro y el desmembramiento de su imperio tras su muerte; los versículos 5 al 35 describen las disputas de los reyes del Norte y del Sur (Siria y Egipto), 2 de las principales divisiones del imperio de Alejandro, siendo Palestina su campo de batalla habitual; luego, en el versículo 36, se introduce de repente un nuevo partido –un rey en la tierra– contra el que los reyes del Norte y del Sur hacen la guerra. La descripción de este rey judío es tan absolutamente idéntica a la del hombre de pecado en 2 Tesalonicenses 2:3-4, que está claro que los 2 pasajes están hablando de la misma persona. «Y el rey hará su voluntad, y se ensoberbecerá, y se engrandecerá sobre todo dios» (Dan. 11:36), etc. Aquí tenemos al hombre totalmente opuesto al humilde Jesús que se complacía en hacer la voluntad del Padre; nuestro Señor advirtió a sus oyentes en Juan 5:43 sobre este hombre de pecado: «Yo he venido en el nombre de mi Padre, y no me recibís; si otro viene en su propio nombre, a ese sí recibiréis».
La formación de un Estado judío crea la necesidad de un dirigente. Esta es la oportunidad para que Satanás introduzca al Anticristo. Al principio se hablará bien de él; sus palabras serán suaves como la mantequilla y dulces como el aceite, pero la guerra está en su corazón (Sal. 55:21). Desde el principio, los hombres piadosos de Judea reconocerán la voz del dragón (Apoc. 13:11). Cuando considere asegurada su posición, abolirá las ordenanzas religiosas judías (entonces restauradas, con el templo en su centro) y perseguirá hasta la muerte a todos los que se aventuren a reconocer a Dios. Este «hombre de la tierra» matará a los inocentes, diciendo en su corazón: «Dios ha olvidado; ha encubierto su rostro; nunca lo verá» (véase Sal. 10). Este pastor insensato «comerá la carne de la gorda, y romperá sus pezuñas» (Zac. 11:15-17). Sin embargo, la impía masa judía estará al principio muy complacida con su nuevo líder. En Isaías 57:9, Jehová dice: «Y fuiste al rey con ungüento, y multiplicaste tus perfumes, y enviaste tus embajadores lejos, y te abatiste hasta la profundidad del Seol». El rey aquí es el Anticristo.
Su poder será doble: ejercerá la autoridad de la realeza y la autoridad espiritual. Por eso tiene «dos cuernos» (Apoc. 13:11). Comenzando como una «bestia» (una fuerza política ignorando a Dios), terminará como un «falso profeta» (un engañador religioso). Compárese Apocalipsis 13:11 y 19:20. Al igual que los papas de la Edad Media, será a la vez un gobernante temporal con un poder limitado y un líder religioso con un poder prácticamente ilimitado. Su influencia religiosa se extenderá mucho más allá de los límites de su propio dominio inmediato. Su asociación con el poder romano lo favorecerá.
6.2 - La relación del Anticristo con la cristiandad
Ahora examinaremos la relación del Anticristo con la cristiandad. Esto se muestra en 2 Tesalonicenses 2. Esta Epístola nos habla del futuro de aquellos «que no obedecen al evangelio de nuestro Señor Jesús» (1:8), personas que han tenido la verdad en medio de ellas, pero no la han creído. Serán arrastrados por la corriente de la apostasía anticristiana. Se realizarán grandes milagros en apoyo del gran engaño. Existe un sorprendente paralelismo entre Hechos 2:22 y 2 Tesalonicenses 2:9; el primer pasaje se refiere a las obras de nuestro Señor, y el segundo a las operaciones del hombre de pecado. Entre otras maravillas, le será permitido usar el mismo milagro [4] que Elías usó en el Monte Carmelo para traer a Israel de vuelta al Señor. Compárese Apocalipsis 13:13 con 1 Reyes 18:24. Sus actos se llaman «milagros» porque son obviamente sobrehumanos; «señales» porque tienen significado y enseñanza; y «maravillas» porque están calculados para atraer la atención y la admiración. Es extraño que una época malvada, caracterizada por la incredulidad en los milagros (incluso los milagros de nuestro Señor están desacreditados), termine con una creencia general y entusiasta en ellos.
[4] Nota Bibliquest: Sin embargo, es notable y significativo que Elías hiciera descender fuego del cielo sobre un sacrificio (1 Reyes 18:38) o sobre un enemigo agresivo (2 Reyes 1:10), mientras que el Anticristo hace descender fuego a la tierra (Apoc. 13:13). Ha habido muchos prodigios durante siglos en la cristiandad, los cuales nunca han procurado algún beneficio espiritual a los verdaderos creyentes.
Lo que se indica en 2 Tesalonicenses 2:3-4 no es un mal de larga duración, que dure siglos, sino una cumbre de insultos y maldad, del que Dios se ocupa muy rápidamente. De hecho, se trata del último conflicto entre Dios y Satanás antes de que este último sea desterrado al abismo. Hay que distinguirlo del «misterio de iniquidad», que ya estaba en marcha en la época de los apóstoles; con respecto a este último mal, siempre hay un poder restrictivo que ha retenido su pleno desarrollo hasta que llega el momento de Dios de permitirle estallar. El poder restrictivo no está especificado, pero es claramente la presencia del Espíritu de Dios en la Iglesia. Cuando el testimonio de la Iglesia haya terminado, los obstáculos desaparecerán y el mal se precipitará locamente hacia su pretendido fin.
6.3 - La relación del Anticristo con la bestia
La relación del Anticristo con la bestia –el poder civil romano– está tratada en el libro del Apocalipsis. El Anticristo es el socio y lugarteniente del último poderoso potentado europeo y compartirá su castigo especial (Apoc. 19:20). «Ejercía toda la autoridad de la primera bestia en su presencia» (Apoc. 13:12). Al igual que Nabucodonosor, el último gobernante del poder pagano verá la importancia de la unidad en la religión (Dan. 3). Ideará una forma de religión que convenga a todos, judíos y cristianos profesos por igual. El valor de promover este tipo de religión generalizada se menciona a menudo en nuestro tiempo. Satanás se encargará de que se proporcione tal religión. Por lo tanto, la adoración del hombre será decretada. A este respecto, a algunos les ha resultado difícil comprender la enseñanza de las Escrituras. En 2 Tesalonicenses 2, es el hombre de pecado quien se eleva y exige ser adorado, mientras que en Apocalipsis 13, insta a los hombres a adorar a la bestia o a su imagen. Para algunos, esto parece contradictorio. Sin embargo, no hay más contradicción aquí que en el hecho de que nuestro bendito Señor, mientras estuvo en la tierra, aceptó la adoración (u homenaje) para sí mismo mientras testificaba sinceramente que buscaba la gloria de Otro. Habrá una trinidad del mal en los últimos días. La bestia, el falso profeta y el dragón unirán sus fuerzas contra el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo. Por eso Juan vio 3 espíritus inmundos, semejantes a ranas, que salían de las bocas del dragón, de la bestia y del falso profeta (Apoc. 16:13-14).
6.4 - Otras representaciones del Anticristo
El rey en Daniel 11:36 es con toda seguridad el Anticristo, pues gobierna sobre la tierra de Israel. La comparación con Apocalipsis 13 no lo identifica con la bestia que surge del mar (Apoc. 13:1), sino con la bestia que surge de la tierra (Apoc. 13:11). La primera es el poder civil romano, la segunda es el Anticristo.
No nos aventuramos a especular sobre el número místico 666. Es una señal divinamente dada para guiar a los inteligentes cuando llegue la crisis, y para ellos su significado será claro. Los inteligentes, o sabios, se mencionan en Daniel 11:33; 12:3-10; Mateo 13:23; 24:15. Constituyen una clase aparte: almas temerosas de Dios, como los hijos de Isacar en tiempos de David, que entendían «los tiempos, y que sabían lo que Israel debía hacer» (1 Crón. 12:32). Mientras que la masa del o des los pueblos estará poseída por el demonio, como predice el episodio de los cerdos de Lucas 8:33, y se sumergirá salvajemente en la vorágine del mal, estas personas inteligentes, o sabias, con sus mentes iluminadas por el Espíritu de Dios, serán capaces de hacer un juicio sobrio de todo lo que está sucediendo a su alrededor, y así se mantendrán completamente fuera del camino de Satanás. La excitación y el entusiasmo con que el nuevo orden de cosas será recibido por los hombres en general (Apoc. 13:3-4) no les agradará; tendrán dudas desde el principio. Testificar y sufrir será su deber y su parte hasta que les llegue la liberación mediante la aparición del Hijo del hombre en el cielo.
7 - La gran tribulación
7.1 - ¿Por qué las tribulaciones?
Desde que entró el pecado, este mundo ha sido un escenario difícil para los hombres de fe. En cada dispensación, los hombres de fe han tenido que soportar desprecio y sufrimientos en diversos grados; Hebreos 11 lo deja claro. Las dificultades se han visto agravadas por el rechazo de Cristo. Aquellos que se aferran a él a pesar del odio y el desprecio del mundo deben esperar ser insultados y que su nombre sea rechazado como malo por su causa (Lucas 6:22). Por eso, el periodo cristiano está caracterizado especialmente por la tribulación y los daños. Mientras que el israelita de antaño podía esperar prosperidad terrenal en proporción a su fidelidad, ahora la Escritura dice expresamente a los hombres piadosos que esperen la persecución (2 Tim. 3:12). El Señor Jesús advirtió a sus discípulos, en la víspera de su partida, que «en el mundo tendréis tribulación», añadiendo felizmente, para animarlos: «Pero tened ánimo, yo he vencido al mundo» (Juan 16:33). El apóstol escribió también a los que acababan de convertirse del paganismo: «Porque cuando aún estábamos con vosotros, os predecíamos: Vamos a padecer aflicciones»; y en el versículo anterior, «vosotros mismos sabéis que a esto estamos destinados» (1 Tes. 3:3-4). En todas partes, él y sus compañeros exhortaban a los discípulos a perseverar en la fe, haciéndoles comprender «que era necesario pasar por muchas tribulaciones para entrar en el reino de Dios» (Hec. 14:22).
Pero a diferencia de todo lo anterior, la Palabra de Dios habla de un período de tribulación sin parangón al final de la era actual, precediendo inmediatamente la aparición del Hijo del hombre en su poder y gloria. Muchos pasajes hablan más o menos directamente de este período (Sal. 9 y 10 son ejemplos), pero 5 pasajes son tan específicos en su referencia a este período que vale la pena examinarlos de cerca. De estos 5, Apocalipsis 7:14 es el más preciso en sus términos, la traducción literal de las palabras utilizadas es «la gran tribulación», como si Dios no permitiera ningún malentendido en nuestras mentes sobre el período al que se refiere.
7.2 - Mateo 24
De los pasajes que tratan directamente el tema de la gran tribulación, Apocalipsis 7, es el más preciso, pero Mateo 24, es el más esclarecedor. En respuesta a 3 preguntas dirigidas a nuestro Señor por sus discípulos judíos, preocupados por sus advertencias acerca de su partida y la próxima destrucción del Templo, él les describe las circunstancias en que se encontrarán los piadosos de Judea al final, añadiendo algunas instrucciones de la mayor importancia para aquellos que serán llamados a pasar por la última y terrible tribulación. La instalación en el Templo de la abominación de la desolación, de la que habló el profeta Daniel, deberá ser la señal de huida inmediata para todos aquellos que escucharán las palabras del Señor. No deberán preocuparse por sus ropas u otras posesiones; deberán huir a las montañas. Para que su experiencia no sea excesivamente dolorosa, les aconseja que oren para que su huida no tenga lugar en invierno, ni en sábado. La descripción que hace el Salvador de este período es terrible: «Porque habrá entonces gran tribulación, como no ha habido desde el principio del mundo hasta ahora, ni jamás la habrá. Si no se acortaran aquellos días no fuesen acortados, nadie podría salvarse; pero por causa de los escogidos, aquellos días serán acortados» (Mat. 24:21-22). En su agitación, los que huyan tendrán que estar en guardia contra los seductores, porque algunos anunciarán su venida en tal o cual lugar. No deberán hacer caso de esas voces. Cuando él aparezca realmente, no necesitarán estar más informados que cuando el relámpago ilumina los cielos. «Todo ojo lo verá» (Apoc. 1:7). Su aparición traerá a los que sufren la liberación de todos sus enemigos.
¿Pero quiénes son los que sufrirán según Mateo 24? Claramente, los santos judíos. La Iglesia, con su vocación y sus expectativas celestiales, no estaba en la mente de los discípulos cuando interrogaron al Señor según Mateo 24:3. Le estaban interrogando desde su perspectiva de santos judíos que realmente creían que Jesús era el Mesías predicho. Además, esta parte de la profecía está marcada indeleblemente por signos judíos: «el lugar santo», «Judea», «sábado», etc. Notemos el siguiente hecho importante: Para el cristiano, el sufrimiento es un privilegio (Fil. 1:29; 3:10); en ninguna parte se nos dice que lo evitemos; la gran tribulación, por el contrario, es un castigo infligido al pueblo judío por su apostasía, y a los piadosos se les invita expresamente a huir de sus terrores.
7.3 - Jeremías 30:4-9
El siguiente pasaje es Jeremías 30:4-9; es casi innecesario comentarlo a la luz de lo que acabamos de ver. Se trata claramente del mismo período de sufrimiento que en Mateo 24, pues el profeta exclama: «¡Ah, cuán grande es aquel día! tanto que no hay otro semejante». Es un tiempo de tribulación sin parecido. Pero, ¿para quién? El pasaje da la respuesta: «Estas son las palabras que habló Jehová acerca de Israel y de Judá». Es incluso el tiempo de la angustia de Jacob. En Jeremías 30, como en Mateo 24, sigue la liberación final. Jehová romperá el yugo del extranjero de la cerviz de Israel, y el pueblo servirá a Jehová su Dios, y a David, su rey.
7.4 - Daniel 12:1
Pasamos ahora a Daniel 12:1, donde leemos de nuevo sobre un tiempo de angustia sin precedentes, «cual nunca fue desde que hubo gente hasta entonces», seguido (como en los otros pasajes) por la liberación del pueblo de Dios. Pero, ¿de qué pueblo se trata? «Tu pueblo», dice el ángel, lo que para el profeta significa su propia nación amada. Hay que tener muy en cuenta el contexto de este pasaje. En Daniel 11:36-45, hemos descrito la actuación del último gobernante judío (el Anticristo) y sus implacables oponentes, los reyes del Norte y del Sur. El capítulo 12 se abre con las siguientes palabras: «Y en aquel tiempo se levantará Miguel, el gran príncipe que está de parte de los hijos de tu pueblo». El interés del arcángel por la nación elegida se activará durante esta crisis. «Y será tiempo de angustia, cual nunca fue desde que hubo gente hasta entonces; pero en aquel tiempo será liberado tu pueblo, todos lo que se hallen escritos en el libro». Así que solo un remanente será salvado, pero será su liberación final de todos los opresores. Entendemos que Daniel 12:1 se refiere a las 2 tribus que entonces regresaron a su patria y estaban bajo el dominio del rey inicuo, y que el versículo siguiente se refiere a las 10 tribus que, en ese momento, serán sacadas de su escondite para ser tamizadas por Dios para la bendición milenaria. Daniel 12:1 puede relacionarse con Apocalipsis 12:6 o 12:13-17, e Isaías 26:20-21, que describen el cuidado vigilante de Dios por el pueblo fiel de Judea durante la prueba final.
Por lo tanto, Jeremías, Daniel y nuestro Señor concuerdan exactamente en sus afirmaciones: un tiempo de tribulación como los hombres nunca han conocido vendrá sobre Israel antes del triunfo y la bendición largamente predichos.
7.5 - Apocalipsis 7:9-17
Apocalipsis 7:9-17 habla de personas que sufren «de toda nación, tribus, pueblos y lenguas». Esta visión debe verse en el contexto apocalíptico. Como ya hemos mostrado, los santos de las dispensaciones del Antiguo Testamento y del período de la Iglesia son vistos en tronos en el cielo bajo el símbolo de los 24 ancianos en el capítulo 4. El Cordero toma entonces el Libro y, a medida que los sellos son rotos, diversos juicios caen sobre la tierra. Pero antes de que se abra el último (7º) sello, hay un paréntesis de misericordia. En el capítulo 7, Dios nos muestra lo que hace en gracia mientras se ejercen sus juicios. Los israelitas que suman 144.000 son sellados, y una multitud innumerable de personas de las naciones (o: paganos) son mostrados, vestidos con túnicas blancas, con ramas de palma en sus manos. Estos no participan en el presente llamamiento celestial, por las siguientes razones:
• Forman un grupo distinto de los israelitas creyentes del principio del capítulo, lo cual no concuerda en absoluto con Efesios 2:14-17; 3:6.
• Son distintos de los ancianos en los tronos; y
• Adoran en el templo (7:15), mientras que la Jerusalén celestial no tiene templo (Apoc. 21:22).
• La frase «delante del trono» (7:15) puede verse como una posición moral más que local. Parecen representar el importante fruto de la predicación del Evangelio del Reino por testigos judíos (Mat. 24:14). Este grupo puede ser comparado con las «ovejas» de Mateo 25:31-46. En ninguno de los 2 pasajes se sugiere que las personas estén muertas, aunque su sufrimiento fuera intenso. De Apocalipsis 7 se desprende con certeza que la gran tribulación será más violenta en Judea, pero se dejará sentir con mayor o menor intensidad hasta los confines de la tierra.
7.6 - Apocalipsis 3:10
En este pasaje de Apocalipsis 3:10, es indudable que se trata de la Iglesia. A la asamblea de Filadelfia, el Señor dice: «Porque has guardado y perseverado en mi palabra, yo también te guardaré de la hora de la prueba que ha de venir sobre todo el mundo habitado, para probar a los que habitan sobre la tierra». Aquí aparece una nueva expresión: «la hora de la prueba». Incluye «la gran tribulación», pero va más allá. Abarca todo el período de actividad anticristiana del final. Durante la primera parte de su carrera, el anticristo hablará con palabras suaves como la mantequilla (Sal. 55:21), siendo un perseguidor solo durante 1.260 días. Pero la Iglesia será preservada durante todo este período; así lo dice la Palabra del Señor (una palabra dirigida especialmente a la iglesia fiel, Filadelfia). La Iglesia no está preservada a través de la angustia, como el remanente piadoso de Judá, sino que está absolutamente preservada (fuera de) ella. La porción de Enoc (Hebr. 11:5) es evocadora de la Iglesia, como la porción de Noé (Mat. 24:37-39) lo es de la de Israel.
8 - Babilonia y la bestia
8.1 - La descripción de Babilonia como mujer: sus caracteres
Existe un paralelo, pero en forma de contraste obviamente intencionado, entre la Babilonia la Grande de Apocalipsis 17:1 y la Esposa, la esposa del Cordero, de Apocalipsis 21:9. El lenguaje introductorio en ambas descripciones es prácticamente idéntico. En ambos casos es uno de los 7 ángeles que sostienen las 7 copas el que viene y habla a Juan, diciéndole: «Ven, te mostraré la novia, la esposa del Cordero», y así sucesivamente. Deducimos de esto que el Espíritu de Dios quiere que tengamos en mente a la Esposa mientras pensamos en la ramera, siendo una la antítesis de la otra.
Aunque la caída de Babilonia esté predicha en Apocalipsis 14:8, su juicio tiene lugar bajo la séptima copa y se indica en orden profético en Apocalipsis 16:19; pero tal es la gravedad del asunto que, antes de continuar la profecía, el Espíritu describe extensamente su maldad, sus triunfos al final de los tiempos y su ruina.
El ángel llevó a Juan en el Espíritu a un desierto para ver a Babilonia, la gran ramera, y a un monte grande y alto para ver a la Esposa. Esto es significativo. La ramera tiene su hogar en el mundo, y el mundo es tan estéril e insatisfactorio como un desierto, por mucho que los hombres traten de mejorarlo; la Esposa, en cambio, pertenece a una esfera completamente distinta, y Juan tiene que estar transportado fuera de ese escenario para poder vislumbrarla.
Lo que Juan ve en el desierto es una mujer suntuosamente vestida y ricamente adornada, montada sobre una bestia escarlata con 7 cabezas y 10 cuernos. Esta bestia ya nos ha aparecido en la forma del 4º Imperio resucitado. El nombre de la mujer está escrito en su frente: «Misterio: La gran Babilonia, madre de las rameras y de las abominaciones de la tierra». El hecho de que esté sentada sobre la bestia indica claramente que ella dirige el imperio; el Estado está bajo su dirección. También dice que «está sentada sobre muchas aguas» (17:1). Esto demuestra que su influencia se extiende a lo largo y ancho, pues las aguas son «pueblos, multitudes, naciones y lenguas» (Apoc. 17:15).
Si la Esposa de Apocalipsis 21, es la Iglesia (cosa que no dudamos), se deduce que la ramera es la que ha usurpado su lugar y rango en la tierra. El misterio de Babilonia y la bestia (Apoc. 17:7) es, pues, la caricatura que Satanás hace de Cristo y la Iglesia. A una se le llama «grande», a la otra «santa». Los hombres admiran la grandeza, Dios aprecia la santidad.
8.2 - Babilonia, distinta de la bestia romana
La bestia es el sistema político resucitado de Roma (o Imperio romano); la mujer es el sistema religioso de Roma, con todo lo que pudo reunir a su alrededor antes de que la visión apocalíptica se hiciera realidad. Ella tiene hijas (Apoc. 17:5 «madre de las rameras»; comp. los «hijos» en 2:23) –otros organismos que tienen una etiqueta cristiana, ligeramente menos malvados que su madre– y estas parecen (al menos en algunos casos) permanecer distintas hasta el final. La ramera es Jezabel (Apoc. 2:20) en su pleno desarrollo y evolución final, después de que haya desaparecido toda oportunidad de arrepentimiento. Acaba siendo «Babilonia», caracterizada por el orgullo, la independencia de Dios, la mundanidad, la idolatría y la sed de sangre. Juan bien pudo sorprenderse de que algo que había poseído incluso un vestigio de cristianismo se caracterizara así. Sin embargo, esto es lo que Dios y el hombre verán justo antes de que caiga el terrible golpe final.
Roma, siempre ávida de poder e influencia, siempre fértil en planes para alcanzar estos fines, está claramente destinada a disfrutar de un breve período de supremacía universal y a deslumbrar los ojos de los hombres con su mísero esplendor, antes de que su brillo se apague para siempre. Justo cuando ha alcanzado la cima de su gloria y la meta de sus esperanzas, está completamente derrocada. El jefe del Imperio y los reyes a ella subordinados tolerarán sus pretensiones durante un tiempo, creyéndola útil para sus propios fines. Pero ella que, en el pasado, ha pisoteado sin piedad a los hombres –reyes y pueblos por igual–, debe ser ella misma pisoteada. El juicio retributivo, de acuerdo con el gran principio gubernamental de Gálatas 6:7, está claramente predicho para la ramera en Apocalipsis 18:6 y 19:2.
Los acontecimientos avanzan ya rápidamente hacia el cumplimiento de esta profecía.
8.3 - El derrocamiento de Babilonia
Su derrocamiento se describe así. «Los diez cuernos que viste y la bestia, estos odiarán a la ramera, la dejarán desolada y desnuda, comerán sus carnes y la quemarán con fuego». Así será despojada de toda su riqueza y gloria, y reducida a la ruina total.
Nota Bibliquest: parece que el derrocamiento según el capítulo 17:16 no es “de golpe”, sino progresivo (aborrecer → asolar → desnudar → comer → quemar con fuego).
Pero si la mujer está identificada con la ciudad en Apocalipsis 17:18, no es la ciudad en sí la que está destruida en primer lugar, pues la bestia difícilmente destruiría la antigua capital de su propio reino. Lo que es derrocado es el sistema religioso corrupto que durante tanto tiempo tuvo su sede en la ciudad de las 7 colinas a orillas del Tíber. Los gobernantes del Imperio restaurado la desnudan y la destruyen.
El odio humano solo cumple la voluntad de Dios, aunque Dios no tenga cabida en los pensamientos de los verdugos de Babilonia, que son todos incrédulos. «Dios ha puesto en sus corazones ejecutar su designio, de Él, que se pongan de acuerdo y den su reino a la bestia, hasta que se cumplan las palabras de Dios» (Apoc. 17:17).
En una nueva visión en Apocalipsis 18 («después de estas cosas» [5]), se enfatiza el lado divino de la gran catástrofe. No se menciona a la bestia ni a sus reyes confederados. Los «reyes de la tierra» que lloran su ruina (Apoc. 18:9 y 17:18) deben distinguirse cuidadosamente de los 10 gobernantes (17:16) que provocan su derrocamiento. Estos son los gobernantes más distantes de la tierra «los que fornicaron y vivieron con ella en el lujo». Su brillo los ha atraído y atrapado, pero su situación geográfica les ha impedido sentir el peso de su mano opresora en el mismo grado que los que están más cerca de la sede de su poder.
[5] Nota Bibliquest: La frase «después de estas cosas» en Apocalipsis 18:1 parece mostrar que hay un colapso económico más extenso, distinto del pasaje de 17:16.
Los mercaderes de la tierra lloran y se lamentan por la caída de Babilonia. En Apocalipsis 18:12-13 se enumeran detalladamente sus mercancías. Comienza con «oro» y termina con «cuerpos y almas de hombres».
La paciencia y el silencio de Dios ante la iniquidad han desconcertado a menudo al pueblo de Dios. Pero los juicios divinos, aunque se demoren, son seguros. Ninguna forma de mal escapará a su mano, especialmente aquella que se adorna con el nombre de su Hijo amado.
9 - Las bodas del Cordero
9.1 - Un gran gozo
Ahora está presentada la Esposa del Cordero, para que puedan celebrarse las bodas (Apoc. 19). El juicio de la ramera y el banquete de bodas tienen lugar antes de la manifestación pública del Señor Jesús, uno en la tierra y el otro en el cielo. La ramera está derrocada instrumentalmente por la bestia y sus reyes confederados; Cristo trata directamente con la bestia misma en su aparición.
Mientras muchos en la tierra lloran el derrocamiento de Babilonia, todo el cielo se regocija. La mancha más infame que jamás haya deshonrado la tierra es eliminada por Su juicio, y todos los ocupantes del cielo vindican la sentencia divina. «¡Aleluya!… Porque verdaderos y justos son sus juicios». Además, los ancianos y los seres vivientes, en presencia de estos juicios, se postran y adoran a Dios que está sentado en el trono.
Entonces, desde el trono, se hace una llamada: «¡Alabad a nuestro Dios!», (o: Aleluya), y la respuesta estalla con una voz como la de una gran multitud, y como la voz de grandes aguas, y como la voz de un fuerte trueno: «¡Aleluya!, porque el Señor nuestro Dios, el Todopoderoso, reina. ¡Alegrémonos y regocijémonos, y démosle gloria! Porque han llegado las bodas del Cordero, y su mujer se ha preparado» (Apoc. 19:5-7). La eliminación del falso sistema, Babilonia, es un gran paso hacia el establecimiento del Reino; pero como el Rey está destinado a tener una esposa (antitipo de Eva) asociada a él en sus glorias, la boda debe tener lugar antes de que el Reino aparezca realmente.
9.2 - La Esposa
Pero, ¿quién es la Esposa? ¿Qué grupo de creyentes está representado por tan feliz símbolo? Para entenderlo, tenemos que distinguir entre las diferentes dispensaciones. En el Salmo 45 vemos al rey en su poder, con la reina a su lado, vestida con el oro de Ofir. Confundir esta imagen con la de Apocalipsis 19, es confundir las cosas terrenales con las celestiales. El punto de vista de los Salmos es necesariamente el de la tierra, y allí Israel ocupa el primer lugar en los caminos de Dios; pero Apocalipsis 19 describe una escena en el cielo, y ¿cuál es el lugar de Israel allí? Sería incongruente considerar a Israel como la Esposa en el libro del Apocalipsis, ya que en el capítulo 12 Israel se presenta más bien como la madre de nuestro Señor. Además, la Esposa del Apocalipsis es la mujer del Cordero. Este título evoca el sufrimiento. No es Israel, sino la Iglesia la que ha sido su compañera en el rechazo y el sufrimiento a lo largo de su viaje por la tierra. Al final de la Escritura, el Espíritu y la Esposa gritan con una sola voz: «Ven». Entonces, ¿quién está poseído por el Espíritu antes del regreso del Señor? Seguramente no Israel, sino la Iglesia.
9.3 - El Apocalipsis nos presenta 4 mujeres
Es interesante notar que están presentadas 4 mujeres en el Apocalipsis, cada una representando un cuerpo o un sistema:
• En primer lugar, tenemos a Jezabel en Apocalipsis 2:20; se trata del papado.
• En segundo lugar, tenemos a la mujer vestida del sol en Apocalipsis 12:1; se trata de Israel.
• En tercer lugar, tenemos a Babilonia la Grande en Apocalipsis 17. Se trata de la religión apóstata salida de la cristiandad y especialmente del papado al final, con todo lo que pudo incorporar.
• Finalmente, tenemos a «la novia, la esposa del Cordero» en Apocalipsis 19:7 y 21:9. Se trata de la Iglesia.
9.4 - Distinción entre los ancianos y la Esposa
Los 24 ancianos, que desempeñan un papel tan interesante en las visiones apocalípticas, están mencionados por última vez en Apocalipsis 19:4. La razón de ello es, en nuestra opinión, la siguiente. Los santos de las dispensaciones del Antiguo y del Nuevo Testamento, hasta el momento de la venida del Señor por los suyos, están incluidos en este símbolo, y hasta que se celebran las bodas todos actúan juntos como partícipes de un sacerdocio común; pero cuando llega el momento de las bodas se dividen en 2 compañías distintas, porque la Esposa es la Iglesia, y la Iglesia comenzó, no en el Edén, sino en Jerusalén, en el día de Hechos 2. Como enseña correctamente Efesios 3:15, hay varias familias en el cielo y en la tierra. Hay bendiciones que son comunes al pueblo de Dios en todas las épocas, y también hay bendiciones que son peculiares de esta época privilegiada. La elección, la fe, la redención, la santidad y la condición de herederos, las compartimos con todos los elegidos de la gracia de Dios en todas las dispensaciones; pero otras bendiciones, como las relaciones de Cuerpo y Esposa con Cristo, son solo nuestras. Por lo tanto, debemos distinguir entre los santos del Antiguo y del Nuevo Testamento cuando contemplamos el banquete de bodas del Cordero. Todos están allí, pero unos son la esposa y otros los invitados.
9.5 - Las bodas del Cordero; no dice: bodas de la Esposa
Nótese que se trata de las bodas del Cordero, no de la Esposa, cuál sea ella. Cristo es el propósito de Dios. Es «el día de su desposorio, y el día del gozo de su corazón» (Cant. 3:11). Siguiendo el mismo principio, la gracia de Dios hacia el hombre nos está presentada encantadoramente en Mateo 22:2, como un banquete de bodas hecho por un rey para su hijo. ¡Un banquete de bodas descrita sin ni siquiera mencionar a la esposa! ¿Hay algo semejante en alguna otra parte de la literatura? Dios nos muestra así que, al proporcionar cosas buenas al hombre, busca sobre todo el gozo y la gloria de su amado Hijo. Es cierto que en la época en que se pronunció Mateo 22, la esposa aún no existía y solo podía estar en los consejos de Dios.
9.6 - Preparación de la boda
Pero, ¿qué tenemos en la afirmación: «Su mujer se ha preparado»? ¿No es nuestra preparación únicamente obra suya? En cierto sentido, sí. Cada santo lleva la túnica más bella de la justicia divina. Pero hay otro vestido que será visible en el banquete nupcial: «las acciones justas de los santos». Se concederá en el marco del gobierno divino, tras la manifestación en el tribunal de Cristo (el Apocalipsis se caracteriza, como libro, por el gobierno divino).
El tribunal debe estar en su lugar antes de que se sirva el banquete. Aquí es donde cada creyente revisará su vida a la luz de Dios. Las obras hechas en el cuerpo (2 Cor. 5:10) serán evaluadas a su justo precio por Aquel que no puede cometer errores. Cuando tanto el mal como el bien pasen ante Él, tendrá el gozo de alabar y recompensar el bien. Cada acción realizada en el poder del Espíritu, fruto de la vida de Dios en nuestro interior, será guardada en la memoria eterna. Cada una de estas acciones es una puntada en el vestido de justicia y santidad que la Esposa vestirá el día de las bodas, y que el Esposo examinará con el mayor placer, como prueba del amor demostrado a su Nombre en la tierra. El Reino es un reino de justicia, y ocupamos nuestro lugar en él según la justicia. Todo esto se resuelve en el tribunal. Después del tribunal, viene el banquete de bodas, y luego la aparición pública del Rey.
La Esposa está vestida de «lino fino, resplandeciente y puro». Su malvada rival estaba cubierta de púrpura y escarlata (Apoc. 17:4). Las glorias de este mundo agradan a la segunda; la justicia y la pureza deleitan a la primera. Las Escrituras utilizan 4 figuras de la justicia: (1) el oro, la expresión de la justicia intrínseca divina; (2) el bronce, el juicio de la justicia aplicada al hombre; (3) el lino fino, la justicia de los santos; (4) el vestido mancillado, todos los esfuerzos humanos aparte de la gracia.
9.7 - Los invitados a la boda, distintos de la Esposa
Una vez descrita la escena de las bodas, se le ordenó a Juan: «Escribe: ¡Dichosos los que han sido invitados al banquete de las bodas del Cordero!». ¿Quiénes son estos invitados? No los santos que componen la Esposa, y ciertamente no los del tiempo del Anticristo, pues no son resucitados hasta después de las bodas (Apoc. 20:4). Por lo tanto, concluimos que los invitados son los santos de los días del Antiguo Testamento, todos los cuales compartirán la dicha del día venidero de acuerdo con sus propias posiciones y relaciones divinamente diseñadas.
Deslumbrado por las glorias así presentadas a su mirada, Juan cayó a los pies del ángel para adorarlo, y fue rápidamente reprendido por esta falta. Incluso un apóstol podía equivocarse. No se puede confiar en la carne, ni siquiera en presencia de la gloria. Qué misericordia, después de todo, el envío de la espina después de que Pablo había sido llevado al tercer cielo (2 Cor. 12).
9.8 - La distinción con la cena de Dios
En el mismo capítulo del Apocalipsis se describe otra cena. En el versículo 17 vemos a un ángel de pie en el sol, gritando a gran voz a todas las aves del cielo que se reúnan para la gran cena de Dios. Los detalles, tal como los da el Vidente, son terribles. Las aves se dan un festín con la carne de reyes, capitanes, caballos y hombres de todo rango. Esto es Armagedón, no el Armagedón de los periódicos, sino el Armagedón de las Sagradas Escrituras. Es el acontecimiento más terrible en el juicio de los vivos, cuando aparece el verdadero Soberano de la tierra. Oponiéndose a los ejércitos de la tierra, él los destruirá con la palabra de su boca.
Cualesquiera que sean los sueños de los hombres, la guerra no cesará hasta que se le ponga fin sumariamente de una vez por todas (Sal. 46:8-9).
¡Qué alegría es formar parte del banquete de bodas del Cordero, pero qué horror participar en la gran cena de Dios!
10 - La reagrupación de Israel
10.1 - Dios no ha rechazado a su pueblo
Han pasado más de 19 siglos desde que el apóstol Pablo planteó la pregunta: «¿Rechazó Dios a su pueblo?», es decir, a las 12 tribus de Israel (Rom. 11:1). La respuesta de la cristiandad a esta pregunta ha sido prácticamente: “¡Sí!”, ya que durante mucho tiempo la cristiandad ha tratado a Israel con desdén y crueldad, como si fuera un pueblo para el que nunca podría existir el perdón divino (como en su día ocurrió con Amalec). Pero la cristiandad se equivocó en este punto, como en muchos otros de gran importancia.
En respuesta a su pregunta, el apóstol examina su propio caso. «Yo también soy israelita, de la descendencia de Abraham, de la tribu de Benjamín». Si Dios pudo encontrar misericordia en su corazón para un hombre como Pablo, esto puede tomarse como una muestra de misericordia para su nación culpable, pues Pablo era un caso ejemplar, tanto en el pecado como en la gracia (1 Tim. 1:12-16). Además, añade en Romanos 11:2: «Dios no rechazó a su pueblo, al que conoció con antelación». Nótese la palabra «conoció con antelación», porque lo abarca todo. Explica todas las relaciones de Dios con Israel, de principio a fin. Puesto que «conoció con antelación» a su pueblo, era plenamente consciente, cuando se comprometió con Abraham, de la ingratitud y maldad de sus descendientes, pero dio al padre de los creyentes su palabra y su juramento (Hebr. 6:13; Gál. 3:15-18). Sus propósitos, por tanto, quedan indudablemente aplazados, pero no abandonados. A Israel le queda poseer cada palmo de la tierra prometida a Abraham, y disfrutar de todas las bendiciones predichas en el país para siempre. El carácter divino hace que todo esto sea absolutamente seguro.
10.2 - Un endurecimiento temporal
Cuando Dios, en su Palabra, habla de juicio sobre Israel, invariablemente lo limita con un «hasta». Así, en Romanos 11:25, se nos dice que un «endurecimiento parcial (o: ceguera) ha acontecido a Israel hasta que entre la plenitud de los gentiles». En Lucas 21:24 leemos: «Jerusalén será pisoteada por los gentiles hasta que sus tiempos se cumplan». La «plenitud de los gentiles» se refiere a la actual comunidad cristiana formada por personas de todas las naciones; los «tiempos de los gentiles» se refieren al período de supremacía de las naciones, que comenzó con Nabucodonosor, unos 6 siglos antes de Cristo. Cuando la comunidad cristiana esté completa y haya llegado a la gloria celestial, y el período de la supremacía gentil haya terminado, Dios volverá de nuevo su atención a toda la casa de Israel.
10.3 - Todo Israel, incluidas las 10 tribus
Repetimos, «todo Israel», porque eso es lo que dice la Palabra de Jehová. Véase Ezequiel 39:25, como uno de los muchos pasajes que podrían citarse a este respecto. Diez de las tribus de Israel están perdidas para nosotros (a pesar de las afirmaciones de algunos excéntricos); solo conocemos a los representantes de 2 tribus. Los llamamos “los judíos”. Pero Dios conoce a todas las tribus de Israel, y «El que esparció a Israel lo reunirá» (Jer. 31:10). «Destruiré a todas las naciones entre las cuales te esparcí; pero a ti no te destruiré» (Jer. 30:11).
10.4 - La restauración de Israel como centro de las bendiciones para toda la tierra
La bendición del mundo espera la restauración de Israel a Dios y en Canaán. Jehová no dijo a la Iglesia, sino a Abraham: «En tu simiente serán benditas todas las naciones de la tierra» (Gén. 22:18). Pedro dijo al pueblo en Hechos 3 que Jesús permanecería en el cielo hasta su arrepentimiento y conversión. Cuando Israel se vuelva a Dios, vendrán tiempos de refrigerio de la presencia del Señor y tendrá lugar la restauración de todas las cosas. En el Salmo 67:1-2, Israel ora con fe: «Dios tenga misericordia de nosotros, y nos bendiga; haga resplandecer su rostro sobre nosotros, (Selah) para que sea conocido en la tierra tu camino, en todas las naciones tu salvación». Israel y Jerusalén son el eje sobre el que gira todo para las naciones y para la creación. Ni Londres, ni Berlín ni Roma son, ni podrán ser jamás, el centro de administración y bendición de Dios. ¡Cuánto todo esto está ignorado por todos los orgullosos de la tierra! En verdad, los pensamientos de Dios no son los de los hombres, ni sus caminos son los caminos de los hombres (Is. 55:8).
10.5 - Una obra de Dios, hasta la aparición del Señor en gloria
La resurrección de Israel como nación, cuando suceda, será uno de los acontecimientos más notables de la historia de nuestro planeta. Será una obra divina. Solo Dios puede hacer que los huesos secos vivan (Ez. 37). El hombre lo intentará antes de que el tiempo de Dios haya llegado por completo. Isaías 18 sugiere un esfuerzo por parte de una potencia marítima para restaurar al pueblo tanto tiempo “disperso por todas partes y asolado”. Pero la restauración de un Estado existente para los judíos no será el cumplimiento de las Escrituras que hemos examinado. Es solo una restauración parcial, y una restauración para su desgracia.
La restauración de un Estado judío proporcionará al Anticristo la oportunidad de actuar, con todos los horrores que ello implica para el desafortunado pueblo. El tiempo de Dios llegará cuando el Hijo del hombre aparezca en gloria. Entonces sonará la gran trompeta, y todo Israel será reunido, para no volver a ser nunca más presa de sus vecinos (Is. 27:13). Jerusalén se convertirá en la metrópoli de la tierra; el trono de Jehová volverá a establecerse allí; el Espíritu se derramará sobre toda carne; se establecerán la justicia y la paz.
10.6 - Los enemigos de Israel, los asirios y Rusia
Los enemigos de Israel serán muchos en el tiempo del fin, porque Satanás se deleita en suscitar hostilidad contra los que son amados por Dios. El enemigo de la tierra (el astuto Anticristo) será atacado por los reyes del Norte y del Sur; el pueblo judío sufrirá terriblemente en la refriega, como aplastado entre las piedras de molino superior e inferior. El rey del Norte es el representante de las potencias que antaño dominaban desde el mar Egeo hasta la India (Dan. 11); el rey del Sur es el soberano de Egipto. El rey del Norte, en quien se cumplirán las numerosas profecías incumplidas sobre el «Asirio», será un enemigo de primer orden. Sus proezas se describen en Daniel 11:40-45; y las experiencias del pueblo judío bajo su talón de hierro se describen en el Salmo 79 y en Zacarías 14:1-2. Sus aliados se nombran en el Salmo 83, y Daniel 8:24 lo muestra apoyado por una potencia aún mayor que la suya.
Esa potencia es Rusia, el último y más mortífero enemigo de Israel. Dos capítulos enteros de Ezequiel (Ez. 38 y 39) están dedicados a la última empresa desastrosa del zar de aquel tiempo. Es notable que una descripción tan detallada fuera dada por el Espíritu de Dios con más de 25 siglos de antelación. El Imperio ruso no existía cuando Ezequiel escribió estos capítulos. China, India y Egipto ya eran antiguos. Los fundamentos mismos del Imperio ruso no fueron puestos hasta unos 1.500 años después del tiempo de Ezequiel. La codicia del imperio del norte será despertada por la riqueza del Israel restaurado, y la falta de fortificaciones en su tierra sugerirá una victoria fácil (Ez. 38:10-12). Pero Jehová hablará en su celo y en el fuego de su ira; le pondrá freno en las mandíbulas de Gog y lo hará retroceder, destruyéndolo por completo. El entierro de los huesos ocupará a la casa de Israel durante 7 meses, y las municiones de guerra dejadas en ese terrible campo de batalla proveerán a Israel de leña durante 7 años (Ez. 39:8-16).
10.7 - El cumplimiento de los propósitos de Dios
Las últimas palabras del cántico de Moisés en el desierto (Deut. 32:43) describen la situación al final, cuando los juicios de Dios hayan hecho su obra. «¡Regocijaos, oh naciones, con su pueblo, porque vengará la sangre de sus siervos, y retribuirá la venganza a sus adversarios; mas perdonará a su tierra, a su pueblo!». Los agravios hechos a Israel vengados, el pueblo y su tierra reconciliados con Dios en virtud de la expiación de Cristo, y todas las naciones de la tierra compartiendo el gozo de Israel, estos son los propósitos de gracia de Dios cuando los días de guerra hayan terminado.
11 - La revelación de Jesucristo
El propósito del deseo cristiano, según 1 Corintios 1:7 y 1 Pedro 1:7, es «la revelación de… Jesucristo». Este es el gran y notable día en que Dios traerá a su Primogénito de vuelta al mundo, no en humilde gracia, como antaño, sino en majestad y gloria. Será un día de importancia trascendental. Ningún día (excepto el de la Cruz) podría ser más trascendental en sus resultados. Ese día será:
11.1 - El solemne fin del día del hombre y el comienzo del día del Señor
El «el tribunal humano» (1 Cor. 4:3, literalmente por «día del hombre») es ese largo período de orgullo y egoísmo del hombre, que comenzó con la intrusión del pecado en el mundo y terminará con el juicio divino en la revelación de Jesucristo. Durante el día del hombre, Dios no ha sido nada y el hombre lo ha sido todo. El día del Señor invertirá esta situación.
Isaías 2:10-22, es el primer pasaje de la Escritura que menciona específicamente este día; describe de manera ilustrada la inversión completa de todo lo que el hombre se ha jactado, para que solo Jehová pueda ser exaltado. El terror llenará las mentes de los hombres cuando esto suceda. Por 2 veces se dice que Jehová se levantará para «hacer temblar los cielos y la tierra» (Hageo 2:21). Todos los planes y logros del hombre se desmoronarán para siempre sin remedio. Los cataclismos de las guerras mundiales anteriores, por terribles que fueran, no son nada comparados con el derrumbe total de todo lo que pertenece al hombre en la revelación de Jesucristo.
Bienaventurados los que han recibido un Reino que no puede ser sacudido (Hebr. 12:28).
11.2 - La justificación pública por Dios del Hombre Cristo Jesús
Que Satanás y los hombres hagan lo que quieran, Aquel que fue crucificado debe reinar, y todo ser creado deberá rendir homenaje a su nombre y título. Hace mucho tiempo, bajo la pluma de Isaías, Jehová llamó la atención sobre él como su siervo a quien sostiene, y su elegido en quien su alma encuentra su complacencia, y declaró de él: «No se cansará ni desmayará apresurará, hasta que establezca en la tierra justicia; y las costas esperarán su ley» (Is. 42:1-4). Este pasaje está citado en Mateo 12:17-21 como prueba de la complacencia de Dios en él cuando era hombre en la tierra; llegará el día en que cumplirá cada una de sus sentencias, y reinará Aquel que fue despreciado.
Es apropiado para el cristiano amar «su aparición» (2 Tim. 4:8), y no por el alivio y la recompensa que nos traerá (a la vez nos traerá «descanso», 2 Tes. 1:7, y «la corona de justicia»), sino por lo que ese día significará para Cristo. Amamos ese día de antemano; nos regocijamos al pensar en la justificación y en la gloria que traerá al Señor Jesús.
11.3 - El primer paso hacia el derrocamiento definitivo de Satanás
El gran adversario perderá definitivamente su posición en el cielo tras la guerra con Miguel y sus ángeles (Apoc. 12:7-8), pero seguirá teniendo libertad para proseguir sus malvados designios, aunque su actividad se limitará a la tierra. Sin embargo, la revelación de Jesucristo pondrá fin a todo esto. El ángel de Apocalipsis 20:1, con llave y cadena en mano, lo apresará y lo arrojará al abismo, sellando este lugar de horror durante 1.000 años.
Durante el largo reinado del Hijo del hombre, los hombres no estarán expuestos a las artimañas del seductor. Pero el abismo no es su lugar final de castigo. Siendo el Reino una dispensación –un período de responsabilidad para el hombre– Satanás será liberado por un corto tiempo al final del mismo. Sobreviene una revuelta hasta los confines del dominio del Salvador, después de la cual el adversario será apresado por segunda vez y arrojado inmediatamente al lago de fuego, donde será atormentado, junto a la bestia y el falso profeta, día y noche, por los siglos de los siglos. Incluso los seres de debajo de la tierra deben confesar a Jesús como Señor (Fil. 2:10-11). Él es el Juez de ellos, así como el Juez de los hombres, como los demonios reconocieron con tan manifiesto terror en los días de su carne (Mat. 8:29). Su tarea consiste en eliminar a todos aquellos, hombres y espíritus, que se atreven a oponerse a la supremacía de Dios.
11.4 - La revelación de Jesucristo será la solución a todos los problemas y la respuesta a todas las cuestiones
Los problemas y dificultades de todo tipo, sociales, políticos y económicos, aumentan rápidamente. Las medidas adoptadas por los gobernantes están a menudo en contra de los objetivos buscados. El Señor Jesús, en Lucas 21:25-26, describe un estado de ánimo de angustia generalizada, aunque el cumplimiento de este pasaje aún no haya llegado. «En la tierra, angustia de las naciones, perplejas ante el bramido del mar y del oleaje, desfalleciendo los hombres de temor, en espera de lo que vendrá sobre la tierra habitada». El pecado y la locura del hombre crean confusión, pero el hombre es incapaz de disiparla. Ninguna dificultad se resuelve realmente. Los políticos y otros se las arreglan de vez en cuando para poner una venda aquí o allá. Así se da una apariencia razonable a las cosas durante un tiempo, pero siguen erupciones más graves y más generalizadas. Solo hay un hombre en el universo que es verdaderamente competente para enderezar los asuntos humanos. En una visión simbólica, se nos muestra en Apocalipsis 5:6 como un Cordero «con siete cuernos y siete ojos», lo que significa la perfección del poder y la sabiduría. Sucede hoy que un hombre tenga poder sin sabiduría, y a veces sabiduría sin poder. Lo primero es desastroso para el pueblo, y lo segundo es inútil para satisfacer sus necesidades. Salomón, con su fenomenal sabiduría, era solo una sombra del Señor Jesús. Cuando se levante en su poder y se manifieste en su gloria, tomará el cetro de la tierra en sus manos expertas, «y lo torcido se enderece, y lo áspero se allane» (Is. 40:4). Dios «ha puesto el socorro sobre uno que es poderoso» (Sal. 89:19). Su mano reposará sobre el hombre de su diestra, sobre el Hijo del hombre a quien ha fortalecido para sí mismo (Sal. 80:15). «Juzgará con justicia a los pobres, y argüirá con equidad a los mansos de la tierra» (Is. 11:4).
11.5 - La expectativa del creyente
Sabiendo dónde reside la verdadera esperanza de los hombres, es imposible que el creyente espiritualmente instruido dé el menor crédito a los planes y direcciones de las criaturas. Por el contrario, espera pacientemente que Dios introduzca al Hombre de su consejo. El creyente espera «la revelación de Jesucristo», sufriendo mientras tanto con todos los demás.
12 - La restauración de todas las cosas
12.1 - Algunas de sus características
Es ese período dorado del que los profetas han hablado con entusiasmo y los salmistas han cantado con fervor desde el comienzo de su testimonio. Es el tiempo maravilloso en el que los derechos divinos serán respetados en toda la tierra, en el que Jesús, rechazado durante tanto tiempo, será entronizado en el Reino que le está destinado, y en el que la mala carrera del hombre se detendrá bruscamente. El poder de Satanás será entonces dejado de lado, su miserable obra será en gran parte deshecha y las heridas de la creación serán sanadas. «El desierto… florecerá como la rosa»; «en lugar de la ortiga crecerá arrayán»; «se manifestará la gloria de Jehová, y toda carne juntamente la verá»; «todos los confines de la tierra verán la salvación del Dios nuestro» (Is. 35:1; 55:13; 40:5; 52:10). ¡Tiempos felices! ¡Qué lejos está si nos atenemos a las apariencias, pero qué cerca está si mantenemos encendida por la fe la lámpara profética!
12.2 - Pedro lo ha propuesto en Hechos 3
Leamos Hechos 3.19-21: «Arrepentíos y convertíos para que sean borrados vuestros pecados, para que vengan tiempos de alivio de delante de la presencia del Señor, y para que él envíe a Jesucristo, que previamente os fue designado, a quien es necesario que el cielo reciba hasta los tiempos de la restauración de todas las cosas de que habló Dios por boca de sus santos profetas desde la antigüedad». Fue Pedro quien hablaba así; se dirigía al pueblo judío con ocasión de la curación del cojo en la Puerta Hermosa del templo. Hizo una propuesta concreta a su auditorio, por supuesto con autoridad divina. Si se arrepentían de sus muchos pecados, y en particular de su rechazo homicida de Jesús, les llegarían tiempos de refrigerio ante la faz de Jehová. Incluso les volvería enviar a Aquel a quien habían rechazado, y comenzarían los tiempos de la restauración de todas las cosas. Los lectores de la Biblia en Israel llevaban mucho tiempo esperando ese desenlace. En Mateo 17:11, el Señor confirma la expectativa de los discípulos de que Elías «debe venir primero… y lo restaurará todo». De acuerdo con esta esperanza, le preguntaron después de su resurrección: «Señor, ¿restituirás en este tiempo el reino a Israel?» (Hec. 1:6). Pedro, iluminado en su alma por una luz del cielo como nunca antes había poseído, presenta al pueblo las condiciones en que podría tener lugar la tan esperada restauración. Sus pensamientos podían limitarse a Israel; los pensamientos de Dios abarcaban a toda la creación.
La restauración de todas las cosas dependía de otros 2 acontecimientos: el arrepentimiento de Israel y el regreso de Jesús. Él no regresará hasta que Israel esté preparado para acogerlo; y hasta su regreso, ninguna restauración universal será posible. Un milenio sin el Señor Jesús, cualesquiera que sean los objetivos y deseos de los hombres, nunca podrá existir.
12.3 - Los límites de la restauración
La restauración de todas las cosas tiene límites. Las palabras de Pedro lo demuestran: «… Las cosas de qué habló Dios por boca de sus santos profetas desde la antigüedad». Algunos han estirado las palabras del apóstol para incluir a los muertos no perdonados. La restauración no va más allá de lo que «habló Dios por boca de sus santos profetas» (Hec. 34:21), y ningún profeta nos invita a esperar la restauración en el favor divino de hombres muertos en sus pecados. La perspectiva de los profetas era la tierra, y en un lenguaje conmovedor describen la eliminación por el poder divino de todas las cicatrices que ha causado el pecado, para que Dios pueda volver a complacerse en las obras de sus manos, y los hombres puedan disfrutar de su misericordia. La curación del cojo es un ejemplo sorprendente de Isaías 35:5-6.
12.4 - Israel y las naciones
En ese tiempo Israel será restaurado. Las 12 tribus disfrutarán de la bendición de Dios sobre la toda la extensión de la magnífica posesión prometida a los padres (en el pasado solo ocuparon una pequeña parte de la herencia que les estaba destinada). El Templo les será restituido, y la presencia de Jehová lo llenará continuamente (Sal. 68:29; Ez. 43:4-5). Ninguno de ellos tendrá que exhortar a su vecino: «Conoce a Jehová», pues todos lo conocerán, desde el más pequeño hasta el más grande de entre ellos (Jer. 31:34).
Las naciones también serán bendecidas (Sal. 22:27-28; 72:17). Ya no se caracterizarán por su orgullo e independencia hacia Dios, ya no se llenarán de envidia y odio las unas hacia las otras, sino que vivirán en paz bajo la autoridad del Rey de reyes y Señor de señores. De acuerdo con el plan divino, reconocerán el lugar privilegiado y la supremacía concedidos a Israel y le rendirán un homenaje respetuoso. Buscarán el rostro de Jacob, según el Salmo 24:6, porque Dios estará en la tierra de Jacob. Año tras año, embajadores de todas las naciones vendrán a Jerusalén para la fiesta de los Tabernáculos (Zac. 14:16).
12.5 - Toda la creación
Toda la creación será restaurada. Los fuertes ya no se aprovecharán de los débiles. El lobo morará con el cordero, el leopardo se acostará con el cabrito y el león comerá paja como el buey (Is. 11:6-7). El reinado beneficioso del Hijo del hombre se extenderá a las bestias del campo, a las aves del cielo, a los peces del mar y a todo lo que pase por los caminos de los mares (Sal. 8:7-8). La manifestación de los hijos de Dios será la señal de la completa liberación de todos de la esclavitud de la corrupción (Rom. 8:19-21).
12.6 - Solo una etapa antes de la perfección
Pero cual sea la bendición de esta época, la perfección absoluta no se alcanzará en este tiempo, y por lo tanto no se llegará a la finalidad. La era milenaria (la última de las dispensaciones de Dios) es el preludio del Reino eterno, del estado eterno, de los cielos nuevos y la tierra nueva. Aquí es donde reside la perfección. El Hijo del hombre, habiendo vencido todo antagonismo y acallado toda lengua rebelde, Dios será «todo en todos» (1 Cor. 15:28).