Inédito Nuevo

Cara a cara con la muerte


person Autor: William Wooldridge FEREDAY 26

flag Tema: El hombre y la muerte


«Mañana estaréis conmigo, tú y tus hijos… Entonces Saúl cayó en tierra cuan grande era, y tuvo gran temor por las palabras de Samuel» (1 Sam. 28:19-20).

«Estamos confiados y preferimos mejor ausentarnos del cuerpo y estar presentes con el Señor». El apóstol Pablo en 2 Corintios 5:8.

Estos pasajes nos muestran a 2 hombres enfrentados a la muerte y los sentimientos que tuvieron en ese momento aterrador. Llama la atención que ambos tengan el mismo nombre y que los 2 se enfrenten a una muerte violenta. La muerte es siempre un acontecimiento solemne. Marca el final de una etapa en la existencia de una persona y es la puerta de entrada al más allá desconocido. Es, por tanto, una prueba para todo ser humano. Los errores cometidos en la tierra ya no pueden corregirse en la eternidad. Incluso el creyente en Jesús se da cuenta de la solemnidad de este gran cambio. Las oportunidades de utilidad que se han desaprovechado en la tierra no volverán nunca más, y deberemos dar cuenta de ellas al Señor a quien servimos. Pero el impío tiene toda la razón para temblar cuando la muerte ponga sobre él su mano helada. Porque en su caso, «el último enemigo» (la muerte; 1 Cor. 15:26) es “el policía” que viene a llevarlo ante el tribunal para ser juzgado. Es lo que viene después de la muerte lo que el culpable teme (Hebr. 9:27).

1 - El rey Saúl ante la muerte

Consideremos brevemente las circunstancias del rey Saúl. Su reinado de 40 años de egoísmo y desobediencia a Dios estaba llegando a su fin. Los filisteos le habían declarado la guerra y tenía que enfrentarse a ellos al día siguiente. Preocupado, el desdichado rey recurrió a Dios, pero fue en vano. Luego se inquirió por una mujer que evocara los espíritus, y al enterarse que había una en En-Dor, fue allí de noche, disfrazado, y le pidió que hiciera subir a Samuel (1 Sam. 28). Algunos dirán: “Eso se parece un poco a lo que hacen hoy los espiritistas”. No es así. La pretensión de poner a los vivos en comunicación con los muertos es un fraude monstruoso. Las llaves del Hades solo están en manos de Dios. Ni los muertos justos ni los injustos pueden ser perturbados por los médiums espiritistas. Sin embargo, no se niega que estas personas están en comunicación con el mundo invisible, pero es con los demonios que tienen que ver, y es con los demonios que los médiums conectan a sus desdichados incautos.

Nadie quedó más asombrado que esta mujer en En-Dor cuando Samuel realmente apareció. Sin haber experimentado nunca tal resultado con sus conjuros anteriores, discernió inmediatamente la mano de Dios y concluyó que su visitante debía ser el rey Saúl. Samuel gritó entonces a la persona que le había molestado: «¿Por qué me has inquietado haciéndome venir?» (v. 15). ¡Un muerto que habla! Samuel no estaba ciertamente en estado de resurrección (para eso debe esperar la venida del Señor); simplemente aparecía de una forma u otra con permiso divino. Se ha dicho que los muertos están en estado de inconsciencia. En apoyo de esta afirmación se cita: «Los muertos nada saben» (Ecl. 9:5). Pero el autor de ese libro se ocupa de las cosas que están «bajo el sol»; y en el pasaje citado quiere decir que los muertos ya no son capaces de seguir el curso de las cosas de aquí abajo. La historia del hombre rico y Lázaro (a la que pueden añadirse pasajes como Is. 14:9; Ez. 32:21), basta para mostrar que tanto los salvados como los perdidos están plenamente conscientes de la realidad de su condición en el mundo invisible. Además, el apóstol dice, en lo que a él concierne, que estar ausente del cuerpo es estar presente con el Señor.

«Mañana estaréis conmigo, tú y tus hijos». Samuel no quiso decir que Saúl estaría en el mismo lugar y en las mismas circunstancias que él. Entre los salvados y los perdidos, «se interpone un gran abismo» (Lucas 16:26), insalvable a ambos lados. Samuel simplemente quiso decir que Saúl estaría en estado de muerte al día siguiente, es decir, que sería contado entre los muertos como el profeta fallecido.

No hay rastro de ternura en las palabras de Samuel. Hubo un momento en que había clamado a Jehová toda la noche en favor de Saúl (1 Sam. 15:11). Pero Saúl había perdido su día de gracia y solo quedaba dictar sentencia contra él. «Jehová te ha desechado para que no seas rey sobre Israel» (v. 26). Así dice el profeta. «Jehová se ha apartado de ti y es tu enemigo» (28:16), gritó Saúl, «Dios se ha apartado de mí, y no me responde más» (28:15). ¡Qué posición tan solemne! Saúl había tenido muchas oportunidades. Al principio de su reinado había sido bendecido por la luz de la presencia de Dios y por la guía y el apoyo del profeta. Pero sus privilegios no eran nada comparados con los de los hombres de hoy a quienes se les permite oír el Evangelio de Cristo proclamado en sus oídos. ¿Tendrá Dios que decir a alguno de nosotros: «Déjalo» (Oseas 4:17)?

Preguntémonos cómo nos sentiríamos si se nos entregara un mensaje como el que se entregó a Saúl. Qué pasaría si, desde el reino de los muertos, escucháramos las palabras: «Mañana estaréis conmigo». El creyente en Jesús diría con alegría: «Estar con Cristo, lo cual es mucho mejor» (Fil. 1:23). Pero ¿qué dirían el aficionado al fútbol y el aficionado al teatro? El Dr. Johnson, famoso en Uttoxeter (localidad de Inglaterra), comentó una vez tras visitar un lugar de distracción: “Me hizo reflexionar sobre lo que es un lugar de distracción: En ese círculo brillante no hay temor para entrar en su fuero interno (conciencia personal) y pensar en ese momento y lugar. Sin embargo, los pensamientos de cada individuo pueden ser angustiosos cuando estará solo”.

2 - El apóstol Pablo ante la muerte

Cuando Saúl supo de su muerte inminente, «cayó en tierra cuan grande era, y tuvo gran temor». Recordemos a Jacob cuando se enteró de que iba a encontrarse con aquel contra quien había pecado: «Jacob tuvo gran temor, y se angustió» (Gén. 32:7). Ahora fíjense en el contraste con todo esto en el apóstol Pablo. Su vida estaba amenazada por causa del Evangelio. Pero ¿estaba aterrorizado? Todo lo contrario. «Estamos confiados y preferimos mejor ausentarnos del cuerpo y estar presentes con el Señor» (2 Cor. 5:8).

Es algo tan inusual encontrar hombres dispuestos a ausentarse de sus cuerpos (incluso el diablo dijo una vez: «Todo lo que el hombre tiene dará por su vida» Job 2:4), que nos vemos obligados a indagar el motivo de la confianza del apóstol.

Sus propias palabras en Romanos 5:8 nos dicen todo lo que necesitamos saber sobre el tema: «Dios demuestra su amor hacia nosotros, en que, siendo aún pecadores, Cristo murió por nosotros». Aquí tenemos lo que, una vez conocido y creído, destierra del alma todo temor a la muerte. Cristo entró en la muerte por nosotros, haciendo expiación completa por todos nuestros pecados y culpas, rompiendo el poder del enemigo de una vez por todas.