El bien y el mal
Autor:
El discernimiento El hombre y la muerte
Temas:La Palabra de Dios es el único estándar del bien y del mal. Es la referencia, el patrón. Dios no cambia lo que prescribió al principio de la creación, ni lo que escribió en las tablas de piedra. Lo que Jesús enseñó sigue siendo válido para todos los tiempos, y para todas las generaciones. No importa lo que los hombres digan y piensen, los estándares de Dios del bien y del mal no se alteran. Jesús dijo: «El cielo y la tierra pasarán, pero mis palabras no pasarán» (Mat. 24:35).
Abraham Lincoln, señalando la Biblia, escribió: “Todo lo que es bueno del Salvador del mundo se comunica a través de este Libro. Sin este libro no seríamos capaces de distinguir el bien del mal. Todo lo que es deseable para el hombre está contenido en él”.
La gran ilusión y el engaño de nuestro tiempo proviene de las mentiras que Satanás sigue instilando en el corazón del hombre para hacerle creer que es su propio dios, y que puede decidir por sí mismo lo que es bueno y lo que es malo. A estas personas, Dios les dice: «¡Ay de los que a lo malo dicen bueno, y a lo bueno malo; que hacen de la luz tinieblas, y de las tinieblas luz; que ponen lo amargo por dulce, y lo dulce por amargo! ¡Ay de los sabios en sus propios ojos, y de los que son prudentes delante de sí mismos!» (Is. 5:20-21).
Dado que Dios ha definido claramente lo que es bueno y lo que es malo, nos dice: «Apártate del mal, y haz el bien; busca la paz, y síguela» (Sal. 34:14); «Apártate del mal, y haz el bien, y vivirás para siempre» (Sal. 37:27).
El peligro que nos acecha, a nosotros y a la Iglesia, es que podamos estar influenciados por nuestro entorno hasta el punto de relativizar el bien y el mal: «Vosotros sois la sal de la tierra. Pero si la sal pierde su sabor, ¿con qué será salada? No sirve ya para nada, sino para ser echada fuera y pisoteada por los hombres. Vosotros sois la luz del mundo. Una ciudad asentada sobre una montaña no se puede esconder… Así resplandezca vuestra luz delante de los hombres; de modo que vean vuestras buenas obras y glorifiquen a vuestro Padre que está en los cielos» (Mat. 5:13-14, 16).
Que Dios nos conceda la gracia de ser testigos fieles, «la sal de la tierra». Que «resplandezca vuestra luz delante de los hombres» para dirigir las miradas de nuestros semejantes hacia las referencias absolutas, inalterables y permanentes de la Palabra de Dios, que son las únicas que traen la bendición de Dios.