Inédito Nuevo

Las cualidades de un verdadero siervo de Cristo

1 Tesalonicenses 2:1-12


person Autor: Biblicom 63

flag Tema: El servicio


Un verdadero siervo de Cristo es aquel que ha sido llamado por Dios y que muestra cualidades elevadas y profundas para llevar a cabo la obra que Dios le ha encomendado. Confiando en Dios, las utilizará en beneficio de sus hermanos, para el progreso espiritual de ellos.

1 - Un espíritu de humildad (v. 1)

«Porque vosotros mismos sabéis, hermanos, que nuestra visita a vosotros no ha resultado vana».

Este primer versículo nos muestra la gran discreción de Pablo en su ministerio en medio de los tesalonicenses. No toca la trompeta en busca de fama, no exhibe los resultados que ha obtenido a los ojos del público, ni hace un relato exhaustivo de su actividad. Se limita a señalar que su entrada no había sido en vano, nada más. Esta sobriedad de palabras atestigua el espíritu de humildad del apóstol.

2 - La audacia (v. 2)

«Sino que tras padecer y ser maltratados en Filipos, como sabéis, cobramos confianza en nuestro Dios para anunciaros el evangelio de Dios entre mucha lucha».

La audacia corresponde a la valentía o virtud, es decir, a la firmeza de corazón, a una fuerza de alma.

En su servicio, el verdadero siervo muestra gran valor y fuerza de alma, sacando todos sus recursos de Dios. En efecto, Pablo, después de haber sido encarcelado y a pesar de muchas adversidades, oposiciones, golpes y sufrimientos, perseveró en su vocación con gran audacia para predicar. No se dejaba atemorizar, y nada podía impedirle proclamar la buena nueva.

3 - La pureza (v. 3)

«Porque nuestra exhortación no procede del error, ni de impureza, ni con engaño».

Con sus exhortaciones, el apóstol no pretendía en modo alguno engañar a los tesalonicenses ni obtener de ellos recompensa alguna. A diferencia de los fariseos, no había engaño en su lenguaje. La seducción de las palabras para engañar, la impureza moral, el tratar de agradar a los hombres, todo eso estaba desterrado de su servicio. La codicia, el honor, la gloria personal y la popularidad no tenían ningún atractivo para el apóstol. Continuó su servicio a pesar de las calumnias y sospechas sobre los motivos de su servicio.

Su actividad, desprovista de todo interés personal, estaba marcada por la pureza.

4 - La fidelidad a la verdad (v. 4)

«Sino que según hemos sido aprobados por Dios, para que se nos confiara el evangelio, así hablamos, no como agradando a los hombres, sino a Dios que prueba nuestros corazones».

Servir es una misión divina confiada al hombre, por eso el único deseo del corazón del siervo debe ser agradar a Dios y no a los hombres.

Así, apegado al Evangelio, cuidará de no reducirlo, para satisfacer los pensamientos y deseos de los hombres, omitiendo la gravedad del pecado y el castigo eterno que le sigue, u ocultando la santidad de Dios y la muerte expiatoria de Nuestro Señor Jesús. Omitir hablar del arrepentimiento para agradar a los hombres, o del nuevo nacimiento que produce un cambio completo en el hombre, hace que el Evangelio sea incompleto.

No advertir que el hombre no se puede salvar él mismo, o que el cielo y la Gehena (el castigo eterno) existen realmente y no son conceptos abstractos, es alterar el Evangelio. Por lo tanto, la fidelidad a la verdad es una necesidad absoluta para un verdadero siervo.

5 - La sinceridad (v. 5)

«Porque nunca vinimos a vosotros con palabras aduladoras, como sabéis; ni con pretexto de avaricia; Dios es testigo».

Pero a esto se añade la sinceridad y la rectitud, que son esenciales para realizar una obra para Dios. Usar palabras de adulación es contrario a estos criterios; por tanto, es lo peor que se puede hacer.

6 - El contentamiento (v. 6)

«Ni buscamos gloria procedente del hombre, ni de parte vuestra, ni de otros; aunque como apóstoles de Cristo hubiéramos podido seros una carga».

El apóstol cumple su servicio sin reclamar nada a cambio, ni siquiera esperar algún tipo de remuneración. La ausencia de codicia y el desinterés por todo lo material dan testimonio de un corazón que espera al Señor y cuya única satisfacción es servirle.

7 - La mansedumbre (v. 7)

«Al contrario, fuimos amables en medio de vosotros, como la nodriza que cuida con ternura a sus propios hijos».

Un verdadero siervo de Cristo no es egoísta; rodea a todos de cuidado, de solicitud y de amor fiel, como una madre que actúa con ternura y mansedumbre. Usa de delicadeza con todos y lleva el consuelo que ayuda a taponar las brechas dolorosas, o venda suavemente las heridas del corazón. El siervo está desprovisto de cualquier deseo de ganancia vergonzosa; el señuelo de la ganancia que caracteriza a un ladrón, o el salario de un mercenario, no tienen ningún atractivo para él. No utiliza la violencia, la fuerza o la amenaza, como el lobo que dispersa el rebaño, sino que muestra el amor que todo lo soporta y se inclina para lavar los pies de los santos con agua, símbolo de la Palabra de Dios, y enjugarlos con una toalla.

8 - El cariño (v. 8)

«Así, teniendo un tierno afecto por vosotros, queríamos comunicaros no solo el evangelio de Dios, sino también nuestras mismas vidas, por cuanto llegasteis a sernos muy queridos».

Transmitir el Evangelio es más que predicar: es traer vida al alma y dar a conocer la vida eterna. Esta enseñanza habla al corazón y le da calor. No se dirige a nuestro intelecto.

Es del «vientre» (o entrañas) de donde deben manar las verdaderas aguas vivas, como se nos dice en Juan 7:38, aguas vivas que aportan calor y consuelo. No deben manar de la banquisa helada que no transmite más que frialdad, como lo haría una presentación racional.

El siervo debe difundir la buena nueva con afecto.

9 - La perseverancia (v. 9)

«Porque os acordáis, hermanos, de nuestra fatiga y dura labor; cómo trabajando noche y día para no ser una carga a ninguno de vosotros, os predicamos el evangelio de Dios».

El apóstol recuerda a sus hermanos su trabajo constante, sin pedir ayuda. Y para ello no escatimó esfuerzos. Se limitó a desempeñar el precioso ministerio que se le había confiado.

Ningún trabajo parece demasiado excesivo para el siervo de Dios, ninguna tarea demasiado ardua. Trabaja para el Señor.

10 - La piedad personal (v. 10)

«Vosotros sois testigos, y Dios, que nuestra conducta para con vosotros los creyentes ha sido santa, justa e irreprochable».

La conducta del apóstol era un testimonio vivo; su forma de vida correspondía a su servicio, como podían atestiguar los tesalonicenses. Pero solo a Dios corresponde discernir los recursos ocultos y los verdaderos motivos de la vida de su siervo, y considerar en profundidad su piedad personal.

11 - La preocupación paternal (v. 11)

«Y también sabéis cómo, tratando a cada uno de vosotros como un padre a sus propios hijos, os hemos exhortado, consolado».

Cada uno de los tesalonicenses había experimentado la gran solicitud del apóstol. La atención de Pablo se había manifestado por todos, aconsejando personalmente, uno por uno, con dulzura y ternura, a los que lo necesitaban. Todo ello por el bien de cada uno, con el cálido afecto de un padre cercano a sus hijos.

12 - El propósito del siervo (v. 12)

«Y testificado para que andéis como es digno de Dios, que os llama a su reino y gloria».

Un verdadero siervo está llamado por Dios; es un instrumento en su mano. La dirección del servicio le concierne a Dios. Entonces, ¿cuál es la verdadera finalidad por la que trabaja el obrero?

El siervo de Dios tiene ante sí una meta altísima: conducir a los santos a una vida y a un andar dignos de Dios.

Así es como sabemos que un ministerio es aprobado por Dios.