Demas
2 Timoteo 4:10
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El apóstol menciona a Demas 3 veces. A los colosenses escribe: «Os saluda Lucas, el médico amado, y Demas» (Col. 4:14). En Filemón lo llama «colaborador», junto con Marcos, Aristarco y Lucas, y en 2 Timoteo tiene que decir: «Demas me ha abandonado, amando el presente siglo» (v. 9). Nada es más triste que el final de la historia de un hombre que había sido identificado a un instrumento de testimonio tal como el apóstol Pablo. La ruptura final con Pablo puede haber sido repentina, pero podemos estar seguros de que llevaba mucho tiempo en un estado mental retrógrado. La propia forma en que se le menciona en Colosenses, después de Lucas, el médico amado, parece indicar que Pablo no ignoraba su estado. Una bancarrota abierta siempre va precedida de un declive progresivo de la vida y la energía espirituales. Así trata el Señor a su pueblo. Si se han enfriado y sus corazones se han apartado de sus caminos, permite que tarde o temprano sean puestos a prueba, para que se descubra su estado. Este fue el caso de Demas. Hacía tiempo que su corazón estaba puesto en la época presente, y el cautiverio de Pablo y las consiguientes «aflicciones por el Evangelio» (2 Tim. 1:8) no fueron sino la ocasión de su manifestación. Un tiempo de persecución es siempre un tiempo de prueba (o examen), y Demas ya no podía ocultar su situación; así que abandonó al apóstol –el prisionero del Señor– y siguió la inclinación de su corazón por el mundo. Podría haber sido un verdadero cristiano, y no solo un profeso, pero, falto de valor, perdió la oportunidad de ser fiel al testimonio en una crisis tan solemne, y se abandonó a las influencias del mundo, todas ellas antagónicas a la verdad y al devoto siervo a quien se había confiado la verdad.
El «siglo», por oposición al mundo, tiene generalmente un significado moral y expresa la totalidad de las influencias que actúan a nuestro alrededor en el mundo en un momento dado; y son precisamente estas influencias las que constituyen el peligro para el pueblo de Dios, y a las que tantos, como Demas, sucumben y hacen “naufragar” su testimonio. Por eso escribe el apóstol: «No os adaptéis a este siglo» (Rom. 12:2).