Cristo lo es todo


person Autor: Edward DENNETT 47

flag Tema: La piedad individual


1 - Con Cristo lo tenemos todo

Dios, en su gracia, ha centrado en Cristo toda la bendición para nosotros. Sin Cristo, no tenemos nada, nada más que nuestros pecados; con Cristo, lo tenemos todo, y por eso no deseamos nada más que Cristo. Como dice el apóstol: «Todo es vuestro; pero vosotros sois de Cristo, y Cristo es de Dios» (1 Cor. 3:23). De ahí el dicho de un antiguo escritor: “Si no conoces a Cristo, no importa que conozcas todo lo demás; pero si conoces a Cristo, no importa que no conozcas nada de lo demás”.

2 - Conocer a Cristo

Ahora bien, no todos los creyentes conocen a Cristo. Todos los creyentes –es decir, los que tienen paz con Dios– conocen a Cristo como su Salvador. Lo conocen en ese carácter o relación; pero otra cosa es conocerlo en sí mismo; tener tal conocimiento de él como para estar íntimamente familiarizado con sus pensamientos, su carácter y sus caminos. Aquellos que lo conocen de esta manera encuentran su placer diario en deleitarse en sus bellezas y perfecciones. Lo aprecian por lo que es, más que por lo que ha hecho, si es que eso es posible, aunque las dos cosas nunca pueden separarse. El apóstol Juan enseña, de hecho, que el conocimiento de Aquel que es desde el principio es el último y más alto grado que el creyente puede alcanzar. Este conocimiento es la característica de los padres en la familia de Dios (1 Juan 2).

3 - Cristo en la Escritura

Alguien puede preguntar: “¿Dónde puedo encontrar a Cristo, estar en su compañía, por así decirlo, para aprender más y más sobre él?”. La forma en que respondemos a esta pregunta hace que surja el pensamiento especial que se encuentra en nuestra mente. El único lugar donde podemos entrar en contacto con Cristo es en la Palabra escrita de Dios. El Señor dijo a los fariseos: «Escudriñáis las Escrituras, porque pensáis que en ella tenéis vida eterna; y ellas son las que dan testimonio de mí» (Juan 5:39). En las Escrituras encontramos a Cristo: Cristo bajo todos los aspectos, en todas las posiciones, todos los caracteres y funciones; Cristo en la humillación y el rechazo; Cristo en la exaltación y la gloria. Por lo tanto, cuanto más leo y medito en la Palabra de Dios, más aprenderé de Cristo.

4 - Cristo revelado por el Espíritu en la tranquilidad

Hay que recordar, sin embargo, que Cristo, aunque revelado en las Escrituras, no puede ser captado por ningún esfuerzo de la mente humana. Podríamos leer las Escrituras desde la mañana hasta la noche sin que un solo rayo de la gloria de Cristo cayera sobre nuestras almas. Es el Espíritu Santo el único que toma de Cristo y nos lo comunica. Por lo tanto, mucho, si no todo, depende del estado de nuestra alma. Si leo con descuido o precipitación, si tengo en mi corazón un pecado sin juzgar, y por lo tanto el Espíritu está contrariado, ¿cómo me sería posible discernir a Cristo? Si quiero que el Espíritu Santo lo revele a mi alma, debo estar como María a los pies del Señor, ocupada con él, mi ojo mirando arriba, hacia él, y mi oído abierto a su voz. El descanso del corazón y la tranquilidad de espíritu son esenciales.

Pero dirá usted: “¿Cómo es posible tener esto, cuando estamos absortos en nuestras ocupaciones diarias?”. Es el Señor quien da el sueño a sus seres queridos. Sí, él puede dar a nuestras almas tranquilidad y descanso en su propia presencia, aunque estén rodeadas de tormenta y tempestad. Y entonces, por medio de ciertas escrituras escondidas en las profundidades de nuestros corazones, él las puede irradiar de tal manera de su propia gloria como para hacerlas el medio de una extensa revelación de él mismo a nuestras almas.

5 - Alimentados con Cristo según el apetito

Permita una pregunta: “¿Desea conocer más a Cristo, tener más a Cristo?”. Pocos dudarían en responder: “Sí, lo deseamos”. Y, sin embargo, es muy cierto, como se suele decir, que cada uno tiene tanto de Cristo como desea. Leemos que los israelitas en el desierto recogían maná, cada uno según lo que podía comer. El apetito determinaba la cantidad que se recogía. A nosotros nos pasa lo mismo. Cristo nunca priva de sí mismo a los que lo buscan de verdad; de hecho, nos responde mucho más allá de nuestros deseos. El hecho es que queremos más de Cristo, y algo más de otra cosa aparte. Eso no es posible. Debe ser solo Cristo, Cristo nuestro único objeto, y entonces él nos satisfará más allá de nuestras mayores expectativas.

6 - El corazón centrado en Cristo. Lo demás es una pérdida

Filipenses 3 quiere enseñarnos el verdadero método para proseguir el conocimiento de Cristo hasta que lo poseamos en la gloria y estemos plenamente conformes con él. Todo es considerado como una pérdida a causa de la excelencia de Cristo. Por él, el apóstol estaba dispuesto a sufrir la pérdida de todo, con tal de tener solo a Cristo como ganancia. Dos cosas lo caracterizaban entonces: la concentración y el propósito del corazón. Solo tenía una cosa ante su alma, y la proseguía con decisión. El Cristo glorificado que le había sido revelado, actuaba sobre su alma como un poderoso imán, alejándolo de todo lo demás para atraerlo hacia él, haciendo nacer un intenso deseo de conocerlo cada vez más plenamente, de participar en la comunión de sus sufrimientos, e incluso de hacerse conforme a su muerte, en vista de la gloriosa perspectiva de ser resucitado de entre los muertos, –para estar con él, poseerlo y parecerse a él para siempre. Que el Señor nos conceda a cada uno de nosotros tener los pensamientos a este respecto que tenía su siervo Pablo.